N/A: Bien, una nota extensa pa variar antes de empezar :P aquí comienza lo que a mi parecer es casi una segunda parte, que no se parece demasiado a la primera (en cuanto a sucesos absurdos me refiero) pero espero que igualmente guste, ya que esta vez he incorporado a alguien especial al reparto jeje.

¿Cuánto durará esta segunda parte? Pues al ritmo que llevo por lo menos diez capítulos mas, pero nunca se sabe, y aunque no lo parezca los reviews son importantes…por que visto que tengo que amenazar con dejarlo a medias pa que dejen reviews…(si,no miren pa otro lado :P)

Los títulos a partir de aquí dejan de ser leyes de murphy para ser…bueno, dejémoslo en "algo".

Así que bueno, muchas gracias de verdad por los reviews y sigan dejándolos pleaseeee! Y en especial a Nariko por su ayuda con las frases ingeniosas de cierta persona XP Y ahora lo dejo ya que me enrollo más que Binns hablando de las revueltas de los duendes….XD

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Capitulo 11: Felices los que nada esperan por que nunca serán defraudados.

Un silbido largo y agudo, penetró en los oídos de todos aquellos que permanecían en el anden 9 ¾ de la estación de King Cross. La locomotora de brillante color rojo comenzó a echar humo al tiempo que la maquinaria empezaba a moverse, entre los gritos de los estudiantes que se despedían de sus familiares un año más.

Como cada 1 de septiembre, los alumnos de la escuela Hogwarts atestaban el viejo tren, yendo de un lado a otro para reencontrarse con sus amigos y "saludar" a sus enemigos.

En uno de los vagones, una joven de pelo oscuro y blanca tez, tomaba asiento junto con sus amigos, dispuesta a enfrentar un nuevo año.

> Parece que todo está muy tranquilo…

> Je, ya veremos.

> ¿Qué se os ha ocurrido esta vez Fred?

> Mejor no preguntes, Angelina.

Con una sonrisa tranquila, Irene Brennan observó el exterior a través de la ventanilla mientras sus compañeros comenzaban una saludable discusión.

A su lado, Katie Bell intentaba recuperar su revista de manos de George Weasley que encontraba muy interesante un artículo sobre quidditch. Frente a ella, Alicia Spinnet sonreía divertida, mientras intentaba acomodarse entre los gemelos y la jaula de su lechuza.

Era un comienzo de curso tan típico como cualquier otro.

> Hey, Irene ¿ya te decidiste a enviar la carta?- dijo Katie, dando ya por perdida la revista.

Ella le dedicó una mirada de soslayo, sabiendo bien a que se refería.

Al final del curso anterior, la joven bruja que se había enamorado de su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, se prometió que en cuanto dispusiera de tiempo libre, enviaría una carta a su adorado maestro, dispuesta a no perder el contacto ahora que él se había despedido.

Sin embargo, ahora, dos meses más tarde, no había tenido el valor para escribir una sola línea. ¿Qué decirle¿Qué excusa utilizar? Aun no estaba preparada para confesarle lo que sentía, y mucho menos para una negativa por su parte. Primero debía asegurarse que tenía posibilidades con él.

> Aun no- respondió suavemente.

> ¿Y cuanto más vas a esperar?

> No lo sé.

> Katie frunció ligeramente el ceño.

> No puedes esperar mucho- exclamó- ¿y si se va con otra?

> Tú si que sabes como subir los ánimos- le replicó Irene, con una mueca.

> Pero es verdad- interrumpió Angelina en la conversación – debes hacer algún movimiento, esto es como el ajedrez, si no mueves pieza ¡te comen al rey!

> Creí que el objetivo era comer a la reina- apuntó ella.

> ¿De qué habláis?- hablaron los gemelos al unísono.

> Cosas de chicas- replicó Katie.

> Oh, habláis de "eso"

> No pienses cosas raras Fred

> Yo no pienso nada raro- sonrió él con malicia, a lo que Angelina y Katie pusieron los ojos en blanco.

Irene rió, se alegraba de regresar al colegio, aunque Remus Lupin ya no se encontrara entre sus paredes.

ooo

Después del banquete de bienvenida, la sala común de Gryffindor era un hervidero de actividad, las noticias dadas por el director habían sorprendido a muchos y emocionado a otros tantos. Y no era para menos, por que el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería iba a ser la sede del famoso Torneo de los Tres Magos. ¡Y los alumnos mayores de 17 años podrían participar!

> Yo quiero intentarlo- aseguró Angelina.

> A mi me gustaría, pero aun no he cumplido los 17- se quejó Patricia, su compañera de habitación.

> Nosotros lo intentaremos- anunciaron los gemelos Weasley.

> Pero vosotros todavía tenéis 16- apuntó Katie.

> ¿Y qué?- respondieron al unísono.

La chica suspiró, mientras los demás reían.

> ¿Tu no te presentaras, Irene? Tú cumples 17 en octubre ¿verdad?

> No me apetece arriesgar la vida en ese torneo- sonrió ella- además con mi "agilidad" habitual, lo único que conseguiría seria ser comida para gusarajos.

> Me pregunto quien será elegido- meditó Lee Jordan en voz alta.

> Mientras no sea un slytherin- dijo Patricia.

> Mejor que sea un gryffindor,

> ¡Ojala!

> Estoy deseando que empiecen las pruebas, será muy interesante.

> Cuando se lo cuente a mis padres no podrán creerlo - exclamó Katie- seguro que querrán conocer todos los detalles. ¡Todos los magos querrán saber lo que pasa en Hogwarts!

Irene le dedicó una mirada curiosa a su amiga y entonces su cara se iluminó. Sin decir una sola palabra abrazó a Katie y subió corriendo a la habitación de las chicas.

> ¿Y a esta qué le pasa?- exclamó George.

Sus compañeras se encogieron de hombros.

En la habitación, la joven bruja rebuscó en su baúl hasta encontrar pergamino, pluma y tintero. Pero en aquel momento se detuvo con los objetos entre sus manos.

> Por Merlín, soy patética, parezco desesperada.- exclamó, dejando caer todo lo que llevaba.

Meditó en silencio unos segundos. Katie le había dado la excusa perfecta para escribir una carta al profesor Lupin, pero hacerlo el primer día de clases cuando acababa de enterarse de todo, resultaba un poco raro. Por no decir que ella se sentía muy poco digna.

> Esperaré un par de días y se la escribiré, seguro que le interesará saber lo que pasa en el torneo…

Quizás estuviera un poco desilusionada por tener que usar una excusa así para escribirle, pero debía disimular o él lo notaría…bueno, o quizás no, el año anterior había hecho todo tipo de cosas absurdas por él y ni siquiera se había percatado. Suspiró. ¡Hombres!

Se tumbó en la cama, cerró los ojos y le dibujó en su mente recordando cada detalle, quedando dormida rápidamente con una sonrisa en los labios.

ooo

Irene tomó asiento en las frías escaleras que daban acceso a la entrada principal del castillo. Allí, reflexionó sobre los últimos acontecimientos y le resultaba frustrante no saber a que atenerse.

Las clases habían comenzado con la normalidad propia de los años anteriores, salvo por que esta vez no tenían la presión constante de los TIMOs, y la incorporación del nuevo profesor de DCAO mantuvo la admiración de los alumnos los primeros días.

Ojo Loco Moody era todo un personaje, y sus constantes gritos de ¡Alerta permanente! habían estado a punto de provocar más de un paro cardiaco.

A parte de esto, que Harry Potter hubiera sido elegido como cuarto campeón del torneo, cuando teóricamente solo debía haber tres, era, a pesar de la fascinación que el tema proporcionaba a sus compañeros de casa, lo que menos le importaba en aquellos momentos.

En su mente solo había dos preocupaciones que, de haber sabido todo lo que el asunto de Harry implicaría más adelante, habría calificado como mundano.

Por una parte estaba el asunto de la carta. La joven bruja finalmente había decidido enviar un mensaje a su antiguo profesor, para narrarle con todo lujo de detalles lo que sucedía en Hogwarts. A sabiendas que el mago se preocupaba especialmente por el niño que vivió, se había esmerado en reportarle noticias al respecto (aunque con algo de su orgullo dolido). Estaba segura que cuando Lupin supiera que Harry iba a participar en el torneo, desde luego no iba a quedar indiferente.

Pero había transcurrido ya una semana desde que enviara una lechuza con la misiva y aun no había obtenido respuesta. No podía negar que la ausencia de noticias por su parte la inquietaba, pues su mente siempre terminaba divagando hacia imágenes nada alentadoras.

Por otro lado, estaba el asunto del baile de navidad. Ir a un baile no le habría preocupado lo más mínimo excepto por que, esta vez, había que llevar pareja, ya que el lujo y la formalidad de la ocasión lo requerían.

Irene no estaba dispuesta a buscarse una pareja pues ya tenia alguien en quien ocupar su mente todo el día, si tuviera que añadir otro chico a la mezcla ¡no quería ni pensar en lo que podría suceder! Además no quería que al pedirle a cualquier chico que fuera su pareja de baile, éste asumiera que sentía interés por él. Al fin y al cabo, ese era un típico razonamiento masculino.

Suspiró larga y profundamente. Al menos esperaba que la visita a Hogsmeade de aquel día le despejara la cabeza.

> Ya estamos aquí- anuncio Angelina con voz alegre.

Irene se levantó de su improvisado asiento y sonrió.

> Bien, vamos allá- dijo Katie, apareciendo y señalando en dirección al pueblo- estoy deseando tomar una buena cerveza de mantequilla.

La joven bruja asintió de acuerdo y siguió a sus amigas.

El ambiente en Hogsmeade resultaba siempre agradable, los estudiantes disfrutaban mucho de sus paseos por el lugar, por no decir que tenían la oportunidad de hacerse con un arsenal de dulces o artículos de broma.

Después de disfrutar de una bebida durante media hora, las chicas de sexto curso decidieron dividirse para comprar, ya pensando en los futuros regalos de navidad. A mediodía se reunirían para almorzar.

Irene paseó por las calles arriba y abajo con gesto distraído, pues no le apetecía entrar en las tiendas y dejar que el dependiente de turno se pusiera a adularla solo para que ella se gastara un par de galeones.

Cuando quiso darse cuenta se había alejado del pequeño centro y suaves colinas verdes se extendían en el horizonte.

Tomó asiento en una vieja cerca, levantando la cara hacia el sol, esperando que ese gesto aliviara un poco el aire frío de la mañana. Se habría quedado allí, inmóvil en aquella postura, si el sonido de la húmeda hierba siendo agitada no la hubiera sacado de su ensimismamiento.

Miró a ambos lados, en dirección al suelo y allí, tropezó con una mirada clara que le devolvía el mismo gesto curioso que ella le ofrecía.

Irene al principio se limitó a parpadear sorprendida, pero tras un instante, bajó de la cerca y se agachó. Allí, a su lado, había un gran perro lanudo de color negro.

Cediendo a su costumbre de alargar la mano antes de preguntar, la chica le acarició suavemente la cabeza. Por un segundo se reprendió a si misma, pues el animal podría haberla enfrentado y mordido, aunque para su sorpresa, el perro se dejó hacer y a ella se le antojó que la pobre criatura llevaba mucho tiempo sin un amo que le rascara entre las orejas.

> Hola precioso ¿estás tu solo aquí?- saludó, con una sonrisa.

Evidentemente el animal no iba a responder pero ella se había acostumbrado a hablar con las criaturas mágicas como si fueran personas (quizás una influencia por parte de Hagrid) y que él solo fuera un perro, no iba a cambiar las cosas.

Se percató entonces que el animal había dejado caer una edición de El Profeta, y ella sonrió divertida.

> Oh, te gusta estar informado ¿verdad?- le dijo, a lo que él solo respondió sentándose sobre sus patas traseras.

> Pero ese periódico es de hace dos días- continuó la joven- si quieres te puedo dejar el mío, ya lo leí esta mañana.

Irene sacó de su túnica el periódico cuidadosamente enrollado y se lo tendió. El perro se levantó y lo recogió con la boca, para luego volver a tomar asiento en el mismo lugar de antes.

> Vaya- exclamó ella, visiblemente divertida- eres un perro muy curioso.

Él ladró en respuesta y la chica rió.

> Que simpático¿tienes hambre? Seguro que sí, no pareces tener un dueño…

> ¡Irene!

Ella giró la cabeza y se encontró con Katie y Alicia que ascendían rápidamente en su dirección.

> Te hemos buscado por horas ¿Dónde te habías metido?- preguntó Katie.

> Solo estaba de paseo.

> ¿Y ese perro?- inquirió Alicia, haciendo a un lado la cabeza para mirar al animal.

> Creo que es vagabundo, pero es muy gracioso.- sonrió Irene.

> Tú y los bichos- suspiró Katie, tomándola del brazo para tirar de ella.

> Si lo llamas bicho se ofenderá- replicó.

> Seguro, seguro, anda vamos o no encontraremos un lugar para almorzar.

> Esta bien…¡oh, ya sé!

> ¿Qué sabes?- preguntó Alicia.

> Eh, perrito ¿te apetece un buen almuerzo?- inquirió Irene, con una sonrisa.

El animal meneó la cola, visiblemente contento.

> ¿Vas a darle de comer?- exclamó Katie.

> Es que me da pena, no lo puedo evitar…

> A mi no me parece mal- apoyó Alicia- es un perro muy mono.

> Esta bien, tráelo, pero démonos prisa por que Angelina y Patricia deben estar esperándonos desde hace horas.

Las tres chicas echaron a andar con paso apresurado, seguidas de cerca por el gran can.

Una vez reunidas de nuevo, tomaron asiento en la abarrotada taberna de Las Tres Escobas, madame Rosmerta no parecía muy satisfecha por que metieran al perro, pero ante la cara de pena de las chicas y la promesa de que el animal se quedaría tranquilo bajo la mesa, finalmente accedió e incluso le llevó un cuenco con agua.

> ¿Ya habéis echo todas las compras? – dijo Angelina, mientras disfrutaban de la comida.

> Aun no, no sé que podría comprarle a mis padres por navidad- suspiró Alicia- ¿alguna idea?

> A mi no me mires, ya sabes que nunca acierto con los regalos- replicó Katie- y hablando de regalos, Irene ¿qué fue lo que te regalaron tus padres este verano por obtener tan buenas notas en los TIMOs? Tus cartas no eran nada claras- recordó la chica con gesto pensativo.

> Ah eso- rió ella- bueno, lo cierto es que convencí a mis padres para que me compraran un escarbato.

> ¿Un escarbato!- exclamaron sus compañeras al unísono.

> Exactamente…aun es una cría pero es adorable!

> Chica, en serio, tú tienes un problema con tu sentido común.

> Pero Hagrid decía que los escarbatos destrozan las casas- apuntó Patricia.

> Es que dejamos a Py en el jardín que da a la colina, allí esta muy feliz.- respondió Irene, pasando un par de trozos de bacon por debajo de la mesa que el perro devoró.

> ¿Py?

> Pyrrhus – se corrigió la joven- pero Py es más corto.

> Vaya nombre más raro- rió Angelina a lo que la chica se encogió de hombros.

> Desde luego tu obsesión con las criaturas mágicas algún día te traerá problemas- continuó Alicia con la broma.

> ¿Más aun?- dijo Katie - por que tú me dirás que enamorarse de un licántropo no es llegar lejos…

> ¿Por qué no lo decís más alto? A lo mejor hay alguien en Londres que todavía no se haya enterado- se enfurruñó Irene, soltando un bufido.

> Vamos, no será para tanto- sonrió Katie conciliadora- ¿aun no te ha escrito?

> No, aun no.

> ¡Hombres¿Quién los entiende?- suspiró Angelina.

> Personalmente creo que se está haciendo el interesante.

> Lees demasiado Corazón de Bruja me parece a mí.

> Chicas, estáis hablando de un hombre adulto, él no haría tal cosa.

> Quien sabe, no hay quien entienda el razonamiento masculino – suspiró Angelina

> Pero no te apures Irene- dijo Alicia- seguro que Lupin pronto te enviará esa carta.

De pronto, la conversación fue interrumpida por el temblor que se produjo en la mesa haciendo bailar los platos. Las chicas asomaron las cabezas por debajo, y vieron como el perro negro se frotaba entre las orejas. Parecía haberse golpeado la cabeza con la mesa al incorporarse repentinamente.

> Pobrecito, ven- dijo Irene, obligando al animal a apoyar la cabeza sobre sus rodillas para acariciarle suavemente.

> Luego no te vas a poder librar de él- apuntó Angelina – si te encariñas mucho con ese animal después te seguirá a todas partes.

> Si pudiera llevarlo al colegio créeme que lo haría.

> Irene al rescate del animalito abandonado- rió Katie- chica, desde luego, no tienes remedio.

> Algún día terminaras como Hagrid, metiendo todo bicho viviente en tu casa.

> Ah no, eso si que no- exclamó ella- ¿por quien me tomáis? desde luego yo no voy a alojar un hipogrifo en casa.

> Pero bien que dejarías que lo hiciera un lobo ¿verdad?

Las chicas rieron divertidas ante la cara indignada de su compañera. El perro que permanecía bajo la mesa las observó alternativamente, para luego mover las orejas, no quería perderse detalle ahora que había encontrado a esa peculiar muchacha que le iba a proporcionar información muy interesante.