Capitulo 13: El alcohol mata lentamente…no importa, no tengo prisa.
Irene corrió hasta el vestíbulo sin detenerse ni levantar la mirada, se sentía sucia y despreciable. Aun habiéndole dedicado un bofetón a Henry, sabía que éste tenía parte de razón.
Desde el principio de la noche, ella se había dejado hacer, sin oponer mucha resistencia y el chico había entendido el gesto como que tenía vía libre.
Lo cierto es que nada estaba más lejos de la realidad, la joven se había dejado hacer con la esperanza de olvidarse de aquel hombre que le quitaba el sueño pues cada piedra de aquel castillo le recordaba a él, y ahora se sentía peor que nunca. No es que hubiera traicionado a Lupin, si no que se había traicionado a sí misma.
Tropezó al alcanzar las escaleras del primer piso, e iba a probar el sabor de la piedra cuando una mano se interpuso en su camino e impidió la caída.
> Di…director- exclamó ella, al mirar a su salvador.
> Buenas noches señorita Brennan- saludó Albus Dumbledore con una sonrisa.
> Buenas noches, señor director- respondió cortésmente, intentando parecer serena.
> Una noche muy movida ¿verdad?
> Sí, mucho…- murmuró.
> Bien, son cosas que pasan- sonrió levemente, dedicándole una mirada tranquila tras las lentes de media luna.
> Sí, señor…
Irene estaba desesperada por huir, quería salir de allí y descargar su frustración en la almohada de su habitación. Quería gritar y llorar hasta hacer temblar todas las paredes del colegio.
> ¿Necesita alguna cosa, señorita Brennan?
Ella levantó la vista y lo miró con curiosidad.
> Es navidad y todos deberíamos disfrutar de este día - continuó él, sonriendo- y si necesita alguna cosa para hacerlo, no dude en pedírmela.
La joven abrió la boca, asombrada. ¿Podría el director saber todo lo que había sucedido? Bien, no era imposible, aunque sí muy improbable.
Reflexionó unos segundos ¿qué necesitaba en aquel momento? Finalmente, Irene no temió en hablar y decir lo que realmente quería. Un lugar donde derrumbarse sin testigos, sin que nadie la compadeciera.
> Señor, por favor – dijo con voz suplicante- quiero salir del castillo.
El mago pareció sorprendido pero luego relajó sus facciones en una sonrisa.
> ¿Y a donde le gustaría ir?
> A Hogsmeade, mi abuela tiene una bonita casa allí. Por favor, señor, déjeme ir a verla esta noche. Mañana regresaré pero…necesito salir de aquí ahora mismo.
Técnicamente, ella ya era mayor de edad en el mundo de la magia y podía hacer lo que le viniera en gana, pero no quería desaparecer así sin más, pues seguía estando bajo la responsabilidad de Dumbledore mientras estuviera en Hogwarts.
> De acuerdo señorita Brennan- accedió él - venga conmigo.
Irene lo siguió en silencio, intentando contener aquella sensación que subía por su garganta, hasta alcanzar la gárgola de piedra que anunciaba la entrada del despacho del director.
> Cucurucho de cucarachas- musitó el mago y la gárgola se hizo a un lado, revelando una escalera de caracol.
Ascendieron lentamente hasta la puerta y entraron en una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts y llena de curiosos objetos brillantes o móviles.
> Adelante, adelante – dijo Dumbledore, acompañándose de un gesto de la mano.
Irene le dedicó una mirada curiosa a Fawkes, el fénix que descansaba en una percha de oro, Hagrid lo había tomado prestado en alguna ocasión como parte de sus clases de Cuidado de Criaturas Mágicas y ella tenía que admitir que le gustaba mucho esa criatura.
> Bien, aquí está- anunció el director, poniendo sobre la mesa de su escritorio un pequeño tarro de cerámica.
Ella contempló el interior y lo reconoció enseguida. Eran polvos flu.
> ¿Puedo ir por la red flu?- preguntó impresionada.
> Oh ¿la casa de su abuela no está conectada? Vaya, debí pensarlo antes- sonrió él.
> No, no, quiero decir, que sí está conectada
> Perfecto entonces.
Dumbledore señaló con una mano la chimenea y ella se acercó dubitativa.
> Puede regresar por la mañana – comentó él- solo tiene que decir, 'Hogwarts, despacho de Albus Dumbledore'.
> Muchas gracias, señor- respondió forzando una sonrisa, y tomando un buen puñado de polvos.
> No hay de qué.
Irene alzó la mano y tras un breve asentimiento con la cabeza soltó los polvos y exclamó.
> Outside Road nº15
Y con la familiar sensación de ser succionada por la chimenea, la joven bruja desapareció para volver a presentarse en una oscura habitación.
ooo
> Lumos
La punta de su varita se encendió y la vivienda quedó tenuemente iluminada. Salió torpemente de la chimenea y se acercó a una mesa donde descansaba un viejo candelabro de plata. Tras murmurar un hechizo, todas las velas del salón en que se encontraba, se encendieron revelando los detalles del lugar.
Irene conocía aquella habitación como la palma de su mano, pues hasta los once años, pasó allí muchas horas, estudiando con su abuela.
> ¿Abuela¿Estás aquí?- llamó en voz alta, para asegurarse que no había nadie.
Sabía que la anciana estaría en Londres, con los padres de la chica para disfrutar de la navidad. Probablemente regresaría al día siguiente.
Irene suspiró y marchó hasta la cocina, para salir por la puerta que daba acceso al jardín. Aun envuelta en su elegante túnica de gala, se deslizó por la nieve que cubría la hierba seca y tomó asiento en un banco de piedra, bajo un viejo y adusto tilo que había junto a la valla blanca. Era su lugar favorito desde que tenía memoria, allí había jugado tantas horas durante el verano que se le escapó una sonrisa fugaz.
Hacía frío pero no quiso moverse, mantuvo su varita encendida sobre el banco al tiempo que se abrazaba las rodillas y escondía la cara. Al fin podría desahogarse.
Lloró en silencio descargando toda la angustia que se le había acumulado durante todo el año, y que aquella noche había colmado el vaso.
No supo cuanto tiempo se mantuvo en aquella posición, hasta que sintió como algo rozaba su mano.
Levantó la cabeza, alarmada, con los ojos aun escociéndole para toparse inesperadamente con aquella mirada clara que la observaba curiosa.
> Tú - murmuró con voz ahogada.
A su lado se encontraba otra vez aquel gran perro de pelaje negro.
Irene sonrió al tiempo que se limpiaba las lágrimas, y alargó la mano para acariciarle la cabeza.
> ¿Cómo has entrado?- preguntó - ¿has saltado la valla?
El perro evidentemente no respondió y se limitó a frotar su frío hocico contra su mano.
> Debes tener frío- le dijo – ven, sube.- le invitó a sentarse en el banco y el animal obedeció.
La joven le acarició entre las orejas un par de veces, aprovechó entonces para agarrarse a su cuello y continuar llorando, mientras el perro apoyaba su gran cabeza en el hombro de la chica en lo que parecía un gesto consolador.
> Lo siento- se disculpó luego de unos minutos- no debería usarte como paño de lagrimas, seguro que tienes tus propios problemas.
Irene se incorporó siendo consciente del frío que hacía allí fuera, y de repente estornudó.
> Vaya, quizás deberíamos buscar un lugar algo más acogedor.- sonrió levemente.- Algo de bebida caliente irá bien. Vamos, quizás tengamos suerte y madame Rosmerta no habrá cerrado aun.
Entraron a la casa para volver a salir al exterior. Guiando al perro por Hogsmeade, la bruja anduvo con paso apresurado, mientras exhalaba sobre sus manos para entrar en calor, hasta alcanzar la puerta de Las Tres Escobas.
Al entrar, descubrió el lugar casi vacío, aunque adornado con muérdago y brillantes bolas de colores parecía realmente acogedor.
Madame Rosmerta le ofreció una mesa junto al gran árbol de navidad, no sin antes dedicarle una mirada curiosa, especialmente a su túnica.
> Un ron de grosella por favor, y una jarra de hidromiel caliente.- pidió tras tomar asiento.
La propietaria del local parecía confusa por el pedido, a lo que Irene se limitó a señalar a su acompañante canino y aclarar.
> Es para él.
Rosmerta volvió a la barra, y por su cara parecía evidente que era la primera vez que alguien le pedía una jarra de hidromiel para su perro. Como si fuera un cliente más, el gran can se subió a una silla y esperó su bebida, ante la mirada divertida de Irene.
> Eres muy curioso, te lo había dicho ya ¿verdad?
Él ladró en respuesta y metió el hocico de lleno en la jarra.
La joven bruja sonrió y tomó su copa, vaciándola de un trago, y pronto estuvo pidiendo otra y otra más. Al principio había querido entrar en calor con algo de alcohol, pero ahora tenía la imperiosa necesidad de seguir bebiendo, ahogando así todas sus penas.
> Vosotros los perros debéis ser más felices que los humanos- comentó cuando ya iba por su cuarta copa- no tenéis que preocuparos por amoríos estúpidos…No me mires así, sabes que es verdad…- apuró lo que quedaba en el fondo del vaso- ¿sabes? Nunca pensé que me besaría ¿Quién lo habría imaginado? Por eso era tan amable conmigo…los hombres siempre van con segundas intenciones, no lo olvides.
El perro le dedicó una mirada lastimera a lo que ella sonrió, e hizo un gesto a Rosmerta para que le trajera otra copa de ron, aunque era evidente que empezaba a perder la compostura por culpa del alcohol.
> Pero no hay que preocuparse- continuó con su monologo, una vez tuvo el nuevo vaso sobre la mesa- le pegué ¿puedes creerlo? Le aticé bien fuerte por haberse propasado conmigo, seguro que no volverá a intentarlo…- de pronto sus ojos se nublaron de lagrimas- No es justo ¿por qué me tiene que ignorar¿por qué me besa ese tipo al que no soporto? Todo me sale al revés, mírame, soy patética…
La campanilla de la puerta tintineó ante la entrada de un nuevo cliente, y el perro comenzó a ladrar. Irene levantó la vista y vio como un mago cubierto por una gruesa capa oscura, que tenía su atención puesta en el animal, se acercaba a grandes pasos.
Su mente estaba tan nublada que aunque le reconoció no fue capaz de articular palabra.
> Por Merlín, Irene ¿qué haces aquí?
La familiar voz ronca le produjo un curioso regocijo y de sus labios surgió una tonta sonrisa. El perro soltó un ladrido y Remus Lupin, que se deshacía ahora de su capa llena de nieve, se volvió a mirarlo.
> Padfoot ¿qué demonios haces aquí?- exclamó en un susurro alarmado.
> Así que te llamas Padfoot- interrumpió ella, volviéndose hacia el perro- encantada Padfoot, yo soy Irene- soltó una risita- ¿sabes? Nunca había compartido una mesa con un desconocido, pero ya no somos desconocidos ¿verdad?
> Irene ¿estás borracha?- dijo Lupin, asombrado por la escena que estaba presenciando.
La chica apuró su quinta copa y puso una mueca.
> A lo mejor he bebido mucho…creo que voy a pedir otra más…
> No, eso si que no, ya has tenido suficiente- exclamó el mago con tono autoritario.
Ella frunció el ceño, al principio Lupin creyó que la joven se pondría a protestar pero ante su sorpresa la chica empezó a llorar. El mago miraba a su alrededor, alarmado, pero nadie excepto Rosmerta parecía prestarles atención.
> ¿Qué sucede¿Por qué lloras? – preguntó, con la voz más calmada que pudo.
> Nadie me hace caso- prorrumpió en un lamento- sola en una taberna en navidad¡que patética! Padfoot- llamó al perro, el cual se volvió a mirarla- tu eres un buen perro, así que consigue una buena perrita y sed felices juntos…yo estoy acabada.
> Estás delirando- dijo Lupin, forzándola a levantarse de la silla- vamos, necesitas una cama para descansar.
> ¿Tu también te vas a aprovechar de mí hoy?- rió con sorna- pues te advierto que no serás el primero.
El mago le dedicó una mirada preocupada primero a ella y luego al can que los acompañaba.
> Vamos.- susurró, tomándola de la cintura para ayudarla a caminar.
Rosmerta les abrió la puerta con una sonrisa tranquila.
> Se ha tomado cinco copas de ron- informó al licántropo- con una poción y unas horas de descanso estará como nueva.
> Gracias, Rosmerta- sonrió levemente el mago al tiempo que Irene se despedía con un gesto torpe de la mano.
> ¿Cómo has llegado aquí?- preguntó Lupin a la joven que empezaba a dar cabezadas.
> Andando- respondió.
> No me refería a eso… Padfoot ¿tú sabes cómo ha llegado hasta aquí?
El perro ladró y echó a correr calle abajo, al tiempo que el mago lo seguía sin dejar de arrastrar a la bruja.
Se detuvieron frente a una pequeña casa de tejado rojo cubierto por la nieve, en cuya puerta colgaba un desvencijado numero 15.
> ¿Es esta tu casa?- preguntó.
Irene miró hacia arriba y asintió en un gesto aturdido.
> ¿Están tus padres?
Ella negó con la cabeza.
> ¿Hay alguien que pueda ayudarte?
Volvió a negar.
Lupin suspiró. – De acuerdo, entremos entonces.- y sacando su varita abrió la puerta.
El interior continuaba tal y como lo habían dejado, aun con las luces del salón encendidas. El mago, ayudó a la joven a tumbarse en un sofá cercano para luego volverse hacia el perro que se sacudía la nieve en la alfombra.
> Padfoot, vigílala, voy a ver si encuentro alguna poción en la cocina.
Desapareció unos minutos, para luego regresar con un pequeño frasco de líquido azul entre las manos.
> ¡Por Merlín Sirius ¿qué haces! – exclamó alarmado al entrar de nuevo en el salón.
Ahora el perro había desaparecido y un hombre de túnica raída ocupaba su lugar, sentado en un viejo sofá.
> Tranquilo Remus- respondió él, señalando a la bruja- está dormida, y aunque estuviera despierta sería un milagro si consigue recordar algo de esta noche, en serio amigo, nunca había visto a una chica beber tanto.
> ¿Puedes explicarme qué ha pasado?- inquirió Lupin, tomando asiento junto a Irene que continuaba durmiendo.
> No sé demasiado, buscaba algo de comida cuando la encontré en el jardín trasero de la casa- señaló los ventanales hacia el lugar al que se refería- estaba muerta de frío y no paraba de llorar. La había visto antes en Hogsmeade y ella a mí, así que tomándome por un simpático perro, me dejó que me quedara con ella unos minutos y luego me llevó hasta Las Tres Escobas para tomar una bebida que nos hiciera entrar en calor…por que me invitó a una jarra de hidromiel- sonrió levemente- luego empezó a beber sin parar y a decir cosas sin sentido, el resto ya lo sabes.
> Pero ella debería estar en Hogwarts ¿qué hace aquí? no es propio de ella escaparse sin más.
Sirius se levantó de su asiento y se acercó a encender la chimenea.
> Se ve que la conoces bien – sonrió de nuevo – Lo que hace aquí no lo sé, pero por lo que ha dicho, que no es que haya sido demasiado clara…por lo visto estaba en un baile, alguien intentó propasarse con ella y en respuesta ella le golpeó y huyó. Creo que además sufre de amor no correspondido…no parece estar pasándolo bien.
Lupin soltó un profundo suspiro y miró a su ex-alumna, la cual dormía profundamente con su arrugada túnica de gala y el pelo desordenado.
> Cuando está serena está más guapa- rió Sirius, al ver la cara que había puesto su amigo mientras la observaba.
> Será mejor despertarla y darle la poción.- replicó él sin hacer caso al comentario.
Sacudió suavemente el hombro de la chica, la cual, tras un minuto, se obligó a abrir los ojos, aun con la mente turbada por el alcohol.
> ¿Qué?- exclamó en un murmullo poco claro.
> Bebe esto- le dijo Lupin, poniendo la poción sobre su boca.
Ella obedeció en silencio, y luego le clavó la mirada como si quisiera saber qué hacía él allí.
> Irene ¿recuerdas lo que ha pasado esta noche?
La joven asintió torpemente, al tiempo que cerraba los ojos para volver a tumbarse.
> El baile…- murmuró- el jardín…me besó…Snape…bofetada…
> ¿Snape!- bramó Sirius desde el otro lado del sofá.
> Shhh- le reprendió Lupin- ¿Irene¿qué pasó con Snape?
> Jardín…beso…puntos menos para ravenclaw…- respondió con los ojos cerrados y empezando a caer en un profundo sueño.
> ¿Puntos menos para Ravenclaw?
> ¿Snape la besó!- exclamó Sirius con los ojos desorbitados.
> Sirius por favor ¿Irene¿qué hizo Snape?
> Jardín…beso…puntos menos…
> ¡Seguro que le rebajó puntos por que la chica se resistió!
> ¡Por las barbas de Merlín, no digas eso ni en broma, Sirius!
> Mmmm…
Irene acomodó la cabeza en el sofá y se tapó la cara con el brazo.
> Parece que no nos dirá nada más por hoy- suspiró el licántropo, al ver como la chica guardaba silencio para caer en un sueño profundo.
> Por Merlín, ahora entiendo a qué venía tanto ron- dijo Sirius- si Snape la besó debe tener un serio trauma psicológico.
> ¿Acaso sabes qué significa trauma psicológico?
> Eso no importa ahora, lo importante es que Snape se va propasando por ahí con sus estudiantes!
> Sirius cálmate - protestó Lupin- Severus nunca haría algo así.
> Pues yo lo creo bien capaz…deberías defender a la pobre muchacha y no al viejo pelo grasiento.
Tomando una manta a cuadros escoceses que descansaba sobre una silla cercana, el ex-profesor la colocó sobre la bruja dormida y suspiró. No estaba dispuesto a aceptar que el maestro de pociones le hubiera hecho algo así, por que si era cierto…
> Sinceramente…- Sirius se interrumpió un segundo - Hey Moony ¿a quien vas a asesinar? Vaya mirada amigo…
Lupin no respondió a la pregunta.
> Vamos a tener que quedarnos a vigilarla esta noche…por si acaso.
> No hay problema, Buckbeak sabe cuidarse solo- sonrió levemente el animago- claro que si quieres que me marche…
Su amigo encarnó una ceja.
> Solo quédate como perro, no quisiera sorpresas cuando se despierte.
> De acuerdo…¿y si le doy calor? Soy una buena almohada canina…
> ¡Sirius!
> Está bien, está bien, hay que ver que protectores son algunos- y con una sonrisa, el mago se transformó en aquel gran y lanudo perro negro.
ooooooooooooooooooo
Bueno, aquí con otro capi como cada viernes XD aunque creo que me estoy volviendo un poco dramática…pero espero que les haya gustado! Supongo que se habrán dado cuenta que uso los apodos de los merodeadores en ingles…es que me gustan mas así jeje sigo sin que me agrade eso de canuto…
Muchísimas gracias por los reviews! Me hacen happy happy :P y no se olviden de apretar ese bonito boton cuando terminen de leer!
