Capitulo 17 Los buenos momentos terminan enseguida, los malos se prolongan hasta la eternidad.

Se inclinó suavemente sin apartar un segundo la vista, esperó en la misma postura una respuesta en aquellos ojos ambarinos y cuando tras unos segundos, la gran cabeza se inclinó, la joven bruja sonrió.

> Hola Buckbeak ¿cómo has estado?

El hipogrifo emitió un suave gruñido cuando Irene se acercó para acariciarle las plumas del lomo.

Sirius y ella se encontraban ahora en una cueva apartada de Hogsmeade, junto a la antigua mascota de Hagrid. Lupin se había marchado a Londres aquella mañana y la chica y el mago que se habían quedado solos habían decidido hacer una visita al hipogrifo, el cual, parecía contento de tener compañía de nuevo.

> Ya veo que has estado alimentándote bien- comentó Sirius con sorna, al ver los restos de pájaros y otras criaturas, desperdigados por el suelo de la caverna.- Ten cuidado donde pones los pies, Irene.

La bruja le dedicó una mirada tranquila, el prófugo aun parecía sentirse culpable por haberla metido en aquel 'antro' junto con Lupin, aunque ella ya le había dicho que no tenía nada por que disculparse ya que había sido una noche memorable. Aunque lo cierto era que el ex profesor aun parecía algo molesto cada vez que se mencionaba el tema.

Irene sintió el frío pico de Buckbeak frotándose sobre su mejilla, para luego extender una de sus alas, ocupando así un gran espacio.

> ¿Qué haces, Buckbeak?- exclamó el mago, asombrado por la reacción del hipogrifo.

> Vaya, ya veo que me recuerdas- rió Irene, divertida.

> ¿Recordarte?- repitió Sirius, curioso.

La joven posó sus manos sobre el ala desplegada, y apartó despacio algunas plumas blancas que la criatura tenía en el nacimiento del ala.

> Hagrid me presentó a Buckbeak el año pasado, y me dio algunas clases sobre la cría de hipogrifos. ¿Sabes como comprobar que un hipogrifo está en buen estado de salud?

El mago negó con la cabeza, esperando que ella continuara.

> Tienes que examinar las plumas blancas de aquí, si presentan una ligera coloración significa que el hipogrifo puede estar enfermo o mal alimentado.- sonrió – Y tú, Buckbeak, estas en perfecto estado.

La criatura plegó su gran ala de nuevo, como si hubiera estado esperando la inspección médica y ahora pudiera relajarse tranquilo. Mientras, Sirius se acercaba para darle un par de suaves palmadas en el pico, sonriendo.

> Eres toda una experta.

> No, solo es que, bueno, cuando a Hagrid le gusta una criatura mágica, es difícil hacer que no hable de ella todo el tiempo…

El mago rió – Por supuesto, veo que te llevas muy bien con Hagrid.

> Sí, sabe mucho sobre criaturas mágicas, y fue él quien me animó a seguir estudiando para entrar en el ministerio.

> ¿Quieres entrar en el ministerio?- exclamó él, incrédulo.

> Sí, ya sé que cuesta creerlo, supongo que no parezco muy…

> ¿Superficial y estúpida?- sugirió Sirius.

> Digamos que no tengo el tipo habitual de los miembros de ministerio, claro que no aspiro a ser ministra- sonrió- dudo que fuera mejor que Fudge, y con eso lo digo todo.

> Cualquiera es mejor que el idiota de Fudge.- exclamó el mago.

Ella se encogió de hombros y continuó acariciando al hipogrifo.

> Dime Irene ¿Cuál es tu criatura mágica favorita?

La joven parpadeó lanzándole una mirada curiosa, para luego meditar unos segundos.

> Aunque sé que es un tópico, los unicornios.

> Vaya, y yo que creía que dirías los hombres lobo.

Irene se sonrojó visiblemente, pero al instante respondió.

> Esos también.

Sirius rió divertido.

> No sé que le ven las mujeres a los unicornios. Siempre se emocionan tanto al verlos.

> Por que son adorables- respondió ella- simplemente hermosos y adorables.

El mago puso una mueca que la joven no supo interpretar.

> Aunque me gustaran no podría acercarme demasiado, me pregunto por qué a los unicornios no les gustan los magos pero si las brujas.

Irene sonrió al principio divertida y luego maliciosamente.

> Eso es por que son más inteligentes que muchas otras criaturas mágicas, saben escoger sabiamente.

> ¡Hey!- protestó Sirius.

Ella contuvo la risa y se volvió hacia el hipogrifo.

> De todas maneras, aunque Buckbeak está bien ¿has visto el pico? me parece que le hace falta algo de agua, parece un poco deshidratado.

> Hum, no sería raro, no ha salido mucho de la cueva y el agua escasea, a pesar de la nieve.

> Hay un pozo no muy lejos de aquí, podríamos llevarlo.

> Alguien nos vería- respondió él, con una mueca.

> ¿Y por la noche? Es un lugar poco transitado y dudo que por la noche y en pleno invierno alguien se aventurara hasta allí.

El mago meditó unos segundos y terminó por asentir.

> De acuerdo, cuando el sol se haya ocultado nos acercaremos, será una bonita estampa navideña, una bruja, un perro y un hipogrifo.

Irene rió.

> Tendría que haber traído la cámara.

ooo

La luna menguante asomó tras una nube y la joven bruja sonrió, algo de luz no le venía mal, ya que con su varita no quería arriesgarse a llamar demasiado la atención.

A pocos metros la seguía Buckbeak, y por delante corría un juguetón Sirius de forma perruna, dejando sus huellas en la suave nieve.

Ella se arrebujó en su gruesa capa y se apretó la bufanda, realmente hacía frío. Por suerte el camino era corto, el viejo pozo se situaba no demasiado lejos de la estación de tren y con algo de suerte en un par de minutos ya habrían llegado.

> Es ahí- informó Irene, señalando a lo lejos la silueta difusa del pozo de piedra, junto al que descansaba un cubo.

Sirius corrió hasta el lugar señalado y esperó allí sentado a que la joven y el hipogrifo le dieran alcance.

Cuando finalmente llegaron, ella levantó la varita para señalar el interior del pozo y murmurar 'Lumos'. Al fondo, se reflejaron los destellos en el agua.

> No está helada, es una suerte- sonrió, levantando el cubo y dejándolo caer, para luego recogerlo con un movimiento de varita.

Mientras el hipogrifo saciaba su sed, Irene tomó asiento sobre en el borde del pozo, y Sirius, que había vuelto a su forma humana ahora que no había nadie alrededor, la imitaba.

> Es una noche muy bonita- comentó mirando hacia el cielo despejado- me alegra que estemos aquí.

La joven lo miró un instante, arqueando una ceja.

> ¿Qué?- inquirió el mago, al ver como lo observaba.

> Suena como si quisieras tirarme los tejos.- dijo ella, con una sonrisa burlona.

Sirius, tardó unos segundos en reaccionar y se echó a reír.

> Por Merlín, jamás se me ocurriría.

> ¿Por qué¿No soy suficiente para ti?- exclamó Irene, fingiéndose ofendida.

> No es por eso, de hecho eres toda una pieza de coleccionista – sonrió con malicia- pero Remus me mataría si lo intentara.

La joven se sonrojó, pero se mantuvo discretamente oculta tras la bufanda.

> Remus es un poco cabezota con algunas cosas, ya sabes, todo ese drama de "soy un hombre lobo, solo traigo problemas" es de su repertorio preferido, pero con algo de paciencia e insistencia se consigue todo.- sonrió, haciendo un gesto con la mano.

> ¿Por qué lo haces Sirius?- exclamó ella, con tono serio- ¿por qué quieres que Lupin y yo acabemos juntos?

El mago puso una mueca.

> Sé cuanto le quieres, y estoy seguro de que podrías hacerlo feliz. Y si Remus es feliz, yo soy feliz…que cursi suena eso ¿verdad?- ambos rieron suavemente- Es difícil encontrar chicas que no huyen luego de saber que es un hombre lobo, por eso lo digo, y tú eres una buena chica, y además joven ¿Qué más se puede pedir?

> ¡Así que es por eso! Todo por que soy joven y guapa, eres un aprovechado- exclamó ella.

Sirius parpadeó, confuso, pero luego apreció el tono burlón con que ella le hablaba y sonrió. De nuevo, intentaba relajar el ambiente con bromas, sin duda, eso lo había aprendido de él.

> Por supuesto, y si a Remus no le interesa, yo estoy disponible.- le siguió el juego.

> Vaya, no sé si me interesaría el cambio.

> Piénsalo- respondió guiñándole un ojo- no soy tan mal partido.

Irene rió, tenía que admitir que tener a Sirius por compañía era de lo más entretenido, entendía bien por qué Lupin lo había elegido como amigo.

Iba a responderle cuando el mago alzó la mano, pidiéndole que guardara silencio. Ella volvió la mirada hacia el lugar en el que Sirius había clavado sus ojos, incluso Buckbeak había dejado de beber para levantar la cabeza y contemplar aquella suave luz que empezaba a acercárseles peligrosamente.

> Alguien viene- murmuró el mago- larguémonos.

Irene asintió de acuerdo, y se levantó para ir junto al hipogrifo, mientras Sirius adoptaba de nuevo el aspecto de un gran y lanudo perro negro. Se alejaron rápidamente, pero la luz que parecía provenir de una varita, parecía seguirles los pasos.

> Quizás hayan visto nuestras huellas- pensó la joven, algo alarmada.

Corrieron lo más silenciosamente posible en la oscuridad, ya que la luna se había vuelto a ocultar tras una nube solitaria. La bruja no soltaba el cuello de Buckbeak y seguía los movimientos de Sirius que les adelantaba algunos metros.

No supo cuanto tiempo anduvieron, tan solo que cuando quiso darse cuenta, se encontraba en un lugar desconocido o si lo conocía, no podía saberlo ya que la oscuridad le impedía ver más allá de un par de metros a la redonda.

> Al menos, ya no nos siguen- suspiró aliviada, echando la vista tras de sí.- Sirius deberíamos ir hacia…¿Sirius?

Irene observó atentamente a su alrededor.

> ¿Sirius donde estás?

No hubo respuesta, ni siquiera un ladrido o un crujido que indicara otra presencia.

> Sirius- llamó con la voz lo más alta y clara que pudo, pero de nuevo solo le respondió el silencio.

La joven empezó a inquietarse, al menos estaba con Buckbeak, pero eso no le resultaba del todo consolador. Ahora estaba perdida y no podía ver absolutamente nada.

> Me arriesgaré con la varita- se dijo, sacándola de su bolsillo y produciendo una suave luz que iluminó los alrededores.

Pero se encontraba en una colina desnuda salpicada de árboles en la lejanía, y su varita no podía iluminar una zona tan amplia. Seguía sin saber donde se encontraba exactamente.

> Tendremos que fiarnos de tu instinto Buckbeak ¿sabes por donde queda la cueva?

El hipogrifo sacudió el cuerpo para alejar el frío y comenzó a caminar colina abajo, Irene no tuvo más remedio que seguirle, esperando que al menos, encontrara un refugio hasta la llegada del amanecer.

La noche se le hizo eterna, Buckbeak paseaba arriba y abajo y no parecía seguir un rumbo fijo, cazando algún pájaro al vuelo o rebuscando en la tierra en busca de lombrices.

> Vamos Buckbeak- insistía ella, empujándolo para que siguiera caminando.

Pero el hipogrifo no le hacía el más mínimo caso, al menos, hasta que un chasquido llamó la atención de ambos. El animal pareció presentir algún tipo de peligro ya que enseguida empezó a moverse inquieto. La joven, temiendo que el hipogrifo huyera dejándola atrás, decidió subirse a su lomo, pues si salía corriendo, al menos la llevaría con él, y no la dejaría a merced del peligro.

Y sin duda estuvo acertada, ya que cuando el chasquido se repitió, Buckbeak se encabritó y echó a correr algunos metros, solo para tomar impulso y echar a volar. La bruja se sostenía con fuerza pero torpemente, había estudiado los hipogrifos no montado en ellos y aquello no se parecía en nada a montar en escoba.

> ¡Baja Buckbeak¡No me gusta volar así!- gritó, desesperada.

La bestia se sacudió, haciéndola agitarse también a ella y provocando que se sujetara más fuertemente. Atravesaron un par de nubes bajas, pero la oscuridad seguía siendo profunda.

> ¡Buckbeak por lo que más quieras, bájame ya… AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHH!

Su grito se perdió en el aire cuando descendieron en picado a una velocidad vertiginosa, y la joven cerró con fuerza los ojos, pues si iban a estrellarse no quería verlo.

Unos segundos más tarde, sintió una fuerte sacudida y abrió un ojo, solo para ver que de nuevo se encontraban en tierra, y que el hipogrifo buscaba un aperitivo de lombrices.

> Tu quieres matarme de un infarto ¿verdad? Rápido y sin testigos, eres muy listo…- murmuró, llevándose las manos al corazón.

Irene ya completamente agotada por seguirle en aquel paseo se bajó de la montura, se alejó unos pasos tambaleándose y se dejó caer sobre un manto de hojas muertas y algo húmedas, bajo un árbol seco y retorcido.

Se preguntaba donde se encontraba ahora y donde demonios estaba Sirius y si la estaría buscando, no le sería fácil encontrarlos, pues ni siquiera se había mantenido quieta en un lugar, había sido una estupidez dejar que el hipogrifo decidiera el camino a seguir.

> Buckbeak, descansemos un poco- exclamó estremeciéndose.

La criatura pareció comprenderla a la perfección puesto que dejó de rebuscar en la tierra y se acercó a ella, dejándose caer a su lado. Irene se acomodó en el hueco que se le ofrecía entre el cuello y las alas del hipogrifo, sintió un ligero calor en su espalda y sonrió levemente, arrebujándose aun más en su abrigo. Sabia que no debía dormirse, pues era peligroso, pero se encontraba tan cansada, que a pesar de sus esfuerzos, los parpados le cayeron y se dejó llevar al mundo de los sueños.

El gran can entró en la cueva a una velocidad vertiginosa, olisqueó el aire y ladró repetidas veces, esperando una respuesta que nunca llegó.

Caminó en círculos, como lo habría hecho un humano lleno de preocupaciones, con la respiración agitada y la lengua fuera.

> ¿Padfoot?

La voz surgió de pronto tras de sí y el perro dio un ligero brinco. Se volvió para mirar con ligero alivio a su viejo amigo que lo observaba curioso desde el umbral de la gruta.

> Moony- habló con voz ronca, ahora que su cuerpo había dejado atrás su forma perruna- tenemos un problema.

ooo

La luz de la mañana comenzaba a clarear el cielo, y en las suaves colinas que rodeaban Hogsmeade tenía lugar una curiosa escena. Un mago de aspecto desgarbado y vieja túnica, seguía los pasos de un gran perro negro que a su vez seguía un rastro oloroso entre la nieve y la hierba helada.

Ambos estaban nerviosos, llevaban horas dando vueltas, sin hallar a la joven y al hipogrifo que parecían haberse esfumado de la faz de la tierra.

De pronto, el can comenzó a ladrar, informando que había encontrado algo, y echó a correr dejando atrás al mago que se esforzaba por seguir su ritmo.

Alcanzaron un desnivel donde crecía un viejo árbol gris, y allí, acurrucados como si fueran uno solo, se encontraban Irene y Buckbeak.

La bruja tiritaba a medias oculta por su capa y parecía dormir, el hipogrifo en cambio estaba atento a lo que sucedía a su alrededor, y al ver aparecer al animago levantó la cabeza y se sacudió levemente. Cuando Lupin les dio alcance, Sirius ya se inclinaba sobre la joven y le sacudía el hombro.

> Irene, Irene, por Merlín, Irene despierta.

Ella se estremeció y abrió los ojos ligeramente como si le costara un gran esfuerzo. Abrió la boca pero no dijo nada pues sus dientes le castañeaban demasiado, Sirius parecía alarmado.

> Está helada- dijo Lupin- debemos llevarla a la casa inmediatamente.

El mago la abrazó para ayudarla a levantarse, pero la joven bruja no movió las piernas, tan solo ocultó la cara en la capa de Lupin y sollozó levemente. Los dos hombres intercambiaron miradas preocupadas.

La montaron en Buckbeak ya que ella parecía incapaz de moverse, y corrieron lo más rápido posible, ya que volar era demasiado arriesgado. Antes de alcanzar la calle convenida, se separaron, Sirius regresaría para esconder a Buckbeak en la cueva, mientras Lupin llevaba a la joven hasta la casa. Afortunadamente para ellos, era demasiado temprano como para que los magos del lugar salieran para sus quehaceres matinales.

Al entrar en la casa del numero 15 de Outside Road, el mago se apresuró a dejar a la bruja en un sofá de tres asientos, el cual empujó lo más cerca posible de la chimenea, encendiéndola con un rápido movimiento de varita. Colocó una manta sobre Irene, luego de deshacerse de la húmeda y pesada capa que llevaba.

Se apresuró a entrar en la cocina donde la abuela de la joven guardaba las pociones, en busca de algo que la hiciera entrar en calor. Al cabo de unos minutos, salió con un frasco de contenido verdoso entre las manos, al tiempo que Sirius hacía aparición por la puerta de atrás, desde el jardín.

> ¿Está bien?- inquirió el animago con preocupación.

> Eso parece, al menos ha dejado de temblar.

> Por Merlín, ha sido culpa mía, no tendría que haberme separado de ella.

> Vamos, Sirius, ahora ayúdame a darle la poción, ya te echarás las culpas más tarde.

El mago asintió con la cabeza.

> Vamos Irene, tienes que beber esto…me parece que te metes en líos demasiado a menudo- sonrió levemente- ya es la segunda vez que nos encontramos en esta situación.

La joven bruja lo miró un instante y le devolvió un amago de sonrisa, al tiempo que tragaba el líquido verdoso.

> Intenta descansar- le dijo Lupin, para volverse luego hacia el prófugo - quizás deberíamos preparar algo caliente para que coma.

Sirius arqueó una ceja, él desde luego no sabía cocinar y además, aquella cocina parecía un tanto rebelde con los desconocidos. Su amigo pareció apreciar su reticencia y sonrió en una mueca.

> Vamos, Padfoot, pensaba que te gustaban los retos.

El animago se rascó la cabeza.

> Está bien, lo haré por la pieza de coleccionista- suspiró y Lupin le respondió con una mirada interrogante.

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Bueno, debo disculparme por el capitulo por que en realidad esto era solo un "capitulo de relleno" que hice mientras se me ocurría qué hacer con la trama :P espero que no haya sido muy malo jeje

Antes que se me olvide, el titulo del capi anterior viene a ser la forma extremadamente culta y con palabras que nadie normal usa ya del refrán "no hay mal que por bien no venga" XD

Intentaré seguir un buen ritmo con la historia pero entre la falta de inspiración, estudiar para el examen que me queda (solo me queda uno, si! pero es en julio ¬¬) y mi dedicación a otro fic (si, es que debo ser masoca por que ya estoy haciendo otro, hay que ver….) pues eso, que la cosa se está poniendo cuesta arriba XP

Pero bueno, vuestros reviews me animan! Asi que no olvidéis dejarlos! Thaaaaaanks! Por cierto mayu, no voy a subir el rating (por ahora), tu es que tienes la mirada mu sucia….XD

Y muy pronto en sus pantallas el próximo capi:

"Un beso legal nunca vale tanto como un beso robado"

:P