Hola de nuevo y perdón por el retraso con este capitulo, sé que estabais ansiosos por saber lo que pasará, pero he tenido una semana ajetreada (y poco agradable la verdad), y por eso os he puesto dos capítulos para que todas las dudas queden resueltas…mas o menos. :P

Así que ala, a leer y no os olvidéis de los reviews!

ooooooooooooooo

Capitulo 19 La mujer que no tiene suerte con los hombres no sabe la suerte que tiene

La emoción contenida se hacía notar aquella mañana en la sala común de gryffindor, en menos de una hora, tendría lugar la segunda prueba del Torneo de los Tres Magos y todos los alumnos estaban deseando ver algo igual de emocionante que lo sucedido con los dragones.

Recostada en uno de los sillones, Irene descansaba con el libro de pociones abierto sobre el pecho, mientras su gata Wynn, que ya había aumentado su tamaño considerablemente, ronroneaba hecha una bola sobre su túnica.

- Hey, Irene.

La joven levantó la vista ante la llamada y se topó con las caras idénticas de los gemelos Weasley.

- Hola, chicos- saludó con un gesto de la mano.

- ¿Qué tal, Irene? Sabes, te ves hambrienta ¿Un caramelo?- ofreció Fred extendiendo la mano en la que tenía varios envoltorios de colores.

- Eeeh creo que paso.

- Mala suerte, otra vez será.- dijo George, chasqueando la lengua.

- ¿Qué son? ¿Otra invención vuestra?

- Sí, caramelos explosivos.

- Suena peligroso.

- Nah, solo te dan una pequeña sacudida, y dolor de cabeza por un par de horas.

Irene puso una mueca de desagrado.

- No es para tanto, tenemos otros inventos bastante más "comprometidos", todos dignos de nuestras habilidades, por supuesto.

- Y hablando de habilidades ¿estás preparada para una mañana emocionante?- dijo Fred, con una sonrisa divertida.- el Torneo promete mucho.

- Supongo que sí, al fin y al cabo, no soy yo quien va a participar – sonrió ella.

- Me pregunto qué será esta vez- comentó George- hemos intentado averiguarlo pero Hagrid siempre termina pillándonos…

- Solo sabemos que será en el lago, y por lo que oímos a Cedric, es algo sobre una prenda.

- ¿Una prenda?- repitió la chica, sin comprender.

- Quizás les hayan robado la ropa interior a los campeones- dijo Fred, riendo.

- Eso sería bastante divertido- asintió ella- lo que me extraña es que no estéis ya en el lago, creía que queríais estar en primera fila.

- Iremos enseguida, pero antes queríamos hacerte una consulta.

La joven se incorporó y miró con curiosidad a los gemelos.

- ¿De qué se trata?

- Verás, Fred y yo necesitamos a alguien para probar nuestras nuevas invenciones, aun están en fase de experimentación pero ya sabes, nos hace falta contrastar resultados y hemos pensado que…

- ¡Conmigo no contéis!- se apresuró ella a responder.

- No pensábamos en ti, aunque si te ofreces…- repuso Fred con una sonrisa divertida- en realidad estábamos pensando en tu amiguito de ravenclaw, McGonagall nos ha amenazado ya demasiadas veces por usar nuestros inventos con los slytherin, y pensábamos en variar un poco.

- ¿Mi amigo de ravenclaw? – preguntó.

- Sí, ese idiota con el que salías…

- ¿Quien?- dijo ella, sin comprender nada.

- El del baile.

- ¿Henry?- exclamó con una mueca- pero yo no he salido con él, solo fuimos juntos al baile.

- Pues eso fue lo que nos dijo- comentó George encogiéndose de hombros- volviendo al tema, recuerdas que te prometimos no hacerle más bromas al tal Henry ¿verdad? y nosotros cumplimos nuestras promesas, pero…vamos, que nos gustaría que hicieras la vista gorda por unos días.

Irene frunció el ceño, ofendida; no por proposición de los gemelos, sino por que Henry fuera diciendo por Hogwarts que habían estado saliendo juntos cuando no era cierto.

- Me parece George que tendremos que dejarlo- comentó el pelirrojo, viendo la cara que había puesto la joven bruja- ya nos buscaremos a otro incauto.

- Esperad, chicos- exclamó ella, antes de que los gemelos desaparecieran por el hueco del retrato.

Ambos se volvieron a mirarla con curiosidad.

- Por lo que a mi respecta- sonrió en una mueca- esta semana no veré más allá de mis narices.

Fred y George sonrieron con malicia.

- Estupendo.

- Te guardaremos un sitio en primera fila- dijo Fred, despidiéndose con un gesto de la mano.

Irene asintió y volvió a recostarse mientras Wynn se desperezaba ruidosamente, agitando su retorcida cola a un lado y a otro.

- Definitivamente no tengo suerte con los hombres…- suspiró.

Cerró los ojos un instante, para meditar en silencio. Se debatía entre el deseo de ver la prueba o esconderse del mundo y no querer saber nada de ella, ya que una vez la hubiera visto, sabía que se sentiría obligada a escribir una carta contando todos los detalles. Una carta para el profesor Lupin, por supuesto.

Habían transcurrido dos meses y aun no sabía nada de él, la joven bruja no se atrevía a escribirle ya que aun esperaba algún tipo de reacción por lo que había hecho tras despedirse. Pero aquel mutismo la preocupaba, tanto, que se había arriesgado a hablar con Sirius varias veces, con la esperanza de que le dijera algo al respecto.

Pero para su desgracia, el prófugo tampoco sabía demasiado de su amigo, en una larga carta llena de tinta corrida y barro seco, le aseguraba que Lupin estaba bien, que lo había visto pocos días atrás y que no tenía que preocuparse. Simplemente le había pedido que "le diera tiempo para reflexionar".

- Reflexionar, si claro- masculló – lo que hace es evitarme, está más claro que el agua de los retretes de Myrtle.

- ¿Qué pasa en el lavabo de Myrtle? – la interrumpió una repentina voz.

- Ah, hola Angie.

La cazadora que se encontraba de pie a su lado, frunció el ceño ligeramente, poniendo las manos en las caderas.

- ¿Cuántas veces os tengo que decir que no me gusta que me llamen Angie?

Irene sonrió divertida, asintiendo con la cabeza.

- Perdona Angelina. ¿Estabas dando una vuelta en la escoba?

La chica asintió, e instintivamente se llevó las manos al pelo, intentando alisar los mechones que el viento le había desordenado durante su vuelo.

- Pensaba bajar ya para ver la prueba ¿vienes?

La bruja suspiró, quizás fuera hora de sacar el valor gryffindor que el sombrero había visto el día de su selección. Vería la prueba y luego escribiría esa carta, y si no obtenía respuesta, bien, al menos no tendría remordimientos por no haberlo intentado.

- Sí, voy contigo.

Irene dejó a Wynn en el suelo, para que continuara durmiendo sobre la alfombra.

- Date prisa- apuró Angelina, desde la puerta.

- Tranquila, no nos perderemos nada, además los gemelos me han guardado un sitio en primera fila.

- ¿En serio? Vaya, contigo son muy generosos- replicó la cazadora.

- Prueba a ofrecerles un conejillo de indias para sus caramelos explosivos y ya verás…

Angelina la miró un instante, para luego encogerse de hombros al tiempo que desde los terrenos se escuchaban las risas de los estudiantes que seguían con la mirada a un ravenclaw hinchado como un globo que rodaba colina abajo.

ooo

Hagrid soltó una exclamación de alivio, al tiempo que descargaba una gran caja entre el huerto de calabazas gigantes que se situaba junto a su cabaña.

- ¿Todo bien por ahí?- exclamó en voz alta.

Una cabellera oscura asomó al otro lado de la valla, y sonrió en respuesta.

- Sin problemas.

El semigigante asintió y continuó su tarea, mientras Fang, su perro jabalinero, se recostaba muy cerca con la cabeza apoyada en una verde calabaza.

- ¿Seguro que estás bien?- exclamó de nuevo, luego de unos minutos.

La cabeza volvió a asomar y esta vez, con un gesto divertido, se apoyó sobre la valla.

- Escucha, Hagrid, ya sé que te preocupas por mí, pero los thestrals no me van a comer.

- Lo sé, lo sé- respondió atusándose la barba- pero no me gusta que tengas que hacer tu sola este trabajo, Irene.

- Alguien tiene que ayudarte, y además mientras esté aquí no tendré que estar en las mazmorras con Snape.- replicó la joven, con un gesto de alivio.

El hombre rió disimuladamente.

- Supongo que es un buen cambio, ¿qué tal se lo tomó el profesor Snape?

La bruja hizo un gesto vago con la mano.

- Sus palabras exactas fueron "mientras sepa hacer las pociones correctamente por mí puede quedarse con esos bichos el resto del curso" es decir, que si hago las pociones y le entrego los pergaminos, podré saltarme sus clases el resto de la semana.

- ¿Seguro que no te molesta hacerlo? Venir a ayudarme, quiero decir.

- Claro que no, además, no hay muchos que puedan manejar a los thestrals y tú solo no puedes con todo- sonrió ella, tristemente.

- Es cierto – asintió Hagrid- eres la única alumna de sexto que puede verlos, excepto por esa muchacha de hufflepuff, pero le dan tanto miedo que no quiere ni acercarse.- terminó con un suspiro.

- ¿Y los de séptimo?

- Están todos demasiado ocupados con los EXTASIS, ya sabes…

Irene asintió, volvió la mirada hacia aquella singular criatura que paseaba muy cerca de ella, y que era el motivo de los problemas de Hagrid aquella semana.

Se trataba de una hembra de thestral, que muy pronto daría a luz, y por la que el semigigante estaba preocupado. Al parecer la criatura necesitaba mucha vigilancia, por si sufría complicaciones, pero hacer de guardabosques y profesor le quitaba mucho tiempo.

Dumbledore le había aconsejado a Hagrid que tomara a algún alumno como ayudante durante algunos días hasta que la cría naciera, aunque para ello, la joven bruja designada para el trabajo tuviera que saltarse las clases de la tarde, en este caso, pociones.

- Voy a llevar algunas cosas al castillo, regresaré enseguida.- habló el semigigante, echándose una bolsa de cuero al hombro y caminando a grandes zancadas.

Irene asintió, y lo observó alejarse hasta que se perdió de vista.

- ¿Te diviertes en tu tiempo libre?

La joven se sobresaltó ante la inesperada voz, y se giró para ver a una sonriente Katie, justo a su lado.

- ¿De donde sales? Ni siquiera te oí llegar- exclamó Irene.

Ella se encogió de hombros - Estaba cansada de estudiar y he venido a hacerte una visita.

- Oh, bueno, siéntate entonces.

Las dos chicas se sentaron sobre las calabazas, que ni siquiera cedieron unos milímetros ante su peso. Irene perdía la mirada en el thestral pero su amiga no hacía más que mirar a ambos lados.

- Que raro se hace esto de saber que hay algo ahí pero no poder verlo- comentó Katie luego de soltar un suspiro.

- No te pierdes gran cosa- le dijo con una leve sonrisa.

- ¿Cómo son?

- Hum, pues como caballos con alas de murciélago y cabeza de dragón, esqueléticos de pelo negro y larga cola.

Katie puso una mueca.

- Escalofriante.

Irene se encogió de hombros.

- ¿Puedo preguntarte algo?- dijo Katie con voz apagada.

- Claro.

- ¿A quien viste…ya sabes

La bruja sonrió en una mueca amarga.

- A mi abuela.

- ¿Pero tu abuela no vive en Hogsmeade…?

- Me refiero a la madre de mi madre, era muggle por supuesto.

- Oh, lo siento.

- Tranquila.

Un pedazo de carne desapareció en el aire mientras la cazadora lo miraba con las cejas arqueadas por la sorpresa.

- Escucha Irene.

La susodicha desvió la mirada hacia su amiga, con gesto curioso.

- Sabes que a mi me puedes contar lo que quieras ¿verdad? no se lo diré a nadie.- continuó Katie con aire ausente.

- ¿Qué quieres decir con eso?

- Últimamente estás rara…no tanto como aquella vez, ya sabes, cuando eras un alma en pena, pero no sé…no te veo muy centrada.

La joven bruja observaba desconcertada a la cazadora, que le dedicaba una mirada herida por la falta de confianza. Ambas habían compartido muchos secretos, para poder ayudarse mutuamente, y ahora que comenzaba a celar su amiga lo había notado enseguida.

- Eres demasiado observadora- sonrió Irene, débilmente.

- Claro, por eso soy tan buena en el quidditch- respondió guiñando un ojo.- ¿me contarás ya lo que te preocupa?

Ella suspiró - De acuerdo, supongo que no dejarás de insistir, pero solo te lo diré a ti.

- Hecho.

- ¿Recuerdas que os conté que me encontré con Remus en Hogsmeade?

- ¿A si que Remus eh?- exclamó Katie con una sonrisa pícara, y su amiga se sonrojó avergonzada por el desliz.

- A lo que iba- exclamó intentando desviar la atención hacia el tema en cuestión- pues bueno, pasó algo más que no os he contado…

- ¿Qué cosa?- inquirió, inclinándose hacia delante, muerta de curiosidad.

Irene suspiró de nuevo.

- Yo…bueno, verás, Lupin me acompañó y al despedirnos pues bueno…yo…le besé.

- ¡¿Qué qué!- repitió Katie, con la boca abierta.

- Pues eso, lo besé de pronto y huí.

- ¿Y huiste?

- Sí.

- Woo!

- ¿Ese es tu gran consejo? ¿Woo?- replicó Irene.- Esperaba algo más de comprensión por tu parte.

Katie sonrió y la tomó por los hombros, amistosamente.

- En realidad, creo que hiciste muy bien…bueno, quizás lo de huir no fuera una gran idea, pero bueno, al menos ahora ya sabe que intenciones tienes. No será tan idiota como para no imaginar que te gusta.

- ¿Tu crees que hice bien?- dijo ella, sin ver el lado bueno del asunto.

- Claro que sí – sonrió para darle ánimos.

- Pero Katie, verás, le he enviado una carta y no me ha respondido, creo que me está evitando…

La cazadora arqueó las cejas.

- ¿Cuánto hace que la enviaste?

- Casi un mes, el mismo día de la segunda prueba del torneo.

- Bueno, si no va a enviarte una carta entonces tendrás que hablar con él, cara a cara.

- ¡¿Cara a cara!- exclamó Irene, con gesto aterrado.

Si hablaban cara a cara se moriría de vergüenza, no estaba preparada para ver con sus propios ojos las consecuencias de sus actos.

- Por supuesto- dijo Katie y al ver que su amiga negaba con un gesto de cabeza, continuó con seriedad- escúchame bien Irene, no puedes estar así, siempre pendiente de por qué lado cae el galeon.

La bruja parpadeó, sin comprender.

- Quiero decir, que no puedes estar esperando eternamente una respuesta. Si Lupin quiere algo contigo, bien, y si no, pues es hora de que te lo diga claramente y así tú podrás olvidarlo cuanto antes.

Irene abrió la boca pero no le salió palabra alguna, estaba realmente sorprendida por la seriedad y madurez con que Katie había hablado. La cazadora fruncía ligeramente el ceño, en un gesto preocupado pero lleno de determinación.

¿Qué debía hacer? Si se enfrentaba a Lupin y le confesaba todo…Irene volvió a negar con la cabeza, no quería escuchar un rechazo, por que en realidad, era eso lo que más temía.

- Oh, vamos, parece mentira que seas una gryffindor, eres una cobardica.

Ella frunció el ceño, herida en ese orgullo que siempre le traía problemas.

- Ahora verás - dijo lentamente- sacaré mi valor gryffindor, donde quiera que esté…¡y se lo diré todo a Remus!

- ¡Así me gusta! ¿Quieres que te cubra las espaldas?- dijo Katie, levantando su varita.- digo, por si acaso.

Irene sonrió divertida.

- No gracias, creo que podré sola.

- De acuerdo entonces.- sonrió, estrechándola en un abrazo.- si me necesitas ya sabes donde estoy, además, recuerda que soy buena lanzando maldiciones.

- Lo recordaré- rió ella.- pero espero sinceramente no tener que usarlas.

- Bueno, yo no apostaría por ello…

- Eres una exagerada.

- Eh Irene – dijo la cazadora luego de una pausa- ¿tú también oyes eso?

La bruja se volvió instintivamente al escuchar un extraño sonido que provenía de un lugar cercano, y con sorpresa descubrió que la hembra de thestral se había tumbado sobre el pasto, y se revolvía despacio, emitiendo aquel ruido que ambas habían escuchado.

Irene se levantó de un brinco y corrió hasta la criatura.

- ¡Merlín, Merlín!- exclamó arrodillándose a su lado.

- ¿Qué pasa?- preguntó Katie, que no entendía lo que sucedía.

- Katie, tienes que ir corriendo al castillo- dijo ella, con nerviosismo- trae a Hagrid inmediatamente ¡el potro va a nacer!

La chica no se detuvo a preguntar y corrió en la dirección indicada. Apenas cinco minutos más tarde, el semigigante apareció a la carrera.

- ¿Qué ha pasado?- exclamó, al llegar a su lado.

Ella agitó los brazos, tratando de explicarse.

- No sé, me di la vuelta un momento y luego estaba tumbada aquí y…

- De acuerdo, tranquila, ahora vamos, tendrás que ayudarme.

- ¡¿Yo!

- ¿Ves a alguien más por aquí?

Irene negó con un gesto de cabeza, y en silencio se limitó a obedecer las órdenes de Hagrid.

Cuando regresó a la sala común, varios estudiantes se quedaron mirándola, curiosos.

Irene se acercó a la chimenea y se dejó caer en un sofá, al lado de Angelina y Fred, que charlaban sobre los nuevos modelos de escoba que habían visto en Hogsmeade. Al verla aparecer se interrumpieron y la observaron fijamente.

- ¿Qué sucede, Irene?- dijo Angelina - ¿estás bien?

La joven no respondió, y se limitó a mirar a su compañera como si no viera más allá de su nariz.

- ¡Irene!- se oyó entonces la voz de Katie- ¿Qué ha pasado? ¿Ha ido todo bien? ¿Y el thestral?

De nuevo, la bruja miró a su amiga, con un gesto que ninguna le había visto jamás.

- Ha sido- murmuró- lo más extraño que he visto en mi vida.

- ¿Qué le ha pasado?- exclamó Fred, mirando a Katie.

- Pues, no estoy segura- respondió la cazadora- ella estaba ayudando Hagrid, un thestral iba a dar a luz.

El pelirrojo soltó un silbido de admiración.

- Vaya, eso si que no se ve todos los días- exclamó.

- ¿Qué quieres decir con eso, Fred?

- Los thestral son muy raros, y ver nacer a uno es todavía más raro…- las dos chicas intercambiaron miradas interrogantes – algunos dicen que si ves nacer a un thestral tendrás buena suerte…

- ¿Cómo es posible?- inquirió Angelina.- ¿No dicen que los thestral dan mala suerte? ¿Por qué ver nacer a uno te dará buena suerte si ya verlo es de por si mala suerte?

El pelirrojo se encogió de hombros, y sonrió divertido.

- A mi no me mires, yo no fui quien se inventó esas chorradas.

- Hey, chicos, vaya caras!

La alegre voz de George Weasley se unió a la conversación, el gemelo venía acompañado de Lee Jordan, y rápidamente se hicieron un hueco entre sus compañeros.

- ¿Qué pasa? ¿Estáis conspirando?- inquirió George, con sonrisa maliciosa.

- Irene ha visto nacer un thestral – informó Fred.

- ¿En serio? ¡Vaya! ¿Y cómo ha sido?

- Aun no lo sabemos - respondió Angelina.

La joven bruja sintió todas las miradas sobre sí, y finalmente reaccionó, saliendo de aquella ensoñación en la que se había sumido.

- Ha sido muy extraño, ni siquiera puedo explicarlo con palabras- reveló ella.

- Eso no es muy explicito, ¿verdad?

Todos sonrieron divertidos.

- Bueno, no importa- exclamó George- en realidad había venido a enseñaros las nuevas bombas fétidas que venden en Zonko ¡con pestilencia extra fuerte! ¿qué tal si las probamos?

Ante la insinuación, todos menos los gemelos Weasley se batieron en retirada a gran velocidad, "por si acaso".

- Sois de lo que no hay- dijo Irene, que tampoco se había movido de su lugar.

Los pelirrojos rieron.

- Escuchad, chicos, me gustaría pediros…un favor.

- ¿De qué se trata? ¿Es algo ilegal?- sonrió Fred, esperanzado.

- Bueno… va en contra de las normas de la escuela, sí.- confirmó ella.

Los gemelos ampliaron sus sonrisas maliciosas.

- Me gustaría que me ayudarais a ir a Hogsmeade…ya sabéis, sin que nadie lo sepa.

- Oh!- corearon los pelirrojos.

- ¿Podéis ayudarme?

- Podemos, podemos –asintió George- pero ¿qué nos das a cambio?

La joven bruja meditó unos segundos.

- Os haré los deberes de Transformaciones.

- De Transformaciones y Encantamientos, un mes.- regateó Fred.

- Tres días.- ofreció ella.

- Quince días.

- Una semana.

- ¡Hecho!

La chica estrechó la mano a los gemelos, cerrando el trato.

- Bien, avísanos cuando quieras ir a tu excursión- le dijo George, mientras se alejaban.

- ¿A dónde vais ahora?- preguntó Irene con curiosidad.

- Oh, vamos a probar las nuevas bombas fétidas con la encantadora señora Norris.

Los pelirrojos rieron, al tiempo que desaparecían por el hueco del retrato. La joven bruja sonrió divertida, por eso nunca tenían tiempo de hacer los deberes, se pasaban todos los días castigados por sus trastadas.

Miró un instante por la ventana, y recordó el pequeño thestral con un escalofrío en la espalda. Oscuro, tembloroso y casi agonizante entre los fluidos que habían salido de su madre, un ser extraño sin duda pero que de algún modo la había conmovido.

¿Por qué había tenido la oportunidad de ver nacer una criatura como aquella? Se preguntó si había sido simple casualidad…o había algo más. No solía creer en cosas como el destino, pero…

- Me gustaría creer que de verdad ese pequeño me traerá suerte…por que la voy a necesitar, y mucho.