Capitulo 23 La chimenea y el armario

Observó el reloj de pared cuando las suaves campanadas anunciaron la medianoche. Dejó a un lado el libro que había estado leyendo para luego apartar la gran bola de pelo blanco que ronroneaba sobre su regazo.

- Wynn, sabes que te aprecio mucho, pero me achicharro cuando te tengo encima – le dijo mientras la depositaba en el suelo.

La gata bufó molesta, y con la cola retorcida en alto, fue a recostarse sobre un sofá cercano. Irene suspiró, no conseguía conciliar el sueño y el calor del verano no la estaba ayudando.

Cogió la varita y por quinta vez aquella noche, apuntó hacia el vaso que descansaba a su lado.

- Glacius – murmuró, dejando el recipiente literalmente congelado, para luego echar un sorbo a la limonada que había dentro.

Odiaba que su padre fuera a veces tan cabezota, si hubiera hecho caso a su madre, habrían puesto aire acondicionado en la casa, pero su progenitor no parecía estar por la labor de poner un "trasto muggle" que no supiera manejar.

- Claro, ellos se van de vacaciones por ahí y a mi me toca aguantar este calor infernal- masculló molesta, aunque en realidad nunca le había importado quedarse sola en casa.

Se sentía libre e independiente…aunque aun desayunara y cenara gracias a la comida de su madre ¿qué haría ella sin los tupperware? que grandes inventos los de los muggles.

Se tumbó en el suelo, y perdió la vista en el techo, preguntándose lo que estarían haciendo Remus y Sirius en aquel instante.

- No, no, tonta, no pienses en ellos, se supone que estás enfadada ¿recuerdas?- se replicó.

Aun no podía olvidar lo sucedido el día anterior y había decidido seguir enfadada hasta que le pidieran perdón…o hasta que le contaran que era lo que había ocurrido aquella tarde, pues aun seguía sin saberlo. Por ahora solo tenía suposiciones.

- Irene.

Ella dio un salto cuando una voz extraña se hizo eco en la habitación.

- En la chimenea, Irene.

Rápidamente, gateó hasta la chimenea donde un rostro familiar le sonreía entre las llamas verdes.

- ¿Sirius¿Qué haces?- dijo con curiosidad, para rápidamente cambiar a una actitud más fría - …quiero decir ¿ha pasado algo?

- Nada, he venido a verte- sonrió él.

- ¿Dónde estás?

- En Grimmauld Place.

- ¿Y la chimenea esta conectada a la red flú?

- Digamos que solo es para emergencias.

- ¿Y cual es la emergencia ahora?

- Bueno, en realidad…

- ¿En realidad?

Sirius volvió a sonreír y sacando una mano de entre las llamas, agarró a la joven por el brazo y con fuerza tiró de ella, haciendo que soltara un grito de sorpresa.

Irene tuvo la familiar sensación de ser absorbida por la chimenea y en unos segundos aterrizó en una chimenea oscura y polvorienta.

- Bienvenida- sonrió el mago, tendiéndole una mano para ayudarla a levantarse.

- ¿Te importaría avisar antes de secuestrarme por mi chimenea?- replicó ella, sacudiéndose el polvo.

- Es que me gusta tu cara de sorpresa…bonito pijama, por cierto.

La joven se miró, y recordó que efectivamente llevaba puesto un camisón muy corto, el que solía llevar aquellos días de verano cuando hacía mucho calor, y no pudo evitar sonrojarse avergonzada. Ni siquiera había tenido tiempo de ponerse unos zapatos.

- ¿Me has traído para reírte de mí o qué?

- No, no, si estás adorable.- sonrió él, divertido.

- Cállate- gruñó.

Sirius le dio una palmada suave en la cabeza, y la invitó a sentarse en un viejo camastro que había a un lado de la habitación. Irene se fijó por primera vez en lo que había a su alrededor.

- Es el dormitorio del tercer piso- informó, al ver como ella perdía la mirada en el mohoso papel pintado.

- ¿Y quien duerme aquí?

- Nadie por ahora.

- ¿Por ahora¿Eso significa que lo harán en un futuro cercano?

- Sí- el mago hizo un gesto con la mano- Arthur va a traer a los chicos para que ayuden con la limpieza.

- ¿Arthur Weasley? Oh, te compadezco entonces- respondió con una mueca- no quisiera tener a los gemelos alojados en mi casa haciendo trabajos forzados…

Sirius sonrió.

- Creo que podré soportarlo…y la casa también.- durante un instante se hizo el silencio- en realidad, Irene, te he traído para hablar contigo.

- ¿De qué?

- Sé que estás enfadada, ayer no debí salir corriendo y dejarte sola, pero es que…

- Viste a Peter ¿no?

Sirius puso cara de desconcierto - ¿Cómo lo sabes?

- Estaba delante cuando le gritaste a Remus ¿recuerdas?

Él asintió, pensativo.

- ¿Ese tal Peter era tu antiguo amigo¿el que…?

- Sí, era él.

- ¿Lo encontraron?- se aventuró a preguntar.

- ¿A Peter? No, no, sabe escabullirse bien entre las cloacas- gruñó el mago.

- Lo siento.

El mago volvió a palmearle la cabeza con suavidad.

- No te preocupes por eso, es más importante que me perdones, a mi y a Remus, él no quería que te pasara nada y por eso te mandó a casa ¡es tan protector!

Irene sonrió entre divertida y aliviada.

- Estáis perdonados, pero espero que no se te ocurra saltar así de nuevo, casi me dio un infarto…- arrugó la nariz mientras sonreía- y por las molestias ¿qué me vas a comprar?

- ¿Cómo dices?

- ¿Nunca has oído eso de comprar el perdón?

Sirius rió – Que bien te aprovechas de mi buena voluntad. Creo que soy una mala influencia para ti.

- ¿A estas alturas de te das cuenta?

Ambos se echaron a reír a carcajadas.

De pronto, unos golpes en la puerta de la habitación les interrumpió. Sirius se levantó de un brinco, como si hubiera sido pillado in fraganti en una gamberrada.

- ¿Sirius¿estás ahí?- se oyó una voz al otro lado de la madera.

- Sí, un momento, Remus- respondió el mago con nerviosismo.

- Pero ¿qué pasa?- inquirió Irene, sin comprender a qué venía aquella reacción.

- Me matará si te ve aquí- susurró Sirius.

- ¿Por qué?- respondió ella, igualmente en un susurro.

- No debemos usar la red flú y mucho menos para traerte aquí cuando se supone que tú no sabes nada de la orden…

- ¡Oh!...oh…pero si no me has contado nada de la orden.- replicó.

- ¿Sirius¿Estás bien?- habló de nuevo Lupin, desde el otro lado.

- Sí, perfectamente- respondió él, para luego volverse hacia la chica- vamos a ver…aquí sí, será perfecto.

El mago tomó a la joven de la mano y la arrastró hacia un esquina de la habitación donde una gran estructura de madera descansaba entre el polvo.

- No esperarás que me meta en ese armario ¿verdad?- exclamó entre sorprendida e indignada.

- Solo será un minuto, Irene, por favor te lo ruego. Si Remus te encuentra me mata….

Ella puso los ojos en blanco, era lo más absurdo que se le había ocurrido a Sirius hasta entonces…bueno, lo de aquel restaurante había sido peor, esto no podría ser mucho más grave ¿verdad?

Finalmente accedió, con tal de que Sirius se deshiciera rápido de su amigo y ella pudiera volver a su casa.

- Sirius ¿qué estabas haciendo?- oyó hablar a Lupin, luego de que cerrara la puerta del armario.

- Nada, nada, estaba… meditando.

- ¿Meditando? Tú no has meditado en tu vida, Padfoot.

- Pues por eso, ya sabes que me gusta probar cosas nuevas…

Irene tuvo que ponerse las manos sobre la boca para evitar soltar una carcajada, quizás no pudiera ver nada desde la oscuridad del armario pero si que podía escucharlo todo.

Intentó acomodarse en silencio entre una capa vieja y una caja llena de algo que quizás era mejor no indagar.

- Quería decirte que Molly ha llegado con los chicos.

- Bajaré enseguida.

- ¿Seguro que estas bien, Sirius?

- Sí, claro, nunca había estado mejor.

Irene se distrajo de la conversación cuando un pequeño puffskein se deslizó sobre la barra que sostenía las perchas. Sonriendo cogió al peludo y redondo animal y lo acarició, haciendo que este emitiera un suave ronroneo.

- ¿Qué ha sido ese ruido?- habló Lupin.

- ¿Ruido¿Cual ruido? Yo no he oído nada.- respondió Sirius, y su voz sonaba tan nerviosa que cualquiera habría apostado que mentía.

- ¿Qué me estás escondiendo?

- ¿Yo¿Esconder? Nada ¿qué iba a esconder¿a mi amante en el armario o algo así?

Irene se golpeó la frente.

- Si será idiota.- masculló.

De pronto, la joven notó que algo no estaba bien dentro de aquel armario, una pequeña y extraña sombra se movía a sus pies, al refugio de la oscuridad.

Se inclinó ligeramente para observarlo mejor, y en ese momento unos grandes ojos oscuros asomaron, y una siniestra sonrisa se dibujó bajo ellos.

- Te he visto sangre sucia - habló la extraña presencia.

E Irene gritó.

- Sirius, estás muy raro ¿de verdad te encuentras bien?- dijo Lupin, con voz preocupada.

- Ya te he dicho que estoy bi…

Un sonoro "crack" interrumpió al mago, que luego fue seguido de un grito y el ruido de algo que caía.

- Pero qué demonios…

Lupin no tuvo tiempo de completar la frase, cuando las puertas del armario se abrieron de par en par y una asustada Irene salió escopetada, llevándose por delante a los dos magos y tropezando torpemente para aterrizar en el suelo.

- ¿Irene?

- Yo…

- ¿Estás bien?- preguntó Sirius, arrodillándose a su lado.

- Hay…algo…ahí…- señaló al armario- …y habla…me ha dicho…sangre sucia…

El prófugo gruñó algo que sonaba como "kreacher" mientras Irene no dejaba de respirar ruidosamente, lanzando miradas hacia el armario aun con el cuerpo tenso.

Lupin observó a la joven un instante para luego devolver una mirada interrogante a su amigo.

- ¿Y bien?- terminó por exclamar, al ver que nadie parecía dispuesto a explicarse.

- Remus, esto no es lo que parece.- respondió Sirius rápidamente.

- ¿Y qué se supone que parece?- dijo el mago, arqueando las cejas.

- Ya sabes, ella escondida en el armario con tan poca ropa pues bueno…

- ¿Bueno qué?

- Pues ya sabes lo que hace una pareja en la intimidad, Remus ¿no querrás que te de detalles, no?

- ¡No tienes que explicarle eso!- exclamó Irene entre indignada y avergonzada.

- Pero si me ha preguntado.

- ¡Era una pregunta retórica! Sabe perfectamente lo que parece!

- Bueno, a lo mejor no estaba claro que pareces mi amante- repuso Sirius.

- ¡Pero es que no soy tu amante!

- Si te escondes en el armario lo pareces.

- ¡Tú me escondiste en el armario!

- Ya, ya, solo estaba intentando aclarar el asunto.

Lupin se llevó una mano a la cara ocultando así su expresión.

- Irene ¿por qué no bajas a la cocina? Está en el sótano, no tiene perdida.- dijo de pronto su ex profesor.

Ella lo miró confusa - ¿Eh?

- Hay té en la alacena.

La joven dudó un segundo, pero comprendiendo la indirecta, salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Aunque eso no significaba que fuera hasta la cocina, muy por el contrario, se apoyó sobre la madera para escuchar la conversación que tenía lugar al otro lado.

- Sirius…

- Remus, no te equivoques en tus conclusiones.- se apresuró a responder su amigo.

- Todavía no he sacado ninguna conclusión.

- Pero vas a hacerlo, y no dudo que mancharás mi buen nombre con tus sucias ideas – exclamó fingiéndose ofendido.

- ¿De qué estás hablando?- replicó Lupin, intentando dar algo de seriedad a la conversación- No sé lo que ha pasado, pero no es difícil de imaginar. Sirius¿te das cuenta de que cuanto más tiempo esté Irene con nosotros más problemas podemos causarle? Solo con dejarla entrar en esta casa se arriesga a ser blanco de los mortifagos.

- Pues ella no se ha quejado al respecto, y me permito recordarte que también hay otros (incluida la familia Weasley) que se encuentran aquí, y tampoco deseamos que sean blanco de los asesinos de Voldemort ¿verdad¡oh vamos! Esta casa es más segura que cualquier otro lugar de Londres…- se hizo una pausa y Sirius sonrió ante el gesto resignado de su compañero.- a menos que…claro, ahora lo entiendo, lo que pasa es que tienes miedo de que convierta a la dulce damisela en una fierecilla con toda mi "mala" influencia.

Soltó una carcajada al tiempo que Lupin fruncía el ceño.

- Aunque en cualquier caso eso sería imposible- respondió el licantropo- nunca he barajado tal posibilidad.

- ¿Por qué imposible?- dijo Sirius- Irene tiene mucho encanto…no mucho sex appeal, pero sí encanto, y con un buen maestro ¡uf! Seguro que es una fiera cuando se lo propone…

- Sirius, por favor.

Irene abrió la boca, asombrada ¿por qué demonios estaban discutiendo sobre ESO? Lupin debía haber estado asesinando a Sirius, no discutiendo sobre el sex appeal que ella podía tener.

- Por mucho que tu influyeras, ella no se convertiría en una de esas chicas que…¿por qué demonios estoy hablando de esto contigo?

- A mí no me mires, empezaste tú.

Sirius sonrió divertido ante la mirada de Lupin, que claramente preguntaba "¿por qué siempre me enredas?"

- En cualquier caso, espero que tengas claro que Irene es una buena chica y no quisiera que eso cambiara ¿entendido?

- No me lo puedo creer, Moony- el animago fingió asombrarse exageradamente- ¡Merlín¿Me estás amenazando por culpa de una mujer?

- No te estoy amenazando, so payaso.

- Lo que tú digas- le dedicó una sonrisa socarrona- y sí, quédate tranquilo, Irene seguirá siendo una dulce muchachita poco sexy... Y si, si, nada de ponerla en peligro ¿contento?

- Sí, contento, me alegra saber que la sensatez se empieza a abrir paso por fin en tu cabeza…

- ¡Eh!- protestó Sirius.

Irene bufó al otro lado de la puerta ¿Dulce muchachita poco sexy? Le parecía más un insulto que cualquier otra cosa.

Iba a seguir el hilo de la conversación cuando, de pronto, una mano se posó en su hombro haciendo que diera un brinco.

- Perdona ¿te he asustado?- habló una agradable voz femenina.

Una mujer de cara redonda y amigable le sonrió, haciendo que Irene le devolviera una sonrisa nerviosa.

- Escuchamos unos ruidos extraños y vine a ver lo que sucedía.

- Ah, eso, está todo bien, no se preocupe…

- Molly, mi nombre es Molly, querida. ¿Y tú quien eres?

- Ah, Irene Brennan, encantada de conocerla.

- Lo mismo digo…- la mujer hizo una pausa para escuchar las voces que venían de la habitación cerrada- ¿qué pasa ahí dentro?

- Eh, bueno, Sirius y Remus están hablando…creo.

- Oh, ya veo- sonrió- dejemos entonces que los amigos limen sus diferencias tranquilos ¿te apetece un té, Irene?

- Eh, está bien, sí, gracias- respondió aun algo aturdida.

- Entonces vamos a la cocina…querida¿no tienes frío con ese pijama tan corto?

Ella puso los ojos en blanco y procedió a seguir a la amable bruja por las escaleras.

- Chicos, chicos, comportaros por favor.

Cuatro cabezas pelirrojas se alzaron cuando Molly entró en la cocina, seguida de una tímida Irene, cubierta prudentemente con una capa.

Lo que se adivinaba como una versión alterada del snap explosivo con espectaculares fuegos artificiales, se chamuscaba sobre la mesa ante las sonrisas divertidas de los presentes y la mirada desaprobatoria de la mujer.

- Perdona a los chicos, Irene, todavía no parecen haber madurado- exclamó Molly, lanzando una mirada de advertencia a los cuatro jóvenes pelirrojos.

- ¡Ah¡Irene¿qué haces aquí?

- Hola Fred, hola George.- saludó ella, con una mueca.

- ¿Ya os conocíais?- sonrió Molly.

- Estamos en la misma casa, mamá- respondió George.

Irene miró a la bruja con curiosidad¿esa era la madre de los gemelos? Esa mujer debía ser la paciencia personificada si tenía a ese par por hijos.

- Así que tu también eres de Hogwarts y una gryffindor, eso es estupendo, querida.

- Eh, gracias.

- ¿Qué haces aquí, Irene?- preguntó de nuevo Fred.

Esta vez, Molly la miró también, esperando una respuesta.

- Bueno…hubo una emergencia y Sirius me trajo aquí.- explicó, con aquella verdad a medias.

- ¿Conoces a Sirius?- George se echó a reír- yo pensaba que las chicas buenas no tenían tratos con prófugos malvados.

- ¡George!- le riñó su madre.

- Solo era una broma mamá.

- Pues guárdate esas bromas, además esas cosas no se le dicen a una señorita.- exclamó ella.

- ¿Señorita¿Dónde?- rió Fred.

- ¡Fred! – protestó de nuevo Molly.

Irene los miraba alternativamente mientras discutían, y no pudo evitar poner una mueca, que curiosa familia aquella, divertida, pero curiosa.

- Siempre están igual, no les hagas mucho caso.

Por primera vez, la joven se fijó en los dos jóvenes que acompañaban a los gemelos en la mesa, por el color de su pelo, estaba segura de que eran sus hermanos.

- Soy Charlie- habló el más próximo a ella, estrechándole la mano.- y este es mi hermano Bill.- el cual la saludó con un gesto de la mano.

- Te recuerdo- dijo ella, sonriendo por primera vez – tu fuiste buscador del equipo de quidditch de gryffindor ¿verdad, aun recuerdo el partido contra ravenclaw en mi segundo año, creo que nunca pasé tanto miedo al ver a alguien cogiendo la snitch.

Charlie rió divertido.

- Cierto, fue un partido muy reñido. Aun conservo una cicatriz de recuerdo en la cabeza.- dijo, señalando con un dedo el lugar en cuestión.

- Hablando de tus heridas de guerra ¿eh Charlie?- habló George, que parecía haber dejado la "conversación" con su madre.

- No tienes que estar celoso, querido hermano, cuando quieras te presentaré un par de encantadores dragones que te darán todas las que quieras.

El gemelo hizo un gesto con la mano, quitándole importancia.

- Yo tengo las mías propias, no hace falta que te molestes.

- Charlie trabaja con dragones – informó Fred, sentándose al lado de Irene, mientras la señora Weasley se ocupaba de poner una tetera al fuego.

- Vaya, debe ser peligroso- dijo ella.

- Solo hay que ser cuidadoso- respondió Charlie, con sonrisa modesta.

- Oh, sí, sobre todo con la dragonas pero a nuestro querido hermano ellas no le dan problemas ¿verdad?- sonrió George, socarrón.

- Compórtate George- le riñó su madre.

Irene aguantó la risa que amenazaba con escapársele. Molly colocó un plato de galletas sobre la mesa, que ofreció a la invitada con una sonrisa.

Justo cuando la joven iba a llevarse un pedazo a la boca, Sirius y Remus hicieron aparición.

- Hola chicos- saludó el prófugo con media sonrisa a los presentes.

- Sirius ¿te apetece un té?

- Eh, sí, gracias Molly.

El mago tomó asiento y le dedicó una mirada de disculpa a Irene, al tiempo que Remus lo imitaba. Un silencio incomodo se hizo entre los tres, aunque nadie más parecía darse cuenta de ello.

La joven no dejaba de pensar en la conversación que había escuchado, estaba segura de que Sirius solo había intentado defenderla, muy a su manera, y de paso, reírse un poco a costa de su amigo, pero…¿Esos dos pensaban que carecía de atracción física¿Creían que no podía ser sexy y arrebatadora como otras mujeres? Frunció el ceño, herida en su orgullo, su falta de sex appeal debía ser algo muy obvio si charlaban sobre ello tan tranquilamente…apretó los labios con fuerza, deseando darles a aquellos dos una lección de caballerosidad. Por mucho que quisiera a Lupin y por mucha simpatía que tuviera hacia Sirius, se habían pasado de la raya hablando de esa manera y ahora estaba resuelta a hacer algo al respecto.

- Irene, cuando te hayas tomado el té, si quieres podemos acompañarte hasta casa.- habló la señora Weasley sacándola de sus pensamientos.

- Muchas gracias.- respondió ella- pero no es necesario.

- Pero es peligroso ir por Londres en plena noche, quien sabe que muggles locos andan sueltos por ahí.- continuó la mujer- y no solo los muggles…

La joven sintió un escalofrío, los mortifagos podían estar paseando por las calles y cuando quisieras darte cuenta…

- Ya sé, los chicos pueden acompañarte.

Los gemelos levantaron la cabeza al unísono y sonrieron con perversidad.

- No, vosotros dos, no- exclamó su madre, señalando a Fred y George- con vosotros correría más peligro que si fuera sola.

- Mamá, nos ofendes- replicó Fred, haciendo un gesto dramático.

- Bill, Charlie, vosotros la acompañareis.- resolvió rápidamente, mirando a sus hijos.

- No quisiera molestar…- exclamó Irene.

- No es molestia querida ¿verdad que no, chicos?

Bill negó con la cabeza en silencio, mientras Charlie sonreía en una mueca, por la mirada que les lanzaba su madre, ninguno se habría atrevido a replicar.

Irene miró un instante a Sirius que asintió con la cabeza, animándola a que volviera a casa, para luego observar a Lupin que bebía de su taza de té.

- Todo está bien, Irene, puedes confiar en Charlie y Bill- le dijo su ex profesor.

"A mi me habría gustado que me acompañaras tu" pensó luego de soltar un suspiro.

- De acuerdo- accedió finalmente.

- Puedo ir yo también - se ofreció Sirius.- conozco un atajo que…

Como si hubiera activado un resorte, todos levantaron la cabeza para mirarle.

- Bueno, vale, si no queréis podéis decirlo claramente…

Mientras se dirigían hacia la puerta del vestíbulo en silencio, la joven bruja miró un instante tras de sí, donde Molly hablaba en un susurro con Sirius y Remus.

Quizás se hubiera equivocado al limitar sus esfuerzos en ser simplemente la amiga de Lupin durante aquellos meses, ahora necesitaba un as en la manga para lograr conquistarle definitivamente pues si El-que-no-debe-ser-nombrado había regresado, el tiempo podía ser reducido y esperar más tiempo se convertía en un riesgo.

Hasta entonces se había limitado a llamar su atención pero necesitaba algo más impactante, necesitaba que el instinto masculino jugara a su favor, y eso es lo que iba a hacer… y de paso les daría una lección a aquellos dos.

Comenzaba la Operación Sex Appeal.

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Bueno, he aquí otro capi, que admito he cortado aquí para que pique un poco la curiosidad XD pero aun la conversación entre lupin y sirius me sigue pareciendo un poco forzada, y he sido incapaz de hacerlo mejor, afortunadamente no me gano el pan haciendo esto :P

Bueno, espero que haya sido un poco divertido, y que haya gustado la aparición de charlie, que aunque se supone no deberia estar ahí es un personaje estupendo.

Puesto que no hay preguntas ni nada parecido en los reviews hoy me abstendré de responder en un review, solo contesar una cosa que snapewhite preguntó, y es que no tengo intención de meter a harry en todo este jaleo (el pobrecillo se traumaría si lo meto en el ajo XD) y lo de sirius me abstengo de responder por que no puedo ir contando lo que va a pasar, pierde toda su gracia :P

Asi que solo me queda decir que ¡muchisimas gracias a todo el mundo! Ya llegue a los 100 reviews! Voy a llorar de emocion! XD Si llego a los 150 prometo un regalito! (sed conscientes que yo soy pobre eh? XDDD)

Hasta el proximo viernes!