N.A.: He tratado de ser lo más emmm "elegante" posible con este capitulo, pero si hay mentes muy, pero que muy, sensibles pues no les recomendaré que no lo lean ¡no¡léanlo y háganse más fuertes! XDDD
Capitulo 26: Sex Appeal Operation #003: The-word-that-must-not-be-named Project
El viento del otoño descargaba con fuerza en las amplias ventanas de la biblioteca, al tiempo que madame Pince estiraba su largo cuello en un vano intento de espiar a las alumnas que se escondían de su vista, tras la estantería llena de libros de encantamientos.
Katie Bell, arrastraba la pluma por el pergamino con aire ausente, produciendo un sonido desagradable, mientras su compañera la observaba por encima de su libro de pociones.
- ¿Sigues enfadada?- susurró, para no atraer la atención de la bibliotecaria ni de los pocos estudiantes que se encontraban por los alrededores.
Katie apartó la vista del pergamino.
- Ya te he dicho que no estoy enfadada.
- Pero pareces enfadada¿qué pasa? Ya sabes que entre George y yo no hay nada…ni siquiera se acordaba de nada por la mañana…lo cual es deprimente, pero ¡sabes que él es todo tuyo!
- ¿Cuántas veces tendré que decirte que por mi puedes llevarte a George al invernadero todas las veces que quieras? – sonrió en una mueca- y seguro que a Fred no le importa formar parte del paquete…
- Eres una depravada.
Irene fingió ofenderse, pero interiormente sonreía divertida por la insinuación. Hasta entonces había estado convencida que Katie sentía algo por el pelirrojo y por eso había reaccionado de aquella forma tan peculiar, pues normalmente se habría burlado en vez de reprocharle su comportamiento. Pero a la cazadora parecía importarle poco George o cualquier otro chico, al menos, en aquellos momentos.
- Entonces ¿qué es? Llevas todo el día muy rara ¿seguro que no es por George?
- Ya te he dicho que no, ya tengo suficientes problemas como para ponerme a pensar en los gemelos o en cualquier otro.
Irene no pasó desapercibido que su amiga dijera "los gemelos" en vez de "George" pero decidió no comentar nada al respecto, ya que Katie parecía no estar dispuesta a tratar tales asuntos.
- ¿Qué sucede?- le preguntó, preocupada.- Si tienes problemas, puedes contármelos, sabes que haré lo que sea…
Katie sonrió, agradecida.
- ¿De verdad quieres oír mis problemas?
- Solo si eso te ayuda.
- De acuerdo, verás, es que… mis padres se han separado.- respondió la cazadora, claramente.
- ¿Separado? Pero, quieres decir que ¿se van a divorciar?- inquirió, asombrada- ¿desde cuando?
- Hace un mes que mi madre se marchó- respondió ella, con un suspiro- está viviendo con mi tía Mildred en Greenock. (n/a: Greenock es un pueblo de Escocia)
- Lo siento mucho, Katie. ¿Hay algo que pueda hacer?
Ella negó con la cabeza.
- Mi padre está un poco ausente desde entonces, el próximo fin de semana tendré que ir a casa para recoger las cosas que tengo allí…
- ¿Por qué?
- Mi padre quiere vender la casa de Londres y trasladarse a Dublín, por asuntos de trabajo según él…supongo que no le hace gracia quedarse todo el año solo en esa casa.- se encogió de hombros- aun no sé con cual de los dos me quedaré cuando termine Hogwarts.
- ¿Estás bien?- preguntó, preocupada.
Katie respondió con una mueca.
- He estado mejor, pero parece que no hay posibilidad de que esto se arregle, así que supongo que es lo mejor para todos.
Irene meditó unos segundos, todavía asombrada por que su amiga estuviera pasando tales dificultades sin que ella lo supiera.
- Si quieres puedes quedarte en mi casa durante las vacaciones- ante la cara de circunstancia de la cazadora, Irene asintió y continuó.- probablemente mis padres se vayan a uno de sus viajes, un crucero por las islas griegas o algo por el estilo así que estaremos solas…si es que quieres, claro, sé que tu tía Mildred no te cae especialmente bien…
Katie parpadeó, algo abrumada.
- ¿Lo dices en serio?
- Pues claro –sonrió- mi casa no es un palacio, pero no se está tan mal, además nunca está de más tener un par de manos extra que te ayuden con el jardín ¿sabias que ahora tenemos una plaga de gnomos?
La cazadora rió.
- Eso sería estupendo. Quedarme contigo, quiero decir.
- Trato hecho entonces, ya verás como lo pasamos bien.- dijo, guiñándole un ojo.
- Muchas gracias, pero ¿seguro que no te voy a estropear algún plan?
- ¿Plan? No quiero más planes, muchas gracias- Irene fingió un suspiro lleno de amargura- Contigo tengo confabulaciones, proyectos y planes en general para lo que me resta de vida, no volveré a planear ni lo que voy a desayunar.
Katie volvió a reír.
- Bueno, ahora que ya te he confesado mis problemas, es hora de que tu me confieses los tuyos ¿no te parece?
Irene le devolvió una mirada interrogante.
- Yo no tengo problemas, bueno, admito que la poción Multijugos se me resiste y que Flitwick opina que necesito practicar más en encantamientos…
- No me refiero a eso- replicó su amiga- Sé que algo raro está pasando con Lupin.
- ¿Por qué crees eso?- exclamó Irene, a la defensiva.
- Por que si no, no habrías besado a George por muy borracha que hubieras estado, te conozco y sé que nunca harías algo así si no hubiera pasado nada. Pareces algo confusa…o quizás es¿enfadada?
Irene le lanzó una mirada dudosa, pero se obligó a reflexionar un minuto.
- Supongo que me he sentido un poco desplazada- admitió con un murmullo.
Con un gesto, Katie la animó a continuar.
- Aunque somos amigos, Remus se mantiene un poco apartado de mí por que cree que su presencia me pone en peligro…mejor no preguntes sobre eso…a mí me parece ridículo ese comportamiento pero ¿Quién le convence de lo contrario?- suspiró - Hay muchas cosas que me oculta pero imagino que lo único que intenta es protegerme.
- Entonces ¿estás enfadada por que te has sentido sola?- inquirió Katie, curiosa.
- Mmm, no, no me he sentido tan sola, Sir…digo, el mejor amigo de Remus siempre me hace compañía y nos lo pasamos muy bien juntos. Últimamente he pasado más tiempo con Sir…digo, con el amigo de Remus, que con él.
Ante aquella declaración, Katie abrió mucho los ojos.
- Irene¿recuerdas aquella vez que te pregunté por qué querías ser una chica sexy?
- Sí.
- Y tú me contaste sobre aquella conversación que habías escuchado a escondidas…
- Sí.
- Desde entonces hay algo que he querido preguntarte.
- ¿Y que es?
- No entiendo por qué tanto empeño en convertirte en alguien con sex appeal, cuando claramente a Lupin le gustas tal cual eres, si mal no recuerdo dijo algo así como "Irene es una buena chica y no quisiera que eso cambiara" ¿no es así?
La joven asintió con la cabeza, y dejo que Katie continuara hablando.
- Fue el amigo de Lupin el que insinuó que serías mucho más atractiva con algo más de sex appeal, así que ¿por qué hacer caso a su mejor amigo en vez de a Lupin? No tiene mucho sentido ¿no crees? Quizás deberías dejar las cosas claras de una vez, este juego, aunque admito que es divertido, no sé… cada día pareces más confusa y menos segura de por qué estás haciendo todo esto… No querrás cambiar a Lupin por ese amigo suyo ¿verdad? Por que, bueno, así sería más sencillo.
Irene la miró, escandalizada.
- ¡Por supuesto que no¡No voy a cambiarlo por nadie! Remus es un hombre encantador, un perfecto príncipe azul.
Katie suspiró, mientras de lejos escuchaban a madame Pince pedir silencio.
- Un perfecto y ciego príncipe azul…-musitó en voz baja la cazadora.
- ¿Cómo dices?
- Nada, nada. Me preguntaba si te he contado alguna vez el cuento de la princesa que me contaba mi madre.
- No…- respondió Irene, confundida por el brusco cambio de tema.
La cazadora se acomodó sobre el banco y puso la vista en el alto techo de la biblioteca.
- Pues verás…Había una vez una hermosa princesa que dormía en un fastuoso castillo, presa de un encantamiento que le había echado su malvada madrastra y que le impedía despertar de su sueño. Un día llegó un apuesto príncipe montado en su bravo corcel, de pelo oscuro, ojos claros y sonrisa arrebatadora. Se acercó a la princesa durmiente y le dio un tierno beso, rompiendo así el encantamiento con lo que ella, despertó.
- Y vivieron felices y comieron perdices- dijo Irene, haciendo un gesto con la mano.
- Pues no, por que entonces la princesa que acababa de despertar, le dio las gracias al príncipe, tomó su caballo y huyó hasta el pueblo cercano para casarse con el hijo del molinero del que estaba enamorada.
Irene se la quedó mirando, ligeramente sorprendida por aquel final tan poco habitual.
- ¿Sabes cual es la moraleja del cuento?- preguntó Katie, a lo que su amiga negó rápidamente- La moraleja es que aunque tengas delante a un príncipe azul, eso no significa que vayas a enamorarte de él… o de ella…
- ¿Eh?- exclamó, confundida.
- Solo piensa en ello.- sonrió la cazadora.
- Lo haré si consigo averiguar que demonios me quieres decir con eso.
Katie simplemente sonrió.
Irene siempre había respetado mucho la opinión de Katie, a pesar de sus a menudo alocadas ideas, y aunque no entendía del todo aquel cuento tan extraño, tenía la impresión de que su amiga estaba intentando darle una advertencia.
- Dime Katie… ¿Qué haces si el chico que te gusta solo te ve como su hermanita?- preguntó de repente.
Ese había sido su temor desde que escuchara la conversación de Sirius y Remus, la forma en que el licántropo había hablado de ella denotaba aprecio, pero no de la clase que ella deseaba.
- Mmmm ¿hechizarle?- sugirió su amiga.
- Hablo en serio.
- Yo también…- Katie le dedicó una mueca divertida- está bien, está bien, mira, no sé que es lo que pensará Lupin de ti, pero si te ve como su hermana, entonces te diré algo: utiliza todo tu sex appeal.
- ¿Qué?
- Pues eso, si lo que quieres es cambiar la idea que tiene de ti, tú también tendrás que cambiar, y si lo desconciertas, mejor que mejor. Es lo más lógico ¿no?
- ¿Crees entonces que lo del sex appeal es una buena idea?
- ¡Claro! Confía en mí, siempre te doy buenos consejos ¿o no?
- Mejor no respondo a eso…¿de verdad eres feliz siendo mi psicoanalista, Katie?- dijo Irene, con una mueca.
- ¿Psico…qué? – exclamó ella, sin comprender.
- No importa…Pero ¿en serio tu madre te contaba ese cuento del príncipe cuando eras niña?
- Sí, ya sabes que mi madre es un poco excéntrica, algún día te contaré el del dragón con pirofobia…
- ¡Silencio!
El chillido agudo de madame Pince les hizo dar un brinco en sus asientos. La bibliotecaria había abandonado su asiento para inspeccionar a los alumnos más de cerca, y tener una conversación a media voz no era para ella, algo tolerable.
Afortunadamente, los ojos de madame Pince parecieron descubrir alguna infracción más grave ya que en un segundo salió a gran velocidad hacia el otro extremo de la biblioteca donde se encontraba un muchacho regordete de cuarto año.
- Uh, comiendo en la biblioteca, ese chico no podrá volver a entrar en una semana.
La frase había sido pronunciada por Alicia, que llegaba hasta la mesa de sus amigas, cargada con varios libros de aspecto ajado y polvoriento. A pocos pasos, la seguía una igualmente cargada, Patricia.
- Estupendo- exclamó Katie, tomando uno de los libros que habían traído y echándole un rápido vistazo.
- ¿Por qué tantos libros?- inquirió Irene, con curiosidad.
- Estos libros, querida amiga, serán los que te enseñen todo lo que quieras saber.- sonrió Katie con picardía.
- No le digas eso- interrumpió Alicia- va a pensar que quieres convertirla en una chica de burdel.
- Que exagerada- exclamó Katie, agitando una mano para quitarle importancia.
Alarmada por el comentario de Alicia, Irene tomó un libro que se encontraba cerca de ella, con tapas azules y estampadas, donde podía leerse en letras blancas El jardín perfumado.
- No son libros de magia ¿verdad?
Patricia, tomó asiento a su lado, negando con la cabeza.
- Son de esos libros que McGonagall nos mataría por estar leyendo…- explicó con un moviendo de cejas.
Paseó la mirada por las tapas leyendo títulos como Los magos las prefieren veelas, Lo que de verdad sueñan los magos, Las brujas son de Venus y los magos de Alfa Centauro.
- ¡Katie!- exclamó Irene, escandalizada- ¿se puede saber para qué me has traído esto?
- A pesar de los prejuicios que puedas tener, te voy a decir una cosa, estos libros podrán enseñarte cosas que hagan que los hombres se arrastren a tus pies…claro que, si tienes demasiado miedo para intentarlo…
- No me líes en tus argucias Katie Bell –protestó su amiga- si un profesor nos encuentra con "esto" estaremos castigadas hasta que hayamos cumplido cincuenta años!
- Ningún profesor va a castigarnos por que me he informado y traer libros de erotismo no va contra las normas del colegio, además creo que estas exagerando mucho con este tema.
Irene la miró, alarmada. ¿Le habían traído también libros eróticos? El fin del mundo debía estar muy cerca.
- No es para tanto, y si me lo preguntas, a mi me parece que algunas cosas son bien ingeniosas…- dijo Alicia, encogiéndose de hombros
- Pero ¿tu también, Alicia?
- Vamos Irene, solo vamos a leer algunos párrafos.- dijo Patricia, tranquilamente.- y nadie te obliga a seguir al pie de la letra lo que está escrito, solo son orientativos.
La joven bruja, al verse rodeada y sin argumentos para replicar, suspiró y terminó asintiendo con la cabeza.
- Pero lo primero que debes saber es que al hablar con un hombre debes ser tú quien maneje la conversación.- dijo Katie.
Sus amigas asintieron con un gesto de cabeza.
- ¿Con qué fin?- preguntó Irene.
- Para poder sonsacarles halagos.- sonrió la cazadora.
- ¿Halagos? – repitió, sin comprender.
Katie hizo un gesto exasperado.
- Es simple, debes jugar con ellos mientras hablas. Se sexy y a la vez finge que te subestimas a ti misma, y te responderán con halagos. Si te adulan es que les interesas, y a partir de ahí puedes sacar a relucir todos tus encantos.
- Que retorcido.
- Pero no lo intentes con los gemelos, con ellos no funciona.- dijo Alicia, riendo.
Katie murmuró algo que ninguna alcanzó a escuchar.
- Es más útil de lo que parece- dijo Patricia.
Irene arqueó una ceja.
- Si estáis tan seguras de todo eso ¿Cómo es que no lo habéis puesto en practica todas vosotras?
- ¿Quién te dice que no lo hayamos hecho?- rió Patricia.
La joven bruja hizo un gesto de sorpresa.
- Katie deja de poner esa cara- rió Alicia- que no te funcionara con los gemelos no significa que no seas atractiva.
- ¿De que estáis hablando?- preguntó Irene con curiosidad.
- Katie intentó que los gemelos la halagaran, ya sabes, un intento de conquista para probar cuan bien funcionaba esto del sex appeal.
- Y fracasó irremediablemente.- completó Patricia.
- Sois unas bocazas.- masculló la cazadora.
Irene abrió la boca, pero no dijo nada, ahora comprendía la reacción de su amiga tras la fiesta, simplemente estaba enfadada por que ella había conseguido lo que Katie no. Aunque habiendo estado borracha, no le veía merito alguno a aquello.
- Con ellos no funcionan las cosas con normalidad- opinó Alicia- ni siquiera el deseo.
- Y esa es la palabra clave- continuó Katie, retomando la conversación, y haciendo como que todo aquello nunca hubiera sucedido- "Deseo" es la palabra que debes recordar.
- Asumo que debo hacerme desear ¿no?
- Exacto, recuerda que lo inalcanzable es una fuente de deseo, pero no hay que pasarse, si les das demasiadas calabazas, entonces te mandaran a meterte la varita por donde…
- Ahórrate los detalles vulgares, Katie.- contestó Irene
- Bien, esa es la cosa, tampoco es necesario que vayas semidesnuda por ahí, aquello que simplemente se sugiere atrae más que lo que se puede ver.
- Si, la imaginación hace el resto.- rió Alicia- Y es lo que diferencia la sensualidad de "otras cosas".
- Ya es suficiente- interrumpió Irene- ya lo he entendido, gracias. ¿Cuántos libros habéis leído para este numerito?
- Oh, muchos- sonrió Katie, tranquilamente- ¿Nunca has oído que para combatir a tu enemigo, debes conocerlo, pues eso es lo que hemos hecho.
- No entiendo a que viene eso.
La cazadora rodó los ojos.
- Vamos a ver, el amor y la guerra son muy parecidos ¿sabes? En este caso, el enemigo son los chicos que debes conquistar, y para ganar la guerra, debes conocerlos y para eso hemos traído los libros.
Irene suspiró, preguntándose en que punto se había convertido todo aquello en una instrucción militar. Volvió a echar un vistazo rápido a los volúmenes desperdigados por la mesa.
- Asumo entonces que los libros están escritos por hombres ¿no?
- Casi todos, si lees lo que piensan, lo que esperan, y lo que desean, tendrás un valioso as en la manga….no es como si todos pensaran igual pero…
- Casi - completó Alicia - al fin y al cabo tienen un cerebro común llamado hormona.
Todas se echaron a reír.
- Por ejemplo esto- intervino Patricia, haciéndose con un libro que Alicia había estado ojeando- Escucha lo que dice este de cómo debe ser una mujer: "Si su marido la intima para que desempeñe sus deberes conyugales, se ajusta a sus deseos, e incluso a veces se anticipa… No se entrega más que a su marido, aunque la abstinencia pueda llevarla al borde de la muerte…"
- Quien quiera que escribiera ese libro, era un tipo muy iluso.- se mofó Alicia.
Sus amigas soltaron risas amortiguadas.
- Es un buen ejemplo- asintió Katie- este escritor en particular buscaba fidelidad, y admitámoslo, sumisión, os apuesto lo que queráis que su esposa era así…o fingía ser así, eso no importa.
Irene asintió, comprendía perfectamente lo que sus amigas insinuaban. Era como tentar a cada niño con su dulce preferido.
- Aunque es algo cruel ¿no os parece? Sigue siendo un engaño.
- No confundas estas artimañas con el amor- dijo Alicia, con cierto tono de seriedad- por que si usas la seducción con la idea de enamorar… la situación podría explotarte en la cara.
- Lo imagino, esto solo sirve para atraer el deseo y nada más, y creedme, estoy harta de que las cosas exploten en mis narices.-suspiró Irene.
- Bien, probemos ahora con algo de poesía, la que a ellos les gusta, claro- sugirió Katie, tomando otro volumen del montón.- Oh, este poema me gusta, seguro que los pone a cien si se lo recitas en un susurro.
Irene se asomó por encima del hombro de su amiga y memorizó la rima, pues quizás le fuera útil más tarde.
- Pues a mi me gusta esta- dijo Patricia, señalando otro de los libros- mirad,
El ritmo apresurado, el jadeo, el desmayo final,
el súbito aquietarse de la llama y el ardor,
los miembros flácidos y el desvanecimiento del deseo.…
- Uuuuh, que erótico- rió Katie.
- Shh, dejad que continúe:
Que los labios y las manos hagan cuanto necesitamos
para satisfacer todas las demandas.
- Algunos hombres deberían aprender bien eso
- ¡Alicia!- la regañó Irene.
Que las bocas ansiosas y las lenguas traviesas
apacigüen nuestros más hondos deseos, hasta que…
- ¡Shhh! No digas lo que sigue, ya sabes lo de la alarma.- advirtió Katie.
- Aaah, hasta en nuestras conversaciones, Umbridge nos amarga el día- musitó Alicia, con desilusión.
- Bueno, nadie te prohíbe leerlo.- sonrió Patricia, picara.
- Estáis locas las tres.- dijo Irene.
- Oh, vamos, no pongas esa cara, la mojigatería no te sienta bien. Además, dejarse llevar por el deseo de cuando en cuando no es malo ¿verdad?
Alicia y Patricia negaron con la cabeza al unísono.
- ¿Alguna me va a decir que tiene de útil estar leyendo poesía erótica?- intervino Irene- Comprendo que haya que conocer al enemigo, pero lo único que me va a enseñar esto es que los tíos solo piensan en el sex…
- ¡SHHHH!
Katie le tapó la boca, Patricia se tapó los oídos y Alicia soltó una exclamación entre dientes.
Pero ya era tarde, un sonido estridente, como el de una sirena lastimera se hizo eco sobre sus cabezas. Los pocos alumnos que había a su alrededor giraron las cabezas, asustados por el ruido y la luz roja parpadeante que había surgido sobre la mesa de las chicas.
- Nos han pillado - dijo Alicia, dando un bote en su asiento.
Irene, con los ojos muy abiertos, miró a sus amigas.
- Lo siento, de verdad no quería…- gimió nerviosa, mirando a su alrededor.
- ¡Huyamos!- gritó Katie, arrastrando con todos los libros que podía cargar.
Se levantaron de un brinco y echaron a correr al tiempo que escuchaban a madame Pince gritarles algo que ninguna se detuvo a escuchar. La alarma seguía sonando hasta que un sonoro "crack" la hizo enmudecer, o al menos eso supusieron ya que no miraron atrás.
Escucharon gritos amenazantes, y distinguieron la horrible voz de Umbridge salir de la biblioteca, para luego escuchar sus pasos apresurados que seguían su misma dirección.
- Separémonos o nos atrapará- dijo Katie, con la voz entrecortada por la carrera.
- Nos atrapará a alguna, seguro.- respondió Alicia, aun corriendo.
- De acuerdo chicas- exclamó Katie- Plan de evasión nº5, contad hasta sesenta y soltad una perversión. Eso la distraerá. Nos encontraremos en la sala común.
Las cuatro asintieron con un gesto de cabeza, y al llegar a las escaleras cada una emprendió un camino diferente.
Irene corría lo más rápido posible, evitando tirar los libros que cargaba en los brazos. Podía escuchar los pasos y la respiración jadeante de la profesora de Defensa a pocos metros de distancia.
- 57…58…59…60….¡sexo!- gritó, preguntándose como es que eso era considerado una palabra perversa por parte de la profesora…quizás era mejor no preguntárselo. Sí, mejor no pensarlo siquiera.
La sirena lastimera volvió a hacerse eco, aunque esta vez desde distintos puntos del castillo, produciendo un eco por los pasillos. El plan nº5 era un éxito, esperaba que Umbridge fuera lo bastante estúpida como para seguir el eco de las alarmas, y de ese modo, darles tiempo suficiente para escapar.
- Debo esconderme, debo esconderme…-murmuraba Irene al tiempo que buscaba con la mirada algún posible escondite.
Entonces se detuvo, jadeando, delante del armario de las escobas de Filch, los gemelos solían esconderse allí cada vez que los perseguía el viejo celador ¿Por qué no iba a resultar igual de efectivo para ella?
- No os escapareis, malcriados.
La voz de Umbridge se hizo eco de nuevo, e Irene, sin dudarlo, abrió el armario a toda prisa y se escondió dentro. Contuvo la respiración unos segundos, en la oscuridad, intentando escuchar los pasos de la profesora, pero entonces ocurrió algo que no habría esperado.
- Ejem, ejem…- alguien carraspeó tras ella, e Irene dio un brinco, girándose en el estrecho espacio que tenia.
- ¿Qui-quien…?- tartamudeó.
- Perdona pero es que este armario ya esta ocupado.- le susurró una voz masculina y que le resultaba ligeramente familiar.
- ¿Cómo?- replicó ella, confundida, sin poder ver nada en la oscuridad, pero sintiendo el inevitable roce de alguien más.
- Se esta un poco apretado aquí ¿no?- esta vez habló una voz femenina, que parecía ciertamente despreocupada.
- Oh, yo, lo siento mucho, no sabia que había alguien aquí…- se disculpó Irene, en un susurro, comprendiendo que había interrumpido un momento delicado- pero es que Umbridge…
- ¿Umbridge esta fuera?- dijo la voz masculina con preocupación.
- Espero que no se le ocurra mirar aquí…- dijo la otra voz femenina, que Irene juraría haber escuchado antes en alguna parte.
- Silencio- pidió ella, al tiempo que aguzaba el oído y escuchaba los pasos al otro lado.
Permanecieron en silencio, conteniendo la respiración, hasta que el sonido de pasos y los murmullos malhumorados desaparecieron.
- ¿Se ha ido?- preguntó la voz femenina.
- Eso parece- contestó Irene, quien empujó la puerta un par de centímetros para mirar.
El pasillo se hallaba desierto, Irene asomó la cabeza y luego salió con paso prudente.
- Ya se ha ido.- suspiró con alivio.
Se giró entonces para mirar a la pareja, y parpadeó, sorprendida por la escena. La hermana pequeña de los gemelos Weasley, abrazaba lánguidamente a un muchacho de quinto curso también de gryffindor, que se veía ligeramente incomodo con la situación.
- Yo… me marcho- sonrió ella, forzadamente- vosotros continuad…con lo que estabais haciendo…ya sabéis…
Irene se alejó, al tiempo que la pareja volvía a desaparecer tras la puerta del armario.
- No más armarios, no tengo que volverme a meter en un armario…- murmuraba.
Se preguntó si Fred y George sabrían lo que hacia su hermana en donde ellos mismos se escondían de Filch…preferiría no tener que ser ella quien se lo contara…
Continuó su carrera a toda velocidad, con los libros balanceándose sobre sus brazos, y temiendo que Umbridge volviera a aparecer.
Escuchó el típico alboroto provocado por un numeroso grupo de ravenclaw que ascendían por las escaleras, Irene cambió de rumbo, si se tropezaba con alguien se arriesgaba a ser castigada, pues se suponía que aun debía estar cumpliendo el castigo como sus demás compañeros y no le estaba permitido vagabundear por el castillo.
Estaba tan pendiente de llegar cuanto antes a su destino, que no se dio cuenta de que alguien obstruía el paso en el corredor, y como era habitual en ella, chocó violentamente con su obstáculo y cayó al suelo, desparramada.
- Señorita Brennan ¿se encuentra bien?
Irene levantó la cabeza, y observó atónita como Albus Dumbledore le tendía una mano para ayudarla a levantarse.
- Yo…yo…estoy bien.- replicó ella, levantándose con gesto aturdido.
- Debe tener cuidado, Hogwarts es muy propenso a provocar accidentes tontos.- sonrió él amablemente, agachándose para ayudarla a recoger los libros que habían salido disparados con la caída.
- Sí, lo siento…
- No se preocupe- Dumbledore se detuvo un instante para mirar la portada de uno de los libros que había recogido del suelo, ante la mirada aterrada de la estudiante- Oh, recuerdo este libro, lo leí en mi juventud…
Irene que casi se cayó de espaldas ante tan pasmosa declaración, no se dio cuenta de que Umbridge había aparecido por el pasillo, y se dirigía hacia ellos a gran velocidad.
- ¡Aquí estás, niña desvergonzada!- gritó la profesora, con voz entrecortada, síntoma de que había corrido demasiado.
- Oh, profesora Umbridge- saludó el director con sonrisa tranquila- ¿desea algo?
- Esa niña, es una deslenguada, una malcriada, una depravada que da un horrible ejemplo a los demás estudiantes.
Irene frunció el ceño, ofendida, pero Dumbledore solo hizo un gesto curioso.
- ¿La ha insultado a usted, profesora¿Ha proferido términos desagradables a otros estudiantes?
- No…no…- por primera vez, Umbridge parecía algo confundida - esa niña, ha dicho esa palabra ya-sabe-a-que-me-refiero, en la biblioteca, delante de todos los alumnos¡debería ser castigada por ello!
- Oh - los ojos del director, brillaron con diversión - ¿la escuchó usted, profesora?
- No, no la escuché personalmente, pero la alarma que he instalado en el castillo…
- Me temo que su alarma solo se activa cuando se pronuncia la palabra en cuestión, y no señala a quien la haya dicho ¿me equivoco?
Umbridge gruñó e hinchó el cuello como si se le hubiera atascado el aire en la garganta.
- Fue ella, estoy segura ¿por qué si no, se encontraría en este lugar cuando debería estar en su torre?
- Este es el camino mas corto del gran comedor a la torre gryffindor- sonrió él amablemente – y me temo que ningún castigo en este colegio contempla que los alumnos se mueran de hambre.
Umbridge se puso colorada, quizás por la falta de aire, y luego de fingir una sonrisa, se excusó por estar muy ocupada para charlar y dio media vuelta para desaparecer. Irene suspiró con alivio.
- Señorita Brennan¿le importaría acompañarme a mi despacho?
Ella tragó saliva, quizás no se hubiera librado del todo.
El despacho del director seguía exactamente igual que la ultima vez que estuvo allí, incluso el ave fénix que descansaba en una percha de oro, parecía estar colocado en la misma posición que la ultima vez que lo vio.
Los retratos de los antiguos directores de Hogwarts le dedicaron miradas curiosas, pero Dumbledore los ignoró, y la invitó a que tomara asiento con un gesto de la mano.
- ¿Un té?- ofreció el mago, que sin esperar respuesta conjuró una tetera y un par de tazas.
- Gracias.- murmuró ella, un poco cohibida.
- Oh, no ponga esa cara, señorita Brennan, yo también opino que la profesora Umbridge exagera mucho con este tipo de asuntos.- puso una mueca divertida- yo también fui joven, y sé como se siente uno, las dudas y la curiosidad son algo natural…
Irene tomó la taza de té con mano temblorosa, sabia que Dumbledore no la iba a castigar, pero por el cariz que estaba tomando aquella conversación, parecía que el director quería darle una de esas charlas que los padres creen que deben dar a sus hijos, con el fin de informales de los hábitos más mundanos de la especie humana…aunque demasiado a menudo, los hijos sabían más que los padres.
- Ah, la felicidad de la juventud no debería empañarse por asuntos tan nimios.- volvió a sonreír- Sé que la profesora Umbridge es algo… difícil, pero eso no significa que no desee lo mejor para los estudiantes.
- Lo dudo mucho- pensó ella, al tiempo que sorbía de la taza.
Dumbledore la observó un momento, como si la analizara, Irene, extrañada, dejó a un lado la taza y miró fijamente al director.
- ¿Qué ocurre, señor?
- No voy a darle una de esas charlas, así que no se preocupe, señorita Brennan.
Ella asintió despacio, confundida por el comentario¿acaso Dumbledore había aprendido a leer las mentes? El director pareció sumirse unos segundos en sus pensamientos, para luego volver a mirarla como si no hubieran mantenido aun ninguna conversación.
- En realidad, la he traído aquí por que deseaba comentarle un asunto.
Irene volvió a asentir, dándole a entender que lo escuchaba.
- Tengo un viejo amigo en el ministerio, Dirk Cresswell ¿lo conoce usted, señorita Brennan? – ante la respuesta negativa de ella, Dumbledore continuó – Dirk busca un ayudante para su departamento, y pensaba que quizás le interesaría, puesto que este es su ultimo año en Hogwarts.
- ¿Ayudante¿yo?- replicó ella, atónita.
- Así es, ser ayudante no es gran cosa, pero todos empezamos por abajo.- sonrió él- y el departamento de control de criaturas mágicas no está nada mal. ¿Qué opina? Deberá hacer una pequeña prueba, pero estoy convencido de que la superará sin problemas.
- Pero ¿por qué yo?
- Me temo que es el estudiante de último curso al que nuestro profesor de Cuidado de Criaturas Magicas considera mejor preparado.
- ¿Lo dice en serio? Es….¡es genial¡estupendo¡muchísimas gracias señor!
- Tomaré eso como una aceptación a mi sugerencia.
Irene asintió fervientemente, ante la sonrisa tranquila del director.
- Pero profesor¿cree que estoy preparada? Quiero decir que hay…hay algunos profesores que creen que no sacaré buenas notas en los EXTASIS…- comentó, mientras su mente evocaba las habituales y desagradables palabras de Snape.
- Lo que otros digan u opinen de usted solo es un punto de vista, y la verdad, señorita Brennan, se compone de muchos puntos de vista.- sonrió él, amablemente- si confía en usted misma lo conseguirá.
La joven bruja se quedó mirando un instante a Dumbledore, le asombraba que confiara tanto en sus capacidades, pero tenía la impresión de que algo en toda aquella conversación se le escapaba, como un código oculto que no era capaz de descifrar.
- Por supuesto los profesores también nos equivocamos- continuó él- todos lo hacemos ¿no es así? Pero solo los más sabios se dan cuenta de sus errores y los rectifican. Yo mismo, hasta no hace muchos años, aseguraba que los dulces de calabaza eran lo más sabroso del mundo, pero un día descubrí los caramelos de limón y ya no pude seguir opinando igual.- sonrió, ofreciéndole una bandeja con envoltorios de colores.
Irene arqueó una ceja, había escuchado muchos discursos excéntricos de su director, pero sin duda aquel se llevaba la palma.
- Coja un caramelo señorita Brennan, y piense en ello.
La joven supuso que eso daba por concluida la visita, así que cogió un caramelo y se levantó de la silla.
Quizás…¿podría Dumbledore conocer sobre sus intentos de convertirse en una chica sexy, y la estaba aconsejando?
- Pero eso es imposible.-musitó para sí.
- Señorita Brennan – dijo Dumbledore antes de que ella, saliera por la puerta- estos días la encuentro especialmente encantadora, espero que me confíe su secreto uno de estos días.
Ella sonrió divertida.
- Cuando usted quiera, señor.
Mientras bajaba por las escaleras y le daba vueltas a la conversación que había mantenido, tuvo la impresión de que el director, al igual que Katie aquella mañana, había tratado de decirle algo, pero ¿de que se trataba? Ladeó la cabeza, pensativa, pero no dio con la solución a su nuevo y extraño desasosiego.
- Quizás tenga que dejar de pensar que las tartas de chocolate son mejores que las de calabaza o algo así…
Al entrar en la sala común, sus amigas la esperaban inquietas, temiendo que Umbridge la hubiera atrapado.
- Menos mal ¿fue todo bien?- exclamó Patricia, al verla aparecer.
- Sí, me salvé de Umbridge por un pelo.
- Bueno, al menos ahora podremos repasar tranquilas los libros.- dijo Katie.
- Vosotras no vais a repasar nada- dijo Angelina, acercándose a grandes pasos.- tenemos entrenamiento.
- ¿Entrenamiento?- dijo Alicia- pero Angie, no podemos salir de la sala común, estamos castigadas.
- ¿Y qué? –la capitana señaló un par de escobas que había apoyadas en la pared.- practicaremos de todas maneras.
- Venga chicas, que no tenemos todo el día- dijo Fred, que se había montado en su escoba, y con el bate en la mano, salía por la ventana de la sala común.
- Os meteréis en un lío.- dijo Patricia.
- Si, bueno- Angelina se encogió de hombros.- no será la primera ni la última vez que rompemos las reglas ¿verdad?
Irene se echó a reír, y fue a sentarse en una butaca para disfrutar de tan singular entrenamiento, lo que fuera que Dumbledore y Katie hubieran intentado decirle, sin duda podía esperar.
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¿Se me fue la pinza? Si, probablemente, se que no ha sido un capitulo de los populares Lupin-Irene, pero bueno, al menos espero que a alguien le haya echo gracia XP Además esas conversaciones en clave que me han salido….no se ya ni lo que escribo, de verdad, alguien ha llegado a entender todo lo que he puesto?
El poema y el texto que estaban puestos en cursiva no son míos, es de escritores de verdad XD por que, como yo descubri hace poco, hay mucha literatura de este tipo pululando por ahí…y eso que no seleccioné lo más, ejem, "interesante" :P
Muchísimas gracias por los reviews como siempre, I'm so grateful! (vaya con la vena internacional…) los comentarios sobre ellos en mi auto-review, como de costumbre jeje
Hasta el próximo viernes!
