Sasuke no supo que decir y sólo le dio la mano, pero era más que evidente que no entendía lo que sucedía. Miró a la escribana a los ojos y estrecharon las manos, y ella supo interpretar la mirada, pues se encontraba en la misma situación. Aunque para ser justos, sabía que él era el más desconcertado.
–Me alegra volverte a ver, Sasuke –le confesó con sinceridad la muchacha, soltándose las manos.
–¿Sé conocen? –preguntó Kakashi viendo a ambos, de izquierda a derecha, y de derecha a izquierda, queriendo leer la situación.
–Desde hace tiempo –respondió Sakura sonriéndole al dueño de la residencia.
–No me lo esperaba... –respondió sobándose el mentón, aun sin dejarles de ver de reojo –pero bueno, facilita las cosas. Tomen asiento –y ambos muchachos le obedecieron. –Ya había tenido la oportunidad de hablar contigo anteriormente –dijo dirigiéndose a Sasuke –y la misma propuesta sigue en pie. Te me haces el hombre más adecuado para el trabajo. Les he hablado de ti y me han pedido que vayas lo más pronto posible... sigues de acuerdo, ¿verdad? ¿o algún ajuste que quieras hacer?
–Estoy de acuerdo con los términos –habló por primera vez Sasuke con total seriedad.
–Excelente. –respondió Kakashi con los dos pulgares arriba –Haru, –giró su cabeza hacia ella –sé que no hemos hablado muy afondo de esto, pero tengo un trabajo especial para ti...
...
Sakura intentó hablar con Sasuke, estaba alegre de volverlo a ver, pero él y Kakashi se habían mantenido juntos casi todo el día, dentro y fuera de la residencia. La mayor parte del tiempo los veía que se cuchicheaban y hasta de los cuadros colgados en las paredes parecía que sospechaban, viendo detrás de sus hombros de vez en cuando.
Por la tarde, los dos hombres salieron y no regresaron hasta que la luna se reflejó en todas las superficies.
Acarreados por el sueño y responsabilidades al día siguiente, los tres muchachos se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Sasuke se hospedó en la habitación para invitados, situada en la planta baja, mientras que Sakura y Kakashi se hallaban en el segundo piso. Los dos se encontraban frente a la puerta de sus cuartos y la muchacha no puedo evitar soltar una risilla al dirigir su mirada a la mano de Kakashi.
–¿De qué te ríes, Haru? –le preguntó curioso, quedándose con la mano pegada al picaporte de la puerta, y viendo con el rabillo de su ojo a la pelirrosa.
–De nada –respondió con simpleza Sakura, aún parada frente a la puerta de ella, desviando sus ojos al techo y con las mejillas coloradas, tratando de no soltar otra risa.
–Es inútil esconderlo de ti... –dijo entre risas –pero sé que queda entre tú y yo.
–No le veo nada de malo para hacerlo un secreto, –le dijo regalándole una sonrisa e invitándolo a que lo aceptara como algo normal. Era un simple baño relajante –pero si eso es lo que quieres... lo haré.
–Buenas noches Haru –Kakashi le regresó la sonrisa y se despidió entrando a su habitación, sin darle la oportunidad a ella de responder.
–Buenas...
Esa sería su última noche, y por ende alistaba lo poco que llevaría con ella cuando partieran temprano por la mañana. Sakura se dio el último baño tibio con pétalos de gardenia y no salió de la tina hasta que sus dedos se arrugaron como pasas y las palmas de sus manos palidecieron tanto que se camuflaban con las paredes blancas de la tina. Se enredó en su bata y se dejó caer con los brazos abiertos sobre la cama, eso iba a ser algo que extrañaría, aunque no tanto como a...
–Haru, –se escuchó que tocaron su puerta desde el pasillo –¿sigues despierta?
La muchacha se levantó con rapidez de la cama, ya que después de cierta hora nadie la llamaba. La había inquietado el pensamiento de que pudiera tratarse de algo importante, y al ir de prisa casi tropezó al abrir la puerta.
–¿Se te ofrece algo? –le preguntó la muchacha, abriéndola en plenitud.
–Quería... –pero al darse cuenta que ella sólo vestía la bata de baño se le encendió la cara y se dio la media vuelta para darle la espalda, tocándose las sienes con sus dedos.
–¿Pasa algo? –preguntó preocupada la muchacha.
–¿Podrías vestirte primero?... por favor –le pidió aún de espaldas.
Sakura se echó una mirada rápida y al caer en cuenta de lo que llevaba puesto recordó que debajo de la bata no llevaba nada. Abochornada sólo le gritó –¡Lo siento! –y de un portazo despareció detrás de la puerta, volándole un poco el cabello a Kakashi.
Destanteada y con sus cosas ya guardadas, Sakura se puso lo primero que vio, la ropa que se había quitado antes de bañarse y le abrió la puerta con más disculpas –Lo siento mucho... –le abrió la puerta y se hizo a un lado, con los cachetes aun rosados.
Kakashi se rió por debajo de la máscara, gesto que no pasó desapercibido por Sakura porque la luna se reflejaba en el rostro de él y todas sus expresiones eran delatadas, pero esa risa avergonzó más a la muchacha. Él siguió avanzando hasta llegar a la ventana, donde se detuvo y sentó en el marco, con una pierna colgando desde el segundo piso y otra acariciando las cortinas mientras la balanceaba.
–Sólo quería despedirme de ti, ya sabes, no te veré en un buen tiempo... –le dijo manteniendo los ojos cerrados y el rostro sereno –pero espero que no sea tanto como este... –abrió los ojos y volteó a verla acusatoriamente –de vez en cuando envíame una carta. Quiero saber que estás bien, Haru.
–Lo siento. –respondió Sakura cabizbaja y sentada en su cama, sabía que él tenía todo el derecho de reprocharle, no se excusaría, pero por lo menos debía intentar hacerlo entender el razonamiento de ella –No quiero que pienses que soy una mal agradecida, porque es todo lo contrario. El señor Sakumo y tú me trataron mejor de lo que merecía... –puso su mano derecha en la colcha de la cama y la apretó hasta arrugarla. No le gustaba recordar aquellos días –pero corrías peligro si me quedaba...
–¿Y tú no corrías peligro si te ibas sola? –Kakashi la interrumpió quitando su mirada de ella, recargando su espalda en el marco de la ventana para no verla.
–Lo siento... –le respondió en un susurro –pero-pero no quería que pasara algo por mi culpa... –dijo apenas con la voz entrecortada –especialmente a ti –dijo limpiándose los ojos antes de que las lágrimas le escurrieran.
–Discúlpame Haru, –habló Kakashi aun sentado en el mismo lugar y en la misma posición. Seguía aun sin verla –no es forma de...
–Perdon, tal vez no debí de haberme ido, –Sakura se hallaba parada a un lado de Kakashi, con su mano en el hombro de él –pero era en la única solución que pude pensar.
–Haru, no desaparezcas otra vez...
...
Sakura había empacado sus escasas pertenecías, y dejado su cuarto como si nadie lo hubiera habitado. Parada en su cuarto, lista para marcharse echó sus ganas de quedarse por la ventana y se sacudió aquella torpeza que no la dejaba pensar con claridad. ¿En qué pensaba? Era por lo que había esperado estas semanas, no debía desanimarse. Además, Kakashi le había encomendado un favor, y planeaba cumplir con las expectaciones que él tenía de ella. Había disfrutado su estancia, pero ahora le tocaba continuar su camino.
El sol aún no despertaba, pero ellos ya hacían su camino a las afueras de la residencia Hatake, transportados en una carreta. Niji iba guardado en su jaula, no debían llamar la atención, y la escribana cubrían su cabello.
La muchacha había intentado sacarle platica muy temprano por la mañana.
–Buenos días Sasuke –lo saludó con una sonrisa y ojos llenos de entusiasmo –¿Qué tal pasaste la noche?
Él al escucharla hablar mientras salía por la puerta de la casa detuvo su paso y giró su cabeza, viendo detrás de su hombro derecho.
–Bien –le respondió continuando con su camino hacia la salida.
–¿Viste a las aves? Se parecían mucho a...
–Sí –la interrumpió con ella aún detrás de él.
–Ya veo... –respondió Sakura con una voz apenas audible hasta para ella, tal vez y había sido sólo un pensamiento.
La escribana apresuró su paso y se le adelantó a él, siendo ella la primera en abordar el coche.
Sakura permaneció callada durante el trayecto, despidiéndose en silencio del paisaje. Mientras que Sasuke se dedicó a analizar el papel que sostenía en ambas manos, casi queriendo plasmar la imagen por siempre en sus recuerdos.
Sentados uno frente al otro. Con la vista ocupada. Con la mente ausente. Y los ojos perdidos en tantos caminos.
En los pocos escenarios que se planteó, este ni le había cruzado por la cabeza.
–Llegaron –les anunció el cochero deteniéndose en una de las áreas más pobladas y con comerció de la aldea.
Ambos viajaban con equipaje ligero. La escribana se había marchado de la casa de Kakashi Hatake con lo mismo con lo que había llegado, salvo a un poco de dinero extra que necesitaba para el camino, el cual ella se había negado a aceptar, pero terminó tomándolo al ser convencida que era algo de su paga adelantada. Y Sasuke cargaba una mochila mediana, con las cosas más esenciales, acorde a él.
–Necesito comprar unas cosas para el resto del viaje –le informó Sasuke doblando el mapa. La muchacha asentó la cabeza y le siguió los pasos a un lado de él. –¿Te hace falta algo? –le preguntó mientras buscaba con la vista aquel local.
–No... –respondió ella, escapándosele un bostezo.
Caminaron un par de metros, pero Sakura fue detenida por su olfato, el cual le rogaba por entrar en aquel local de aromas esquicitos. Sasuke notó que ella dejó de seguirle el paso, y se giró a verla confundido
–No tardaré mucho –le dijo –espérame ahí.
Sakura se limitó a asentar con la cabeza, teniendo un pie ya dentro del local.
–Pan... –susurró echándole miradas a las vitrinas del lugar –huele a la casa de Kakashi...
–¿Qué le ofrezco? –le preguntó un joven asomándose detrás de la vitrina, con una sonrisa amigable.
–¡Ah! –soltó un pequeño gritó Sakura, retrocediendo en un brinco.
–No quise espantarla –se disculpó nervioso, sosteniendo aun la sonrisa.
Quería cubrirse la cara de la vergüenza, pero recordaba que estaba trabajando, y si un cliente le veía tocarse el rostro y después despacharles el pan... hasta despedido podía salir.
–Mmm... –se puso a analizar de izquierda a derecha la vitrina llena de diferentes panes –¿Cuál te gusta a ti? –le preguntó aun viendo la vitrina.
–Este –le respondió a punto de abrí la puertilla frente a él, pero se detuvo al escuchar el parloteo de un ave.
–¡Comida, comida, comida! –repetía Niji una y otra vez.
El joven alzó la mirada, y observó la jaula que llevaba Sakura cubierta por una manta.
–Señorita, no puede entrar con animales, lo siento –se disculpó apenado –Pero si gusta comprar algo dígame y se lo traigo de inmediato. Sólo tendría que esperarme afuera, lo lamento.
–No lo sabía, discúlpeme... –respondió Sakura desanimaba. Al parecer se había levantado con el pie izquierdo de la cama –entré sin darme cuenta... el olor era delicioso... –la muchacha se dio la media vuelta para salir del local, cuando fue detenida por la voz de un anciano.
–¡Espere señorita! ¿Acaso no es usted Haru, Haru Hatake...? –la llamó tratando de alcanzarla desde el fondo del local, batallando para salir con las mesas interpuestas en su camino.
Al escuchar aquel nombre salió disparada del lugar. ¿Cómo sabía aquel hombre? Ella llevaba su cabello cubierto...
Y al dar la media vuelta en su escape chocó contra el pecho de una persona, cayendo así al suelo, junto con Niji en su casita de metal, y haciendo que la otra persona se tambaleara por la rapidez del golpe.
–¡Auxilio, auxilio, auxilio! –se escuchaba decir a Niji desde la jaula, revoloteando sus alas por el susto.
–¡Lo siento mucho! –exclamó Sakura completamente colorada del rostro, tomando la jaula a un lado de ella, y poniéndose de pie al instante, sin ni siquiera sacudirse el polvo de sus prendas.
–¿Qué tienes? –le preguntó la otra persona deteniéndola del hombro cuando ella ya estaba lista para echarse a correr.
Sakura levantó la mirada sorprendida y vio a Sasuke. Regresó su mirada hacia el local y se dio cuenta que el anciano ya estaba afuera. Miró una vez a su compañero y se fue apresurada, sin decirle nada. Pero en su rostro todo estaba dicho, que las palabras no hacían falta.
–¡Joven! –lo llamó el anciano con la respiración alterada –¿Usted conoce a aquella muchacha? Es Haru Hatake, ¿verdad?
Sasuke dejó que ella se fuera y dirigió su mirada al señor que tenía frente a él.
-La está confundiendo, se llama Sakura -le respondió con seriedad, retomando el camino por el que la pelirrosa se había escabullido.
