Capitulo 31: La pura y sencilla verdad, rara vez es pura y nunca es sencilla.

- ¡¿Qué Remus hizo qué!

La superficie del humeante chocolate vibró ante el grito escandalizado de Sirius Black.

- Lo que oyes.- respondió Irene, agitando la mano.

- Merlín, de verdad no sé que hacer con este hombre, o le felicito o le rompo los dientes.

La joven bruja sonrió divertida, preguntándose si en realidad seria capaz de romperle alguna parte del cuerpo a su amigo.

Ambos se encontraban en su ya regular punto de reunión, es decir, la vieja cocina del número 12 de Grimmauld Place, disfrutando de una taza de chocolate y galletas, mientras Irene informaba a su acompañante sobre lo sucedido apenas dos días antes.

- ¿Por qué tendrías que romperle nada?- preguntó, alzando una ceja.

- ¿Por qué?- el mago puso gesto incrédulo- ¡Intenta robarme a mi novia!

- Pero si todo es mentira…

- ¿Y qué? Tengo un fuerte sentido de la propiedad, ¿no lo sabias?

Irene soltó una risita socarrona.

- No me dirás que en el fondo me quieres como algo más que una amiga…

- Por supuesto- sonrió divertido ante el gesto alucinado de la chica- te quiero como mi novia postiza que eres, pero siento desilusionarte, yo ya estoy enamorado.

- ¡¿En serio! ¿De quien? – exclamó, ahora muerta de curiosidad.

- Pues de mi mismo, evidentemente…

- ¿Ah?

- No me dirás que no tengo buen gusto.

- Sí, fantástico.- murmuró ella, soltando un estornudo seguido de una maldición.

Aun no había terminado de curarse pero en cuanto se había sentido un poco mejor no había podido evitar ir corriendo a hablar con Sirius, y es que la situación requería de un buen consejo.

- Bien, bien, volvamos entonces a la cuestión, que es…¿Cuál es la cuestión?

- Que no sabemos qué pasa por la cabeza de Remus - sugirió Irene, soltando otro suspiro mientras agitaba la cucharilla en la taza.

- Sí, cierto, este movimiento nuevo es una sorpresa, quizás al fin haya decidido dar jaque a la reina.

- Sirius, no compares mi vida amorosa con una partida de ajedrez, es deprimente.

- ¿Lo es? Yo lo encuentro muy interesante, al menos tu vida amorosa no es como la mía, más aburrida que los informes de Arthur sobre retretes regurgitadores…

- Sé un poco más serio, tienes que ayudarme por que…yo, ya no sé que hacer ni que pensar de todo esto.- dijo ella, hundiendo la cabeza entre los brazos.

Sirius negó con la cabeza en gesto resignado.

- Supongo que yo tampoco lo sabría, y puesto que su comportamiento no es algo que podamos explicar con cosas simples como las hormonas o la llegada de la luna llena…por que esa teoría tuya de que seguía la tradición de besar bajo el muérdago es una estupidez, él jamás haría algo como eso solo por tradición…joder, Remus da demasiados quebraderos de cabeza ¿por qué no podía ser de mente simple?

- ¿Cómo tú?

- Si, exacto, como…¡eh!

- ¿Y? ¿Tienes alguna idea?- cortó Irene, antes de que el mago empezara con una larga retahíla de protestas.

- Lo cierto es que no.- confesó, luego de meditar unos segundos.

Irene suspiró.

- ¿Te preocupa algo más?

- ¿Cómo lo sabes?- se asombró ella, segura de que su cara no mostraba de forma tan evidente sus emociones.

- Intuición canina.- sonrió con suficiencia.

- Me preocupan Katie y Angelina- admitió con un nuevo suspiro- se comportaron de una forma muy rara aquel día…

- No te preocupes demasiado por eso, las mujeres tendéis a ver problemas donde no los hay, ya verás como no es nada.- sonrió Sirius, agitando la mano, quitándole importancia.

Ella arqueó una ceja, y se guardó de responder al comentario.

- De todas maneras- continuó el mago- Remus es nuestra prioridad ahora, si tan solo pudiéramos saber qué pretende…¡Merlín! ¡Eso es!

Irene se sobresaltó ante la exclamación de Sirius, quien se había levantado de su asiento con cara de tener una gran idea en mente.

- ¿Se te ha ocurrido algo?

- Sí, por supuesto.- sonrió él, guiñándole un ojo- Pero tendrás que discúlpame un momento…

La joven bruja observó con cara de circunstancia como Sirius se alejaba y desaparecía por las escaleras que comunicaban con el vestíbulo. Aproximadamente diez minutos más tarde, el mago regresó, e Irene aun sin abrir la boca, exigió una respuesta.

- Aquí está la solución a nuestros problemas.- sonrió el prófugo, depositando sobre la mesa un frasco de pequeñas dimensiones.

Ella cogió el recipiente con cuidado y curiosidad, destapándolo para olerlo, intentando averiguar de qué se trataba, aunque a todas luces parecía una poción.

- ¿Qué es? – preguntó finalmente.

- ¿No lo adivinas?- replicó él, con una sonrisa que la retaba a averiguarlo.

Irene volvió su atención de nuevo al frasco y su contenido, lo único que apreciaba en aquellos momentos era el olor que desprendía el chocolate de sus tazas y no parecía que el líquido tuviera algún color particular. Ella se consideraba bastante versada en las pociones y sabía que no existía poción inolora e incolora, salvo…

- ¡Sirius tu estás mal de la cabeza! – prorrumpió de pronto, provocando que el mago se tambaleara sobre su silla debido al susto.

- ¿Qué?- respondió él, sin comprender.

- ¡¿Cómo que qué! ¿Veritaserum? ¿Pretendes darle a Remus Veritaserum? ¡Es de locos!

- Si lo piensas fríamente, es la única forma de asegurarnos de que nuestras preguntas serán respondidas…no es que sea infalible, pero no sospechará que somos nosotros quien se la damos.- replicó con toda tranquilidad.

Irene abrió la boca, alucinada, no podía creer lo que estaba escuchando.

- Sirius, por Merlín, no es que sea solo mezquino e inmoral, es que ¡por dios eso es ilegal! – intentó razonar con él.

El mago le ofreció una mueca socarrona.

- Soy un preso fugado al que persiguen todos los magos del país, ¿crees en serio que me importa que sea ilegal?

Irene tuvo que admitir que tenía razón, y parecía un razonamiento bastante lógico, sin embargo, no le gustaba obtener las respuestas que tanto deseaba de una forma tan…poco ética.

- De todas maneras, ¿de donde la has sacado?

- Oh, bueno, digamos que esta casa guarda muchos secretos – sonrió enigmático.

La joven se mordió el labio, preguntándose cuantas pociones prohibidas se escondían entre aquellas paredes, y si Sirius tenía algún reparo en utilizarlas para sus propios fines, fueran cuales fueran.

Ella abrió la boca de nuevo, para intentar convencerle de que aquella idea era una locura, pero se vio interrumpida cuando alguien más entró en la cocina, alguien que por una vez en su vida no deseaba ver.

- Remus, ¿Cómo estás amigo? – saludó amistosamente Sirius al recién llegado, yendo a darle una palmadita en la espalda.

Lupin le dedicó una mirada desconfiada a su amigo ante el saludo tan entusiasta.

- ¿Qué has hecho? – le preguntó de sopetón.

- ¿Hacer?- repitió Sirius, fingiendo inocencia – No se de que me hablas, Remus, ¿acaso no puedo saludarte?

Irene vio como el mago suspiraba con resignación e intentaba que el prófugo le confesara lo que fuera que hubiera hecho, ya que ese comportamiento tan alegre y amistoso le hacía sospechar.

La joven bruja por su parte, aun se sentía algo violenta por lo sucedido la última vez que se vieron y estando allí sentada, tenía una extraña sensación de déjà vu.

Procuró no hablar ni mirarlos directamente, por que sabía que si Lupin llegaba a preguntarle a ella sobre lo que Sirius pretendía, probablemente no sabría cerrar la boca.

- Eres un desconfiado Remus – escuchó hablar al prófugo- tómate un té y relájate, por que te empieza a ganar la paranoia, y no querrás acabar como Ojoloco ¿verdad?

Su amigo gruñó en respuesta, yendo a tomar asiento en la mesa, justo frente a la chica que hacia un enorme esfuerzo por mantenerse serena.

- Hola Irene – la saludó con una sonrisa algo tensa – espero no haber interrumpido.

- No…no interrump…

- Sí, interrumpiste nuestro fabuloso intercambio de saliva – exclamó Sirius, fingiendo molestia – pero como eres mi amigo, te lo perdono.

- ¡Sirius! – Irene le lanzó una mirada fulminante, con las mejillas sonrojadas por la vergüenza.

- ¿Qué? ¿Quieres otra taza de chocolate, verdad? – sonrió el prófugo con un brillo de malicia en los ojos.- Enseguida te sirvo más, ¿tu también quieres, no Remus?

El mago asintió en respuesta, demasiado perplejo como para pensar en otra opción. Irene se prometió que cuando Lupin no estuviera delante le daría una merecida colleja a Sirius.

Pero de pronto, se percató de algo y se levantó de un brinco, ofreciéndose a ayudar al prófugo a preparar más chocolate. Sirius asintió a regañadientes, sabiéndose descubierto.

- Ni se te ocurra echar esa poción en la taza de Remus.- le susurró Irene, poniendo la mano sobre la taza aun vacía.

- No seas así – respondió Sirius igualmente en voz baja- ¿no quieres una respuesta a tus preguntas?

- Sí, pero…

- No protestes, si va a ser muy divertido, los secretos son muy excitantes…¿no te parece?

- ¡Sirius! – Irene se contuvo de gritar, saliéndole una extraña vocecilla – No. Se. Te Ocurra.

Para su sorpresa, el mago la abrazó por la cintura y la atrajo hacia él, dejando sus caras a apenas dos centímetros de distancia.

- A lo mejor no la echo en su taza – arqueó una ceja, mostrando una sonrisa maliciosa – por que la verdad es que tengo curiosidad por saber como son tus sueños eróticos…

La joven bruja inevitablemente se sonrojó como si se hubiera tragado una bombilla.

- Deja de tomarme el pelo…- murmuró enfadada.

- Oh, ¿por qué esa actitud tan fría?- le susurró, divertido.- Todavía estamos a tiempo de intercambiar fluidos. Podemos dejar que Remus mire, si quieres.

Ella no supo que contestar, aquel lado pícaro que casi rozaba la perversidad, le resultaba tan sorprendente que le costaba reaccionar. Se preguntó si Sirius había estado escondiendo esa faceta suya o era el resultado de demasiada cafeína, normalmente era aprovechado y se divertía siéndolo, pero ese día parecía estar especialmente inspirado.

- ¿Hace falta que bebas el Veritaserum o me contaras todo lo que quiero saber por voluntad propia? – le preguntó, esperando que volviera a sonrojarse.- Aunque no me importaría sonsacártelos de otra manera…

- Idiota – gruñó Irene, obligándole a que se apartara de ella, pellizcándole el brazo.

- ¡Auch! Eso ha sido muy poco femenino- reclamó el mago, frotándose la zona adolorida.

- Alégrate de que no te hiciera tragar la taza.- respondió.

Desde su lugar en la mesa, Lupin había visto la peculiar interacción entre los dos, a pesar de que no había podido escuchar la mayor parte de la conversación, y se removió con incomodidad por razones que solo él conocía.

- Aquí está el chocolate – anunció de pronto Sirius, llevando las tazas hasta la mesa, mientras Irene le seguía con una mirada de sospecha.- bebéoslo antes de que se enfríe.

La joven bruja miró su taza, estaba segura de que el prófugo no había logrado echar la poción en la taza, pero…

- Conociéndolo, seguro que podría haberlo hecho sin que me diera cuenta.- murmuró.

- ¿Decías algo?- le sonrió Sirius.

- No, nada, nada.- Irene le lanzó una mirada suspicaz.

Remus comenzó a beber ante la mirada curiosa de la joven y la imperturbable sonrisa de Sirius. No habían transcurrido ni tres minutos cuando el prófugo soltó un suspiro y se levantó de su asiento.

- Bien, supongo que ya debe haber hecho efecto.

- ¿Hecho efecto?- repitió Irene- Sirius tú…

Él asintió con la cabeza, con una gran sonrisa.

- Exacto ¡le eché el frasco entero!- exclamó orgulloso.

- ¡¿Qué!- gritó ella, conteniéndose para no ahogarlo con sus propias manos- ¡Pero tu estás mal de la cabeza! ¡El frasco entero! ¡¿a quien se le ocurre por amor de dios! ¡Podrías haberlo intoxicado!

- Tranquila, tranquila- sonrió Sirius- aquí donde me ves siempre fui un buen estudiante.

- ¡¿Y eso que tiene que ver!

- Quiero decir que conozco bien los efectos del Veritaserum, y créeme, no hay posibilidad de que le haya intoxicado.

Ambos miraron a Lupin que se mantenía sentado, con la cabeza gacha, aparentemente con la mirada fija en la taza, y en silencio.

- Remus ¿estás bien?- preguntó Irene, tentativamente.

Él levantó la cabeza pero no respondió.

- ¿Me oyes, amigo?- preguntó Sirius, ahora con gesto preocupado.

- Sí, te escucho.- replicó Lupin.

- Bien, parece que sí funciona, de todas maneras, lo comprobaremos.- sonrió ligeramente- vamos a ver, Remus, cuando teníamos quince años alguien me hizo una broma pesada escondiéndome un montón de duendecillos de Cornualles entre las mantas de mi cama. Dime quien fue.

Irene miró a Sirius con curiosidad.

- Fui yo- respondió Lupin con voz carente de emoción alguna - Fue mi venganza por la broma del libro de pociones.

- ¡Aja! Así que fuiste tú…- exclamó, señalándole.

- ¡Sirius!- exclamó Irene.

- ¿Qué? Siempre tuve curiosidad por saberlo.

- ¿Broma del libro de pociones?- repitió ella, arqueando una ceja.

- Sí, bueno, ya hablaremos de eso en otra ocasión…

- Eres de lo que no hay…- suspiró.

- Ejem, bueno, volvamos al tema en cuestión – replicó Sirius, girándose de nuevo hacia su amigo que no se había movido ni un ápice.- Remus, vamos a hacerte unas preguntas, así que cuando te recuperes de los efectos de la poción espero que no intentes matarme a golpes…- miró un instante a la joven bruja que le ofrecía una mueca y prosiguió – bien, dinos, ¿por qué besaste a Irene cuando fuiste a visitarla?

Ella se tensó ante la mención, y aunque sabia que lo que estaban haciendo no era lo correcto, estaba deseando escuchar la respuesta.

- Fue un impulso – respondió Lupin, con la misma emoción que si hubiera estado hablando del clima.- Aquel día la encontré encantadora.

Irene se sonrojó, pero Sirius sin percatarse continuó.

- ¿No tuvo nada que ver el muérdago? ¿No lo hacías solo por seguir la tradición?

- El muérdago me dio la idea, aunque no estaba pensando en cumplir ninguna tradición.

Sirius miró a la joven, con una sonrisa que advertía "ya te lo dije".

- ¿Y besa bien?...¡Auch!¡Irene!- la susodicha le había propinado un pisotón- vale, vale, olvidemos esa pregunta. Entonces… ¿No pudiste controlarte a pesar de que ella es la novia de un buen amigo?

- No pude, como dije, aquel día estaba adorable – dijo Remus – Y como mis peleas con Sirius habían sido habituales esos días, no me preocupaba lo que él pudiera pensar.

- Hablas como si hubiera sido una cuestión meramente hormonal…¿Sientes celos?- preguntó él

- No, ninguno.

Sirius hizo un ligero mohín, y se colocó la mano bajo la barbilla, como si reflexionara.

- ¿Querrías una relación con Irene? – la pregunta fue tan directa que tanto la chica como el mago se sorprendieron.

- Es la novia de Sirius.- replicó Lupin.- Jamás le quitaría la novia a un amigo.

- ¿Y si no lo fuera?

- ……..

- ¿Y bien?- inquirió el prófugo.

- No.

A Irene se la cayó la taza que sostenía entre las manos, y el chocolate se desparramó por la mesa, pero eso era lo que menos la preocupaba.

- ¿Qué? – exclamó ella en un murmullo extraño, como un grito contenido.

Sirius frunció ligeramente el ceño.

- ¿No? ¿No qué? ¿No querrías una relación? ¿No puedes imaginarte la situación? ¿No quieres contestar? – y ante el silencio, Sirius añadió- No eres lo bastante hombre como para confesar, ¿eh?

Lupin parpadeó ante el comentario, y les dirigió lo que se adivinaba como una mirada confundida.

- ¿Cómo? – musitó.

- Ya veo.- sonrió ligeramente Sirius.

- ¿Ya ves qué? No entiendo nada.- dijo Irene.

- Se acabaron las preguntas por hoy.- respondió el prófugo, haciendo un gesto y alejándose en dirección a la puerta.

- ¿Cómo que se acabaron las preguntas?- la joven bruja que se había levantado bruscamente, lo siguió – Explícate.

- No hay nada que explicar, Irene, es mejor que vuelvas a casa para descansar.

- ¿Qué me vaya a descansar?- repitió sin poderlo creer – Me convences para esto ¿y esperas que me vaya así, por las buenas?

- Los efectos del Veritaserum desaparecerán pronto.- replicó él.

- Pero, pero…

- Por favor, dejémoslo.

- ¡Al menos explícame de qué iba todo eso! ¿Tú sabes que quería decir con el "no"?

- Irene, ya vale.- Sirius habló con seriedad y firmeza.- Ya hablaremos.

- ¡Hmpf!- ella frunció el ceño y apretó los puños, aguantándose para no soltar una palabrota – Bien, ¡bien! pues me largo.

Sirius la siguió con la mirada, cuando salió de la cocina dando fuertes pisadas y la escuchó dar un portazo a la puerta principal.

- Quien era la que decía que si este método era mezquino e inmoral- murmuró con una mueca divertida.

Se giró de nuevo hacia su amigo que continuaba sentado, con la mirada perdida.

– Bien, bien, se acabó la función.- continuó, dando una palmada- Ya puedes dejar de fingir, Remus.

Lupin suspiró y miró a Sirius con una expresión tranquila.

- Me has descubierto ¿eh?

- Sí, aunque admito que al principio me engañaste – sonrió- no llegaste a beber el chocolate ¿verdad?

- No, puesto que os comportabais de un modo…dejémoslo en "singular", sospeché que algo tramabas.

- Oh, mi gran reputación me precede.- le dedicó una mueca a su amigo.

- ¿Cómo supiste que no estaba bajo los efectos de la poción?- preguntó Lupin con curiosidad.

- Por tus respuestas – sonrió levemente- además cuando se está bajo los efectos del Veritaserum no eres capaz de formular preguntas, ni siquiera un inaudible "¿Cómo?".

- Supongo que ahí me has pillado – suspiró.

Sirius se dejó caer en la silla, y miró un instante el chocolate que Irene había derramado sobre la mesa, sin molestarse en limpiarlo.

- Eres un estúpido.

- ¿Perdona?- replicó Lupin, creyendo que había escuchado mal.

- Pues que eres estúpido, noble, pero estúpido.

- ¿Tienes alguna razón en particular para insultarme?

- Fingiste para protegerla de la verdad, ella te gusta, y mucho, no sé por que te empeñas en ocultárselo.

- Sirius, harías bien en no meter la nariz en determinados temas, no estoy de humor para discutir contigo.

- ¿Qué es lo que te molesta? Vamos, aunque no estés bajo los efectos del suero de la verdad aun puedo esperar algo de sinceridad ¿no?

Lupin lo miró unos segundos en silencio, y su amigo pareció darse cuenta de que tendría que sacarle las palabras una por una.

- Bien, si no vas a decírmelo, entonces te contaré mis sospechas.- dijo con una mueca indescifrable- Creo que la besaste no solo por que te gusta, si no por que estás celoso.

Remus emitió un leve gruñido que Sirius ignoró.

- Por que desaprovechaste tu oportunidad y ahora te sientes estúpido.- continuó el prófugo con un ademán de la mano- Te empeñaste tanto en protegerla que lo hiciste incluso de ti mismo, y ahora, mírala, liándose con el loco (pero tremendamente atractivo) de Sirius Black. Tus intentos de mantenerla alejada de los problemas han sido en vano, ella a elegido estar metida en todas nuestras complicaciones por su propia voluntad…

- No tienes fundamento alguno para lanzar esas acusaciones.- Lupin parecía irritado, pero esto no paró a su amigo.

- Yo no te acuso de nada, además "acusar" es una palabra muy fea, yo solo me limito a decir la verdad tal y como mi cerebro me dice que es.

- Debes ir a que te revisen la cabeza entonces.- replicó él, con un resoplido.

- ¿Qué es lo que te molesta más, Remus, que haya dado en el clavo….o que Irene eligiera ignorar tus paternales consejos?

- Sirius, basta.- la voz del licántropo sonó autoritaria y terriblemente enojada.- No pienso seguir aguantando tus comentarios sobre lo que te parece que siento o dejo de sentir por tu novia.

Lupin se levantó, haciendo ademán de marcharse, pero para su sorpresa Sirius le detuvo, yendo a darle una suave palmada en el hombro, sonriéndole amablemente.

- Cuando estés listo para aceptar la verdad pura y simple, avísame.- dijo el prófugo con una tranquilidad pasmosa.

Y tras esto, Remus le observó alejarse y desaparecer por las escaleras, sin comprender aquel cambio de actitud.

- La verdad pura y simple….?

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Irene entró en su casa refunfuñando, incluso Wynn se vio obligada a esconderse bajo una silla para prevenirse de la ira de su ama que iba dando patadas a todo lo que se ponía por delante.

- No me puedo creer que me haya hecho esto, ¿y a qué rayos venia todo eso? ¿qué sabe él que no me ha contado?- abrió la puerta de su habitación bruscamente- Tendría que haberle hecho hablar por la fuerz….¿Katie?

Para sorpresa de la joven bruja, nada más entrar su cuarto, se topó con que Katie se encontraba sentada sobre su cama, con expresión seria y la espalda erguida, y llevaba escrito en la cara que estaba cansada de esperar.

- Katie ¿qué haces aquí? ¿mi madre no te dijo que no estaba en casa?- preguntó acercándose a ella.

- Me lo dijo, pero quise esperarte.

- ¿Ha pasado algo?- Irene le dedicó una mirada preocupada - ¿Estás bien?

- Yo sí, pero tú…

- ¿Yo?

Katie se levantó y le lanzó una mirada severa a su amiga.

- Lo escuché, Irene, y debo decirte que no quería creerlo…estás arruinándote la vida y eso es quedarme corta.

- ¿Arruinándome la vida? ¿De qué demonios me estás hablando?

- Sé que te ves con ese asesino.- explicó Katie con un tono de voz tan duro que a Irene le produjo un escalofrío.- Sé que eres la novia de Sirius Black.

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Tachan, tachan ¿y ahora qué? Pues ahora toca esperar, como de costumbre XD si, lo se, si es que tardo mucho en publicar los capis, no tengo excusa….a pesar de todo, espero que les haya gustado, sé que me he pasado un poco con sirius y sus comentarios pero me apetecía ponerle un par de frases algo más "intensas" que de costumbre, y bueno, parece que ya alguien en los reviews sospechaba acertadamente sobre lo que Katie había escuchado en el capitulo anterior. Y en cuanto a nuestro licantropito favorito, si será capaz de aceptar la verdad pura y simple pues también habrá que esperar para saberlo juas juas, que mala soy.

Como de costumbre, mil gracias por los reviews, mil gracias por seguir leyendo esta historia y mil gracias por esperar hasta el próximo capitulo!

Hasta pronto! (espero)

PD. Se aceptan sugerencias para cualquier tipo de frase del chucho aprovechado…es que ya me estoy quedando sin ideas XD