N/A: Si no habéis leído todavía el sexto libro puede que os encontréis con un muy (pero que muy) pequeño spoiler, no os estropeará ninguna sorpresa importante, pero pongo el aviso por si acaso

Capitulo 32 Los sucesos fortuitos tienden a suceder todos juntos

- Sé que te ves con ese asesino.- explicó Katie con un tono de voz tan duro que a Irene le produjo un escalofrío.- Sé que eres la novia de Sirius Black.

La joven bruja parpadeó, intentando asimilar lo que su amiga le estaba diciendo.

- ¿Cómo…

- ¿Cómo lo supe? – dijo Katie, sin perder su gesto severo- Escuché al profesor Lupin cuando hablabais. Sé que fue una bajeza utilizar el invento que les compré a los gemelos, ahora me arrepiento de haberlo hecho.

- ¿Qué invento? – preguntó, confundida.

- Orejas extensibles, si mal no recuerdo, así era como las llamaban, muy útiles para escuchar conversaciones ajenas.

- ¿Angelina también…?

- No, ella no sabe nada, no se lo dije, no pude…

- Katie…

- No hace falta que me mientas ni que te excuses, eres libre de hacer con tu vida lo que quieras, pero jamás creí que…- la voz de la cazadora tembló, se notaba que le resultaba difícil mantener una actitud fría – dios mío Irene, no puedo creer que te hayas hecho esto, a ti y al profesor Lupin.

Ella se mordió el labio, sin saber qué decir o que hacer. Si alguien más descubría de su relación con Sirius, estaba poniendo en peligro no solo al prófugo, si no a todos aquellos que le rodeaban en aquella organización secreta de la que él y Lupin formaban parte.

Apretó la varita que tenía en el bolsillo, como si esta fuera a ofrecerle una respuesta, pero su gesto no pasó desapercibido y Katie rápidamente lo interpretó.

- Piensas desmemorizarme ¿no es eso?

- ¿Qué? – exclamó sorprendida.

- Sé que eres incapaz de hacerme daño, nos conocemos lo suficiente a pesar de…las mentiras.- Katie sacudió levemente la cabeza – No podrías matarme aunque tu novio el asesino te lo pidiera, por eso supongo que pretendes desmemorizarme.

- ¿Desmemorizarte?- repitió Irene, desconcertada por lo que estaba escuchando, pero admitiendo en lo más profundo de su ser que era una buena forma de solucionar aquel asunto.

- Es evidente ¿o no? Tu novio y tú estaríais en un buen lío si alguien supiera que, bueno, que él esta en la ciudad y que tú sabes donde.

- Jamás he dicho que él este en la ciudad.- respondió ella, inquieta por la información que poseía su amiga.

- Cierto, pero no es difícil de suponer, ya que no se puede tener una relación con alguien que este a miles de kilómetros mientras tu estas en Hogwarts. Además, todas tus huidas repentinas asumo que eran para ir a verle…y dudo que puedas aparecerte en el Tibet.

Irene parpadeó.

– Katie ¿Cuánto sabes? – la pregunta fue directa y concisa, pero sin rastro alguno de amenaza, simplemente, con un tono que se adivinaba preocupado.

- No mucho más, todo lo que tengo son suposiciones, aunque por lo que parece no iba muy desencaminada.

- No deberías…Merlín, esto no tendría que haber sucedido.- se lamentó Irene más para sí que para su amiga.

- Lo sé, y supongo que también es culpa mía, si no te hubiera espiado, sería una ignorante sí, pero aun confiaría en ti.

Irene no pudo evitar lanzarle una mirada dolida.

- Katie, si pudiera…

- Ya, ya me lo imagino, si pudieras explicármelo todo, lo harías, pero es mejor para mi que me desmemorices.- suspiró ella.

- Pero…

- Si vas a hacerlo, hazlo deprisa…no pongas esa cara de sorpresa, sé que seré más feliz viviendo en la ignorancia, esto no es algo que quisiera mantener dentro de mi cabeza.

- Katie…

La joven bruja no sabía qué pensar de la situación ni de la reacción de su amiga, que estaba allí en pie, ahora con los ojos cerrados, esperando a que ella levantara su varita y le borrara sus últimos recuerdos.

- Hazlo, vamos, no tengo todo el día.- exclamó Katie.

Irene sacó la varita pero su mano temblaba, sabía que un hechizo mal hecho podía dejar a Katie bastante mal parada, pero la seguridad de Sirius estaba en juego.

Agitó la varita y la llevó a la cabeza de su amiga, conteniendo la respiración.

Pensaba que era la única forma de arreglarlo todo, sabía que era la única forma, pero aun así…

- De acuerdo- murmuró- allá vamos.

Katie apretó los ojos aun con más fuerza, rechinando los dientes, y entonces… las chispas saltaron.

Tras unos segundos volvió a abrir los ojos, y miró a Irene con gesto interrogante.

- ¿Pero qué…?

Irene sonrió ligeramente.

- No puedo hacerlo, sé que es lo mejor para todos pero no puedo hacerlo, si me equivocara con el hechizo…no soportaría sentirme culpable, soy así de egoísta.

Katie seguía mirándola, sin saber que esperar a continuación.

- Supongo que no hay otro remedio- suspiró Irene- esto me costará la cabeza…

La cazadora se mordió el labio, temiéndose lo peor, al ver que su amiga levantaba la varita y apuntaba con ella al techo.

- Imperturbate- murmuró la joven bruja, y chispas doradas se extendieron por las paredes de la habitación.- Bien, ahora nadie podrá escucharnos.

- ¿Qué…qué vas a hacer?- titubeó Katie, dando un par de pasos atrás.

Irene tomó asiento y soltó un suspiro mientras jugueteaba con la varita.

- ¿No es evidente?- le dijo, lanzándole una mirada de soslayo.

- Pi…piénsate bien lo que vas a hacer- musitó Katie, nerviosa- tu novio no querría meterse en más líos, ya tiene bastante con unos cuantos asesinatos ¿no?

- Sirius no es un asesino.

- ¿Qué?- exclamó la cazadora, confundida.

- Sirius jamás ha matado a nadie, y tampoco es mi novio.

- ¿Qué!

- Es una buena persona y me ha estado ayudando.

- ¿Tu estás mal de la cabeza¡¿Qué es qué!- gritó escandalizada.

- Katie quieres callarte- exclamó Irene- estoy intentando que entiendas como son las cosas, y no me apetece repetirlo.

Su amiga cerró la boca, perpleja.

- Bueno, supongo que habrá que empezar por el principio…

Katie no volvió a interrumpir mientras escuchaba de boca de Irene la peculiar historia que había unido a su amiga con el famoso prófugo Sirius Black y como ambos habían conspirado para conseguir que Lupin se enamorara de ella.

- Tienes que admitir que es difícil de creer…- dijo la cazadora, tras soltar un silbido, cuando el relato terminó.

- Supongo, pero esa es toda la verdad, creerme o no es cosa tuya.

- Sí, ya lo sé, pero supongo que prefiero pensar bien de ti, así que tomaré tu palabra como la verdad absoluta.- sonrió ligeramente- Siento haberte obligado a confesarme todo esto.

- Lo sentirás mucho más si se te ocurre contarle esto a alguien, - respondió Irene - rodarán nuestras cabezas si esto se descubre.

Sabía que probablemente estaba dramatizando, pero no quería que Katie se lo tomara a la ligera, que alguien más lo supiera era todo un riesgo.

- De mi boca no saldrá una palabra, lo juro.- le aseguró su amiga.

- Eso espero…

- Por que además pienso ayudarte.

- ¿Qué qué? – Irene miró a Katie como si a ésta acabaran de salirle un par de antenas de la cabeza.

- Yo también quiero ayudarte con el profesor Lupin, le hemos dedicado muchos esfuerzos y no voy a dejarte de lado ahora.- sonrió la cazadora.

- Pero Katie, no…no es necesario, quiero decir que eso sería meterte en problemas, y Sirius ya hace bastante él solo…

La joven bruja no sabía como explicarle a su amiga que si metía la nariz ella también, probablemente todo acabaría mucho peor que antes, y Lupin en vez de enamorarse de ella iba a terminar poniendo tierra de por medio para evitar a sus amigos y sus estrambóticos planes.

- No te preocupes por mí, sé manejarme en todas las situaciones – respondió Katie, ampliando la sonrisa- y te aseguro que muy pronto estarás dándome las gracias por haberte ayudado.

- No me digas, que ya tienes un plan…- musitó Irene, temiéndose lo peor.

- Más o menos, tengo una buena idea así que cuando pula los detalles podré ponerlo en marcha.

- ¿Qué es?- preguntó, preocupada.- No será otra operación sex appeal ¿verdad?

- Pues claro que no- se rió Katie, como si la sola mención fuera una estupidez – esta vez el plan será sigiloso y encubierto, nadie sospechará de nada, te lo aseguro.

- Y no tendré que ponerme en ridículo ¿verdad?- dijo Irene, intentando asegurarse.

- No, de hecho, no tendrás que hacer nada.

- ¿Nada?- se extrañó- Pero entonces ¿de que se trata?

- Lo dejaremos en una sorpresa por el momento.- le guiñó un ojo, lo que a su amiga le produjo un escalofrío.

Los planes de Katie siempre eran y serían su perdición, pero ¿Quién era capaz de matarle la ilusión? Suspiró, dándose por vencida; al menos esta vez no tendría que mover un dedo.

- Hey, Irene, hay una lechuza en la ventana…

La voz de Katie la sacó de sus pensamientos, y se giró para comprobar que efectivamente, había una lechuza posada en el alfeizar de la ventana, llevando en el pico una carta.

- ¿De quien será? – musitó, cogiendo el mensaje que le tendía el animal.

Pensó que quizás sería de Sirius, pidiéndole disculpas por haberla echado tan bruscamente…suspiró, eso si que no era posible.

- Vaya, es del profesor Dumbledore…- exclamó sorprendida.

- ¿Del director?- se extrañó su amiga- ¿Y por qué te escribe? No vas tan mal en las clases ¿verdad?

- Por supuesto que no. – le lanzó una mirada ofendida, y continuó leyendo – parece que…dios mío, casi lo había olvidado.

- ¿Olvidado el qué? Vamos, no me dejes con la intriga- protestó Katie.

- Dumbledore me consiguió una prueba para trabajar como ayudante en el ministerio, mañana debo presentarme si estoy interesada en el puesto…

- Eso es ¡genial!- exclamó la cazadora- pero ¿cómo vas a trabajar si aun no has terminado el colegio¿Y por qué el director se toma tantas molestias contigo? No le habrás estado haciendo "favores" ¿verdad?

- ¡No pienses nada raro! Además solo es una prueba, nada me garantiza ese puesto, y la verdad no sé como me las apañaría si consigo pasar la prueba.- suspiró para luego sonreír – pero al menos tengo que intentarlo ¿no?

Katie asintió con un gesto de cabeza.

- Bien, entonces será mejor que me prepare para mañana…- Irene hizo una pausa al mirar a su amiga- ¿qué pasa? tienes cara de querer preguntar algo.

- Oye…¿de verdad que Black usó el suero de la verdad en el profesor Lupin?

Ella asintió, sorprendida por la pregunta.

- Vaya…¡ese tío es mi ídolo!

Irene se llevó una mano a la cara mientras Katie sonreía, recordándose que pasara lo que pasara, debía evitar que su amiga y Sirius se conocieran.

ooo

- No puedo.

- ¿Por qué no?

- Sirius, esto es demasiado, eres el hombre más encantador que conozco, pero de verdad no puedo.

- Oh, vamos, aprovéchate de mi y de mi buena voluntad, a mi no me importa, será un honor sentirme utilizado.- el mago le mostró una sonrisa divertida- Y si soy tan encantador no podrás negarte.

Irene rió, apoyando la cabeza sobre las manos.

- ¿De verdad que esta bien? Parece importante para ti.

- Por supuesto, y no es tan importante, aunque quizás si consigo una novia decente, cosa que a estas alturas ya dudo, te pida que me lo devuelvas.

- Quizás para entonces no quiera devolvértelo- sonrió ella- tienes que considerar esa posibilidad.

Sirius hizo un gracioso mohín, para luego suspirar.

- De acuerdo, de acuerdo, será tuyo por toda la eternidad.

- Gracias, eres el mejor.

- Ya lo sabía – respondió con suficiencia- solo espero que Remus no se ponga aun más celoso, por que peligraría mi integridad física, algo como esto es un paso importante en toda relación.

Irene soltó una nueva carcajada.

- Por favor, ni que me estuvieras pidiendo en matrimonio.

- No, pero si quieres… ¿qué tal te sonaría Irene Black?- replicó divertido.- Mi madre estaría encantada con la noticia…

- Ja, ja, que gracioso. De todas formas me parece un poco exagerado, sé que quieres felicitarme por haber conseguido el trabajo, pero ¿no te parece que te pasas?

- También es tu regalo de navidad, no podrás quejarte.

- No me quejo, pero…

- Deja ya de protestar, te gusta ¡pues asunto arreglado! Todos contentos, bueno, menos Remus, pero él no cuenta.

- Sirius…- respondió ella, fingiendo que le ofendía el comentario.- a veces de verdad dudo que quieras juntarnos a Remus y a mí.

- No digas bobadas, yo os quiero juntitos como dos tórtolas, pero estas cosas llevan su tiempo, tú solo déjamelo todo a mí.

- Sí, sí…- respondió obediente.

- Pero bien, dejémonos de tonterías, muéstrame ese fabuloso sello que te marcará como mi posesión por toda la eternidad, quiero ver que tal te queda.

Irene puso una mueca y una expresión en la que se leía "no tienes remedio".

El mago le sonrió entre las llamas de la chimenea, por la que llevaban ya varios minutos hablando.

A pesar de que había escuchado una y otra vez decir a la señora Weasley que habían de tener cuidado con la red flu, a Sirius parecía importarle poco ese detalle y siempre que podía llamaba a gritos a la chica para tener una charla agradable con la que evitar el aburrimiento.

- Aquí está ¿qué te parece?

- Te queda perfecto, lástima que no sea un león.- sonrió el prófugo.- pero ya sabes, mi familia no se ha caracterizado nunca por el buen gusto…

- No importa, es muy bonito, de verdad te lo agradezco.

Irene sonrió, admirando las líneas cuidadosamente labradas del regalo de Sirius, un anillo dorado en forma de cobra enroscada que brillaba sobre el anular de su mano izquierda, era quizás un poco "slytherin" pero ella sabía apreciarlo más allá de su forma.

- No te diré a cual de mis ilustres antepasados perteneció por que entonces querrás tirarlo a la basura.- comentó el mago con una mueca.

- Me da igual a quien perteneciera- sonrió la joven- tu me lo diste y eso es lo que importa.

- Merlín, Irene, no me digas esas cosas tan bonitas o Remus tendrá motivos para enfadarse de verdad- replicó Sirius – recuerda que soy un hombre con necesidades, muchas necesidades.

Ella soltó un suspiro exasperado.

- Lo que tú digas…- hizo una pausa y miró un instante su reloj de pulsera - Es hora de que me marche, Sirius, mañana podrás seguir pervirtiendo mi mente.

- Me ofendes querida, con lo buena influencia que yo soy.- el mago pasó por alto la mirada de la chica que preguntaba claramente "es broma ¿no?" y continuó – Espero que te vaya bien en el trabajo, pero no te esfuerces demasiado por esos idiotas del ministerio.

- Tranquilo, no lo haré.- sonrió Irene, antes de despedirse rápidamente y salir por la puerta.

Desde el exterior ya podía apreciarse que la Oficina del Enlace del Duende no era precisamente tranquila. La puerta de madera vibraba ante los gritos de un par de duendes que parecían intentar hacer entender a su interlocutor algo sobre una fuente y sobre como de insultados se sentían, al tiempo que exclamaban palabras en duendigonza, y que la joven bruja suponía eran algún tipo de insulto.

Dirk Cresswell le puso una mano en el hombro, quizás para infundirle ánimos o quizás para evitar que ella diera media vuelta y saliera corriendo.

- Tranquila, no voy a ponerte a lidiar con los duendes, no soy tan irresponsable.

Irene miró al que a partir de entonces sería su jefe y le sonrió de forma tensa.

Cresswell era un hombre que no habría llegado aún a los cuarenta años, de pelo oscuro y expresión risueña, que vestía una brillante túnica morada adornada con botones dorados en forma de araña.

- Entremos, no es cuestión de quedarnos en la puerta todo el día- sonrió él, abriéndose paso en la oficina y saludando con un gesto a su compañero.- Buenos días Cuthbert, buenos días Bod, Drig ¿otra vez por aquí? - saludó a los dos duendes que habían interrumpido sus protestas y miraban a los recién llegados con gesto hosco.

- Hola Dirk, ya veo que has traído a la incauta, quiero decir, a la nueva – saludó su compañero, extendiendo una mano en dirección a la chica - Encantado de conocerte¿Irene Brennan, cierto?

- Sí…- asintió ella, estrechándole la mano, sonriendo nerviosa.

- Tranquila, Bod y Drig son nuestros habituales, no tienes que tenerles miedo- Cuthbert hizo un gesto hacia los duendes, que continuaban en silencio- chicos, os presento a la nueva ayudante del departamento, pero os agradecería que no fuerais a contarle como de ofensivos os parecemos los magos, aun es muy inocente y no queremos asustarla demasiado pronto.

Ambos duendes, bajos y de tez oscura, hicieron una ligera inclinación a modo de saludo y tras murmurar algunas palabras ininteligibles, continuaron su discusión con Cuthbert.

- Tendremos que buscarte una mesa, Irene- dijo Dirk, mientras tomaba asiento en su escritorio e iba revolviendo entre montañas de papeles- aunque me temo que no tendrás demasiado tiempo para estar sentada, probablemente vengan a pedirnos a "la nueva ayudante" de alguna otra oficina, es lo normal por aquí…- levantó la cabeza para mirarla y sonrió.- Ya le pedí a Dumbledore que te dejara salir de Hogwarts durante las fiestas para que vengas a echarnos una mano.

- No lo entiendo…- murmuró ella, a lo que su jefe le dedicó una mirada interrogante- quiero decir, que¿por qué me eligió a mi si dentro de tres días debo volver a Hogwarts? No puedo ser muy útil.

- Créeme, eras la única que valía para el puesto- respondió él con una mueca- No es difícil elegir entre tú, un mago con alergia a los hipogrifos, una bruja que tiene miedo de los gusarajos o un chiflado que decía que a los duendes había que darles de patadas para bajarles los humos.- hizo un gesto negativo con la cabeza- en este departamento preferimos invertir en buenas adquisiciones aunque sean a largo plazo. Además, Dumbledore te propuso y eso es algo que tener en cuenta.

Irene asintió, algo avergonzada.

- Claro que no puedo decir lo mismo de los otros departamentos- suspiró él, haciendo un gesto con los dedos, e Irene se echó a reír, comprendiendo.- Oh, eres de familia muggle ¿no? Normalmente los magos no entienden este gesto – lo repitió- y es difícil explicarles lo que significa "ser un enchufado".

- Solo mi madre es muggle- explicó ella- pero me enseñó mucho.

- Creo que nos llevaremos bien- sonrió el mago.

- ¿De que estás hablando, Dirk? Tu también fuiste un enchufado, no me digas que ya te has olvidado de los favores del viejo Slug.- habló Cuthbert, con sonrisa socarrona.

- Realmente, en esta oficina no se pueden tener secretos – se rió el mago, sin ofenderse por el comentario, girándose entonces a mirar a su compañero- ¿Ya has terminado, Cuthbert?

El susodicho asintió, ahora que los dos duendes se alejaban por el pasillo, para luego recostarse con gesto cansado.

- Otra vez con el mismo cuento¿por qué se sienten tan ofendidos por la estúpida fuente de la entrada? Ya sé que es un poco…fantasiosa, pero tampoco es para ponerse así.

- No les gusta que se les represente mirándonos con admiración, ya lo sabes- respondió Dirk- y desde lo de Bagman están especialmente susceptibles, dentro de unas semanas se les pasará.

- Bien, pero la próxima vez lidias tu con sus "lindezas" en duendigonza, te dejé ser el jefe para dejar de aguantarlos ¿recuerdas?

Dirk se rió, mientras Irene los miraba sin comprender la broma.

En ese momento, una bruja joven entró a toda prisa en la oficina, haciendo mucho ruido con unos cascabeles que llevaba colgando de su gran sombrero verde.

- Hola Sophie – saludaron los magos a la recién llegada - ¿qué se te ha escapado esta vez?

La bruja de cara redonda y revuelto pelo rubio se sonrojó avergonzada, al tiempo que se paraba para recobrar el aliento.

- Es que llegó el envío de Australia, y como no estaba etiquetado, yo…- comenzó a disculparse.

Ambos magos suspiraron.

- ¿Qué es, Sophie?- insistió Cuthbert.

- Bi…billywigs.

- ¿Cuántos?

- Ve…veinte…

- ¿Veinte! Merlín, Sophie, cada día te superas.- exclamó Dirk, girándose entonces para mirar a su nueva ayudante - bien, parece que hoy será un gran día para que te estrenes, Irene, vamos, tenemos veinte billywigs que cazar…

- ¿Eres la nueva? – la bruja recién llegada fue a saludar a Irene, estrechándole la mano vigorosamente- Soy Sophie Grimbald, encantada de conocerte, me alegra tener a otra chica por aquí…

- Hey, Sophie- interrumpió Cuthbert- ¿Dónde se te escaparon los billywigs¿Dentro de la oficina?

- Oh, um, pues…en realidad…en el pasillo.- confesó la bruja.

- ¿En el pasillo!- gritó Cuthbert- ¿y que hacemos aquí tan tranquilos¡Vamos, deprisa!

Irene siguió a toda velocidad a los dos magos y a la bruja, hasta que se detuvieron en el pasillo, donde tenía lugar un curioso panorama.

Extraños destellos azules aparecían y desaparecían de un lugar a otro, mientras varios magos y brujas que flotaban inexplicablemente, varita en mano, lanzaban hechizos a diestro y siniestro, con la intención de atrapar a los animales fugados (aunque no parecían tener demasiado éxito).

Sophie se lamentó en un murmullo, al tiempo que Dirk levantaba también su varita y se giraba hacia ellos.

- Bien, intentad que no escapen por los ascensores o estaremos en un buen lío- les dijo con un suspiro- Irene¿conoces el hechizo burbuja?

Ella asintió con la cabeza.

- Bien, intenta atraparlos de ese modo, son demasiado escurridizos para cogerlos con las manos, aunque en realidad, da igual el hechizo que uses siempre que no los mates… y procura que no te piquen o ya sabes lo que sucederá- continuó haciendo un gesto hacia los magos que levitaban.

La bruja volvió a asentir, aferrando con fuerza su varita.

- Bueno chicos, manos a la obra…y afinad la puntería – sonrió ligeramente, antes de alejarse rápidamente.

Irene corrió junto a algunos de los ascensores, con la intención de prevenir que los billywigs consiguieran alcanzar las otras plantas, comprendía que una invasión de aquellos insectos en todo el Ministerio, no les daba precisamente una buena imagen.

- ¡Cógelos, cógelos Irene!- Sophie gritó, mientras corría hacia ella, agitando los brazos y persiguiendo, o al menos eso creía, a dos billywigs.

La joven lanzó el hechizo burbuja en la dirección en que los destellos aparecían pero las criaturas eran demasiado rápidas y no era tan fácil acertarles.

- ¡A la derecha¡No, a la izquierda¡Al otro lado¡Detrás de ti!

Con los gritos de Sophie, Irene solo atinaba a dar vueltas sobre sí misma y agitar la varita sin ton ni son.

- ¡Cuidado, por ahí está¡No aquí, aquí¡A la derecha¡Tu otra derecha!

- ¡Basta Sophie!- exclamó Irene, exasperada.

En ese instante un ligero "clic" llegó a sus oídos, y ambas brujas giraron la cabeza, alarmadas, hacia el ascensor que acababa de abrirse y del que salía un anciano mago.

Irene, se llevó una mano a la cabeza¿Por qué siempre sucedía lo que ella más temía? Ni siquiera tuvo que mirar cuando Sophie gritó que los billywigs habían escapado por el ascensor, por que ya lo había supuesto, era su destino inevitable meterse en problemas, o al menos, eso pensaba.

- ¿Qué hacemos¡¿Qué hacemos!- gritó Sophie al borde de la histeria- ¡Mi jefe me va a matar!

- Tranquila, yo iré a por ellos- intentó calmarla- tu vigila aquí que no se escape ninguno más.

Sophie asintió, dudosa, e Irene, rápidamente entró en otro ascensor y bajó a la primera planta, maldiciendo por que ahora tendría que revisar el ministerio piso por piso.

Examinó rápidamente las silenciosas oficinas del Departamento de Entrada en Vigor de la Ley Mágica y tras comprobar que no había ningún mago flotando inexplicablemente, dedujo que los billywigs no se encontraban allí, y corrió a toda velocidad hacia la segunda planta.

Por lo general el Departamento de Seguridad Mágica era un lugar caótico por sí mismo, pero cuando Irene descubrió un destello azul sobre los desordenados cubículos del Cuartel General de Aurores, supo que lo peor aun estaba por llegar.

Corrió tras él, evitando lanzar algún hechizo, pues no era tan suicida como para levantar la varita estando rodeada de aurores.

- ¡Vuelve aquí estúpido bicho!- le gritó, mientras correteaba entre los magos que le dedicaban miradas curiosas.- Ya verás cuando te atrape, haré una poción contigo...

Tan pendiente estaba de no perder de vista al animal, que se llevó por delante un carrito y a la bruja de pequeño tamaño que lo empujaba.

- ¡Lo siento mucho!- exclamó a toda prisa, girando ya una esquina y dejando atrás a la bruja despatarrada en el suelo.

Pero al entrar en uno de los numerosos pasillos, de nuevo alguien se interpuso en su camino, Irene intentando evitar el choque, giró sobre sus talones sin perder velocidad, solo para conseguir perder el equilibrio, agarrarse a lo primero que tuvo a mano, tropezar, y estamparse contra la pared.

- Aaaaaah, duele, duele. - lloriqueó, sentada en el suelo, mientras la sangre comenzaba a salir por su nariz.

- Dios mío ¿estás bien?

Irene levantó la vista para observar al obstáculo, al que casualmente había arrancado un trozo de túnica al intentar mantener el equilibrio

- Se…¿señor Weasley? – exclamó, reconociéndole.

- ¿Irene¿Qué haces aquí? Merlín, estás sangrando…– Arthur Weasley levantó la varita y apuntó a la cara de la joven.- Episkey.

Con el hechizo, la sangre dejó de manar, e Irene suspiró, aliviada.

- Gracias, yo… siento lo de su túnica – se disculpó tendiéndole el trozo de tela arrancado.

- No importa- le sonrió- pero ¿qué haces por aquí¿Vienes de visita?

- Hoy empiezo a trabajar en el departamento de control de criaturas mágicas – explicó mientras se limpiaba la sangre de la cara con la manga de su túnica – y estaba… ¡dios mío, el billywig¿Dónde está el billywig?

- ¿Billywig?

- ¡Sophie dejó escapar unos billywigs y hay que atraparlos!

- ¿Me estás diciendo que hay billywigs sueltos por el ministerio?- ante la confirmación de la chica, el señor Weasley suspiró.- Vaya lío, si Fudge se entera… será mejor que te ayude, espera un segundo.

El mago se alejó unos pasos hasta una puerta de la que colgaba un desvencijado cartel que anunciaba "Oficina contra el uso indebido de objetos muggles", y se asomó al interior.

- Perkins, voy a salir un momento para resolver un… "asunto"- hizo una pausa y se volvió ligeramente- oh, Remus¿te importa esperarme unos minutos?

Irene se irguió al escuchar aquel nombre.

- Tranquilo Arthur, ya me marchaba…- Lupin salió en ese instante de la oficina, y al verla parpadeó, sorprendido.- ¿Irene?

- Ho…hola - saludó ella, sin saber como reaccionar.

- Démonos prisa, Irene- habló el señor Weasley, interrumpiendo el encuentro- ¿Hacia donde iba el billywig?

- Eh…esto…fue por la izquierda…- señaló con el brazo.

- Rápido entonces, antes de que alcance los ascensores.- exclamó el mago echando a correr.

Irene le siguió apresuradamente, dirigiéndole una sonrisa de disculpa a Lupin antes de perderlo de vista.

- ¡Ahí está!- indicó el señor Weasley, al destello azul que se alejaba a toda velocidad.- Yo iré por la derecha, tú por la izquierda, Irene, lo acorralaremos.

- Entendido.

El mago y la bruja se separaron, varitas en alto, y rodearon al insecto que iba de arriba abajo por uno de los muchos corredores de la planta.

- ¡Ya te tengo!

Irene se abalanzó sobre el billywig, creyendo que podría atraparlo con las manos, pero el animal se escapó hábilmente, y la bruja tras perder el equilibrio una vez más, rodó por el suelo varios metros.

En ese momento, Lupin apareció de nuevo, tras girar una esquina, y corrió hacia ella que continuaba en el suelo.

- ¿Estás bien? – exclamó el mago, preocupado.

- Sí, perfectamente.

Irene le sonrió ligeramente y se volvió para mirar a Arthur, que en su mano sostenía una esfera en cuyo interior se encontraba aquel insecto de color azul que giraba como una peonza. Ella suspiró aliviada.

- Gracias a dios…- pero se interrumpió de pronto, llevándose una mano a la cabeza.

Se sentía mareada, y un extraño zumbido le sacudía los oídos.

- ¡Irene!

Lupin la miraba con expresión desconcertada, y señalaba, allí donde la túnica de la chica se movía inexplicablemente.

- ¡Aaaaaah!- gritó ella, levantándose de un brinco- ¡lo tengo dentro¡lo tengo dentro!

- ¿Hay otro más?- exclamó el señor Weasley.

- ¡Dos, había dos!- explicó Irene, sin dejar de dar brincos y sacudiéndose la túnica- ¡Sacádmelo, sacádmelo!

- Lo haremos pero tendrás que quedarte quieta un segundo- exclamó Lupin, cogiéndola del brazo e intentando que se detuviera en sus saltos.

- Pero, pero ¡lo tengo dentro!

- Lo sabemos, pero para un segundo por fav…¡Irene, estás levitando!

La susodicha se percató entonces de que efectivamente, sus pies comenzaban a separarse del suelo y tras soltar un grito de sorpresa se agarró a la túnica de Lupin mientras su cuerpo continuaba el ascenso.

- Te ha picado.- observó Arthur- pero no te preocupes, los efectos no son permanentes.

- ¡Sacádmelo!- exclamó al borde de la histeria, mientras su túnica continuaba moviéndose y su cuerpo flotaba, aunque había dejado de ascender por que seguía fuertemente agarrada al mago.

- Tranquila, lo haremos- intentó calmarla Lupin- pero procura no tirar mucho de mi túnica, me estás ahogando…

Irene comprobó que efectivamente tiraba del cuello de la vestimenta del mago, apretando la tela contra su garganta.

- ¡Lo siento! – exclamó, soltándole un instante - ¡Ah¡no!- gritó de nuevo volviendo a cogerse de la túnica de Lupin, y revolviéndose en el aire para evitar seguir ascendiendo hasta el techo.

- Esto, Irene, intenta no moverte tanto, tú ….

Ella se miró, y se dio cuenta que desde su posición, probablemente Remus podía ver todo lo que se ocultaba bajo la túnica de la chica, y sus maniobras para intentar deshacerse del insecto solo conseguían mostrarle aun más.

Se sonrojó fuertemente, mientras intentaba cubrirse con una mano entre las piernas, y creyó ver que Lupin desviaba la mirada hacia el techo, algo avergonzado.

- Irene quédate quieta.- habló Arthur, alzando la varita - intentaremos atraparlo.

Asintió con la cabeza, murmurando un "sí".

Ni siquiera tuvo tiempo de ver las chispas que brotaron de la varita del señor Weasley cuando escuchó el sonido de tela desgarrada, seguido de un hechizo.

No le costó averiguar que le habían hecho un corte en su túnica, a la altura de la espalda, para liberar al billywig que luchaba por salir, y consiguiendo atraparlo antes de que emprendiera su huida.

Irene habría estado feliz de que ambos insectos hubieran sido atrapados, si no fuera por que estaba levitando con la túnica rota, y medio ahogando a su ex profesor para evitar seguir flotando a la deriva.

- Tranquila, te bajaremos- sonrió Arthur, que parecía encontrar divertida la situación- si es que consigo recordar cómo se hacía…

- ¿Qué!- gritó ella.

- ¡Aquí estabas!- una voz les interrumpió al fondo del corredor, y la chica rápidamente identificó a Dirk, el cual se les acercaba a toda prisa.- ¿Ya los habéis cogido? Estupendo…pero veo que te han picado¿eh?- le sonrió a la joven bruja.

- Y yo veo que a usted no – replicó ella con claro gesto molesto.

- Tuve suerte…gracias por ayudarla Arthur, este desliz de Sophie podría habernos supuesto un serio problema.

- No hay de qué, Dirk – sonrió el señor Weasley.

- ¿Podría alguien, por favor, ayudarme a poner los pies en el suelo?- exclamó Irene, removiéndose en el aire, enfadada.

- Claro, perdona.- Dirk agitó su varita, y ella sintió de nuevo como la gravedad hacía efecto en su cuerpo.

Y con un ruido sordo, la joven bruja cayó sobre Lupin, dejándolos a ambos aplastados contra el suelo.

- Perdón- se disculpó de nuevo Dirk con media sonrisa - tendría que haber sido más cuidadoso con el aterrizaje ¿Estáis bien?

Ella se llevó una mano a la cabeza y masculló una palabrota.

- ¿Te has hecho daño? – le preguntó Lupin, que se encontraba incómodamente soportando el peso la chica sobre su estómago.

- ¡Dios mío!- Irene se levantó de un brinco, avergonzada - ¡Lo siento, lo siento¿estás bien, Remus¿Te he roto algo?

- Tranquila, no pesas tanto como para romperme – le sonrió al tiempo que se incorporaba lentamente – pero te agradecería que no lo repitieras, ya estoy viejo para estos...sobresaltos.

Irene encontró extraño que dijera "sobresaltos", al menos hasta que se dio cuenta de que empezaba a abrírsele demasiado la túnica debido al roto que le había hecho el señor Weasley. Se tapó rápidamente con las manos, sonrojándose aun más.

- Lo siento – murmuró ella, aun colorada.

- Si es que hay relaciones que caen por su propio peso…- se escuchó susurrar a Dirk con sonrisa divertida.

Irene le lanzó a su jefe una mirada fulminante, que evidentemente, éste no llegó a ver.

- Siento lo de tu túnica, Irene – habló el señor Weasley- te lo arreglaré enseguida.

Tras un movimiento de varita, la ropa de la chica quedó como nueva y ella suspiró, agradecida.

- Llevaré a los billywigs arriba, antes de que a Sophie le de un ataque- continuó Dirk, haciéndose cargo de los insectos que sostenía el señor Weasley – Irene, cuando termines aquí será mejor que vuelvas deprisa a la oficina, parece que hoy habrá bastante trabajo…

Ella asintió en silencio, y Dirk tras hacer un gesto de despedida con la mano, se alejó.

- ¿Volver a la oficina?- dijo Lupin, mirando a la chica con curiosidad

- Sí, hoy es mi primer día de trabajo aquí…y menudo primer día - respondió Irene con un suspiro- ¿Sirius no te lo dijo?

- No, olvidó comentar ese detalle – replicó él, frunciendo ligeramente el ceño.

- Remus, yo regreso a la oficina, Perkins estará preocupado- habló Arthur, siguiendo los pasos de Dirk – Nos veremos luego. Hasta otro día, Irene.

- Adiós señor Weasley, gracias por todo - se despidió ella, rápidamente.

Él asintió con la cabeza en respuesta y desapareció.

En ese instante, el silencio cayó como una losa entre Lupin e Irene, ambos demasiado inquietos por el accidental contacto de hacía solo unos minutos.

- Bueno y…¿qué haces por aquí? – preguntó ella, intentando sonar casual.

- Tenía un asunto que discutir con Arthur, ya sabes.

- Oh, un asunto.- suspiró, recordando que él seguía trabajando en aquella organización secreta de la que ella no debería saber nada.

- Irene, ese anillo…- Remus interrumpió, sin dejar de mirar fijamente la mano de la chica.

- Ah¿esto? Sirius me lo dio por navidad.- respondió ella, remarcando la última palabra, esperando que no llegara a conclusiones equivocadas.

- Ya veo…bueno, será mejor que me marche – habló girando sobre sus talones - debes volver al trabajo y Tonks debe estar esperándome…

- ¿Tonks?- la mención de la bruja, provocó que Irene agarrara la manga de Lupin en un acto reflejo.- Ella…

- ¿Ella?- repitió él, sin comprender aquella actitud.

- Tú y Tonks…no importa.- suspiró, liberando su túnica.

- Tonks y yo tenemos trabajo – le sonrió levemente- así que debo apresurarme. Hasta pronto, Irene.

- Hasta pronto.- musitó ella.

Cuando el mago desapareció de su vista, Irene se llevó una mano al pecho. Aquella sensación seguía sacudiéndole el alma como el primer día.

Sirius aun creía que fingir que eran pareja acabaría por conseguir que Lupin revelara sus sentimientos hacia ella, pero Irene empezaba a dudarlo.

Suspiró, mientras veía aparecer la figura de Sophie agitando los brazos, y pensó que quizás debería preocuparse más por su trabajo y los exámenes que del amor, que para eso, Sirius se las arreglaba bien solo… o no.

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Vaya, esta vez me ha salido largo, espero que haya sido minimamente entretenido, ya que esta vez no ha habido demasiada tensión :P

Y en cuanto a los nuevos personajes, pues es que me hacía ilusión meter más gente por aquí, como siempre, le robo a rowling los personajes y me invento sus personalidades XDD

Agradezco que sigan leyendo y que me dejen reviews (aunque ya empezamos a decaer…) y sobre todo que sean tan pacientes con esta historia con lo que tardo en actualizar :P la habria puesto antes pero ffnet me daba problemas con el servidor.

PD. Para mas información sobre el billywig, buscar en el google, que es muy util :P