El hogar de los niños de la Palma
Y sin nada que colgarse ni que cargar, ambos caminaron lo que les restaba del camino hasta que llegaron a la aldea de la Palma. Todo parecía estar tranquilo en aquel lugar, nadie reconocía a Sakura, y mucho menos nadie los perseguía.
–Realmente lo siento… –se disculpaba Sakura con la cabeza gacha, caminando aun lado de él.
Empezaba a sentir el hambre dentro de ella, pero no se sentía con el derecho de decir algo. Sasuke no hizo comentario alguno y continúo caminando al mismo paso. Miró con rapidez de izquierda a derecha por el rabillo de sus ojos, y apresuró un poco más su paso.
–Tal vez si ofrezco mis servicios de… –empezó a idear la pelirrosa –pero vas caminado muy rápido –le reclamó de igual manera siguiéndole el paso. –Te decía, tal vez si…
Pero la muchacha no pudo terminar de hablar al chocar con la espalda de su compañero, y se hizo a su costado derecho para ver por qué se habían detenido.
"Se solicita escribano. Paga justa, comida y hospedaje. Interesados presentarse a…"
Así empezaba el anuncio que ambos leyeron.
–¿No decías que los escribanos no son muy bien recibidos en el sur? –preguntó Sasuke con escepticismo en la oferta.
–Es una historia complicada, –respondió la muchacha arrancando el anuncio de la pared para guardárselo en uno de los bolsillos de su overol –unos nos detestan… otros nos aprecian…
No seguro si fuera buena idea hacerle caso al anuncio, Sasuke siguió a Sakura. Lo más seguro era continuar con su trayecto, aunque era cierto que necesitaban dinero. El poco que le había sobrado al comprar la comida la noche anterior no sería suficiente para el resto del camino que les faltaba por recorrer.
Además, creía conocer aquella necesidad de solicitar a un escribano.
Y aunque todo mundo llevaba vidas diferente, todos debían tener a una persona especial; un padre, una madre, un hermano, una amiga, un abuelo, un esposo o esposa… al menos a alguien debían tener. ¿Qué habría echo él sin poder saber cuál había sido la suerte de su madre?
No recordaba cuándo había sido la ultima carta que le envió, pero estaba seguro de que eran pocos meses. Después de ser reclutado sabía que ya no podría estar en comunicación con ella. Era un riesgo realmente innecesario. Pronto iba a regresar por ella.
–¿Estás bien? –le preguntó Sakura volteando a verlo de lado –estás mas callado de lo usual.
–He dormido poco –se talló uno de sus ojos y se le adelantó a la pelirrosa.
No tardaron mucho en llegar, y el primero en tocar había sido Sasuke.
–Venimos por lo del anuncio… –dijo Sakura intentando sacar el papel de entre uno de sus bolsillos, poniéndose un poco nerviosa al no encontrarlo. –Lo traía conmigo… –decía palpándose con desesperación todos los bolsillos.
–No se preocupe señorita, pasen. –se hizo a un lado con una reverencia para abrirles el camino.
El camino era guiado por piedras de diferentes tamaños, incrustadas en el suelo. Era un pasillo largo, totalmente techado, pero sin paredes, sólo postes que detenían firmemente el techo.
Adentro, las risas resonaban alrededor, los gritos abundaban, y las sombras en el suelo, pertenecientes a unos pequeños cuerpos, se movían con rapidez. Pelotas rodaban por el suelo, cometas de colores adornaban el cielo, y un par de aviones de papel estaban a punto de encajarse en el cabello de los dos jóvenes.
–¡Perdón! –gritó apenada una niña al pasar corriendo frente a ellos, mientras jalaba de ambos brazos a los culpables de tal incidente, dos pequeñines mucho más chicos que ella.
–Bienvenidos a El hogar de los niños de la Palma –les dijo el anciano sonriendo, mientras les quitaba los aviones del cabello –Les pido que los disculpen, son sólo niños… –soltó en un suspiro.
Todo el frente era césped, hasta que topaba con el edificio principal, donde ambas puertas fueron abiertas para ellos.
–Me llamo Hiruzen, –se presentó mientras caminaba frente a ellos –y soy el encargado de esta vivienda.
Un hogar limpio e impecable, daba la impresión de que lo que pasaba afuera, no era permitido a dentro. Reluciente y pulcro, pero sin nada ostentoso.
–Me alegra demasiado que por fin nos haya llegado un escribano –expresó con gran entusiasmo el anciano.
Los tres continuaron avanzando por el mismo pasillo, aunque ya adentro del lugar.
–Me imagino que lamentablemente sólo están de paso, –comentó mientras subían las escaleras, manteniéndose ambos callados detrás de él –pero el tiempo que puedan quedarse les estaré muy agradecido, ¿podría saber por cuánto tiempo contaré con sus servicios?
–Tres días –respondió Sasuke.
–Un día –y aunque Sakura y su compañero hablaron al unísono, la respuesta no fue unánime.
Ambos giraron a verse queriendo decir algo más, pero se contuvieron, aunque no por mucho, pues el anciano detuvo sus pasos al girar hacia atrás, pensando que había escuchado mal.
Un silencio de no más de tres segundos se hizo presente en el ambiente, y presionados bajo la mirada del hombre de cabello blanco, volvieron a hablar.
–Tres días –respondió el muchacho, posando su mano en el hombro de Sakura, dándole a entender que el continuaría la conversación.
El anciano formó una tenue sonrisa de nostalgia en el rostro, y prosiguió su camino.
–Esta será su habitación. –les informó, deslizando la puerta corrediza, al llegar al final del pasillo del segundo piso –Detestaría imponer, así que los dejo para que puedan hablar. Al mediodía se sirve la comida, y ahí podremos hablar de los trabajos que hará. –continuó hablando, dirigiéndose únicamente a Sasuke –Si desean tomar un baño, cuentan con uno propio –dijo señalando una puerta al final del cuarto. –Siéntanse libres de recorrer el lugar si así lo desean. Los veré en la comida –se retiró con una reverencia, volviendo a deslizar la puerta al salir del lugar.
–Creó que tiene una idea errónea, –empezó a hablar Sasuke –me hablaba a mí como si fuera… –pero se detuvo al ver como su compañera tenía sus ojos y toda su atención puesta en la cama.
–Creo que eso no fue en lo único que se equivocó –comentó Sakura riéndose con nerviosismo.
Sasuke suspiró y se dirigió al baño.
–El piso de una habitación es mejor que el suelo en el bosque.
Y después de entrar al baño cerró la puerta de madera. Por lo poco que pudo observar, el lugar le resultaba demasiado familiar, que a pesar de que sólo pensaba que un día sería suficiente, terminó cediendo ante algo diferente.
Abrió la llave de la tina, y dejó que el chorro de agua tibia corriera. Sólo buscaba despejarse por un momento, después lidiaría con Sakura y sus trivialidades; una cama era lo de menos.
…
Había decidido tomarle la palabra al anciano, y tan pronto como su compañero la dejó sola en la habitación, decidió ir a merodear en el jardín que se alcanzaba a apreciar desde la ventana abierta, donde el aire fresco corría, trayendo consigo demasiados aromas refrescantes, y las risas de los niños le contagiaban la alegría.
Estando detrás de esa ventana, observando aquella escena, le hacía creer que aquel anciano estaba haciendo un trabajo magnifico. En lo absoluto reflejaba lo que pasaba tras la muralla que resguardaba esa gran casa.
El área contaba con una gran variedad de diferentes plantas y flores, que hasta llegó a pensar que podía competir con el jardín de Kakashi, aunque claro, ese era mucho más pequeño en tamaño.
No contaba con ningún tipo de cerca, ni mucho menos algún letrero, sin embargo, ningún niño merodeaba por ahí.
Se encaminó a un montoncito amarillo que divisó a lo lejos, y al llegar se hincó para acariciar los pétalos jaspeados de aquella flor. Juntó su dedo índice y medio, y con la parte exterior de estos acarició con paciencia y delicadeza los pétalos. Nunca antes había visto una flor así, y vaya que había recorrido bastantes lugares a lo largo del país.
–Los tulipanes son muy frágiles –escuchó una voz femenina detrás de ella.
Sakura retiró su mano al instante, enrojeciendo su rostro al darse cuenta que se había dejado llevar por su curiosidad hasta entrometerse en el jardín que parecía indicar que era de la persona detrás de ella.
–Disculpa, –dijo Sakura poniéndose de pie, sacudiendo sus rodillas con ambas manos para después darse media vuelta –no sabía…
–No te estoy regañando –le sonrió la muchacha –de hecho, te agradezco que hayas sido tan cuidadosa.
–Es hermoso el jardín ¿Es tuyo? –le cuestionó la pelirrosa analizando detenidamente el bello lugar.
–Algo así… –le respondió con orgullo, haciendo que aquel comentario le trajera color a sus mejillas. –No me he presentado, –se disculpó junto con una reverencia –me llamo Ino.
–Sakura –le respondió igualmente con una reverencia, aunque más simple.
–Sakura… –comentó Ino –le hace honor a tu cabello…
A simple vista Ino irradiaba amabilidad y jubilo. Su belleza era notable, y su cabello largo y rubio le recordaba el que ella hasta hace pocos días aún tuvo. La vestimenta que portaba era digna de ella, y el kanzashi de gemas en tonalidades azules que adornaba su cabello y se recargaba en su oreja, hacía que sus ojos resaltaran.
–¿Sakura? –la llamó Ino sonrojándose nuevamente. –¿Tengo algo en la cara? –le preguntó empezando a reír.
–Lo siento, es que tus ojos son muy lindos –le dijo Sakura con una sonrisa.
–Ya me lo han dicho. –respondió guiñándole el ojo a la pelirrosa. –Vamos adentro –le sugirió tomándola del brazo.
Despues de atravesar varios arbustos y un patio lleno de niños, la pelirrosa fue apuntada y elogiada por los pequeños, y según los pocos comentarios que sus oídos alcanzaron a escuchar, a todos les sorprendía el color de su cabello. Al ser todos niños, también le fue evidente la brutal honestidad que tuvieron al dejarle saber entre murmullos que ese corte de cabello no estaba bien hecho. Por supuesto que ella lo sabía, Sasuke le había regalado ese corte cuando escaparon del hostal, la noche anterior, y estaba segura que se veía totalmente disparejo, pero no le había tomado importancia hasta ese momento.
"Buenos días, señorita Ino"
Escuchó que varios niños saludaban a la muchacha rubia mientras hacían su camino hacia la casa, todos tenían sus rostros iluminados y con sonrisas plasmadas. Era notable que la apreciaban demasiado.
–¿Trabajas aquí, Ino? –le preguntó Sakura mientras se acomodaba en una de las sillas en la cocina.
–Algo así… –le respondió sacando dos copas de cristal de una alacena, las dejó sobre la mesa y regresó al mismo lugar por una botella.
–¿Algo así? –volvió a cuestionar la pelirrosa, ladeando su cabeza –lo mismo dijiste del jardín.
–Verás, –empezó a hablar, vertiendo el líquido rojizo en ambas copas –el señor Sarutobi me deja atender el jardín, y dar lecciones de koto y shamisen… pero jamás podría aceptar que me pagara.
–¿En serio? –se sorprendió Sakura –yo antes sabia toca el erhu –comentó alegre.
Aquellos días en los que Kakashi la perseguía para practicar no eran más que simples recuerdos. Cómo detestaba el no haber aprovechado todo lo que se le ofreció. De hecho, platicar con Ino le hacía recordar a Kakashi… tenían la misma sonrisa de amabilidad, y le habla con bastante familiaridad a pesar de sólo haberse conocido. Ambos creaban un ambiente que la hacía sentir muy cómoda.
La rubia entrelazó su mano derecha en una de las copas y se la llevó a sus labios, y con la otra empujó con delicadeza el objeto cristalino, hasta dejarlo frente a Sakura. La pelirrosa lo tomó y sin dudar le dio un pequeño sorbo. Sorprendentemente sabía a uvas dulces, y continuó bebiendo de la copa, tenía un sabor esquicito.
–Dentro de poco me casaré, –le confesó Ino a Sakura, bajando la copa, ya vacía, a la mesa –y no sé si podré continuar viniendo…
–¿Por qué lo dices? –preguntó Sakura, con toda su atención puesta en la muchacha.
–¿Gustas más? –le ofreció Ino a la pelirrosa, y ella, inadvertida del contenido de lo que bebía, aceptó gustosa, inclinando su copa –Veo que no eres de por aquí, –continuó hablando Ino –¿de dónde vienes? –le preguntó al terminar de servirle la copa –Vi que te acompaña un muchacho muy guapo –le confesó, bebiendo nuevamente.
–Nos dirigimos al norte –respondió Sakura con la mirada clavada en la copa que ella misma sostenía en mano. Se iba con cautela, era importante no hablar de más.
–¿Es tu… guardaespaldas? –le preguntó viéndola de reojo, terminándose el contenido de su copa.
–No, –dijo entre risas –somos compañeros.
–Ya veo… –respondió con perspicacia, tratando de leer a la pelirrosa, queriendo descifrar aquella mirada gacha y ojos nostálgicos –y… ¿qué los hizo detenerse en la Palma?
…
Al terminar su ducha se echó en la cama al no ver rastro de su compañera, al menos gozaría del colchón un poco. Cerró sus ojos para descansar, pero se vio interrumpido por el aleteo de un intruso que ya esperaba en cualquier momento, e incluso se hallaba retrasado un poco.
–¡Sakura, Sakura!
Pero se sorprendió al ver que el ave de la pelirrosa le había ganado al suyo. Se acercó a la ventana, y la guacamaya se acomodó en el hombro de él.
–¿Cómo dijo que te llamabas…? –trató de recordar el muchacho, meditando con sus ojos cerrados.
–¡Sasuke, Sasuke! –chilló el ave casi en su oído, haciendo que el pelinegro sacudiera su cabeza un poco aturdido
–¿Sasuke? –se cuestionó totalmente escéptico a lo que el ave decía, tapándose el oído que casi le reventaba.
Segundos después escuchó unos toquidos en el marco de la puerta corrediza, eran insistentes y cargados de torpeza. Además, había un silencio suficiente para alcanzar a escuchar unos murmullos del otro lado. Sabía que una de las personas afuera era Sakura, pero la otra voz la desconocía. Y antes de abrir la puerta se acercó a la ventana para dejar descansar al ave en el marco de ésta.
Con una mano deslizó la puerta corrediza, cayéndole encima un bulto ya conocido.
–Lo siento mucho, no pensé que tan poco fuera a marearla –se disculpó realmente apenada la muchacha que cargaba del brazo a su compañera.
Sasuke observó de pies a cabeza a la mujer frente a él, sin expresión alguna en el rostro más que seriedad, y ella se intimidó al sentirse examinada.
El muchacho con delicadeza posó sus manos en los hombros de Sakura y la retiró de su pecho. Su rostro estaba rosado, con los ojos entrecerrados. Su respiración era lenta y calmada, sin embargo, podía ver un gesto de bochorno en ella.
–¿Estás bien? –le preguntó el muchacho con seriedad, inclinándose un poco para llegar a la estatura de ella.
–Sólo necesito recostarme… –le respondió tratando de caminar.
–Realmente lo siento… –volvió a disculparse la otra muchacha –creo que nunca antes había probado licor.
Sasuke giró su cabeza para ver hacia la cama y observar a su compañera acostada sobre esta, y no pudo evitar burlarse. Salió de la habitación y cerró la puerta detrás de él, la dejaría descansar.
–No me sorprende –le respondió empezando a caminar hacia las escaleras.
…
A pesar de que el país era el mismo, el norte y el sur eran lugares totalmente diferentes. No se refería a su biodiversidad y costumbres, pero a sus leyes e ideales. El sur no era nada estable, mucho menos seguro para ellos.
No lo negaba, extrañaba a sus clientes, viajar de aldea en aldea, y no tener que andarse escondiendo, como si se tratase de algún criminal. Su único error había sido bajar su guardia, aunque no había mucho que pudiera hacer respecto a su cabello, eso la delataba al instante.
–¿Por qué no bajaste? Acabamos de cenar –le comentó Sasuke al entrar a la habitación y notar que su compañera mantenía sus ojos abiertos, perdidos en el suelo.
–¡¿Cenar?! –soltó en un grito exaltada, levantándose de la cama –¿Por cuánto tiempo dormí? –y se sentó en la orilla de la cama, recargando su cabeza en una de sus manos, parecía empezar a sentir un dolor de cabeza.
–Un día y medio –le respondió cerrando la puerta detrás de él.
–¡¿Que?! –gritó azorada, parándose como resorte de la cama, yendo hacia la ventana, y en efecto, todo era oscuridad, a excepción de la luna llena y el centenar de estrellas de brillaban desde el cielo.
–Guarda silencio –la regañó Sasuke tapándole la boca –todos ya están dormidos –pero al instante retiró su mano, limpiándose con lentitud en su playera, viendo de reojo a la pelirrosa.
–¡Oh no! Yo no babeo –se defendió, aunque dudosa de si misma pasó la parte exterior de su mano alrededor de sus labios.
Sasuke trató de contener su risa, pero no pudo lograrlo por completo. Se dio la vuelta, tratando de esconder su rostro, y a pesar de que no hubo carcajada alguna por parte de él, el silencio enfureció a la pelirrosa.
–¡Sasuke! –le reclamó, frunciendo el entrecejo.
–Alguien vino a visitarte –le dijo el pelinegro, acercándose a la ventana, de donde soltó un chiflido, y desde la ésta, una brisa fresca se hizo presente, despeinándoles un poco el cabello a ambos.
–¡Sakura, Sakura!
–¡Niji! –exclamó la pelirrosa al ver a la guacamaya entrar y revolotear en la habitación –pensé que te había perdido… –le decía mientras le acariciaba su plumaje al acomodarse en el hombro de ella.
–Jamás te va a dejar, siempre va a regresar a ti –le respondió su compañero mientras acomodaba en el suelo lo que parecía ser un futón, en frente de la cama.
–Gracias… –comentó Sakura, sentándose en la orilla de su cama –Niji me ha mantenido compañía por un buen tiempo y me acostumbré a…
Pero antes de que pudiera terminar de hablar, un estruendo se escuchó a lo largo del pasillo, aunque algo retirado de su habitación. Algo parecía haberse impactado contra el suelo.
Al tensarse un poco el ambiente, Sasuke empezó a razonar.
–Creo fue un jarrón –susurró, al levantarse de su futón.
Sakura se quedó congelada porque después de los últimos dos días sus nervios estaban de punta, y a cada momento estaba lista para darse a la fuga de ser necesario. Los rostros de aquellas personas persiguiéndolos la noche anterior aún la perturbaban.
Sasuke la agarró con fuerza de la muñeca, sacándola de sus pensamientos, y jalándola para levantarla de la cama. Con su vista examinó con rapidez la habitación, queriendo hallar algo con lo que la pelirrosa pudiera defenderse si la situación así los obligase.
Vio la cama donde estaba su compañera, y los dos pequeños muebles al lado de esta. Agachó su mirada al suelo, topándose únicamente con su futón. Giró su cabeza en dirección al baño, pero no recordó de algo en particular que pudiera ser de uso. Nada puntiagudo, nada de metal, nada que pudiesen lanzar, y ahora que lo pensaba, la habitación estaba bastante vacía, y carecía de decoración. Cosa que no le importaba en lo absoluto, pero no había notado hasta ese momento. Agachó su cabeza y miró el cabello de Sakura. Ella observaba la ventana, como si contemplara la idea de escabullirse a través de aquel agujero en la pared.
Pero al no encontrar nada Sasuke, sus opciones se vieron limitadas.
No podían quedarse en la habitación, y salir por la ventana no era una elección, porque desde el segundo piso eso no prometía tener una caída sin riesgos. Y por más que pensó, lo mejor era que ella lo siguiera.
No sólo se estaban exponiendo ellos, pero también a los niños que en esos mismos momentos se hallaban ya descansando en sus respectivas habitaciones.
–No te separes de mí, –le ordenó soltándola de la muñeca con lentitud –agarra mi playera y no te sueltes.
No volverían a separarse, definitivamente no volvería a pasar lo mismo del hostal, porque ya sabían cómo terminaba todo eso. Tal vez había sido una mala idea detenerse en una aldea tan cercana a la que tuvieron aquel incidente, pero ya no importaba eso. Se encontraban allí, y sólo debía de enfocarse en no recibir otra kunai envenenada.
Él sólo bastaba para defenderse sólo, pero su compañera… ella no. Sasuke acostumbraba a viajar solo, sin nadie, que el tener que cuidar de alguien más era algo nuevo para él, y hasta cierto punto una carga y desventaja.
Con la pelirrosa detrás de él deslizó la puerta y dio el primer pasó fuera de la habitación, adentrándose en el largo pasillo del segundo piso, portando únicamente una vela en la mano derecha.
