De la explosión salió una ola de calor que debió de chocar contra todos para calcinarlos instantáneamente, pero una barrera de color verde cubrió toda la arquitectura y no sintieron nada, nisiquiera el poderoso viento que era visible al chocar.
—¿¡Quién se atreve a convocarme!?
Gritó un ser monstruoso cubierto de fuego y cicatrices aún abiertas, se notaba a kilómetros su disgusto y odio. Giró su cabeza en busca del causante pero una vez lo encontró su cuerpo se congeló y luego tembló de sobremanera, estaba asustado.
—... T-tú, tú eres...
—Ulbert Alain Odle, Ser Supremo Mundial de la Catástrofe y Destrucción... ¿Sabes? Escuché de mi querido líder que le diste una batalla entretenida, espero que no manches las palabras que se dijo de ti y me entretengas en este encuentro.
—¡M-mi señor! ¡Por favor p-perdóname! ¡Tuve una buena razón para causar el daño en los humanos de este mundo, lo juro!
—¿Ooh~? ¿Y cuál es esa razón? —Ulbert se estaba divirtiendo un poco. Ainz quiso negar con su cabeza cuando su amigo se cruzó de brazos intentado parecer amenazante sin entender que con solo su presencia era suficiente para hacer a un adulto orinarse en sus pantalones— Vamos, escupe, no tengo mucho tiempo.
Nadie creía lo que veía y escuchaba, aquel Emperador Demonio que azotó y causó muertes a sus pasos estaba cohibido como un niño pequeño después de tener una fea pesadilla, su voz estaba aguda, su cuerpo sudaba pero las gotas se evaporaban por el calor que expulsaba su cuerpo. El miedo gritaba a su alrededor.
—¡Fue por usted, por supuesto! ¡Todos esos sacrificios fue para traerlo a este mundo y que lo conquiste como muchos otros, como debe de ser! ¡Usted es nuestro Dios, nuestro Supremo Gobernante!
—Ya veo. ¿Y la razón para controlar a las Pléyades? Las seis hermanas, por si no te acuerdas.
La conversación que mantenían era normal, las voces llegaban de manera clara a todos los presentes. Intuyendo que no sería castigado por sus actos, Jaldabaoth se relajó un poco y siguió contestando.
—No fue planeado mi señor. Ellas estaban inconscientes mientras pasaban entre planos dimensionales. Vi que tenían un poder aceptable y decidí ponerlas bajo mi control para que ayuden en la ofrenda para usted.
—Entonces... ¿Me estás diciendo que no sabías quiénes eran? ¿no sentiste a sus creadores?
—Oh no, si los sentí. Eran seres muy poderosos, pero ninguno pudo acercarse a usted y su magnífica magia destructiva. Ya que los localicé muy lejos de esta parte de la galaxia no encontré una razón para detenerme. Aunque, por supuesto, estas seis venían de todas formas a este mundo, nunca supe el porqué pero supongo fue para conquistarlo.
Ulbert lo miró en silencio, sus ojos característicos de una cabra lo examinaron con cuidado. El Señor de la Ira tragó en silencio su saliva. Lo que estaba diciendo eran puras blasfemias pero a la vez estaba cumpliendo la misión que el mismo Ulbert-sama, Ainz-sama y el resto de los Supremos le dieron. No debía de sentirse mal por ello.
Finalmente después de lo que pareció una eternidad para todos, el demonio de la catástrofe habló serio, muy contrario a como empezó todo.
—Esos creadores de los que hablas tan casualmente son mis camaradas, idiota. Ellas son sus creaciones, sirvientas de combate para atender y servir a mi líder que se encuentra en este Mundo.
—¿L-líder? —Preguntó temeroso comenzando a sentir una verdadera aura de enojo y una sed de sangre muy poco contenida.
—Sí, lider. Con quien tuviste la osadía de enfrentar tu última vez. —Fue su respuesta corta— En serio, que creatividad la que tuviste ahí... Lástima que tus acciones no resulten con el final que esperabas. Una gran parte de ti será utilizado de consumo para mi creación, mi hijo. —Alzó una mano con lentitud y miró de reojo a Demiurge por unos segundos, Jaldabaoth le siguió la mirada— Quien además es el único con el derecho de utilizar esos ropajes y actitud que mostrarte en el primer Reino humano que atacaste. [Flama Infernal]
Ulbert lanzó el primer hechizo, fue una flama negra y mediana, con algo de velocidad se acercó a Jaldabaoth y lo tocó suavemente. Pronto el gran demonio comenzó a gritar de dolor, parte de su cuerpo se desprendía como gelatina y la sangre que caía se evaporaba sin lograr llegar a la arena del suelo.
—Eres... tan débil, ¿no te has curado lo suficiente aún?
Touch-me se encogió un poco. Él había sido el encargado de hacer las heridas en el Señor de la Ira por petición de Ainz. Viendo la facilidad con la que el General gritaba entendió que quizás se pasó un poco.
A su lado, Bukubukuchagama colocó uno de sus extensiones que servían como manos en su hombro, diciendo sin palabras que no se preocupara, que ya estaba hecho y que de todas formas el General había aceptado la orden con orgullo. Además, sería invocado de nuevo.
—¡S-señor! ¡SeñOR! ¡¡PIEDAD!! ¡¡LO SIENTO!!
—Ni siquiera como entretenimiento sirves. Diablos, quería darle una buena función a Momonga-san y a mis treinta y nueve camaradas pero ahora no se podrá. [Castigo Demoníaco] [Golpe Astral] [Sacrificio Negro] [Espada de Azrael].
Todos fueron activados a la vez, una hazaña imposible para los habitantes del nuevo mundo incluido por el hecho de que eran del séptimo y octavo nivel de magia.
Era todo un espectáculo, los ataques brillaron y cayeron como una sentencia de muerte lenta. Los variantes tonos cálidos parecían tener vida, danzando por todo el cuerpo del Emperador Demonio quien lo recibió todo de frente. El negro lo cubría por momentos y brillaba, tanto que una luz de origen incomprendido resaltó de todo para darle un aura de decadencia y muerte.
Jaldabaoth se tambaleó en el aire, sus alas ya casi destruidas por completo parecían que cedían al dolor y cansancio; aún así se mantuvo en el aire con la cabeza agachada, temblando y siendo un lento río de sangre negra. Los efectos de los ataques no se detuvieron.
—P-perdón. ¡Perdón!. Ulbert Alain Odle-sama, por favor, piedad. —Se cubría y soportaba como podía, su voz poco a poco se apagaba; todos vieron la gran lealtad que demostraba en no atacar al Supremo que tanto admiraba y seguía.
—¿Piedad? La piedad para nosotros es una muerte rápida e indolora, ¿ y quieres que te la dé después de todas esas muertes humanas y semi-humanas que causaste?... Bueno, no, las muertes no me importan en realidad, son un poco más que bichos para mi esas formas de vida inferiores. Mejor dicho, ¿quieres que te lo dé después de no dar un entretenimiento para mi líder?
—Haré cu-cualquier... cosa, pero p-por favor, detener. —Un brazo carbonizado hasta casi no existir, una pierna con grandes quemaduras, alas deshechas y gran parte del rostro y pecho con cortes profundo sangrando negro en abundancia. Esa era la imagen de lo que alguna vez fue un demonio emperador temido.
—Tendré todo lo que quiera aún sin tu consentimiento. —Declaró firme— ... Bien, creo que ya estás con la salud mínima requerida. Demiurge, ven aquí hijo mío.
Los humanos apartaron la vista de la sangrienta escena para enfocarlo en la otra arquitectura. No muchos conocían al hijo de este Supremo pero sus curiosidades fueron saciadas rápidamente.
El ser con apariencia de sapo voló sin perder tiempo hasta su creador, dio su reverencia y esperó paciente a cualquier cosa que le sea pedida. Incluso si no estaba dentro del plan.
—Comenzaremos con la transfusión de fuerza, habilidades y apariencia, espero estén preparados.
—Sí mi señor.
La voz de ambos se escuchó clara como el agua, los gritos de Jaldabaoth habían cesado pero al parecer no tenía fuerzas para escapar, sólo le quedaba cumplir la voluntad del Supremo estando en un trance de instinto primitivo.
—¡Escucha mi deseo y orden, gran plano demoníaco! —Comenzó, para el resto de los Supremos fue divertido y relajante escucharlo. Su etapa de Chunni hizo su gran entrada como en el pasado—. Yo, el Supremo Mundial de la Catástrofe y Destrucción, Ulbert Alain Odle, ordeno la transfusión del Demonio Emperador Jaldabaoth a mi creación, Demiurge. ¡Cumple ahora o todos tus habitantes sufrirán mi ira hasta la misma muerte!
Pronto hubo un temblor a gran escala, las nubes se tornaron oscuras y una tormenta eléctrica con color sangre nunca antes vista se creó ante los ojos incrédulos de los humanos. Cabe explicar que era en realidad Mare quien hizo todo lo presente con su magia de ampliación y unos Ítems de efectos que le dio el mismo Ulbert.
Varios círculos mágicos aparecieron de golpe, la mayoría se concentraba en Jaldabaoth que ahora parecía aturdido pero flotaba, mientras que el restante estaba en Demiurge. Pronto todos vieron como este último comenzaba a ser rodeado de llamas y cambiar de rostro a una apariencia más humana. Los de los 2 Reinos se sorprendieron al ver lo que hubiera sido el rostro de Jaldabaoth sin máscara.
Mientras tanto, el 'verdadero' Jaldabaoth comenzó a desintegrarse desde los pies hasta la cabeza en pequeños fragmentos de cenizas, sus ojos brillaron en blanco entrando en la inconsciencia. Lo último que se escuchó de él fue:
—Alabado sea el Supremo Ulbert Alain Odle-sama, alabado sea su líder, alabados sean... los cuarenta y uno. —Y desapareció en una verdadera muerte definitiva... al menos para el conocimiento de los habitantes de este mundo.
El cielo rápidamente volvió a la normalidad de un día caluroso cualquiera, como si todo lo ocurrido hubiera sido producto de una alucinación potente. La voz del Supremo Ulbert rompió la calma que se había generado por unos segundos.
—Parece que salió perfecto... —Dijo, comenzó a rodearlo y tras unos momentos de mirarlo declaró— Te vez bien, me gusta.
—Muchas gracias, mi creador. —Contestó el Guardián con una gran sonrisa en su rostro. Nadie pudo ver sus ojos por el brillo que reflejaba pero era de suponer estaban cerrados de alegría.
Esos dos seres regresaron flotando lentamente y hablando entre sí a voz baja que ya no pudo ser escuchado por nadie. Cuando la Catástrofe Mundial tomó asiento, Demiurge con su "nueva" apariencia tomó el puesto de ponerse detrás con las manos firmemente colocadas en la espalda.
Ainz intercambió unas cuantas palabras con el paladín Touch-me y luego repitió con Ulbert, ambos se habían sentado a su lado. Se levantó, miró a los gobernantes y habló mientras comenzaba a volar hacia ellos. La sombra que siempre estuvo detrás de él comenzó a seguirlo pero nadie pudo identificarlo.
Jircniv pensó: "Si el que está atrás del Supremo Ulbert es su hijo, y esos son los llamados Guardianes que fueron creados por algunos de los cuarenta y uno... ¿Eso significa que tal vez están posicionados detrás de sus creadores, sus padres? Entonces el que está detrás de Ainz es... ¿su creación? Pero, ¿qué es? Ni siquiera parece tener una anatomía, es como un fantasma negro... No, parece que Los otros Supremos también tienen este tipo de ser detrás de ellos, ¿quizás sean guardias?"
—Esto ha sido todo, realmente no esperaba que sucediera tan rápido y directo. —Comenzó Ainz. Su vuelo tranquilo lo condujo rápido hasta unos metros de distancia. Su equipo principal de categoría Divina resplandecía por el choque directo al sol, dándole una apariencia sagrada, por mi y contradictorio que suene. Neia se deleitaba en silencio por tener a tal Dios en físico frente a ella.
Remedios apretó su mandíbula de impotencia. Ver la destrucción completa de Jaldabaoth no calmó mucho su corazón dañado. Pero al menos su ira y rabia disminuyeron lo suficiente como para poner verdadera atención al no-muerto.
—Ya que el tiempo transcurrido no supera los veinte minutos, quiero invitar a todos los presentes sin excepción a una cena organizada en el Palacio... no, en mi hogar. —Se corrigió rápidamente pero al oído de todos no parecía un error sino un cambio estratégico de palabras que sincronizaron rítmica y elegantemente para una mejora en la oración— Tómenlo como un extra de este corto espectáculo. Estaré muy complacido si deciden asistir, incluso puedo darles una alojamiento esta noche.
Los tres gobernantes estaban abriendo la boca para responder pero fueron rápidamente interrumpidos por un Supremo que venía volando al rápido. Era robusto y verde, su cuerpo compuesto por enredaderas, troncos y hojas fue muy distintivo de los otros seres; Neia, que estudió y aprendió sobre cada Supremo de la tableta que Ainz le dio, pudo identificar al que ahora llegó.
—Ainz, disculpa la interrupción pero recibí un [Mensaje] por parte de la Reina Draudillon. Son los semi-humanos bestias, han iniciado un contraataque y ahora mismo están dirigiéndose a la Capital.
—Entiendo —Su amigo Punitto Moe parecía un poco preocupado así que le puso total atención a las respuesta— ¿Cantidad y tiempo aproximado?
—Están bordeando los trescientos mil; diez a quince minutos, lograron escabullirse por todo el Reino y los guardias de la fortaleza los vieron demasiado tarde. Iré personalmente pero necesito que un guerrero me acompañe. Sabes que mi poder se basa en la estrategia aunque tenga ataques de área.
—Lo sé. Y recordando lo que dijiste aquella vez, son muy rencorosos a pesar de ver la gran diferencia de poder entre nosotros. —Ainz miró a sus otros compañeros y tomó una decisión— ¡Touch-me!
El paladín se levantó, avanzó rápido y saltó de la arquitectura, la figura negra que estaba como su guardia se integró en su sombra de inmediato. Una predicción de esta acción sería que Touch-me cayera sin ceremonias hasta la arena porque no tenía magia, obviamente sin golpearse pero a una gran altura de distancia para conversar. Sin embargo, él voló dos segundos después de que saltó. La razón de esta fue Ulbert quien tenía una mano señalándolo y una mirada esquivada, los otros Supremos lo vieron con una sonrisa ladina.
—Por mucho que me encante verte humillado, caído, atrapado, avergonzado y hasta herido, no quiero que Ainz-san se incomode con hablarte desde su lugar alto. —Declaró el Desastre Mundial mirándolo fijamente a los ojos acompañado de su habitual sonrisa depredadora.
—No pedí ayuda de tu maquiavélica y oscura magia pero lamentablemente estoy de acuerdo en lo último contigo. —Respondió el Campeón del Mundo sosteniendo la mirada sin dejar de avanzar hasta Ainz.
Aunque ninguno de los habitantes se dio cuenta, Ulbert y Touch-me estaban sonriéndose como cómplices de un crimen. Tener estas pequeñas confrontaciones sin llegar a sobrepasarse era esencial para el Gremio al igual que las bromas infantiles de LuciFer y las discusiones entre los hermanos Peroroncino y Bukubukuchagama.
—¿Cuál es tu orden Ainz?—Preguntó serio aunque era una broma que solo entre ellos se supo entender
—No es una orden pero quisiera que acompañes y ayudes a Punitto Moe con los hombres bestias.
—Correcto... Solo... quiero que recuerden mi personalidad y sentido de justicia, tal vez mis acciones en general no sean del todo de su agrado pero...
—Es por eso que te llamé Touch-san, sé lo que harás y estoy de acuerdo; si encuentras semi-humanos que creas necesiten otra oportunidad para reformarse o den un aporte directo a Nazarick puedes curarlos y hasta revivirlos utilizando los pergaminos especiales de resurrección perfecta, para luego traerlos y darles la charla.
Hubo un jadeo demasiado sonoro y los Supremos miraron en dirección del causante. Remedio los miraba con ojos esperanzados, las lágrimas luchaban con salir y desbordarse pero primero tenía que saber antes de tener falsas esperanzas.
—Señor... Supremo Touch-me-sama...—Avanzó unos pasos hasta el borde y cayó de rodillas hasta golpear la cabeza con el suelo en un signo de máximo respeto; Neia y los otros dos seguidores la miraron sorprendidos, nunca creyeron ver a Remedios inclinarse con fervor y sinceridad a otro ser que no sea Calca, ni siquiera lo hizo para la coronación de Caspond— Por favor, por favor resucite a la reina Calca... por favor. Haré lo que quiera, cualquier cosa pero por favor, traiga de regreso a mi Reina.
El paladín de plata pura la miró en silencio por un largo momento y Remedios se dijo a sí misma que no se movería de su posición hasta que reciba una respuesta. Ainz y Punitto Moe callaron en espera, cada uno especulando sobre lo que su amigo amante de la justicia, caballerosidad y buena voluntad diría.
—¿Quién se supone que eres tú?—Preguntó, su voz fría y sin tacto confundió a sus amigos pero ninguno se movió o cuestionó su actitud— Has interrumpido a mi líder ¿y pides que resucite a alguien sin primero brindarme información personal e ideológica de la persona en cuestión?
—Lo lamento muchísimo pero... la Reina, la antigua Reina era una persona amable que se preocupaba por sus ciudadanos, priorizó su seguridad y buena alimentación en sus años de reinado. Ella junto a mi hermana Kelart murieron en la lucha contra Jaldabaoth, yo intenté con toda mi fuerza y voluntad en protegerla pero... él... él me ignoró y venció por completo; luego la destrozó cuando la utilizó como un mazo, un arma para acabar con el resto de paladines que y magos que estaba en el lugar.
—... Ya veo.—Touch-me se quedó pensativo. Anteriormente Momonga los había puesto al día de todo lo que sucedió antes de que llegaran; fue una noche entera que se desvelaron para estar al tanto del nuevo mundo. Resumir dos años no era para nada fácil y eso todos lo entendieron, por lo tanto se centraron más en lo último ocurrido.
Momonga les explicó del gran lio en el que se metió; los Guardianes, especialmente Demiurge, dieron con la idea equivocada de que tenía una visión tan amplia que albergaba 10 mil años de planificación detallada. Un gran estruendo de risa inundó la habitación privada del GuildMaster luego de tal confesión, fue un buen recuerdo pero no era tiempo para eso.
El Reino Santo había sido atacado porque así lo dictaba el gran "plan", Demiurge fue el encargado y la co-estrella principal de tal acto despiadado en el que incluso Ainz se asustó cuando vio los experimentos que hizo con los humanos y semi-humanos vivos. El que haya contado sobre los últimos momentos de vida de la Reina se debía a que no lo sabía o no quería decirles... Touch-me (y la mayoría de los otros compañeros) apostaba su objeto más apreciado a que era la primera opción y por lo tanto no se molestó con él pero sí se disgustó con el Guardian del Séptimo Piso.
—Aunque me gustaría ayudarte de manera inmediata siguiendo la naturaleza de mi ser, temo que no pudo darte una respuesta hasta discutirlo con el resto de mis camaradas los Supremos.—Notando que iría a protestar gracias a que levantó la cabeza como un resorte, Touch-me levantó la mano y la silenció— Estamos hablando de una antigua Reina, podría haber diversos conflictos políticos... Si tanto quieres una posibilidad de resurrección entonces espera paciente nuestra respuesta, tenemos una misión importante que cumplir en estos momentos.
Remedios cerró los ojos y agachó de nuevo la cabeza. Su voz salió demasiada baja pero no pasó desapercibido por nadie cercano.
—Muchas gracias.—Se levantó y retrocedió para colocarse de nuevo en su antiguo lugar. Ignoró todas las miradas y se concentró en el paladín de plata que portaba una capa roja que colgaba desde su hombro izquierdo. Una nueva perspectiva nacía ante sus cansados y rojos ojos.
Ainz carraspeó para aligerar el ambiente y llamar la atención, lo logró.
—No pierdan más tiempo que es valioso. Vayan ahora y envíen un mensaje cuando terminen. Tengan cuidado con ya saben que.
Les abrió una puerta y ambos Supremos desaparecieron despidiéndose con un movimiento casual de mano. A las espaldas de Ainz (porque se había girado para conversar y despedirse, obviamente) los humanos procesaron la información de lo que acababa de suceder. No era el temible no-muerto que hizo una masacre en esta misma planicie, no era el tirano que creyeron pensar cuando gobernó las primeras semanas en su Reino Hechicero, no era un ser lleno de codicia cuando quiso controlar las sirvientas de Jaldabaoth para tener más poder, tampoco era un ser sin corazón metafórico porque demostraba todo lo contrario.
Lo que los humanos vieron fue un amigo preocupándose por otro y respetando la decisión que tomaría incluso si todavía no había dicho nada. No hubo nada de aterrador en eso, ni Jircniv tuvo la fuerza mental para negarlo y acusar que todo era parte de un plan de manipulación. Al parecer, el Emperador Sangriento dio por fin el paso para dejar de conspirar contra el Emperador no-muerto Ainz Ooal Gown.
