La habitación mantenía un aire frío pero sin llegar a obligar abrigarse, después de todo, el ejercicio de limpieza que hacían al ingresar los mantenía en constante movimiento para calentar el cuerpo. Terminaron luego de varios minutos.

—Hoy, agradecemos a los dioses que los seres humanos como nosotros sigamos vivos.

Luego de que el Cardenal de la Tierra dijera esas palabras, sus compañeros cardenales las repitieron después de él con igual devoción y sinceridad.

—Por lo tanto ofrecemos nuestra gratitud.

Sus ropas estaban polvorientas pero fueron fácilmente limpiadas con un hechizo y pronto tomaron sus asientos correspondientes para comenzar con la reunión de emergencia.

—Entonces, daré el inicio. —Comenzó el Cardenal Raymond tomando el mando del Póntife Máximo que no estaba presente— Tenemos varios temas importantes pero nos concentraremos desde lo más bajo hasta lo más alto.

—¿No esperaremos a los demás? —Preguntó Ginedine, el Cardenal del Agua y el más viejo de todos— Si es importante creo que todos debemos de saber esto.

—No hay de qué preocuparse, también les he dado la llamada pero parece que se encuentran un poco lejos o con asuntos pendientes de igual magnitud. Me quedaré aquí en espera para informarles también. ¿Objeción?

Ninguna —Respondieron instantáneamente.

Raymond abrió su carpeta y sacó de ellas cinco más para luego dárselas a sus compañeros. Mientras ellos lo abrían y leían a sus ritmos, él comenzó.

—El informe que he recibido de la avanzada en el Lago Creciente han dado buenas noticias y es que han podido contraatacar con efectividad para recuperar el área que estábamos perdiendo. Ustedes mismos pueden ver los números de bajas que hemos tenido a comparación a la anterior confrontación.

¡Ohh! —Exclamaron algunos y otros siguieron leyendo los datos pero sin dejarse llevar por el buen resultado.

—Raymond, si estas noticias son de menor importancia, por así decirlo... el tema principal es algo muy grave. ¿Correcto?

Con esa pregunta los otros cardenales borraron la ligera sonrisa en sus rostros para volverse preocupados ante la falta de negación en su compañero cardenal. Dominic suspiró agotado de que sus palabras hayan dado en el clavo.

—Avanzaremos más rápido.—Prosiguió Raymond— Lo siguiente es la relación que tenemos como nación con el Consejo Argland. Y es que, al parecer, ellos están cerrando sus fronteras. Todavía no se sabe el porqué pero se puede especular que es para formar un ejército ya sea de defensa o ataque. Todos los espías que estaban allí han dejado de comunicarse por seguridad.

Miraron la hoja siguiente y ahí estaba el último reporte que hizo el grupo principal en Argland. Al menos, pensaron aliviados, los Lores Dragones no se habían reunido por completo. Si hubiera pasado eso significaría que están tramando algo grande y peligroso.

No dándoles oportunidad para absorber bien la información a detalle, Raymond continuó hablando esta vez en oraciones directas.

—El Reino de Re-Estize perdió la batalla con el Reino Hechicero. No hubo muertes innecesarias pero al igual que al Imperio Baharuth, se volvió un estado vasallo.

—¡¿Qué?! —Exclamó Ivon, el Cardenal de la Luz.

—¿Cómo? —Berenice, la única mujer en el grupo y Cardenal del Fuego estaba atónita— ¿Cuándo pasó eso?

—Hace tres a cuatro días. Esta información junto a otras llegaron hoy mismo hace una hora. Como sabrán, la red de seguridad y anti-espías que cubre el Reino Hechicero es de muy alto nivel, a nuestros infiltrados les toma tiempo evadirlos.

No-muertos de gran nivel catalogados en legendarios era un gran muro que cualquier aventurero, o mejor dicho, miembros normales de la escritura negra no podían sobrepasar con facilidad si se ven rodeados en grandes números ; y si el hechizo de teletrasportación está bloqueado, no habría forma alguna de que salieran vivos.

El hecho de que los infiltrados hayan podido volver era un gran logro del cual se enorgullecía la Teocracia Slane en secreto.

—¿Llegaron todos con buena salud?—Preguntó Maximilian, el Cardenal de la Oscuridad. Sus palabras tenían triple significado, del cual Raymond entendió y asintió.

—Lo hicieron. Lo siguiente, es que una armadura plateada luchó contra el Rey Hechicero Ainz Ooal Gown y el héroe oscuro Momon. Estos dos últimos salieron victoriosos, entre comillas, porque el de la armadura plateada se retiró.

—¿Podría ser Riku Agneía, uno de los trece héroes de antaño?*

(En el Volumen 14 Rigrit dice que se necesitaría una gran inteligencia para unir los puntos de que Riku es Tsaindorcus Vaision; por lo tanto se puede decir que casi nadie sabe sobre esa información*)

—Es lo más probable. Sin embargo, si Momon luchó junto al no-muerto contra él, eso significa que podría haber hecho un pacto de momento o estar siendo controlado con magia desconocida.—Propuso Ginedine— Todavía no hemos tomado una decisión con él y creo es hora, no podemos permitirnos perder más tiempo.

—Estoy de acuerdo pero por favor, necesitan escuchar todo primero.—Raymond mantenía un rostro neutro y sus compañeros concordaron no volver a interrumpir.

Hubo un suspiro largo y bajo, Raymond miró los documentos que tenía en mano y leyó con pesadez, como si fuera una sentencia para todos y toda la humanidad.

—Concordando con aquél día que aparecieron cuatro seres aquí en la Capital, el último informe indica que han llegado nuevos seres capaces de destruir el mundo que conocemos. Estos han exclamado y afirmado venir con el único propósito de reunirse con su líder que es un no-muerto... Para terminar, se confirmó que a quien buscaban era el Rey Hechicero.

Cada cardenal tuvo una reacción diferente pero todos desprendían el mismo aura de perdición. Raymond los miró comprensivo, trató de sonreírles como siempre lo hacía pero no encontró la fuerza suficiente.

—Se contabilizaron veintiséis, cada uno de diferente raza... Ainz Ooal Gown hizo una proclamación y los nombró Reyes mientas que él subía al puesto de Emperador.

Es un castigo de los dioses —Dijo Berenice en susurros— ¿pero por qué?

—Un movimiento con Momon será imposible ahora.—Comentó Ivon

—¿Qué podemos hacer? —Prosiguió Dominic— ¿Esperar a que nos ataquen?

—Tranquilos, no todo es tan malo como parece.—Calmó Raymond— Esos cuatros que aparecieron y mataron a toda la escritura Agua Clara, parecen llevarse por sus propios razonamientos y sentimientos. El demonio que parecía un balfolk y el paladín humanoide con capa roja no se llevaban para nada bien. Podemos usar eso a nuestro favor.

Un nuevo rayo de esperanza pareció iluminar la habitación. Los cardenales en conjunto miraron expectantes a su compañero mientras Maximilian prácticamente rezaba plegarías a los seis dioses en su mente a la par que preguntaba.

—¿Crees que podría pasar lo mismo como con los Reyes de la Codicia?

—Exacto.—Fue la corta respuesta.

Dominic se emocionó y con toda esa adrenalina trazó una apresurada pero lógica estrategia.

—Si logramos crear una brecha, un malentendido entre esos dos, fácilmente se fragmentaría ese grupo en dos a tres partes; todos podrían terminar matándose sin que las escrituras o los semi-dioses intervinieran.

—Suena excelente.—Apoyó Ivon— Todavía tenemos otros deberes importantes que hacer pero podemos ir creando métodos para acelerar la caída de estos invasores. Raymond, me adelantaré y haré algunos preparativos en mi posada a la par que termino de leer el informe. Si me disculpan, me iré.

Por poco y los otros Cardenales no logran despedirse. Otros se levantaron y siguieron el ejemplo. El último en irse debía de ser Ginedine, pero este se quedó cuando notó que Raymond no dijo nada.

—¿Qué sucede? ¿en qué estás pensando?

—... Me temo que si el plan de dividirlos no funciona y arremeten contra la Teocracia, podría ser el fin de la humanidad. En ese caso, Ginedine... creo debemos de aliarnos con todos aquellos que podamos, sin importar su raza.

—Es porque son mucho más que las antiguas llegadas, ¿correcto?

—Sí... Quizás debamos de utilizar todos los objetos dejados por los Dioses si llega el momento.

—Ya lo veremos, propón esta sugerencia a los otros y luego contáctame. Yo estoy de acuerdo contigo y si es necesario convenceré a los demás de apoyarnos.

—Gracias.—Despidió mas tranquilo— Que los dioses te acompañen.

—Y que su luz nos proteja de todo mal.—Completó el Cardenal del Agua, mientras se retiraba de aquél sagrado lugar.

Raymond estaba preocupado, realmente preocupado. Todos los eventos que pasaron tan rápidos fueron como un hechizo de explosión que se iba cagando con el pasar del tiempo. Temía que en cualquier momento aquella detonación golpeara crítico a la Teocracia.