Con la llegada de miles de semi-humanos se necesitó una supervisión amplia y efectiva. Las bestias de Aura, las invocaciones de Ainz y los mercenarios convocados en Nazarick fueron requeridas al instante en que Ainz despidió al Hanzo en las Planicies Katze.

Ejerciendo sus nueva posiciones y a la vez ayudando al quitar un peso de encima a su líder, Nearata y Nuuboo se ofrecieron voluntarios para encargarse de todo. El nuevo distrito para semi-humanos era grande pero estaba destinada a los primeros residentes, no a los de ahora que además todavía debían adecuarse a las normas y leyes.

Utilizando la ayuda de Mare, Bellriver, Genjiro y Blue Planet, rápidamente se creó una extensión de territorio plano y desolado de árboles. Se armaron carpas de diferentes tamaños, una laguna artificial y centros de espacio para que en un futuro sean plazas.

Moviéndose rápidos y determinados, lograron armar un buen número de tiendas a tiempo para los primeros doscientos semi-humanos.

Ninguno bajó la velocidad de movimiento, todo lo contrario, ahora corrían como si estuvieran escapando de la ira de Ulbert Alain Odle-sama o Ainz Ooal Gown-sama; todo porque la nueva noticia indicaba que Touch-me-sama estaba conquistando un gran número de semi-humanos que rondaban los cincuenta mil. Y que los trasladaría en máximo unos veinte o treinta minutos.

Con ese tiempo establecido parecía una locura cumplir la orden de crear viviendas, pero no era imposible, especialmente no para los seres de Nazarick. Ellos aunque sean meras invocaciones, mercenarios, o NPCs de bajos niveles, harían lo que les fuera impuesto con tal de complacer a sus amos, a los Supremos, que en su misericordia absoluta regresaron a gobernarlos.

Por lo tanto, cuando se cumplió el tiempo aproximado, la cantidad de carpas armadas en todo el terreno libre era superior al esperado original gracias a la ayuda extra de algunos semi-humanos. No solo eso, sino que incluso tuvieron el tiempo suficiente para colocar fogatas, piletas de agua, barricadas en los límites y caminos libres de escombros o huecos.

Los esperados cincuenta mil semi-humanos llegaron pero como ahora formaban parte del Imperio Hechicero debían de ser contabilizados para tener un registro activo. En total, fueron cincuenta y tres mil doscientos siete; todos quedaron con carpas compartidas que por el momento se podían llamar sus nuevos hogares.

El portal por el que cruzaron fue supervisado por Nearata, quien al ver que ya no cruzaba nadie más supuso que se cerraría. Sin embargo, cuando empezó a cuestionarse, un último semi-humano acompañado de un Hanzo cruzó con una sonrisa tranquila en su rostro.

—Bueno... uno más a la lista. —Anotó Nearata en el cuadernillo con muchos palitos agrupados en cien. Luego se dirigió al Hanzo que al verlo ya se estaba inclinando en un saludo profundo— ¿Vienes de parte de Touch-me?

—Sí, el Supremo me indicó acompañar a este individuo y explicar su nueva posición; además, me comunicó decir que ahora mismo tanto el Supremo Touch-me-sama y el Supremo Punitto Moe-sama se han dividido para adelantar la conquista total de los Semi-humanos.

—¿Oh? —Giro para ver a detalle al semi-humano. Su cuerpo a excepción del rostro estaba cubierto de muchas telas; era alto como el mismo Hanzo, a pesar de estar un poco encogido. Las dos únicas diferencias que notó del resto de semi-humanos era su edad y raza.

Sintiendo la para nada discreta y evaluadora mirada de Nearata, Uko dejó de mirar su alrededor. Miró al ser delante de él con curiosidad pero no tardó en inclinarse con respeto porque de seguro era alguien importante por la forma que se comportó su guardián asignado.

—Soy el General Uko, de raza minotauro. Los Reyes Punitto Moe-sama y Touch-me-sama perdonaron mi vida por algunos datos personales y la información que poseo; la cual, por supuesto, estoy dispuesto a compartir con los Reyes y el Emperador.

—¿Información? Ya veo. —Abrió su inventario y guardó su libreta. Con un gesto despidió al Hanzo que en silencio se inclinó y desapareció por el portal sin rechistar— Soy Nearata, uno de los, por el momento, veintiséis Reyes. Acompáñame, iremos al Palacio para que veas a Ainz, estoy seguro de que alegrarás su día.

—Sí, con mucho gusto estaré detrás de usted.

Una ceja que no era visible o al menos no parecía una ceja aunque lo vieras se levantó en confusión en el rostro de Nearata. Inclinó un poco la cabeza y preguntó.

—¿Por qué razón estarías caminando atrás mío?

Ahora era el turno del General estar confundido. Imitó la acción de inclinar la cabeza y respondió en otra pregunta pero sin sobrepasarse o faltar a su autoridad.

—Discúlpeme, ¿en este que es su Imperio y el de sus camaradas no es esa la etiqueta cuando sigues a una persona de alto estatus?

—Si te soy sincero, no estoy seguro. —Contestó con honestidad mientras la diversión cruzaba sus ojos— Hemos llegado hace tan solo un poco más de una semana y llevamos días siendo Reyes. Pero, no se preocupe, no me incomoda que camine a mi lado; además, estoy seguro que tanto mis compañeros como mi líder estarían de acuerdo con esto.

—Entiendo. —Ahora con seguridad ocupó el lado izquierda de Nearata y comenzaron su caminata mientras pasaban por muchos semi-humanos, bestias y no-muertos— Si no es molestia, Rey Nearata, me gustaría saber con quiénes vamos a reunirnos exactamente.

—Naturalmente solo con Ainz, el Emperador. —Contestó honesto— No tan posiblemente la Primer Ministro, Albedo, porque está en otro lugar cumpliendo sus funciones, pero puede que algunos de mis otros compañeros Reyes estén de pasada o sean llamados si son necesarios para con sus opiniones o difusión de su presencia.

Uko asintió firme. Sus pensamientos y recuerdos apreciados revolotearon su mente y lo mantuvieron entretenido mientras se deleitaba con todo el paisaje que veía. Este era el inicio de una nueva época para los semi-humanos que atacaban el Reino Dracónico, esperaba con todo el alma y los años que le quedaban vivir lo suficiente para poder ver su civilización establecida, aceptada y respetada.

—Nearata-san, ¿has terminado tu parte tan pronto? —Comentó como saludo un ser de raza desconocida para el General. A sus ojos no tenía tanta pinta de ser un semi-humano o demi-humano, por lo tanto lo tachó como heteromorfo, y uno muy importante— ¿Quién es tu acompañante?

La naturaleza de su relación amistosa con el Rey Nearata era más que evidente. La posibilidad de que sea otro Rey era mayor al noventa por ciento; enderezó un poco la espalda y sonrió levemente y con seguridad mientras Nearata contestaba en un tono amistoso.

—Nuuboo-san, déjame presentarte a Uko, General semi-humano minotauro que junto a otros tres comandó y supervisó este gran grupo de semi-humanos que acaban de llegar.

El heteromorfo de dos metros lo miró de pezuñas a cuernos, no lo hizo con mala intención, simplemente parecía estar revisándolo a detalle, profundo, hasta el alma y sus pensamientos. Lo cual era casi cierto.

Nuuboo fue denominado, clasificado, nombrado y titulado como los ojos del Gremio Ainz Ooal Gown; nadie, nada y ni un detalle por más pequeño que fuese se le podría escapar. Por supuesto, Peroroncino no se quedaba atrás, su título como el mejor arquero del Gremio lo mantenía rozando con ser el segundo par de ojos de Ainz Ooal Gown.

—Que solo estés tú presente me indica que los otros lamentablemente no aceptaron la propuesta. Suerte tienen estos semi-humanos de tener a alguien razonable para poder seguir viviendo. —Saludó Nuuboo jovial sin llegar a sonar burlón— Gusto en conocerte Uko. Mi nombre es Nuuboo, Ser Supremo de la adivinación, la vigilancia, la detección y la observación. En otras palabras, soy como los ojos de todos mis compañeros. Y que al igual que Nearata soy uno de los nuevos Reyes.

Con toda la experiencia que adquirió a lo largo de su vida ya había estado sospechando, imaginando y hasta predicho la posición de este individuo. Además, parecía buena persona, alguien amable y amistoso, pero también alguien leal y protector fiero que no dudaría de su familia y amigos cuando le digan que pongan su vida. Con todo esto, solo reforzaba su decisión de someterse.

—Es un honor conocerlo a tan pocas horas de unirnos al Imperio Hechicero.

—Y a nosotros nos alegra tenerlos. —Finalizó Nuuboo y luego se dirigió a Nearata— ¿Entonces?

—Vamos con Ainz-san para hablar, si gustas cuando termines puedes ir a acompañarnos. No te preocupes, luego haremos una junta interna para que ninguno quede sin saber.

Nearata asintió complacido mientras levantó una mano para despedirse casualmente.

—Todavía tengo mucho que hacer, faltan miles de semi-humanos en las próximas entregas de Touch-san y Punitto Moe-san. Te veré más tarde. Manda un saludo al líder de mi parte.

—Lo haré.

Volvieron a caminar y esta vez sin interrupciones. Cruzaron la gran primera muralla y Uko se deleitó con ver a los humanos y algunas especies conviviendo sin engaños u oscuras intenciones.

Por supuesto, la mayoría eran humanos. Preguntó al Rey Nuuboo la razón y entendió tras una corta explicación clara. Al cruzar la segunda muralla se vio un cambio... de estatus. Las casa ya no eran tan simples o pequeñas.

Era como estar en una zona perteneciente a la nobleza aunque todavía se veía humanos y semi-humanos humildes caminado sin pena alguna. De este lugar obtuvo la explicación de que hubo una reforma en los habitantes; la nobleza no era necesaria, por lo tanto no fue necesaria su presencia y fueron "recomendados" a bajarse de sus lujos para vivir en conjunto con otros ciudadanos normales. Y esa muralla pasó a ser una barrera de falsa defensa y ya no de división en terreno.

La tercera y última muralla de la capital del Imperio Hechicero fue la única que mantuvo su propósito. Mantener separado la ciudadanía y la Realeza; en palabras de Nazarick, para alejar a la gentuza de la gloriosa vista de los Seres Supremos.

Comparando las tres murallas, todas parecían tener el mismo nivel de altura, anchura, el material principal que eran piedras, la arquitectura y la efectividad ante un ataque. Sin embargo, quizás lo único diferente eran los guardias que estaban estacionados en las entradas para recibirlos.

Tanto en la primera como en la segunda muralla, los soldados humanos conformaron un setenta por ciento y el resto eran entre no-muertos y semi-humanos. En la tercera muralla solo eran visibles no-muertos; no conocía sus razas pero de una cosa Uko estaba seguro: una docena conformada por variantes de todos ellos eran más que suficiente para aniquilar con facilidad los trescientos mil semi-humanos guerreros.

Y si él mismo tenía la desdicha, la mala suerte, la desgracia de luchar con dicha docena... no estaba muy seguro de poder derrotar a todos sin salir ileso. Una visión de su propio cuerpo cortado, mutilado y ensangrentado a punto de morir lo enfrentó con horror.

La voz profunda, desgastada y aterradora del no-muerto que estaba parado firmemente en la entrada sacó a Uko de sus pensamientos preocupantes para luego, inesperadamente, ocuparlo con pensamientos de curiosidad.

—Ser Supremo Nuuboo-sama, me complace profundamente aunque también me intriga verlo llegar por este camino. ¿Debo suponer de que se debe a su acompañante semi-humano?

La gentileza y respeto desbordaban de él, muy contradictoria a su aspecto tenebroso y sacado de pesadillas.

—Así es, Crypt Lord*. Tenemos una conversación con Ainz en estos instante.

(Señor de la cripta; monstruo comandante nivel 80*. Es canon, Volumen 14.)

—Oh, no los interrumpo mas, por favor sigan su camino. Tengan un buen día Nearata-sama, semi-humano.

—Gracias. —Respondieron ambos con un intervalo de segundos. Después, retornaron su caminar.

Ahora que ya estaban cerca del Palacio, Uko miró a los Guardias restantes. Como era de esperar, todos eran no-muertos; eso le generó dudas. ¿Acaso eran invocaciones de sirvientes nigromantes? ¿De dónde sacaron tantos muertos? ¿Los cadáveres usados eran de ciudadanos rebeldes o que se opusieron al Emperador y los Reyes? ¿Los esperaba un destino similar si faltaban la palabra o el respeto?

—Te noto pensativo Uko, más que al inicio de nuestra caminata. —Llamó Nearata y obtuvo la atención del semi-humano al instante— ¿Sucede algo?

—Una simple curiosidad Rey Nearata-sama. —Al obtener una respuesta silenciosa pero con una mirada de aprobación, preguntó— ¿De dónde provienen todos estos no-muertos? ¿Quién o quiénes fueron los encargados de crearlos o controlarlos?

—Ya veo. Pensé que era obvio o al menos mis compañeros Touch-san y Punitto Moe-san te lo explicaron.

"¿Obvio? ¿A qué se refiere?" Se interrogó Uko antes de contestar.

—Hm, no. Nadie me lo explicó y yo no pregunté...

Las puertas del Palacio se abrieron y pronto ingresaron. Los pasillos estaban vacíos pero a la lejanía se escuchaban pasos con tacones, eran de las mucamas.

—No tengas pena general, te lo diré con mucho gusto. —Sonaba amistoso y no enfadado, una buena señal para el anciano— El creador de todos los no-muertos estacionados en esta capital es el Emperador Ainz Ooal Gown, nuestro líder. Él es un nigromante del más alto orden, un Overlord.

"¡Un nigromante, por supuesto!" Exclamó en su mente, eso le resolvía varias incógnitas. No interrumpió y siguió escuchando mientras doblaban una esquina.

—No estoy tan seguro de dónde provienen los cadáveres pero he de suponer de la Masacre en las Planicies Katze y de otros lugares remotos. Sin embargo, te aseguro que ninguno de los que verás son antiguos ciudadanos... Solo los que han sido penados de muerte y sean culpables en sus delitos tal vez no se salvan de servir. No obstante, como te dije, no hay de qué preocuparse. Ainz es una persona comprensiva y muy justa, si no has cometido nada grave, nada te sucederá; es lo mismo para todos los ciudadanos.

Uko creyó. No había necesidad de sospechar o temer, lo peor ya había pasado y ahora estaban en el inicio de una nueva etapa. Con convicción asintió y regaló una ligera sonrisa a uno de sus muchos Reyes.

—Entiendo Rey Nearata-sama, confiaré plenamente en usted y sus palabras, al igual que en los demás Reyes y en el Emperador.

—Es bueno saberlo. —Fue respondido con un gesto similar— Porque hemos llegado.

Frente a ambos estaba una puerta doble de color marrón, era alta y ancha, perfecta para cualquier habitación dentro de un Palacio que no sea el Salón del Trono. Acercándose un par de pasos, Nearata tocó con unos suaves golpes en la madera, y una voz majestuosa desde el interior dio una orden simple y directa sin vacilación.

Adelante.

Sin perder un segundo, las dos puertas se abrieron lentas y sin sonido. La habitación, o mejor dicho oficina al otro lado era grande y espaciosa, lo suficiente para que más de una docena de persona entraran y caminaran sin problemas de golpearse unos con otros.

Un par de muebles elegantes descansaban en el centro de la habitación; al lateral izquierdo una amplia ventana abierta dejaba ingresar el fresco aire y luz natural, al lado derecho una pared con pocas decoraciones y diseños de adorno.

Lo especial, lo interesante y lo llamativo de todo no eran ninguna de esas descripciones, sino el ser que estaba sentado en el fondo con su escritorio personal. Era un no-muerto, uno que jamás había visto a pesar de las leves similitudes que poseía con un esqueleto humanoide.

Él los miraba atento, sus cuencas oculares vacías pero iluminadas con unas chispas de rojo sangre los estudió hasta lo más profundo de su alma. Si Uko tuviera que dar una descripción de lo que estaba sintiendo en ese mismo momento eran shock, anonadado, impactado, sorprendido.

Además, una sensación lo inundó de golpe, una de la cual no había sentido desde que estuvo junto a su padre y abuelo hace muchos, muchos años en su tierra natal, era incluso más opresora que en ese entonces. El de estar parado frente a un ser superior, un Dios... un Supremo.