Título: La Hoja del Gran Bosque Verde II: Interludio - Dulces Consecuencias

Autora: Annariel aka Annarielwen
Disclaimer:La mayoría de los personajes pertenece a Tolkien. Solo los presto por un rato.
Review son muy bienvenidos.
Advertencia: Slash ;)
Sumario: Reflexiones y resultados que dejó la visita de los elfos de Imladris y Lothlorien en los habitantes del Bosque Negro.

Secuela a "La Hoja del Gran Bosque Verde: El Dorado Príncipe"

Interludio - Dulces Consecuencias

47 de Coire del 2500

"¿Dragones?"

Un sonido seco se escuchó en la distancia.

"Sí. Hay rumores de que han sido vistos en I Ered Mithrin."

"¿En las Montañas Grises¿Al norte?"

Otro sonido seco pudo ser escuchado, está vez acompañado de un pequeño gruñido.

"Nael" Una voz con tono molesto dijo. "Deja de distraer a Mir. Sus tiros están cada vez más lejos del blanco."

"Eso es porque he practicado toda la mañana sin descanso, Las. Y no por culpa de los Dragones." Contestó Miredhel bajando lentamente el arco, y guardando la flecha que tenía en su mano para el siguiente tiro. "Estoy cansada."

"Sí, déjala descansar ya, Las." Agregó Annael desde su cómodo lugar en la hierba, sentado y bebiendo dulce néctar, mientras miraba el entrenamiento de su joven amiga con el arco.

Frunciendo el ceño, Legolas giró su mirada a Annael, más al volver los ojos hacia Miredhel y ver su agotada expresión cedió al fin. "Esta bien. Haznos lugar, Nael."

Con un brinco en sus pequeños pasos, Miredhel fue a sentarse al lado de Annael, mientras que el príncipe elfo, a un paso más moderado, llegó a colocarse al otro lado de su joven amiga.

"¿Y que tienen de malo los Dragones?" Dijo Miredhel, girando su oscura cabeza hacía Nael, mientras este le ofrecía un vaso con néctar frutado.

"Son criaturas astutas. Nuestros exploradores han escuchado que están afligiendo a los Enanos de las Colinas de Hierro."

"Nunca he visto un Enano, y tampoco un Dragón. Me gustaría ver ambos. ¿Qué tan lejos están las Montañas Grises?" Tomando un sorbo de su vaso, Miredhel dirigió esta vez la pregunta a Legolas.

"Muy al norte, donde la tierra es yerma, y no hay grandes árboles. No querrías ver un Dragón, Mir. Son malvados justo como Morgoth, quien los creó."

"Si los Dragones hablan, entonces se puede razonar con ellos, y Melkor no puede ser tan malo si fue creado por Eru Iluvatar. Yo pienso que es injustamente incomprendido."

Ambos elfos al lado de Miredhel la miraron con ojos grandemente abiertos por el asombro. "!Incomprendido!" Exclamaron al unísono.

"Claro. Tal vez nadie nunca le preguntó que era lo que él realmente quería."

"¿Qué libros has estado leyendo, Mir?" Preguntó Annael, sin salir aún de su asombro.

"Los que tu padre nos ha dado para nuestra instrucción."

"Ya veo."

La elfita lo miró como preguntando que era lo que veía, más Annael solo sacudió la cabeza.

"También pienso que los orcos no pueden ser tan malos, si antes fueron elfos."

Esta vez los dos jovencitos se erizaron al oír el comentario.

"Eso sí que no, Mir. Los orcos son maléficos y matan a nuestra gente." Dijo exasperado Legolas.

"Porque nuestra gente los mata, Las. Alguna vez antes de dispararles ¿Te has detenido a preguntarles porque es que actuaban así?"

Annael abrió la boca para responder, pero calló de súbito, mirando a Legolas por ayuda, después de todo los dos eran guerreros y habían matado varios orcos.

Al final, ambos susurraron una sola palabra. "No."

La elfita miró a ambos con triunfo brillando en sus oscuros ojos. "Ellos han sufrido mucho, tal vez sea tiempo de darles tregua."

"¿Te vas a volver una erudita, Mir?" Preguntó Annael con un toque de sarcasmo.

"No," respondió Miredhel, haciendo caso omiso del tono de su amigo. "Yo quiero ser una guerrera."

"Entonces vas a tener que matar orcos, y dragones, y hombres malos."

"Sí realmente lo merecen, así sea, pero no antes de razonar con ellos. Por eso he estado practicando con mi espada."

"¿Espada? . ¿Tu adar te dio una espada?" Preguntó en descreimiento Legolas

"Pero Sadorell ni siquiera te quiso dar un arco." Agregó no menos incrédulo Annael.

"No mi ada. Fue el Príncipe Tathrenlas."

Estrechando los ojos, Legolas miró a la elfita "¿Mi hermano? . ¿Por qué? Yo te iba a enseñar el uso de las cuchillas."

"Lo sé, Las." Miredhel miró implorantemente a su amigo. "Hará poco más de mes y medio, antes de tu Nautha Edinor, vi al príncipe practicando en el claro norte, y me detuve para observarlo. Después me preguntó si me gustaba la espada, y le dije que sí, y me enseñó algunos movimientos. Me buscó a los pocos días y me regaló una espada corta, que guardo junto al arco en el árbol que escogiste como cómplice, y de vez en cuando me enseña a manejarla junto con la daga de mi madre."

Legolas bufó en desdén, más los bellos ojos de Annael brillaron en emoción. "Yo te puedo enseñar, Mir. Mi arma favorita es la espada."

"Cuando el príncipe no pueda, entonces tú me enseñas, Nael." Dijo Miredhel, prácticamente rebotando en el lugar donde se sentaba.

"De acuerdo."

Ante el entusiasmo de sus amigos, el Dorado Príncipe no pudo evitar sonreír. Su noble corazón no le permitía estar molesto con sus amigos por mucho rato.

"Pero el príncipe ha estado raro últimamente. Hace tres días me estaba enseñando, más lo veía algo triste y distraído." Miredhel giró sus grandes ojos negros para observar a Legolas, su pequeña nariz arrugándose en confusión. "La espada cayó de mi mano varias veces por la fuerza de sus golpes, más no fue hasta que tropecé y caí al suelo que pareció despertar y oí su alegre risa de nuevo." Esta vez un profundo ceño se formó en su sosegada frente, la elfita mirando al suelo con estrechados ojos. "Con todo me dolió porque caí sentada sobre una pequeña piedra."

Annael y Legolas rieron ante el amotinado continente de su joven amiga, más compartieron una mirada sobre la pequeña cabeza oscura, que comunicaba que ambos elfos sabían bien a que se debía la extraña actitud del mayor de los príncipes. Legolas ya había notado el inusual comportamiento de su hermano, y al parecer el rey había tenido una conversación de padre a hijo con Tathrenlas.

"Ya se le pasará, Mir. Tú sabes que Tathren siempre ha sido extraño, tal vez esté así porque no le dieron su postre favorito, o alguna doncella o elfo rechazó sus avances." Dijo el joven príncipe para aligerar el humor, mirando a su amigo significativamente por ayuda.

"Claro, Mir. Sabes que nosotros no entendemos al príncipe y el tampoco nos entiende."

Los oscuros ojos se alzaron de su contemplación del suelo, Miredhel mirando a uno de sus amigos después al otro. "Ha estado así de raro desde que se fueron los visitantes de Lorien e Imladris. ¿Crees que uno de ellos fue quien lo rechazó?"

"Tal vez. O quizás extraña el miruvor que trajeron los del Valle Oculto." Añadió con una pequeña risita, más la elfito no rió; y Legolas se dio cuenta que su amiga era más perceptiva que lo que su joven edad demandaba.

Al fin, Miredhel sacudió su pequeña cabeza, grandes trenzas oscuras volando en el aire en todas direcciones, una de ellas chocando con la nariz de Annael que se encontraba inclinado hacia su joven amiga, más el joven elfo solo hizo una mueca de fastidio que pasó desapercibida por los otros dos.

Mostrando otra vez una sonrisa que alegraba los corazones de sus dos amigos, Miredhel, la pequeña oscura joya del Bosque Negro, rió al fin, su lírica voz sonando en el claro en el cual los tres elfitos se encontraban. "El miruvor es fuerte. Elladan me lo hizo probar en una ocasión, más creo que ha mi ada no le agrada Elladan. Le dije que invité a los gemelos de Imladris para mis rituales de Mayoría, y fue como si le hubiera dicho que el rey nos había exiliado de nuestro hogar."

Riendo, Legolas acarició con una fina mano los sedosos cabellos de su amiga, el color oscuro de estos siempre atrayéndolo y tentándolo."Sadorell es un padre sobre protector, Mir. Más tendrá que aceptarlo al igual que mi ada cuando tú alcances tu Mayoría dentro de doce años de aquí. Puedes pasarlo conmigo si quieres." Dijo con un tono sugestivo.

"O conmigo." Agregó Annael para no quedarse atrás.

"O con los dos."

Miredhel miró a ambos con juguetona sospecha brillando en sus grandes ojos. "¿Y que haría con los dos?" Antes de que alguno de ellos pudiera contestar, la elfita levantó una delgada mano para callarlos. "Sé que en la noche de mi mayoría llegaré a ser un adulto ante nuestra sociedad, más¿Porque pasar la noche con alguien¿Necesariamente todos toman un o una amante? Sé que se unen en amor, y es muy placentero, al menos eso me dijo Loriel. Tal vez cuando llegué el momento le diga a Loriel que pase conmigo esa noche, ya que ella a sido la única que me ha hablado un poco sobre eso." Mirando a sus amigos, esta vez con una chispa traviesa en sus ojos, Miredhel preguntó. "Pero ustedes no me han contado¿Con quien han pasado la noche de su mayoría?"

El Dorado Príncipe miró fijamente a su amiga, y luego suspiró en resignación. "La noche de mi Mayoría fue la primera vez para ambos, para Annael y para mí. La pasamos juntos, y también estuvo Glorfindel de Imladris que fue un maestro en nuestra iniciación."

"¿Glorfindel?" Dijo con sorpresa la elfita, mirando a Annael por confirmación, quien solo asintió con la cabeza. "Annael y Glorfindel, Las, esas son dos personas. ¿Esta eso permitido?"

"Todo está permitido, Mir. Mientras se haga como celebración de vida y placer y no en contra de la voluntad de otros." Esta vez fue Annael quien contestó.

Arrugando una vez más su límpida frente, la elfita contestó. "Entiendo... al menos eso creo." Miredhel pensó por un rato, sus ojos mostrando un poco de la confusión en su interior. "¿Eso significa que ambos se van a casar con Glorfindel y entre ustedes?" Preguntó al fin.

Annael y Legolas estallaron una vez más en alegre risa, mucho para la molestia de su joven amiga que no tomaba amablemente que hicieran diversión de su ingenuidad.

"No, Mir. Si me tuviese que casar con todos los que he tomado por amantes hasta ahora, tendría varios esposos y esposas." Dijo Legolas, aún riendo.

"Yo he sido más mesurado, no lo hago un deporte como nuestro joven príncipe aquí." Dijo Annael, tratando de difuminar la confusión de la niña. "Sólo existe un ser al que podremos llamar esposo o esposa, y cuando lo hallemos no habrá nadie más en nuestros corazones ni en nuestras camas. Más hasta entonces nuestros espíritus y cuerpos son libres de tomar placer y amor en otros voluntarios como nosotros. Hasta el día que nuestro elegido cruce nuestra senda."

"¿Fue así como sucedió con mi ada y mi nana?"

"Sí, Mir. Así también sucedió con mi ada y mi nana, y con el ada y la nana de Nael."

"Entiendo." Dijo la jovencita, con todo su expresión aún denotaba leve confusión. "Pero mi nana no está, ni tu nana tampoco, Las. Entonces¿Nuestros padres pueden tomar amantes?"

Esta vez fue Legolas quien frunció el ceño, más al ver los oscuros ojos de su amiga fijados en él, trató de aclarar sus pensamientos. "No lo sé, Mir. Algunos vuelven a tomar amantes, pero ya no es lo mismo porque ya han probado el amor en los brazos de su elegido, y ya no es lo mismo con otros. Al menos eso dicen." Girando sus azules ojos hacía los árboles más allá, el príncipe continuó. "Mi adar no ha tomado un amante desde mi nana, y no sé si tomará alguno algún día."

"Mi ada tampoco, Las." Colocando un abrazo alrededor de uno de los brazos de su amigo, Miredhel inclinó su oscura cabeza para apoyarla en el hombro de su amigo en apoyo.

Annael no dijo nada, más en su corazón daba gracias a los Valar porque ambos sus padres seguían con él en su hogar y su vida.

Algún tiempo pasó antes de que alguien hablara, y esta vez fue Annael, para cortar el sombrío humor que había descendido sobre ellos. "Falta poco más de una semana para Yestarë. El año nuevo se acerca y mi ada quiere hacer elfos de nieve antes de que la primavera llegue completamente sobre nosotros. Ethuil está tan cerca y no ha tenido todavía tiempo de hacer sus famosos esculturas. Piensa hacer una la noche de Mettare."

"¡Sí!" Exclamó Miredhel, levantándose de un salto, y poniéndose a brincar en la punta de sus pequeños pies. "¡Me encantan las esculturas de nieve de tu ada! Estaba resignada a que esté año no las haría."

"Tathrenlas y yo nos uniremos, así tendrá más ayuda para su trabajo." Levantándose, Legolas cogió el arco, y el carcaj que su joven amiga había dejado tirado, y se los entregó firmemente. "Ya hemos descansado mucho, Mir. Sí quieres ser una gran arquera, tienes que practicar seguido y constantemente."

Miredhel empezó a fruncir el ceño, más escuchando sabiduría en las palabras de su amigo, tomó con solidez su arma, y con un asentimiento de cabeza, fue a colocarse en posición, sacando una flecha para tirar su primer disparo.

Annael y Legolas la miraron con una afectuosa sonrisa en sus bellos rostros, y fueron a su lado para dar una que otra instrucción en el entrenamiento secreto de la elfita.

Sadorell ni enterado...

El Fin

- Continúa en: La Hoja del Gran Bosque Verde III - Amistad y Pasión: Años de tranquilidad donde Legolas Thranduilion, experimenta y explora los placeres de la vida, y profundiza amistades recién hechas con elfos fuera de su reino. También conoce al misterioso Mithrandir.

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Notas

47 de Coire – 19 de marzo

I Ered Mithrin – Las Montañas Grises

Miredhel tiene 38 años, esto equivale a 14 años humanos.

Adar –Padre

Ada – Papá

Nana – mamá

Ethuil – Sindarin para Tuilë, primavera.

Yestarë – Primer día del año, 27 de marzo

Mettare – Último día del año 28 de marzo