UN CLIENTE DESCARADO
Disclaimer: Esta historia no me pertenece es una adaptación para el fandom Miraculous las aventuras de ladybog espero que les guste.
Adaptación © FandomMLB.
Miraculous & ladybog © Thomas Astruc
Un cliente descarado © Whitney G.
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Advertencia:
Esta historia contiene un alto contenido de lenguaje sexual explicito, si eres sensible a este tipo de Lectura por favor cambia de historia.
CAPITULO 1
EL CLIENTE
ADRIEN
Ser un cliente perfecto era un arte: un delicado equilibrio entre obtener lo que necesitabas y asegurarte de que estabas «progresando» a puerta cerrada de la forma en la que necesitaba el equipo de marketing. O eso había oído.
Ese día finalizaba el plazo de dos meses que tenía de prueba mi experta en marketing, que me estaba mirando desde el otro lado del escritorio como si estuviera luchando para decir alguna palabra.
— ¿Tiene la garganta seca, Lila? —Señalé el vaso de agua que había entre nosotros—. ¿Por eso sigue mirando el agua?
—La sigo mirando porque espero que lo que voy a preguntarle no sea cierto. —Cogió el vaso y se bebió la mitad de un trago—. Un periodista de The New York Times me ha llamado a las tres de la mañana para informarme de que alguien con quien usted salía...
—Nunca he salido con nadie —le interrumpí.
—Vale. —Levantó las manos—. Alguien con quien follaba. ¿Mejor así?
—Mucho mejor.
—A lo que íbamos —continuó—: esa persona parece que va a hablar con un colega de dicho reportero para hacer una declaración sobre usted, el hombre que sigue negándose a hacer entrevistas con los medios.
—Dudo mucho que posea alguna información valiosa. —Me recliné en la silla—. Normalmente no hablo de mi vida personal con quien sea que esté follando.
—Vale, es bueno saberlo. —Su voz destilaba sarcasmo—. Pues la información que tiene esa persona es muy personal, y la está usando para que el público vea qué tipo de hombre es usted en realidad a puerta cerrada. Les ha proporcionado algunos de los mensajes que le ha enviado en el pasado. —Se puso las gafas y miró sus anotaciones—. Aquí están los cuatro mensajes más llamativos: uno, «Estoy deseando follarte la boca este fin de semana»; dos, « ¿Estás mojada ahora mismo?»; tres, «Me encanta la forma en la que te lo tragas»; cuatro, «Dime lo mojado que tienes el coño ahora mismo».
Sonreí.
— ¿Y cuál es el problema?
—El problema es que su empresa espera lanzar una iniciativa mundial a lo largo de los dos próximos años. No puede permitirse una mala prensa como esa, así que he hablado con el encargado de sus finanzas, que ha acordado pagar una suma importante para silenciar la historia.
—Entonces, y una vez más, ¿cuál es el problema?
—Que va a necesitar un nuevo experto en marketing. —Se puso de pie—. Yo renuncio en este mismo momento. Muchas gracias por haber contratado a mi empresa y hacer que me arriesgara de esta manera por usted.
—De nada. —Me puse de pie para estrecharle la mano. Había estado en esta posición demasiadas veces como para hacerle más preguntas o cuestionarme si podría haber hecho algo de manera diferente, o incluso preocuparme por su abrupta renuncia. En el momento en que saliera de mi despacho, tendría a otro experto en marketing entrando en el edificio para ocupar su lugar.
—Le deseo lo mejor, señor Agreste. De verdad —dijo—. Espero que encuentre la firma de marketing adecuada, una que esté mejor preparada para adaptarse a su negocio y a su enorme... —me miró la entrepierna y se sonrojó —ego.
—Lo haré. —Le solté la mano—. También le deseo la mejor suerte del mundo, Lila.
Todavía sonrojada, miró mis pantalones por última vez antes de salir de mi despacho. En el momento en el que las puertas se cerraron, cogí el teléfono y llamé a mi asistente personal y secretaria, Natalie.
— ¿Sí, señor Agreste? —respondió ella—. ¿Qué necesita?
—Necesito que me consiga una nueva firma de marketing. Lila ha renunciado.
—Qué raro...
— ¿Qué acaba de decir?
— ¡Nada! ¡Nada de nada! —Cambió el tono—. Revisaré sus requisitos y le conseguiré a alguien de inmediato.
(…..)
CUATRO MESES DESPUÉS...
Asunto: Un placer. Renuncia
Estimado señor Agreste:
Me encantaría decir que ha sido un «placer» trabajar para usted, pero sería mentira. Es, sin duda, el peor cliente que he tenido. Sinceramente, me parece muy triste que las mujeres de esta ciudad se acerquen a usted como moscas y actúen como si fuera alguna clase de dios. (No lo es). Y después del último escándalo (que desafortunadamente no he podido tapar en absoluto), dudo mucho que algún especialista en marketing de esta ciudad quiera trabajar para usted.
Abandono.
Zoé Lee
(…..)
DOS MESES DESPUÉS...
Asunto: Preaviso y última entrevista
Estimado señor Agreste:
Apreciamos la «experiencia» que ha supuesto durante los últimos meses trabajar con usted, pero, para ser francos: ya no podemos soportar más sus mierdas. La entrevista en vivo de Today Show del sábado por la mañana fue la gota que colmó el vaso. (¿Se hace una idea de cuánto tiempo le llevará al público americano olvidarse de que «follar» es su pasatiempo favorito? Una pista: no lo olvidará nunca).
Hemos terminado.
Jalil y Alix
Kubdel
(…..)
SEIS MESES DESPUÉS...
Asunto: RENUNCIO.
ESO. ES. TODO.
Caline Bustier
Avenue PR
No sabía si debía responder el correo electrónico de la última experta en marketing, pero estaba un poco preocupado por la vista de mi hermano, Félix, y me paseaba por el despacho como un loco. Eran momentos como este los que me hacían preguntarme cómo demonios podíamos llevar la misma sangre, cómo demonios se había convertido en mi tranquilo y sereno asesor financiero.
— ¿Te lo puedes creer, Adrien? —Parecía que no había dormido desde hacía días—. Otra vez ha presentado la renuncia tu última experta en marketing. Esta vez después de solo dos semanas. ¿Tienes una idea de lo que opinará el consejo cuando se entere?
No respondí; siempre acostumbraba a hacer cuatro o cinco preguntas seguidas antes de darme la oportunidad de responder a alguna de ellas.
—Eres el director de esta corporación inmobiliaria con un capital de más de mil millones de dólares —dijo las palabras como si no pudiera creérselas ni él mismo—. Eres multimillonario.
—Eso ha quedado más que implícito en la primera oración...
—A veces no te entiendo. —Me miró como si estuviera trastornado—. Tienes el mundo en tus manos, pero prefieres arriesgarlo todo por estúpidas mierdas que solo te acarrean opiniones negativas. Si te soy sincero, estoy empezando a preguntarme si te importa. Dime, ¿te levantas a primera hora de la mañana y lo primero que haces es pensar para tus adentros « ¿Cómo puedo hacer que mi imagen pública sea aún peor?»
—A primera hora de la mañana por lo general estoy pensando en follar. Normalmente no tengo ningún otro pensamiento en la cabeza.
Dejó de pasearse y me fulminó con la mirada.
—Han renunciado trece publicistas solo este año y treinta y seis en total en los cuatro últimos años. ¿Te haces una idea de lo que eso significa?
—Que no hay buenos expertos en marketing en la ciudad.
—Significa que, una vez más, tenemos que retrasar la iniciativa de ámbito mundial y también la salida a bolsa, porque no hay forma de que en Wall Street se tomen en serio algo que tenga que ver con nuestro brillante pero desquiciado director. Y también significa que...
Dejé de escuchar. Mi hermano reaccionaba a todo de forma exagerada, y la opinión que teníamos sobre la empresa no podía ser más diferente. Era cierto que en los últimos años mi personalidad pública había cobrado vida propia, pero la prensa multiplicaba por diez la realidad. Sí, había habido una época en la que me divertía como si no hubiera un mañana. Sí, en tiempos me tiraba a una mujer diferente cada semana casi todos los días durante un par de años. Y sí, tendía a decir lo que se me ocurría durante las entrevistas con la prensa, pero después de las dos décadas de trabajo ininterrumpido y del sudor que había invertido en hacer de esta empresa lo que era hoy, me merecía hacer lo que me saliera de las narices.
Y lo cierto era que, en realidad, no había tenido relaciones sexuales y no había salido con nadie desde hacía siete meses, cuando The New York Times decidió publicar un artículo con una versión falsa sobre un intercambio explosivo de mensajes. (Eso, y que la junta me hizo firmar un acuerdo prometiendo que no tendría citas en público mientras mi imagen se recuperaba).
—No puedo conseguir que una sola empresa de relaciones públicas pase del saludo cuando les digo que llamo en representación tuya. —Asura seguía hablando—. Hasta ahora he hecho todo lo posible, rogando a la junta que no pidan que renuncies a tu propia empresa, pero no sé si puedo hacer mucho más.
— ¿Qué? —Ahora le estaba prestando toda mi atención—. ¿Qué has dicho sobre que renuncie...?
—Mira. —Suspiró—. Un solo escándalo más y pedirán tu dimisión como director. Aún tendrías opciones por las acciones, pero enviarían un comunicado de prensa amigable para que pareciera que ha sido idea tuya, y la empresa técnicamente seguirá siendo tuya, pero...
—Pero ¿qué?
—Pero se está volviendo todo muy agotador. Te has vuelto bastante imposible de tratar, y lo digo como tu hermano, con mucho respeto por todo lo que has hecho por mí y la empresa.
—La empresa que yo he fundado.
—La misma empresa a la que tienes que rendir cuentas. —Se acercó a mi escritorio y dejó encima una hoja de papel—. Me las he arreglado para lograr que todos acepten no pedirte la renuncia, a menos que cometas alguna atrocidad más, como decir en directo en televisión que disfrutas follando.
—Estaba respondiendo la pregunta sinceramente.
—Por supuesto que sí. —Puso los ojos en blanco—. Esta es la lista de las firmas de relaciones públicas y marketing con buena reputación en la ciudad que todavía no has contratado. Hazme un favor y llama a ver si alguna está dispuesta a aceptarte. Si puedes, miente sobre quién eres y usa solo tus iniciales.
— ¿Alguna razón particular por la que Alec Cataldi no pueda hacerlo?
—Ninguna. —Se tocó la barbilla—. Bueno, a menos que tengamos en cuenta el hecho de que actualmente está intentando atar los cabos sueltos con la última experta en marketing, que acaba de renunciar hace unos minutos, y no puede permitirse distraerse en este momento. —Fue hacia la puerta y luego me miró por encima del hombro—. Oh, y una última cosa. Como te conozco y sé cómo piensas...
—No tienes ni idea de cómo pienso...
—Me he dado cuenta de que tienes la fecha de hoy resaltada en la agenda —dijo—. No he podido evitar darme cuenta de que coincidía con el último día del acuerdo de siete meses de nada de citas que firmaste con la junta.
—También coincide con mi cumpleaños.
—Tu cumpleaños fue ayer —dijo con voz firme—. Van a volver a redactar ese acuerdo y a pedirte que lo firmes de nuevo el lunes. Si eliges salir este fin de semana y romper la regla de no tener sexo, te sugiero que no te aproveches al máximo.
—No lo haré.
«Claro que lo haré...».
CONTINUARAA.
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