UN CLIENTE DESCARADO
Disclaimer: Esta historia no me pertenece es una adaptación para el fandom Miraculous las aventuras de ladybog espero que les guste.
Adaptación © FandomMLB.
Miraculous & ladybog © Thomas Astruc
Un cliente descarado © Whitney G.
CAPITULO 4
LA PUBLICISTA
MARINETTE
Iba a matar a Marinette si no llegaba pronto al club. Después de llevarme por la tarde a comprar un vestido azul de tela muy fina con la espalda al aire y a ver a su hermana, que matizó mi maquillaje durante más de tres horas, me prometió que no me dejaría colgada la primera noche que intentaba ligar.
« ¿Dónde coño está?».
Me senté y esperé dos canciones más antes de sacar el móvil y llamarlo.
— ¡Hola! —respondió—. ¿Dónde coño estás?
— ¿Yo? ¿Dónde coño estás tú? Llevo esperándote dos horas.
— ¿Dos horas? —Intentaba gritar por encima del sonido de la música—. ¿Dónde te has sentado?
—En el sofá del reservado vip. —Me puse de pie para que él pudiera verme—. Una de las camareras me ha dejado sentarme aquí cuando le he dicho que los zapatos me estaban matando. Una suerte, ¿verdad?
—Muchísima, ya que el Agua no tiene una sección vip... En serio, Mari, ¿dónde estás?
— ¿El Agua? —Negué con la cabeza—. Ivan, me dijiste «Club H2O». Está en todos los mensajes que me has enviado, y durante todo el día has hablado del «Club H2O».
—Ohhh, maldición... —Se rio histéricamente—. Lo siento...
—Pues no lo parece.
—Pues lo siento de verdad. —Se rio de nuevo—. ¿Voy para allá o quieres venir tú aquí? Los domingos son bastante impredecibles en el H2O.
—Me voy a ir a casa dentro de un par de canciones —dije—. Te prometo que volveré a intentarlo el próximo fin de semana, pero ya es la una y tengo los pies casi gangrenados. Por favor, no me odies.
—Como si pudiera... —Suspiró—. Sin embargo, te haré cumplir esa promesa el próximo fin de semana. Envíame un mensaje cuando llegues a casa.
—Lo haré. —Puse fin a la llamada y pedí otra copa de vino. Si Ivan tenía razón acerca de que este lugar era «impredecible», esta noche definitivamente se llevaba la palma. A pesar de que se habían acercado a mí unos cuantos hombres en la pista de baile, todos y cada uno de ellos apestaba a desesperación. O emitían las vibraciones de un potencial asesino en serie.
—Bonito reservado que tiene aquí en la zona vip, señorita. —Un hombre de cabello gris que parecía lo suficientemente mayor como para ser mi padre se sentó a mi lado—. ¿Le importa si me tomo un respiro con usted?
—En absoluto. —Sonreí.
— ¿Está aquí sola? —preguntó.
—Lo estoy —repuse, pensando que simplemente estaba esperando a su pareja—. ¿Dónde está su cita?
—No tengo pareja. —Se humedeció los labios—. Al menos hasta ahora. Esta noche debe de ser el destino lo que nos ha unido a los dos. Qué suerte tenemos, ¿eh?
—Perdone, ¿qué?
—El destino. —Sonrió—. No quiero estar solo esta noche, y tampoco parece que usted quiera estar sola.
Mi cerebro no podía procesar los pensamientos lo suficientemente rápido como para que le respondiera. Se acercó aún más a mí y bajó la voz.
—Te he visto en la pista de baile antes. —Me tuteó—. Te estaba observando porque eres muy buena bailarina. Y la forma en que movías esas caderas... Creo que me pasaría la vida mirándote.
«Levántate y corre, Marinette. Levántate y corre ahora mismo...».
Ignoré a mi cerebro, pensando egoístamente en lo mucho que me dolían los pies. Aparté la vista del hombre y miré a la gente que todavía seguía en la pista de baile, esperando que él entendiera la indirecta.
Él no lo hizo; me tocó el hombro desnudo, obligándome a mirarlo de nuevo.
—Entonces, ¿por qué está sola una chica como tú? —preguntó—. Eres demasiado guapa...
—Oh, espere... ¿He dicho que estaba sola? —Negué con la cabeza—. Debo de haber entendido mal su pregunta. No estoy sola en absoluto. Estoy con alguien.
—No, no, no. —Se acercó aún más, como si pudiera leer que mentía—. Me has dicho que estabas sola. Soy inofensivo, lo juro. Estoy aquí exactamente por la misma razón que tú.
— ¿Qué razón es esa?
—Sexo con alguien que pueda seguirme el ritmo, por supuesto. —Se lamió los labios de la manera más inquietante que había visto en mi vida, dejando que un hilo de saliva goteara sobre su barbilla en el proceso. Luego cogió mis zapatos y los puso en el espacio que había entre nosotros—. Sin embargo, puedo jugar a lo que tú quieras. Si no estás aquí sola, ¿con quién estás?
Eché un vistazo a la sala, buscando a alguien, a cualquiera, que pudiera ayudarme a alejar a este hombre de mí. Vi a un hombre mirándome desde la barra, pero antes de que pudiera indicarle que se acercara, otro hombre se sentó a mi otro lado. Estaba mirando la pantalla de su teléfono, y parecía completamente ajeno a lo que ocurría en el club, así que me di la vuelta para mirarlo.
— ¡Oh, ahí estás! —Dije en voz alta—. ¡Ni siquiera te he visto sentarte! —Acerqué su cabeza a la mía y lo besé, aunque casi me puse a jadear cuando comenzó a devolverme el beso. Luego enroscó con fuerza su lengua con la mía y me mordió el labio inferior antes de alejarse lentamente.
Al recuperar el aliento, abrí los ojos justo cuando sus llamativos ojos verdes se posaron en los míos; me di cuenta de que era más sexy que cualquier hombre que hubiera conocido en mi vida.
«Literalmente podría mirarlo durante toda la vida...».
—Agg. Está bien, vale. —El hombre mayor gimió y se levantó para irse, pero no pude apartar mis ojos del desconocido al que acababa de besar.
— ¿Es así como sueles saludar a los hombres que no conoces? —Preguntó con una leve sonrisa en los labios—. Para que lo sepas, la palabra «Hola» habría sido más que suficiente.
—Mmm... —Me había quedado absolutamente sin palabras. Sus ojos brillaban bajo las luces y tenía hoyuelos en ambas mejillas. El traje azul marino hecho a medida que llevaba puesto dejaba perfectamente claro que había músculos perfectamente tonificados debajo, y el corte de los diamantes en su reloj de diseño me hizo entender que tenía que trabajar en Wall Street.
—Solo estaba tratando de hacer que ese hombre me dejara en paz —solté finalmente al encontrar la voz—. No era mi tipo.
—Pobre desgraciado... —Me miró a los labios—. ¿Cuál es tu tipo?
Vacilé antes de responder, mientras le veía poner una placa de «reservado» en la mesa vip.
—El habitual —repuse finalmente.
— ¿El habitual? —Arqueó una ceja y esa sonrisa sexy curvó de nuevo sus labios—. ¿Qué significa eso?
Traté de recordar lo que Ivan y su hermana habían dicho sobre entablar conversaciones con extraños sexys. Algo sobre no parecer tímida, sino segura de mí misma y experimentada.
«Piensa en algo que diría una persona con experiencia...».
—Estoy diciendo que hago esto con la frecuencia suficiente para saber exactamente lo que me gusta de un hombre con el que quiera... un hombre con el que quiera...
— ¿Follar?
—Sí... —No me hacía falta más para saber que este hombre era un descarado. Que sabía lo condenadamente atractivo que era y que sabía cómo usar su sensualidad para obtener exactamente lo que quería.
—Entiendo. —Soltó una carcajada y se llevó el vaso a los labios. Tomó un sorbo e hizo un gesto a la camarera.
— ¿En qué puedo ayudarle? —Una mujer con un vestido negro se acercó de inmediato.
—Dado que mi nueva amiga se ha apropiado de mi sofá vip privado durante más tiempo del que se suponía, ¿puedes traer una botella de lo que sea que esté bebiendo?
« ¿Se suponía que no debía sentarme aquí tanto tiempo?».
Se me calentaron las mejillas.
—Claro —dijo la camarera, mirándome con desdén—. ¿Qué está bebiendo, señorita?
—Moscatel —dije con suavidad—. Algo ligero. —Escuché que el extraño soltaba otra carcajada mientras se alejaba, y me volví para mirarlo—. Me alegra poder ser su entretenimiento esta noche.
—No tanto como a mí —dijo, con los ojos clavados en los míos—. Soy Adrien.
— Bridgette. —Le dije mi nombre de «batalla», siguiendo las instrucciones de Ivan.
—Encantado, Bridgette—dijo mi nombre como si supiera que estaba mintiendo—. No has respondido a mi pregunta.
— ¿A cuál?
— ¿Cómo es tu tipo?
—No necesitas saberlo. Lo reconoceré cuando lo vea.
—Dímelo —insistió, acercándose un poco más a mí, mientras la camarera dejaba una botella en la mesa. Me quedé paralizada, sin saber qué decir—. ¿Tu tipo ideal es un hombre que te llevará a casa y te follará hasta que ya no puedas soportar cada centímetro de su polla? —Me susurró al oído—. ¿El tipo que devorará tu coño hasta que te corras contra su boca?
Sentí las mejillas ardiendo.
—No puedes haberme preguntado eso...
—Lo he hecho —afirmó—. Tú has comenzado nuestra relación saltándote el saludo, así que creo que podemos pasar por alto la fase de preguntas y respuestas. —Sus ojos todavía estaban clavados en los míos—. Dime qué quieres.
«Todo lo que acabas de decir...».
—Quiero un caballero —dije, mintiéndole a él y a mí misma—. Alguien que me haga el amor y me quite lentamente la lencería que uso habitualmente mientras besa cada centímetro de mi piel. Alguien que me diga cosas tiernas antes y mientras está teniendo sexo conmigo.
—Si quisieras eso —repuso, pasándome los dedos por los labios— llevarías lencería, o algo así, debajo del vestido. —Miró la parte superior de mi vestido, donde mis pezones se endurecían debajo de la tela—. Así que está claro que eso no es lo que buscas esta noche. E incluso si lo fuera, te habrías levantado en el momento en el que he empezado a hablar contigo.
— ¿Estás diciéndome que no eres un caballero?
—Estoy diciéndote que no te voy a decir tonterías. —Me sirvió una copa de moscatel—. Y te agradecería que hicieras lo mismo.
Lo miré mientras él seguía devolviéndome la mirada, notando que todo en mi cuerpo me rogaba que pusiera fin a mi larga sequía de noches sin sexo y me acostara con él.
Me dio la copa y me observó mientras me tomaba mi tiempo para tomármela, mientras dejaba que sonaran cuatro canciones antes de que finalmente me decidiera.
—Tengo unas condiciones antes de que vengas conmigo —claudiqué.
—Dispara.
—Primera, no puedes quedarte a pasar la noche.
—Nunca lo hago.
—Segunda, no te daré mi número de teléfono.
—No recuerdo habértelo pedido.
—Tercera, tendrás que dejar que me apoye en ti cuando nos vayamos. —Parecía confuso, y le mostré mis zapatos—. No voy a poder llegar a casa con estos tacones sin apoyarme en alguien.
—Normal —dijo, sonriendo—. Ahora es cuando se supone que debes decirme que quieres que me vaya contigo.
—Estaba implícito. —Me sonrojé.
Él sonrió y sacó el teléfono.
— ¿Dónde está tu casa?
—Lo suficientemente cerca como para ir andando. Está en el SoHo.
—Creo que necesitas volver a aprender la definición de «muy cerca». —Me miró como si estuviera loca—. El SoHo está a media hora a pie, en el mejor de los casos.
—No, son solo veinte minutos. —No sabía por qué su arrogancia resultaba tan excitante—. ¿Estás diciéndome que no irás andando a casa conmigo?
—En efecto. —Se llevó el teléfono a la oreja—. Miller, ¿puedes venir al Club H2O para recogerme a mí y a... —se detuvo, sonriendo— mi nueva amiga, Miru? Necesito que nos lleves a su casa en el SoHo.
Intercambió algunas palabras más por teléfono antes de finalizar la llamada y mirarme.
—Estará aquí dentro dos minutos. —Se inclinó sobre mí y cogió mis zapatos. Le tendí la mano para que me los diera, pero no lo hizo. En cambio, deslizó un brazo por debajo de mis muslos y me levantó, antes de cargarme sobre su hombro.
— ¿Qué estás haciendo? —pregunté, sintiéndome muy mojada y excitada por alguna razón.
—Exactamente lo que has pedido. —Me sacó de la sección vip, atravesó la pista de baile y salió del club.
Una vez fuera, me llevó a un automóvil negro que estaba esperando y me dejó en el asiento trasero. Se sentó a mi lado y cerró la puerta.
— ¿Cuál es su dirección exacta, señorita Bridgette? —El conductor me miró por el espejo retrovisor, y me llevó unos segundos darme cuenta de que al decir « Bridgette » se refería a mí.
—2000 Lafayette —dije.
—Entendido. —Subió la división y se internó en el tráfico.
Sentí a Adrien mirándome y lo busqué con los ojos.
— ¿Puedo suponer que haces este tipo de cosas a menudo?
—No tan a menudo como tú —repuso—. Al menos, no recientemente.
—Bueno, tal vez cuando alcances mi nivel de experiencia, te darás cuenta de por qué es grosero coger a alguien en brazos y sacarlo de un club sin previo aviso.
—Personalmente creo que lo has disfrutado.
—No. —Sonreí—. No lo he hecho.
Antes de que pudiera decir nada más, su boca dominante estaba sobre la mía y me estaba empujando contra el asiento de cuero. Cerré los ojos mientras él me besaba con más intensidad de lo que me habían besado antes, mientras deslizaba las manos por mis muslos desnudos.
Había pasado tanto tiempo desde que me habían tocado que disfrutaba con cada roce de su piel contra la mía. Y con cada movimiento dominante de su lengua contra mis labios me preguntaba por qué ningún beso había sido tan intenso con cualquier otro de los novios que había tenido en el pasado. ¿Por qué no me habían excitado ni la mitad de lo que este hombre me estaba calentando en ese momento?
Manoseó mis pechos a través de mi vestido, y gimió cuando me mordí el labio inferior con suavidad, al tiempo que tiraba juguetonamente de su cinturón.
La limusina continuó circulando por las calles llenas de baches de Manhattan, y de vez en cuando sentía su polla dura a través de sus pantalones, contra mis muslos. Cada vez estaba más sorprendida, porque sabía que su polla no podía ser tan grande.
«Mi imaginación está jugándome malas pasadas...».
Cuando percibí que la limusina se había detenido por fin, sus labios seguían pegados a los míos, y mis dedos estaban hundidos en su cabello. Comenzó a murmurar mientras continuaba calentándome con caricias en mis muslos, y estuve a punto de ponerme a insistir en que termináramos esto en el asiento trasero.
No fue hasta que una serie de bocinazos que finalmente me arrancaron de mis pensamientos que él me ayudó a sentarme. Me ajusté el vestido mientras él salía, y me sostuvo la puerta, una vez más con mis zapatos en las manos.
Recorrí los pocos metros que había hasta la puerta del portal de mi casa, de piedra rojiza, buscando las llaves. Logré abrir la cerradura en un tiempo récord, y en el momento en el que entré en el apartamento, me empujó contra la pared, y lo retomamos justo donde lo habíamos dejado hacía unos segundos.
Levantó mi pierna hasta su cintura y continuó controlando mi boca con la suya, sin perder un solo segundo.
— ¿Dónde quieres que te folle? —susurró contra mi boca.
—En el dormitorio.
Me abrió la cremallera del lateral del vestido y este cayó al suelo formando un charco de seda azul. Se besó el cuello, el pecho, me succionó uno de los pezones entre los labios. Gimiendo, intenté decirle dónde estaba mi habitación, pero él regresó a mi boca, dejándome completamente indefensa con sus besos. Deslizó la mano entre mis muslos y apretó el pulgar contra mi clítoris hinchado, acariciándolo con círculos lentos y tortuosos.
— ¡Ah...! —grité—. Ah..., espera...
— ¿A qué?
Le mordí el hombro para evitar gritar aún más fuerte, y él mantuvo el ritmo, usando sus caderas para sostenerme contra la pared y evitar que me alejara. Mi respiración se hizo más lenta y mi coño comenzó a latir contra su mano mientras deslizaba dos dedos dentro de mí. Justo cuando me estaba acercando al límite, él movió la mano.
— ¿Estás segura de que has hecho esto antes? —me susurró al oído. Asentí, incapaz de hacer nada más—. Mmmm. —Me llevó al sofá—. Creo que necesito hacer algo antes de ir a tu dormitorio.
— ¿Algo? —Pregunté mientras él me apretaba contra los cojines—. ¿Algo de qué?
—Algo como follarme tu coño con la lengua hasta que te corras contra mi boca. —Me separó las piernas y se arrodilló entre ellas—. Eso es lo que has dicho que querías, ¿no?
No tuve oportunidad de responderle. Enterró la cabeza entre mis piernas y me chupó el clítoris haciéndome gritar de placer. Me aferré a su cabello para tratar de hacer que disminuyera la velocidad, pero fue inútil. Puso una de mis piernas encima de su hombro, y se tomó su tiempo para devorarme el coño.
Cerré los ojos cuando le entregué el control absoluto, cuando me di cuenta de que iba a dejar que este hombre me hiciera lo que quisiera durante el resto de la noche...
CONTINUARA
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