UN CLIENTE DESCARADO


Disclaimer: Esta historia no me pertenece es una adaptación para el fandom Miraculous las aventuras de ladybog espero que les guste.

Adaptación © FandomMLB.

Miraculous & ladybog © Thomas Astruc

Un cliente descarado © Whitney G.


CAPITULO 8

EL CLIENTE

ADRIEN

Asunto: Dupain-Cheng & Asociados

Marinette:

Marinette ha aceptado gentilmente nuestra oferta a cambio de representarte por un tiempo limitado. Comenzará oficialmente esta mañana, así que, POR FAVOR, intenta que esto funcione. Puesto que ya está fijada la fecha para el lanzamiento de la iniciativa mundial, no tenemos tiempo para lidiar con ninguna atención indeseada de los medios.

En aras de no repetir lo mismo otra vez, tal vez deberías invitarla a desayunar para que los dos podáis estar en sintonía y comenzar esta relación de una manera diferente a todas las demás.

Félix

«Esta relación ya ha comenzado de manera diferente a todas las demás...».

No estaba seguro de cómo iba a resultar lo de trabajar con Marinette, ya que simplemente verla en el vestíbulo esta mañana había sido más que suficiente para excitarme. Borré esa idea de mi cabeza, salí del ascensor y me fui directamente a mi despacho.

Tenía demasiado trabajo esa semana para mantenerme completamente ocupado, pero, por alguna razón, la puerta no se abría. Pasé la tarjeta de acceso contra el panel varias veces, esperando que la luz se pusiera verde, pero solo hubo un parpadeo rojo de «acceso no concedido».

Irritado, me acerqué al escritorio de Natalie.

—Natalie, ¿sabes si anoche se resetearon los teclados?

Ella negó con la cabeza, sin mirarme.

—No se han reseteado los teclados.

—Entonces, ¿tu tarjeta funciona?

Ella asintió.

—Bueno, ¿puedes prestarme tu tarjeta de emergencia a mi despacho para poder entrar a trabajar, por favor?

—Bueno, yo... Es que... —Tartamudeó, finalmente mirando hacia arriba—. Ya no la tengo.

— ¿La has perdido?

—No, me la han pedido, y su teclado es el único que ha sido reseteado. —Las palabras salieron de su boca a borbotones—. Le dije que era una mala idea y que no quería hacerlo, pero insistió. Incluso me ha amenazado.

— ¿Quién?

No tuvo que responder a esa pregunta. En ese momento, Marinette salió del ascensor y fue hacia nosotros, con sus stilettos plateados repiqueteando contra el suelo de mármol a cada paso.

—Buenos días, señor Agreste. —Me sonrió—. Me alegro de ver que llega a tiempo hoy. He oído que normalmente suele venir al trabajo dos horas tarde.

—El director general de una compañía no llega tarde nunca, da igual la hora a la que se presente. —La fulminé con la mirada—. Tampoco debería poderse despedir a alguien en su primer día, pero tú estás muy cerca de lograrlo. Vuelve a resetear mi teclado y déjame entrar en mi despacho. Ya.

—No. —Me estudió fijamente un instante—. He hablado con bastantes personas que trabajan para usted durante este fin de semana. Todos me han dicho que nada más llegar se encierra en su despacho y apenas sale ni habla personalmente con nadie.

—Eso no es un delito, así que resetea el puto teclado y déjame entrar ahora mismo.

—Aunque la idea es que limpiemos su imagen cara al público... —continuó hablando ella como si tal cosa—, creo que también es necesario trabajar en su imagen frente a sus empleados. Por lo tanto, esta mañana, y cada mañana durante los noventa próximos días, saludará personalmente a todos los jefes de departamento que trabajan para usted antes de comenzar. También se reunirá conmigo por la mañana para concretar los aspectos de la entrevista, durante al menos una hora, y entonces, y solo entonces, le permitiré encerrarse en su despacho.

— ¿Acabas de decir que me lo permitirás?

—No creo haber vacilado...

—Natalie —dije, manteniendo los ojos en Marinette—. ¿Podrías, por favor, abandonar esta planta para que pueda hablar con la señorita Dupain-Cheng en privado, por favor?

—Creo que deberías quedarte, Natalie. —Marinette se cruzó de brazos—. Por si acaso necesito un testigo.

—Lo único que presenciará es que el director pone a la nueva publicista en el lugar que le corresponde.

—Esta nueva publicista ya ha firmado un contrato que dice que en realidad está por encima del director durante los noventa próximos días.

—Me importa una mierda lo que dice ese contrato. —Me acerqué a ella—. No he podido meter mano para redactarlo, así que tampoco tengo por qué cumplirlo.

—Va a hacer exactamente lo que yo digo y como yo lo digo, o habrá algunas consecuencias.

— ¿Me estás amenazando?

—No, le estoy advirtiendo...

Natalie se puso de pie, nos miró a uno y a otro y luego corrió hacia los ascensores.

En el momento en que escuché el suave timbre que anunciaba que las puertas se habían cerrado, hablé muy despacio para que Marinette pudiera entender a la perfección con quién demonios estaba tratando.

—Señorita Dupain-Cheng —dije, ignorando el hecho de que ella me estaba pareciendo sumamente sexy con aquel vestido gris que llevaba puesto—, me permitirá entrar en mi despacho antes de que acabe de contar diez, o de lo contrario...

—De lo contrario ¿qué? —Levantó la voz—. ¿Quién está amenazando a quién ahora?

—Diez... —Comencé la cuenta atrás, sabiendo muy bien que ella volvería a sus cabales antes de que yo llegara a uno—. Nueve...

—Ocho... —Se había puesto roja—. Siete... Esto va a ser divertido.

—Seis. No me obligues a continuar...

Se quedó completamente quieta, sin pestañear.

—Cinco..., cuatro... —El cuatro lo dije un tanto vacilante. Ningún otro publicista me había hecho pensar en hacer algo tan infantil como esto antes, pero casi siempre accedían a mis demandas—. Tres..., dos...

Ella no se movió.

—Uno —concluí, completamente perdido, porque no sabía por qué ella seguía allí quieta.

— ¿Está listo ahora para comportarse como un adulto, señor Agreste? —Se acercó a mí—. O, ya que ha llegado al final de esa infantil cuenta atrás, ¿le gustaría castigarme de alguna forma?

Me limité a mirarla fijamente.

—Me alegra que hayamos podido aclararlo —dijo—. Ahora, si desea seguirme hasta el ascensor para que podamos saludar a los jefes de departamento, se lo agradecería enormemente. Si no, puedo hacer que el equipo de informática localice nuestro encuentro en las cámaras de seguridad y enseñe a la junta cómo me ha tratado el primer día.

Eché un vistazo a la cámara de seguridad que había sobre nosotros y sonreí. Luego me acerqué aún más a Marinette, lo que la llevó a retroceder hasta que tuvo la espalda contra la pared.

—En primer lugar, incluso aunque pidiera eso a los informáticos, no habría nada que ver —dije—. Y la razón es porque, al resetear el teclado a mi espalda, has desactivado las cámaras, y el director es el único que puede restablecerlas. No pueden ver una puta cosa en este momento.

Sus mejillas adquirieron un color rojo brillante.

—Señor Agreste...

—En segundo lugar... —continué, apretando con suavidad el dedo contra sus labios—. No sé a qué intentas jugar conmigo, pero quiero que sepas que perderás todas y cada una de las partidas. Todas.

—Yo nunca pierdo, señor Agreste. —Me mordió el dedo, y lo retiré—. No considero un juego el contrato que he firmado con su empresa, pero estoy dispuesta a predecir que al final cederá y perderá ante mí.

— ¿Es una apuesta?

—Es una certeza.

Cubrí su boca con la mía para evitar que ella dijera algo más, para poder aliviar la densa tensión sexual que crepitaba entre nosotros. Murmuró algo cuando le mordí el labio inferior, y cerró brevemente los ojos.

—Por esto no deberías haberme dejado fuera de mi oficina... —Sentí que me desabrochaba los pantalones—. Ahora tendrás que conformarte con que te folle en el pasillo.

Le subí el vestido hasta la cintura, lo que me hizo admirar la lencería roja oscura.

—No me la he puesto para ti... —susurró mientras un leve sonrojo coloreaba sus mejillas.

—Estoy seguro de ello. —La hice girar para que estuviera de cara a la pared, y le besé la nuca—. De todas formas, no la necesitarás durante mucho tiempo. —Moví las bragas a un lado y deslicé un dedo profundamente dentro de su coño empapado, sin poder reprimir un gemido cuando se le escapó un suave murmullo.

Saqué un condón del bolsillo trasero, pero el sonido del ascensor que se detenía en la planta me hizo recuperar el sentido. Marinette jadeó cuando le di la vuelta, y le bajé y estiré el vestido antes de ajustarme los pantalones.

— ¡Aquí estáis! —Félix avanzó hacia nosotros, sonriendo—. He oído que el director está a punto de comenzar a hacer recorridos diarios para saludar a los jefes de departamento que trabajan para él. ¿Es eso cierto?

—Sí... —Todavía estaba irritado por ello, hubiera estado a punto de tirarme a Marinette o no—. Sí, es cierto.

— ¡Genial! Bueno, si no os importa, ¿puedo acompañaros?

—Por supuesto —dijimos al unísono, e hicimos todo lo posible para evitar mirarnos durante el resto del día.


Bueno doble actualización espero que les guste y comente su parte favorita.