UN CLIENTE DESCARADO
Disclaimer: Esta historia no me pertenece es una adaptación para el fandom Miraculous las aventuras de ladybog espero que les guste.
Adaptación © FandomMLB.
Miraculous & ladybog © Thomas Astruc
Un cliente descarado © Whitney G.
CAPITULO 10
LA PUBLICISTA
MARINETTE
Observé los asuntos de los últimos correos electrónicos, sin saber si reír o suspirar.
Asunto: Nunca llegué a pensar que vería el día en que Adrien Agreste fuera amable. ¡Buen trabajo!
Asunto: ¡Felicidades por hacer posible al señor Imposible!
Asunto: ¿Qué tipo de drogas le has suministrado?
Asunto: ¿Te lo estás tirando? (La gente se pregunta si ese es tu secreto, a mí puedes decirme la verdad. ¿Es así?)
En los treinta últimos días, Adrien me había puesto a prueba en todos los aspectos que implicaban ser publicista. Sin duda era terco y muy arrogante, pero tenía un lado más tierno que solo aparecía en contadas ocasiones. Un lado amable que no servía en absoluto para aliviar la tensión sexual existente entre nosotros.
Por ahora íbamos cincuenta a treinta en aquel juego que nos traíamos de «Quién es el que fuerza más al otro», pero había convertido en su misión personal llevarme a casa al final del día. Durante las reuniones de estrategia matutinas nos tirábamos a la garganta del otro (todavía tenía problemas para abstenerse de decir la palabra «follar» en las entrevistas simuladas), pero insistía en invitarme a almorzar cada día. E incluso en tardes como esta, cuando se negaba a participar en el ensayo de la «entrevista de expiación», se ofrecía voluntario para encargar algo para cenar.
Eran momentos como esos los que debía haberme hecho sentir culpable por usarlo como «musa» en todas mis fantasías nocturnas, cuando a menudo me dormía con los dedos enterrados profundamente en mi coño. Debía haberme dado vergüenza imaginarlo follándome en medio de las entrevistas simuladas en lugar de prestarle toda mi atención. Estaba engañándome a mí misma cuando me compraba lencería provocativa a propósito y la llevaba debajo de los vestidos, esperando que él se diera cuenta.
Me levanté de la mesa de la sala de reuniones y miré por la ventana. Solo me quedaban sesenta días de contrato y, sinceramente, me preguntaba si los dos podríamos ser amigos después de que todo esto terminara.
«O al menos tener relaciones sexuales de nuevo...».
El sonido de mi móvil interrumpió mis pensamientos y miré la pantalla. Era Ivan.
— ¿Hola? —respondí.
—Hola, Marinette. —Por su tono de voz supe que estaba sonriendo—. Eres Marinette Dupain-Cheng , mi supuesta mejor amiga, ¿verdad?
—Sí. —Me reí—. Lamento no haber respondido a tus llamadas y mensajes—. ¿Qué tal va todo?
—No hay muchos cambios. La bolsa me ha dado un buen revés, todavía estoy esperando a que te ofrezcas para comprarme un Tesla y Alya y yo mantuvimos relaciones sexuales el otro día. Probablemente continuaremos haciéndolo durante un tiempo y... mmm... Sí, eso es todo. Nada nuevo.
— ¿Acabas de decir que te has acostado con Alya? ¿Es otra Alya o mi compañera de piso, la Alya con fobia a los gérmenes?
—La segunda.
— ¿Qué? —Negué con la cabeza, incrédula—. ¿Cómo?
— ¿Qué quieres decir con «cómo»? —Se rio—. Solo hay una forma de tener sexo. En realidad estaba esperando que tú volvieras a casa, pero fue antes de que me dijeras que ibas a pasar la noche en el despacho. A lo que iba: se sentó a mi lado mientras veía un maratón, y simplemente sucedió. De acuerdo, vale, tuvo que levantarse a buscar un plástico extraño para que lo colocáramos debajo antes de que pudiéramos llegar más lejos, pero, dejando eso a un lado, resultó casi increíble.
—No puedo creerlo. —No podía dejar de reírme—. Bueno, bien por vosotros. Quizá ahora sea más soportable.
— ¿Cuándo no follamos? Lo dudo. —Me hizo esperar para pedir una taza de café—. ¿Y tú? ¿Has vuelto a follar con tu jefe?
—No, no he vuelto a follar con mi jefe. Gracias por preguntar.
—De nada. Además, después de todo el tiempo que habéis pasado juntos sin cruzar la línea, diría que te lo mereces. Deberías ir a por ello. Si te apetece de verdad, claro...
—Créeme, no es que no quiera follar con Adrien Agreste —confesé, apoyándome en la ventana—. Porque me muero de ganas de hacerlo, y siento que cada día que paso aquí es un día que he perdido de tenerlo de nuevo. Sin embargo, estamos haciendo todo lo posible para reprimirnos y seguir comportándonos como profesionales. Y, llegados a este punto, sinceramente, no creo que él tenga ganas de follar conmigo.
—Claro que las tengo...
Jadeé al escuchar la voz profunda de Adrien, y lentamente me di la vuelta. Estaba de pie en la puerta con aquella familiar sonrisa descarada, sosteniendo en una mano las bolsas con la cena.
—Lo siento... —dijo, poniendo la comida encima de la mesa de la sala de reuniones—. Sigue con la conversación. Suena bastante interesante.
—Ya te llamaré, Ivan —Puse fin a la llamada e intenté no mirar directamente a Adrien—. ¿Sabes?, dado que no estás dispuesto a preparar la entrevista de expiación, creo que voy a regresar a mi despacho y que trabajaré desde allí.
— ¿Quieres que te lleve?
—No. —Mis ojos se encontraron finalmente con los suyos—. Creo que prefiero llamar a un taxi.
—Eso es tirar el dinero. —Se acercó a mí y me levantó la barbilla con la punta de los dedos—. Sabes que no me importa llevarte a ningún lado después del trabajo.
—Sí, soy muy consciente de eso. Ahora tengo algo de hambre, así que necesito cenar.
—Entonces no tienes que marcharte. —Puso la otra mano en mi cintura—. Has sido tú quien ha insistido en que cenemos aquí esta noche. A menos que solo hayas dicho eso para sacarme del despacho...
—No. —Di un paso atrás, sintiendo que me ardían las mejillas—. Es solo que... —Di un paso atrás de nuevo.
Él sonrió.
— ¿Es solo qué?
Pensé cuál sería mi siguiente movimiento durante veinte segundos, sabiendo muy bien que era lo más inmaduro que podía hacer.
«Simplemente hazlo...».
Cogí el bolso y el maletín, y luego salí corriendo de la sala de reuniones para ir directa hacia las escaleras de emergencia. Bajé los tres tramos y luego usé el ascensor para ir al vestíbulo. Cuando salí a la calle, llamé al primer taxi que se acercaba.
—A Broadway con la Quinta Avenida, por favor —le dije al taxista—. A las oficinas.
Él asintió y salió a la carrera, y cuando acabábamos de pasar el primer semáforo, el teléfono me vibró en el regazo.
«Adrien...».
No respondí, y llamó cinco veces más antes de que pusiera mi teléfono en silencio.
Cuando llegué a la oficina, no me molesté en ir a mi despacho. Me dejé caer boca abajo en el sofá de la entrada y gemí.
«No me puedo creer que me haya oído decir que quería follar otra vez con él...».
Decidí dejar el tema para cuando lo viera por la mañana, pero diez minutos después llamaron a la puerta. Supe que era él sin siquiera pensarlo, pero no me levanté; le llamé por teléfono.
— ¿Sí? —respondió—. ¿Hay alguna razón por la que no puedas abrirme la puerta de tus oficinas?
—Estoy en medio de una entrevista importante.
— ¿A estas horas? —Tenía que estar sonriendo—. Lo dudo mucho. Abre la puerta o entraré por mis propios medios.
Permanecí boca abajo y unos segundos después oí que la cerradura de la puerta giraba lentamente.
« ¿Que?».
Me senté en posición vertical mientras él abría.
— ¿Cómo has conseguido una llave de mis oficinas?
—De la misma manera en la que tú conseguiste una llave de mi despacho. —Cerró la puerta después de entrar, y clavó los ojos en los míos—. No creo que hayamos terminado de preparar la entrevista de expiación.
—Me has dicho que no tenías interés en hacerlo, así que no voy a presionarte.
—Me resulta difícil de creer... —Se acercó al sofá, y yo me puse de pie para dar un paso hacia el pasillo. Me seguía sonriendo—. Creo que al menos deberías preguntarme por qué no quiero hacerlo.
—No importa, ya que estás decidido.
—Pregúntamelo, Marinette.
—Vale, genial, ¿por qué no quieres preparar la entrevista de expiación?
—Porque no tengo nada por lo que disculparme —dijo—. Ese periodista se estaba tirando a mi casi novia a mis espaldas, y sabía de sobra que ella era mi casi novia. Había estado alardeando de ello durante semanas.
— ¿Tu «casi novia»? —pregunté—. Entre eso y esas cuentas atrás tuyas, estoy empezando a pensar que realmente eres un crío.
—Esa chica es la relación más seria que he tenido nunca, y es lo más cerca que he estado de pedirle a una mujer que sea mía —dijo—. Me niego a darle el título oficial de «novia». Ya que ella estaba tirándose a casi todos mis amigos a mis espaldas.
—Eso es más que comprensible... Muchas gracias por contármelo. —Me di cuenta de que no iba a dejar que pasara junto a él y me marchara—. Bueno, encontraré una forma de evitar esa entrevista. Trataré de dar con la manera de demostrar que estabas siendo la víctima todo este tiempo, y tal vez pueda tirar por ahí y restaurar la relación con el proveedor con tu empresa por ese camino.
Él no dijo nada. Solo me miró, excitándome más con cada segundo que pasaba.
—Bueno, si eso es todo... —Me las arreglé para dar un par de pasos atrás con intención de llegar a mi despacho. Puse la mano con firmeza en el pomo de la puerta para poder cerrarla en su cara—. Creo que podemos seguir hablando mañana.
—Sin duda podemos hablar mañana —dijo, moviéndome el brazo—. Y también te aseguro que podemos follar esta noche. —Sus labios cubrieron los míos unos segundos después, y me empujó contra la pared. Sus manos se colaron debajo de mi vestido al instante y me quitó las bragas, soltando una carcajada cuando vio la prenda de encaje negro que cayó al suelo.
— ¿Puedo suponer que no te las has puesto a propósito? —Me mordió el labio inferior—. ¿Que ninguna de las prendas de lencería que has estado usando para trabajar últimamente tenía como objeto que yo me fijara en ellas?
— ¿Te has fijado?
—En cada una. —Me inmovilizó contra la pared con las caderas y continuó su experto dominio de mi boca. Me estaba besando tan salvajemente que las carpetas que había sobre el gabinete cayeron al suelo, dejando hojas dispersas por toda la alfombra.
—Desabróchame los pantalones... —ordenó con suavidad, pero no obedecí. En cambio, le rodeé el cuello con los brazos y le devolví aquellos besos intensos, luchando contra él por el control total.
Deslizó las manos debajo de mi vestido y me apretó el trasero hasta que suavicé el beso y me rendí por completo, devolviéndole el control.
Mientras su lengua bailaba contra la mía, me levantó por las nalgas y me llevó al escritorio, donde dejó caer mi trasero desnudo contra el frío metal. Alejándose de mi boca, barrió todos los archivos y papeles con el brazo antes de tenderme sobre la superficie. Manteniendo los ojos en los míos, se desabrochó los pantalones, liberando rápidamente su polla enorme y dura. Dio un paso adelante, me agarró la mano y me ordenó sin palabras que lo acariciara.
Gimió cuando empecé a mover el brazo hacia arriba y hacia abajo, y luego me incliné un poco hacia adelante y lentamente la capturé con la boca. Chupé su polla aún más rápido, y él hundió los dedos en mi pelo al tiempo que comenzaba a respirar más fuerte.
—Joder, Marinette... —Su voz era ronca—. Joder...
Notaba su polla cada vez más dura entre los labios, sabía que estaba a punto de explotar directamente en mi lengua, pero me apartó la cabeza con ternura antes de terminar. Pareciendo muy impresionado, me besó los labios y se movió junto a mí.
Me quedé sin aliento y empecé a jadear cuando de repente él tiró de mí hacia adelante por los tobillos para que mis piernas quedaran colgando en el borde. No tuve siquiera la oportunidad de preguntarle qué demonios estaba haciendo antes de que se arrodillara entre mis muslos y se pusiera a succionarme el clítoris entre los labios, haciéndome gritar su nombre en cuestión de segundos.
Jugueteó conmigo con unos leves toquecitos con la lengua, y me llevó al borde del orgasmo, pero no me dejó alcanzarlo. Cada vez que estaba a punto de correrme, se detenía y soplaba contra mi clítoris, dejándome cruelmente ansiosa, entre el placer y una insoportable necesidad de alcanzar la liberación.
Todavía jugando, deslizó dos dedos dentro de mí, y ya no pude reprimirme más, mis caderas comenzaron a convulsionar. Me agarré a los bordes del escritorio para sostenerme.
—Por favor, no pares, Adrien... —rogué—. Por favor...
—No entra en mis planes tal cosa —dijo en voz baja.
Continuó torturándome con la lengua hasta que apenas pude soportarlo más, hasta que grité su nombre y mi coño palpitó contra su boca.
Ansiosa por devolverle el favor, intenté sentarme, pero me puso las palmas de las manos en los muslos, evitando que me moviera.
—No te levantes. —Me advirtió, soltándome brevemente para poder ponerse un condón. Cuando terminó, se sentó detrás del escritorio y me levantó para colocarme sobre su miembro y hundírmelo centímetro a centímetro.
—Ahhh... —grité, mordiéndome el labio inferior para distraerme del hecho de que iba a albergar toda su polla de esta manera—. Adrien...
—Marinette... —Me sujetó las caderas cuando estuvo completamente dentro de mí, manteniendo su boca unida a la mía mientras mecía mi cuerpo contra el suyo.
—Cabalga mi polla... —Se apartó brevemente de mi boca y me besó el cuello.
Me plantó besos húmedos por toda la piel mientras me estremecía, y sentí que los temblores se hacían más grandes en mi interior.
—Oh, Dios... Oh... —Cerré los ojos y le mordí el hombro cuando comencé a convulsionar por segunda vez consecutiva. Noté que se ponía rígido unos segundos después de mí, y oí que me preguntaba algo que no entendí del todo.
Permanecimos entrelazados y jadeando durante lo que pareció una eternidad. No quería moverme de nuevo, pero finalmente fue él quien me levantó. Me dejó encima del escritorio y tiró el condón. Luego se levantó para cerrarse los pantalones y se fue hacia la puerta.
— ¿Te vas? —pregunté bajito—. ¿Ya?
—No. —Cerró la puerta—. Hemos perdido treinta putos días, y debemos compensarlos.
Bueno, mis lectox no voy a poder subirles los capítulos de sopetón aquí les dejo doble capítulo, disfrútenlo mañana, si puedo les subo los 3 capítulos penúltimos para el final esta historia solo tiene 13 capítulos les dejo avisado que solo quedan 3 porque ya hay 10.
Bueno comente su parte favorita, de la historia me alegro que Adrien y Marinette se haigan reconciliado, y ustedes están felices (?) Los leo uwu.
