—¡Karin! —gritó Kurosaki-kun a todo pulmón con tanta fuerza que casi lo tira de la cama.

Las lágrimas corrían libres por la cara de Kurosaki-kun mientras el hombre se lanzaba a un lado y a otro buscando algo que no había ahí. Gritaba desesperado llamando a su hermana como si ella no estuviera perfectamente bien en Soul Society.

Kurosaki-kun no lo sabía; o no parecía saberlo.

El gesto desencajado en esa cara lo sorprendió, casi lo destruyó. ¿Así despertaba cada vez?, se preguntó con condena, no a la escena, sino a su incompetencia. El debería…

—Urahara —dijo Kurosaki-kun reconociéndolo al final. Su voz quebrada por el grito y el llanto—. Karin… Karin…

Kurosaki-kun lo tomó por un brazo, desesperado y sin poder articular más palabras.

—Ya pasó, Kurosaki-kun. Ya pasó —le dijo suavemente mientras llevaba su mano libre a la quijada del muchacho—. Tu hermana está bien. Ella está a salvo.

Las palabras hicieron el truco de calmarlo casi de inmediato. Sólo un brillo preocupado permanecía en los ojos cafés. Forzó la quijada de Kurosaki-kun para que lo viera durante unos segundos.

—Ella… ¿sobrevivió? —preguntó Kurosaki-kun mientras sus ojos se anegaban en lágrimas de nuevo.

—Ella no está en peligro —le aseguró.

—Pero ella… ¿Cómo sobrevivió? Ella estaba… estaba peleando contra esa cosa negra… y Toushiro… los dos estaban…todos esos ojos y las ámpulas... tantos pedazos... No la pude proteger —terminó, claramente costándole trabajo callar lo que no podía decir.

De inmediato recordó las palabras que Kurosaki-kun había susurrado antes de entrar a su estado comatoso. "Dile que no entrene".

—Tu hermana está bien, Kurosaki-kun —dijo tratando de consolarlo.

Hacía muchos años, un Kurosaki-kun se había visto así de destrozado por la pérdida de la pequeña Shinigami que había llegado a su vida; en aquel tiempo, él lo había enfrentado con acero en la voz… ya no podría hacerlo así.

—¿Desearías verla?

Kurosaki-kun negó agitando la cabeza. Las lágrimas ya no corrían, pero su piel seguía húmeda por las anteriores.

—No puede estar aquí. Le hago daño.

Se sorprendió cuando el joven apoyó la frente en su hombro y más aún cuando perdió la fuerza en su cuerpo y se dejó caer hacia él. Sus manos fueron de inmediato a la espalda encorvada del joven.

—¿Qué me está pasando? —preguntó patéticamente.

—Sólo tengo teorías —respondió en un susurro.

Cuando supo a Kurosaki-kun repuesto de su despertar, lo llevó a la réplica de la tienda que había poseído en el mundo material —uno de los pocos caprichos que se había permitido— y lo dejó sentado frente a la mesa baja para prepararle un té. La taza con bebida humeante la dejó frente a Kurosaki-kun y se sentó al otro lado de la mesa. Sorbió su té con la calma que quería obtener de nuevo e insistió al joven a hacer lo mismo. Ésta vez el otro también bebió. Cuando Kurosaki-kun suspiró casi sonando aliviado, él sintió también un alivio que no podía expresar con palabras.

Cada vez era una apuesta con Kurosaki-kun y con lo que pasara por su cabeza. Sabía perfectamente bien que el poder en el chico lo estaba destruyendo poco a poco, pero no había tenido idea de qué tanto de su mente se estaba llevando. El recuerdo de los gritos y del pánico en Kurosaki-kun se repitieron una vez más, con cruel precisión. Cerró los ojos con dolor mientras se aferraba más a la decisión que ya había tomado hacía tanto. No sólo se haría responsable por los errores que había cometido en el pasado, afectando la vida de tantos; también se haría responsable por las consecuencias. Se lo debía al hombre frente a él.

—¿Quieres contarme lo que pasó? —preguntó con cuidado.

Kurosaki-kun negó con la cabeza.

—Karin murió por mi culpa. Porque no la protegí.

Un espeso silencio se hizo en la pieza mientras bebían otro trago de té.

—Ichigo —saludó Yoruichi entrando al lugar como si fuera suyo—. Veo que estás despierto.

Volteó a verla de inmediato con una recriminación en la mirada. Desde hacía tiempo, la mujer se mostraba más volátil que nunca, en especial con el tema que concernía a Kurosaki-kun. Él quería tomarlo con la mayor calma que se pudiera, ella no. La mujer se encogió de hombros desenfadadamente ante la mirada que le lanzó y se dirigió al chico que venía a buscar.

Tenía un mal presentimiento.

—Ichigo, tus amigos quieren verte —soltó la mujer de piel oscura.

Escuchó las palabras y trató de controlar su cuerpo.

Aún con las imágenes de su hermana muerta en la cabeza, sólo pudo apretar los dientes y negar en silencio. Se aferró a las palabras de Urahara diciéndole que su hermana estaba bien y tuvo que confiar una vez más en el hombre que lograba tranquilizarlo con sus palabras, a pesar de sentirse engañado por éstas. Él sabía que Karin había muerto, lo había visto, lo había sentido; lo había vivido. Sólo la seguridad en la mirada gris de Urahara y el tono calmado y sincero en esa voz le obligaba a albergar la duda.

Tres cosas sabía ciertas aún dentro de su locura: intentaba proteger a sus seres queridos, su cabeza se estaba yendo a la mierda y que Urahara era algo como una constante para él.

—Ichigo —apresuró la mujer con su característico tono de comando.

—No—devolvió con uno propio—. Me alejé de ellos para protegerlos —dijo, sonándole aquellas palabras ciertas; porque así había sido él antes de volverse loco—. Todos los que se acercan acaban muertos… ¡Soy un peligro para todos!

Su exabrupto lo llevó a buscar la mirada gris de Urahara. Él se veía intranquilo, inquieto tal vez; pero principalmente, se veía tan cansado como él se sentía.

Algo en su cabeza dolió como si el cerebro estuviera haciendo un esfuerzo titánico. Y lo que pudo sacar del dolor era el saber que ese hombre había estado viviendo las consecuencias de lo que le pasaba a él.

Le dolió comprender que, mientras gritaba que quería protegerlos, estaba poniendo en peligro al hombre frente a él. No debería importarme, se dijo.

Se apretó la cabeza cuando el dolor explotó como una venganza.

Imágenes fijas, pero acompañadas de emociones, se estrellaron contra su cabeza. Urahara sonriendo con y sin sombrero. Urahara sangrando en batalla. Urahara riendo. Urahara derramando lágrimas. Urahara con su abanico. Urahara y Benihime. Urahara besándolo. Él besando a Urahara. Urahara en Hueco Mundo. Urahara a su lado en batalla. Miles de imágenes, todas del hombre. Todas en su cabeza al mismo tiempo.

Y la cabeza le dolía como si intentara armar todas esas piezas para obtener el escenario completo.

Gritó por el dolor antes de sentir la mano cálida de ese hombre de nuevo en su hombro.

—Kurosaki-kun —lo llamó Urahara con voz calmada y controlada—. Relájate —ordenó con esa voz que no era de comando sino de control.

Llevó su mano a la de piel blanca sobre su hombro y apretó con fuerza, necesitando sentir algo más que ese dolor; necesitando sujetarse a algo que estuviera fuera de sí mismo.

—Respira —sugirió Urahara con algo más que un susurro—. Mírame —ordenó tibiamente.

Obedeció renuentemente. Parpadeó rápidamente como si eso le ayudara a apartar el dolor y se concentró en la mirada segura del otro.

Miró aquellos ojos mientras se concentraba en el resto de los detalles. El cabello rubio sobre la cara, la piel blanca como extranjero, la incipiente barba que le daba una apariencia desaliñada aunque en verdad fuera cuidadoso con ella… porque tenía un complejo con su cuerpo, y otro con su inteligencia… ¿Cómo demonios sabía eso de él?, se preguntó sintiendo la frustración creciendo en su interior.

—Respira —repitió el hombre mientras apretaba su hombro.

Si lo hacía para que no volviera a perderse en su mente o no; no lo sabía. Lo que sabía era que eso estaba logrando. El gesto sobre su hombro lo hizo respirar profundo una vez y se forzó a repetir la inhalación una vez más. Se inclinó para apoyar su frente en el hombro ajeno y exhaló lentamente.

Se sintió sonreír un poco cuando notó a Urahara copiando la respiración. La ironía no le pasó desapercibida; estaba destruyendo lo único que a él lo salvaba.

Con un empujón, Ichigo lo apartó del extraño abrazo en el que habían quedado.

—Vete —le ordenó a Urahara—. Llévatelo —le ordenó enseguida a Yoruichi—. Déjenme solo —ordenó con más ahínco.

—No —le respondió Urahara. Su mirada severa, terca como sólo había conocido un par. Su resolución tan fuerte como el instinto de matar que blandía incluso en los entrenamientos.

Una fluctuación en la presión espiritual del cuarto lo obligó a buscar la fuente de ésta. Frunció el ceño en cuanto la localizó en Benihime.

—¿Qué pasa? —preguntó a los dos que tampoco lo habían pasado por alto.

—Nada de qué preocuparse, Kurosaki-kun —respondió con su tono cantarín.

No se perdió la reacción de aquellos dos. Yoruichi apretó la mano en un puño sobre la mesa y lanzó una mirada de odio al que siempre había parecido ser su mejor amigo, como mínimo; amante, probablemente.

Siendo que su vida, loca y de mierda —pero suya—, correría peligro si pedía mayor explicación en ese momento, eligió no producir sonido ni al pestañear. Aunque sabía que Urahara siempre ocultaba la verdad o parte de ella tras sus tonos despreocupados y cantarines; no iba a preguntar ahora. El hombre siempre había sabido lo que hacía.

—Kisuke —demandó Yoruichi con mal tono—. ¿A qué hora vas a traer el té para las visitas? —preguntó echándose hacia atrás de manera relajada y extendiendo las piernas desenfadadamente.

Vio a Urahara alzar las cejas con sorpresa, entrecerrar los ojos con desconfianza y, cuando la mujer lo mandó a obedecer con un gesto aburrido de su mano, levantarse de su lugar.

Yoruichi mantuvo su posición desenfadada hasta asegurarse que Urahara se marchara y, sólo entonces, se incorporó clavándole una mirada intensa.

—Eso que sentiste, Ichigo; es una brecha entre Benihime y Kisuke. Y para que se sintiera así, es una muy fuerte —dijo ella cuando Urahara estuvo alejado.

—¿A qué te refieres? —preguntó más preocupado que curioso.

—Sabes de qué hablo —dijo duramente pero sin subir el volumen de voz—. Lo viviste con Zangetsu cuando obtuviste el poder para derrotar a Aizen.

—¿Quiere aprender la última técnica de Benihime? —preguntó sorprendido y casi atemorizado de que el hombre pudiera adquirir aún más poder.

La mujer frente a él negó con la cabeza y volteó la mirada por donde Urahara había desaparecido. Tras confirmar que no estuviera cerca, la mujer asintió como si quisiera recordarse una decisión tomada.

—Lo que está haciendo no le conviene. Benihime está protegiendo a Kisuke de Kisuke mismo.

Antes que pudiera digerir ese nuevo pedazo de mierda en su vida, el hombre en cuestión apareció con la taza de té requerida.

—Me tengo que ir —dijo la mujer cambiante poniéndose de pie en un salto—. Nos vemos.

Cuando la mujer desapareció de la misma forma en la que había llegado, Urahara pareció relajarse un poco.

—¿Tuvieron una buena charla? —preguntó casi afectivamente.

Se obligó a asentir. En su mente giraban las últimas palabras de la mujer gato. ¿Qué estaba haciendo Urahara que tenía que ser protegido de sí mismo por su Zanpakuto? Urahara no se estaba matando…

Su pensamiento quedó interrumpido cuando sintió la mano de Urahara en su hombro. Parpadeó para enfocar la mirada y su mano volvió a apretar la calidez ajena como si fuera una acción de lo más natural.

—Luces cansado —le dijo Urahara como si él se viera lleno de energía—. ¿Por qué no duermes un poco?, si te apetece, puedo despertarte en unas horas con algo de comida lista.

En ese momento hubiera deseado que su estómago respondiera con un gruñido de hambre, pero no lo hizo. No sentía hambre en absoluto.

—No quiero dormir —se quejó débilmente—. Los sueños son apenas menos peores que las vidas.

—Pero…

—No me siento cansado —replanteó—. Me siento débil, perdido y queriendo pelear una batalla que no tiene enemigo fuera de mi mente fallándome —aceptó en voz alta mientras apretaba el brazo de Urahara con la fuerza de su desesperación—. Me siento derrotado.

En ese momento quiso abrazar al chico frente a él, abrazarlo fuerte para infundirle algo de la fuerza que él también comenzaba a perder.

No lo hizo.

Sabía bien que Kurosaki-kun era el tipo de persona que actuaba, que se lanzaba de cabeza al peligro para salir triunfante. Sus amigos y sus aliados le habían evitado un par de muertes con sus habilidades; pero aquel que siempre sacaba fuerza de la flaqueza comenzaba a desesperar. Sólo una vez había visto ese gesto en el rostro de facciones duras y ceño eternamente fruncido, pero corazón de oro; sólo esa vez, cuando Aizen estaba por ganar la Guerra de Invierno… cuando no había podido contra Ichimaru Gin, sólo esa vez Kurosaki-kun se había visto derrotado.

Sólo que aquella vez, él sabía que había esperanza; había planeado esa esperanza junto a Isshin-san. Ahora… no le quedaban muchos más planes por ejecutar. No tenía sorpresas que presentar a incautos luchadores que necesitaban esperanza.

—Ten paciencia —le dijo sin poder contener un ruego en su tono—. Encontraré la forma de ayudarte —juró.

Aunque me cueste la vida, terminó para él.

.

Ese iba a ser un día importante en su vida. Después de muchos intentos fallidos y de pelear —sin armas— contra voluntades y personalidades; había logrado encontrar un justo medio. Después de ochenta años, al fin había logrado hacer que Central 46 Y los escuadrones aceptaran su idea.

Se colocó el hakama blanco sobre los hombros y respiró profundamente para calmarse. Sintió a su pareja acercarse por la espalda y abrazarlo por la cintura. Recargó la espalda sobre el torso de su amado y sintió su beso en el cuello.

—Tranquilo. Respira —le dijo divertido.

—No es gracioso, Kisuke —le dijo al voltear con el ceño fruncido—. Siento que voy a cometer un error y echar todo a perder.

—Estás exagerando —le dijo besándole el pómulo—. Has llegado hasta aquí tú solo; puedes con esto.

—No lo hice solo —refutó de inmediato dejándose besar la cara y el cuello—. Has estado a mi lado en cada paso del camino.

—Oh, Ichigo —dijo Kisuke sonrojándose ligeramente—. Y seguiré a tu lado hasta que me eches. Te voy a estar apoyando allí adentro.

Abrazó a su amante y asintió con su cabeza pegada al hombro de él.

—Estoy nervioso —admitió para el hombre que lo conocía tan bien como a la palma de su mano.

Mientras Kisuke soltaba una risa ligera probablemente al haber escuchado lo que ya sabía, él sintió el cálido abrazo que le daba fuerza y las manos del hombre bajar por su espalda queriendo tranquilizarlo. El tipo de fuerza que este hombre mostraba ante cada situación había dejado de sorprenderlo hacía años, pero ahora lo sentía tan natural como una parte más de él. Dejó que esa fuerza permeara dentro de su cuerpo sintiéndose como un calor líquido y se relajó en el abrazo.

—Déjame ayudarte a que te relajes —le dijo al oído antes de bajar hasta sus rodillas y besar su miembro sobre la ropa.

Saltó un paso hacia atrás mientras le apartaba la cabeza con la mano.

—¡¿Qué… ¡¿Qué crees que estás haciendo?! —soltó sorprendido y sonando molesto por lo súbito de la acción.

—Ayudar a que te relajes, por supuesto —dijo con su voz cantarina.

—Lo que vas a conseguir es que piense en cogerte durante toda la reunión.

—No veo qué de eso es malo —dijo Kisuke seductoramente mientras le lamía la mano, aún arrodillado sobre el suelo.

Fuera la posición de Kisuke, el brillo de necesidad en sus ojos grises o el descaro con que lo provocaba, se encontró recordando una escena parecida y diferente al mismo tiempo. Con la diestra le acarició la quijada hasta llegar a su nuca. Ahí tomó el cabello del hombre en su puño y jaló lo suficientemente fuerte para obligar a que su amante lo viera. Tantos años atrás lo había encontrado con una necesidad parecida pero más urgente.

—Te dije que no —reprendió severamente mientras lo jalaba hacia atrás por el cabello—. ¿Tal vez, lo que quieres es que te castigue? —ofreció con una voz oscura y cargada de poder.

Kisuke le respondió con un gemido desgarrado por la posición en que lo tenía.

Se acercó hasta llegar a su oído y lamió el cuello hasta llegar a la quijada. Por el cabello que sujetaba, lanzó al hombre al piso y lo aprisionó ahí con una rodilla sobre la espalda para sujetarlo en esa posición, no para lastimarlo.

—Ichigo, por favor —suplicó Kisuke desde el piso—. Castígame.

Lo que obtuvo por respuesta fue una nalgada sobre la ropa. Los músculos del cuerpo bajo él se tensaron por el dolor o por la sorpresa. Con la rudeza que sabía le gustaba a su amante, jaló su ropa hasta tener la piel desnuda y al aire. Repitió la nalgada sobre esa piel blanca y una segunda vez sobre el rojo que ya aparecía. Comenzó a excitarse salvajemente por las reacciones de Kisuke, que se retorcía buscando más.

Al principio no había comprendido, al principio le había costado trabajo darle a su amante lo que pedía; pero nunca había podido resistir el placer que Kisuke mostraba bajo sus… cuidados. La voz cortada cuando gemía, la curva de su espalda cuando lo hacía. El ligero temblor de sus manos cuando estaba a punto de perder el control. La fragilidad que en esos momentos le mostraba sólo a él…

En esos momentos poseía al hombre por completo. Y ese placer de saberse el único con el que su amante podía estar pleno en todas sus necesidades, era lo que le excitaba en verdad; el juego, cualquiera que fuera, era un simple medio para obtenerlo.

Una nalgada más, ésta más fuerte.

Tras verlo asumir el dolor, bajó su cabeza para besar la piel sensible de sus nalgas. El gemido de Kisuke llenó la habitación endureciéndolo. Lamió justo el lugar que había besado y le dio otra nalgada, ésta golpeando sus testículos.

Kisuke alzó la cadera pidiendo más, la vista de eso lo llevó a desear complacer al hombre; pero no lo hizo. En cambio, colocó la ropa de nuevo sobre la piel y liberó el cuerpo ajeno del peso y la presión que lo mantenía clavado en el piso.

—¿Ichigo? —preguntó Kisuke buscando su mirada.

Lo ayudó a ponerse de pie y lo besó con un roce en los labios.

—Ahora los dos estaremos pensando en lo mismo durante la reunión.

—Por favor —suplicó su amante—. No me dejes así.

—Debería hacerlo —dijo él con ese tono que usaba como capitán de escuadrón, pero sabiendo que jamás podría dejarlo así de necesitado.

El quejido de su amado le impidió mantener su postura severa y lo besó suavemente en los labios. Le besó el cuello y raspó la piel sobre la yugular con los dientes mientras bajaba la mano por el abdomen.

Cuando llegó al miembro erecto lo acarició con lentitud primero. A pesar de conocer la forma de su amante se engalanó con caricias exploratorias, como si lo redescubriera de nuevo. La textura sedosa bajo su palma, húmeda con líquido preseminal, y los gemidos bajos en su oído casi lo llevan al borde a él mismo. Bajó hasta los testículos de nuevo para apretarlos firmemente. Kisuke lanzó la cadera hacia adelante, abandonado al momento, y buscó su piel desesperado. Dio un paso atrás para recibir las caricias del hombre y, libre también, pegó su miembro al de él. Trabajó su mano sobre ambos hasta hacerlos terminar en un gemido satisfecho.

Besó al hombre, ambos jadeando y tratando de recuperar la respiración, y clavó su mirada en la de él. Llevó su mano manchada hasta los labios y con una sonrisa lamió la mezcla de sus fluidos sin perder el contacto visual. La promesa sexual pendiendo de su mirada. Kisuke lo besó, lamiendo la lengua que aún tenía ambos sabores.

Madera sobre madera sonó con el anuncio del comienzo de una reunión de capitanes.

Sintió que palidecía y sólo después vio la sonrisa victoriosa pegada a la cara de Kisuke.

—Esto es tu culpa —acusó abandonando el contacto de sus cuerpos y saliendo de la habitación corriendo mientras se acomodaba la ropa.

Iba a llegar tarde a la reunión que había organizado… pero vaya forma de demorarse. Utilizó shunpo para llegar en último lugar a las barracas del escuadrón uno.

Se sorprendió cuando vio a Kisuke esperándolo en la puerta. El hombre se veía calmado, perfectamente alineado y… presentable. Como si no hubieran hecho nada hacía unos segundos, como si no lo hubiera dejado en la habitación aún jadeando por más. El hombre no paraba de sorprenderlo.

Dejó pasar a otros y Kisuke lo dejó a él entrar primero; compartiendo una mirada silenciosa, entró a la habitación un paso antes que él. Saltó cuando sintió la mano de Kisuke darle una nalgada. Se horrorizó ante la acción justo antes de darse cuenta que nadie les prestaba atención. Lo miró de reojo con una crítica a su comportamiento en público y lo encontró sonriendo como sólo hacía tras su abanico. Sonrió al fin cuando pensó en cómo se desquitaría por ese jugueteo.

Sus pensamientos más carnales se vieron interrumpidos por el golpe de un cuerpo chocando contra el de él.

—¡Ichigo! —gritó Neliell emocionada, sin importarle que un oído estuviera a centímetros de su grito—. Quería verte.

Con una mirada consternada buscó ayuda en el hombre que, al verlo, se rió de él.

—Hola, Nel —dijo mientras la apartaba del abrazo.

Nelliel se colgó de su brazo izquierdo mientras él ubicaba a todos en la habitación. Kyoraku, al frente de todos —viéndose entretenido por el espectáculo frente a él—, representando al escuadrón 1. En formación a la izquierda representando al 2, Soi-fon se mantenía como indiscutible capitán; al 4, una Inoue Orihime sonriente que agitaba la mano emocionada para saludarlo; al 6, Kuchiki Byakuya con su eterno porte orgulloso; al 8, Kurosaki Karin; al 10, Hitsugaya Toushiro; al 12, recientemente restituido como capitán tras la desaparición de Kurotsuchi Mayuri, Urahara Kisuke. En formación a la derecha, representando al 3, Abarai Renji, uno de sus mejores amigos desde hacía mucho tiempo ya; al 5, Hirako Shinji, el último Vizard de los creados por Aizen que se mantenía en tal posición; al 9, Hisagi Shuuhei; al 11, Zaraki Kenpachi; y al 13, su mejor amiga: Kuchiki Rukia. Caminó hacia su lugar como capitán del séptimo escuadrón y la reunión comenzó segundos después cuando Hallibel y Grimmjow se acercaron por los flancos.

—No es un secreto que Kurosaki Ichigo, capitán del séptimo escuadrón del Gotei 13, mantiene una relación cercana con Hueco Mundo —comenzó Kyoraku—. Y para nadie más es desconocido que la convivencia entre Hollow y Shinigami es virtualmente imposible. El capitán Kurosaki quiere unir Soul Society con Hueco Mundo; y Central 46 ha dado su consentimiento para permitir a éstos Arrancar en Seiretei bajo órdenes de conocer sus intenciones. Kurosaki Ichigo, enfrentas miles de años de costumbres e incluso la naturaleza de ambas especies. ¿Qué es lo que intentas con esto?

Ichigo tragó con fuerza mientras asentía. Ese era el momento.

—Quiero demostrar que, aunque son tan diferentes; Shinigami y Hollow, se necesitan unos a otros.

Los murmullos comenzaron de nuevo. Incluso Grimmjow lanzó un aspaviento de burla. Llamó su máscara de Hollow sólo para probar su punto y hacer silencio de nuevo mientras escuchaba la risa apenas discreta de Shinji. Hizo desaparecer la máscara un par de segundos después.

—No estoy diciendo que todos pasen por el proceso de hollowficación —soltó frustrado—. Pero es claro el poder que la mezcla de Shinigami y Hollow produce. Sin afectar las naturalezas originales; la convivencia y futura unión de ambos mundos puede presentarse como una ventaja. Ya luchamos una vez codo a codo; los avances que logró la división de ciencia y tecnología tras la incursión a Hueco Mundo fueron exponenciales. Sólo es el paso lógico —dijo mientras las palabras le sonaban cada vez más a las de su pareja.

Se quiso burlar de él mismo, pues él no era el científico. Se abstuvo de ello mientras miraba las reacciones que conseguía. Los capitanes más antiguos eran los más reacios.

—Propones justo lo que Yhwach quería en su momento —espetó, para su sorpresa, Kisuke—. ¿Qué lo hace diferente?

Acostumbrado ya a leer entre las palabras de Kisuke, Ichigo supo qué intentaba hacer el hombre. Como siempre, lo apoyaba… a su forma.

—Él quería abolir la muerte; unir los mundos para que no hubiera diferencia entre vida y muerte —dijo seguro de sus palabras ya habiendo tenido tiempo para comprender la espada del Quincy. Mientras hablaba como si sólo estuviera respondiéndole a Kisuke, aunque manteniendo la mirada sobre Kyoraku, las palabras fluyeron con facilidad—. Él quería detener el ciclo de vida y muerte. Yo intento lo contrario; busco que la muerte no se quede estática. Busco que Shinigami y Hollow evolucionen sin afectar sus naturalezas. Porque, aunque la misión de los Shinigami sea proveer de balance los mundos, no podemos seguir matando en Rukongai con esa justificación. Tenemos que hacer algo diferente para conseguir resultados diferentes.

El Capitán Comandante miró entonces a los Hollow presentes.

—Por eso nos llamó aquí —interrumpió Hallibel—. Como Arrancar, tenemos más posibilidades de control y mayor visión que los Vasto Lord. Estamos dispuestos a seguir a este Shinigami y ver a dónde nos llevan sus extrañas ideas. También nosotros tenemos a quienes proteger.

—No tendrán problema, entonces, en que restrinjamos sus movimientos…

—Yo sí lo tengo —interrumpió a Kyoraku—. No son prisioneros ni mascotas —gruñó—. Vienen en calidad de iguales, Kyoraku… Capitán Comandante —se corrigió de inmediato pero sin perder la envergadura de su demanda.

—Kurosaki —sonó la voz de Hitsugaya en reprimenda.

En seguida sonó el susurro de Karin callando a Hitsugaya, la risa de Shinji y un par de golpes de palma contra frente, probablemente de Renji y Rukia. El aspaviento divertido de Orihime, convertido en una risa, dio paso para el caos. Todos los capitanes comenzaron a vociferar su apoyo o su descontento. Notó que Byakuya era el único que permanecía en silencio, mientras que Kisuke se cubría el rostro con su abanico y Grimmjow gritaba algo acerca de mascotas. Hallibel suspiró al tiempo que Kyoraku y Nelliel soltó una risa tan parecida a Orihime que ambas mujeres se vieron sólo para reír más por el caos reinante.

—Silencio —demando Kyoraku—. Son tu responsabilidad, Capitán Kurosaki —dijo resignado.

Asintió severamente a las palabras y lanzó una mirada de advertencia a Grimmjow. Éste le respondió tronando la boca con desagrado, pero comenzando a sonreír con malicia. Suspiró justo antes de sentir el impacto del voluptuoso cuerpo de Nelliel.

Llamando al orden, Kyoraku dio por terminada la reunión y se rompieron filas.

—Felicidades —le susurró Kisuke rozando su cadera furtivamente.

Se sintió sonrojar por la caricia antes que por el cuerpo de la mujer sobre él. Suspiró un "gracias" casi tímidamente mientras callaba el resto de sus pensamientos. Éstos los discutiría con el científico en la privacidad de su cama… una vez que sus cuerpos estuvieran saciados.

Al abrazo del Arrancar se sumaron los de Renji y Rukia; luego Karin y Shinji lo felicitaron con palmadas en la espalda.

—Vamos a celebrar —soltó Renji mientras veía a un Hisagi con cara de pocos amigos—. También tú, Shuuhei. Estos tres no son tan malos como te hacen creer las historias para dormir.

Hallibel exhaló aburrida mientras daba media vuelta para retirarse.

—¿Qué le pasa a ella? —preguntó Renji al haber sido rechazado.

Mientras unos se quedaron para la celebración anunciada, el resto se marchó más bien rápido. Ichigo alcanzó a notar que Shinji se acercaba a Kisuke y comenzaban a hablar en privado. Cuando el Vizard tocó el hombro de Kisuke, sintió su carácter estallar. Shinji volteó a él y le ofreció una sonrisa taimada mientras se llevaba a Kisuke aparte. Dio un paso para seguirles; no porque desconfiara de cualquiera de ellos, era sólo que no le gustaba que alguien más tocara a su pareja. La mano de Renji lo detuvo, inconsciente a lo que pasaba a su alrededor, y lo jaló para su tan anunciada celebración.

Trató de disfrutar las bebidas con el resto de sus amigos y compañeros, pero en verdad sólo tenía cabeza para lo que había dejado pendiente en la habitación. Era ya de noche cuando pudo dejar a Nelliel y a Grimmjow con el resto de los capitanes y los tenientes que se habían reunido para beber; a pesar de que el Arrancar parecía estar buscando pleito con cualquiera, no parecía que lo fuera a conseguir.

Cuando llegó a su habitación, Kisuke lo recibió desnudo en la cama. Su sangre abandonó todo salvo una parte de su anatomía.

—Tardaste —reclamó el rubio tibiamente.

—Puse en práctica la "Teoría de esperar" —dijo ya gateando para alcanzar los labios del hombre.

Sin delicadeza metió la lengua en la boca de Kisuke para saborearlo de inmediato. Gimió por el sabor mientras trataba de quitarse la ropa con una sola mano. Con una risa burbujeante de felicidad, Kisuke le ayudó a separarse de su ropa mientras evitaban separar sus lenguas de la batalla que presentaban. Kisuke lo acarició primero en la cintura para bajar lento hacia el vientre y evitar su miembro juguetonamente. Subió sus manos de nuevo por los costados hasta llegar a sus nalgas y las apretó con deseo.

Gimió en la boca de él y pegó sus cuerpos para sentir esa piel blanca bajo la suya. Empujó su cadera hacia la de él con la muestra de su deseo mientras las caricias del otro se volvían más rudas y urgentes.

—¿Quieres tomarme o que yo lo haga? —preguntó apenas separándose de sus labios.

—Es tu noche —respondió Kisuke con la voz goteando deseo—, puedes tener lo que desees. Cómo lo desees. Cuánto desees.

Sus palabras hicieron que su vientre se apretara con anticipación y que su mente pensara un "todo" inmediatamente. Pero tenía que empezar con una cosa; y agradecía que la noche fuera larga. Porque, oh dioses, si no iba a tomarle la palabra al hombre bajo él.

Le besó el cuello para llegar a su esternón, se detuvo un poco en los pezones ya duros y pasó la lengua por uno de ellos. Cuando la mano de Kisuke se enterró en su cabello, él se separó de la piel sólo para morder delicadamente sobre las costillas. Kisuke arqueó la espalda pidiendo más. Esta vez lo complació con otra mordida, pero en la cresta de la cadera. Acarició su miembro para sujetarlo pegado a los testículos mientras besaba entre el vello sobre el órgano. La respuesta de Kisuke fue inmediata, mientras empujaba su cadera hacia arriba, su pene comenzaba a liberar líquido preseminal. Sonrió con el tipo de respuesta del hombre y acarició su longitud mientras tocaba la sensible piel con los dientes; apenas un roce, porque no quería sexo rudo y desenfrenado sino hacerle el amor.

Besó la base de su longitud y lamió el costado hacia arriba, hasta llegar al glande húmedo ya. Tomó con la otra mano los testículos y los masajeó con sólo un poco de presión. El gemido de Kisuke llegó hasta sus oídos como la indicación que necesitaba para seguir adelante. Lamió desde los testículos que sujetaba hasta la punta de su miembro haciendo presión con la lengua en todo el recorrido y pasando por el frenillo. Entonces lo llevó completo a su boca. La mano de Kisuke empujó su cabeza, obedeció la silenciosa indicación y relajó la garganta para tenerlo hasta dentro. Al ritmo que le marcaba con la mano en su cabeza gimió alrededor de él mientras el calor líquido de su amante le llenaba boca y garganta. Se separó sólo para beberlo completo y volvió para succionar toda la liberación de Kisuke.

—Lo siento —dijo el rubio apenado—. Te dije que era tu noche y…

—Sigue siendo mi noche, Kisuke —dijo besándole el cuello—. Y me encanta hacerte perder el control —dijo en su oído antes de acariciarle el lóbulo con los dientes.

El hombre se sonrojó regalándole una extraña visión que le hizo recordar las primeras veces que estuvieron juntos en esta forma. Después de la Guerra de los Mil Años lo había encontrado en una de las capas del Dangai; herido por el uso de su propio bankai. Allí se había enterado de la forma en que Urahara Kisuke apresuraba la recuperación de las consecuencias de todo ese poder esgrimido. Se había sentido torpe y falto de experiencia mientras Kisuke le pedía ser rudo y lastimar las heridas que ya tenía. Sólo el placer en sus gritos le había hecho seguir adelante. Se había sentido… sucio, después de causarle más dolor al hombre; pero Kisuke no le había mentido al decir que eso recuperaría su cuerpo. Cuando le había explicado que era la forma de demostrar a su cuerpo que era una parte diferente al poder de su bankai, y que lo había visto mejorado después de sólo la primera sesión ruda, lo siguió complaciendo.

—¿Qué sucede, Ichigo? —preguntó Kisuke devolviéndolo a la realidad con una caricia delicada en su mejilla.

—Nada —respondió besándolo ligeramente.

—Dime qué pasa por tu mente —pidió tranquilo.

—Sólo… recordé mi primera vez contigo.

—Oh —comprendió él de inmediato—. Lamento haberte obligado a hacer eso.

Ichigo sonrió un poco divertido, un poco fastidiado.

—Nunca me has obligado a hacer nada, Kisuke —dijo con ternura para besarlo de nuevo mientras se colocaba sobre él—. Pero en este momento quiero hacerte el amor como no pude hacerlo las primeras veces.

Kisuke abrió las piernas bajo él y se acomodó para recibirlo.

—Soy tuyo, Ichigo. A veces me parece que siempre lo he sido.

Ichigo no pudo responder con palabras. Se colocó en la entrada del hombre y empujó delicadamente hacia el cálido interior que lo esperaba. Besó una vez más los labios del hombre que había aceptado todo de él y que le había mostrado todo en él y se enterró hasta la base en el siguiente movimiento. Con fuerza, pero sin urgencia.

Ambos gimieron con los labios aún unidos y le dio un momento para que se acostumbrara a su forma.

—Muévete —resolló Kisuke.

Y él obedeció.

Ajustando el movimiento de su cadera al de Kisuke, entró y salió de la estrecha calidez una y otra vez hasta tener a su amante gimiendo y retorciéndose de placer. El verlo con los ojos cerrados de placer y boquiabierto sin producir más sonido que el de sus cuerpos chocando entre ellos le hizo sentir su liberación próxima. La presión sobre su miembro le dejaba saber que su amante estaba cerca también. Mordió ligeramente la quijada con barba incipiente para que abriera los ojos para él. En cuanto encontró el gris de sus ojos, le acarició el rostro quitando unas gotas de sudor en su sien.

—Te amo, Kisuke —dijo mientras entraba una vez más en él y sentía los músculos de su vientre contraerse con fuerza.

Gimió con su liberación al tiempo que sentía el cuerpo de Kisuke apretarse a su alrededor y liberarse entre ellos.

Cayó rendido sobre piel blanca y rodó hacia el colchón unos segundos después. Los brazos de Kisuke lo abrazaron de inmediato mientras recuperaban la respiración.

—No tenías que quitarte —le dijo besando su hombro—. Me gusta tenerte sobre mí.

Rió suavemente mientras pasaba su mano por el cabello rubio, húmedo por la actividad. Bostezó satisfecho mientras apretaba más su cuerpo contra el de Kisuke.

—A mí también me gusta tenerte sobre mí —provocó con una sonrisa adormilada.

—Oh, Kurosaki-san —dijo con su voz cantarina—. ¿Eso es una petición?

Sonrió relajadamente antes de tenerlo sobre su cadera, montándolo como si no hubiera sido saciado justo antes. Completamente despierto de nuevo gimió mientras su cadera se elevaba para alcanzar al otro. Su miembro flácido tras eyacular nunca había sido un impedimento para los preliminares. Kisuke se encorvó hacia él para darle un beso profundo en los labios. Sus lenguas en plena batalla, dientes raspando labios. Sus manos fueron directas a la cadera sobre él para presionarlos juntos. Abrió los ojos cuando Kisuke se separó de sus labios y sonrió en respuesta a la sonrisa traviesa de él.

Tras su sesión nocturna, abrazó a su amante para acercarlo a su cuerpo desnudo. Le acarició la espalda mientras se acurrucaba a su lado y sintió sus párpados cada vez más pesados. Su cuerpo se relajó en segundos, lo último que supo fue el tacto de la sábana cubriéndolos hasta los hombros y que Kisuke le deseaba dulces sueños.

Se levantó de un salto cuando escuchó la puerta de su habitación deslizarse. Sus ojos se abrieron ante una silueta negra parada en la puerta. Sintió a Kisuke aún dormido a su lado y le tocó el hombro para despertarlo.

La silueta desapareció hacia el corredor haciendo que Ichigo se parara de un salto. Sin importarle la desnudez de su cuerpo iba a perseguir a aquel intruso.

—¡Kisuke! —llamó a media voz para despertar al hombre de sueño ligero.

Sin esperar a que el otro reaccionara siguió los pasos del intruso. Demasiado tarde; la sombra había escapado entre la oscuridad de la madrugada.

Fastidiado por el allanamiento, porque Kisuke no se hubiera despertado y por andar desnudo aunque fuera en su propia casa, llegó a la habitación dispuesto a reclamarle a su pareja. Prendió la luz esperando que eso levantara por fin al durmiente. Pero no lo consiguió. Llegó hasta la cama, ahora extrañado porque Kisuke no despertara.

Tragó con dificultad mientras sentía que perdía la fuerza en el cuerpo. Cayó de rodillas al piso y se lanzó hacia el frente para tocar el cuerpo del hombre en la cama. Cuando movió el cuerpo, se dio cuenta que no había imaginado la mancha roja sobre las sábanas blancas.

—Kisuke —llamó a media voz mientras movía el cuerpo frío sobre la cama—. ¡KISUKE! —gritó con la voz rota por el llanto.

Notó un cuchillo con mango de jade, manchado en sangre, junto a la almohada del muerto.

Eso había sido un asesinato.

El llanto se convirtió en un grito de rabia que prometía venganza.