Con el extenuante dolor en sus articulaciones, mientras se sentía deslumbrado de nuevo por luces blancas de un laboratorio y la garganta desgarrada por dolor, atinó a recordarse que no estaba sobre una mesa de exploración y se protegió de la única forma que conocía.
—¡Zangetsu! —llamó en un grito al shikai de su Zanpakuto mientras se alejaba de la puerta.
Con cada mano usando una de sus espadas, la corta en la izquierda y la más pesada en la derecha, se lanzó en contra del Arrancar que lo traicionaba mientras golpeaba paredes y aire al mismo tiempo.
Zangetsu cortó el aire una vez más antes de ser detenida. El sonido de aceros chocando produjo un agudo que hizo eco en los largos pasillos y, de la nube de polvo que había levantado el ataque, salió la pantera con todo el poder que le daba su resurrección.
No le dio tiempo para que se levantara; derecha, izquierda, corte, golpe… y una vez más. Atacaba con más furia que estrategia, con más rabia que destreza. Y es que podía perdonar al Hollow por comérselo para volverse más fuerte, pero jamás le perdonaría por entregarlo de vuelta a las garras del enfermo de Kurotsuchi y sus experimentos.
—¿Qué te ofreció ese científico cretino? —logró gritarle entre un golpe y otro.
No podía saber si el dolor en sus articulaciones era debido al ataque, a algún golpe recibido o a las heridas que ese serrucho había causado en sus articulaciones.
Abandonó sus espadas sólo para asegurarse que sus extremidades aún estuvieran pegadas a su torso y cayó de rodillas a la piedra que era piso. Se abrazó de nuevo y gritó por el dolor que sentía de nuevo.
La pantera se lanzó hacia él en un movimiento ágil. Su espada doble, olvidada entre los escombros. Sintió la rodilla del contrincante impactar en su pómulo y el sonido de hueso rompiéndose lo obligó a gritar con dolor; entonces su cuerpo se preparó para… algo. Por qué, después del abuso, siempre venían las recompensas de la pantera.
—Ey, ¿ya te calmaste? —gruñó el Hollow, furioso.
—¿Por qué, Grimmjow? —preguntó con la voz dolida.
—Tú me atacaste, idiota —gruñó su respuesta, y ahí estaba ese tono que odiaba; ese tono que le decía estaba perdiendo la cabeza.
—¡Sabes lo que me van a hacer allí adentro! —rabió mientras la piel pálida del Espada se teñía con un ligero rubor—. Kurotsuchi, él…
—Ya te dije que yo sólo tenía que ir por ti. No sé de qué Kuroshitu…to estás hablando —terminó con desdén.
—Grimmjow, suficiente —cortó un hombre joven, de cabello negro y mirada concentrada. Su cuerpo parecía más ágil que fuerte a pesar de dar esa sensación de alguien que conoce las batallas.
Dolor de cabeza y cara matándolo o no, se puso en pie tomando ambas partes del shikai de Zangetsu, presto a llamar a su bankai.
—Tranquilo —dijo ese hombre extraño, alzando los brazos como si se rindiera de antemano y agitándolas hacia el frente como si sirviera para calmarlo… o mantenerlo lejos.
—Veo que los años no han hecho nada por esas miradas asesinas, Ichigo —dijo atreviéndose a sonar fastidiado—. Soy yo, Kon.
—¿Kon? —repitió al tiempo que la sorpresa le hacía perder la pose de batalla.
—Sí, soy yo. No te culpo por no reconocerme —dijo con autosuficiencia—. El pervertido de las sandalias me dio este gigai tras la guerra con esos malditos Quincy. Es un imán para las mujeres —dijo pegado de sí mismo—, pero eso puede ser, más bien, por la personalidad.
Quiso llevarse la mano a la cara en ese momento. Si algo había salido bien en su vida era haberse deshecho de la verborrea de esta alma artificial.
—Sí, sí… suenas igual de molesto que él, te concedo ese tanto. ¿Qué haces en Hueco Mundo? —preguntó con más sospecha que interés y siguiendo los movimientos de Grimmjow por el rabillo del ojo.
—Vine a salvarte, Ichigo.
—¿Qué? —preguntó ahora completamente confundido.
—Puedo hacer que dejes de ser el rey espiritual ese —dijo Kon abriendo la misma puerta que había comenzado una lucha.
La sorpresa lo dejó inmóvil mientras una pregunta se repetía en su mente: "¿Conoces a alguien con suficiente poder como para estabilizar, sostener y proteger la creación?". No tenía idea de cuándo, cómo, dónde o en qué vida había escuchado eso, pero las palabras enviaron una descarga eléctrica a su espalda… y no era una placentera. Empuñó su espada sólo para ponerla en el cuello del gigai.
—¿Quién mierda eres? —gruñó, temiendo de pronto ser un experimento en una vida más.
Mientras buscó cortar la carne del extraño ese, el tipo se movió con un salto imposible sólo en un mundo y allí supo que no confiaba en él. Se lanzó a él presentando el filo de su Zanpakuto y lo acorraló en tres movimientos.
—¡Qué te pasa, idiota! Estoy de tu lado, estoy tratando de ayudarte —gritó ofendidamente desesperado.
—Nadie puede —le gruñó en respuesta.
—¡Es un Kido! —dijo aquel, horrorizado, despatarrado en el suelo y con la punta de Zangetsu tocando su pecho.
—Kon jamás usó Kido. ¿Quién eres? —gritó furioso porque trataran de burlarlo.
Y Grimmjow…, pensó mientras lo buscaba con la mirada. El traidor había escapado.
—¿Qué es eso de un Kido, Kon? —preguntó la voz mortalmente seria de Urahara.
De inmediato volteó a ver al recién llegado para verlo abriendo una comitiva de tres. Toushiro y una mujer de cabello largo y negro, vestida como capitán de división, lo seguían dos pasos atrás.
—¿Ichi-nii? —dijo la mujer de cabello negro sorprendiéndolo.
Sólo después de la sorpresa pudo reconocer los rasgos fuertes y enérgicos de Karin en esa mujer. La imagen de la mujer se sobrepuso a la de la niña y de la adolescente; cerró los ojos con fuerza para recordarse que su hermana había crecido, al igual que él, mientras veía a Kazui crecer… o morir. O no lo veía…
Un grito desesperado burbujeó en su garganta queriendo salir con furia e histeria, aunque se quedó en su lugar cuando de la iluminación blanca salieron más Hollow. Al principio sólo figuras recortando la luz como siluetas oscuras; cobraron su definición tras cruzar el umbral.
Más enemigos, le dijo esa parte de él que localizaba en su entrenamiento.
Las tres fracción de Hallibel —¿Cómo se llamaban?, se preguntó mientras empuñaba más fuerte sus espadas—. Un Arrancar más que tenía la cara cubierta por una máscara con cuernos de toro que apenas comenzaba a recordar por lo que Rukia le había contado de su batalla con alguno así. La tensión que sentía en el ambiente —fuera el único que la sentía o no— se rompió cuando se definió la figura de Nelliel.
Sintió que sus músculos se relajaban por una fracción de segundo, el tiempo que le llevó darse cuenta que la Arrancar no le estaba saltando encima.
—No me vas a detener, Urahara —dijo Kon con aplomo.
—¡¿Qué Kido es, Kon?! —gritó Urahara, sonando furioso como nunca.
El tono de voz del científico hizo que todos lo voltearan a ver. Logró ver a Kon temblar con miedo mientras él se preparaba para lo que fuera.
—Es uno… uno que sirve para… para separar las almas —tartamudeó Kon temblando.
Sintió el reiatsu de Urahara elevarse como nunca antes y sintió la presión espiritual antes de ver algunos pedazos de piedra cayendo del techo; a las fracción de Hallibel y a ese extraño luchar para mantenerse en pie.
—¿Qué planeas hacer cuando separes su alma? —preguntó Urahara, ya no en un grito, pero sonando igual de mortífero.
—Eh, yo… es… —titubeó Kon.
—Dijiste que la debilidad de los Quincy eran los Hollow —terció Nelliel—. Ese Kido separará su alma en todas sus facetas y Mila Rose, Apacci y Sung-sun pueden usar a Ayon para acabar con la parte Quincy en su alma.
—Si quieren matar la parte del alma de Kurosaki-kun que es Quincy usando un poder de Hollow, ahórrenle el dolor. En él conviven Shinigami, Hollow, Quincy y Humano.
—¡Eso es lo que le hace ser el rey ese! —gritó Kon desde el suelo y resollando por la presión espiritual que Urahara aún no controlaba—. Si no fuera una parte de cada uno, podría ser libre de ese destino.
Se quedó en blanco. Su mente no podía comenzar siquiera a procesar lo que estaba escuchando. Como si no estuviera siquiera presente, esos dos —o tres— estaban discutiendo como si él no fuera quién para decidir sobre su propia vida.
Sintió el reiatsu de Urahara controlarse mientras el propio comenzaba a crecer por el enfado de lo que vivía como espectador.
Urahara suspiró sin perder de vista al alma modificada.
—Tendrías que matar una parte del alma de Kurosaki-kun, Kon. Eso no sólo puede causarle un suicidio del alma; puede acabar con el Kurosaki-kun que todos conocemos —explicó sonando más calmado, pero el brillo en esos ojos oscurecidos por el ala de un sombrero ridículo era de furia—. ¿Acaso no recuerdas, Kon? —confrontó usando un veneno en la voz que nunca antes le había escuchado usar—. ¿Cómo se siente ver a otras almas ser destruidas? Y no eran una parte tuya. ¿Usarías ese Kido primero en ti? —retó olvidando usar cualquier tipo de protección a su gesto o a su tono; y lo que Urahara dejó ver mientras hacía esa pregunta al alma modificada, lo dejó temblando incluso a él.
Dio un paso hacia Urahara como si quisiera detenerlo, pero se abstuvo. Vio a Kon derrotado sin un golpe más. Lo que Urahara le había dicho era cruel, en todos los aspectos, pero no podía reclamarle al hombre que lo estaba rescatando. Para variar, pensó con sarcasmo; y es que el hombre siempre había estado allí para salvarlo cuando las cosas se salían de control.
—¿A quién se le ocurrió esta idea? —preguntó Urahara de nuevo, mirando a Kon, pero preguntándoles a todos.
—A Aizen —respondió Kon con la voz cortada.
Una vez más le fue imposible controlar su explosión de reiatsu, esta vez por escuchar el nombre del maldito ese. Por sentirse como un idiota. Por dejar que Aizen hubiera jugado con él, por haberle… pagado, por ello.
Apartando su mente de él mismo, se preguntó por los cómos y los porqués. ¿El fin de Aizen era atacar a Ichi… a Kurosaki-kun?
El resto de lo que pensaba se vio interrumpido por un grito de furia. Uno que no lograba reconocer del todo. Y entonces, el pasillo se vino abajo dejando una gran mole de algo que parecía un puño.
—Demonios, Yammi, ¡Contrólate! —gritó Nelliel hacia el puño gigante mientras saltaba para esquivarlo.
Entre correr y saltar, esquivaron los escombros que caían sobre ellos hasta quedar sobre la arena de Hueco Mundo. La mole que había sido llamada "Yammi" era de proporciones titánicas. Estaba seguro que se habría dado cuenta de cuando ese Arrancar creciera tanto después de su estadía en el frío desierto… pero, de nuevo, habían pasado muchos años desde que se encerrara en el palacio del Rey Espiritual, ocupado en otras cosas.
—¿Qué sucedió con él? —le preguntó a Nelliel usando un tono cantarín—. No lo recuerdo tan… gigante.
La respuesta que pudiera darle se interrumpió con un grito de dolor por parte de la masacota de Hollow que los atacaba. La sangre manó con fuerza por un costado de un Yammi de ocho patas y cayó a la arena con un golpe seco que hizo temblar los alrededores. Cuando la nube de arena se asentó de nuevo en el piso, la sonrisa de Hirako se dibujó al tiempo que las espadas del Capitán Comandante sonaban siendo enfundadas de nuevo.
Tragó fuerte. Si esos dos estaban en Hueco Mundo, sólo podía significar que iban a la caza del Rey Espiritual.
—Kurosaki-kun —susurró a unos pasos de él habiéndose acercado con shunpo.
—¿Qué está pasando, Urahara? —preguntó sin perder de vista a los que habían llegado y a los que ya estaban.
—Esto no se ve bien —dijo con su voz cantarina y cubriéndose con el abanico. Porque, si dejaba que viera su expresión, el tratar de quitarle severidad al momento no funcionaría.
Cuando las tres mujeres más débiles allí reunidas se lanzaron contra los recién llegados, se desató el caos.
Con Yammi levantándose de su caída, Hirako-san atacando a las tres mujeres, Nelliel atacando al Capitán Comandante y Kon corriendo a ponerse a salvo, la batalla entre Shinigami y Hollow comenzó de nuevo. Toushiro-kun y Kurosaki-san saltaron a la batalla para ser apoyo de su Comandante.
Cerró los ojos con frustración. Benihime en su cadera vibraba con furia para ser desenvainada. Él quería dar media vuelta a la escena y volver a casa para poner a Kurosaki-kun a salvo de sus propios sentimientos.
Fue cuando apareció Grimmjow, con un golpe dirigido a Ichigo y cuando lo vio reaccionar para comenzar una batalla, que se preguntó al fin si eso era lo que el joven rey necesitaba. Estímulos externos. Porque, aunque la fase cuatro de su estado se prolongaran días completos y hasta semanas, el aburrimiento podría ser el culpable de que el hombre se encerrara en sus fantasías antes de volver a caer en coma.
Se interesó entonces en observar esa batalla en especial. Podría ser ese el momento en que encontrara la forma de evitarle más locura al joven rey.
Cuando vio a Urahara mantenerse alejado de su batalla, lo supo investigando algo. Era esa estampa de poder inanimado lo que le hacía saber que estaba en la lucha aunque su Zanpakuto estuviera enfundada. Sonrió ante una imagen parecida en su mente y sólo después la de una oscuridad viscosa se sobrepuso a la de la pantera atacando.
Sintió el corte en su estómago antes de darse cuenta que se había distraído. La risa de Grimmjow —sus provocaciones para hacerlo enojar—, le devolvieron la mente a la batalla y atacó al Hollow que sólo buscaba pelear de nuevo. Esta vez, se la debía.
Apenas notándose cómodo con la actitud que conocía y reconocía del otro, esgrimió el shikai de Zangetsu —una espada en cada mano—, y se encontró disfrutando como hacía tanto no sucedía. El golpe con la espada de la pantera sonó fuerte y desde sus oídos, como una vibración, lo recorrió hasta el centro que lo mantenía siendo él mismo. Alma, tal vez. Pero se sentía más corpóreo. Tal vez alguna parte primigenia de su cerebro que le hacía vivir realmente cuando más cerca de la muerte se encontraba.
Se lanzó de nuevo al Arrancar, buscando devolver el "favor" sobre su estómago cuando se vio detenido por algo. Volteó a su lado para encontrarse sujeto por Hollow idénticos. Exequias, si no recordaba mal. Se sorprendió cuando Grimmjow pateó al par que lo sujetaban y se sorprendió más por sorprenderse.
Miró en derredor al campo de batalla. Apenas notó que los Shinigami eran sujetos por un pequeño ejército de esos Hollow con máscaras iguales y se sintió cautivo de nuevo. Ahora por seis. Gruñó a Grimmjow por ayuda, recordando cuando lo había librado de tantos otros Vasto Lord, pero él se encontraba en condiciones parecidas. Ambos luchando contra sus captores que eran fuertes sólo por el número, sintió un dolor desgarrarlo por dentro. Gritó mientras buscaba encorvarse para protegerse del dolor, pero los Exequias se lo impidieron. Cuando bajó la mirada para ver la herida que le habían causado se encontró con una espada negra clavándolo desde la columna. De alguna manera sabía que se quedaría paralítico. Y, en ese momento, odiaba haber estudiado medicina y saber las consecuencias de una columna vertebral seccionada. Si llegaba a sobrevivir.
—Kurosaki-kun —escuchó la voz de Urahara a su lado. Los Exequias muertos en la arena.
Con el ceño fruncido ante la súbita aparición del hombre y el terror de estar incapacitado para moverse surcando su cuerpo, apenas pudo notarse en una pieza y libre de sus captores… pero a más acercándose de nuevo. Lo que notó fue la mirada resoluta de Urahara… y esa mirada lo hizo abrir los ojos con la preocupación de algo por venir.
—¡Ban…
De nuevo, las imágenes se agolparon en su cabeza. Diez años de desaparición en tantas vidas los recordó en una fracción de segundo; mientras veía laceraciones, golpes, moretones y partes de músculo que faltaban en una piel blanca, supo lo que se avecinaba: Más dolor y más culpa. La mirada de ese hombre mientras se recriminaba por no ser "normal", sus palabras de autodesprecio cuando se disculpaba porque su alma fuera tan retorcida como él… y la necesidad que tendría por sentir un dolor que lo apartara de su poder. La necesidad que él sentía de proteger a ese hombre.
Reaccionó antes de pensarlo.
Su mano fue directa a la boca abierta de Urahara, sus nudillos casi tocando el paladar, pero evitando que pronunciara una sílaba más.
—No vuelvas a usar tu bankai —dijo apenas sintiendo su respiración agitada—. Te lo prohíbo —terminó tajantemente.
—O uege oime eo —respondió Urahara con la quijada apenas moviéndose sobre la mano que la llenaba.
Casi suelta una risa entre divertida y frustrada. En cambio, frunció más el gesto mientras jalaba su mano de la boca del otro.
—¿Qué dijiste? —preguntó casi fastidiado mientras el otro movía la quijada como para acomodarla.
—No puedes prohibirme eso —repitió, ahora claramente.
Él asintió ante las palabras de Urahara.
—Aún así —dijo terco—, te lo prohíbo —terminó seriamente y sólo después sonrió de lado—. ¡Bankai! —gritó entonces.
Su reiatsu corrió libre por su cuerpo y la energía que lo inundó pareció ser más fuerte que nunca. Las ropas cambiaron y las dos espadas que eran el shikai de Zangetsu se unieron para formar la prueba absoluta de la mezcla de sus poderes. Su shihakusho mostrando también rastros de aquella transformación fullbringer y la innegable sensación de tener a su Hollow en la mitad de su cuerpo —con ojo negro, un cuerno y la sonrisa de psicópata que lo hacía sentirse malsanamente vivo—. Era más que pelear hombro con hombro.
Observó el campo de batalla para ver a Yammi peleando contra Kyoraku, Toushiro y Karin; las fracción de Hallibel peleando contra Shinji y a ese que parecía un árbol, hacer crecer más soldados de sus ramas. No encontró a Nelliel, pero Grimmjow estaba inmóvil, con la mirada clavada en él, a pesar de estar capturado por los soldados blancos.
Volteó la mirada a Kisuke para verlo aún moviendo la quijada cómicamente para aliviar el dolor del abuso antes recibido.
—También lucharé tus batallas, tú sólo tienes que hacer la estrategia —terminó con una sonrisa que esperaba le mostrara al hombre la promesa implícita en sus palabras.
Alzando el mentón hacia aquel, como si estuviera retándolo a contradecirlo, se lanzó primero a los números y luego a su fuente. Detuvo el golpe de espada que Shinji lanzaba a una de las Hollow y lo empujó hasta que chocara con el costado de Yammi. Éste se distrajo de la batalla contra los otros tres, devolviéndole un gruñido de furia.
Tal vez fuera por la parte del Hollow que estaba a flor de piel, pero lanzó un cero hacia el techo de Las Noches haciendo que su cúpula se viniera abajo por completo.
La batalla terminó así de rápido, con una lluvia de escombros siendo evitada por todos.
De nuevo tenía las miradas clavadas en él. Sólo Kisuke caminó hasta él.
—Es hora de irnos —le dijo al hombre, pero hablaba con todos. Los miró a cada uno antes de hablar con ellos—. No vuelvan a hacer algo así —les advirtió—, se ponen en peligro a ustedes mismos.
Habiendo dicho su advertencia, dio media vuelta a la escena de tantos heridos y fatigados por la batalla y se alejó con el rubio a su lado. Sintió una mano detenerlo por el hombro. Volteó sólo para ver a un Grimmjow que recordaba como el Rey de Hueco Mundo.
—¿En verdad quieres ser el Rey? —le preguntó el Hollow con su voz más seria—. Lo entiendo, también lo quise, pero…
—En la vida hay cosas que te llegan sin que quieras, Grimmjow —lo interrumpió—, cosas que no llegan aunque las busques y, para lo único que tenemos poder realmente, es para decidir cómo tomamos esa mierda que la vida nos arroja a la cara; qué tipo de persona vamos a ser después y durante aquello. Ser el rey es la mierda que me tocó a mí, y no se la deseo a nadie.
—Ichi-nii —sonó la voz de su hermana acercándose.
—Aceptar la mierda no es quererla —rugió la pantera—. Si quieres algo, lo tomas. Si no lo quieres, peleas contra ello. Por eso se lucha, para eso nos hacemos fuertes.
—Nos hacemos fuertes para soportar las consecuencias de nuestros actos, Grimmjow. Tú para qué quieres ser más fuerte —devolvió de inmediato—, ¿para demostrar algo, para tener poder? Ve lo que sucedió con Aizen. ¿Para proteger algo? Ve en lo que yo acabé. ¿Por derecho? Entonces Yhwach —sólo después de decirlo bajó el tono a uno sosegado; esperaba que el Arrancar tuviera la cordura para ponerse a pensar a pesar de su aspaviento de desprecio—. Eso sí, si quieres pelear sólo para afinar tus sentidos, entrenar por el placer de hacerlo o por encontrar la mejor versión de ti mismo, entonces no necesitas todo este teatro, ya sabes como entrar al palacio —terminó con una sonrisa sincera, algo cargada de humor negro, pero sincera.
La respuesta de Grimmjow no pudo ser más típica, guñó al comentario —o a las buenas intenciones tras éste—.
—Me gustaba más el adolescente que saltaba a la batalla ante la más mínima provocación.
Por el rabillo del ojo vio a Urahara cubrir su cara con el abanico de siempre y sólo pudo temer lo que saldría de esa boca. Y no se equivocó.
—Gatito pervertido —susurró Urahara tras el abanico, de forma que todos escucharan.
Grimmjow volteó al irreverente científico con una mirada lacerante.
—Viniendo de ti, no significa nada —respondió con un gruñido.
No pudo dejar de reírse al ver al Arrancar pelear con el científico. Abrió la boca para decir algo, lo que fuera, pero la oscuridad lo reclamó en un segundo.
En cuanto sintió una variación en el reiatsu de Kurosaki-kun dejó de prestarle atención al de cabello cerúleo para concentrarse en el de cabello naranja. Se lanzó hacia él en cuanto lo vio derrumbarse hacia el piso y estuvo justo para detener el golpe sobre la arena blanca. El peso del hombre en sus brazos lo resintió en las costillas rotas, pero sólo se permitió un aspaviento que podía ser confundido con cualquier otra cosa. Tan sorprendido como resignado por un periodo más de coma, cargó el cuerpo laxo habiendo olvidado el público a su alrededor. Tenía que devolverlo a su jaula de obsidiana, por el bien de todos —incluso el del mismo rey—.
—¿Urahara? —preguntó Kyoraku-san bajando sus espadas. El tono, una pregunta dolorosa en toda su expresión.
Pasó la mirada por las expresiones de Shinigami y Arrancar reunidos. Entre sorprendidas y asustadas, las miradas hacían la misma pregunta. Todos habían sentido el cambio en el reiatsu del rey.
—Ya lo dijo él, es momento que regresemos —dijo para evitar responder a la pregunta de todos.
Kurosaki-san se acercó unos pasos a él, probablemente para acercarse a su hermano. Él negó con la cabeza y ella obedeció.
—¿Qué fue ese reiatsu? —preguntó ella con la voz temblorosa.
No podía culparla. Esa variación en el reiatsu del pilar de los mundos les debía haber causado escalofríos a todos.
—Su reiatsu está buscando a su reiatsu —explicó acercándose a la oscuridad que los llevaría de vuelta al palacio—. Es la parte opuesta del reiatsu en el palacio; ambas partes buscan encontrarse de nuevo.
Sin más por decir, entró a la oscuridad dejando al resto recorrer ese camino o quedarse en el desierto blanco.
En el palacio ya, se aseguró que nadie lo hubiera seguido antes de cerrar la Garganta tras él y llevó al joven rey hasta la habitación de siempre.
Viéndolo acostado sobre la cama, no podía evitar repetir las palabras que Kurosaki-kun le dirigiera en Hueco Mundo. Prohibirle usar su bankai, decirle que él pelearía sus batallas… que él se dedicara a hacer las estrategias. Rozó la mejilla del muchacho —adulto y maduro, pero un muchacho comparado con él al fin y al cabo— con cuidado. De nuevo no sabía con qué intención había dicho aquello Kurosaki-kun, pero estaba seguro que no había buscado causarle esa sensación de nudo en el estómago. Estaba seguro que no había intentado decirle que formaban —algún tipo de— pareja (más que de equipo).
—Creí que era el peso de esta realidad lo que te llevaba a escapar a tus fantasías, Kurosaki-kun. Creía que necesitabas que la realidad tuviera un mayor peso que aquello en tu cabeza para evitar caer en coma. Pero no parece ser el caso ahora.
—No está en coma —dijo la voz metálica del Hollow en Kurosaki-kun mientras lo veía con ojos negros de irises dorados—, sólo está desmayado.
Vio el cuerpo, poseído por aquel ser, levantarse de la cama sin parsimonia y sin agresión hasta quedar sentado en el filo del colchón. Los negros orbes se clavaron en él mientras sonreía de esa forma que le llevaba a pensar en locura. Se tensó involuntariamente y buscó a Benihime a su lado.
—No lo hagas —advirtió el Hollow sin fuerza en la demanda. Cerró los ojos y su cara pareció mostrar un pacífico placer—. Se siente bien respirar de nuevo, sentir de nuevo —dijo acariciando las sábanas con sus palmas.
Se quedó mirando al ser que no era Kurosaki-kun por completo y se quedó callado mientras lo analizaba. El Hollow parecía… humano. Salvo por los ojos y la voz, pero más humano que cuando había logrado poseer el cuerpo de Kurosaki-kun en otras ocasiones.
—¿Está… —comenzó él sólo para detenerse y comenzar de nuevo—. ¿Está en uno de esos sueños?
—¿Sueños? —le devolvió el ser aún con los ojos cerrados pero con ese sarcasmo permeando en su extraña voz—. Ichigo sueña poco ahora. Si te refieres a las vidas que vive, no. No estamos en una de ellas.
Frunció el ceño profundamente. El Hollow abrió un ojo sólo para verlo y sonrió con desdén.
—Ichigo no tiene "fantasías", Getta-boshi. Vivimos vidas diferentes, pero no es dentro de su cabeza; si así fuera, yo no las viviría. En verdad las vive, siente cada herida, toma cada decisión, buena o mala. Lucha cada batalla… No, no son cosas en su cabeza, ni siquiera en su mundo interior; aunque estén logrando que la pierda. Es como vivir en un círculo que se repite pero que es diferente cada vez, a veces parecido, pero nunca igual. Y eso está causando que pierda la razón; joder, hasta yo me siento perdiendo la cordura —avisó mirando por la pequeña ventana y clavando la atención en el eterno azul de ese cielo.
No pudo más que sorprenderse mientras se quedaba viendo el perfil que miraba por la ventana. No por las palabras que escuchaba, o por verse enfrentado a que eso que había creído fuera un error; tampoco porque eso que le revelaba hiciera todos sus esfuerzos estériles. Le sorprendía la preocupación que escuchaba en la voz de aquel ser.
—Que pasa, Getta-boshi —preguntó el Hollow aún viendo el cielo—, ¿es que te gusta lo que ves?
Agitó la cabeza tanto para negar como para concentrarse.
—Estoy sorprendido. Por un segundo sonabas como si estuvieras preocupado —devolvió con su tono cantarín.
—Ichigo es mi hermanito menor. Cruel o sólo suficientemente tajante para que la cabeza dura de Ichigo entienda algo; siempre he tratado de protegerlo.
—Pero querías quedarte con su cuerpo. Luchabas por ganarle al "rey" —lo confrontó, mientras en algún lugar de su cabeza sus pensamientos le daban varios significados a esa misma frase. Uno en especial ahora que Kurosaki-kun era en verdad "el rey".
—Bueno —respondió el ser—, ahora él es el rey… y no sólo de su mundo —terminó con esa carcajada llena de sarcasmo y locura.
Lo vio calmarse de nuevo, como si algo hubiera apretado un gatillo diferente.
—Ichigo siempre ha sido demasiado amable para ser "el rey" —dijo tranquilo, casi sonando apenado por ese al que había llamado "hermanito".
—Pero tú no —aseveró sin poder evitar del todo el tono de burla, o reto, en sus palabras.
—Eso ya no importa —siguió el Hollow sonando derrotado.
El ser se levantó del filo de la cama haciéndolo reaccionar. Le lanzó una mirada de advertencia ante el movimiento de detenerlo y, efectivamente, sirvió para mantenerlo a él en su lugar mientras veía al otro moverse hasta la puerta del baño.
Entrecerró los ojos mirando la puerta cerrada por la que el cuerpo poseído había desaparecido, pero se quedó concentrado en todo lo que había escuchado.
—¡Getta-boshi! —gritó la voz metálica del Hollow con una poderosa orden que lo puso en movimiento de inmediato.
Corrió al baño para encontrar al Hollow deslizándose por la bañera. Usó shunpo para llegar antes que la cabeza de Kurosaki-kun se sumergiera por completo en el agua.
Estuvo a punto de burlarse de las palabras del Hollow —cuando había dicho que quería proteger a Kurosaki-kun— hasta que se dio cuenta que había comenzado una nueva fase uno.
Sacó el cuerpo comatoso del agua mientras se obligaba a admitir que el Hollow no había mentido. Había protegido a Kurosaki-kun, incluso de ahogarse en la bañera.
Mientras arropaba el cuerpo del joven rey en la cama, supo que tenía mucho más en qué pensar ahora.
