Como disculpa por el retrazo en publicar —y notando que los pasados capítulos fueron cortos—, adelanto este otro esperando que la historia les esté gustando.


Aterrizó grácilmente en la colina a los pies del Soukyoku y se irguió para ver el horizonte. Seiretei se veía tan diferente a lo que recordaba... Detuvo su contemplación cuando sintió al rubio poner los pies sobre la tierra también.

Sin mirar al rubio, caminó hacia su primer destino.

—¿Qué tipo de vida vivió Kurosaki-kun? —preguntó el rubio casi en un susurro.

Él no respondió y el rubio pareció entender la indirecta porque no preguntó más.

Sólo hasta llegar a las barracas del doceavo, y sentir el fuerte reiatsu del Kenpachi, fue que rompió el silencio.

—Kenpachi fue el primero en irse —dijo sólo para volver a quedarse callado.

Cerró los ojos para sentir de nuevo el reiatsu de aquel guerrero. Esa sensación de alivio al sentir vivo al hombre y entrenando le pareció como echarle ácido a una herida abierta. Los recuerdos de la sonrisa de ese hombre lo inundaron junto con los de ese mismo guerrero luchando a su lado. Su obstinada fortaleza, su deseo de lucha, la fuerza de su compañía. Y la soledad de saber que ese hombre que gritaba en el entrenamiento no era el mismo al que había conocido.

En silencio se despidió del guerrero al que sí había conocido y dio media vuelta para seguir con su tortura; o las despedidas que nunca pudo dar.

Sintiendo al rubio metafóricamente pegado a sus talones, llegó a las barracas del segundo. La voz de Soi Fon gritándole a su teniente llevó una sonrisa a sus labios y una mueca de frustración a sus ojos. Nunca había entendido por qué esa terca mujer se había quedado con un idiota como Omaeda en sus filas. Lo criticaba, lo golpeaba, lo humillaba, pero nunca lo despedía…

—Ella te dejó de odiar, ¿sabes? —le dijo al rubio que permanecía callado pero a su lado—. Aunque era muy divertido el lograr sacarte de quicio. Siempre fue buena para eso y hasta aprendió una de las barreras de Hachi sólo para encerrarte en ella de vez en cuando —dijo sin poder evitar una sonrisa al recordar un par de esas ocasiones.

En ese momento la mujer salió al patio de entrenamiento para abusar un poco de su teniente. Los gritos indignados del gordo teniente llegaron hasta sus oídos y la carcajada que deseaba lanzar salió en forma de una risa.

Se dio cuenta de su error cuando la mujer volteó a la dirección en la que estaban. En la que habían estado.

Desde otro punto de los árboles que rodeaban a la división 2 y sus actividades vio a esta Soi Fon buscar el sonido producido. Dejó caer al suelo al rubio que había sacado del campo de visión de la capitana y suspiró con alivio. Aunque Soi Fon hubiera sido algo así como su mejor amiga en esa otra vida, en ésta no lo era.

Se alejó del territorio de la segunda división y sólo cuando hubo árboles de por medio que no llevaran su voz hacia los espías y asesinos de Soul Society, mientras caminaba con paso lento y ominoso, sintió la necesidad de llenar el silencio. Aunque no sabía porqué.

—Fue una vida en la que Ichigo perdió contra Yhwach —comenzó—. No perdió la vida, pero sí lo que le hacía vivir. Entonces fue muy fácil tomar el control del cuerpo y relegarlo a su mundo interior. No es que él haya luchado para evitarlo. Yhwach lo derrotó, sólo no en cuerpo sino en alma. En los últimos años, fue una vida a la que pude llamar mía.

Cuando llegó a su destino, calló de nuevo. Esta vez no se había detenido en las barracas de ninguna división, sino en la mansión Kuchiki. Su… compañero en un mundo de guerras constantes, donde el concepto de paz se había olvidado por completo.

—Todos creyeron que Rukia y Shinji habían abandonado a Soul Society por cobardes o por traidores. Nos mandaron a ejecutarlos —comenzó de nuevo estando en la puerta que podría, o no, llevarlos a los jardines de la mansión. Dudando de su valor, aún no decidía si daría ese paso para entrar. Siguió llenando el silencio—. Byakuya los había obligado a ir al mundo, para salvar al hijo en las entrañas de la mujer.

—¿Y el padre? —preguntó el rubio en un susurro confundido, como si tuviera miedo a que detuviera su relato.

Lo miró sin fuerza.

—Cuando recibí la orden no lo sabía. Sólo me tomó un segundo entenderlo cuando ví el cabello naranja de la criatura.

—¿Ichigo? —preguntó el rubio estúpido con sobrada impresión.

—No estás poniendo atención —recriminó con un sarcasmo casi adolorido—. No pudo matar a Yhwach, perdió la batalla contra el Rey Quincy y yo tomé el control.

—El niño —siguió el rubio apretando la quijada con fuerza—, ¿cómo lo mataste?

A eso tuvo que reaccionar. De inmediato lo tomó por el cuello de la ropa y apretó el puño para soltarlo con un empujón que lo hizo golpear la pared.

—¿Qué criatura me crees para ser capaz de matar lo único que alguna vez pude llamar mío realmente? —gruñó controlando su rabia y su voz—. ¿Mi hermanito es el bueno? ¿Yo soy el malo? Te creía más inteligente que eso —atacó con una burla indignada.

—No tengo toda la información —se quejó el rubio en defensa mientras volteaba la mirada al piso.

Él copió el gesto del rubio pero, en vez de voltear al piso, miró hacia la distancia; a algo que ya no existía más.

—No maté a mi hijo. Tu amante, ese Vizard con un piano por sonrisa, murió cuando…

Sus palabras fueron interrumpidas por el filo de una espada en su cuello. Tragó con fuerza sin necesidad de voltear a ver a quién lo amenazaba; podía decir quién era sólo por su reiatsu, sólo por su caminar sin sonido que había alertado a nadie de su presencia.

—Tú no eres Kurosaki. ¿Quién eres? —preguntó la siempre fría voz del noble.

La tensión que sentía en sus entrañas, incluso sin haber visto al noble que lo amenazaba, se rompió en una carcajada de sarcasmo e ironía al escuchar esa voz, al escuchar esas palabras.

—¿Ya me olvidaste? —preguntó sólo para responderse a sí mismo—. Pero cómo podrías recordarme si no me he presentado —dijo mientras giraba el cuerpo, aun con la espada en el cuello, para ver directo a esos ojos grises que el noble recubría con frío orgullo—. Soy Shirosaki Hichigo, y tú me diste ese nombre… en otra vida —terminó con una inflexión de burla.

—No sé de qué otra vida hablas —respondió el noble entrecerrando los ojos en una advertencia.

—No tienes porqué saberlo —devolvió con una sonrisa de lado mientras alejaba de su cuello el filo de Senbonsakura con un dedo, sin temer el corte—. Baja tu espada, no vengo a hacerte daño.

Como si tuviera más valor del que se creía capaz, buscó en las profundidades de ese gris acero para convencerse de que ese hombre no era el mismo con el que había vivido tanto y perdido más.

No pudo controlar una sonrisa ladeada más cuando el noble entrecerró los ojos con escrutinio hacia él. Sintió en su cuello el mismo movimiento que Byakuya hizo cuando encontró lo que buscaba y cuando cambió el gesto en su cara por uno de contrariedad.

—Esos ojos ya no tienen la locura y la sed de sangre y batalla que tenían cuando peleamos —aseveró el noble como un hecho.

—He visto, sentido y vivido tanta lucha y sangre como para hartarme incluso yo —respondió con un asentimiento de cabeza—. Ahora estoy cansado y deseando haber podido mostrarle a Byakuya la paz que se respira aquí —terminó mirando al cielo azul que significaba paz en ese instante.

—Hago más que verla —respondió el noble sonando frío—; la estoy viviendo. Y planeo defenderla de quien sea —advirtió secamente.

Sonrió en respuesta. Era una sonrisa triste por el hombre que no estaba frente a él y resignada ante la sensación de no ser comprendido una vez más. Debería estar acostumbrado. O más bien, habían logrado que se desacostumbrara al sentimiento.

Sin más, les dio la espalda a los hombres allí y marchó a cumplir una promesa.

De regreso en el palacio se dejó caer en el mismo lugar que lo esperaba con una bebida fría. Le dio un sorbo a aquello sólo para arrepentirse de nuevo.

Cuando entró a la pequeña sala de estar que era réplica de aquella en esa tienda de barrio, se encontró con el Hollow… con Shirosaki frunciendo el ceño ante una taza de té. En completo silencio parecía estar peleando con el contenido que había despreciado antes. Lo vio dar un trago al té que ya debería estar frío y sacar la lengua con asco ante el sabor. No pudo evitar sonreir antes de ir a la cocina.

Volvió a la mesa para quitarle esa taza de las manos y agregar azúcar a la bebida. Sólo cuando los gránulos estuvieron disueltos devolvió la taza al ser. Pero el Hollow no la tomó de nuevo. Sonrió sin embargo, aunque su sonrisa fuera tan triste como las que hubiera lanzado en el corazón de Soul Society.

—Una noche para vivir una vida y un día para asimilar lo que se ha perdido —comenzó el ser—. Esto es lo que "eternidad" significa, ¿que el tiempo ya no importe, que el cansancio acabe con tu espíritu?

Y por un segundo ese Hollow le dejó de parecer uno para parecerle un niño perdido que había madurado a fuerza de golpes y sufrimiento. Un segundo más le tomó para acercarse y abrazarlo como a él nadie lo había abrazado. Conociendo ese dolor con el que podía identificarse de manera íntima, no tuvo el valor de decirle que no era "un día" sino semanas o meses.

—No soy Ichigo —se quejó el ser mientras lo apartaba del abrazo con las manos.

—Lo sé —le respondió escapando del empuje de esas manos para abrazarlo de nuevo y acunarlo tanto como se dejara.

—Al Rey no le va a gustar esto —se burló el Hol… Shirosaki mientras le devolvía el casto abrazo.

Se rió ante la diferencia entre las palabras del ser y sus acciones, ante la sensación de ser aceptado y de aceptarlo en una forma de existencia y vida más allá de una parte de Kurosaki-kun. Porque, en ese momento, no podía verlo como una parte del hombre que se había convertido en Rey Espiritual, sino como una existencia completamente diferente —aunque compartieran tanto al mismo tiempo—.

—No tienes porqué decirle —respondió a las palabras del otro.

—Igual se va a enterar —dijo Shirosaki con una naturalidad despreocupada mientras lo empujaba hasta dejar su espalda sobre el suelo.

Allí, usando cada vez más de su cuerpo para mantenerlo sobre el suelo, lo besó. Primero fue sólo un roce de labios, luego un poco de presión sobre los suyos y el ser se apartó cuando al fin abría los labios para permitirle la entrada.

—Así, esa bebida de pasto podría no saber tan mal —bromeó antes de besarlo de nuevo.

Al sentir los labios del ser de nuevo sobre los suyos, retomó el beso dónde lo habían dejado. Abrió los labios para él, esperando la invasión de su lengua. Cuando ésta no llegó, le mordió el labio inferior suavemente y le apartó la cara con una caricia.

—No soy al que quieres besar, ¿verdad, Shirosaki?

Shirosaki se apartó casi un brazo de él. En su rostro se mostraba la más absoluta sorpresa, la más pura incomprensión.

—¿Me llamaste "Shirosaki"? —preguntó, y en su voz metálica sólo había una nota de vulnerabilidad y de asombro.

—Ese nombre significa mucho para ti —respondió sencillamente.

—Además de golpes y desprecio, fue lo primero que me dieron en esa vida —explicó débilmente.

—Y ahora lo tienes en esta —le aseguró.

Shirosaki se acercó de nuevo a él como si fuera a continuar dónde se habían quedado, pero en vez de tocar labios contra labios, apoyó su frente contra la de él. Sólo entonces sonrió, con sarcasmo de nuevo.

—No es tan importante si me lo das tú, pero lo acepto —dijo con sarcasmo, pero con cierta calidez en la mirada.

—Estás equivocado —le dijo amablemente con una caricia en la mejilla—. Ese nombre siempre te lo va a haber dado esa persona especial.

Shirosaki se alejó del contacto con una cara teatralmente fastidiada.

—Eres una persona desagradable —soltó llanamente.

—Y tú suenas a Mayuri-san cuando dices eso.

—Sólo cuando Kurotsuchi dice algo con sentido —rezongó divertido y su gesto se suavizó por completo—. Gracias, Getta-boshi.

Y mientras le decía esas palabras, su cuerpo cayó laxo sobre él y con una respiración tranquila que lo hacía parecer dormido y no en la primera fase.

Se removió bajo el cuerpo del hombre sobre él y éste —fuera la consciencia de Shirosaki o de Kurosaki-kun quien estuviera en control— se movió inquieto y balbuceando una queja por ser movido.

Sabiéndolo dormido y no en la primera fase, lo cargó hasta su habitación donde además de estar al pendiente, podría investigar en sus notas de años pasados.

La situación con Shirosaki, su insistencia en llamar a Kurosaki-kun "hermanito", la marcada tendencia de protección que ambos tenían… le hacía recordar teorías que había creído sepultadas antes del nacimiento de… ¿ambos?

Con el cuerpo del rey acostado sobre el futón en su habitación, y él poniendo atención a las notas de aquellos años, sabía que tenía mucho más por qué arrepentirse.

Y, cuando recorrió sus viejas bitácoras, se enfrentó a cómo le había jodido la vida a Kurosaki-kun… incluso antes de que naciera.

Mientras sus ojos vagaban sobre las letras y las ecuaciones escritas, éstas se volvieron imágenes y escenas completas.

La jovencita que había sobrevivido a un suicidio de alma, gracias a la decisión de un Quincy y un Shinigami trabajando juntos, había aparecido con anillo de compromiso, una despampanante sonrisa y un excapitán de Soul Society de la mano para soltar una bomba atómica a los pies de su tienda: estaba embarazada.

Había tragado con fuerza ante la noticia, ante las implicaciones de eso. De inmediato le había pedido dejarle hacer las pruebas necesarias. Pasó los dedos por la anotación resultante en su bitácora: "Kurosaki Masaki, embarazada con gemelos". Pero, ¿cuál sería la naturaleza de aquello creciendo en el vientre de la mujer?

Su error había sido comentárselo al padre.

En su faceta más sobreprotectora, Isshin-san se había negado a permitirle hacer más pruebas a su esposa. A partir de ese momento, Ishida Ryuuken se había encargado de seguir el embarazo. Cuando se enteró que sólo había nacido un niño, y no dos, había olvidado sus primeras teorías y preocupaciones. Había pensado que se había equivocado y había tirado los resultados de sus primeras pruebas.

Ahora las necesitaba de nuevo y sólo había un lugar en que las podía conseguir.

Dejando sus bitácoras abiertas, se acercó a Kurosaki-kun para verlo aún dormido. Le acarició el rostro preguntándose si lo que estaba haciendo lo estaba haciendo bien o no y se apartó del contacto un segundo después.

En su vida se había equivocado tantas veces, había tenido tantos aciertos; había dado vueltas tantas veces sobre una misma idea y se había obsesionado tanto con alguna u otra cosa; se había encontrado con que una cosa ajena daba sentido a algo que parecía no tener solución, que no podía dar marcha atrás. No ahora. No cuando el saber la verdadera naturaleza de Shirosaki podía significar un descubrimiento para ayudar a Kurosaki-kun… o no.

Tomó a Benihime y la llevó a una esquina apartada en su habitación. Se sentó en el suelo, cruzó las piernas y reposó su Zanpakuto sobre las rodillas. Cerró los ojos para entrar a su mundo interior.

En un instante se encontró en ese pasillo de puertas rojas y llamó a Benihime. Ella apareció frente a él como una figura espectral que flotaba sencillamente.

—Princesa —comenzó—, necesito recordar algo.

Y la princesa carmesí asintió por primera vez sin necesidad de un ruego para guiarlo hasta una de las puertas. Con un agradecimiento silencioso, entró por la puerta.

Entrecerró los ojos al encontrarse en el área de entrenamiento bajo la tienda de barrio. Miró a todos lados hasta encontrarse a él mismo peleando con Isshin-san. Antes no lo había notado tan desesperado como lo hacía ahora que sólo era espectador.

Ambos blandían sus espadas. Pero las heridas las habían causado las palabras.

—Salva a mi hijo —decía un Isshin-san demandante. Antes le había parecido furioso, ahora lo sabía desesperado.

—No sabes lo que estás pidiendo de mi Isshin-san —respondió aquel Kisuke mientras detenía la estocada de la Zanpakuto ajena—. Si quieres que lo salve, no me pidas esto. Lo estás condenando.

—Tú no lo has visto últimamente. No es el mismo. Sé que pido mucho, pero…

—No tienes ni puta idea —explotó con lo que recordaba había sentido como su propia desesperación—. Me estas pidiendo que…

—Te pido que le devuelvas la vida a mi hijo.

—¡Me pides que lo convierta en el ser más solitario de la existencia!

—Ichigo ya no es Ichigo, Kisuke —dijo el padre del joven con la voz cortada—. Incluso a su familia nos ve como si no nos viera; Ichigo finje que está vivo, pero sus ojos están muertos. Como padre no puedo verlo así, y tú puedes devolverle sus poderes.

Quien había sido él negó con la cabeza, en silencio; derrotado.

—No sabes lo que pides de mí, Isshin.

—Ni aun siendo su padre puedo hacer algo por él, eres el único que puede —aceptó el Shinigami con su orgullo de hombre quebrado.

En ese momento él había bajado la espada. La batalla ya no era necesaria, no cuando ambos habían sido derrotados.

—Cuando acepté entrenar a tu hijo, Isshin-san; lo hice porque me pediste que le enseñara a mantenerse con vida. Me pediste que lo protegiera y que lo guiara. Te prometí que lo haría, no me pidas ahora que falte a esa promesa.

—No entiendo a qué le temes —arguyó el hombre desesperado.

—Sin sus poderes, tu hijo es un humano más. Podrá vivir una vida normal, casarse, tener hijos; ser feliz. Con sus poderes… lo estás condenando a ser el Rey Espiritual.

—El Rey no ha muerto, el Rey no puede morir. De eso se encarga la División Cero, Kisuke; lo sabes. Gotei 13 fue erigida para defenderlo. Aizen ya no es un peligro, Ichigo se aseguró de ello. Y perdió parte de su alma por salvar al resto.

—Fue una decisión que él tomó sabiendo las consecuencias.

Oh, cómo le había dolido tener que decir esas palabras. El tener que decirlas para convencerse a sí mismo de que eso era lo mejor para el adolescente.

—Y esa decisión lo está matando —terminó Isshin-san sobre sus rodillas.

Ambos hombres, el que había sido en ese momento y el que veía de nuevo la escena, cerraron los ojos con pesar ante las rodillas clavadas en el suelo del orgulloso —y a veces bobo, pero siempre con buenas intenciones— excapitán de la décima división.

—Sólo si él quiere —aceptó entonces, resignado a lo que pudiera suceder.

Volvió la espalda a lo que seguía de la escena. Isshin-san había sonreído, aliviado por la respuesta. Y él obtuvo la respuesta del adolescente cuando lo vio entrenando con esa pandilla de Fullbringers. Como siempre, las acciones del adolescente habían hablado más fuerte que sus palabras, y éstas le habían dicho que quería recuperar sus poderes.

Y le habían devuelto éstos.

Y lo había condenado a ser el nuevo Rey Espiritual.

Cerró la puerta roja a su espalda dejando atrás aquella promesa rota. Pero aferrándose a la resolución de no fallar de nuevo en la misma. Rey Espiritual o no, iba a protegerlo y a guiarlo hasta que no lo necesitara a su lado.

La aparición de Benihime lo guió a una segunda puerta roja a poca distancia de la primera que había cruzado. Esta vez se ubicó inmediatamente en el laboratorio que había usado en aquellos años en los que Kurosaki-kun apenas era un feto.

Se encontró a él mismo escribiendo las anotaciones que había estado leyendo en su habitación del palacio del Rey y asomó la cabeza por encima del hombro de la figura que era un recuerdo. Vio de nuevo los análisis, se vio escribiendo notas y tacharlas, y al final, releyó los resultados que recordaba vagamente. Sabiendo lo que buscaba en esos resultados encontró la razón por la que los médicos humanos —y Quincy— no habían dado con un segundo producto.

Las gráficas mostraban un suicidio de alma en proceso. En ese momento había temido que el producto nunca naciera. Que fuera un embarazo infructuoso. Ahora, sabiendo que Kurosaki-kun había nacido, los datos se mostraban en su completa realidad.

No siendo médico, pero si científico, se había topado con lo que ahora podía ser la clave para entender más a Shirosaki —y, ojalá, la situación que el Rey vivía—: el quimerismo, dos cigotos combinados en uno solo que se desarrollan normalmente como uno solo. El ser vivo resultante poseería dos tipos de células con distinta constitución genética; con doble material genético; siendo así, como si dos personas fueran una sola. Pero eso no era todo, el cambio de los rasgos podría ocurrir después de un traumatismo. Y no podía pensar en un traumatismo que impactara de mayor forma a un alma que el que destruyeran el origen de su poder espiritual atravezándolo con un Zanpakuto ajeno.

Tampoco podía olvidar la personalidad de Kurosaki-kun y —al parecer— también la de Shirosaki-kun: ambos tenían una marcada tendencia a proteger. ¿Causa o consecuencia? Se preguntó. Si el cigoto que crecería para ser conocido por todos como Kurosaki-kun había "sentido" que el cigoto de Shirosaki-kun estaba atravesando por un suicidio de alma por su combinación genética y lo hubiera absorbido para salvarlo, sería a causa de la personalidad que había desarrollado. Pero si al contrario, a partir de sentir ese suicidio del alma, lo hubiera absorbido para mantenerse él con vida, entonces su personalidad sería la consecuencia.

En todo caso, esa teoría sería sólo cierta si la mezcla genética de los gemelos hubiera sido tan desafortunada como para unir la parte Quincy y la Hollow en un gemelo y la parte Shinigami y la Humana en otro, recreando así las circunstancias de sus padres. Eso podría explicar las gráficas que veía. El gemelo Quincy y Hollow estaría siendo el que sufriera ese suicidio. Pero, también quedaba la opción de que uno de los gemelos fuera Hollow y Humano y el segundo tuviera los aspectos Quincy y Shinigami. En este caso, los gemelos hubieran tenido que absorberse —que unirse— entre ellos para salvar algo de ambos. Pero los estudios… mostraban sólo un suicidio en proceso. ¿Hollow y Shinigami con Humano y Quincy?

Pero no había forma de saberlo con seguridad a menos que hiciera algunas biopsias de tejidos de Kurosaki-kun… y aún tendría que investigar qué células pertenecían a qué hermano.

Las combinaciones menos peligrosas siempre serían las que contuvieran la mitad de Humano. Quincy y Humano —como Yuzu lo había sido—, Shinigami y Humano —como Karin también lo había sido—.

Tragó con fuerza ante sus pensamientos poco ordenados pero contundentes y soltó una carcajada que nada tenía de diversión o alegría.

Mientras Kurosaki-kun había tocado los poderes de Shinigami que albergaba, gracias a los que Kuchiki-san le había dado aquel día; los poderes de Hollow y Quincy sólo habían despertado cuando despertó su propio poder. Las primeras batallas del adolescente, entonces, habían sido libradas con el poder de Kuchiki-san, usando a Kurosaki-kun como un catalizador para ello. Por eso no había tenido rastro alguno de reiatsu Hollow o Quincy hasta que el capitán Kuchiki se los había arrebatado. De esa forma, parecía, los poderes de Kuchiki-san habían servido —además— para ocultar la mezcla del poder real de aquel adolescente hasta que él lo había entrenado.

En ese entrenamiento, en el que había cortado su cadena de la vida, el adolescente se convirtió en Vizard, si la máscara con la que salió de ese foso era cualquier indicador. Bien no un Vizard completo, o maduro; pero había salido como Shinigami con máscara de Hollow —Vizard—, sin haber necesitado la vacuna para evitar el suicidio del alma. Siendo así el caso pues uno de los gemelos "recién despertaba". Pero su solo despertar, había sido suficiente como para servir de balance entre las cuatro naturalezas entonces despiertas.

Si la teoría fuera correcta, ¿por qué Kurosaki Ichigo no había presentado riesgo antes de que despertaran sus poderes?…

Porque el efecto de vacuna existía desde los cigotos unidos.

Entonces, su despertar inmediato como Vizard "cuerdo" se debía a ese efecto. Y sólo a partir de ese momento Shirosaki-kun comenzó a madurar como ser hasta que se manifestó en la pelea de los gemelos con el capitán Kuchiki.

Quería suponer que agradecerle a Kuchiki Byakuya por darle a Kurosaki-kun la oportunidad de ser quien debía ser le costaría un par de costillas rotas. Aunque el sarcasmo en ello podría valerle el dolor.

Byakuya Kuchiki había cimentado el camino para que Kurosaki-kun se convirtiera en el Rey Espiritual y era quien había permitido que Shirosaki pudiera existir como ahora lo conocían.

Salió de su mundo interior riendo bajo, evitando lanzar la carcajada que se hubiera permitido en otro momento. Tampoco había escapado a su atención la interacción que había visto entre Shirosaki y Byakuya; por un segundo la situación le pareció como la de un pato recién nacido que había quedado prendado de lo primero que había visto moverse… en el caso de Shiro, contra quien había peleado primero.