No bien entró a la sala de estar y vio al antiguo Shinigami sentado frente a la mesa baja se dirigió de inmediato a la cocineta adjunta, pero no a preparar té. No esta vez.
De una alacena baja sacó un ánfora con sake y dos pequeñas tazas. Sólo entonces se acercó a la mesa y se sentó frente al hombre.
—¿Qué hizo Central 46? —preguntó al Capitán Comandante mientras servía el sake que le había llevado. Y no se perdió la mirada sorprendida de Kyoraku-san ante la pregunta.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó en cambio.
—No eres un hombre que reaccione con violencia. Se te ve más bien frustrado, casi impotente.
Kyoraku-san soltó una risa sobre la taza de sake y pareció que se relajaba con el simple olor de la bebida alcohólica.
—Central 46 está gobernando Soul Society a placer usando "las órdenes" del rey para ello —dijo tras un trago y entonces lo miró a los ojos con todo el poder de esa mirada seria—. Ambos sabemos que Kurosaki-kun no ha emitido una orden desde que lo pusieron en el trono.
Evitó la mirada del hombre volteando discretamente hacia la derecha.
—Pero eso tú ya lo sabías —siguió Kyoraku-san—. Y yo tengo que fingir que no lo hago. Tengo que obedecer órdenes como un títere y no permitir que Gotei 13 se entere de lo que sabemos… o puede haber una revolución.
—Lo siento, Kyoraku-san —dijo mirando de nuevo al hombre, viéndolo vaciar el sake en un trago. Volvió a llenar la taza para él—. No puedo pasar por alto la reacción de Kurosaki-kun al tenerlos aquí en el palacio. Y no me refiero al nuevo berrinche del Rey —terminó con un poco de burla.
Kyoraku-san se movió sobre la mesa para llenar la pequeña taza de sake que había dejado vacía de nuevo y sirvió en el par que la acompañaba. Él tomó la bebida ofrecida y tomó un respiro profundo para responder lo que el Capitán no le preguntaba.
—Fuera la actividad o la presencia de tantos, evitó que entrara en otro estado de coma. ¿Crees realmente que lo mejor para el Rey Espiritual es quedarse quieto y sin… estímulos externos?
La reacción de Kyoraku-san fue exactamente la que había buscado al escoger sus palabras de tal manera y durante una conversación que había empezado de tal forma.
—¿Recuerdas lo que tuvo que pasar para que me tuviera de compañía en el palacio? —dijo mientras la mirada del capitán se cerraba con algo peligroso.
—¿Recuerdas lo que pasó cuando el Rey escapó a Hueco Mundo? —le devolvió el capitán a pesar de que él ya había dejado claro el punto.
—Sí, bueno… —dudo con su tono cantarín—. No podemos estar muy seguros de cuánto tiempo dejó el palacio. Tal vez podría hacer algo para estabilizar ese reiatsu —dijo entrado en pensamientos y cubriendo su carcajada con el abanico.
Pero no funcionó en el hombre que servía el resto del sake. Cuando esos ojos oscuros encontraron su mirada, supo que era momento de detenerse. El Capitán Comandante estaba mortalmente serio, como pocas veces.
—¿Aún estás resentido con Central 46? —soltó en un susurro y él sólo pudo encontrar todas las implicaciones de esa pregunta, de toda la conversación—. Central 46 te exilió para después condenarte a ser el guardián del rey.
—No es eso…
—Entonces, ¿qué intentas lograr? —lo interrumpió—; porque lo que vas a conseguir al hacer que el Rey pasee por Seiretei es abolir a Central 46 por completo.
Se tuvo que fingir sorprendido ante eso. Y fingía sólo para tranquilizar al otro; no porque la falta de confianza le sorprendiera realmente.
—A eso viniste en realidad Kyoraku-san, ¿Central 46 te mandó para ver si entre mis planes esta destruirlos?
—No es eso —devolvió sonando amargado.
—Entonces, qué te hizo dejar ese incómodo escritorio en la División 1, ¿curiosidad, o buscar un cómplice para aquello que me adjudicas? ¿Central 46 me tiene tanto miedo que te manda aquí para "enviarme un mensaje"?
—Nunca dije eso, Urahara.
—No necesitas decirlo —dijo serio—. Vienes a palacio para imponer la fuerza de tu posición, pero a puertas cerradas me dices que estás desesperado por el poder que aquellos que te pusieron en el puesto ostentan sobre ti; y, además, me provocas para buscar una reacción hacia algún polo de tu balanza. Ese tanto lo sé cierto, en eso eres honesto. En lo que mientes, sin embargo, es en la razón de haber venido a palacio. No veniste por tus capitanes, ¿cierto? —soltó con un reto verdaderamente serio—. ¿He faltado a alguna de las visitas a Central 46? No. ¿Les he atacado en alguna forma? No. ¿He desobedecido las restricciones que me pusieron al ser guardián del rey espiritual? ¿A alguna de las restricciones a mi poder? No. Lo que intentas decirme, entonces, es que Central 46 me teme más ahora que obedezco sus órdenes que cuando no lo hice. ¿Es una advertencia Kyoraku-san o una amenaza?
—Visitaste a Aizen —soltó el capitán.
Eso sí lo sorprendió.
—Cuando el rey escapó a Hueco Mundo…
Cuando Kyoraku-san dejó la frase sin terminar, cerró los ojos para evitar que pudiera leer la furia en ellos. Los recuerdos de aquella visita, el que alguien se hubiera enterado de ella, la mención de Kon visitando al condenado, las consecuencias… pero sobre todo que Kyoraku-san hubiera dejado de ver a Ichigo Kurosaki, la persona, para verlo sólo como "el rey" —como objeto—; le sentó como fuego cayendo sobre pólvora.
—No hay ley u orden que prohíba hacer tal. Sólo los riesgos implícitos que estoy dispuesto a correr por el cargo que me fue adjudicado —enunció ficticiamente calmado.
La reacción del Capitán Comandante no se la esperaba. El hombre frente a él cerró con pesar el ojo que aún le servía y los puños con fuerza. Se leía la clara vergüenza en el hombre frente a él, pero también la rabia de una posición que no había pedido, o ansiado.
No pudo evitar recordar que el hombre había perdido a su mentor en aquella guerra contra los Quincy, que había perdido a su mejor amigo y amante. No podía olvidar que el hombre frente a él se convertiría lentamente en el bastión de una sociedad muerta que temía instintivamente el cambio o la evolución de sus formas.
Y por eso lo habían elegido como el suscesor de Shigekuni Yamamoto Genryusai.
—Quedate tranquilo, Capitán Comandante —dijo levantándose de la mesa como un gesto para despedir al otro—. Mi prioridad, por el momento, es salvar a Kurosaki-kun de él mismo.
Kyoraku-san suspiró pesadamente y se puso de pie dejando lo último del sake reposando en la taza.
—Sinceramente espero que lo logres, Urahara-san —dijo ajustándose el haori blanco de Capitán sobre los hombros para entonces marcharse sin necesidad de un siguiente gesto—. Por el bien de todos.
Lo vio salir de la habitación y rozar el hombro del Rey cuando éste entraba.
—¿Kurosaki-kun?
—¿Kisuke? —devolvió la pregunta con un tono avergonzado.
¿Ya se le había pasado el mal humor?
—Dime, Ichigo —siguió el pie que le diera el joven al pronunciar su nombre.
—¿Es cierto lo que dijiste? —preguntó de nuevo con esa voz que le hacía recordar a un adolescente de 15 años cada vez que se encontraba perdido, o rebasado por las incógnitas. Aunque su cuerpo fuera el de un hombre, aunque su estatura hubiera crecido al menos dos palmos, sus hombros se hubieran ensanchado en su completa envergadura de adulto y sus facciones fueran más angulosas y fuertes que antes; aún podía llegar a recordarle a ese adolescente que había sido sumergido en un mundo que debería haberle sido ajeno por tantos años.
—¿Desde donde escuchaste? —preguntó resignado.
—Desde el primer trago de sake.
Mierda.
Se sentó de nuevo en el piso y con las piernas cruzadas frente a la mesa. Le indicó a Kurosaki-kun que se sentara y él aceptó quedando frente a él, con las piernas estiradas bajo la mesa baja.
—Kyoraku-san no ha sido el mismo desde que Ukitake murió —disculpó al otro—, y lleva la carga de un puesto al que nunca aspiró. Está luchando contra sus convicciones y sus deberes.
Kurosaki-kun entrecerró los ojos ante sus palabras como cada vez que intentaba pensar en algo complicado.
—Eso se parece a… algunos recuerdos. Pero no puedo colocarlos en la vida correcta.
—¿Por qué reaccionaste así a él? —cambió el tema en cuanto vio la oportunidad. No quería entrar de lleno en las luchas políticas de uno de los mundos que el Rey regía, pero al que tampoco pertenecía.
—No lo sé, no fui yo… sí fui yo. Pero… Shiro…
Entrecerró los ojos ante la respuesta. Vaya que quería indagar más en eso, pero cuando abrió la boca para preguntar, un gesto en Kurosaki-kun le advirtió que no preguntara más. Aceptando tácitamente, retomó el tema anterior.
—Dijiste que no puedes colocar los recuerdos en la vida correcta, ¿a que te refieres? —preguntó antes de permitirle retomar el tema que quería evadir. O todos ellos.
Kurosaki-kun suspiró haciéndolo ver, a sus ojos, como vulnerable una vez más.
—Todas las vidas se mezclan por partes. Aunque algunos recuerdos son más fuertes que otros, no sé cuál recuerdo es de cual vida. Sólo no recuerdo tanto de ésta a la que vuelvo y cuando recuerdo algo, es hasta mucho después. Es como si mi cabeza tratara de llenar esos espacios vacíos con las partes de esas otras vidas. ¿Por qué no puedo recordar mi pasado en esta vida, Kisuke?
Dejó de ver al más joven para calzarse el sombrero sobre los ojos. No podía decirle que era mejor no recordar ese pasado, no cuando lo veía despertar en la forma en la que lo hacía, no cuando esas otras vidas eran tan crueles como la que había vivido.
—¿Kisuke? —lo urgió Ichigo.
Fue su turno de suspirar.
—¿Qué recuerdas de ésta?
Antes de responderle a Kisuke que nada, se quedó callado. El científico frente a él siempre lo presionaba para poner las cosas de su cabeza en orden, lo incitaba a encontrar ese orden en las vidas que vivía y lo guiaba para no perderse en el caos. Esta vez era lo mismo. Salvo porque siempre se topaba con el mismo negro en sus recuerdos.
—Shiro, ¿tú recuerdas? —le preguntó a su hermano.
—Recuerdo fácilmente mis tres vidas, Rey; son tan diferentes que no tengo problema con eso. Recuerdo poco de las miles que tú has vivido y tampoco puedo ponerlo en orden —respondió sinceramente y sin rastro de burla—. Para mí, lo que vivo dentro de tu cabeza en las vidas que vives, se resume más bien a pensamientos y contemplaciones. No puedo ayudarte con esto, Kuro.
Negó con la cabeza hacia el hombre fuera de ella.
—No lo recordamos —dijo parcamente y la respuesta llevó un pesado suspiro a los labios de Kisuke.
—Comienza primero por aferrarte a las cosas que son siempre iguales —dijo Kisuke mirándolo con ese brillo de inteligencia en el gris de sus ojos y abandonó su lugar frente a la mesa para acercarse a él.
Él se movió, también alejándose de la mesa, para quedar de frente al hombre. Kisuke se sentó frente a él y alzó su mano hasta tocarlo en el esternón. Por un momento sonrió al pensar que lo estaba invitando a tocarlo, pero al siguiente momento se dio cuenta que la intención del toque no era aquella. El calor del toque, sin embargo, le hizo recordar la primera vez que casi muere. Justo allí había estado la cicatriz causada por Byakuya al quitarle los poderes de Rukia. Cuando miró a Kisuke con ese recuerdo en la mente, él desplazó la mano hasta el hombro que había sido marcado por el Zanpakuto de Renji en esa misma batalla. Tragó fuerte al recordar el dolor, pero no encontró la razón para que Kisuke le recordara esos años.
—De ahí partiremos —avisó el científico.
La confusión que sintió ante las palabras debió haberse mostrado en su rostro porque el otro sonrió afectado.
—Siempre te llamas Kurosaki Ichigo —ofreció Kisuke para comenzar—. Siempre eres hijo de Isshin y Masaki Kurosaki. ¿Siempre tienes dos hermanas? —preguntó.
Asintió sin pensarlo. Siempre había tenido dos hermanas nada más. No una tercera, no un hermano… al menos no uno vivo con el que compartiera habitación.
—Siempre conozco a Chad, a Uryu, a Orihime, Tasuki, Asano, Mizuhiro. Siempre muere mi madre cuando tengo 5 años, siempre por Grand Fisher, y siempre después del Aüshwallen. Siempre conozco a Rukia. Siempre vamos a rescatarla a Soul Society. Aizen siempre traiciona a Gotei 13 y pierdo mis poderes para vencerlo. Ginjo y Xcution. La guerra contra Yhwach…
En ese momento se detuvo. ¿Qué pasaba después de la Sangrienta Guerra de los Mil Años?
—¿Qué es? —sonó la voz de Urahara, pero apenas la pudo escuchar.
Era amenazado… pero no después, sino durante. Entrecerró los ojos tratando de recordar esas palabras y comenzó a respirar rápida y superficialmente. Sintió que su pecho era estrujado por una fuerza invisible, pero necesitaba recordar eso.
—Respira, Ichigo —ordenó Urahara tocándolo en la mejilla y forzándolo a mirarlo.
¿Ichigo?, se preguntó. ¿Cuándo había comenzado Urahara a llamarlo por su nombre?, ¿a tocarlo?
Pero la orden sirvió para calmar su respiración y sólo entonces se dio cuenta que sus pulmones dolían, que tenía las manos cerradas en dos puños con tanta fuerza que le dolían las articulaciones; que su cuerpo había comenzado a temblar.
—Respira —ordenó suavemente Urahara una vez más.
Se obligó a tomar una bocanada de aire, pero temía el dolor que eso causaría en sus pulmones. Se estaba desesperando y quería que el zumbido en sus oídos se callara. Quería dejar de sentir que una presión invisible lo detenía al tiempo que lo presionaba. Empujó a Urahara para sentirse libre y, sin saber realmente lo que hacía o porqué no se sentía libre al haberlo apartado sino más estrujado, estampó sus labios contra los de él.
Aterrorizado por lo que hacía, sintió los labios de Urahara moverse sobre los suyos mientras lo tocaba en las costillas. Sin apartarlo, sin retenerlo. Y la sensación que lo había sujetado, lo abandonó al fin. Se separó de aquellos labios sólo para jadear por aire.
—¿Estás mejor? —le preguntó Kisuke acariciando su espalda de forma reconfortante.
—¿Qué fue eso?
—Un ataque de pánico, me imagino —respondió Kisuke suavemente.
—Mierda —dijo dejándose caer al piso mientras sentía los residuos de su ataque de pánico recorrer su cuerpo.
—¿Quieres descansar? —le preguntó Kisuke. Porque ahora, de nuevo, volvía a ser Kisuke y no simplemente Urahara.
—No. Quiero tus manos sobre mí —soltó con debilidad.
—Por los dioses, Ichigo. Sólo tú podrías pedirme sexo después de un ataque de pánico —dijo con su voz cantarina.
Lo miró con fastidio real mientras tomaba su mano y la llevaba a su costado; justo a las costillas que antes había tocado sin intención sexual.
—¿Intentas decir que soy más pervertido que tú? —se burló al darse cuenta que la mano de Kisuke sólo reposaba sobre sus costillas, de nuevo sin intención sexual.
—Podrías dejar que este pobre hombre sueñe un poco, ¿no? —dijo con una broma relajada, pero en su expresión se notaba la preocupación.
—Sólo quería recordar algo. Algo que pasó durante la batalla con Yhwach. Comencé a sentir esta presión y… bueno, ya me estoy recuperando.
Sintió que la mano de Kisuke abandonaba su costado y se apresuró a tomarla para mantenerla allí.
—No me refería a eso —le dijo torciendo una sonrisa sabiendo que el otro había malinterpretado sus palabras, como si en verdad le hubiera pedido que dejara de tocarlo.
Respiró profundamente un par de veces dejando que el sopor invadiera su cuerpo.
Se incorporó en un salto y miró a Kisuke directo a los ojos.
—Yhwach dijo que volvería a atacar el día más feliz de mi vida, pero… —dudó.
—¿Pero qué? —insistió Kisuke con una nota de gravedad en su voz.
—¿Cómo sabe cuál es el día más feliz de mi vida?
La opresión volvió así de rápido a su pecho.
—¿Como lo sabe? —preguntó sonando desesperado incluso para sus propios oídos—. Ya está muerto. No está muerto, dijo que no podía morir. Pero mi mano lo cortó; lo cortó, Kisuke —se le rompió la voz y su mano derecha comenzó a temblar recordando la sensación de cortar a un hombre—. Lo maté. Dijo que vivía en mí. Zangetsu es Yhwach...
—Ichigo, Yhwach está muerto —le dijo forzando su cabeza a detenerse y a encontrar su mirada—. Tú eres y tú y nadie más.
—¡Porqué sigue afectándome! —le gritó en respuesta.
—No lo sé, Ichigo. Tal vez sólo sea el trauma —ofreció suavemente.
Y mientras lo jalaba a un abrazo para que no volviera a entrar en un nuevo ataque de pánico, recordó las palabras de Aizen cuando le decía que Kurosaki-kun era el último remanente de Yhwach; su ultimo descendiente.
—¿Y si esta vida tampoco es real? —preguntó Ichigo aún en su abrazo.
—Es real, Ichigo —le dijo dolorosamente—. Es real porque en esta recuerdas todas las demás, porque en ésta despiertas para darte cuenta que otra vida ya no es más; pero que en esta continúas.
La respuesta la recibió con la fuerza del abrazo del Rey entre sus brazos y no pudo dejar de sentir que hacía poco o nada para salvarlo de la desesperación caótica que vivía en su mente. Las conversaciones como ésta —que a veces apenas podía seguir— le decían cuántas cosas pasaban por la mente de Kurosaki-kun, pero al mismo tiempo le decían que volvía una y otra vez sólo a ciertas cosas.
Tenía que preguntarse si volver tantas veces a mismos temas era la forma en la que el inconsciente de Kurosaki-kun le estaría dando pistas para resolver el problema. Si eran esos traumas específicos en los que tenía que concentrarse para recuperar la mente del hombre.
.
Se le atoró una maldición en la garganta justo cuando despertó. Aunque no despertaba con gritos y el corazón acelerado, con dolor en el cuerpo o desorientado; el reconocer el techo de su habitación en el palacio era la peor forma de despertar… por razones diferentes.
El blanco a su alrededor le pareció desquiciante, el silencio que lo rodeaba le recordaba que estaba solo y las imágenes en su cabeza le decían que le esperaban horas —o días— de hacer nada más que temer el cuándo volvería a vivir una vida diferente.
Al menos, en otras vidas, tenía cosas qué hacer. Siendo el rey espiritual… ninguna. ¿Había forma de acostumbrarse a eso?
El sonido de la risa de Orihime, de Rukia, de Renji, de Chad, de sus hermanas llenó su cabeza con esa otra vida y tragó con fuerza mientras apretaba los puños con rabia.
Se levantó de la cama con un salto que jaló la cobija sobre él. Se supo de inmediato vestido con la Yukata de siempre y gritó con furia ante el mueble que lo acompañaba en la habitación. Deseó a Zangetsu en su mano y atacó a su compañía sin vida. El peso del shihakusho negro y blanco sobre su cuerpo sintiéndose correcto de inmediato.
—¿Kurosaki-kun? —lo llamó Kisuke cuidadosamente.
—Esta no es la única vida, Kisuke —soltó a quemarropa.
El silencio se extendió entre ellos. Probablemente el científico no sabía qué preguntar, tal vez le daba espacio para que comenzara él a hablar. Pero estaba cansado de hablar, estaba cansado de despertarse una y otra vez entre paredes blancas, sobre una cama doble, vestido con una maldita yukata azul oscuro con motivos de peces dorados y estar encerrado entre blanco y negro.
—¿Estás más cerca de encontrar las respuestas? —preguntó con los ojos cerrados.
—¿Ichigo? —sonó entonces la voz confundida de Kisuke. Tentativa.
—Fue una vida casi normal —comenzó casi molesto—. Tras la batalla con Yhwach terminé la facultad de medicina, pero regresé a Soul Society para tomar el cargo de capitán. Renji y Rukia estaban juntos, Orihime aceptó a Ishida; me visitaban en Seiretei, los visitaba en el mundo. Joder, todo parecía perfecto —gruñó mientras se volvía a Kisuke—. ¿Sabes por qué no lo era? —gritó, sólo para ver al otro negar en silencio—. ¡Porque sabía! ¡Porque recordaba el resto de las vidas! —espetó como si el hombre frente a él fuera el culpable.
Y bien podía serlo mientras recordaba que justo ese hombre le había dicho que la vida "real" era aquella en la que se acordaba de las otras.
—¿Qué cambió? —preguntó el científico.
La pregunta lo descolocó un segundo. El hombre había reaccionado como si no le hubiera gritado en absoluto, y su tono, ese había sonado casi sospechoso.
—¿Qué cambió? —se burló mientras reposaba la punta de Zangetsu en el piso—. ¡Que sabía esa no es mi vida!
El científico se apretó la sien como si estuviera fastidiado o con un dolor de cabeza y suspiró un segundo después.
—Ya escuché eso, Kurosaki-kun —dijo casi como reprimenda—. Quiero saber qué cambió en la línea de tiempo para que eso pasara. Infiero que no tenías esos recuerdos a los 10 años —terminó hablando con un enfado raro en el hombre.
Se guardó un gruñido en lo más profundo de la garganta y salió del cuarto deseando empujar al hombre con un hombro, pero también evitarlo.
Sintiendo que Urahara lo seguía a pocos pasos, se dirigió al área de entrenamiento. Definitivamente no estaba de humor para la sala de estar rodeada de madera o para pasar tiempo en la habitación del hombre… y el blanco lo tenía harto. Así, sólo quedaba un lugar más con colorido en esa maldita cárcel de locos; y hacia allí se dirigía.
Siguió a Kurosaki-kun por el pasillo de palacio sabiendo bien hacia donde se dirigía. En cuanto pisaron la arena amarilla que era suelo para entrenar se lanzó a él con Benihime desenfundada.
El Rey esquivó sin problema, pero los ojos abiertos con sorpresa y molestia se cerraron de inmediato en un gesto de amenaza. Tomando su gesto como una bienvenida, atacó de nuevo.
El filo de Benihime fue detenido por el de Zangetsu y las palabras sobraron entre ellos. También usaba el mal humor del Rey para desquitarse de… otro tipo de batalla.
Mientras había estado investigando en su laboratorio, el reiatsu de Aizen lo había alcanzado desde otra dimensión. Y le había sentado, literalmente, como una patada en el estómago.
Mientras atacaba, defendía y esquivaba, no era "Ichigo" ni "Kurosaki-kun" al que se enfrentaba, tampoco a Aizen realmente. Se enfrentaba con él mismo y con los recuerdos que Benihime le había advertido serían la consecuencia de sus acciones.
Se ensañó más con su ataque, más con su contrincante.
No solo usó a Benihime en la batalla, sino Kido y puños en una danza que crecía en venganza hasta parecer viciosa.
Después de todo, el Rey, era el único que podría sobrevivir ese tipo de pelea.
Lo que parecieron horas después ambos estaban resollando fuertemente, sangrando en algunas partes, desgarbados sobre el piso y con las emociones sedadas gracias a la bendita adrenalina.
—¿Qué sentí en tu espada, Kisuke? —preguntó Kurosaki-kun desde su posición.
¿Qué contestar a eso?, se preguntó de inmediato. Cuando comenzó la batalla por tal razón egoísta, no se había recordado que Kurosaki-kun tomaba en serio a sus oponentes desde una humanidad que sólo el híbrido podía tener. El joven siempre terminaba por entender a su oponente, fuera por los movimientos en la pelea, las provocaciones que le lanzaba el contrincante o el simple choque de dos almas en batalla. La pregunta seguía siendo si le respondería con una broma o con una evasión.
—Cosas de un hombre anciano —eligió la evasiva—. ¿Por qué estás molesto conmigo? —preguntó para cambiar el tema.
—¡Tú me atacaste! —gritó Kurosaki-kun entre sorprendido e indignado.
—Oh, pero eso fue después de tu mal genio —dijo con su voz más irredenta y una risita baja.
El gruñido de Kurosaki-kun era toda la recompensa que necesitaba en ese momento. Y, en ese momento, era el sonido de una batalla ganada. Sonrió ante el pensamiento y sujetó su necesidad de voltear a ver al rey de cabello naranja.
—Regresé al principio, Kisuke. Esta era la vida real porque recordaba las otras y en las otras no sabía que existían más; pero ahora… ahora, supe en otra vida que existían más. ¿Ambas vidas son reales entonces? —terminó con más frustración que en mucho tiempo.
—Tal vez todas lo son —respondió más para él mismo que para Kurosaki-kun.
Y supo que había sido un error haber pensado en voz alta cuando el otro soltó algo entre gruñido y grito.
—No me parece que sea el principio, Ichigo —dijo aún mirando el cielo—. Piensa en cómo despertaste; no estabas sumido en aquella vida. Estabas consciente… cobraste consciencia —se corrigió de inmediato.
—¡Voy a estar loco en todas las vidas! —gritó con un sarcasmo desesperado.
—O puedes usarlo en tu beneficio —cortó la rabieta del otro hombre en un tono parco.
—¿De qué hablas? —preguntó incrédulo.
—Imagina qué pasaría si supieras lo que va a hacer Aizen de antemano, podrías evitarlo; si supieras las intenciones de Ginjo desde el principio… si supieras cuándo y cómo atacarán los Quincy antes de que suceda. Si supieras de antemano lo que… lo que yo te hice.
—Podría evitarlo —dijo casi animosamente.
—Podrías evitarlo —repitió quedamente mientras soltaba una risa pesada.
Si Kurosaki-kun evitara, no la traición de Aizen o que él escondiera el Hougyoku en el gigai de Kuchiki-san, pero sí las consecuencias… el alma de Kurosaki-kun nunca se fusionaría en sus cuatro aspectos y no llegaría a ser Rey Espiritual, él nunca se enamoraría de él y Shiro… Shirosaki-kun no despertaría de su letargo de muerte para quedar encerrado en el cuerpo de su gemelo.
Y todo sería como debería haber sido.
—Nunca conocería a Grimmjow, Nel nunca recuperaría sus recuerdos y su poder; no conocería a Riruka y al resto de ellos, nunca me enteraría de la verdad a cerca de mi madre —dijo Kurosaki-kun como si estuviera siguiendo sus pensamientos.
—No sufrirías tanto —le dijo llanamente.
—Y no podría proteger a nadie —terminó el rey.
Y él se quedó callado sabiendo que Kurosaki-kun nunca se permitiría hacer aquello. El joven Rey había tomado su decisión.
—No creo que fuera posible de cualquier forma —dijo Kurosaki-kun con un suspiro relajado—. Comencé pensando que eran déjà vu. Primero era la sensación de ya haber vivido algo, o de "así no debería haber sido"; sólo hasta que regresé a Soul Society y fui capitán comenzaron los sueños y después fueron recuerdos como tal. Cometí el error de contárselo a Yoruichi —dijo casi divertido—. Se lo dijo casi de inmediato a Byakuya…
—¿A Byakuya? —interrumpió confundido.
—Estaban a punto de casarse —explicó Kurosaki-kun con un atisbo de ironía en la voz.
—Wow —fue lo único que alcanzó a decir. Eso no lo habría podido calcular ni por un millón de teorías que se le hubieran ocurrido.
—Byakuya y Yoruichi me llevaron contigo de inmediato —retomó Kurosaki-kun—. Me diste ese gigai para visitar a mi familia y amigos…
—¿Moriste? —interrumpió de nuevo. Sabía que se estaba perdiendo demasiados detalles por la "versión resumida" que le contaba el hombre. Y la falta de información, como siempre, lo desesperaba hasta perder los modales.
—Sí… no. Más o menos —dijo Kurosaki-kun llanamente—. Dejé mi cuerpo en el mundo y éste murió cuando mi alma pasó demasiado tiempo en Seiretei, pero me prometiste regalarme un gigai para cuando fuera a visitar.
En ese punto quería preguntar varias cosas: ¿por qué le había prometido algo sin cobrarle el trabajo? ¿Por qué dejarían que un capitán "visitara" el mundo? ¿Por qué Kurosaki-kun era tan malo para contar una historia?
—Suena a una buena vida —concedió para apartar sus preguntas de la mente.
—Lo fue, a su forma —respondió cansado.
—¿Qué te hizo…volver a esta? —preguntó casi temeroso de escuchar la respuesta.
—El día más feliz de esa vida —dijo con tristeza—. Tuve miedo, Kisuke. Miedo por todos los que estaban reunidos y riendo y que Ywhach los atacara —tragó grueso como si la revelación lo avergonzara—. Lo siguiente que supe era que estaba despierto en la cama de siempre.
Sólo hasta ese momento él se atrevió a voltear la mirada a Kurosaki-kun.
El hombre se veía aún entrado en pensamientos. Y entonces lo volteó a ver también.
—¿Sabes ya como detener esto? —preguntó de nuevo.
—Sólo tengo teorías —dijo derrotado mientras volvía la mirada al cielo artificial—. Y quiero ser cuidadoso con éstas.
—¿Cuidadoso? —espetó Kurosaki-kun.
—No puedo darme el lujo de estar equivocado.
—Porque soy peligroso —escupió el hombre con un desdén que dirigía a él mismo.
—Porque aún te importa —dijo sinceramente—. Porque sigues sintiendo y eso es lo que quiero proteger yo.
—¿A qué te refieres?
Probablemente Kurosaki-kun no se refería a porqué lo quería proteger, ¿verdad?
—¿En verdad quieres que responda a eso? —retó débilmente. Sabía que el hombre no quería la respuesta que le daría. Lo sabía, y aún así se la daría si lo pedía de nuevo.
—Sí.
Cerró los ojos pesadamente y suspiró aún sabiendo lo que causaría, de nuevo, en él… en ellos. Y tenía que preguntarse si no era un irredimible idiota por seguir haciendo cosas que le estallarían de vuelta en plena cara. Pero Kurosaki-kun había dado su respuesta.
—Dos veces te he visto sin emociones. Con piel cerosa y… recordándome al antiguo rey espiritual —siguió tratando de mantener sus emociones controladas—. Ambas veces te dejé solo en el palacio y, cuando volví, te encontré en ese estado. Cuando hablaste de nuevo, en una ocasión, dijiste que no querías sentir. Pero, cuando te vi entrenando con Kuchiki-san, con Abarai-kun y el resto, eras el polo opuesto de esa visión. Puede ser que, al haber dejado al antiguo rey espiritual en reverente soledad, la División 0 haya causado que el rey espiritual terminara como… como lo viste. Si es así, entonces fue el desprendimiento de Soul Society y del resto de las almas lo que pudo haber dejado a un ser tan poderoso como un rey espiritual forzado a encerrarse en sí mismo. Pero si no es así… Y, aunque fuera así, tu deseo de proteger a las personas de ti mismo te hace aislarte…
—¿Qué tan poderoso es un rey espiritual? —preguntó su interlocutor casi curioso.
Suspiró, agradecido por el cambio de tema y por no tener que seguir hablando de teorías que tomaban en cuenta a Kurosaki-kun sólo como una variable dependiente de otras… y no como una persona. Era más fácil para todos si esa parte de su cerebro y de sus procesos de pensamiento no eran expuestos ante justo el hombre que las causaba.
—Lo suficiente como para mantener los mundos y las dimensiones estables.
—Mundos y… ¿dimensiones? —y en la pregunta notó un rastro de temblor en la voz.
—Muken y el Dangai no son mundos propiamente hablando. Este lugar… tampoco. Como tal sólo el mundo material, Soul Society y Hueco Mundo pueden ser considerados mundos; por su ecosistema y población. La diferencia no sólo radica en que éstos tienen fuerza de gravedad y las leyes de…
—Kisuke —se quejó Kurosaki-kun—, se te olvida que soy un estúpido comparado con tu inteligencia.
—Oh, ¿y a qué debemos el cumplido? —dijo con su tono cantarín y deseando cubrirse la cara con el abanico, aunque fuera suficiente el no estar mirando a su interlocutor.
—Era más bien queja —respondió con acidez.
No pudo evitar la risa que burbujeó desde su interior.
—Del rey espiritual depende la estabilidad de todo lo demás —replanteó—. Felicidades, Ichigo —dijo con un tono de sarcasmo que intentaba sonar a felicidad—, "el protector número uno"; proteges todo y a todos.
El silencio se alargó por minutos completos obligándolo a voltear al hombre sólo para saber si se había quedado dormido o si sólo había desaparecido.
En cambio, vio a un Kurosaki-kun entrado en pensamientos y frunciendo el ceño.
—¿Mi poder va a seguir creciendo? —preguntó volteando lentamente la cabeza para, al final, terminar viéndolo también.
Él asintió, aún tirado sobre el piso y sin intención alguna de levantarse por el momento.
—Temo que sí —dijo resignado—. Pero no por ser el Rey, sino por ser tú.
—¿Hasta qué punto? —preguntó sin inflexión.
Eso lo hizo encogerse no con miedo, sino con el peso de la respuesta; con el recuerdo de aquel joven —del anuncio al hombre que sería— que hablaba de la soledad de un Aizen que no conocía un igual… de la soledad de un hombre tan poderoso.
—¿Otra teoría incompleta? —ofreció sin desearlo. Cuando lo vio asintiendo en silencio, se resignó de nuevo a responder—. He llegado a pensar, pero no a confirmar o a refutar —dijo obligándose a explicar—, que tu nacimiento es una singularidad muy parecida al Hougyoku, pero concebida de manera natural. Mientras que la gema que creé puede romper las barreras entre los mundos de Shinigami y Hollow; tú eres alguien que las tienes en tu alma; pasas de Hollow a Shinigami… y a Quincy e innegablemente a Humano. Lo haces constantemente y vences esos límites cada vez. Es como el proceso que hizo de los capitanes y los tenientes Vizards, o el proceso por el que un Hollow se convierte en Arrancar. En cada uno de estos individuos que sobrevive, romper esta barrera les da un aumento de poder exponencial; y tú lo haces una y otra vez. Hollow, Quincy, Humano y Shinigami; los cuatro aspectos de los mundos y de la vida y la muerte conviven en ti. Y, así como la gema, tu poder concede milagros a las personas con deseos fuertes enterrados en sus corazones. Podría parecer que la teoría es acertada sólo al ver los cambios en las personas que te rodean: haces fuertes a los que quieren ser fuertes, guías a los que se sienten perdidos y por eso eres la esperanza para tantos. Eres un todo contenido en un solo cuerpo; y el todo no puede ser contenido… por alguien más —completó de inmediato y sólo para restarle fatalidad a su teoría incompleta; deseando, más que sabiendo, no estar equivocado y que Kurosaki-kun fuera tan fuerte como para superar… como para controlar su propio poder.
—¿Cuál es el milagro que tu corazón desea? —preguntó el Rey, sonando su voz más cerca que antes.
Primero se sorprendió por la pregunta, después tosió una risa que no tenía nada de diversión; un segundo después sintió el cuerpo de Kurosaki-kun demasiado cerca de él como para sentirse calmo en ese momento. Le sonrió sin sentir felicidad y subió la mano hasta acariciar la mejilla del joven Rey que mostraba un brillo cálido en sus ojos cafés.
—Mi corazón no desea ningún milagro —le aseguró.
Y dejó caer la mano de vuelta a la arena del piso.
