Tres días después de haber hablado con Urahara, entró al palacio del rey espiritual con la resolución de corregir sus errores. Buscó de inmediato a Ishida, aún no sabía si para ponerlo al tanto o para advertirle lo que podría pasar.
Desde agradecer al científico no había escuchado una palabra más de los Shinigami o de la rebelión que encabezaba. Y, aunque había buscado su ayuda, no podía estar seguro de cuántos entrarían en batalla. A pesar de sus palabras y de sus acciones, tenía que verse a él mismo caminando solo a la batalla.
"Tu amigo Shinigami está planeando pelear hoy contra su majestad, Uryu", escuchó la voz de Haschwalth y se detuvo de inmediato. No sabía si buscaba darles privacidad en su conversación o si el escuchar que el Quincy llamara a Ishida por su nombre era lo que le había detenido de encontrarse con los hombres. "Sé que tus intenciones son las de seguir al Shinigami en batalla; será un placer pelear contra ti". "No voy a contenerme", escuchó a Ishida responder y la risa de Haschwalth sonó como un recatado sonido de felicidad. "Nunca lo has hecho en batalla, príncipe".
Dio vuelta sobre sus pasos incapaz de interrumpir a los hombres, a su despedida o a sus amenazas. No era que los juzgara, pero nunca entendería cómo era que aquellos dos habían terminado juntos… tampoco iba a preguntar.
Caminó al salón del trono mientras veía el sol descender por el horizonte. Sonrió en cuanto sintió el primer reiatsu Shinigami entrando al palacio.
Cuando abrió las puertas de la sala del trono, a su espalda estaban los capitanes, tenientes, Vizard y Shinigami restantes en Soul Society… además de un puñado de Arrancar con severos problemas de personalidad.
Abriendo la comitiva, se acercó a Yhwach mientras las puertas de la habitación se cerraban tras ellos.
—Como lo pediste, Yhwach, te he traído a tus enemigos. Y hemos venido a derrotarte.
Sin más por decir, se lanzó directo al cuello del Rey Espiritual.
El corte de su espada fue detenido por el filo enemigo con un agudo de metales chocando. Esa cara, que había reconocido al principio como la del anciano Zangetsu, sonrió con arrogancia.
—Ya te lo he dicho, Ichigo, he visto cómo me traicionas.
Sonrió ante las palabras de su oponente, pero eran las dichas por Urahara las que llevaron esa mueca a su cara. El saber que Yhwach sólo veía parte de los futuros posibles era… liberador.
La batalla se desarrollaba un poco igual y un poco diferente a las que recordaba de otras vidas. Las burlas de Yhwach, la fuerza con la que detenía a Zangetsu… su vanidad.
Mientras saltaba hacia atrás para esquivar un mandoble del Quincy buscó a Urahara y al resto con la mirada. Instó al científico a que hiciera lo que fuera que hubiera planeado. El hombre le devolvió la mirada casi apologéticamente. En cuanto Urahara comenzó a recitar el canto de un Kido, él respondió con un asentimiento de cabeza que era la indicación a que todo terminaría pronto. La intensidad del Kido comenzó a afectarlo incluso a él, o a la parte que era Quincy, se dio cuenta al sentir a Shiro agitarse protectoramente. Sus poderes Quincy estaban siendo restringidos lenta, pero exponencialmente. Sabiendo que eso pasaba, se dio el lujo de ver a su enemigo y no sólo atacarlo. Yhwach permanecía indemne pero, si los ojos entrecerrándose en una advertencia le decían algo, no permanecería quieto por mucho tiempo más.
—Rey —le advirtió Shiro.
—Lo sé —respondió mientras su sonrisa imitaba a la de su gemelo blanco—. ¿Puedes hacerlo?
Su hermano le respondió con un bufido indignado que decía más que un discurso.
Apenas sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, perdió el control de la mitad de éste casi por completo. La mitad —que podía decirse controlaba— se sentía ligeramente aturdida, pero no tan ajena como aquella dónde su hermano gemelo se mostraba con cuerno, tatuajes y ojo negro. Diría que estaban compenetrados; antes que luchando por el control, lo compartían.
—Brilla, Kussetsu —llamó él—. Oscurece, Zangetsu —siguió Shiro, ambos al tiempo que presentaban sus espadas hacia el oponente.
Sin querer copiar más la sonrisa psicópata de su hermano, sonrió calmado también por la sensación de poder recorriendo su cuerpo.
—Bankai, Tensa Zangetsu —llamó Shiro como un calmado anuncio para la batalla. Él hizo eco con su propio poder—. Völlstandig, Ketsueki Kussetsu.
Y lo que era el poder mezclado de Quincy, Shinigami, Hollow y Humano se expandió desde su cuerpo como una onda de reiatsu, o reishi… o sólo como una extensión más de su poder; de él mismo.
Yhwach se lanzó en ese momento, espada en mano y furia brillando en sus ojos.
—Getsuga Tensho —llamó Shiro a la media luna negra que protegía y atacaba, dándole a él el instante que necesitaba para absorber el reishi que usaría para hacer lo propio—. Ketsueki shin-ya —gritó provocando que el reishi absorbido se condensara frente a él y saliera despedido hacia el enemigo en forma de flechas… o rayos, que traspasaron la oscuridad del ataque de Shiro.
Aquel ataque casi azul, casi brillante, dio justo en el pecho de Yhwach. El enemigo se detuvo un segundo en el lugar en que lo había encontrado el ataque y se vio sorprendido. Así como él debía verse cuándo vio que su poder era absorbido por el cuerpo del rey Quincy.
Cuando Yhwach comenzó a reír, sólo uno se movió. Urahara estuvo frente a Yhwach un instante después y lanzas negras lo atravesaron dejándolo sobre el suelo mientras la risa de Yhwach se volvía maniaca.
—Ya te lo dije, Ichigo. He visto todos los futuros posibles.
Él se lanzó al científico que lo había protegido —porque así parecía lo había hecho— y éste lo recibió con el filo de Benihime como advertencia y como escudo ante el toque mismo.
—No me toques, Kurosaki-kun —ordenó el caído—. La esencia del rey espiritual anterior está buscándote; no me toques —pidió enseguida—, apenas puedo controlarla en mí. Dime… dile a tu Kisuke… dile "El sol tras la luna"… eso debería ayudar.
—¿Qué hiciste, Kisuke? —soltó incrédulo aún—. Se suponía que no debías morir…
—Dijiste no bankai —tosió con la broma sonando en la voz—. Era la única forma —aseguró el hombre con debilidad y una sonrisa vulnerable—... en la que tú no morías o te convertías en rey… espiritual. Recuerda "El sol… tras la luna" —se forzó a decir con su último aliento.
Mientras las últimas palabras del hombre se repetían una y otra vez en su cabeza, sólo pudo articular tres palabras:
—Forma final. ¡Nisshoku!
Y un resplandor blanco los cubrió por completo. Cuando vio algo de nuevo, se encontró mirando más blanco, pero éste sólido y sobre él.
—¡Mierda! —soltó en cuanto reconoció el lugar en el que despertaba.
Mientras se incorporaba en la cama, se preguntó el cómo había acabado aquella vida. ¿Habría expiado su culpa al traicionarlos a todos? ¿Su lucha habría servido de algo? ¿Su poder había bastado para derrotar a ese Ywhach?, ¿o había perdido el control de su poder en ese ataque y por eso despertaba sin saber el resultado?
Las preguntas que podía seguir haciéndose de esa vida murieron en su mente cuando el picaporte de la puerta se movió y cuando un segundo después entró el científico. ¿Urahara o Kisuke?, se preguntó mientras mordía la nada entre sus dientes, con fuerza, sin poder recordar cómo o en qué habían dejado su "relación" en esta vida… la situación entre ellos.
—¿Kisuke? —preguntó a media voz queriendo que el otro hombre le marcara el siguiente movimiento por hacer.
Vio al científico acercarse con una sonrisa de lado, pero acercándose lentamente. De inmediato alzó la mano hacia él, buscando su contacto o su rechazo. El momento en que Kisuke tomó su mano se sintió como un bálsamo para su mente torturada. Aprovechó el contacto para acercar esa palma a su rostro y dejarla sobre su mejilla. Cerró los ojos, sintiéndose por primera vez en mucho tiempo pacíficamente a gusto.
—¿Morí en esa vida? —le preguntó el hombre con un humor ligero pero sin rastro de su tono cantarín.
Asintió una vez como respuesta y abrió los ojos para encontrarse con el gris del par ajeno.
—Sí, moriste frente a mí y al protegerme… porque fui egoísta en esa vida, y causé mucho daño.
—¿Qué pasó? —preguntó el científico amablemente.
Suspiró profundamente para darse valor, pero no sirvió. Entonces jaló al hombre hacia sí y el peso de ese cuerpo sobre el suyo se sintió correcto. Tan correcto como el peso de Zangetsu se había sentido en su mano, como ahora lo hacía el peso de Kussetsu.
—Dejé que Yhwach ganara —confesó a media voz—. Y lo que pasó después… Le pedí a ese Urahara que creara mil y un estrategias donde no usara su bankai —cambió de tema inmediatamente—. En cambio, no lo hizo y murió protegiéndome del ataque del Quincy —terminó, queriendo no decir nada más de esa vida.
Pero cuando Kisuke preguntó por más, se lo dijo sin pensar si quiera en ocultarle lo que recordaba. Incluso el críptico mensaje que Urahara había mandado para Kisuke.
—Kisuke —llamó cuando el silencio entre ellos le hizo pensar que el científico se había replegado a su mente—, ¿qué se supone que tengo que hacer como rey espiritual?, ¿ser como Yhwach y reinar un imperio siempre en guerra?, ¿ser como el rey cristalizado y no hacer nada? ¿Pasar órdenes a ciegas a Central 46 o dejar que ellos finjan que lo hago? ¿Meterme en una política que no entiendo y a la que jamás he querido pertenecer? Nunca he querido poder sobre otros; no quiero ese tipo de poder, Kisuke.
—Lo sé —respondió Kisuke mientras le acariciaba el brazo de forma tranquilizadora—. El único poder que siempre has querido es el de poder ayudar y proteger a otros, nunca el comandarlos.
Cuando Kurosaki-kun lo abrazó tras sus palabras, se sorprendió por el gesto cariñoso que tenía poco o nada de sexual y que escondía el rostro entre sus cuerpos. Le devolvió el gesto mientras acariciaba esa fuerte espalda con la que cargaba mundos.
—No tienes que comandar a nadie —comenzó a hablarle de nuevo, y sobre el mismo tema—. No tienes que hacer nada más que ser tú. Es lo único que tienes que ser y hacer: ser tú. Olvídate de Central 46 o de Soul Society; lo único que tus amigos y familiares piden de ti es, y siempre será, que estés bien —terminó aplicando más fuerza en su abrazo.
—Pero, cuando Kyoraku vino…
—El Capitán Comandante tiene sus propios fantasmas, sus propias batallas por luchar.
—¿Qué tipo de rey tengo que ser? —preguntó Kurosaki-kun sonando perdido de nuevo.
—Ninguno, Ichigo —respondió de inmediato—. Tú no tienes que ser en función a un reinado. Tu reinado será a partir de ti; tú imprimirás en éste tu personalidad, no al revés. Nunca lo hagas al revés —pidió besando la coronilla de la anaranjada cabeza.
—Pero… —siguió Kurosaki-kun— si estuviera bien, ¿qué tendría que hacer?
—Nada —respondió con una risa que hasta a él le sonó… natural.
—Si no yo, ¿qué debería hacer un rey espiritual entonces? —rezongó el hombre entre sus brazos, sonando enfurruñado.
—No lo sé, Ichigo —le respondió ligeramente divertido.
—¿Qué crees que tendría que hacer? —preguntó de nuevo, no dispuesto a dejar pasar el tema.
Suspiró ante la actitud testaruda del hombre.
—"¿Qué debería hacer?", "¿Qué tendría que hacer?" Ichigo, esas preguntas sólo se responden con una palabra: existir. Creo que lo que quieres preguntar es "¿Qué podría hacer un rey espiritual?".
—Lo que sea —refunfuñó Kurosaki-kun separándose apenas del abrazo y sólo para dirigirle una mirada de fastidio.
Y comenzaba a descubrir que le gustaba, también, poner ese gesto enfurruñado en la cara del rey.
No tuvo necesidad de pensar mucho en la respuesta que le daría. De hecho, sabía que el rey podría hacer lo que quisiera, a pesar de las restricciones impuestas por su propio poder, pero eso no necesitaba decírselo porque Kurosaki-kun no buscaba esa respuesta. Lo que buscaba con su interrogatorio, con el abrazo en el que lo mantenía y con la vulnerabilidad que estaba mostrando, era algo diferente. Era seguir sintiéndose él mismo, a pesar de su lugar en el esquema de las cosas.
—Podrías saber cuándo algún mundo estuviera tan caótico que tuvieras que interceder, saber cuándo los demás necesitan enfrentarse ellos mismos a sus problemas y podrías sentirte orgulloso de la fortaleza que inspiras en el resto.
—No inspiro a los demás —refutó Kurosaki-kun de inmediato.
Cuando bajó la mirada de nuevo al rostro del rey, sonrió al ver el rojo en sus mejillas. El rey se sentía abochornado por una realidad de la que no se sentía merecedor. Y él se dio cuenta que también le gustaba esa expresión del rey que fácilmente se podía confundir con humildad, aunque tuviera tintes de timidez.
El sonido que rompió la calma del momento fue producido por el estómago de Kurosaki-kun.
Se levantó un palmo de la cama para ir por la comida que el cuerpo del rey demandaba, pero el abrazo del hombre lo retuvo en su lugar.
—Quiero quedarme así un rato más —se quejó el rey perezosamente.
Con una sonrisa tibia, se acomodó de nuevo contra Kurosaki-kun y lo abrazó mientras sentía la musculatura de ese cuerpo apenas en proceso de recuperar el porte de antes.
Calculó las calorías que ese cuerpo necesitaría para recuperarse por completo mientras tomaba en cuenta sesiones de entrenamiento que, esperaba, también mantuvieran a Kurosaki-kun lo más alejado posible de la siguiente fase 1.
