En cuanto había sentido el reiatsu del capitán Kuchiki, había abandonado la investigación en su laboratorio aunque las palabras de su "otro yo" siguieran repitiéndose en su cabeza, y había ido a encontrase con él.
Se sorprendió apenas al seguir su reiatsu hasta la habitación real. Tras haber escuchado el suceso que llevó a los hermanos a despertar de aquella vida de Shirosaki-kun y la parte que el capitán Kuchiki había jugado en ese momento; no le sorprendía que el capitán estuviera visitando tan frecuentemente. Lo que le sorprendía era ver ese gesto poco resguardado en la cara de un hombre que, por lo general, se escondía tras una máscara de disciplina. Sólo podía imaginar lo que pasaba por la mente del capitán mientras veía el cuerpo de los hermanos sumido en la fase 3 de sus estados… Probablemente algo que él ya hubiera pensado con anterioridad.
No era fácil ver a alguien como Kurosaki-kun postrado en una cama. Y, tal vez, lo que recordaba el capitán; era haberlo encontrado así una vez más tantos años atrás; cuando todo esto apenas comenzaba.
—Lleva así unas tres semanas —explicó para el capitán—. Debe estar próximo a despertar. ¿Lo quieres esperar? —ofreció.
Al final del día, le convenía tener unas horas libres en su vigilancia.
El capitán asintió sin despegar la mirada del cuerpo inconsciente y entrecerró los ojos en un gesto rígido que le parecía demasiado frecuente en el hombre.
—¿Siempre es así? —preguntó el capitán aún con ese gesto indescifrable que le daba la apariencia de desdeñar todo y a todos—. ¿Siempre queda en… este estado?
—Sí —respondió parcamente y volteando al cuerpo del Rey—. A veces se despierta gritando, a veces es violento; todo depende de la vida que haya vivido. Ten cuidado.
Sintió, más que ver, al capitán asentir en silencio. Se retiró entonces, esperando no encontrarse con un Kurosaki-kun encerrado en sí mismo, pero sabiendo que el capitán Kuchiki —y Shirosaki-kun— estaban formando un lazo que él no iba a poner en juicio. Se lo debía al gemelo Hollow.
Abandonó la habitación en silencio esperando no tardarse demasiado en volver al palacio. Pero la batalla contra esa dimensión y granos de café aún continuaba.
Cuando despertó en su cama, sintiéndose mareado por los recuerdos de otra vida, vio a Byakuya sentado en el piso, abrazando su espada y con los ojos cerrados como si durmiera. De inmediato se sintió jalado hasta el fondo de su consciencia y gruñó frustrado mientras hacía un esfuerzo consciente por no luchar para recuperar el control de su cuerpo. Bien podría usar el momento para meditar sobre la vida que había acabado… o espiar lo que el bastardo sin sentimientos le hiciera a su hermano.
—Shirosaki —le llamó Byakuya de inmediato una vez que tomó el control del cuerpo compartido.
Sintió que Kuro no peleaba por el control y se relajó ese tanto mientras la presencia de Byakuya lo ponía tenso. Y, cuando el noble se puso de pie y comenzó a acercarse, todo pensamiento racional que había ganado con un entrenamiento en otra vida se esfumó. Dejándolo sólo con los instintos Hollow que había nutrido en tantas vidas, se puso en pie con un salto y llamó a Zangetsu a su mano. Una de las ventajas de ser Rey Espiritual —o controlar su cuerpo—: no necesitaba tener el arma en la mano, sólo pensar en ella y la tenía allí mismo.
Vio a Byakuya detenerse ante la amenaza que presentaba y entrecerrar los ojos en un pensamiento complicado. El que se hubiera detenido lo calmó lo suficiente como para bajar la espada, pero no lo suficiente como para desearla lejos.
—Sólo soy yo —dijo el noble llanamente.
Como si eso lo calmara, se burló dentro de su cabeza.
—¿Ahora qué quieres? —le gruñó más desesperado que furioso mientras bajaba la espada hasta que la punta tocara el piso negro.
—Quiero saber cómo, en alguna vida, pude haber sacrificado tanto por ti —dijo en ese tono plano, que sonaba frío, mientras se acercaba hasta tocarlo.
Entrecerró los ojos con sospecha ante el toque, pero no se movió para apartarse. El calor de esa mano en su piel lo llevó de inmediato a las noches que había pasado con un hombre diferente y de inmediato cerró los ojos tratando de volver a recordar que esa vida ya había terminado.
Abrió los ojos con sorpresa cuando sintió los labios de este Byakuya sobre los suyos. La suave carne presionó fuerte sobre la suya y demandó acción por su parte. Como obedeciendo una orden tácita, abrió los labios para él y esperó su siguiente movimiento. Cuando en los labios sintió la sorpresa del hombre se acordó de a quién besaba y lo apartó con un movimiento suave pero firme. A pesar del beso, o por éste, sabía que el hombre no era quien lo había aceptado sino uno que buscaba usarlo para entender algo que no debería siquiera conocer. Sin querer ordenarle a su corazón que dejara de latir tan rápido, tuvo que ordenarse detener aquella tontería a la que daba pie. Tenía que evitar destrozar la paz y la calma que este Byakuya vivía; se lo debía en nombre de quien fuera su nenja, se lo debía a ese Byakuya que había anhelado tener épocas como estas.
Era el momento de volver a la vida en la que su hermanito era Rey y él estaba relegado a un mero pensamiento.
—Basta, Capitán Kuchiki —dijo sin sentimientos—. Te estás dejando llevar por lo que pudo haber pasado en una vida que no estás viviendo. Una que no es la tuya.
La respuesta que obtuvo del noble, silenciosa y tajante, lo dejó respirando pesadamente.
Cuando el capitán volvió a acariciar las puntas de sus nervios con el reiatsu, le fue imposible callar un gemido sorprendido. Lo recorrió la electricidad por el cuerpo hasta llegar a su entrepierna y se encorvó hacia adelante tratando de no perder el equilibrio. La siguiente caricia, que tampoco fue física, lo llevó a sujetarse del cuerpo ajeno por los hombros y reposar la frente sobre el hombro del más alto. En su mente ya había mordido el cuello del hombre y comenzaba a lamer la piel que había dejado enrojecida mientras sentía que su cuerpo quería acercarse al calor del otro.
—No lo hagas —suplicó en un gemido mientras sentía ese reiatsu, conocido y desconocido al mismo tiempo, lamer su columna hacia abajo.
Pero el capitán lo besó de nuevo. Y este beso no era el tentativo que le había dado segundos antes; era uno apasionado que demandaba antes que pedir, que tomaba incluso lo que él no quería darle. Byakuya pegó sus cuerpos con una fuerza inusitada y presionó sus caderas demandando una atención en específico. Y él no podía detener la reacción que el capitán causaba en su cuerpo. Le devolvió el beso más por reacción inmediata que por decisión propia y sólo cuándo sintió esas manos casi suaves sobre su trasero fue que reaccionó como su mente le ordenaba. Se separó de él con un fuerte empujón que lo dejó con la espalda en la pared de la habitación y lo sujetó por el cuello con una furia demencial.
—¡Basta! —ordenó a voz en cuello—. ¡Tu curiosidad me tiene enfermo!
—¿Enfermo? —lo enfrentó el noble ocultando bien una confusión casi curiosa—. Tu reiatsu y tu respuesta dicen otra cosa.
—¡A la mierda con el reiatsu y las respuestas! —gritó a un palmo de su cara apenas controlando el apretón de su mano en el cuello del otro al recordar que en esta vida él estaba controlando el cuerpo del Rey Espiritual. Podría matar a quien fuera si no lo hacía.
Respiró agitadamente para calmarse. Su interior sintiéndose cada vez más perdido en furia, desesperación y… soledad. Ese tipo de soledad a la que no se había acostumbrado en el interior de una mente que no era propiamente suya lo mordió con saña.
—No necesito que me recuerdes lo que no voy a volver a tener —escupió mientras dejaba ir el cuello del noble.
Se retiró un paso de él, y uno segundo hasta tenerlo lejos del alcance de su mano. Sabía que alejarse no significaba nada para la seguridad del capitán; era más rápido que el noble… joder, era más rápido que cualquier otro en la existencia. Podría volver a su cuello y romperlo antes que el noble se diera cuenta de que se había movido de lugar.
Pero no podía hacerle daño.
Eso también lo sabía.
—Shirosaki —comenzó Byakuya con un tono de regaño.
—¡No te he hablado de la vida en la que estás con Yoruichi! —lo interrumpió casi de manera desesperada—, o como es ella la única que logra sacarte de tu coraza y hacer que luzcas como alguien libre. O de la vida en la que la Familia Kuchiki desaparece por no tener herederos. O todas aquellas en las que te casas con cualquier otra mujer noble para cumplir con tu deber de tenerlos —soltó hasta quedarse sin aire. Jadeó para llenar sus pulmones y se obligó a calmarse como le había sido enseñado por ese amante que no estaba frente a él. Y hacerlo, le dolió más ahora que lo hacía frente a este hombre que nunca sería su nenja—. Te estás dejando llevar por una vida que me marcó a mí. Una vida que me dio el día más feliz de mi existencia, ¡sólo para arrebatármelo de tajo entre las vísceras de mi hijo!
La expresión en el rostro de Byakuya le hizo darse cuenta del desliz que había cometido. No había querido exponer esa parte de su vida… de sus recuerdos. Y no quería tener que detenerse más en ese dolor por causa de la curiosidad del noble. Empujó al hombre de nuevo a la pared y quiso marcharse. Pero su maldito cuerpo —porque él lo controlaba en ese momento— lo traicionó de nuevo. Se quedó un segundo más sintiendo la calidez de ese torso cubierto por las investiduras de capitán y al blanco lo sujetó fuertemente en su puño pero consciente de no lastimar la piel bajo éste. Golpeó sobre ese pecho una vez, justo para detenerlo en la pared que aprisionaba al capitán y apretó la quijada para hacer lo último que quería hacer, pero lo único que tenía que hacer a estas alturas.
—Vete, Kuchiki Byakuya. Y no vuelvas —dijo con un tono mortal, pero sin poder mirarlo a los ojos.
Y, sin darle tiempo a reaccionar, desapareció de la habitación real.
Buscó a Getta-boshi en el palacio y lo encontró saliendo de su laboratorio. De inmediato, el gris de esos ojos lo encontró.
—¿Area de entrenamiento? —pidió con un gruñido alterado.
Getta-boshi asintió y era lo único que necesitaba saber antes de alejarse hasta el área mencionada.
El rubio lo encontró segundos después y lo "saludó" arremetiendo con su arma sin anunciarse. Le sonrió en la comisura de los labios y atacó también.
El sonido de metal contra metal le pareció una canción de cuna para sus sentidos. Y, mientras el acero de Benihime alcanzaba a rozar su piel en varias partes, no pudo sacarse de la mente la imagen de este rubio siendo amado por uno de sonrisa de piano. Mientras las imágenes de Getta-boshi desnudo y entrelazando sus piernas con las de Shinji le causaron un ardor de furia en las entrañas, sabía que no era él quien reaccionaba al pensamiento. Su hermanito debía estar recordando algunas escenas olvidadas como para que la sensación de rabia la sintiera en el cuerpo. Suspiró entre un golpe y una estocada mientras se daba cuenta que nada bueno venía de estar cerca de este Byakuya.
Había hecho lo correcto al correrlo del palacio, y de su vida.
Desquitó ese sentimiento sobre la cara de Getta-boshi y sintió de nuevo el grito de Ichigo en su cabeza, ahora reclamándole el daño sobre el rubio. Sin permitir que eso le causara siquiera diversión, empujó la consciencia de Ichigo hasta el fondo de su cabeza y buscó el cuello de su oponente con el filo de su alma.
—Shaka-ho —llamó el Kido y casi se ríe de la cara de sorpresa que Getta-boshi puso.
El rubio esquivó sin problema y sonrió casi paternalmente, casi condescendientemente.
Él se encogió de hombros cínicamente mientras un cierto orgullo le recorría el cuerpo al usar las memorias del entrenamiento con su mejor amiga. De inmediato se fastidió consigo mismo por volver a los recuerdos de esa vida y apresó a Getta-boshi por la espalda, con el filo de Zangetsu en el cuello del hombre y su brazo sosteniéndolo por la cintura.
Era momento de volver a la vida que no tenía.
—¿Crees que Ichigo se enoje si cogemos tú y yo? —le preguntó con los labios en su oído.
Contrario a cualquier reacción que esperara del rubio, éste soltó una carcajada que llevó su cabeza hacia arriba.
—Tú lo sabrías mejor que yo —respondió el rubio.
En respuesta, sonrió sin diversión mientras empujaba a Getta-boshi hacia el frente para volver a los golpes.
Un choque más de Zangetsu contra Benihime y abrió la defensa del rubio sólo para quedar con su cuerpo casi tocando el del otro.
—Te la voy a meter hasta la garganta —le dijo mientras lanzaba un golpe que el rubio esquivó sin problemas—, someterte hasta que llores para mí —dijo lanzando una estocada que buscaba los intestinos ajenos.
Su contrincante le respondió con un arco rojo de Benihime que lo obligó a separarse unos metros sobre el aire y lo encontró, suspendido sobre el suelo, un instante después. Benihime cantó su golpe metálico sobre Zangetsu mientras su dueño sonreía como si disfrutara del paseo.
Lanzó un arco negro y rojo que no llegaba a ser un Getsuga y siguió el movimiento de su compañero de entrenamiento quien se alejaba del ataque. Se encontró con el cuerpo de Getta-boshi pegado a su espalda y reaccionó sólo para apoyar su cabeza en el hombro del rubio. Sonrió malsanamente.
—Quiero comerte el culo hasta que te sangre —dijo casi en un susurro lascivo mientras volteaba a su oponente con el filo de Zangetsu listo para el corte.
—Oh, Shiro —dijo Getta-boshi con una sonrisa taimada y deteniendo el corte del Zanpakuto sin problema—. Vas a tener que hacerlo mejor si quieres lograr distraerme.
Y él lo tomó como un reto. Poniendo una sonrisa que le haría doler la cara por un buen tiempo, se lanzó sobre el rubio descarado en un corte ficticio, porque en verdad lanzó un Getsuga Tensho sin llamar el nombre del ataque. El intento asesino estaba allí, así como estaba presente en los ataques de Getta-boshi. Y ambos sabían que nada menos que eso haría de esta batalla algo que valiera la pena.
El filo de Zangetsu cortó el brazo del rubio mientras el filo de Benihime cortaba la piel sobre la cadera de él. Zangetsu había buscado el centro del pecho del rubio y Benihime las entrañas del Rey.
Con un gemido exagerado, se lanzó de regreso a la cercanía del rubio y quedaron trabados, filo con filo, fuerza contra fuerza, y casi respirando el mismo aire.
—Te voy a coger por el culo hasta que vomites mi semen.
La defensa de Getta-boshi se relajó un poco mientras soltaba una carcajada sincera. En ese segundo, mientras el rubio se reía por él y no de él, evitó usar ese segundo de distracción como ventaja. Dejó al hombre reír más y hasta que se recuperara, sitiendo una sonrisa sin segunda intención en sus propios labios.
—¿Cómo se te ocurren esas cosas? —soltó el rubio en un tono que indicaba no buscaba una respuesta real—. Sólo, no lo digas mientras usas el cuerpo de Kurosaki-kun —siguió mientras se abanicaba la cara con la mano y dejaba escapar una mirada lujuriosa a sus pensamientos. Su tono, sin embargo, era el mismo de siempre de no tomarselo en serio—. Ahora, si Ichigo me hiciera la propuesta…
Mientras el rubio gemía exageradamente, él tronó la boca con exasperación y algo de diversión.
—Mi hermanito es demasiado delicado para eso —dijo con burla—. Hasta se pone celoso al recordar la vida en la que yo te vi enpiernado con el Vizard de sonrisa de piano.
—¿Con Hirako-san? —preguntó sorprendido el hombre.
Él asintió en silencio.
—Fueron amantes en otra vida —respondió sencillamente.
La mueca de Getta-boshi le pareció un poco despectiva mientras pensaba en ello, todo sin dejar de atacarlo, y ese gesto mutó a uno de comprensión cuando le sonrió como explicación. Getta-boshi parecía haber comprendido algo, si es que el tinte rojizo en sus mejillas era indicación de ello, aunque su silencio le indicara que no compartiría la resolución.
Un dolor de cabeza le hizo gruñir y perder la concentración en la batalla. Cuando pudo ver de nuevo, se encontró con la hoja de Benihime a milímetros de su cuello. Sabiendo que Getta-boshi había atacado y detenido su ataque, se dio el lujo de apretarse la cabeza por el dolor y mandar callar a su hermano con insultos un poco demasiado creativos.
—¿Qué sucede? —preguntó el rubio sonando sinceramente preocupado por él y no sólo por Ichigo.
—Nada —le respondió con una sonrisa malsana—. Ichigo está gritándome —terminó riéndo a carcajada plena.
Bajando ambos las espadas, tácitamente dando por terminado el ejercicio, se mantuvieron sobre el aire un poco más. El gesto del rubio, serio en un aspecto diferente al de la batalla.
—Me gustaría poder hacer algo por ti, Shiro; pero no si eso hace que Ichigo salga lastimado. No si va a desdibujar los límites a los que hemos llegado.
Oh, eso le sentó como una patada en las pelotas.
Agachando la mirada, con el ceño fruncido —segura memoria de los músculos por tanto que lo hacía Ichigo—, dejó el aire para volver a tierra firme. Sintió a Getta-boshi siguiendo su movimiento y, en ese momento en que la diversión se había terminado con una cubetada de fría realidad sobre su cabeza, se sintió con ánimos de desquite. Y no dejó pasar su buen ánimo.
—¿Qué límites? —atacó con sarcasmo al rubio, quien se detuvo un paso para verlo sorprendido—. Cogen para consolarse uno al otro, para distraerse del dolor y de la soledad; para que Ichigo no se vuelva loco, para que Soul Society tenga un rey y que cualquiera pueda venir y volverse más fuerte por el reiatsu del cretino este.
—¿Eso crees? —le preguntó el rubio, sonando su voz como si estuviera más dolido que sorprendido.
El tono no le pasó desapercibido y, por un instante, se preguntó si…
—No me vas a decir que amas a mi hermanito, ¿verdad? —soltó con burla ácida.
Y el gesto de Getta-boshi se endureció así de rápido.
—No —le respondió seriamente—. No te lo voy a decir.
—Bien —rezongó con la sonrisa más psicópata que tenía en su arsenal—. Siendo así…
Y se lanzó sobre el rubio. Lo sostuvo por la garganta pegado al piso mientras comenzaba a jalar el samue verde que lo cubría. Le importó un carajo la mirada sorprendida del rubio mientras destrozaba su ropa —harto de pelearse con los nudos que la sujetaban— y bajó los dientes hasta morder el hombro. Si cogía con su hermano para consolarlo, podía coger con él para darle una válvula de escape. E iba a dejar escapar toda la agresión en él.
El grito del rubio bajo él le indicó más dolor que placer y sólo soltó su mordida en el hombro para buscar otra cosa qué morder… tal vez algo no vital, o Kuro no lo dejaría volver a salir a jugar de nuevo. Lamió la sangre que había sacado del cuerpo del rubio mientras dirigía su siguiente mordida a su objetivo.
Antes que sus dientes llegaran a la piel de una pierna, sintió su cuello siendo sujeto duramente por la nuca. Tragó fuerte mientras era jalado hacia atrás y, cuando vio la cara sorprendida de Getta-boshi, entendió menos.
—Lo siento, Urahara —dijo la voz de Byakuya mientras la fuerza en su nuca lo arrastraba lejos del rubio—. Shirosaki y yo aún no terminanos de arreglar este asunto.
Trató de zafarse una vez, sólo para sentir que el agarre sobre su cuello se apretaba más. Ahora presionaba, a la vez, la vena y la arteria de su cuello logrando marearlo como si fuera a desmayarse.
Se jaló con más fuerza del agarre; se sintió libre un instante y, un instante después, fue jalado y empujado de cara hacia la pared de un pasillo cualquiera en el palacio.
—Bakudou 61: Rikudou Kourou —llamó el capitán en algo más que un susurro.
Aún sorprendido por los últimos segundos, y sintiéndose atravesado por los seis pilares de luz alrededor de su torso, se burló de inmediato ante el Kido restrictivo.
—¿En serio crees que esto me va a detener? —soltó con ácido sarcasmo.
—Sé que no puede detenerte —respondió el noble pegado a su cuerpo—, pero no quieres liberarte.
Sin decir más, Byakuya lo acarició de forma agresiva. Con una mano empujándolo por el cuello a la pared y la otra apoyada cerca de su hombro pero también en la pared, lo que sentía sobre sus costillas y la fuerza que lo detenía por las piernas no era otra cosa que el reiatsu de Byakuya. El reiatsu lo tocó sobre las costillas obligándolo a encorvarse por el dolor que le provocaba, la cárcel de Kido inestable ante la fuerza del cuerpo del Rey.
Apretó la quijada ante el dolor, pero se obligó a callar el grito que pugnaba por salir de su garganta. El siguiente toque del reiatsu se sintió ya como una caricia donde antes lo había lastimado y en seguida sobre su espalda, entre ambos cuerpos. La sensación de reiatsu sobre su espalda y la física del cuerpo de Byakuya también a su espalda llevaron a su mente a un estado de confusión que le dejó la mente en blanco.
Sólo sintió de nuevo hasta que la furiosa caricia incorpórea llegó a su abdomen y bajó por la piel. La caricia desapareció como sólo el aire podía y sintió una nueva en la garganta que no era sujeta por la mano ajena. Acarició su cuello hacia la quijada y bajó de nuevo hacia el torso, buscando, recorriendo cada nervio bajo la piel y sobre ella. La cadera de Byakuya empujó la suya por la espalda y arqueó la propia para sentir de nuevo el calor de ese cuerpo. El Kido, una vez más, inestable ante su movimiento.
Supo entonces, aunque lo había sabido desde el principio, que el noble había tenido razón al decir que no quería liberase. Liberarse significaría, de nuevo, alejarse del hombre. Derrotado, apoyó la frente en la pared de ese pasillo de palacio y gimió cuando sintió el reiatsu del noble acariciarlo entre las piernas. Primero un roce en sus testículos y en seguida una búsqueda en su interior. La sensación era como un ardor en cada nervio que el reiatsu tocaba.
Furia.
Nenja estaba furioso con él como ni siquiera lo había estado al verlo desnudo bajo su hermana.
Frunció el ceño ante su pensamiento. Mientras ese ardor seguía buscando en su interior, mientras seguía tocando los nervios en su entrepierna, él había confundido al hombre que lo castigaba.
Mierda, con razón Kuro perdía la cabeza.
—¿Qué te pasa? —preguntó, luchando inútilmente contra su captor, dándose cuenta que no había la cantidad necesaria de veneno en sus palabras, no de ácido y no de sarcasmo.
Había sonado casi preocupado.
—No vuelvas a tocar a otro. Eres mío —dijo el noble apenas alejado de su oído—, y soy posesivo con lo que me pertenece.
Byakuya lo jaló del cabello para encararlo antes de chocar sus labios con los de él. No llamaría un beso a eso, porque no lo era; era una forma de marcarlo.
Y él había tenido suficiente de este hombre.
