Abrió los ojos para encontrarse con un techo blanco tan conocido como diferente. Entrecerró los ojos recordando de inmediato dónde se encontraba, y frunció el entrecejo cuando se sorprendió por ello.

Recordaba de nuevo, confusamente, pero recordaba una vida completa.

Se había quedado dormido al lado de Kisuke y había comenzado a soñar. En algún momento esos sueños se convirtieron en la realidad de otra vida y justo en el momento en que recibía los poderes Shinigami de Rukia, esta vez también había recibido los recuerdos de otras vidas.

Había hecho de nuevo todo aquello, con cambios mínimos para evitar un cambio en el futuro y sólo cuando la guerra contra Yhwach hubo terminado, se atrevió a hacer los cambios más impactantes: Había negociado con Kyoraku asumir su posición como rey espiritual a cambio de que no encerraran a Aizen de nuevo en Muken. Por controversial que aquello hubiera sido, el hombre había sido una gran parte de la victoria contra el Quincy psicópata. Aizen, Urahara y él se habían encerrado en el palacio del Rey.

Los tres llegaron a formar un tipo de relación que tenía que ver algo con rivalidad, reconocimiento a las habilidades ajenas y sexo. Así fue como, de mano de sus dos amantes, recibió el peor día de esa vida: la muerte de Yuzu. Por más insensible que se hubiera vuelto a muchas cosas, por las memorias (o experiencias) de otras vidas, la muerte de su hermana más humana lo había devastado; sin embargo… no lo había expulsado de esa vida.

Como si hubiera sospechado que los cambios de vida se debían a intentar escapar de su dolor, había sobrevivido el peor día de su vida, y había seguido allí. Había maldecido a sus amantes, había peleado contra ellos, había buscado sus respuestas… pero se había quedado allí. Hasta que volvió a preguntarse por este Kisuke al que había dejado solo en el palacio y quiso volver a él.

Y así despertó de vuelta a ese techo blanco y a la sensación particular de este palacio real.

Por primera vez podía darse cuenta que sentía el palacio en su cuerpo… como si fuera una extensión de él mismo, o al menos como si estuviera conectado con éste. De una forma casi inconsciente, podía saber en qué palacio se encontraba y, lo que antes le había provocado confusión, ahora le daba seguridad.

Salió de la cama sintiéndose aturdido por esa sensación nueva y salió en busca de su amante.

Tras buscarlo en su habitación, en la cocina, en el área de entrenamiento, en el laboratorio y en el salón de té, se extrañó por no encontrarlo.

Mientras preparaba un té para él y una segunda taza en espera a que Kisuke llegara, permitió a su mente extraviarse en los recuerdos de ese Aizen con el que había compartido parte de su vida.

Con su decisión de llevarlo, también, al palacio, algo de la soledad del hombre había remitido. Su torcida personalidad, sin embargo, no había cambiado demasiado mientras les dejaba saber quién era en verdad: Maniaco y excesivo en sus obsesiones, compulsivo en sus deseos y adicto a tener el control, cuando el hombre dejó de ser perseguido por la soledad de ser un prodigio en sí mismo, se había probado como el mejor rey espiritual —aún sin ser él aquel ente—.

Aizen había hablado de una sociedad de almas completamente diferente a la que todos ellos habían conocido. En su discurso, mientras mantuviera ese control al que era adicto, había vislumbrado una jerarquía basada en los aspectos de cada una de las naturalezas creadas. Una donde tenían cabida desde los Hollow hasta los Quincy. Peleando o discutiendo con Kisuke, Souske Aizen se había descubierto como algo más que un sádico sociópata.

Sí, había sido sádico en una forma en que ni Kisuke ni él mismo lo eran; pero su estilo de sadismo había sido aplicado como una estrategia de control y paz que sólo ahora podía comprender. Pues, exhacerbando la pena de un castigo sentaba precedente para gobernar incluso la codicia de Central 46.

Le había mostrado aspectos de cada uno de ellos tres que jamás se hubiera imaginado. Siempre listo y dispuesto a esgrimir tanto su espada como su intelecto, en esa vida tres "singularidades" se habían encontrado al mismo nivel y encontrado a sus iguales —a pesar de sus diferencias… o por ellas—.

Había sido un maestro riguroso pero generoso con sus enseñanzas tanto dentro como fuera de la cama. Amante atento, como siempre controlado y controlador, pero generoso sobretodo con sus perversiones.

Se encontró sonriendo cuando Kisuke llegó a su lado.

—¿Una buena vida? —le preguntó Kisuke al sentarse a su lado y tomar el té frío que lo esperaba.

—Se puede decir. Me dejó con muchas cosas qué pensar. Tal vez decisiones qué tomar.

—¿Quieres contarme? —ofreció moviéndose a la cocina, presumiblemente para calentar su bebida.

—En esa vida, compartimos el palacio con Aizen —dijo sencillamente—. Su forma de hacer las cosas era… racional… razonable. Justificable —se corrigió de inmediato.

En cuanto supo a Kisuke tensarse, cuando sintió su reiatsu estallar furioso, su atención completa estuvo de inmediato en el científico para descubrirlo tenso, con los puños apretados y gruñendo en una respiración agitada.

—¿Qué sucede? —preguntó mientras ponía la mano sobre su hombro como hacía con él para calmarlo.

—Cambiemos de tema —susurró una amenaza que no sentía dirigida a él.

Aunque lo intentó, su mente no podía pensar en nada para cambiar de tema. Nunca antes había visto a Kisuke reaccionar así, ni siquiera a un Urahara. La voz, o la reacción intempestiva, lo habían sorprendido hasta el punto de quedar en blanco. Lo jaló a un abrazo, como él solía ser calmado en momentos parecidos, y acarició sus brazos mientras apoyaba su frente en la de Kisuke.

—¿Qué te pondría de buen humor? —preguntó al aire mientras pensaba y movía sus caricias al torso del hombre—. Algo nuevo y diferente —se respondió de igual forma—. Algún experimento.

—Tienes algo en mente —aseveró Kisuke sonando distraídamente interesado.

Asintió una vez acariciando con su mejilla el pómulo del otro hombre. Y eso lo llevó a clavar su mirada en un punto lejano de la habitación con paredes de madera.

—Uhm… ¿Kisuke? Me gustaría intentar algo.

—¿Algo? —repitió confundido.

—Contigo —completó—. Pero no sé qué… cómo me… —ante su duda terminó con un gruñido de frustración.

Escondió la cara en la curva del cuello de su amante para cubrir su vergüenza y, para darse valor para seguir, recordó qué otras cosas ya habían hecho el uno con el cuerpo del otro y viceversa.

—¿Ichigo? —preguntó Kisuke entre sorprendido y desconcertado.

Alcanzó el té de Kisuke para darle un trago que sirviera para aclararse la garganta o para darse tiempo a saber qué y cómo decirlo. Kisuke tomó la taza después y bebió de la misma. Y el gesto, lo sintió como si el hombre le diera unos segundos más para recomponerse. Tras devolver la taza en la mesa baja, Kisuke se reacomodó en el abrazo. Sus brazos reaccionaron de inmediato para rodearlo en respuesta.

—Sé que te gusta el lenguaje vulgar… en el sexo. Me gustaría darte eso. No sé si voy a hacer el ridículo y no sé cómo me sienta al hacerlo —soltó al fin, agitando la cabeza con nerviosismo sin poder verlo a los ojos—. Y no sé si pueda hacerlo. No quiero hacer el ridículo. Pero quiero intentar darte eso.

Kisuke carraspeó, fijó la mirada en un punto cualquiera del piso y se lamió los labios mientras tragaba audiblemente para carraspear de nuevo un segundo después. Y si la reacción del científico le decía algo a él, era qué tan interesado estaba el hombre en las imágenes que eso había puesto en su cabeza.

—Dioses, sí —gimió Kisuke antes de voltear a verlo con avidez dilatando sus pupilas sobre el gris en ellos.

—No tengas altas expectativas —le advirtió.

Kisuke asintió un par de veces, emocionado como niño en dulcería y como si no hubiera escuchado su advertencia. Esta vez, el interés que mostraba su pareja no lo hizo sentirse más seguro; lo hizo sentirse presionado.

Sintiéndose torpe en sus movimientos sobre el cuerpo de Kisuke, supo que no estaba preparado para sumergirse de lleno en la parte más extrema que esa dinámica pudiera ofrecer. Siendo así, pero al mismo tiempo queriendo cumplir esto para su amante, llevó la espalda de Kisuke a apoyarse en su torso y lo abrazó para sujetarlo en esa posición. Acercó sus labios al oído del hombre y suspiró suavemente para comenzar a usar una carta de la mano —o del vocabulario— de Shiro… o varias, si todo salía bien para el científico.

—¿Ichigo? —preguntó Kisuke buscando su mirada.

—Me estoy mentalizando —dijo apenado.

Kisuke soltó una carcajada que sonaba más feliz que burlona. Se removió un poco para buscar sus labios y él se acercó el resto del camino.

—Me gustan tus labios sobre mi piel —comenzó rozando la piel de Kisuke con los propios—. Les gusta provocarme con palabras y caricias. Eres el único que me frustra y me excita al mismo tiempo —besó fuerte a Kisuke y se separó de sus labios sólo para morder y besar su cuello.

Se detuvo un segundo para gruñir y apoyó la frente en el hombro del hombre en su abrazo.

—Cuando esto acabe, juro que te voy a coger contra la pared más cercana hasta que se me olvide en qué cosa me metí yo sólo —le advirtió mortificado.

Kisuke rio y ciegamente llevó su mano hasta tocarle en la mejilla como si fuera a detenerlo gentilmente. Tomó esa mano que se acercaba y se la llevó a la boca. Lamió sus dedos y se metió uno a la boca, después uno segundo. Y lamió y mordió suavemente los dedos antes de sacarlos y sonreír sobre ellos.

—¿Cómo se llama cuando necesitas tener algo en la boca? Ah, sí: fijación oral —se respondió él mismo—. Creo que la tengo —terminó lamiendo de nuevo los dedos del hombre en su abrazo.

Kisuke se removió para acomodarse más sobre su cuerpo, él se acomodó también para recibirle y lo pegó a su pecho mientras lo contenía en un abrazo restrictivo. Acercó sus labios al oído de su amante y miró hacia el frente mientras susurraba.

—¿Cuál es la fantasía que siempre has querido intentar? —preguntó invitándolo—. ¿Cuál es la locura más extrema que le harías a mi cuerpo expuesto para ti? —lo acarició con una mejilla, pero sin soltar la restricción del resto de su cuerpo—. ¿Quieres ver que me masturbe?, ¿que use un tapón anal, o usarlo tú? Alguna vez has querido orinar sobre alguien, ¿o eres más… hogareño? ¿Te gustaría verme cocinando para ti con nada más que un delantal? ¿Con tacones altos? —soltó sintiéndose ridículo mientras su rostro se ponía imposiblemente rojo.

Lo único que le animó a seguir con tal juego era sentir que la respiración de Kisuke había cambiado, la temperatura de su cuerpo subir un grado y que ya no reía.

—¿Sabes? A veces puedo ver tus pezones asomarse por el escote de tu ropa, y me imagino que lo lamo, que lo muerdo, que lo beso antes de torturarlo entre mis dedos. Kisuke, desearía que pudieras saber lo que mi cuerpo siente cuando estás dentro de mí. Sentirte entrando en mí y mi cuerpo adaptarse a tu forma mientras escucho tu placer. Escuchar tus quejidos, tus gemidos y tu gruñido cuando te corres siempre me lleva al borde. Es tan sexy… tan satisfactorio escuchar tu placer.

Kisuke volteó a verlo entonces. Encontró su mirada para ver sus ojos brillando con indiscutible deseo sexual. Le sonrió antes de besarlo para que cerrara los ojos.

—No me veas así —pidió con una amenaza velada—; me pone tan caliente —susurró en su oído y aprovechó para devolver la mirada hacia el frente—. ¿Debería comenzar a lamerte la verga ahora? Amo sentirla endurecerse en mi boca. ¿Sabes qué tan duro estoy en este momento? —preguntó con un gemido bajo a su oído.

Movió la cadera para alcanzar el trasero de Kisuke y demostrar qué tanto. Sintió a su amante presionarse con él y soltar uno de esos quejidos que recién le había dicho cuánto le gustaba escuchar.

—No —detuvo la cadera sobre él con las manos y comenzó a acariciarla sobre el hueso—. Extraño tu verga, la necesito; pero quiero sentirla en mi boca restregándose contra el fondo de mi garganta. Cógeme duro, justo así. Córrete sobre mí, para mí, dentro de mí. Dame hasta la última gota. Lléname. Quiero sentir tu semen en mi cara. Saborear lo que lances en mi boca. Y te voy a mamar hasta vaciarte. Dime, ¿prefieres que lo escupa o que me lo trague? —preguntó sintiendo su propia voz descendiendo un par de octavas por la imagen que eso ponía en su propia mente. Kisuke gimió como respuesta, o como si no pudiera dar una—. A veces pienso en tu leche goteando de tu verga en mi cuerpo y quiero dibujar sobre mi piel con ella, sentir tu semilla bajando por mis piernas recordándome cuanto amo ser tuyo.

Sintió el cuerpo de Kisuke agitarse, lo escuchó gemir y tratar de girar hacia él como si deseara cumplir una, varias, o todas las imágenes que las palabras ponían en su mente. Acarició sus brazos hasta las manos y allí entrelazó sus dedos. Llevó sus manos unidas al cuerpo de Kisuke y las pasó sobre la piel bajo el samue.

—Extraño sentir tus manos sobre mí, desgarrándome la ropa y tomando tu placer de mí. No me importa que destruyas la ropa, de hecho, lo prefiero si va acompañado con el mismo trato a mi cuerpo —gimió de nuevo mientras un movimiento de cadera demostraba las intenciones.

Kisuke se removió de nuevo, esta vez soltando sus dedos entrelazados y volteó hasta besarlo duro, profundo, desesperadamente. Hasta dejarlo sobre su espalda. Con un movimiento rápido, Kisuke estuvo sobre sus dos pies y mirándolo hacia abajo.

Sin saber si Kisuke estaba deteniéndolo o pidiendo que cumpliera sus palabas, se descubrió a él mismo arrodillándose frente a su amante y pegó la cara a la pierna cubierta de tela verde, evitando a propósito la erección bajo dicha tela.

—Dime, Ichigo —comenzó Kisuke con la respiración afectada—, ¿qué quieres que te haga?

Se separó de la pierna que tocaba, lo miró a los ojos y se lamió los labios como si eso fuera respuesta suficiente. Para Kisuke no lo fue.

—Suplícame —ordenó el hombre.

Y él sintió que perdía el aire en sus pulmones de la forma más placentera posible. Carraspeó para devolver la voz a su garganta.

—Castígame. Abofetéame. Doblégame. Sujétame sobre esa mesa y deja mis nalgas rojas por nalgadas. Cógeme duro o lento, pero úsame como a un juguete. Muérdeme, márcame como tuyo. Este culo es tuyo para lo que quieras, cuando lo quieras. Sólo necesito ser el agujero que uses para saciarte. Por favor, úsame como el escusado para tu semen.

Viendo el deseo en esos ojos cafés y escuchando la voz casi desesperada del adorable hombre, gimió ante las palabras duras mientras sentía una imperiosa necesidad de dar rienda suelta a sus instintos. Oh, Kurosaki-kun estaba consiguiéndolo. Sentía su cuerpo temblando con la necesidad de cumplir cada una de las palabras que recibía. Y, aunque más perversiones cruzaron por su cabeza, no quería que esto terminara tan pronto.

—Esfuérzate más, Ichigo —ordenó, tomándolo por el cabello y jalándolo para que viera todo el deseo que había logrado despertar en él con sus palabras. Con su entrega.

Kurosaki-kun tragó, dejándole saber que lo había visto.

—Déjame con el culo al aire y la cara en el suelo, y entiérrate hasta las pelotas en mí. Ábreme con esa gruesa verga como a una zorra. Cógeme hasta que duela. Cógeme como si quisieras quebrarme, cógeme como si me odiaras —gimió mientras su cuerpo perdía la fuerza para seguir erguido sobre sus rodillas—. Úsame hasta que no pueda caminar, moverme en absoluto. No te detengas ahí. Cuello, pecho, piernas, culo; lléname de rasguños hasta que mi piel demuestre a quién le pertenezco. Márcame como tu propiedad. Soy tuyo. Por favor —suplicó de nuevo mientras se acercaba hasta quedar con la cara pegada a su erección.

La sensación de la cara de Kurosaki-kun frotándose en su erección fue casi suficiente para hacerlo correrse dentro de sus pantalones. Quería hacer todo eso que le pedía.

Y, cuando Kurosaki-kun llevó su cara a el piso y comenzó a lamerle los pies y las sandalias de madera, sintió a sus rodillas fallar.

—Por favor, nenja —suplicó con fervor.

La última súplica le sentó como un golpe en los intestinos. Sacudido hasta la furia, lo jaló rudamente por la cabellera naranja y lo levantó de su posición humillante hasta tener sus ojos a la altura de los suyos.

—Nunca vuelvas a usar esa palabra —le dijo fieramente.

—¿Kisuke? —preguntó Kurosaki-kun sin rastro de la súplica anterior. Su tono casi asustado.

La mano de Kurosaki-kun encontró su mejilla y la acarició dulcemente. Alejó con fuerza la cara de ese cálido contacto y apretó la quijada para controlar la arcada de vómito que se alzó desde sus peores recuerdos.

—¿Qué pasó? —preguntó preocupado hasta la médula.

El sonido de esa voz, de esa preocupación, lo regresó un poco al momento. Lo único que pudo hacer fue cerrar los ojos con dolor y forzarse a respirar profundamente. Abrió los ojos cuando los recuerdos en su mente volvieron a estrellarse contra la oscuridad tras sus párpados cerrados.

—Lo siento, Ichigo. Voy a bañarme —dijo sonando frío mientras se apartaba del joven rey y salía de la habitación.

Kurosaki-kun lo detuvo por la muñeca. Jaló el brazo para liberarse del agarre y huyó al baño de su habitación.

Cuando encendió la ducha entró bajo el chorro frío y esperó hasta que el agua estuviera tan caliente que escaldara su piel. Cerró los ojos una vez más tratando de forzar los recuerdos hasta la parte más olvidada de su inconsciente, donde no pudiera revivirlos de nuevo.