Perdido en sus recuerdos, no se percató del exterior. El sonido de la llave de la ducha siendo cerrada lo obligó a abrir los ojos de nuevo sólo para encontrarse a Kurosaki-kun a su espalda. Se alejó un paso de él quedando recargado en la pared.

—Lo siento —se disculpó Kurosaki-kun con voz realmente apesumbrada—. Creí que… te estaba gustando —dijo sonando tímido como pocas veces—. ¿Qué hice mal? ¿Lo llevé demasiado lejos? Fui estúpido, yo…

—No fuiste tú —respondió con un suspiro pero aún incapaz de acercarse de nuevo al más joven.

—Kisuke —insistió Kurosaki-kun dando un paso para atraparlo contra la pared.

—Tonterías de un hombre de edad avanzada —dijo con su voz cantarina, o al menos la mejor que podía fingir—. No te preocupes, estaré mejor en unos minutos.

Kurosaki-kun se pegó aún más a él. Aún sin tocar su cuerpo, lo encerró entre sus brazos y sólo reposó su frente sobre su hombro izquierdo.

—Habla conmigo, Kisuke. No quiero volver a ver esa furia en tus ojos dirigida a mí. No quiero volver a provocarla.

—Tendré más cuidado —dijo con tono plano.

Sintió a Kurosaki-kun alejarse un paso, lo vio bajar los brazos y dejar caer los hombros y la mirada a las baldosas blancas del baño.

—¿Por qué me haces pensar que estoy sólo en esta relación? —susurró Ichigo hacia el piso.

Se le encogió el corazón no sólo ante la pregunta sino ante el tono derrotado y casi desesperado de su joven amante. Antes que pudiera reaccionar —hablar o alcanzar la piel tostada frente a él— Kurosaki-kun dio media vuelta y salió de la pieza.

Se maldijo una vez más en su vida. Otra vez, su propia debilidad, había lastimado a otros. Esta vez al hombre que amaba.

Golpeó la pared tras él con el codo. El dolor del golpe apenas registrado en su mente. Salió del baño rodeando su cadera con una toalla afelpada y encontró su habitación vacía. Sintió el reiatsu de Kurosaki-kun apagado y sin la fuerza usual mientras se alejaba entre los pasillos del palacio. Lo siguió hasta encontrarlo en una habitación alejada. Desde hacía tiempo, el joven rey, usaba ésta como si fuera su lugar para meditar. Siempre acostado en el diván de terciopelo rojo con aires arabescos.

Se sentó a su lado en el mueble sin saber cómo resolver el silencio entre ellos.

—Tú sabes todo de mí —comenzó Kurosaki-kun con tono apagado—. Sólo quiero saber más de ti. Sobre todo cuando te… afecta.

Suspiró con tanta resignación como con miedo.

—Pregunta —aceptó con dolor por anticipado.

—¿Cómo fue tu vida antes de que te conociera? —preguntó dándole un respiro.

Sonrió, agradecido porque Kurosaki-kun no pidiera de nuevo la explicación que no había dado en la regadera.

—No fue fácil, pero fue interesante —respondió—. ¿Qué otra cosa quieres saber?

Vio la sonrisa cansada dibujarse en el rostro del joven, y casi pudo sentir cómo rodaba los ojos en sus cuencas ante la clara evasión.

—¿Cómo conociste a Yoruichi? —preguntó como si le diera una segunda oportunidad.

—Todos la conocían —dijo con una gran sonrisa, completamente falsa.

—Kisuke, ni siquiera lo estás intentando —le dijo Kurosaki-kun sonando sinceramente fastidiado.

—Es sólo que… preferiría no hablar de mi pasado —dijo sinceramente mientras se restregaba la cara con las manos.

—¿A qué le tienes tanto miedo? —preguntó Kurosaki-kun frustrado, pero contenido.

—A que me tengas lástima —soltó antes de poder morder las palabras para no decirlas—. Por eso, permíteme mantener este secreto —terminó evadiendo la mirada del otro.

—¿Me crees ese tipo de hombre? —soltó Kurosaki-kun entre las quijadas apretadas.

—No te enojes —se apresuró a calmarlo.

—No estoy enojado —tronó la voz del joven—. Estoy decepcionado conmigo mismo por parecerte alguien que te tendría lástima. Lástima es lo último que podría sentir por ti. Estoy decepcionado conmigo por no haberme podido ganar tu confianza. Es todo —dijo levantándose del mueble.

Sintió a Kisuke detenerlo por la muñeca y llevarlo de nuevo a sentarse en el mueble rojo. Apenas lo miró, sintió los labios del hombre en los suyos y la lengua pidiendo entrada. Renuentemente abrió los labios para él y lo besó molesto porque buscara terminar la conversación con sexo. Por primera vez no quería resolver sus diferencias en la cama por más que le doliera la entrepierna.

Kisuke se apartó del beso confundiéndolo aún más. Y, el gesto en la cara del otro, le explicó menos.

—Por si es el último —le dijo casi adolorido.

Se quedó callado apenas procesando las palabras cuando lo sintió levantarse del mueble.

—No es una conversación que quiera tener sin ropa —dijo extendiéndole la mano.

Queriendo creer que el hombre no escapaba de la conversación sino que sólo la aplazaba para buscar un valor que nunca había parecido le hiciera falta, tomó la mano extendida pero, en vez de dejarse llevar, jaló al hombre para atraparlo entre sus brazos. Sin palabras, pero presente en cada una de las acciones, Kisuke le hacía saber qué tan expuesto se sentía. Y eso era justo lo que quería de él en ese momento.

—No tienes que protegerte de mí —le dijo, esperando sonar más calmado de lo que se sentía—. No te voy a lastimar más.

—¿Y si quiero que lo hagas? —respondió con su tono cantarín y una sonrisa de travesura.

—Podemos jugar a lo que quieras —dijo completamente serio—, pero el dolor en tus ojos… —se interrumpió mientras agitaba la cabeza.

Kisuke se apartó gentilmente del abrazo en el que lo sostenía y cobró valor con un suspiro. Miró hacia el techo como si pusiera en orden sus pensamientos antes de comenzar a hablar.

—Nací dentro del Clan Shihouin, algún pariente lejano de la familia o algo así. Lo suficientemente cercano como para que creciera en uno de los pabellones, pero lo suficientemente diferente en aspecto como para no ser reconocido como parte de ella. Las circunstancias de mi nacimiento siempre fueron un misterio incluso para mí, y nunca me he sentido inclinado a indagar en eso. Desde que tengo memoria fui un niño solitario, más concentrado en lo que veía y en entenderlo, que en hablar con aquellos que no me hablaban. Incluso yo creí que no podía hablar, aunque las palabras y las frases estuvieran en mi cabeza. Y mientras éstas se convertían en acciones y reacciones más bien abstractas, hubo un hombre que fue el primero en recoger mi plato de comida del piso para llevarlo a la mesa. Fue el primero en sentarme en una mesa y quien me enseñó a hablar con otros. El calor de esas manos se convirtió en caricias sobre mi cuerpo y, mientras me enseñaba unas cosas de día, en la noche eran otras. En las noches me mostraba una forma de atención muy particular. Me obligó a llamarlo… nenja cuando las caricias se convertían en golpes —dijo con dificultad y mirando a lo lejos.

Se quedó callado a fuerza de apretar las quijadas y los puños. La voz que no se había quebrado al contar aquello, lo había hecho en la última frase. Y, por ese tono plano, sabía que Kisuke estaba recordando con lujo de detalle aquello que resumía con palabras cautas. Sintió su reiatsu descontrolarse, y que el hombre frente a él no intentara calmarlo, decía más de aquello que esa mente prodigiosa estaba recordando.

—Ese hombre torció el camino del nanshoku para justificar sus impulsos. Yoruichi-san se dio cuenta de lo que pasaba cuando llamé al hombre por ese título frente a ella. Comprendió de inmediato el estado de mi cuerpo, la perversión del nanshoku; la situación completa. Fui llamado a la casa principal sólo para que ella me regañara —dijo Kisuke con una risa sin sentimiento—. Dijo que tenía que quererme a mí mismo; no entendí las palabras al saber que no tenía ningún valor para la familia Shihouin y así se lo dije. A su forma, dijo que tenía que hacerme alguien necesario. Cuando pregunté cómo, ella sólo dijo "Piensa, hombre. Piensa". Y eso hice. Pensar… y convertirme en alguien útil; en alguien necesario.

—¿Qué fue de ese hombre? —preguntó controlando su rabia pero sin poder obligarse a quedarse callado.

—No importa —respondió entrecerrando los ojos en un punto del espacio que podía estar a siglos de distancia en el pasado.

—¿Qué fue de ese hombre? —insistió con un gruñido.

—Fue la primera persona a la que quise muerta —dijo con una sonrisa triste torciendo sus labios.

—¿Lo mataste? —interrumpió deseando que la respuesta fuera afirmativa.

Vio a Kisuke negar con la cabeza.

—El hombre murió años antes que yo entrara a la academia, probablemente a manos de Yoruichi-san. Había escuchado de ella que la primera muerte es la que siempre llevas a cuestas y la que siempre recuerdas; mi forma de venganza fue no darle también eso. No permitirle que su fantasma me acosara siempre.

—Aún te persigue —rezongó furioso con un hombre muerto.

—Pero no siempre —devolvió Kisuke con su tono cantarín. El tono lo enfureció más, aunque no con el hombre sino con que siguiera tratando de ocultarse de él.

Se acercó al hombre para sujetarlo sobre su torso y le besó el hombro. Las manos de Kisuke se cerraron sobre sus brazos sin apartarlo. Tampoco él se apartó.

—Quisiera haberte protegido de eso —dijo débilmente en el abrazo—. Debí haber estado allí.

Kisuke le respondió con una risa que parecía tos y sarcasmo al mismo tiempo.

—Faltaba mucho para que nacieras —respondió calmo.

—Eso no evita que…

Kisuke lo interrumpió posando sus labios castamente sobre su sien.

—Gracias, Ichigo. Pero no te sientas culpable por esto. Al final, es una de las cosas que me hizo la persona que soy hoy en día.

—Tampoco voy a agradecer por cómo sucedió —rezongó de inmediato.

Lo sintió apretar más fuerte sobre sus brazos y pegarse más a su cuerpo. Su mano fue inmediatamente a acariciar el cabello de su amante y a calmarlo con su toque. A calmarse él también.

—Pero te gustó que te hablara así —provocó con una ligera inflexión una vez sintió a su amante calmado entre sus brazos.

—Me encantó —respondió Kisuke sonando su voz como si ronroneara—. Y las palabras vulgares… —terminó con un gemido exagerado.

No pudo evitar que una risa escapara por sus labios. Para algunas cosas, Kisuke era tan transparente.

—Quiero protegerte incluso de tus recuerdos.

—Oh, Ichigo —dijo dulcemente—. Lo último que quiero es que seas mi caballero en brillante armadura.

—No puedes evitarlo. Me amas como soy, y eso es parte de lo que soy.

El beso que recibió como respuesta fue lento. Ambos cerciorándose de la presencia del otro. Acarició perezosamente sobre la blanca piel y se recreó en el sonido de las respiraciones acompasándose.

—Urahara —llegó el grito de Byakuya.

Apenas se separaron del abrazo que compartían cuando el noble atravesó la puerta de la habitación. Los miró por un segundo, entrecerró los ojos y dio media vuelta para marcharse.

—No te vayas —llamó Shiro como si saltara a la consciencia—. Podemos hacer algo los cuatro… puede funcionar. Como esa vez que…

No pudo evitar pensar en lo que Shiro puso en su cabeza con esas palabras. Mientras veía la parte del rostro que pertenecía a Kurosaki-kun sorprenderse, sonrojarse y hacer la mueca más asustada que le había visto en años, se preguntó por qué no se le habría ocurrido a él hacer la propuesta.

Sonrió hacia los gemelos para demostrar su intención de aceptar las intenciones de uno de ellos.

—Shirosaki —cortó la voz severa del capitán Kuchiki. El gemelo Hollow se quedó callado, de inmediato viéndose ligeramente confundido—. Infiero que todos aquí sabemos qué sucede cuando actúo impulsivamente —siguió, con lo que pareció una amenaza; al Shiro encoger un hombro de ese cuerpo despreocupadamente, supo que no era tal—. Pero si es un deseo y no sólo una provocación, podemos discutirlo en otra ocasión —convino el noble secamente.

Se sintió sonrojar por la promesa que el noble no le daba a él pero que lo involucraba. Mientras Shiro sonreía, Kurosaki-kun parecía sufrir. Y eso era lo más entretenido que había visto a los gemelos hacer mientras compartían cuerpo.

—Por el momento, sin embargo —siguió el noble de inmediato—, vengo por otro asunto.

—Sí, por favor —soltó Kurosaki-kun casi en una súplica—. Cambiemos de tema.

No pudo evitar soltar una ligera risa ante la reacción y se separó de los gemelos, recordando apenas que tan poca ropa tenían ambos cuerpos.

—Te alcanzamos en el salón de té, capitán Kuchiki —siguió antes que alguno de los gemelos dijera algo más.

El momento de paz había terminado.

Era momento de volver a los problemas.

Cuando el capitán Kuchiki salió, lo hicieron también ellos. Se separaron para ponerse presentables cada uno en su habitación y encontraron al noble esperando de pie en el lugar convenido. Fue por té mientras todos se preparaban para nuevos problemas.

Con todos sentados a la mesa, dio un sorbo a su bebida esperando que el capitán Kuchiki comenzara con el tema que lo llevaba al palacio. Vio al hombre tomar también un sorbo de té y a los gemelos pelear entre ellos por si lo beberían o no. Shirosaki ganó esta vez.

—Como capitán de un escuadrón le debo mi respeto y obediencia al Capitán Comandante y a Central 46 —comenzó el noble—, como jefe de una familia noble, al rey Espiritual. Estoy entre dos lealtades —terminó secamente.

—¿De qué hablas? —soltó Ichigo confundido.

Por un segundo quiso golpear a su hermanito en la cara hasta hacerlo callar. No sabía si Kuro entendía o no lo difícil que era para un noble como Byakuya el presentarse ante ellos con justo las palabras que acababa de decir. Para un orgulloso guerrero y noble, esto era situarse en una fina línea que muy fácilmente podía convertirse en traición a cualquiera de sus afiliaciones.

—¿Tienes órdenes directas, capitán? —preguntó Getta-boshi con ese tono que delataba su inteligencia. Parecía ser el único otro que entendía la situación y, tal vez la entendiera mejor que él.

Cuando Byakuya permaneció inmóvil, lo supo pensando en su respuesta. Pensó un poco más en la pregunta de Getta-boshi para darse cuenta que Kuro no había dado una orden desde haber pisado el palacio y que se refería, entonces, a una orden de los 46 cretinos o del asesino tuerto. Cuando Byakuya no respondió sí o no, supo que era su forma de dar una negativa a ofrecer cualquier tipo de información que pudiera llevarlos a una conclusión.

Entonces, la visita, había servido para alertarlos, pero no para sumarse a ellos. Estrategia, se recordó. ¿Podía confiar en lo que sabía de las estrategias de su nenja para comprender las que pensaba este hombre?

—Responder esa pregunta, sí o no, te haría traicionar una de tus lealtades, ¿cierto? —preguntó entonces.

—Así es.

—Entonces, no vienes a protegernos —aseveró—… sino a nivelar el terreno.

Porque se había enterado de algo que una de sus lealtades haría en contra de la otra. Por una parte esto precisamente se podría tomar como que estaba poniéndose de parte de la otra lealtad… Sin embargo, el no ser sincero con esta segunda lealtad, sería ponerse del lado de la primera.

El noble estaba en una situación complicada.

—Así es.

—Si tus lealtades se enfrentan —siguió—, ¿te enfrentarás a alguna de ellas?

Byakuya retrocedió un palmo sin moverse del asiento y eso sólo le dijo que el hombre no había estado preparado para esa pregunta. Y le recordó que este Byakuya no vivía una situación de guerra perpetua y que, probablemente, lo que lo llevaba a esa mesa frente a ellos, era el deseo de no verse en tal situación.

—El asesino tuerto…

—Kyoraku-san o Capitán Comandante en esta vida, Shirosaki-kun —interrumpió Getta-boshi.

—El tipo ese —concedió con mal tono.

—Shirosaki —amonestó el noble esta vez.

—¿Honras al tipo ese —reiteró con ahínco, no dispuesto a ceder más consideraciones a un hombre que, según las circunstancias, podía matar a un bebé que le pertenecía a alguien más—, o la posición que ocupa?

—Respeto al hombre, mi honor es para el cargo.

Ante la respuesta, sonrió en la comisura del labio que controlaba. Siendo que la posición de Capitán de Byakuya sólo era superada por esos 47 idiotas. Siendo que Ichigo era el único que superaba en rango a esos tantos. Siendo que Getta-boshi ya había sido confrontado con un tema referente a ellos. Habiendo reconocido, en los recuerdos de Kuro, el hambre de poder tras pantallas blancas en un juicio. Y habiendo conocido lo más nefasto de aquella raza que se adjudicaba el balance entre la vida y la muerte; sólo podía llegar a una conclusión.

—Los altos cargos, ya sean los 46 cretinos o el tipo ese, quieren un rey objeto, ¿verdad? No tienes que contestar —le dijo al noble de inmediato.

—Rey… ¿objeto? —preguntó Kuro.

—Piénsalo, Kuro. Un objeto que mantenga la estabilidad de los mundos, pero que no piense y no actúe. Como el rey cristalizado… que no hacía nada más que estar, pero que no regía. Durante mucho tiempo, esos 46 idiotas tuvieron el camino libre para hacer lo que quisieran. Con un nuevo rey, uno que está recobrando la cordura; se les va terminar el circo. Eres un riesgo para ellos, hermanito.

Dicho eso, miró a Byakuya pendiente a reacciones que delataran cualquier cosa. Aunque no tuviera muchas esperanzas de que así fuera.

—No puedo decir si lo que asumes es correcto o no —dijo Byakuya como si leyera su pensamiento—. No puedo permanecer más tiempo en una conversación como esta. De hecho, debí marcharme antes que comenzara —terminó poniéndose de pie.

Y, eso, sólo significaba que Getta-boshi tendría más trabajo por hacer. La carcajada de ácida felicidad que comenzaba a subir por su garganta se vio interrumpida por un gemido de dolor del rubio.

—¡Kisuke! —gritó Kuro lanzándose al hombre.

—Benihime —el hombre gruñó con rabia su llamado.

Inmediatamente después del llamado, el cuerpo de Kisuke se tensó por completo y su respiración se hizo pesada y profunda. Un segundo después la piel blanca bajo el samue comenzó a abrirse en cortes producidos por nada, ampollarse en otras partes.

Tocó a Kisuke primero en la espalda para aliviar su dolor, en el hombro, después en el cuello para incorporarlo, para sujetarlo, para… algo. En su tortura, el hombre tuvo un espasmo y éste dio paso a que se retorciera y comenzara a jalarse como si quisiera liberarse de ataduras invisibles.

Encorvándose bajo su toque, más piel quedó al descubierto. El rojo de las heridas sangrantes aumentaba lenta y desesperantemente. Bajo su mano, la piel de Kisuke se puso roja y luego morada por hematomas que se extendían instantáneamente.

—Suéltalo —ordenó Byakuya al ver lo mismo que él.

Obedeció así de rápido al ver lo que el contacto producía y, cuando la sangre impregnó el samue verde, no supo si retirar la prenda arriesgándose a tocar de nuevo la piel o dejar la tela en su lugar. Al haber visto la piel descubierta abriéndose, sabía que lo mismo sucedía bajo la tela.

—Ey, rey, ¿qué le pasa a tu novio? —preguntó Shiro asustado, tal vez, por segunda vez en sus vidas.

—No lo sé —gruñó consternado.

—Urahara está peleando algún tipo de batalla contra Aizen —proveyó Byakuya en tono plano.

—¿¡Qué!? —soltó más incrédulo que furioso.

—Es su reiatsu —dijo Byakuya llanamente mientras entrecerraba los ojos, como midiendo la escena frente a él… como si midiera una batalla lejana.

—Pero… está en Muken —rezongó cuando pudo reaccionar a las palabras.

Con un gruñido de esfuerzo, Kisuke cayó rendido al piso. Jadeando como no lo había visto hacer en los entrenamientos, el sudor caía por su piel y sus ojos brillaban con lágrimas contenidas. Derrumbado. Con la quijada apretada pero los músculos del resto del cuerpo laxos y saltando con calambres que se veían dolorosos.

Cuando quiso tocarlo de nuevo, se detuvo antes de hacer contacto con esa piel. Vio su mano temblar y se ordenó calmarse. En vez de desaparecer, el temblor en su mano se extendió por su cuerpo.

Cuando pudo enfocar de nuevo la vista, lo primero que vio fue la mano de Kurosaki-kun extendida hacia él. En segundo plano, al rey temblando con preocupación. De inmediato quiso tranquilizarlo.

—¿Kisuke? —preguntó Kurosaki-kun en un susurro.

—Ya terminó —susurró con la voz sonándole adolorida incluso a él. Tal vez el dolor era más porque lo hubieran visto en tal situación antes que por la experiencia.

Cerró los ojos un segundo para agradecer a su alma el haber reaccionado cuando y como lo hizo; los abrió de nuevo antes de perderse en ese oscuro alivio tras sus párpados.

—Dime qué hacer —pidió Kurosaki-kun sonando profundamente consternado.

—Hay que… limpiar las heridas —mintió al hombre.

—¿Podrías quedarte con él? —escuchó al rey suplicarle a un noble y casi sonríe por ello. Casi

No bien el asombrado capitán asintió, Kurosaki-kun salió corriendo.

—Su reiatsu —se forzó a seguir hablando—, ¿también te tocó?

—No —respondió el capitán Kuchiki parcamente—. Aizen sigue en Muken, pero eso que sentí definitivamente fue su reiatsu —aseveró con un tono de sospecha.

—Hace tiempo que no necesita salir de ahí para extender… su presencia —respondió entre una respiración profunda y otra.

—Explícate, Urahara.

—No es un buen momento, capitán Kuchiki.

—Lo entiendo —respondió—, pero voy a insistir en ello.

Tragó con fuerza y se obligó a sonreír sin lograrlo realmente.

—Aizen tuvo ocasión de… experimentar con el control y el alcance de su reiatsu. Y, me parece ahora, le es fácil alcanzarme justo por eso.

—¿No es la primera vez que sucede esto?

Negó una vez, en silencio. Y resintió en el cuello cada instante del movimiento.

—No tengo que advertirte las implicaciones que eso puede tener, probablemente sabes mejor los riesgos que yo. ¿Kurosaki permite esto?

—No quiero que se entere —respondió de inmediato.

—¿De qué quieres que no me entere? —preguntó Kurosaki-kun llegando con un paño húmedo, en el peor momento de todos. Tal vez no. Tal vez había peores… como al principio de la conversación. O a la mitad.

—Tienes suficiente con tus propios problemas, Ichigo. Déjame encargarme de los míos.

—¿Byakuya? —insistió Shiro.

—¿Me pides que revele información que no me corresponde revelar? —retó el capitán.

—Eh… ¿no? —dudó el gemelo.

—No es nada importante —cortó a los otros tres—. Sólo quiero descansar. Después me encargo del resto.

—Nunca he entendido esta parte de ti —le dijo el noble.

—Eso es porque no necesitas entenderme, capitán —respondió recuperando un poco de ese tono entrenado para restar importancia… o fastidiar a alguien.

—Deja de evadir mi pregunta, Kisuke —gruñó Kurosaki-kun—. Quiero saber qué pasó y por qué no quieres que me entere.

Suspiró resignado. Si se había resignado a responder porque Kurosaki-kun se lo pedía o porque Kurosaki-kun era el rey, no sabría decirlo realmente. Pero, fuera el amante o el rey quién se lo demandaba, no le daba posibilidad a evitarlo: sólo a negarse de lleno; y, tomando en cuenta cómo deseaba recuperarse del estado de su cuerpo, no le quedaba más remedio que responder.

—Le pedí información a Aizen, a cambio de ella pidió un pago —comenzó con voz llana—: experimentó conmigo el control y alcance de su reiatsu. No quería que te enteraras porque sé cómo vas a reaccionar.

No había siquiera terminado de responder, el gesto de Kurosaki-kun ya había mutado a un enojo contenido; cuando terminó de responder, el gesto de furia era lo menos que le importaba: el reiatsu del rey se elevó considerablemente y se desestabilizó de forma diferente para cada uno de sus cuatro aspectos. Como si cada naturaleza del rey reaccionara de una forma diferente al mismo estímulo, la reacción le recordaba a las primeras.

—Esto es lo que temía —siguió en un tono cansado—. Los cuatro aspectos de tu reiatsu habían estado sincronizándose entre ellos. De nuevo vuelven a estar completamente desestabilizados. Tranquilízate —ordenó tibiamente.

—¿Cómo? —retó.

—Dejando de pensar que tienes que ir a vengarte en mi nombre —respondió llanamente.

Su respuesta sólo logró que el ojo blanco se volviera negro demostrando que Shiro había tomado el control completo del cuerpo.

—¿Pretendes que pase de nuevo? —preguntó con su voz metálica dura y pesada.

—Por el momento pretenderé que no pasó —respondió secamente. Se estaba cansando con el tema y que siguieran con él.

Negó en silencio y miró al rubio con severidad; con un verdadero reclamo pugnando por salir como agresión. Era la primera vez que necesitaba apartar la consciencia de Kuro de una manera inmediata… y para calmar la situación, ni más ni menos.

Esta vez era su momento para intervenir.

—¿Cuántas veces más tiene que pasar? ¿A cuántos les vas a dejar hacer lo mismo? ¿Cuántas veces vas a pretender que no pasa nada?

Eso cimbró al científico en serio.

—Golpe bajo, Shirosaki-kun —gruñó su advertencia.

—No, Urahara —dijo sombríamente con una sonrisa taimada de vuelta a sus labios—. Cuando Kon y Grimmjow, Nelliel y esos Hollow amenazaban su seguridad, ¿qué hiciste tú? Entonces, ¿cómo crees que se siente Ichigo esta vez que sí está aquí para hacer algo por ti, pero que igual no puede? ¿Por qué tú sí y él no? —preguntó llanamente—. Eso es un golpe bajo —terminó incisivamente.

Getta-boshi apretó las quijadas con furia, rabia o solamente completamente derrotado. Realmente no le importaba mientras el punto atravesara esa terca cabeza, dura y acorazada con siglos de procesos lógicos.

—Por eso no quería que se enterara —dijo aún con las quijadas apretadas.

—Esa no es la solución —reprendió al científico sintiéndose como si fuera el adulto entre ellos—. Ichigo quiere protegerte.

—También quiero protegerlo.

—Entonces —retó—, ¿cómo planeas evitar que algo así pase de nuevo?

Vio a Getta-boshi abrir la boca para responder lo que fuera, pero callándose sin haber pronunciado palabra. Después de eso tuvo que pelear con Kuro por el control.

Vas a empeorar las cosas, hermanito —le advirtió para que dejara de luchar por el control.

Ya me calmé —rezongó Kuro.

¿Y porqué siento tu furia como ácido hasta mi consciencia? —despreció con una burla.

Cuando dejó de sentir aquel ácido de furia, suspiró mentalmente y le entregó "gustoso" el control de medio cuerpo.

—Fue mi culpa, ¿verdad? —preguntó a Kisuke antes siquiera de sentirse completamente en control de su cuerpo—. Porque te presioné para que te apresuraras, para que lo resolvieras. Mi debilidad te obligó a hacerlo.

—No —respondió Kisuke apresurado—. Yo fui el débil. Estaba desesperado e hice cosas desesperadas.

—¿Por qué no me lo dijiste? —preguntó dolido—. En verdad fue porque lo iba a tomar mal o no me lo dijiste porque también eso lo iba a olvidar en mi locura, ¿porque puedes solo? ¿Porque "qué más da"?

—¡Porque tú no tienes que cargar con las consecuencias de mis acciones! —respondió desesperado, con la voz quebrada—… no más. Ya lo hice cuando tenías 15 años, no lo voy a permitir de nuevo.

Fuera ese tono de profunda derrota o fuera por comprender que Kisuke se sentía culpable por lo que había pasado tanto tiempo atrás, algo en sí mismo se suavizó de nuevo frente al hombre. Suspiró pesadamente y se acercó a Kisuke hasta tocarlo. Su toque fue desde la quijada hasta el cuello y allí sujetó al hombre para que lo viera a los ojos.

—Shiro me dijo algo muy cierto: nadie me pidió que salvara a nadie, nadie me pidió que luchara. Todas han sido mis decisiones.

Cuando notó que, bajo su mano, la piel blanca de Kisuke comenzaba a amoratarse —aunque esta vez lo hiciera lentamente—, la furia en sus entrañas rugió de vuelta a la vida. Sabiendo que esas heridas eran tan culpa de Aizen, por obligar a Kisuke a usar el poder de Benihime a un nivel de bankai, como suya, por no haber evitado que así pasara, llamó a Zangetsu y vistió de nuevo el shihakusho.

—Ésta también es mi decisión —gruñó.

Y salió del palacio.

Kisuke y Byakuya lo detuvieron al borde de la plataforma blanca.

—No hagas esto, Ichigo —lo detuvo Kisuke por el hombro—. Voy a ganar cada batalla contra Aizen. No te involucres esta vez —soltó en una mezcla de petición y amenaza.

—¡Eso no fue una batalla!

—¿No lo fue? —espetó con sarcasmo—. No todas las batallas se luchan con Zanpakuto, Kurosaki-kun —siguió, completamente serio—. Si necesito ser carnada para usar a Aizen, lo haré. Y esa es mi decisión.

—No te voy a permitir que hagas eso —rabió el rey.

—No es cuestión de que me lo permitas o no —sentenció indignado—. Es cuestión de que respetes mi decisión.

—¿Por qué Aizen? —terció el capitán presente, sorprendiéndolo al entrar de nuevo en la… conversación.

Guardó silencio para pensar en si lo diría o no. Cuando Kurosaki-kun hizo eco a la pregunta, se presionó los párpados cerrados para aliviar el dolor tras ellos.

—Información del Rey Espiritual —dijo al fin, sin abrir los ojos—. Para hacer la "llave del rey", Aizen lo investigó a profundidad.

—Me tienes aquí incluso por si quieres experimentar conmigo —se quejó, furioso, el rey actual.

—¡Fuera de la cama, no voy a experimentar contigo! —gritó esta vez.

Tal vez fuera por el grito, por la sorpresa de ello o por su elección de palabras, Kurosaki-kun pareció dar un metafórico paso atrás; mascullando y sonrojado. Cuando vio el gesto incómodo del capitán Kuchiki, contó la reacción como una victoria. Al menos, el humor del rey parecía haber dejado de ser asesino.

—Me dijiste que ya tenías dos constantes entre las variables, que ya podías resolver todo. No necesitas a Aizen, o lo que pueda darte a cambio de torturarte.

—Aunque las tenga ahora, no las tenía antes. Eso pasa en cualquier investigación, Kurosaki-kun: las cosas cambian. Ahora sólo tengo que encargarme de las consecuencias.

—¿Cómo planeas hacerlo? —intervino Shiro de nuevo.

—Soy tu arma, Kisuke. Úsame —pidió el rey, frustrado o desesperado.

Las palabras, la petición, el tono de voz… o una mezcla de ello, lo hizo sonreír por pensamientos completamente ajenos a la conversación. Y es que, por si Kurosaki-kun no lo recordaba, él sí que recordaba cómo reaccionaba ante esas palabras. Así de rápido su mente viajó a otra promesa insinuada —o palabras tergiversadas, si tenía que ser sincero— y miró al capitán Kuchiki uniendo ambas fantasías en el mejor momento de todos —ok, podía ser el peor; pero no había mejor momento para evadirse que un mal momento—.

Algo debió haber percibido Kurosaki-kun en su mirada porque enrojeció de nuevo y cerró los ojos con fastidio.

—¡No estoy hablando de eso! —gritó Kurosaki-kun indignado.

Mientras reía por esa reacción, notó al capitán Kuchiki desviando la mirada y pareciendo se alejaba unos pasos de ellos. Encogiéndose de hombros mentalmente por no obtener más diversión del momento, suspiró deseando poder terminar con la conversación, despedir al capitán y comenzar a curar su cuerpo con otro.

—Ya no estás solo —retomó Kurosaki-kun—. Ya no tienes que manejar cada situación como una partida de ajedrez. Yo estoy a tu lado, estoy de tu lado. Planea tú la estrategia, Kisuke; yo esgrimiré las espadas.

Aquella sensación de una promesa de complicidad le recordó palabras parecidas. Una vez más se encontró escuchando una promesa de entrega y confianza más allá de la piel.

Y deseó poder creer justo eso.

—No eres un arma —rebatió en cambio.

—No, Urahara; Kurosaki no es un arma. Es el Rey Espiritual —terció el capitán Kuchiki—. Por sus acciones, y para proteger a Soul Society, Aizen tiene que ser castigado una vez más. Y de forma definitiva —sentenció el noble—. Urahara, permitiendo que esta batalla con Aizen siga, le permites desarrollar un plan para volver a atacarnos. Deja que el Rey Espiritual haga justicia.

—Bajo las circunstancias esto es venganza, no justicia —retó Kisuke.

—Llámalo como quieras, igual vamos a hacerlo sufrir —soltó Shiro con su despectivo sarcasmo.

—Shirosaki —amonestó el capitán con un suspiro que logró sonar decepcionado.

Shiro bufó indignado ante el reclamo, pero no peleó el punto. Y él tenía que aceptar que el capitán había logrado "domesticar" al gemelo Hollow —Vizard—.

Aún incómodo porque Byakuya siguiera mencionando el hecho de que era rey espiritual y todo eso, se sintió por primera vez teniendo una razón para ser lo que era.

—Aún no sé de qué se trata esto de ser rey espiritual, Kisuke —comenzó con voz calmada—. Pero en esta vida o en cualquier otra, como rey, como Shinigami sustituto o como simple mortal, sé que no puedo dejar pasar una injusticia. Puedo soñar con un reinado en el que no exista la injusticia, pero es ingenuo pensar que así será. Siendo así, sólo puedo evitar que una se repita. Sobre esa base quiero crear mi reinado.

Kisuke suspiró derrotado.

—Presento una solicitud formal ante el Rey Espiritual para que provea justicia en este caso. Acuso a Aizen Sosuke de… tomar un pago injusto con una condición impuesta unilateralmente.

No podía acusarlo de mucho más, en verdad. No por "ser Aizen", no por algo que no había hecho aún y, definitivamente, no por la suposición de que fuera a hacer algo en el futuro.

—Gracias, Kisuke —respondió Kurosaki-kun con una sonrisa que iluminó su rostro.

Y el rey dio media vuelta para saltar en caída libre.

Volteó al capitán Kuchiki con la pregunta en los ojos.

—¿Qué acabo de hacer?

—Lo correcto —aseguró Byakuya.

—Lo dudo —masculló en cuanto sintió el reiatsu de Kurosaki-kun estallar y desaparecer hacia otro mundo.

Sin más, ambos se acercaron al borde de la plataforma y siguieron al Rey.