CAPÍTULO IX
Después de un buen rato corriendo por las calles de Sofía Draco llegó a la estación mágica. Allí tomó el primer traslador a Inglaterra. En cuanto llegó a Londres, el chico fue a buscar a Hermione. Decidió empezar por la casa en la que ambos habían vivido juntos. Al llegar, le llamó la atención que todas las persianas estuvieran bajadas.
Parece que no hay nadie pensó Bueno de todos modos llamaré a la puerta
Tras golpear la puerta varias veces sin obtener respuesta, tomó la decisión de aparecerse en el interior. Una vez dentro, uno de los mayores temores de Draco se cumplió. La casa estaba abandonada, todos los muebles se encontraban tapados con sábanas y el polvo lo cubría todo. Después de revisar toda la casa, el chico salió a la calle y se sentó en un banco. Estaba desesperado.
¿Qué haré ahora? ¿Dónde estará Hermione? pensaba mientras se llevaba las manos a la cabeza y se revolvía el pelo Debo buscarla, no puedo quedarme aquí sentado sin hacer nada. Tengo que encontrarla y explicarle todo, pero... ¿dónde estará?
Justo en ese momento dos chicas pelirrojas pasaban por allí. Draco se les quedó mirando hasta que...
- ¡¡Eso es! - gritó el chico llamando la atención de todos los transeuntes - ¡Ginny! Ella sabrá dónde está Hermione.
Sin peder más tiempo y haciendo caso omiso a las miradas de reprovación que le dedicaban los caminantes, Draco se levantó del banco y se diriguió a casa de Ginny. Al llegar llamó a la puerta.
- ¡Ya va! - Se escuchó en el interior. A los pocos segundos la puerta se abrió y por ella apareció la pelirroja. La chica, al ver a Draco, se puso pálida.
- ¡¡¡Aaaaahh!
- Ginny, tranquila, soy yo, Draco - intentó calmarla el rubio.
- Pe-pero tú es-estás muerto - dijo la chica todavía más blanca que antes.
- No, no estoy muerto ¿ves? - le contestó Draco palpándose el pecho para que la joven viese que era de carne y hueso.
- ¿Pero cómo...?
- Ahora te lo explico todo pero dejame entrar ¿sí? Necesito hablar contigo.
Ginny lo hizo pasar a la sala y le sirvió un té. Después de un rato, la chica recuperó su color y se calmó un poco.
- Y bien, ¿me vas a explicar ahora? Porque no entiendo nada.
- Si, verás. Cuando viaje a Bulgaria estuve varios días investigando, averiguando cosas sobre el paradero de Zamenhof. Hasta que al final, descubrí que solía aparecerse en un cementerio que hay a las afueras de Sofía. Una noche, fui allí, y tal como me habían dicho, él se apareció, pero no se sorprendió de mi presencia, es más, parecía que me estaba esperando. Le intenté lanzar varios hechizos pero no sé por qué mi varita no funcionaba. El muy hijo de... se divirtió a mi costa, me torturó hasta que no pude más y caí inconsciente.
- ¿Y por qué no nos avisaste? Hermione y todos los demás estabamos muy preocupados ¿sabes? - le espetó Ginny bastante molesta.
- ¿Es qué no escuchaste? No pude, estaba inconsciente, lo he estado estos cuatro años, hace solo unos días que he despertado y yo... - Draco no pudo evitarlo y unas lágrimas salieron de sus ojos - no sabía que hacer. No me dejaban salir del hospital. Gracias a Dios que una enfermera me ayudó, le conmovió mi historia y me dejó escapar.
- Yo... lo siento mucho Draco, perdoname por como te he tratado.
- No pasa nada Ginny, entiendo que te haya sorprendido mi llegada pero vine a buscarte porque necesito saber dónde está Hermione. Tengo que hablar con ella, explicarle todo.
- Draco, yo... creo que es mejor que no lo hagas...
- ¿Pero por qué? - le interrumpió el chico alterado - Yo todavía la quiero Ginny, no la he dejado de amar ni un solo instante. Cuando desperté y me dijeron que habían pasado cuatro años creí que el mundo se me venía encima.
- Te entiendo Draco, creeme, pero pienso que lo mejor es que dejes tranquila a Herms. Ella lo ha pasado muy mal, estuvo más de tres meses sin salir cuando creimos que habías muerto, y bueno ahora parece que por fin se decidió a olvidarte. Está intentando rehacer su vida, se va a carsar...
- ¿Qué? ¿Con quién? - preguntó Draco incrédulo.
- Bueno... no sé si deba decirtelo.
- ¡¡Ginny Weasley, dimelo! - le gritó furioso.
- Con, con... se va a casar con... Viktor Krum.
- ¡Pero eso no puede ser! - volvió a gritar el rubio.
- Draco, intenta entenderlo...
- Que intente entender el qué, ¿que la mujer que amo se vaya a casar con otro? ¿Que ese otro sea el estúpido de Krum?
- No lo llames así, él se ha portado muy bien con Herms, la ha estado cuidando, ayudando... Es un buen hombre ¿Sabes?
- Si, ya veo que todos pensais que él es mejor que yo.
- No es eso Draco - le dijo Ginny perdiendo la paciencia - Si amas a Hermione tanto como dices entenderás lo que digo y la dejarás tranquila.
Después de unos minutos en los que ninguno dijo nada...
- Quizás tengas razón. Lo único que he hecho ha sido traerle problemas a Hermione... - dijo al fin Draco.
- Tampoco es eso, tú la has hecho muy feliz, pero ahora ella está intentando reponerse y tú debes dejar que lo haga. Vete, busca una buena mujer, casate con ella y olvida a Herms. Eso será lo mejor para los dos.
- Eso suena tan bien, pero es tan difícil... Nunca podré olvidar a Herms, ella fue, es y será todo para mí, y por mucho que encuentre a otra, nunca podré llegar a amarla como amo a Hermione - le dijo el chico.
- Draco...
- Tranquila Ginny, te haré caso, nadie más que tú sabrá que estoy vivo - y diciendo esto se diriguió a la puerta, pero antes de que saliera, un pequeño hombrecito salió de una de las habitaciones con su pijama de serpientes verdes.
- Tía Gin, tengo '' hambge'' - decía el niño mientras se frotaba los ojos con sus diminutas manitas.
Draco al oír aquello se giró y al ver al pequeño se quedó embobado. Era idéntico a él, lo único que los diferenciaba era el color de los ojos. El niño, al ver a Draco, también se quedó quieto sin poder dejar de mirarlo. Ginny, en cambio, no sabía que hacer. Su mirada pasaba de un rubio a otro.
Mierda, ¿ahora qué hago? Draco no es tonto, seguro se habrá dado cuenta de que es su hijo pensaba la chica angustiada.
- ¿Papi? - dijo de pronto Draco jr. al reconocer al hombre. Era el de su foto, era su papá.
- ¿Cómo me has llamado? - preguntó Draco que todavía no se lo creía.
- Te he ''llamao'' papi ''pogque'' ''eges'' mi papi, mi mami me lo dijo - le explicó el niño.
Ginny aún no reaccionaba, no sabía que hacer, que decir. Draco se acercó a su hijo y se puso de rodillas, ambos se quedaron mirándose fijamente sin decir nada, hasta que el pequeño se echó a sus brazos mientras decía.
- Papi, papi, que ''ben'' que ''eshtes'' aquí. ''Vegás'' cuando se lo cuente a mami, se va a ''poneg'' ''mu'' contenta - decía el niño mientras abrazaba fuertemente a su padre.
Draco lo cogió en brazos y se acercó a Ginny.
- Es mi hijo ¿cierto? - le preguntó.
- Si - contestó la chica bajando la cabeza.
- ¿Y por qué no me dijiste nada? Tengo derecho a saberlo ¿no crees? - le dijo furioso.
- Es que... si te lo decía no me ibas a hacer caso.
- Pero...
- ¡No Draco, aún que sepas la verdad debes irte, debes olvidarte de Herms - le pidió la chica con los ojos llorosos.
- Está bien, pero dejame quedarme.
- ¿Qué?
- Sí por favor, solo un día. Prometo que mañana me iré y no volveré.
Ginny se quedó pensando un istante, miró a Draco a los ojos y luego al pequeñín.
No puedo negarme pensó Draco tiene todo el derecho de conocer a su hijo y además al niño se le ve tan feliz...
- De acuerdo, puedes quedarte - dijo al final - pero mañana te irás y no volverás nunca ¿me lo prometes?
- Sí, te lo prometo.
- Pues venga, vete a bañar mientras yo le doi de desayunar al niño y lo vistó.
- Pero... - intentó decir Draco.
- No pensarás salir así ¿no? - le contestó sin dejarlo terminar.
- Tienes razón, pero no tengo más ropa que esta.
- No te preocupes por eso, te daré algo de Neville.
A Draco no le gustó mucho la idea, pero aceptó. Ahora, lo que más le importaba era pasar el día con su hijo, le daba igual que la ropa fuera de Neville, como si era del mismo Voldemort. Después de darse una ducha, salió con la toalla enrollada en su cintura.
- ¡Por Dios Draco! tapate un poco - le dijo Ginny al verlo así, mientras se cubría el rostro con las manos.
- Perdón, pero es que venía a pedirte algo de ropa - se disculpó el rubio.
- Sí, espera que ahora mismo te la doi - Ginny se puso a buscar en un armario - Mira, pruebate estos pantalones y esto también - y salió de la habitación para que el rubio se vistiera.
Una vez se había vestido, Draco se miró en un espejo que había en la habitación. Llevaba unos vaqueros de Neville que le quedaban un poco grandes, pero que le sentaban muy bien, también se había puesto una camiseta blanca y encima una camisa celeste con los dos primeros botones desabrochados, y unas pumas esparco azules.
- He de reconocer que Neville tienen buen gusto - dijo mirándose en el espejo.
Al rato, entró en el salón, hay, lo esperaban Ginny y Draco jr. ya arreglados.
- Vaya, veo que te sienta muy bien la ropa que te dí - le dijo Ginny levantándose del sofá - Bueno, yo me tengo que ir a trabajar, llevate a Draco a dar un paseo ¿vale? Ya nos vemos a la hora de comer y le explicaremos todo a Neville.
- De acuerdo, esteremos aquí a eso de las 14:00 para el almuerzo ¿Crees que se lo tomará bien?
- Sí, creo que sí. Conozco muy bien a Neville y estoy segura de que lo entenderá y no dirá nada.
- Bien, eso espero.
- Bueno, yo ya me voy, portaros bien y por favor Draco, ten mucho cuidado de que nadie te reconozca ¿sí?
- Tranquila. Vete ya o llegarás tarde.
- Sí, tienes razón. Hasta luego - y diciendo esto salió de la casa dejando solos a padre y a hijo.
- ¿Qué ''amos'' a hacer papi? - preguntó Draco jr.
- No sé, ¿te gustaría ir a dar un paseo al Callejón Diagon?
- ¡Sí, ¡sí, ¡un paseo, ¡Callejón ''Diabon''! - gritó el niño pegando saltitos.
- Pues venga, pero antes vamos a ir a Gringotts que papá tiene que sacar algo de dinero ¿vale?
- Vale papuchi - dijo con una gran sonrisa.
Draco cogió al niño en brazos y con un ¡plaf! se aparecieron en la entrada del banco de los magos. Al entrar un gnomo se les acercó.
- ¿Puedo ayudarlo? - preguntó.
- Sí, quería sacar dinero de la cámara 907 - le comunicó el rubio.
- Está bien, siganme por favor.
Los tres se montaron en un vagón y comenzaron a descender a gran velocidad. Draco sujetó fuertemente al niño que parecía que se lo estaba pasando en grande. Después de varios minutos el vagón fue reduciendo la velocidad hasta detenerse delante de la cámara 907.
- ¿Me da la llave? - preguntó el gnomo.
- Sí, aquí tiene - le dijo Draco dándole una diminuta llave.
El gnomo la cogió y se acercó a la puerta. Introdujo la llave en una cerradura oxidada por los años, y tras girarla un par de veces la puerta se abrió produciendo un fuerte chirrido. Draco cogió al pequeño y ambos bajaron del vagón y entraron en la cámara. El rubio conjuro una bolsa de deporte mágica y la llenó con todo el dinero que había en la cámara. Cogió unos cuantos galeones y se los guardó en el bolsillo.
- Vamos Draco, ya podemos irnos - le dijo a su hijo.
- ''Zi'' papi.
Los dos volvieron al vagón. El gnomo, tras cerrar la cámara que había quedado vacia, le devolvió la llave a Draco y comenzaron a subir de nuevo a gran velocidad. Una vez en la entrada de Gringotts, el chico se despidió del gnomo y con su hijo de la mano se apareció en un callejón oscuro del Callejón Diagon.
- ¿Qué hacemos aquí papi? - le preguntó el niño intrigado.
- Es que verás hijo, la gente no puede ver a papá, así que voy a hacer un hechizo para que solo tú puedas ver quién soy y que nadie más pueda reconocerme - le explicó Draco.
- Vale papi.
- Bueno, vamos a ver... - Draco sacó su varita y apuntándose así mismo dijo - ¡Proteico!
- Papi yo te veo ''igua'' - dijo el niño un poco confundido.
- Ya, es que el hechizo es para que los demás no me vean como soy, pero tú sí.
- ¡Ah! vale. Pues ''amos'' ya - le dijo con una gran sonrisa.
- Claro, venga - y cogiendo de la mano a Draco jr., los dos salieron al Callejón Diagon.
Estuvieron paseando y entraron en varias tiendas en las que Draco le compró de todo a su hijo. La primera en la que entraron era una jugetería. Allí Draco le compró peluches de todos los colores con forma de dragones, serpientes, lechuzas, leones..., también le compró una varita de jugete que cuando se la agitaba echaba chispas de colores, un pequeño laboratorio de pociones de jugete, pequeñas figuras de los jugadores de quidditch más famosos excepto la de Krum, es lógico ¿no?y muchas cosas más. Después fueron a varias tiendas de ropa en las que compraron pantalones, camisas, camisetas, túnicas, zapatos... para los dos. Cuando salieron de la última tienda de ropa en la que habían entraron, Draco tuvo que hacer un hechizo para transportar todas las cosas que habían comprado a casa de Ginny.
- Papi tengo ''hambge'' - le dijo el pequeño tocándose su barigita.
- ¿Te apetece un helado? - le preguntó con una tierna sonrisa.
- ¡''Zi'', un ''helao'' - gritó Draco jr. muy ilusionado. Su madre casi nunca le dejaba comerlos porque decía que se le iban a picar los dientes.
- Pues venga, vamos a comprarlos - le dijo su padre cogiéndolo a caballito.
Una vez en la heladería, se sentaron en una mesa de fuera y pidieron dos cucuruchos de chocolate.
- ¡Umm! ''Ta'' ''lico'' - le decía el niño con toda la boca llena de churretes - ''asias'' papi.
- De nada renacuajo - le contestó el rubio.
Cuando terminaron Draco pagó al camarero y por último, antes de volver a casa de Ginny, fueron a la tienda de Quidditch. Allí, Draco le compró al niño una pequeña escoba que volaba a baja altura y pidió que le grabaran en el mango el nombre del niño. También le compró una pequeña túnica de quidditch de Slytherin. Y tras pagar a la dependienta, Draco cogió a su hijo y las bolsas y se aparecieron en la casa de Ginny que los esperaba preocupada.
- ¿Sabes la hora que es? - le gritó muy enfadada - Son las 14:50 y me dijiste que estaríais aquí a las 14:00.
- Perdona Ginny pero nos entretuvimos haciendo unas compras...
- Sí, eso es otra, ya vi todas las bolsas. ¿Pero qué te crees Draco? ¿Qué Hermione es tonta? ¿Cómo le explico esto?
- Pues no sé... dile que se lo compraste tú - le dijo el chico.
- ¿Y crees que Hermione me va a creer?
- Sí, ¿por qué no iba ha hacerlo? Dile que te hacía mucha ilusión y no pudiste resistirte a comprarle todo esto a Draco.
- Claro, para que se enfade conmigo por consentirle al niño. Dios, parece que no conocieras a Herms.
- Lo siento Ginny pero no pude evitarlo - le dijo Draco un poco avergonzado.
- Tía Gin no te enfades con mi papito, él es ''mu'' ''beno'' - le pidió el niño.
Ginny suspiró, no podía enfadarse, era normal que Draco hubiera hecho eso, si ella tuviera un niño también lo consentiría.
- Está bien, no me enfado - dijo finalmente dedicándoles una cálida sonrisa a ambos, que le sonrieron también - ya se me ocurrirá algo, pero ahora vamos a comer.
- ¿Y Neville? - le preguntó Draco.
- Llegará a las 17:00, me llamó esta mañana al hospital para avisarme.
- Bueno pues entonces a comer que me muero de hambre.
Los tres comieron entre risas y bromas y cuando acabaron Draco fue a acostar al niño para que durmiera la siesta. Después, volvió al salón donde lo esperaba Ginny con dos tazas de té y se pusieron a hablar.
- ¿Y qué harás ahora? ¿Sabes ya dónde vas a ir? - le preguntaba la chica.
- No sé, supongo que me iré del país, quizás vaya a España. Esta mañana saqué todo mi dinero de Gringotts, así ya no tendré que volver - le contestó Draco con una mirada triste.
- ¿Te sientes bien?
- No, sabes, siempre soñé con esto, y ahora sé que no se cumplirá nunca.
- ¿A qué te refieres?
- Pues a casarme con Hermione, tener muchos hijos y verlos crecer. Pero ahora tengo que renunciar a todo eso y aceptar, que mi destino es estar solo.
- Lo siento mucho, de verdad. No me gusta nada tener que pedirte que te alejes de ella, pero entiendeme, es mi amiga y quiero lo mejor para ella.
- Tranquila, te comprendo. Yo también quiero lo mejor para ella y para Draco, por eso pienso marcharme, aunque con eso muera por dentro. Solo espero que ese Krum sepa hacerla feliz y que la cuide mucho.
- Lo hará, estoy segura. Viktor la quiere mucho y con Draco se lleva muy bien - le aseguró Ginny.
Después de un rato hablando...
- ¡Papi, ¡papi! - llamaba un niño desde una de las habitaciones.
- ¿Qué quieres pequeñín? - le preguntó Draco que acababa de entrar en la habitación.
- Ya he ''momio'' la siesta ¿''ahoga'' ''amos'' a ''juga''?
- Claro, haber ¿a qué quieres que jugemos?
- A las ''posiones''.
- Pues venga, vamos a montar el laboratorio y hacemos pociones.
Así pasaron una de las mejores tardes de sus vidas, jugaron a las pociones y Draco imitaba a Snape provocando las risas de Ginny y de su hijo. También jugaron al quidditch, al escondite, hicieron una guerra de cosquillas y muchas cosas más, hasta que al ser cerca de las 17:00, Ginny le pidió a Draco que fuera con el niño al cuarto de este para que ella pudiera hablar más tranquila con Neville y explicarle todo. Cuando marcaron las 17:15...
- ¡Ya estoy en casa! - se escuchó a Neville en la entrada - Hola cariño.
- Hola amor - respondió Ginny dándole un pequeño beso en los labios y un fuerte abrazo.
- ¿Y Draco?
- Está jugando en su habitación.
- Ah, pues voy a saludarlo y a darle las ranas de chocolate que le he comprado.
- ¡No! - gritó la chica.
- ¿Qué? ¿Pasa algo Gin? - preguntó el chico desconcertado por la reacción de su novia.
- No... bueno... sí. Neville, tenemos que hablar, ven, vamos al salón.
Cuando llegaron se sentaron en el sofá.
- ¿Qué ocurre Ginny? Me tienes preocupado.
- Verás Neville hoy me pasó algo... cómo decirlo... extraño.
- ¿Te hicieron algo? - preguntó asustado.
- No, nada que ver. Lo que pasa es que... justo al irte a trabajar llamaron a la puerta y...
- ¿Y?
- Era Draco.
- ¿Cómo? ¿Ginny te encuentras bien? ¿Tienes fiebre? - le dijo mientras le tocaba la frente.
- No cielo, estoy bien.
- Pues si es una broma, no tiene ninguna gracia.
- No es ninguna broma, verás, ¡Draco! ¡Draco ven por favor!
Neville miraba muy preocupado a Ginny.
- ¿Me llamabas? - preguntó el rubio que había entrado en el salón sin que Neville lo notara. Al verlo, el chico se asustó tanto que hasta se calló al suelo.
- ¡Aaahh! ¡Una aparición! - gritó.
- Tranquilo, no hace falta que te alegres tanto de verme - dijo en tono irónico.
- Gi-Giny, es él, es-es Malfoy - tartamudeó Neville.
- Es lo que trataba de contarte. Cálmate, te contaremos todo lo que ha ocurrido.
Y así, ya más calmados todos, Ginny y Draco le explicaron todo a Neville que poco a poco se fue reponiendo del susto.
- Está bien - dijo el chico al final - puedes quedarte Draco, y prometo no decir nada.
- Muchas gracias, nunca tendré como agradeceros lo que estaís haciendo por mí.
- Con que cumplas tu promesa bastará - le dijo Ginny.
- Tranquila, Draco Malfoy siempre cumple lo que promete.
Así pasaron el resto de la tarde los tres jugando con Draco jr. Después de cenar, Draco acostó al niño y le contó un cuento. Cuando el pequeño se durmió, Draco se quedó un rato mirándolo dormir, hasta que Ginny fue ha buscarlo.
- ¿Ya se durmió? - le preguntó.
- Sí, hace un rato - el rubio se levantó de la silla en la que estaba sentado, le dio un beso en la frente al niño y salió de la habitación con Ginny.
- Siento que tengas que dormir en el sofá, pero es que no tenemos más camas.
- No te preocupes, no tiene importancia.
- Bueno, pues entonces buenas noches Draco - le dijo dándole un beso en la mejilla.
- Ginny.
- ¿Sí?
- Podrías darme pergamino, tinta y una pluma.
- Umm... claro, espera un momento.
Al rato entró la pelirroja en el salón, le dio a Draco lo que le había pedido y tras darse las buenas noches se fue a su habitación. Draco se llevó un buen rato escribiendo y cuando terminó se tumbó en el sofá, aunque no pudo dormir en toda la noche. Estuvo imaginándose como hubiera sido su vida si Hermione y él se hubieran casado.
Ahora seriamos una familia feliz pensaba.
Cuando las primeras luces del sol entraban por las ventanas del salón, Draco se levantó, se vistió con unos vaqueros y una camisa negra que había comprado el día anterior y dejó las cartas que había escrito por la noche en una mesita. Tras ir a la habitación de su hijo y observarlo unos instantes le dio un beso en la mejilla y lo tapó bien.
- Adiós renacuajo, te quiero mucho - le susurró al niño mientras unas lágrimas escapaban de sus ojos sin poder evitarlo - Cuida mucho de tu madre, ya que yo no podré hacerlo, y nunca te olvides de tu papi que te adora.
El rubio salió de la casa de los Longbottom y se diriguió sin ninguna prisa a la estación. Cuando llegó eran las 08:30, miró los horarios y compró un billete para el traslador de las 10:00 que iba a España. Se compró una taza de café y una napolitana en un puesto de la estación y se sentó en un banco a esperar que fuera la hora de irse, la hora de renunciar al amor de Hermione y de su hijo para siempre...
