Notas Iniciales: Bien, por extraño que parezca, aquí estoy de nuevo. Ya desde antes de terminar Señora (y porque yo ya sabía el final) tenía ganas de enfocarme en la relación James-Ginny (la otra), pero me parecía difícil y lo relegué. Y, ahora, a pedido de ustedes, la hice. Me resultó complicado, debo admitir: la historia esta protagonizada por dos personajes salidos íntegramente de mi imaginación, y yo misma debía ir moldeándolos con el correr de las palabras, y decidir que opción tomarían en cada caso. En fin, vamos a lo que ustedes les interesa. Pero, primero… ¡a responder reviews!

Aclaración: Al menos en esta parte, Ginny será la hija de Ron y Hermione y Ginevra será la original, ¿de acuerdo?

Náyades: Gracias por todo, pero ¿sabes que fue lo que más impresión me causó? ¡Que mi summary te causara intriga! Soy pésima escribiéndolos, y aunque este me lo planee bastante, no creí que tuviera ni un poco de efecto.

Luinas: Sip, es rebuscada. Sip, es un H/G "diferente" por decirlo de alguna manera. Sip, es una canción conocidísima (y muy hermosa, además, pero eso es algo que me guardo para mi, porque es mi opinión). No, no te equivocas. Es Romeo y Julieta de punta a punta (sin contar las adaptaciones, claro esta). Y aunque no seas la primera… bien, veré que puedo hacer con ese Ron/Hermione. Mientras tanto… ¿puedo sugerirte mis propios Mi Caramelo y El Tercer Elemento? Son R/Hr de punta a punta.

Paula Black-Snape: No creo venga por ese lado, pero a mi me gusta la pareja Bellatrix/Severus, y debo admitir que tu nickname me hace sonreír. Si, me anime con el epílogo, pero es solo James/Ginny. No le encontré la vuelta al Harry/Ginevra.

Sailor Alluminem Siren: ¿Por qué no iría a leer tus reviews? Leo TODOS los reviews, y más de una vez, te lo aseguro. Si, la continuación estaba en mis planes, lo que no estaba era hacerla. Bien, me gusta que hayas sacado este tema. En cierto modo, si, James está deslumbrado con la apariencia física de Ginevra. Recuerda que fue un flechazo casi a primera vista. Pero, con el tiempo, llegó un cariño auténtico por ella (yo no lo llamaría amor, sino que es algo más similar al arrobamiento) y, encontrarte frente a frente con una persona muy parecida a aquella a la que crees amar con toda tu alma, ha de ser un buen shock, sobre todo considerando que ella no tiene rasgos muy comunes, ¿no? Encontrar a un pelirrojo auténtico que no tenga ojos azules, o al menos claros, es complicadísimo, al menos en mi país, donde no abundan, y el cabello rojo oscuro, ya son palabras mayores. Los diálogos son de Romeo y Julieta de Shakespeare.

Barel28: Gracias a Dios te mantuvo expectante. Señora es una historia donde los personajes (todos ellos: James, Harry y Ginevra) pasan por muchos cambios, y muchas veces sentí que estaba dando necesarias vueltas en círculo para llevarlos a ese punto de maduración para un buen cambio psicológico que yo necesitaba, pero que, a cambio, la historia se hacia muy larga… y muy pesada. ¿Sabes? Me diste una buena sorpresa. La similitud James/Ginny- Ron/Hermione era algo que no estaba en mis planes conscientes, pero cuando tú me la mencionaste me puse a analizarla y le encontré mucho sentido. La relación entre estos dos es un Ron/Hermione intensificado: no porque se amen más, sino porque lo he llevado a los extremos. James se parece mucho a Luna, sin perder ese toque peculiar que solo Harry podría otorgarle: bohemio, soñador, artista, sensible y puro, es un idealista sin remedio, y necesita de alguien que lo traiga a la Tierra y le ponga los pies en el suelo. Ginny es muy Hermione: un sol con los demás, pero un inquisidor del siglo XVI consigo misma: estructurada, rígida, perfeccionista, inflexible. Y necesita alguien que la saque de sus esquemas, que le "voltee el mundo de cabeza" como dice ella misma en esta historia. Si, has sido muy suspicaz con esos dos. Mis humildes felicitaciones.

Camil: ¡una de mis afortunadas ganadoras! Muy bien, es el libro, y es la escena. Aquí tienes lo que pediste: la continuación. Y, como me siento desprendida, tienes derecho a pedir otro fic especial para ti. Lo que quieras, solo pido que no sea slash, porque es una de mis reglas y, si puede ser, que me especifiques más o menos como lo quieres.

MaryGin: Bien, en realidad no fuiste la primera en dejar review, pero si la primera que me trajo la respuesta correcta (a ser sinceras, los demás ni lo intentaron), así que tu también tienes derecho a pedir otro fic especial para ti. Repito: no slash y si puede ser, algo específico (ConnyB me pidió solo un R/Hr y estuve un año para hacérselo… pero bueno, en fin nació Mi Caramelo). Me obligó a creer que lo que dijiste sobre que lo habías leído cinco veces y no te cansaba es solo una manera de decir. Sería un orgullo inmenso para mi que alguien re-leyera mis fics. Es muy bueno que te lean, pero a la lectura te impulsa una curiosidad que a veces es casi animal. En cambio, la re-lectura implica un grado de identificación con la historia, un haber llegado en cierto modo al alma o a la mente del lector que me encantaría poder lograr.

Ginny Potter W: jojojo, menudo nick. Y más con el sentido que le da esta historia en particular. Me tomaré tu pregunta al pie de la letra. Estaba tirada en mi cama, serían las dos de la madrugada, mi mejor amiga estaba acostada en un colchón al lado mío y estábamos escuchando el CD Historias de Arjona (las dos somos fans a morir). Y esta historia simplemente surgió. La canción siempre me había sugerido a Ginevra, con todas esas alusiones a la pasión y el fuego, pero no me encajaba con mi Harry/Ginevra tradicional. Hasta que apareció James en mi cabeza y, para rematarla, Ginny. Gire 90 grados y le dije:"Carla (ErmySelene) prohíbime lo que estoy pensando"; "¿Qué cosa?"; "Solo prohibimelo": "Ni pienso. Quizás no me convenga prohibírtelo. Escupilo" Se lo conté, y ella se negó a prohibirme que hiciera eso. No podía, me dijo. Y, en fin, así surgió esta historia. Muchas, muchas gracias por todo.

Bell: ¡me alegro!

Hermlils: Una mezcla de Hermione y Lily, supongo. Sinceramente, no me molestará en nada que te pegues una vueltecita por mis otros fics. ¡Y que me hagas saber que te parecen!

Gaby B: Dulce. Yo no la hubiera utilizado, pero esta bien aplicada. Te reitero lo que le dije a Hermlils.

Dark Blush: Aja, Harry es un imbécil. Aja, hice sufrir mucho a Ginevra (¿pero que diversión hay si eso no sucede?)

Me sorprendió mucho que nadie comentara ni una palabra sobre esas dos parejas no-canon que son mi obsesión, y que, de un modo u otro me las ingenié para meter en el fic. Obviamente, estoy hablando del Charlie/Tonks y el Draco/Luna.

Mucho, mucho cariño a todos. Y gracias por leer.

¿Algo más? ¡Ah, si! Van a desilusionarse. Y mucho.

"Soy tu mejor amigo, tu pañuelo de lágrimas, de amores perdidos.

Te recargas en mi hombro, tu llanto no cesa, yo solo te acaricio.

Y me dices por qué la vida es tan cruel con tus sentimientos.

Yo solo te abrazó, y te consuelo. Me pides mil consejos

para protegerte de tu próximo encuentro, sabes que te cuido.

Lo que no sabes es que yo quisiera ser ese por quien desvelas y te desesperas.

Yo quisiera ser tu llanto, ese que viene de tus sentimientos.

Yo quisiera ser ese por quien vos despertas, ilusionada.

Yo quisiera que vivieras de mi siempre enamorada…"

"Yo quisiera"- Reik

Epílogo:

Abre los ojos

James Potter se sirvió un vaso de whisky de fuego, apagó las luces de la sala, puso música tenue y se recostó en el sofá.

Era un sábado a la noche, y ni él entendía porque estaba en casa, cuando su medio hermano Sean lo había invitado a irse con él de boliche. James le había respondido que no sin motivo especial, excepto una increíble corazonada que le había dicho que debía quedarse en casa. Su pensamiento, frío, lógico y racional, heredado de su padre, le había susurrado, varias veces ya en lo que iba del día, que era un idiota. Sin embargo, él, y porque nunca le había fallado, había preferido, al menos por esta vez, seguir ese instinto casi animal, heredado de su madre, y que no tenía ningún fundamento legítimo.

Pero se había equivocada. Aquella vez, su intuición le había fallado.

Afuera tronaba una tormenta, que tenía todas las miras de volverse eléctrica, estaban por dar las doce de la noche, y no había sucedido nada.

Si aquel presentimiento se basaba en que moriría aplastado por un árbol o quemado por un rayo si salía aquella noche, era un consuelo muy pobre, pues nunca llegaría a saberlo.

O quizás no había sido eso, sino que, desde que había roto con Ginevra (Ginevra, no Ginny; era otra quien ahora ocupaba ese nombre en su vida. Más aún cuando a la primera en cualquier momento podría comenzar a decirle madrastra), seis meses atrás, no había vuelto a ser el mismo.

No es que aún le doliera, o que aún no pudiera superarlo.

Podía decirse que incluso ni siquiera la extrañaba, pues ahora había otra persona que supliera el papel de ella, y lo hacía muy bien, que lo consolaba, que lo escuchaba, que lo hacía reír, que lo…

Sacudió la cabeza.

No podía pensar en eso. No le hacia bien a ella, ni se hacia bien a si mismo.

Ella se había convertido en su gran amiga, y James prefería pasar el tiempo con la pelirroja que haciendo cualquier otra cosa, pero no estaba bien, no era justo, no era racional, que, cuando ella no estuviera, como esa noche, él sufriera como un condenado.

Pero así era.

No le apetecía salir, las fiestas no le llamaban, los ruidos le rompían la cabeza y… prácticamente había dejado de tomar alcohol. No era fácil dejar una costumbre tan de repente, y sin embargo James lo estaba intentando. Ya no tomaba al salir, por lo pronto, aunque aún no podía dejar de hacerlo cuando estaba deprimido. Ese era su mayor consuelo. O, bueno… en realidad, uno de los mayores…

Ella habría fruncido el ceño, disgustada, si lo hubiera visto con un vaso de alcohol en la mano. Hubieran peleado, aunque ella siempre ganara, y tiraría el contenido del vaso en el vater, mientras le diría: Cuando tu padre se acueste con tu novia, o con mi tía, hablamos. Mientras tanto, nada de alcohol. Lo miraría directo a los ojos por un segundo, y luego ambos se echarían a reír, disfrutando de aquella complicidad única del recuerdo de la noche en que se habían conocido.

¿Pero por qué estaba pensando en ella otra vez?

Responder a esa pregunta no sería complicado.

James sabía y entendía perfectamente todos los sentimientos que le despertaba la pelirroja, pero jamás los diría en voz alta. Porque decirlos en voz alta sería afirmarlos, declararlos, hacérselos saber al resto del mundo.

Y no quería eso.

No podía hacer eso.

La amaba, y lo sabía.

La amaba, y lo entendía.

La amaba, y no lo aceptaba.

Stop.

No pienses en ella

Si ella no está pensando en ti ni por asomo. Si hay mil cosas que llenan su cabeza en esos momentos, todas mil veces más importantes que tu. Si son otras manos quienes la acarician, si otra boca besa su piel tersa, si otros labios murmur…

¡Basta, basta, basta!

No permitió que su mente se detuviera en la realidad de que esa noche su sufrimiento estaba elevado a la enésima potencia porque ella estaba cumpliendo un año de noviazgo con otro hombre.

Si quería sobrevivir a esa noche, no podía permitírselo.

El moreno se puso de espaldas, apretó un almohadón contra su cabeza, respiró profundo, puso la mente en blanco y se obligó a no pensar.

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Los golpes en la puerta fueron tan tenues, tan suaves, que James casi creyó que eran producto de su imaginación, sobre todo cuando no había cosa que él deseara más en el Universo que verla a ella aparecer frente a su puerta.

Pero eso era imposible.

Se arrellanó más en el sillón y apretó más fuerte el almohadón contra su cabeza cuando creyó volver a oírlos.

- James Sirius Potter, que estás ahí, y, si no me abres, tirare la puerta abajo. Y sabes que soy perfectamente capaz.

El moreno se levantó tan de repente que tropezó con sus propias pantuflas, y cerca estuvo de irse de boca al piso.

Conocía esa voz, y la conocía tan bien que, incluso a la distancia, notaba que había algo anormal, algo que no iba bien en ella.

¿Qué hacia ella allí, cuando (bien sabía él) esa era la noche sagrada con su novio?

Abrió la puerta.

Ya estaba lo suficientemente shockeado porque ella hubiera aparecido, así, de improviso, en su casa, una medianoche de tormenta, pero lo que sucedió lo dejó completamente estupefacto.

Ella se desplomó contra él tan rápido que el moreno no llegó ni a vislumbrarle la cara. No había hecho ni a tiempo de acomodar correctamente sus brazos alrededor de la cintura femenina, para poder sostenerla con mayor comodidad, cuando ella ya se había separado.

- Apestas a alcohol- le recriminó, aunque en su voz no había ni un dejo de reproche.

Él no se preocupó por contestarle, sino que prefirió utilizar ese tiempo para contemplarla. La ropa le escurría agua y tenía el cabello rojo, incluso más oscuro de lo normal, pegado al contorno de su rostro y su cuello. Estaba empapada, signo inequívoco de que había caminado bajo la tormenta, y el joven mago se preguntó porque no se había aparecido, o al menos no había utilizado la red flu. Se la veía destrozada, o quizás no tanto, pero él, que la conocía bien, sabía que lo estaba. Toda esa agua no le permitía ver si estaba llorando, aunque James lo dudaba: Ginevra Weasley nunca lloraba. Aunque era increíblemente sensible a las lágrimas ajenas, el moreno jamás le había visto derramar ni una sola a ella, y Potter suponía que, en si misma, lo consideraría una falla del carácter tan reprochable como beber alcohol. Por primera vez, se dio cuenta de cuan parecida era ella a Hermione, esa mujer maravillosa que era su madre: inteligente, perfeccionista, suspicaz, perceptiva, sincera, dulce, compasiva, pero inflexible consigo misma. James siempre la había visto parecida a su tía y tocaya pero, si bien Ginny había heredado cosas de ella, no eran tan iguales como él había creído. Sin saber porque, ese pensamiento lo hizo sonreír.

Ginevra se había acercado a la mesita cercana al sofá y, para asombro del moreno, e incluso casi de ella misma, tomó el vaso de whisky a medio llenar de él y lo vació de un trago. Antes de que él fuera capaz de decir una palabra, e incluso de procesar lo que acababa de contemplar, ella salió corriendo al baño, vomitó todo lo que acababa de tragar y volvió haciendo gárgaras con un vaso grande de agua.

- Ahora recuerdo porque estuve enferma una semana- murmuró, con voz seca y disgustada- Aunque es más venenoso de lo que lo recordaba- se acercó al aparador de la sala de James, tomó la botella de whisky, que era lo único de alcohol que aún había en la casa y, sin más ceremonias, la desapareció con un gesto de varita. James no se atrevió ni a protestar. Por un lado, mejor: así ya no volvería a sentirse tentado.

- No te quedes ahí mirándome como un idiota- le rezongó la pelirroja- Ya sé que he salvado tu vida, pero no me lo agradezcas, lo hice porque te quiero- él se ruborizó y la boca de ella se curvó en una sonrisa torcida, pero la voz se le dulcificó y sus facciones perdieron algo de tensión- Vamos, por una vez has algo útil de tu vida y prende un buen fuego: estoy congelándome- él se acercó a la chimenea e hizo como le ordenaban. No hacia frío, pero ella debía tenerlo, calada de agua hasta los huesos como estaba. Mientras él iba en busca de algo de ropa seca que pudiera ofrecerle, Ginevra se sentó en el suelo, con las piernas cruzadas como un indio y acercó las manos al fuego, casi ronroneando como un gatito.

James volvió a los pocos minutos. No había nada de ropa femenina en la casa, y lo mejor que podía ofrecerle era una camisa y un pantalón de él.

Sonrió al verla sentada en el suelo, en esa posición tan cómoda, pero poco formal para una dama. No tenia importancia para ella. Esa era otra de las reglas: Ginevra Weasley no usaba faldas.

- ¿Pretendes que me ponga… eso?- le preguntó con disgusto, al ver la ropa que el moreno le estaba ofreciendo.

- ¿Qué, acaso es demasiado poco femenino para ti, Gin?- la aguijoneó él, sintiendo una vez más esa calor tan bonito al llamarla por ese apelativo precioso.

La pelirroja le devolvió una mirada desagradable.

- No digas tonterías- lo reprendió- Es solo que… ¡puedo darme dos vueltas con ese pantalón!

James miró la ropa, luego la miró a ella y por último se echó a reír. Ella tenía razón. Él no solo era bastante más alto que lo normal, sino que ella era delgadísima, y muy menuda.

- En fin- suspiró ella, dándose aires de resignada- Tendré que contentarme con la camisa.

Tomó la prenda de las manos de James, aprovechando para darle un cariñoso golpe en la cabeza, pues él aún no dejaba de reír, y fue a cambiarse al baño.

Volvió a los pocos minutos, con su ropa mojada perfectamente estirada sobre un brazo. Se acercó al fuego y la puso prolijamente a secar.

James, sin embargo, no miraba que hacia ella con la ropa. Estaba demasiado ocupado mirándola a ella. La camisa de él le quedaba poco más corta que un vestido de minifalda y, aunque le caía a los costados de un modo completamente recto, se le pagaba al abdomen y al pecho, pues ella aún no estaba completamente seca. Se había soltado el cabello, y el rojo oscuro contrastaba impactantemente contra el blanco de la camisa. Tenía unas piernas largas para una persona de su estatura, y bien torneadas, acabadas en un par de casi delicados pies descalzos. Se veía poco menos que celestial.

Ginevra, a quien no le había pasado desapercibido el modo en que él la miraba, le dirigió una sonrisa deslumbrante y le guiñó un ojo, antes de dejarse caer al lado de él en el sillón. James le extendió la taza de té que le había preparado mientras ella se cambiaba.

- Gracias.

- No hay de que.

Se quedaron en silencio unos instantes. Él miraba el fuego. Ella, la taza de té.

- James…

- Ginny…

Comenzaron los dos al mismo tiempo. Se miraron y sonrieron.

- Tú primero- volvieron a repetir al unísono.

- Comienza tú- dijo él, y alzó una mano, al ver que ella estaba dispuesta a protestar- No, ya sé que la igualdad de los sexos y todo eso, pero no es porque seas una dama, y no me vengas tampoco con que no lo eres, Gin, porque eso si estoy dispuesto a discutírtelo a capa y espada, si no que vas tú primero por derecho.

- ¿Por derecho?- preguntó ella, asombrada.

- Aja. Fuiste la que llamó a mi puerta, amenazando con derribarla, es cierto, pero eso no viene al caso- ella sonrió-, así que fuiste la que vino a mi casa y eres la que tiene algo que decirme.

Ella apoyó la taza, aún llena, en la mesita auxiliar.

- ¿Qué, acaso no puedo venir a tu casa cuando me apetezca?

- Ginny, no me vengas con niñerías. Esta es tanto tu casa como la mía, y lo sabes. Pero sabes, tan bien como yo, que no puedes venir a mi casa un sábado a la noche, momento que supuestamente pasas con Mike, y sobre todo el día de hoy, empapada hasta la médula y destrozada hasta el alma. No puedes. No, al menos, mientras no me cuentes todo lo que pasó.

Ella miraba el fuego con la mirada perdida.

- No estoy destrozada hasta el alma- le corrigió.

Él la agarró por el mentón, y la obligó a mirarlo.

- Gin, te conozco demasiado bien.

La pelirroja no pudo resistirle mucho tiempo la mirada. Por primera vez desde que la conocía, los bordes de los ojos estaban empezando a llenársele de lágrimas. Se soltó de la mano fuerte de él, agacho la cabeza y cerró los ojos, mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.

Él se desesperó al verla llorar. Criado solo por su padre, siempre había sido algo ignorante de la… sensibilidad femenina. Pocas veces había visto llorar a una mujer y en todos los casos se había perturbado, aunque no lo hubiera exteriorizado. Sin embargo, ahora el desasosiego era mucho mejor. No solo por esa incomodidad que siempre siente un hombre al ver llorar al aparente sexo débil al que supuestamente debe mantener siempre protegido y a salvo (1), sino también porque el llanto era un signo inequívoco de que ella estaba sufriendo, y eso no podía tolerarlo. Además, ella, por primera vez, le estaba demostrando que era humana, y no un ángel, como él pensara desde la primera vez que la vio. Podía ser débil, tenía defectos. Y eso, de algún modo, fue lo único que pudo consolarlo, al sentir una inexplicable ola de ternura que le calentaba el pecho, y al ver que su amor por ella crecía aún más. Si eso era posible.

- Fui a la casa de Mike- James asintió con la cabeza. Era un gesto algo tonto, ya que ella no podía verlo, pero él estaba tan arrobado por lo que acababa de descubrir que ni se percató- Ya sabes, hoy era- al moreno no se le escapó el uso del pretérito- nuestro…

- Aniversario- completó él. A la pelirroja no se le escapó el dolor con que él pronunció esa palabra.

- Si. En fin-siguió ella con la historia, luego de suspirar- llegué a su casa y me lo encontré…- la voz comenzaba a quebrársele, sonaba ahogada. James le pasó un brazo por los hombros, pero ella lo rechazó: en ese momento no podía soportar el contacto físico- me lo encontré…- se detuvo de nuevo. Respiró profundo, y se dijo a si misma que la tercera es la vencida- me lo encontré… en el sofá, recostado con Jenny, besándose, y ella… ella no llevaba blusa.

Las lágrimas eran incontenibles. Ginevra se desplomó contra el pecho del moreno y lloró descontroladamente, agarrándose de la camisa masculina. Él hundió la nariz en la cabellera femenina, y le acarició la mejilla con una mano. Se sentía fatal. No era solo el dolor de ella (que lo estaba matando) lo que lo afectaba, sino también el suyo propio: no sabía que ella le quisiera tanto…

El llanto fue cesando poco a poco, y la respiración de ella se hizo tan acompasada y regular, además de que continuaba con los ojos cerrados, que James creyó que se había quedado dormida. Estaba intentando levantarse lentamente, para no despertarla cuando lo interrumpió la voz de ella.

- ¿Sabes? Yo ni siquiera le quería.

Eso lo dejo helado. ¿Habría escuchado bien?

- ¿Ah, no?- fue lo único que se sintió capaz de decir.

- No- dijo ella. Estaba mucho más tranquila, pero tenía los ojos aún cerrados.- Esa es la cuarta regla: Ginevra Weasley no siente amor.

James se quedó sin aliento. ¿Qué se suponía que era esa regla?

- Pero… pero…- balbuceó el moreno, incapaz de expresar con palabras lo que pensaba- Era tu novio… tú… ustedes…

Ella lo calló poniéndole un dedo en los labios y se echó a reír amargamente.

- Si, eso es lo que cualquiera pensaría, ¿no? Cualquiera, incluido Mike. Oh, bueno, yo nunca le dije que lo amaba, ya sabes…

- Ginevra Weasley no dice mentiras.- completó él en un murmullo.

Ella sonrió.

- Siempre y cuando no sea necesario.- aclaró- No es una regla terminante, pero estoy tratando de incorporarla. En fin,- redirigió la conversación la mujercita, con esa expresión tan típica de ella- yo nunca se lo dije, aunque supuse que él debía darlo por sentado… hasta esta noche. Esta noche, él me dijo, porque no creas que no lo hice saber que los había visto- aclaró- que no podía soportar estar con una persona tan glacial, tan hierática, tan estructurada, tan flemática, tan rígida, tan helada, tan exasperantemente perfecta (2), tan…- las lágrimas volvían a brotar a medida que ella pronunciaba cada nueva palabra. James se apretó tanto los puños que los nudillos se le pusieron blancos. Estaba ardiendo de rabia. Si, ella era desesperantemente estructurada y metódica, todo en su vida seguía un canon establecido y nada se salía un pelo de su lugar. Si, ella podía ser un témpano de hielo si se lo proponía, y James había comprobado que era una habilidad que había heredado de sus dos padres por igual (3), pero también era, con mucha más frecuencia, la chispa que encendía la hoguera, o al menos el brasero que entibiaba las horas anodinas. Y, de todos modos, ¿quién se creía que era ese tal Mike para decirle todas esas cosas a Ginny… a su Ginny?- … tan… tan insensible.- la pelirroja apretó aún más los ojos, que continuaban cerrados.- Dijo que no se sentía capaz de dejarme por miedo a herirme, aunque no estaba seguro de que yo pudiera sentir dolor. Había sido un cobarde, me dijo. Pero que, ahora que yo sabía toda la verdad, no tenía sentido seguir negándolo.

James intentó contenerse con todas sus fuerzas, pero no pudo evitar que se le escapara un insulto.

- Maldito bastardo…

Ginevra volvió a sonreír y él, aprovechando esa aparente mejora le hizo esa pregunta de la que no solo ansiaba, si no también necesitaba, saber la respuesta.

- Gin, si vos no lo amabas, ¿por qué estabas con él?

La pelirroja ladeó la cabeza y se quedó callada por unos instantes y, aunque ella no lo estuviera mirando, ya que tenía los ojos cerrados, el moreno volvió a sentirse como el día en el que la conoció, cuando le pareció que ella podía mirarle hasta el alma.

- Buena pregunta- respondió por fin- Realmente te mereces que te la responda- suspiró- no es sencillo, sobre todo porque el decírtelo significa que ahora sabrás… que Mike tiene razón- él arqueó las cejas- Soy una estructurada. Estaba con Mike porque estaba bien, porque era correcto, porque él estaba hecho para mi. Era simple y pura empatía, y supuse que luego llegaría el amor. Pero el amor nunca llegó. Y yo, en lugar de hacer lo correcto, es decir, decirle toda la verdad, dejarlo e irme en busca de la felicidad, ¿que crees que hice? Encogerme de hombros y decirme a mi misma que podía aprender a vivir sin amor, porque estaba siguiendo mi destino. Estaba ciega- la pelirroja había dejado de llorar, pero había tanta tristeza en su voz que James casi hubiera preferido que ella continuara derramando lágrimas. No soportaba verla así.- Abandoné mi felicidad por mi destino, o por lo que yo creí que era mi destino, y encima pensé que estaba haciendo lo correcto- Ginevra se detuvo un instante, y titubeó. ¿Debía o no decirle lo que deseaba? ¡Al demonio con el deber! Por una vez en la vida iba a anteponer el deseo a la obligación. Eso, sin contar con que estaría faltando a la verdad si no le confesaba todo. Y eso no podía permitírselo.- Hasta que llegaste tú. Llegaste tú y volviste mi mundo de cabeza. Llegaste a mi vida de la mano de esta amistad que me une a ti, marcada con límites extraños, excesivamente permisiva y surgida de una circunstancia completamente azarosa. Me volviste confusos los límites entre lo que estaba bien y lo que no. Cuan correcta era una cosa o la otra. Si estaba bien o no que me entregara tanto a ti, cuando solo éramos amigos. E incluso me hiciste dudar sobre si era correcto intentar discernir el bien del mal. Tú te sales de mis límites, James. Siento que me complementas, que nadie me hace sentir tan bien como tú. Siento que somos uno… siendo los dos (4)- James tragó saliva. ¿De dónde sacaba ella todas esas palabras y esas frases excelentes para describir exactamente como lo hacia sentir?- ¡Pero eso no está bien, James! ¡No es correcto!

- ¿Por qué no?- le preguntó él con la voz ronca: le era casi un suplicio decir cada palabra.

- Somos amigos, James, nada más. Amigos, y punto.- el moreno sintió que una daga ardiente le atravesaba el pecho cada vez que ella pronunciaba esa palabra- No subestimo a la amistad, y mucho menos a la nuestra, pero sé muy bien que es algo efímero, volátil. Y que, por mucho que me duela, nada es para siempre. No estás en mis planes, en mis esquemas, en la estructura de mi vida perfecta. Y, sin embargo, aquí estoy, en tu casa, recostada contra tu pecho, vistiendo tu camisa y empapándote el alma con mis lágrimas. Y ahí, muy a las claras, hay algo que falla. Algo que no está bien. ¿Por qué? ¿Por qué James? ¿Por qué eres tan diferente a cualquier otra cosa que exista en mi vida? ¿Por qué dejo caer contigo todas mis barreras, todas mis defensas? ¿Por qué me estoy entregando a ti sin reservas?

- Ginny- murmuró él, sin ser del todo consciente de lo que le estaba diciendo, aunque si del por qué. ¿Amistad? ¿Para qué la amistad? Si ella misma lo había dicho, sobre todo entre hombre y mujer, la amistad es fugaz y perecedera. Si hacia ya meses que no la deseaba solo como amiga, si ya no podía acercarse a su boca, sin deseársela de una manera loca (5). Si ya casi no podía contenerse las ganas de saltarle encima y comérsela a besos, de ir y romperle la nariz al imbécil de Mike por haberla hecho sufrir, si… ¿Amigos? ¿Para qué, maldita sea?(6)- Ginny, abre los ojos.

¿Por qué le había dicho eso? ¿A qué se refería? ¿Qué estaba esperando él que ella hiciera, que abriera los ojos literalmente hablando, o que de una vez por todas se diera cuenta de que era lo que estaba sucediendo?

- No- ella remarcó su negación con un movimiento de la cabeza- No quiero ver mi realidad. No me obligues a fijar mis ojos en ese desastre en que se ha convertido lo que hasta el día de hoy era casi perfecto.

- Abre los ojos- insistió él, casi tan terco como un niño pequeño.

- ¡No!- repitió ella tan o quizás más testaruda y obstinada que él.

No quería verlo.

Se negaba a creer que él era su realidad.

Porque si así lo era, eso crearía una inestabilidad irremediable en su estilo de vida, en todo aquello que llevaba planeado por años.

No quería quererlo.

Y, sin embargo

- Ginny una vez me dijiste- empezó él tomándola por el mentón y acariciándole la mejilla con el pulgar. Ella tembló.- que te negabas a decirle tu nombre a alguien que no te había visto a la cara.

- Si- recordó la pelirroja con una sonrisa.

- Y entonces yo abrí los ojos, y en ese preciso momento mi vida dio un giro de 180 grados. ¿Sabes por qué?- ella negó con la cabeza, expectante.- ¿Quieres que te diga el porque?- ella asintió. Él inhaló profundo. ¿Qué más daba que no fuera correcto? La amaba más que al mundo. Y punto. Con eso le bastaba.- Porque abrí los ojos y me encontré a mi destino y a mi felicidad… conjugados en una sola persona.

La Weasley jadeó. Él le estaba desnudando el alma, más aún de lo que estaban acostumbrados.

Y ahora, que él se le había entregado por entero, ¿tenía derecho ella a seguir mintiéndole? ¿Tenía derecho ella a no confesarle la realidad?

Porque, por paradójico que pareciera, solo ahora que tenía los ojos cerrados podía ver las cosas con claridad.

Solo ahora comprendía cuan importante era él en su vida.

Cuanto lo necesitaba, cuanto lo apreciaba, cuanto lo extrañaba, cuanto lo deseaba, cuanto lo… amaba.

Y no renegaba de ello.

Ya no más. Ya habían sido suficientes los últimos seis meses de calvario.

Y, después de todo, si Ginevra Weasley había aceptado con resignación una vida sin amor por creer que estaba siguiendo su destino, ¿no haría lo mismo ahora que la vida, la maravillosa existencia, pues la pelirroja no sabía si creer o no en un alma de perfección superior, en un ente divino, se lo presentaban en la forma del único hombre que amaba?

- Ginny, abre los ojos- pidió él por tercera vez.

- No- volvió a negar ella, también por tercera vez. James comenzó a desesperarse. Entonces, eso significaba que ella… que ella…- No quiero verte- el moreno tragó saliva tan lentamente que fue casi doloroso- No quiero creer que eres mi realidad- Ya estaba. Ella acababa de firmar su sentencia de muerte. Una vez más, no solo una pelirroja, sino también una Ginevra, y una Ginevra Weasley, lo habían enamorado para luego destrozarle el alma como quien pisotea a un trapo de piso. Se les había entregado, a ambas, en bandeja de plata, para no obtener nada a cambio. Nada. A excepción de un amargo dolor. Solo que esta vez, con todo y que nunca habían estado unidos por un romance, y él no tenía ninguna base sólida para creer que ella le correspondía, se sentía incluso más destrozado que cuando se había enterado que Ginevra siempre había amado a su padre. Pero ella estaba continuando, y aunque fuese un martirio, debía saber lo que le estaba diciendo. Su voz, más allá de lo que le dijera, era siempre un bálsamo.- Porque no lo eres. Tú no eres mi realidad, James: tú eres mi sueño.

Por fin, ella abrió los ojos lentamente, como si despegar cada párpado del otro fuera un pequeño suplicio.

Él la miraba con la boca ligeramente entreabierta por la sorpresa. Ella… ella… ella… realmente… ¿le quería?.

Ella sonrió al verlo tan estupefacto. ¡Se veía tan irresistiblemente guapo!

- ¿Eres consciente- volvió a comenzar- de que en una sola noche me llevaste a quebrantar todas mis reglas? Ginevra Weasley no bebe alcohol- comenzó a recitar, y James también sonrió al recordar su intempestiva entrada en la casa- Ginevra Weasley nunca llora.- él no pudo evitar secar con los dedos de la mano los últimos rezagos de las lágrimas que a ella le quedaban en las mejillas. La pelirroja acentuó aún más su sonrisa- Ginevra Weasley no lleva faldas.- ella señaló a la camisa que llevaba puesta que, si bien no era una falda, funcionaba como una- Y la última- finalizó, acariciándole el pelo- Ginevra Weasley no se enamora.

- No me has mentido- susurró él, cada vez más cerca de su boca, recordándole la regla que ella intentaba incorporar. No le importaba, en realidad. ¿A quién le importaría? Solo quería asegurarse. Quería que no quedaran dudas de que no había un doble sentido, de que ella estuviera intentando decir otra cosa, de que fuera una broma o un mal entendido. Por eso le había hecho ese recordatorio. Solo quería que ella le reafirmara sus sentimientos. Además, si no utilizaba pronto su boca en otra cosa, se vería obligado a besarla hasta hacerle perder la conciencia.

- Es cierto- simuló sorprenderse Ginevra, que leía en él como en un libro abierto, acercándose todavía más al joven- Pero eso se puede solucionar fácilmente. James, te quiero.

El moreno fingió un puchero.

- ¿Qué, acaso eso no es cierto?

- No, no es cierto- respondió la pelirroja, en un murmullo apenas, porque su nariz ya estaba chocando a la de él- Te amo- susurró por fin, a escasos milímetros de sus labios.

Y el decirlo fue como una descarga eléctrica, aún mayor que la del rayo que tronaba en el exterior.

Y el escucharlo fue para él una de las sensaciones más placenteras y cálidas de su vida.

- Que suerte- respondió el moreno, ya con los ojos cerrados y respirando profundamente- porque yo te adoro.

- James, abre los ojos- lo reprendió ella, impaciente.

Él la obedeció de mala gana.

Y entonces, ella se inclinó hacia delante y lo besó.

Se besaron con los ojos abiertos, que habían sido tan fundamentales en la vida de ambos, tanto para las cosas buenas como para las malas, pero, lo más importante, mirándose siempre a los ojos, verde esmeralda confundiéndose con castaño chocolate.

Rojo oscuro confundiéndose con azabache.

Siendo uno. Siendo los dos.

¿Importaba?

No, no importaba.

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- Gin- comenzó él, pasándole el brazo por la cintura, mientras con la otra mano le acomodaba el cuello de la camisa que ella llevaba puesta. Curiosamente, no era la blanca que él le había prestado… si no la negra que James había llevado puesto hasta solo un par de horas atrás- no te duermas.

- Ni pienso- respondió la pelirroja, acomodando su nariz en el resquicio del cuello masculino- ¿Qué sucede?

Él le acomodó un mechón rojo oscuro detrás de la oreja. El color de su pelo podía ser muy Weasley, pero en todo lo demás, y especialmente en rebeldía, era idéntico al de Hermione.

- No sucede nada. ¿Por qué tendría que pasarme algo?

- Te conozco- fue la simple respuesta de Ginevra- y sé que algo te está fastidiando. Vamos, escupelo de una vez.- le dijo, mientras le hacia cosquillas en la oreja con la punta de la nariz- Cuanto menos tardes en decírmelo, más rápido podremos dedicarnos a otra cosa…- la mujercita se estiró apenas y comenzó a morderle el lóbulo de la oreja.

Él le dio vueltas en la cabeza por unos instantes, y finalmente se decidió a decírselo.

- Ginny, ¿puedo hacerte una pregunta?

A pesar de que él no le había dicho nada, ella dejo de juguetear con su oreja y se incorporó un poco, para poder verlo a los ojos. Él pareció agradecido: no podría concentrarse mientras ella lo estuviera tocando.

- No tienes ni que preguntarlo. No quiero guardarte secretos.

- ¿Es eso una nueva regla?- preguntó el moreno con una sonrisa.

- Podría serlo- respondió ella, enigmática- Aunque, visto y considerando que tú me hiciste romper todas, no sé si vuelvan a entrar en vigencia. Quiero decir, jamás beberé alcohol, pero llorar me ha desahogado mucho, y…

- Muero por verte en minifalda- dijo James con la voz ronca. Era ahora él quien estaba demasiado cerca de su oreja como para permitirle pensar con claridad. Ella se estremeció.- No sé porque ocultas esas piernas tan bonitas que tienes…- el moreno comenzó a recorrerle los muslos con una mano, pero ella lo alejó con firmeza.

- Charla ahora, proposiciones indecorosas después, y luego hablaremos sobre cuan poca ropa cubrirá mi cuerpo de ahora en adelante. Pero, si no me dices rápido que sucede, cree que te quedarás sin los dos últimos puntos, y entrará una nueva regla en vigencia… algo así como solo autorizar el uso de parcas como vestimenta y el comienzo de una época de total abstinencia…

Él tragó en seco. ¿Ya, tan pronto, ella estaba usando la cama como correctivo?

- Ginny- comenzó una vez, era algo serio, casi desagradable, lo que quería decirle, y el ambiente propicio se le había esfumado, pero debía decirlo tarde o temprano. Y mejor temprano que tarde.- ¿Cómo pudiste acostarte con Mike?

La pelirroja se incorporó hasta quedar sentada en la cama y lo miró con los ojos entrecerrados.

- ¿Por qué preguntas eso?

James se ruborizó. Sabía que la pregunta era bastante privada, pero no esperaba que ella se la tomara a mal.

- Yo, yo… perdona… no estaba en mis cálculos ofenderte… yo solo…- intentó disculparse.

- No- lo interrumpió ella, terminante- Me sorprendió, eso es todo. Pero es normal que quieras saberlo. Y tienes derecho.- él no podía afirmar que eso fuera cierto, pero si ella se lo estaba concediendo, no iba a renegar de él. Ginevra suspiró y cerró los ojos, pero volvió a abrirlos enseguida- Te resultará extraño lo que voy a decirte. Yo no quería acostarme con él- el moreno arqueó una ceja, sorprendido- Si, yo creía en todo lo que te he dicho esta noche, que él era mi destino y que era el hombre para mi. Pero en cierto modo, quizás en un nivel inconsciente, no lo se, no estaba del todo convencida, y por eso no quise entregarme a él. No me fue difícil los primeros seis meses… ya sabes, me excusaba en mil motivos diferentes, que nos conocíamos poco, que aún no teníamos una relación seria, y él tampoco exigía demasiado. Pero luego vino lo peor. Porque pasado el medio año él no solo comenzó a insistir con mayor premura, si no que hubo un cambio inmenso en mi vida. Tú llegaste a ella. Y si bien debo admitir que hubo algo de flechazo a primera vista, el amor no vino hasta después. Y, sin embargo, había algo en ti, no sé que, y aún no lo comprendo, que me despierta mis instintos más primitivos, más animales. Me atrajiste sexualmente desde el primer momento, James- el moreno nunca la había visto tan ruborizada. Sus mejillas hacían juego con su cabello, y él sentía que algo muy caliente le ardía en el rostro.- Pero llegó un momento en el que no pude seguir negándome a las exigencias de Mike.- el calor aún continuaba allí, pero ya no era vergüenza, sino rabia. - La situación se me salió de las manos, y hubo un momento en el que tuve que resignarme. Pero no lo disfrute, si a eso apunta tu pregunta, que no te quepan dudas.

Él se quedó helado. Esas eran las mismas palabras que Ginevra le había dicho a su padre sobre él. Y si bien era shockeante de algún modo, también era reconfortante el percibir cuanto Ginny lo amaba.

- Yo si disfrute el haberme acostado con otras mujeres- reconoció él, casi con vergüenza.

Ella sonrió.

- Es natural. No tienes de que avergonzarte- ella volvió a recostarse a su lado- Después de todo, aún no me conocías.

- No- confirmó él, mientras comenzaba a besarle el cuello- Además, no he tenido ninguna como tú.

- ¿Ninguna?- preguntó ella, con la voz ahogada y la respiración agitada. Tenía los ojos entrecerrados, y estaba haciendo una alusión muy clara a su tía.

- Ninguna- confirmó él. Era cierto. El recuerdo de Ginevra no le había venido, exceptuando pocos instantes atrás, ni un segundo a la cabeza. Intentó redirigir la conversación hacia lo que a él le interesaba.- ¿Qué era lo que venía después de la charla?

Ginny lo miró directo a los ojos. Le pasó un brazo por detrás del cuello, lo tomó de la nuca y comenzó a besarlo como si no hubiera un mañana.

- ¿Quieres que te cuente un secreto?- le dijo él un par de minutos más tarde, mientras le daba pequeños besos alrededor del ombligo- Cuenta la leyenda, aunque está muy bien comprobada históricamente- ella estuvo a punto de interrumpir, para decirle que entonces no era una leyenda, pero lo que él dijo a continuación la hizo callar- que los Potter las prefieren pelirrojas.

Ella se apoyó sobre los codos y se incorporó a mirarlo. El cabello rojo oscuro, le caía desordenado sobre los hombros y los ojos castaños brillaban como nunca, tomando el control absoluto de su rostro. ¡Cuan hermosa era!

Él se deslizó sobre su cuerpo, mientras le acariciaba el costado con una mano, hasta que quedó tumbado sobre ella, mirándola directo a los ojos.

Ginevra dejó que las manos de él recorrieran libremente su cintura desnuda antes de empujarlo levemente, para que él quedara sentado, con las piernas cruzadas y sentarse ella sobre su regazo. Y entonces preguntó, con la voz ahogada, y conociendo exactamente cual sería la respuesta.

- ¿Y eso se aplica a tu caso?

- Por supuesto.- respondió el moreno, mientras su boca bajaba dándole suaves besos por el esternón- Aunque hay un error. Yo no las prefiero pelirrojas. Yo solo te prefiero a ti, mi pelirroja.

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Notas de la Autora:

(1): No voy a hablar de ideología aquí. Soy feminista, pero solo porque el mundo es machista y debo llevarle la contraria para así acercarme todo lo posible a la igualdad de los sexos. Simplemente dejémoslo en que no estoy de acuerdo con esa visión estructurada, rígida y anticuada (a mi parecer) de ver la posición ideal de los sexos en la sociedad. Y no, digan lo que me digan, no me podrán convencer de que una mujer, que lleva a sus hijos durante nueve meses en el vientre, soporta los horrores del parto, se ocupa de los hijos, de la casa, del marido, de su familia, de su trabajo y de su vida, y además se las arregla para estar siempre espléndida, pertenece al sexo débil.

(2): He descubierto que ser perfecto es un defecto. Si, por paradójico que parezca, una persona perfecta puede llegar a ser mucho más infeliz que una llena de defectos. ¿Por qué? Porque la gente no quiere personas perfectas. Le resultan terribles, imposibles de soportar. No quieren ver al descubierto sus propios errores, que siempre quedaran una y otra vez a la luz, y tampoco ansían a una persona a la que nunca se le puede criticar nada. Si no me creen, lean esta frase de Voltaire, que habla de la perfección en la literatura, pero también es aplicable a este caso: Me volvéis la cabeza del revés al decirme que no debo utilizar giros familiares. Pero, amigo mío, ¡si esos son los resortes de este estilo! Cualquiera que fuera el tono sublime que se tome, si no se toma un reposos a tales exclamaciones, estamos perdidos. La uniformidad de lo sublime asquea. Querido amigo, sin variedad nunca hay belleza. Ser siempre admirable es aburrir. Que me critiquen, pero que me lean.

(3): El tercer elemento, my darlings, es lo único que puedo decirles. Eso se los explicará todo.

(4): ¿Cuánto tiempo hemos sido uno los dos? (…) Y es que tu no eras tu sin mi, no/no eras nada, ni yo existía sin tu compañía/ Corazón, dame algo de razón/ hemos perdido personalidad en esta relación. Simplemente un dejá vu. Amo esta canción. Uno los dos, de Miranda!

(5): Ya no puedo acercarme a tu boca/sin deseártela de una manera loca. Vicentico, Algo contigo.

(6): ¿Por qué, esta vez, agachas la mirada/ Me pides que seamos siendo amigos/ ¿Amigos? ¿Para qué, maldita sea?. Autor desconocido (para mi). Mi historia entre tus dedos. Próximo Ron/Hermione escrito a medias con ErmySelene, si a alguien le interesa. Será todo un culebrón mexicano (sin ofender a los mexicanos, es solo una expresión de mi tierra).

La historia bien podría haber terminado con el segundo corte, pero amo a estos dos, y me pareció un desperdicio no explotar al máximo todo el potencial que me brindaba su romance, se me daba la gana seguir y seguí. Sobre Ginevra y Harry no hay nada (excepto una alusión algo perdida pero muy clara que hace James); no sé, no le encontré el modo de abordar el post de esta pareja. La super-mega-reconciliación ya la tuvieron, así que imagínense un final hiper-feliz para ellos dos, ¿si?. La historia está incoherente, los dos salen con cosas que nada que ver todo el tiempo, pero fue lo mejor que pude hacer y, como tenía que escribir esto, así quedó. Y, no, Carla el que me digas que, si fuera más coherente sería menos realista, no es ningún consuelo, pero gracias de todos modos. Es también muy melosa, y eso tampoco me gusta. Quiero dejar de escribir romance, después de todo, ¿qué hago yo escribiendo romance, pero no sé si pueda con mi genio. Pero, a pesar de todo, está historia no me desagradó. Para nada. Espero que les haya pasado lo mismo.

Estos dos me gustaron demasiado, así que, quizás, algún día me venga con alguna historita de ellos dos. No es seguro, pero veré que puede hacerse.

Ahora, sé que están ahí, así que ha llegado el momento de darle al botoncito violeta de abajo, ¿si?.

¡Gracias por leer!

-/Lean, escriban, sueñen, amen, sonrían.-/

-/Estrella-/