Shaina dormía boca abajo y con los brazos extendidos, uno de ellos tocando el suelo. Estaba muy cansada, el entrenamiento del día anterior había sido muy agotador. Estaba despierta pero sin abrir los ojos cuando sintió algo peludo rozar sus dedos, entonces es cuando se asomó al borde de la cama, donde vio a su conejo oler sus dedos.
Shaina sonrió a su mascota y se sentó en el borde su cama, levantó al conejo y lo colocó en su regazo donde lo acarició, recordando cuando llegó a ella.

Dos años atrás, su maestra fue encomendada a una misión por lo cual ella misma se buscó compañeras para entrenarse, consiguiéndose un grupo de chicas de su edad y las retó. No tuvo dificultad en vencerlas, al finalizar la jornada y con el ocaso del sol muy cerca, vio un conejo blanco detenerse a sus pies, curiosa, se quitó su máscara y se colocó de rodillas donde lo levantó, acunándolo en sus brazos cuando apareció un niño de cabello castaño; recordaba haberse puesto en guardia cuando empezó a sangrar su mano, el niño la vendó y no podía dejarlo de mirar. Recordaba el raro hormigueo en su estómago y estaba bastante confusa, el chico se fue rápidamente como lo había encontrado. Confusa, tardó un buen rato en darse cuenta de que el chico le había visto el rostro. Sintiéndose culpable y avergonzada, corrió hacia su cabaña donde estaba ahora, prometiéndose no contar el detalle de la máscara a su maestra.
Su maestra se opuso en un principio a que tuviera una mascota pero le prometió que la cuidaría y terminó aceptando.
Shaina colocó su conejo en el suelo de tierra y correteó hasta esconderse en una esquina. De mejor humor, la joven se acercó a un lavatorio donde se lavó la cara y se mojó su cabello verde, que le llegaba a los hombros. Sintió sus mejillas encenderse al pensar en aquel chico de cabello castaño y nuevamente, volvió a mojarse la cara.
"Olvídalo, Shaina. Es probable que no lo vuelvas a verlo. Te vio la cara" pensó mientras se secaba el rostro.
Ya había pasado cinco años desde que era la discípula de Sabik de Lince y muchas cosas habían cambiado: Contaba con catorce años, pintó su máscara con detalles alrededor de los ojos y tenía más control de su cosmos.
Alguien entró y Shaina se giró donde vio a una mujer adulta con una máscara plateada, cabello castaño hasta los hombros amarrado en una cola, un casco diadema que recordaba al rostro de un felino, hombreras, guanteras cortas, botas hasta las rodillas, todo el conjunto de su armadura de Lince de color de la miel.
— Buenos días, maestra—saludó Shaina colocándose su máscara, Sabik inclinó levemente su cabeza a la derecha.
— ¿Cuánto te tardarás en "acicalarte"? Hora de entrenar— exclamó Sabik de Lince y salió. Shaina sabía que el desayuno venia después del entrenamiento, eso fue siempre así y nunca se quejó. El entrenamiento era duro y lo sabía, era parte de su camino hacia su armadura de plata de Ofiuco. Quejarse no iba a con ella.
Cuando volvió a su habitación, abrió un baúl de madera donde estaba su armadura, no era de ninguna constelación ni de ningún rango y se lo puso. Dos hombreras cortas, rodilleras y coderas de color gris y la diadema de color azul, un fajín en la cintura de color amarillo y estuvo lista para salir.
— Volveré después— dijo Shaina a su mascota cuando se asomó por debajo de una sábana en el suelo.

Es un día agradable, el sol estaba arriba y el aire revoloteaba su cabellera verde, su maestra estaba de pie, observándola, Shaina avanzó hasta ella, colocándose frente a frente.
— Pensar que hace unos años atrás alzabas la mirada para verme— dijo Sabik sin ocultar su nostalgia y el cariño hacia su discípula, Shaina sonrió tras su máscara.— Has tenido algunos progresos y será cuestión de tiempo que reclames tu armadura de Ofiuco.
— ¿A quien tengo que reclamar, maestra Sabik?— preguntó Shaina.
—A nadie, es una prueba final. Aún no terminas tu entrenamiento, Shaina.

Sabik retrocedió, dando inicio que el entrenamiento, Shaina se colocó en guardia y el cosmos de su maestra empezó a arder, cubriéndola de un aura crema y ella no se quedó atrás.
Sabik alzó su mano derecha donde extendió sus dedos.
— ¡Garras trueno! — gritó Sabik, Shaina esquivó pero recibió el ataque, rodando por el suelo, se puso de pie y recibió otra tanda de golpes de su maestra. Cayó de rodillas y su maestra retrocedió. — Atenta, Shaina.
— ¡Garras trueno! — gritó Shaina y Sabik lo detuvo de un toque de su mano.
—¡Explota tu cosmos! Apenas me ha rozado.

Shaina volvió a ejecutar su ataque y se lanzó en una veloz carrera, donde extendió sus dedos y la atacó repetidas veces, Sabik esquivaba y dio una voltereta dándole una parada en la cara de Shaina. Su máscara salió volando y ella cayó de espaldas.
Se puso de gatas, buscando su máscara pero recibió un golpe de cosmos en su espalda.
Nunca des la espalda a tu enemigo, Shaina— aconsejó Sabik, Shaina tuvo que voltearse para cubrirse del ataque de su maestra con sus brazos. La joven elevó su cosmos y empujó a su maestra, se puso de pie y juntó ambas manos, como si estuviera agarrando una pelota, una esfera morada se formó y dio sendos golpes a su maestra.

Sabik esquivó pero recibió un par de golpes. Trastabilló y Shaina se colocó a su misma altura, donde le propinó un par de golpes y la garra trueno que le enseñó.
Sabik quedó con una rodilla en el suelo, jadeando. Alzó la vista y ve la mano extendida de Shaina.
— Has mejorado, niña— dijo Sabik— y recoge tu máscara.
Shaina ayudó a ponerse de pie a su maestra mientras iba buscar su máscara, se giró cuando vio a Sabik quitarse la suya, revelando unos ojos marrones y una nariz respingada, se acercó a su discípula.
— Mañana partiremos a Creta. Me han mandado a una misión ahí y creo que aprenderás muy bien si vienes conmigo.
Era la segunda vez que salía del Santuario y eso la emocionó.

Caía la tarde y Shaina estaba sentada en una columna derruida, con su conejo en el regazo, durmiendo mientras ella se terminaba su manzana cuando sintió un cosmos conocido y muy familiar. Hacia mucho tiempo que no lo sentía, exactamente hace tres años, se giró y vio a una adolescente, cabello azul hasta el cuello y una máscara, vestía el singular traje de entrenamiento. Era Beth y Shaina se puso de pie y corrió con el conejo en su brazo.
—¡Beth!
—¡Shaina!— saludó Beth mientras la joven de cabellos verdes la abrazaba con un brazo.
— ¡A los tiempos, Beth! Te he echado de menos— dijo Shaina, Beth se hallaba entrenando en Malta con un caballero de bronce de la constelación de Jirafa.— ¿Qué haces aquí?
—¿Podemos caminar un rato?— exclamó amistosamente y alegre Beth y Shaina sonrió, tomaron un camino que no podían encontrarse con nadie, donde se pudieron quitarse las máscaras, Shaina lo puso por debajo de su fajín amarillo pero Beth lo tenía en su mano
—¿Qué estás haciendo en Atenas, Beth?— preguntó Shaina mientras acariciaba su pequeña mascota.
— Sabes que me entreno en Malta pero mi maestro recibió una llamada del Santuario y por eso estamos aquí.
Shaina asintió, Beth fue destinada a Malta para aspirar a la armadura de Delfín. La joven aspirante vio el pequeño conejo.
—¿Tiene nombre?
— Asclepios.
—¿Cómo llegó a ti? —preguntó Beth mientras las dos se detenían a la espalda de un viejo templo abandonado, al frente se podía ver la ciudad ateniense, bajo una corona de árboles, Shaina pensó en mentirla pero declinó.
— Bueno…hace dos años, mientras regresaba de un entrenamiento, vi a Asclepios detenerse en mis pies, un chico intentó cazarlo para su cena. Le salvé la vida y me lo llevé.
— ¿Le diste una paliza? — preguntó levemente indignada Beth, no entendía porque alguien intentaría comerse algo tan lindo. Shaina sonrió.
— No lo hice— confesó— Pero algún día le daré una paliza si lo veo de nuevo— bromeó.


Afueras del Santuario.

Cuatro santos de bronce, en total desacuerdo con el actual Patriarca, se reunieron en una taberna, sin armaduras y con túnicas con capuchas, entre ellos estaba una adolescente de cabellos rubios, con una máscara que ocultaba su rostro. Uno de ellos era su maestro.
—Todo está listo— dijo el líder, su rostro estaba oculto bajo su capucha y su mirada se enfocó en la adolescente— No entiendo porque te has traído a una niña a esta reunión, Brutus.
—Porque es la flamante santo de Vela— dijo Brutus, el líder sintió la oleada de orgullo en su cosmos, la chica asintió.
— ¿Cómo te llamas?
— Nadae de Vela, señor— dijo la adolescente, el líder apartó su vista de la joven.
— Una más es mejor— dijo el otro santo de bronce.
—Muy bien y escuchen bien el plan, no lo volveré a repetir: Asaltaremos los aposentos del Patriarca dond esta un objeto muy poderoso ¿y como evitamos a los santos de oro? Conozco un atajo, lo tomaremos de sorpresa y escaparemos con el objeto. El que quiera echarse atrás puede hacerlo ahora— exclamó el líder pero al ver que estaban decididos, asintió— Bien, atacaremos la próxima noche.