El viaje les tomó toda la mañana, Shaina y Sabik estaban en el ferry que las llevarían a la isla Creta. Shaina aún no sabia la misión que fue encomendada a su maestra, no le preguntó puesto que esperaba que le dijese. Ella tenía los brazos apoyados en la barandilla y con la máscara en una mano, sintiendo la brisa marina rozar su joven rostro y los cabellos agitarse; tenia los ojos cerrados y al abrirlos, observó como el sol se ocultaba en el horizonte.
— Bella vista ¿verdad?— exclamó Sabik, colocándose a la derecha de Shaina, se reclinó y se quitó la máscara.
— Sí— musitó Shaina, girándose hacia ella, observando el perfil de bello rostro de su maestra.
— Los sacerdotes del templo Cnosos tienen en su poder una hidria de plata.
— ¿Hidria?— preguntó Shaina, levantando una ceja—¿Qué es eso?
— Es una especie de vasija de tres asas, generalmente están hechas de cerámica. Esta hidria, según se dice, perteneció a Athena.
— ¿Por qué lo tienen ellos?
—De acuerdo con los textos antiguos, en la época minoica, Athena fue a Creta a descansar, entre sus pertenencias estaba la hidria de plata donde guardaba el agua que bebía. Cuando estalló la Guerra Santa, abandonó Creta y dejó al cuidado sus pertenencias a los sacerdotes del templo Cnosos. Ellos le prometieron que les devolvería sus pertenencias.
— Y no lo hicieron— exclamó Shaina.
— La mayoría de sus pertenencias fue devuelta pero no la hidria. Es una vasija tan hermosa que se quedaron con ella. Han pasado los años y según Su Excelencia, debió ser devuelta hace doscientos años.
— Y así ¿te ha pedido que vayas a reclamar? — preguntó Shaina girándose hacia su maestra, ella la miró.
— Su Excelencia ha enviado cinco mensajeros en tres años, ninguno volvió— dijo Sabik y Shaina sintió un halo frío pasar por su espalda— No temas, jovencita— exclamó Sabik al sentir el escalofrío de Shaina mediante su cosmos.
— ¿Su Excelencia ha aceptado que vaya contigo?— dijo Shaina con un leve tono de indiferencia.
— No; yo se lo pedí—exclamó Sabik— Veremos cuál ha sido el error de nuestros mensajeros y nosotras evitaremos caer en ello. Confío que la hidria regresará con nosotras, al Santuario donde pertenece.
El ferry se detuvo y las dos mujeres guardaron sus máscaras y se colocaron las cajas de Pandora a la espalda, solamente el de Shaina no pertenecía a ninguna constelación.
Descendieron en silencio junto con el resto de los tripulantes y avanzaron por las calles de Creta, Shaina observó el ocaso del sol y los faroles empezaron a iluminarse.
Su estómago empezó a crujir del hambre, su maestra se giró y le ordenó colocarse las máscaras y así lo hizo. Se preguntaba cuando tardarían en llegar al templo Cnosos, seguía a su maestra por los callejones y subía por las largas escalinatas, le dolían las piernas y se preguntaba si era una prueba para demostrar su resistencia; usó su cosmos para calmarse y serenarse.


Ambas mujeres al fin habían llegado a su destino, el templo era mediano y con largas columnas corintias, las torretas tenían formas cónicas y el color del templo era un naranja oscuro; tenía un aspecto antiguo pero muy bien cuidado. En las escalinatas bajaba un anciano cubierto con una toga y una capucha ocultaba su cabeza pero podían ver su rostro. A Shaina le pareció que el anciano tenía cara de pocos amigos. Se detuvo a la altura de ellas.

— Soy la Santo de Plata Sabik de Lince y ella es mi aprendiz, hemos venido del Santuario para hablar con su Sacerdote Superior.
— Bienvenidas santos de Athena, soy Ulric, sacerdote ayudante, síganme por favor— dijo el anciano y les dio la espalda, subieron las escalinatas e ingresaron al recinto iluminados por antorchas. Shaina estaba muy curiosa, había puertas cerradas y se moría por saber que había dentro de esas habitaciones pero tuvo que contentarse con observar los cuadros pintados al óleo. Se percató que en algunos cuadros se recreaban algunas batallas, mucho tiempo atrás; incluso vio a tres caballeros de oro pintados.
Era un largo pasillo, Shaina sentía como su estómago protestaba, deseaba pedir permiso para retirarse a una taberna a su maestra pero no lo hizo, solía ser muy estricta y no la quiso poner a prueba.

Al final del pasillo había una doble puerta hecha de caoba y cerrada, el sacerdote se volvió hacia ellas.
— Espérenme aquí un momento, santos de Athena; iré a informar de sus presencias a mi superior— anunció el anciano mientras Shaina giró su cabeza hacia su maestra.
— ¿Él se refiere a mí…como santo de Athena?
— Parece que sí.
— Aún no lo soy.
— Lo sé pero ¿no es genial que te digan así?— bromeó Sabik, Shaina sonrió pues era muy raro que su maestra bromeara. Sabik examinó tras su máscara a su discípula— Te noto ansiosa— Shaina, incapaz de seguir ocultando dijo suavemente.
— Tengo tanta hambre que me comería un minotauro— bromeó. Sabik sonrió y ella lo supo.
— Yo también pero será cuestión de tener paciencia, Shaina.

El anciano regresó y les informó que podían ingresar; las dos entraron a la estancia tan amplia, largas columnas se perdían de vista y la tarima era elevada donde en un sillón forrado de terciopelo estaba el Sacerdote Superior; no era viejo pero se podían ver las canas en las sienes y las patas de gallo en los ojos. Miraba de forma curiosa y algo de presunción a las mujeres, Sabik y Shaina hicieron una leve reverencia e hincaron una rodilla al suelo.
— ¿Qué les trae a este templo, Santos de Athena?
— Con todo mi respeto, ordenes de Su Excelencia del Santuario— anunció Sabik, alzando la mirada, oculta tras la máscara plateada, el Sacerdote Superior se removió de su asiento y siguió comiendo las uvas que estaban en una bandeja de oro.
— ¿Del Patriarca Arles del Santuario? ¿El que representa a su Diosa Athena?
— Así es, Honorable Sacerdote— dijo Sabik.
— ¿Y cual es esa orden?— preguntó el Sacerdote Superior, Shaina supo que lo preguntaba por preguntar.
— Devolver la hidria de plata al Santuario— exclamó Sabik, el Sacerdote Superior estaba incómodo, frunció el ceño.
— La hidria de plata nos pertenece, santo de Athena.
— Con todo mi respeto, honorable; en realidad le pertenece a nuestra Diosa Athena. La hidria le pertenece y dejó al cuidado de ella a ustedes, les confió.
— Pero nunca lo reclamó así que es parte de nosotros— dijo el Sacerdote Superior, Shaina rodó los ojos y se sintió tentada de hablar.
— Nuestra Excelencia, que es el representante en la tierra de nuestra Diosa Athena, ha solicitado que la hidria sea devuelta.—repitió Sabik, humedeciéndose los labios.
— Con mi permiso, mi maestra tiene razón. La hidria pertenece a Athena y dejó su hidria para que ustedes lo cuiden— dijo Shaina y se puso de pie— Dejé que mi amiga cuide mi mascota hasta que regrese, eso no la hace que sea suya.
— ¿Quién es esta niña?—preguntó el Sacerdote Superior de malas maneras, Shaina sintió las mejillas encenderse pero no retrocedió.
— Es mi aprendiz— dijo Sabik sin voltearse.
— Le falta educación— sentenció el Sacerdote Superior, Sabik se volteo ligeramente, Shaina volvió a hincar una rodilla al suelo.
— Siento la interrupción, su Señoría— exclamó Shaina pero no se arrepintió de lo que hizo.
— A pesar del descaro de mi aprendiz, tiene razón— dijo Sabik y se puso de pie— Ella dejó al cuidado su mascota, regresará por ella después de esta misión; su compañera y amiga no es dueña de su mascota.
— ¿Acaso regresará después de doscientos años?— se burló el Sacerdote Superior, Sabik apretó los dientes.
— ¿Qué pasó con los mensajeros que han venido aquí hace tres años?— inquirió Sabik, el Sacerdote sonrió con malicia.
— Fueron retados…y vencidos— dijo el Sacerdote— Hice un trato con ellos. Si ganaban, se llevaban la hidria de plata— y se inclinó un poco— El duelo es a muerte por supuesto.
— Ya veo— exclamó Sabik, entendiendo todo— ¿Quién los reta?
— Ayax el Sanguinario, el guerrero más poderoso de Creta. Si es vencido, la hidria regresa al Santuario pero si gana, la hidria se quedaba aquí. Tus colegas aceptaron y pagaron con su vida.— dijo el Sacerdote Superior, Sabik se humedeció los labios.
— Reto a su guerrero— anunció Sabik, ella había escuchado rumores sobre un asesino cavernícola en Creta, los mensajeros pensaban que se trataba de un hombre simple, el Sacerdote sonrió.
— Será un honor.
— Pero yo no lucharé— dijo Sabik, el Sacerdote abrió los ojos de la confusión— Lo hará mi aprendiz.

Shaina agradecía tener puesta su máscara ya que tenia la boca abierta, la cerró rápidamente y sintió como si alguien la hubiera golpeado en la cabeza o si alguien golpeó en la cabeza de su maestra.
— ¿Estás segura? ¡Es apenas una niña!— exclamó el Sacerdote, Shaina se irritó al escuchar nuevamente la palabra "niña" dirigida a ella, se puso de pie.
— ¡No soy una niña! Tengo catorce años y acepto el reto contra el Ayax— explotó Shaina, Sabik la miró y nuevamente miró al Sacerdote, que fruncía el ceño.
— Está bien; al despuntar al alba, tu adolescente luchará contra mi guerrero. Recuerda que es a muerte y tienes hasta las cinco de la mañana para echarte atrás.
— Lo tendré en cuenta, Honorable y espero que cumpla su palabra si mi aprendiz derrota a su guerrero.
— Lo dudo pero doy mi palabra.
Shaina sintió un hormigueo en el cuerpo y se preguntó si no había cometido un error grave. Se maldijo entre dientes.