La máscara de Shaina estaba en la mesa de madera, mirando hacia el techo mientras ella no se sentía con ánimos de comer, no podía creer que tan sólo hace unas horas se moría de hambre. La perspectiva de luchar contra una mole no le entusiasmaba además, del hecho que podía morir se replanteaba varias cosas. Su maestra agarraba un pan pita donde colocaba lonjas de queso feta y lo doblaba; ella miraba a su discípula, sin máscara.
Se hallaban en una habitación del mismo templo, el Sacerdote Superior aceptó darles alojamiento para pasar la noche; aquella habitación era chica, lo suficiente para tener una mesa de madera y dos camas con sábanas blancas. Las cajas de Pandora de las mujeres se hallaban en la puerta.
— Deberías comer, Shaina. Mañana necesitarás toda la fuerza para tu pelea— aconsejó Sabik y dio un bocado de su emparedado, Shaina alzó la mirada hacia su maestra.
— ¿Por qué no tú, Sabik? — preguntó Shaina, ella sabía que si no tenia la máscara puesta, podía tutearla, Sabik sin máscara para Shaina era como hablar con una amiga mayor. Sabik dio un sorbo de su café.
— Porque necesitas aprender, Shaina. El tiempo que yo luchaba y tú eras la espectadora, ya pasó.
— ¿Es normal tener miedo?— preguntó Shaina cogiendo una aceituna Kalamata y dando al fin un bocado. Sabik dejó el pan pita, y apoyó su mano sobre la de su discípula.
— El miedo es un sentimiento normal, tan normal como amar o comer; eso nos hace humanos. Si no controlamos nuestros temores, en un campo de batalla; terminaremos muertos.
— ¿Debemos controlarla?
— Si, no digo que no debas sentir miedo, Shaina. Cuando tengas temor, debes serenarte y usarlo a tu favor.
— ¿A favor?
— Luchar por tu vida y por la vida de tus colegas de armas. Confía en tus habilidades sin caer en el exceso.
Shaina asintió y se llevó una lonja de queso feta a la boca, sintiéndose un poco mejor.
— No creas que te dejaré sola, Shaina. Intervendré si tu vida está en real peligro; te estimo mucho— dijo Sabik y le sonrió.
— Gracias, Sabik— exclamó Shaina, sintiéndose un poco mejor y sonrío. Entonces, Sabik volvió a dar otro mordisco a su pan pita con queso y la joven estrujó las aceitunas en su pan y dio un bocado.
—Está delicioso, amo las aceitunas.


El sol ya salía en el horizonte y Shaina se colocaba su diadema casco; su armadura estaba al completo: hombreras cortas, rodilleras y coderas, guantes hasta la muñeca y un peto que llegaba a cubrir su abdomen, todos de color gris mientras su diadema era de color azul, se ató el fajín amarillo a la cintura y cogió su máscara, contemplándola; Sabik le tocó el hombro y ella se giró; ella ya tenia su armadura puesta y la máscara ocultaba su rostro.
— Es la hora.
— Sí, maestra— dijo Shaina y se colocó la máscara donde dos sombras con rayos bordeaban los ojos.

Regresaron a la misma sala donde estuvieron la noche anterior pero esta vez estaba una tarima, un grupo de sacerdotes estaban sentados en los asientos que bordeaban la tarima, como espectadores, el Sacerdote Superior estaba en su sillón, observando todo. Las dos mujeres avanzaron por la sala, recibiendo las miradas de los presentes.

— ¿Tu aprendiz está lista?— preguntó el Sacerdote Superior.
— Lo está— exclamó Sabik y susurró suavemente en el oído de Shaina.
— Mantén tus sentidos alertas, no me extrañaría que cambien las reglas para ganar a toda costa. Sé más lista que ellos.
—Sí, maestra— susurró Shaina.

Sabik se sentó en el lado derecho de la tarima, en la esquina algo alejada de los sacerdotes mientras Shaina subía a la tarima, usó su cosmos para serenarse. Se colocó en el centro a la espera de su rival, quien no tardó más de tres minutos cuando apareció: era muy alto y fornido, la cara estaba llena de cicatrices y ojos negros como la noche, la cabellera era larga que le llegaba la cintura y solamente usaba un pantalón raído. Shaina tragó saliva, su cabeza le llegaba al hombro de Ayax y sintió el cosmos de su rival arder.

Shaina no perdió el tiempo, empezó a subir y arder su cosmos, cubriéndose de un aura plateada mientras el otro de un aura azul.
— Te aplastaré, muñeca— exclamó Áyax, sonriendo de forma macabra, mostrando sus dientes deformes y amarillos. Shaina respiró hondamente mientras se colocaba en guardia.

La mole empezó a atacarla con puñetazos rápidos, Shaina esquivaba a duras penas, sorprendiéndose de la velocidad. Dio una voltereta de espaldas y elevó su mano derecha, extendiendo los dedos.
— ¡Garra trueno!— gritó Shaina, Ayax retrocedió y logró cubrirse. Shaina rodó por el suelo y recibió una patada de Ayax y la cargó, Shaina se retorcía y fue lanzada pero ella se movió en el aire y cayó con gracia en el borde de la tarima.
Se dio la vuelta y ve que está tan cerca de ella que se lanza a la izquierda y ve como Ayax saca un pedazo de la tarima con un golpe de puño.
— Te mueves mucho, maldita niña— maldijo Ayax y extendió su mano donde una bola de cosmos se dirigió con velocidad a Shaina, ella lo esquivó— ¡Voy a terminar con esto!— dijo Ayax y sacó una cimitarra.
— ¡Las armas no están permitidas!— gritó Sabik indignada.
— No he dicho tal regla, santo de plata— dijo el Sacerdote Superior con avidez de sangre, Sabik apretó los dientes. Shaina se humedeció los labios y se colocó en guardia. Un pie adelante y otro atrás, alzó su brazo derecho, extendiendo su mano mientras el izquierdo, en puño, lo apoyaba al costado de su cintura.

Ayax blandió su cimitarra en todos lados, Shaina esquivaba cuando uno de esos golpes le rozó la cara, cortando la parte inferior de su máscara, dejando al descubierto su boca.
— ¡Quiero ver tu cara cuando te mate!—gritó Ayax.
— Si me ves mi cara…no tendré más remedio que matarte; bola grasa— dijo Shaina y dio un impulso en el aire y dio una voltereta a la espalda de su rival.

Shaina cayó de rodillas, bastante alejada de su rival y juntó sus manos como si agarrase una pelota invisible, acumuló su cosmos y lo elevó al máximo. Pensó el nombre de su técnica y atacó a Ayax. Sus puños se movían con rapidez por lo cual Ayax perdió el control de su arma y recibió los ataques de Shaina.
La joven de cabellos esmeraldas dio un salto y acumuló sus cosmos en su pie derecho, dándole una patada, lanzándolo fuera de la tarima.
Ayax se deslizó por el suelo hasta estrellarse a una columna mientras la joven caía con gracia, se puso de pie y sonrió.
El único sonido de un aplauso provenía de Sabik; el Sacerdote Superior estaba molesto.
— Has prometido dar tu palabra, honorable. Mi aprendiz logró derrotarlo.
— Ha hecho trampa.
— No seas mal perdedor— dijo Shaina de malos modos, cruzándose de brazos, el Sacerdote Superior lanzó un resoplido.
— Está bien, traigan la hidria y dénsela a esta mujer.
Shaina bajó de la tarima y se acercó a su maestra, muy satisfecha de sí misma, Sabik recibió la hidria en una caja de cedro forrada de terciopelo.
— Lo has hecho bien, Shaina— susurró Sabik y su discípula le agradeció mediante cosmos


Shaina veía el ferry anclado en el puerto, listo para zarpar, las dos formaban la fila de viajeros que iban a subir a dicho transporte acuático, la gente veía de forma curiosa a las dos viajeras ya que llevaban dos cajas enormes en la espalda mientras la más joven una pequeña en las manos. Se subieron y se dirigieron a la parte más alejada del ferry.
— ¿Entraré al templo del Patriarca?— preguntó Shaina dejando la caja que contenía la hidria en una banqueta mientras sujetaba con su mano, Sabik dejó la caja de Pandora en el suelo y captó algo de emoción en el cosmos de su pupila.
— No, iremos a Larisa— dijo Sabik— Una vez que lleguemos al continente, tomaremos un tren que nos llevará allá.
— Oh— dijo Shaina mientras se retiraba la máscara para sentir la brisa marina, el ferry ya estaba zarpando— ¿El Patriarca no estará esperando la hidria?
— El Sacerdote Superior aceptó darme un mensajero y a él le di el mensaje que conseguimos la hidria pero nos desviaremos por el camino.
— ¿No lo malinterpretará?— preguntó Shaina mientras Sabik se sentaba en la banqueta y se retiraba la máscara, sus ojos marrones brillaron.
— No, le expliqué la razón— exclamó Sabik y alzó las cejas, Shaina esperaba que le dijera el porque y Sabik carraspeó— ¿No lo adivinas?

Shaina pensó unos segundos y abrió los ojos, resaltando bastante el color esmeralda.
— ¿En Larisa está mi armadura?
— Así es.
Y mil emociones pasaron por el torrente sanguíneo de Shaina, sin poder evitarlo sonrió de oreja a oreja.
— Haz aprendido mucho, Shaina; cuando me fui a una misión; te entrenaste por tu cuenta y eso me gustó. Ahora estos años, controlas bien tus cosmos y nuestros combates están algo igualados…
— Y derroté a ese tal Ayax armado.
— Eso también— exclamó Sabik, sonriendo ampliamente y colocó una mano en el hombro de su pupila— Serás una gran santo de plata, Shaina.