Capítulo 6

Creta. Shaina recordaba muy bien esa isla y nuevamente irá allí.

No irá sola; el Patriarca le encomendó esa misión con dos compañeros: una santo como ella, de cabellera roja rizada y corta mientras el otro, un caballero dorado perteneciente a la undécima casa del Zodiaco.
El Patriarca les dio la razón: Recibió un mensaje del Sacerdote Superior, suplicando ayuda puesto que alguien los estaba atacando y los tenía retenido en el mismo templo Cnosos. El Patriarca no quiso ayudarlos en un principio debido al caso de la hidria pero decidió hacerlo mandando a las dos caballeros y al dorado, Camus de Acuario, con la orden de capturar vivo al agresor y mantenerlo en el ataúd de hielo.

Sospechaba que Ayax el Sanguinario se haya vuelto loco, si no lo estaba antes. Tal vez molesto debido a la derrota, empezó a atacar a los sacerdotes; la joven de cabellos verdes solo especulaba.
El viaje estaba silencioso: la mujer de cabellera roja estaba reclinada en una pared y el santo de Acuario no estaba en ese momento; por alguna razón, Shaina le gustaba ese silencio.
—¿Tú has estado en Creta, verdad?— preguntó la mujer llamada Marin, perteneciente a la constelación de Águila.
— Si— exclamó secamente Shaina, sin ganas de entablar una conversación.
— Veo que no eres habladora
— Mis puños hablan por mí.

Marin se sentó al frente de Shaina, donde se miraron, las dos portaban las máscaras. Marin se aprestaba a hablar de nuevo, cuando apareció el santo de acuario bajo la puerta de la habitación del ferry donde viajaban.
— Hemos llegado— anunció de manera escueta y se dio la vuelta para retirarse.

Como la última vez que estuvo en la isla, Shaina veía el sol ocultarse mientras avanzaba por las calles de Creta, le sorprendió verla tan silenciosas y vacías. Una ola de nostalgia y pena pasaron por el corazón, recordaba el momento que iba siguiendo a su maestra, Sabik. Marin se giró y Shaina observó la máscara enteramente plateada de la chica.
— ¿Estás bien?— preguntó Marin de Águila. Shaina entendió la pregunta, dejó que su pesar saliera a flote.
— Estoy bien, sigue caminando.

Marin se dio la vuelta y siguieron avanzando por las pedregosas calles de Creta.
Llegaron al templo; en la entrada ya había tres personas, que se pusieron de pie y observaron a los recién llegados. Esas tres personas, de los cuales dos portaban armaduras negras, el otro era el mismo Ayax.
— Santos negros— murmuró Camus. Uno de ellos, con la armadura negra de Hidra se acercó.
— Tal vez vienen por la hidria de plata— exclamó el Hidra negro.
— Díganos donde está y les perdonaremos la vida.
— Vienen tarde, muchachos—exclamó Shaina y señaló con su índice a Ayax— Él debió decírselos.
— ¡Estaba inconciente, maldita!— gritó Ayax, con los ojos desorbitados.
— Ah, cierto, te dejé inconsciente. De todas formas, la hidria me lo llevé al Santuario— aclaró Shaina y Camus asintió.
— Eso es cierto. Yo tuve el privilegio de guardar la sagrada hidria de plata—exclamó Camus.
— Entonces, morirán— exclamó el otro caballero negro, que portaba la armadura negra de Lobo.
— Yo los contendré, sigan adelante ustedes dos— murmuró Camus a las dos santos. Ellas emprendieron una carrera veloz por las escaleras, Ayax y los otros dos intentaron hacerlas daño pero fueron inmovilizados por un halo frío.
— Ocúpense primero de mí. Ya veremos si aún quedan en pie para enfrentarlas a ellas— dijo Camus, avanzando lentamente mientras una esfera de hielo flotaba en la palma del santo de Acuario.

Shaina y Marin entraron al templo y corrieron por los pasillos, iluminados por las antorchas hasta llegar a la puerta ancha, Marin empujó con la mano y vieron la enorme estancia, donde las columnas se perdían en el techo y la tarima con la silla de oro, vacía pero con el Sacerdote Superior en el suelo, hecho un ovillo. Ahí en el sillón estaba sentada una mujer: una armadura igual al de Shaina pero en color negro y un santo con la armadura negra de Unicornio, de pie. Shaina quedó perpleja viendo a la mujer que portaba una muy parecida a su armadura, la máscara de aquella mujer era de un azul oscuro.
— ¿Han venido por la hidria de plata,?— preguntó Marin, el santo negro de Unicornio se acercó mientras se crujía los nudillos.
— No esta aquí— exclamó el Sacerdote.
— Ya me di cuenta—dijo agriamente Ofiuco negro, luego se puso de pie— ¿Ella se lo llevó?

El Sacerdote se giró y vio a Shaina, abrió los ojos.
— Reconozco la máscara pero está distinta la ultima vez que la vi, pero si es ella.
— Bien; después de acabar con ellas, iré al Santuario.
— No lo harás— exclamó Shaina y se lanzó con los dedos extendidos— ¡Garra trueno!

Unicornio Negro se interpuso, dándole una patada en el abdomen de Shaina haciéndola rodar por el suelo, Marin se adelantó donde esferas plateadas salieron de sus puños, Unicornio negro recibió el ataque, cayendo de espaldas.
Marin avanzó hacia Ofiuco negro y dio un salto en vertical, extendiendo su pierna izquierda dispuesta a propinarle una patada, Ofiuco extendió dos dedos de los cuales salieron ráfagas oscuras, Marin las esquivó y se desvió de su rumbo, cayendo de pie.

Se giró y no vio a Ofiuco, preguntándose a donde habrá ido cuando alguien la llamó.
Se giró y vio a un muchacho, cabello y ojos cafés con ropa de entrenamiento amarillo.
— ¿Seiya? ¿Qué haces aquí?— preguntó Marin, perpleja. Seiya se acercó a la altura de Marin y recibió un golpe en la espalda, una gran esfera morada le había atacado, deslizándose por el piso hasta llegar a la base de la columna.

Shaina se puso de pie, agarrándose la cabeza y alzó su vista; vio a Ofiuco negro en el suelo junto con Unicornio negro; no se movían y una mujer estaba de pie ante ellos. Una mujer de cabellos azules y ropa de entrenamiento, Shaina sintió una conmoción en su corazón.
—¿Beth?— preguntó, sin poder creérselo, ella se quitó la máscara y reconoció su rostro pero era imposible, ella había muerto en sus brazos y la había enterrado. Shaina se puso de pie y avanzó hacia Beth— ¿De verdad eres tú?
— Sí— afirmó Beth y avanzó hacia Shaina con una mano extendida, la joven se dio la vuelta y vio una sombra negra y una esfera morada dirigiéndose a ella. Lo esquivó por los pelos.

Era una ilusión, Beth había desaparecido y en su lugar estaba Ofiuco negro burlándose.
Shaina se puso de pie, furiosa. Unicornio negro se puso de pie y saltó para atacarla, entonces Ofiuco se giró y le propinó una patada en la cara, mandándolo a chocar contra el sillón, dándole vuelta. Ofiuco negro se había lanzado contra Shaina, esquivándola.

Ambas extendieron sus manos, un aura morada rodeó a Shaina y un aura azul rodeó a Ofiuco negro.
— ¡Garra de la muerte!— gritó Ofiuco negro corriendo con una gran velocidad.
— ¡Garra trueno!— gritó Shaina, elevando su velocidad mediante cosmos. Los dos ataques chocaron y rebotaron, lanzándolas de espaldas, Ofiuco negro se puso de pie y dio un salto hacia Shaina, aterrizando en su abdomen y dio una voltereta.

Shaina gruñó y se puso de pie, Ofiuco negro extendió su pierna y Shaina la bloquea mientras le dirigía un puñetazo, deteniendo con su palma de la mano.
Shaina retrocedió, sintiendo como una línea de sudor surcaba por su frente, Ofiuco negro levantó ambas manos y las bajó con violencia, tres líneas verticales de energía negra se dirigían de forma veloz hacia Shaina, ella se movió pero recibió de lleno el ataque.

Cayó de costado, sintiendo un dolor terrible en el brazo y Ofiuco negro se coloca a su altura, donde extendió su mano, lista para cortarle el cuello.
— ¡Puño meteoro!— gritó Marin, Ofiuco saltó al ultimo minuto y dio una voltereta, cayendo al otro lado de la habitación.

Shaina se puso de pie, jadeante y sintió un gran poder de cosmos, las dos chicas supieron quien llegaba así que no se giraron. Camus de Acuario hizo su entrada, su capa ondeaba mientras ingresaba al salón.
— Caballero dorado de Acuario— exclamó Ofiuco, ladeando su cabeza, su cabellera café oscura ocultó parcialmente su máscara.
— Sólo quedan ustedes dos— exclamó Camus mientras Unicornio negro se ponía de pie y retrocedía, donde se colocó al costado de Ofiuco.
— ¿Por qué tanto interés en la hidria de plata?— preguntó Marin.
— Porque si la bebe un mortal, tendrá un poder digno de los dioses— exclamó Ofiuco negro.
— Eso es una leyenda urbana— exclamó Camus y avanzó dos pasos— Tendré que eliminarlos.
Ofiuco supo que la batalla terminó cuando entró el caballero dorado, entornó su vista y se giró; dándoles la espalda.

Todo sucedió muy rápido: una vez de espaldas, juntó ambas manos donde una gran esfera de cosmos se acumuló, Unicornio tiró al piso unas piedrecillas, donde salieron un humo negro intenso, Ofiuco negro con el cosmos en las manos, reventó el muro. Juntos saltaron al vacío, Shaina avanzó en medio del polvo negro hasta llegar al agujero, donde no vio por ningún lado a los santos negros, se giró frustrada.
— Han escapado— exclamó Marín.
— ¿Ayax?— preguntó Shaina acercándose a ellos.
— En una tumba de hielo, los otros dos han muerto—exclamó Camus— Y creo que no lo volveremos a ver a esos dos, así que volvamos al Santuario; yo llevaré el ataúd.

Camus les dio la espalda y desapareció de la estancia, el Sacerdote, mudo testigo de la pelea se puso de pie y avanzó hacia donde estaban las chicas.
— Gracias— murmuró temblando, Shaina lo ignoró pero Marin lo tranquilizó un poco.

Shaina caminaba por los pasillos, sintiendo como su brazo le ardía, tenia dos cortes que sangraban y odiaba el hecho de no haber derrotado a su par vestido de negro.
— ¿Estás bien?— preguntó Marin, dándole el alcance.
— Estoy bien—exclamó Shaina.
— Puedo curarte esa herida— exclamó la santo de Águila.
— No; yo puedo curarme— dijo Shaina y la encaró— Todo irá bien si te quedas en silencio; no eres mi amiga para que te preocupes por mí.
— Pero somos compañeras de armas. Uno debe proteger las espaldas del otro.
— Yo puedo sola— dijo Shaina y le dio la espalda; Marin chasqueó la lengua y avanzó.

Todo había salido mal, no contaba que la hidria no se encontrase en el templo Cnosos, su líder se iba a enfadar mucho y eso significaba morir. No era tonta, no iba a regresar allá; escaparía. No sabía dónde pero estaría a salvo en cualquier lado menos en la isla Boa Vista. Pero no le preocupaba demasiado, iría a la Isla Rodas donde estaban sus compañeros, sus verdaderos aliados.
Unicornio manejaba el bote, muy atento en los suyo, él estaba muy ligado al líder que odiaba tanto, y no podía llevarlo a la Isla Rodas. Ella estaba a su espalda, apretando los dientes; si no se hubiera presentado el santo de Acuario, pudo haber terminado con ellas dos. Unicornio negro estaba dispuesto a regresar a la isla Boa Vista y ella no quería hacerlo; el líder seria ser muy agresivo.

Ofiuco negro tomó una decisión, se puso de pie y Unicornio negro se giró levemente.
— ¿Pasa algo, señora? — preguntó.
— No— dijo Ofiuco Negro, veía el puerto de Creta muy lejos, extendió su mano, juntando sus dedos y le cortó la nuca al desprevenido caballero negro.

Unicornio Negro cayo de cara, agonizante, Ofiuco negro le agarró de la armadura y lo lanzó por la borda.
Lo vio hundirse y ella misma tomaría las riendas del bote, a cualquier lado menos la Isla Boa Vista, el lugar donde estaban ubicados la siniestra Orden Negra.