- ¡Christa! ¿Cuánto más debo esperarte? ¡No quiero llegar tarde a mi primer día! - Mikasa gritaba hacia el interior del inmueble desde el umbral de la puerta, su pierna se movía frenética presa de los nervios por el retraso que no tenía presupuestado
- ¡ya voy! ¡Lo siento! - la voz de la rubia comenzó a cobrar fuerza a medida que se acercaba a la puerta - lo siento, el niño despertó y comenzó a llorar, Carla desespera, creo que ya perdió la costumbre de maternar considerando que su hijo ya sobrepasó con creces la veintena
Se unió a Mikasa y caminaron a paso rápido entre las ajetreadas calles de Shiganshina. Desde que Eren fue a la guerra su esposa Christa recibe ayuda monetaria del gobierno, pero al tener un gran deseo que no perder su autonomía se vio en la urgencia de buscar un trabajo, la guerra que iba a durar tan solo un par de meses llevaba ya seis y sin luces de amainar, por lo que el estado comenzó con las madrinas de soldados tal como los soldados franceses anteriormente, las madrinas reciben correspondencia de soldados quienes no tienen familia o la cual está muy al interior de los muros y las cartas no logran llegar dado que el ferrocarril aún no está habilitado para nada más que el tránsito de civiles, así como hay otros que buscan entablar una relación significativa, sin importar la índole pero que los motive a subsistir el caos con la promesa de tener algo aguardando por ellos.
"Las madrinas responden varias cartas al día con seudónimos diferentes, deben darles a los soldados el confort y aliento que necesitan, no importa si dicen querer ser sus enamoradas cuando no pretenden serlo, aquel con el corazón roto puede vivir en cambio la desesperanza en el campo de batalla es mortal, por eso es importante que su identidad real no sea revelada y sólo manejen seudónimos a menos que su intención sea establecer una relación con aquel hombre"
Esa fue parte de las instrucciones que recibió Mikasa en su entrevista de trabajo. Mikasa era la hermana adoptiva de Eren, fue criada por los Jeager desde la tierna edad de nueve años luego de que la guerra anterior cobrara la vida de sus padres que eran provenientes de Asia, cuando el doctor Grisha murió, ambos, Mikasa y Eren tenían 18 años, con el fin de ayudar a Carla quien se vio en la obligación de dejar las labores del hogar y buscar trabajos para mantener a sus hijos, Mikasa ayudaba en labores como remendar y bordar habilidad que heredó de su madre, hacer mandados y labores de limpieza en casas de familias acomodadas, Eren por su parte tomó el que solía ser el mejor camino para un joven sano y valiente, se enlistó en el ejercito logrando así ayudar a su madre y hermana, ante los rumores de disputas con Marley que pronto crecieron en la posibilidad de una nueva guerra, las casas de familias adineradas decidieron migrar de la abierta zona portuaria de Shiganshina a la seguridad que podían proveer los terrenos amurallados del interior, perdiendo esa fuente laboral por lo que la ayuda de Eren fue vital. Eren conoció a Christa en ese período, era la hija de una sirvienta en una de esas casas a las que solían ir a prestar servicios, luego ambos ante la incertidumbre de la seguridad de la isla decidieron no esperar y casarse, formando un familia que pronto sumaría un miembro al año de matrimonio. Así entonces Mikasa tomó un trabajo como el que tuvo en sus inicios Carla, trabajaba de mesera en una taberna cerca del puerto lo que le permitía vivir sin excesos pero de forma decente.
(Flashback)
El ambiente de una taberna de marineros podría no ser el mejor lugar para una atractiva joven en sus veinte, sin embargo Mikasa disfrutaba ese trabajo, hubo solo una ocasión en que uno de los hombres faltó el respeto a la chica pero ella sin ayuda hizo valer sus derechos demostrando que no sólo podía servir comida y cerveza, también podía golpear como uno de ellos, nunca más nadie se atrevió a propasarse con la "belleza salvaje" como la bautizaron. Ella disfrutaba mucho su trabajo, principalmente porque adoraba oír las historias de los marinos, sus mitos y leyendas, aquellos amores de desgarradoras despedidas y prometedores retornos, por que si había algo en ese corazón oculto en su mirada severa, era romance, por lo que Mikasa esperaba que el dinero alcanzara para vivir y darse un sólo lujo, leer, en el pueblo tan pequeño y sin embargo tan concurrido, no le daba la emoción suficiente que su vida necesitaba, soñaba con cruzar el mar y conocer un amor que encendiera su corazón, es por eso que llenaba su alma de los mas dulces poemas y las dramáticas novelas de amor. Hannes era un Soldado que conocía a los Jeager desde sus inicios, cuando sólo eran Carla y Grisha, él trabajó mucho tiempo en misiones al interior de las murallas, utilizaba esos viajes para traer libros para Mikasa, fue donde se enamoró del romance, luego cuando la unidad naval comenzó a cobrar fuerza Hannes se enlistó ahí, trayendo con él libros desde el mundo directo a sus soñadoras manos, incluso algunos en idiomas que no entendía pero que eran hermosos. Fue así que ella misma comenzó a crear sus propias historias y poemas, de lo que su corazón devoraba en los libros e historias de marinos, a veces al salir de la taberna iba al muelle y se sentaba a leer o escribir por horas, otras en la rivera del mar
- quizás en uno de esos barcos que están llegando al muelle podría venir el amor de mi vida -Pensaba secando los vasos afanosamente mientras veía por la ventana de la taberna que daba al muelle - ¿será él? ¿o quizás aquel? sí, podría ser él, ¿vendrá aquí? ¿cruzará por esa puerta con el corazón casado con el mar y entonces al verme sabrá que soy yo su nuevo amor? ¿Como las sirenas que atraen con su canto a su amor? quizás, si lo deseo fervientemente mi anhelo se vuelva canto, un canto tan ligero que pueda viajar sobre las olas, pero tan tenaz que logrará atravesar las mareas más insurrectas y llegar directo a los oídos de aquel que sea el único que pueda oírme, aquel que espera por mi y solo por mi, como el canto de una sirena, traerlo con mi voz y arribe después de pasar las más tempestuosas tormentas y diluvios a mi solitario corazón, ¿lo sabré? ¿mi corazón dará un brinco cuando mis ojos lo reflejen? ¿sentiré el golpear de mi sangre contra mis venas al verlo aparecer entre la espuma de las olas?
- Mikasa, ¡Mikasa! - la inoportuna voz de su jefe venía a bajarla de su sueño
- ¿si? disculpe usted, estaba pensando - sacudió ligeramente su melena azabache para volver más prontamente a la realidad
- ¡niña tú pareces siempre estar en las nubes! ¿acaso estás enamorada? - el hombre la miró sonriendo
- ¿enamorada yo? no señor - respondió tristemente pues estaba tan ansiosa de estarlo alguna vez, de tener su propia historia de amor, de poder escribir sobre ella y quizás, sin ser ambiciosa, que otros quisieran leerla y emocionarse a través de ella, pero eso era algo que la joven guardaba con recelo para su fuero interno, ese romanticismo empedernido era algo que no compartiría con nadie más que con quien llegara a su costa, navegando con la vela del amor mas honesto y sólo para ella
- Bien, entonces ¿puedes ir a tomar el pedido de la mesa de allá? - su Jefe apuntó la locación - creo que necesitan comer más de lo que ese vaso necesita otra repasada
- ¡de inmediato señor!
Mikasa le sonrió disculpándose por permitirse soñar despierta en su horario laboral y se dirigió presta al servicio, se acercó a la mesa tomando su libreta de pedidos y un lápiz, ambos hombres dirigieron su mirada a la servicial muchacha, siendo el joven del par herido de muerte por cupido en el acto
- buenas tardes, disculpen la tardanza ¿Qué van a ordenar?
Esta oferta tan simple en compañía de la sonrisa angelical de la joven de rasgos exóticos, fue todo lo que el joven que en compañía de su madre esperaban sentados por algo que batallara el hambre y la sed, necesitó para caer en el embrujo del amor, no pudo más que mirar anonadado a la joven sin poder articular un sólo monosílabo, ante el inesperado silencio, su madre en sabiduría de la abrupta enfermedad que su hijo había contraído respondió las preguntas de la muchacha
- dos sopas de mar y una jarra de sumo por favor - La mujer sonrió cordial a la joven que anotaba con dedicación sus demandas, sonrió una segunda vez antes de retirarse y Jean entonces fue dado con el golpe de gracia.
Los Kirschtein eran una familia proveniente del interior de los muros, se habían mudado recientemente a Shiganshina para entablar el negocio familiar más cerca de la zona portuaria con fines comerciales. Jean volvió a la taberna a veces sólo por un vaso de sumo con tal de ver a la graciosa azabache ir de mesa en mesa con esa maravillosa sonrisa, por su parte Jean Kirschtein comenzó a causar un enorme furor entre las damiselas en edad de matrimonio, un joven nuevo, alto, cabello castaño y ojos de sol, muchas jovencitas iban al puerto a verlo ayudar a su padre descargar las cajas de mercancía para solamente pecar con sus ojos al verlo trabajar a torso desnudo, un cuerpo que se robaba muchos suspiros, pero desafortunadamente no los de la chica que él quería, solía ver a Mikasa sentada en el muelle leyendo sin siquiera molestarse en verlo aunque estuviera ahogándose, por más que frecuentaba la taberna y buscaba hablar de algo que no fuera la comida con ella simplemente el muro de sueños de Mikasa no le permitía entrar. Aquel día, Mikasa solicitó retirarse una hora antes para recibir a su hermano que volvía de un largo entrenamiento del ejército, deja la libreta y el lápiz en el mesón de la barra para entrar apresurada a la cocina a dejar su mandil y tomar su bolso, entonces se despide en voz alta y agitando enérgica su mano, incluso los comensales habituales también la despiden pues la conocen, Jean se acerca al mesón a pagar su cena y ve que aún está ahí la libreta, pero al leer lo que hay escrito en aquella pagina puede notar que no son pedidos, la toma y lee un poco más
- ¿son poemas? - se pregunta, entonces toma esa oportunidad para ir a entregársela él mismo, había al fin sido beneficiado con una oportunidad - Señor disculpe, esto se le quedó a la señorita Mikasa ¿sabe donde puedo ir a entregárselo?
- ¿es la libreta de pedidos? puedes dejármelo, se lo entrego en su turno de mañana, esta niña ¡siempre en las nubes! - su jefe le extiende la mano para tomar la libreta
- más bien, son poemas señor, debe ser personal por lo que no es problema para mi llevárselo si fuera tan amable de indicarme su dirección - Jean no quiso sonar desesperado, aún así el hombre sonrió ante las evidentes intenciones del joven de pretender a Mikasa
- ¿poemas dices? ¡entonces sí que debe estar enamorada! ya veo - El hombre rio y le indicó al joven donde vivía Mikasa junto a Carla
- ¿enamorada? entonces ella ¿está enamorada?
Una amarga sensación se apoderó de Jean al pensar que muy difícilmente era él el afortunado, ¡Cómo podría! apenas y le habla, camino a la casa de Mikasa dudó realmente si seguir con el plan de cortejarla, quizás ya tenía novio y él sólo recibiría un terminante rechazo, aún así ya estaba a mitad de camino por lo que siguió con el plan de al menos entregarle su libreta. Mikasa tenía dos libretas similares para que no notaran que escribía poemas y pensamientos en su turno, si no que pensaran que estaba revisando pedidos, aquel día con la premura ante la llegada de su hermano confundió ambas libretas. Jean se detuvo frente a la puerta del lugar donde habitaba aquella única dama de la cual esperaba atención, y de la única que no recibía el mínimo interés
"respiro tu aire, me inunda tu esencia,
tu piel sencilla, tu cabello entrópico,
en simplicidad del ser,
y yo, simplemente anhelando pertenecerte,
mis pupilas te adoran desconcertadas,
todos los colores jaspeados de ti,
hay algo particular en cada uno,
pero en ti, ¡Oh! en ti amor hay un universo"
Leía Jean un fragmento de lo escrito en aquellas hojas, claramente ella estaba enamorada pensó, derrotado antes de la batalla tocó la puerta, que caso tenía ya estaba ahí, esperó sin emoción la respuesta pero fue inevitable su sobre salto cuando fue la misma autora de aquellas palabras quien abrió la puerta, su rostro pasó de alegría a seriedad en un segundo, ella deseó recordar su nombre tan bien como recordaba su rostro
- Señorita disculpe usted, soy Jean, usualmente voy a la taberna...
- lo sé ¿pero que hace aquí? ¿Cómo sabe donde vivo? - Mikasa interrumpió al joven algo asustada de su presencia
- su jefe me dijo donde encontrarla, olvidó esto en la taberna y quise entregárselo - Jean le acercó la libreta, al instante ella se sonrojó
- ¿la leyó? - tomó rápidamente el objeto llevándolo contra su pecho
- ¡no! claro que no, solo pensé que debía entregársela, no fue mi intención molestar - dijo el joven ante la obvia realidad de que esos escritos no eran para él
- ¿Mikasa quien tocó la puerta? - Carla aparece en la escena viendo a Jean, sonríe ante la posibilidad de que él la pretenda pues la joven siempre está encerrada en su mundo de las letras y romances pero nunca en la realidad - ¿y usted joven? es hijo del Señor Kirschtein ¿verdad? los de nuevo bazar
- así es Señora, sólo vine a entregarle a la señorita algo que olvidó en la taberna ya me retiraba, un gusto - Jean hizo una educada reverencia e iba a dar la vuelta
- ¡oh! ¡no, espere! ¿por qué no se nos une? mi hijo acaba de volver de su entrenamiento en el ejército y vamos a cenar, ¿porqué no le ofreciste pasar Mikasa? vino hasta aquí para traerte esas hojas tuyas, pase por favor, acompáñenos, me sentiré ofendida si no lo hace.
Aquel día fue la primera vez que Jean pudo conversar algo más con Mikasa.
(fin del Flashback)
- ¿solo tres cartas? - Mikasa le preguntó decepcionada a su jefa Hange
- Sí, solo tres esta vez pues es tu primer día, pero dadas tus habilidades de redacción y gran gramática son cartas para personas importantes - Hange sonrió - sé que lo haras excelente entonces luego me pedirás que deje de darte cartas
Mikasa se sentó en su pupitre junto a Christa quien ya llevaba tiempo en aquella labor y comenzaba a abrir una de sus seis cartas
- no te desanimes, ¡lo harás tan bien que después te quedarás sin seudónimos que usar!, cuando comencé solo me dieron una - Christa la animaba, para Mikasa tres cartas era una burla considerando su escritura experimentada, miraba los sobres entonces Christa le llamó la atención - ¡Espera! ¿ves como si consideraron tu excelente escritura?
- ¿ De qué hablas? - Mikasa la miró confundida
- ¡te dieron una carta de un alto mando! esas son solo para las que son realmente experimentadas, no se puede enviar una carta con faltas a un alto mando - Christa le sonreía mientras apuntaba el sobre
- ¿te refieres a esta? - Mikasa la sostuvo en sus manos - "Capitan Levi Ackerman".
