Avanzando hacia el peñasco, Libra Negro vio el Santuario a lo lejos, las doce casas griegas, blancas como la caliza, se veían pequeñas debido a la distancia y en la cima, estaba el templo donde vivía el Patriarca. El líder vio la gran estatua de Athena y sonrió.
—Hemos llegado.
—¿Cuál es el plan?—preguntó Tauro Negro.
—Tendremos que crear una distracción—explicó Libra Negro girándose a sus cuatros santos Negros—Nosotros iremos a Rodorio mientras Virgo irá a la primera casa. Causaremos la distracción mientras tú, encierras al Santuario en un domo. Luego me buscas para teletransportarme al templo del Patriarca.
—Entendido—exclamó Virgo Negro.
—Bien, en marcha.
Solo Virgo Negro se quedó en su sitio cuando Libra Negro y el resto de los santos negros se dieron la vuelta, retirándose del lugar.
Libra Negro caminaba sin ningún problema en la aldea de Rodorio, por sus armaduras, llamaban mucha la atención de los transeúntes, entonces Sagitario Negro sacó su arco y lanzó una flecha cuya punta brillaba con la intensidad de mil soles. La flecha cayó encima de una casa y esta se incendió, luego Tauro Negro atacó con sendos golpes de cosmos en esferas a los locales. Libra Negro les ordenó detenerse mientras los aldeanos corrían despavoridos, entre gritos y empujones.
—La voz se correrá. Estén listos—exclamó Libra Negro.
El Patriarca observaba en el balcón donde estaba la estatua gigante de Athena sosteniendo a Nike. Veía la gran humareda en el fondo, donde estaba la aldea, supo que estaba bajo ataque. ¿Santos Negros? Era bastante probable, pero no sintió que el cosmos de Escorpio y Acuario desaparecieran, entonces una parte de ellos debió haber dejado el lugar donde estaban.
—¿Nos llamaba, Su Excelencia?—preguntó Aioria, con el casco bajo el brazo e hincándose de rodilla, detrás de Aioria lo hicieron Aldebarán y Shura.
—Rodorio está bajo ataque. Vayan y pongan fin al problema. Que uno de ustedes de prioridad a los civiles.
—Lo haremos, Su excelencia.
Los tres santos dorados se pusieron de pie, se colocaron los cascos y raudamente abandonaron el balcón. El Patriarca, usó su telepatía para contactarse a otro santo dorado, uno de los pocos que podía hacerlo y él se contactó con él.
—Alguien irá a la primera casa, Virgo. Impídele la entrada.
Su cabello azul se tornó gris, apretó los dientes se daba la media vuelta, no entendía porque tanto querían la hidria, ya que era lo que más suponía que estaban buscando. No era más que un trasto que usó Athena desde tiempos remotos.
Abandonó el lugar poco después, con las manos a la espalda.
Virgo Negro dio unos pasos adelante, el primer templo del Santuario estaba ante él, pero no sentía a nadie protegiéndola, entonces sonrió de medio lado, levantando los brazos, dispuesto a crear un gran domo de cosmos que encerraría al Santuario, sin permitir una salida a los guardianes.
Cerró los ojos, acumuló el cosmos en sus brazos, que se deslizaban a sus manos, creando dos esferas.
—Te ordeno que te detengas.
Giró la cabeza hacia su derecha, donde estaba el santo dorado de Virgo, Shaka, quien flotaba a centímetros del suelo en posición de loto, bajo un gran aura dorada.
—No me detendrás, santo de Virgo.
Shaka juntó sus manos, en forma de rezo.
—El peor error es creer que podrás encerrar al Santuario. Yo como defensor, no te lo permitiré.
—¡Desaparece!
Se giró rápidamente y extendió su brazo, una gran bola de cosmos fue directamente hacia Shaka, quien con los ojos cerrados gritó "Kan" y esta se estrelló en una capa invisible que rodeaba al sexto guardián del Santuario. Virgo Negro se mostró furioso y nuevamente lanzó varios ataques del cosmos pero todas corrieron la misma suerte, nada parecía afectarle. Entonces, Shaka, decidió terminar de una vez la pelea, porque no consideraba a Virgo Negro como un rival digno ante él. Abrió los ojos.
Virgo Negro se tambaleó y quedó inmóvil, cayó de espaldas y desapareció ante un rápido movimiento de la mano de Shaka.
No sintió más el cosmos de su enemigo, entonces se dio la vuelta y empezó a subir por las largas escaleras del Santuario.
Mientras tanto en Rodorio, Libra Negro observaba en silencio como Tauro y Géminis Negro destrozaban los negocios, se preguntó si Virgo Negro había tenido éxito en encerrar el Santuario cuando sintió tres cosmos llegar a la aldea. Tauro Negro detuvo a Géminis Negro, ambos observaron a los recién llegados con miradas burlonas.
—Deténganse de lo que están haciendo y dejen a los aldeanos en paz—exclamó Aioria.
Libra Negro no se movió de su sitio, Sagitario Negro, quien estaba al lado de su líder, se escabulló hacia un callejón mientras Géminis Negro movía las manos.
—¡Explosión cósmica!
Shura levantó su brazo y lo bajó rápidamente, donde una línea cortante destrozó el ataque de Géminis Negro y le cortó el brazo. Aldebarán juntó las manos hacia atrás y lanzó su "Gran cuerno" hacia su contraparte de armadura negra.
Tauro Negro cayó muerto al no poder resistir el poderoso ataque de Aldebarán, pero Libra Negro había sacado su espada y lo blandió hacia Tauro, quien esquivó a duras penas.
Géminis Negro cayó al suelo, muerto al recibir el plasma relámpago de Aoria, y este se giró, hacia la casa donde estaba Sagitario Negro, apuntándole con una flecha y disparó hacia el santo dorado de Leo.
Esquivó a duras penas, confundido.
—Aioria, ayuda a Aldebarán—exclamó Shura sin mirarlo mientras avanzaba hacia Sagitario Negro, quien volvía a tensar su arco. El santo dorado de Leo movió la cabeza, intentando recordar que él no era su hermano, no se parecía en nada.
Shura se movía rápidamente a la velocidad de la luz, esquivando los disparos de cosmos en forma de flecha. Movió su brazo en continuos movimientos, ocasionando que Sagitario Negro tenga que moverse para esquivar los filosos ataques del décimo guardián del templo de Athena. Entonces, Shura dio un gran salto, acumuló el cosmos en su pierna y con el talón, golpeó la espalda de Sagitario Negro, quien cayó de bruces al suelo.
Levantó su mano, el caído santo negro se giró y abrió los ojos, Shura sonrió de medio lado y bajó su brazo de forma rápida y certera. Un hilo de sangre bajó por la frente de Sagitario Negro, cayendo muerto segundos después. Shura se mantuvo en su sitio, observando la armadura negra de Sagitario, un recuerdo de hace once años pasó por su mente.
Aioria vio a Aldebarán en apuros, entonces levantó su mano y su puño salió varias líneas de cosmos, atacando a Libra Negro, quien cayó hacia atrás, soltando su espada.
—Se terminó, Libra Negro—exclamó Aioria.
—No—exclamó, luego su vista se paseó por el lugar, notando que era el único santo negro que estaba en pie. Entonces se levantó mientras Aldebarán colocaba sus puños a la altura de su cintura mientras el cosmos ardía en Aioria, quien levantó su puño, apuntándolo.
—¡Gran cuerno!
—¡Plasma relámpago!
Libra Negro intentó retener los ataques con sus manos pero la intensidad y el gran poder de los santos dorados, recibió el ataque de lleno, reventando su armadura negra y cayó a varios metros del suelo, muerto.
Shura se acercó a sus compañeros.
—Se terminó.
—Bien, hay que reportar esto al Patriarca—exclamó Aioria.
—Me quedaré aquí a ayudar a los aldeanos—exclamó Aldebarán mientras le daba la espalda a los dos santos dorados, quienes reanudaron su camino, saliendo de la aldea.
Shaina solo veía el mar mientras estaba reclinada, el sol estaba en lo alto mientras el ferry se dirigía a su destino hasta que se detuvo, el altavoz le informó que había llegado a su destino: Esciros.
Algol y Asterión se pusieron de pie tras estar sentados en el suelo, Shaina los esperó unos momentos antes de seguirlos hacia el puente donde los pasajeros descendían. Una vez que llegaron al puerto, Asterión se giró hacia ellos.
—Creo que estamos cerca. Solo debemos rodear la isla.
A las faldas de un acantilado, los tres santos de plata se cubrieron detrás de una roca, a unos metros veían a cuatro personas sentadas en la arena, había una mujer pero ella estaba de pie, a la espalda de los santos de plata.
—¿Qué están haciendo?—preguntó Algol, los tres habían ocultado sus cosmos para pasar desapercibidos.
—Algol, quédate aquí. Yo y Shaina iremos tras ellos. Hablaremos, si se ponen violentos…déjalos de piedra.
—De acuerdo.
Entonces Shaina y Asterión salieron de su escondite, abriendo sus cosmos mientras corrían a gran velocidad hacia el pequeño grupo, quienes se pusieron de pie rápidamente. La sorpresa fue para ellos, ya que Shaina le propinó un puñetazo a la cara de la mujer mientras se giraba, cayendo al suelo arenoso.
Tres de ellos estaban sorprendidos, luego se pusieron en guardia.
—¡Santos de Athena!—gritó Medusa mientras Delfín iba directamente hacia Asterión, quien se multiplico en varias imágenes espejadas, dejándolo confundido mientras la chica caída se ponía de pie, pero la joven no le dio tregua a un ataque, ya que dio otro brinco, con la mano extendida, cuyas filosas uñas rayó su máscara.
Los pedazos cayeron al suelo mientras los cuerpos de Delfín y Medusa caían al suelo, pero aún vivos.
Shaina abrió los ojos de la sorpresa.
—¿Geist?
Geist retrocedió molesta pero frunció el ceño.
—¿Quién eres?
Shaina se puso a la espalda de Asterión, quien aun luchaba contra Serpiente de Mar, buscando bloquear su línea de visión, ya que se levantó la máscara y luego lo bajó. Geist se sorprendió un poco.
—¿Shaina? Que chico es el mundo.
Shaina había conocido a Geist en sus tiempos como aprendiza de Sabik, ella solía ser su compañera de luchas, siendo las únicas ocasiones que la veía aunque nunca llegó a una amistad cercana como lo fue con Beth.
—No imaginé que serias tú la que hundes embarcaciones. Creo recordar que conseguiste tu armadura de Grulla.
—Demasiadas reglas en el Santuario—exclamó Geist mientras retrocedía, y vio caer a Serpiente de Mar pero no sentía que ninguno de ellos estuviera muerto. Asterión se acercó a la misma altura de la santo de plata.
—¿La conoces?
—Es Geist, la mujer que abandonó el Santuario.
—Ya veo.
—Salte de mi camino, Shaina o verás las consecuencias.
—No quiero interponerme en tu camino, Geist. Me caías bien en el entrenamiento—exclamó Shaina dando un paso adelante—Pero estamos aquí por ordenes del Patriarca. Y conoces las reglas, que sé que no van contigo. No quiero matarte.
Geist se quedó en silencio mientras Asterión la miraba de reojo pero no bajó la guardia.
—Yo tampoco quiero hacerte daño.
—Entonces te pido que te alejes de la costa griega. Te prometo que te ayudaré en lo que necesites, menos en atacar a los inocentes.
Geist bajó los brazos, miró a sus compañeros que se arrastraban hacia la cueva, luego su vista fue hacia Shaina.
—No quiero problemas con el Santuario.
—Entonces, busca otro sitio donde asaltar embarcaciones. Puedes hacerlo a los piratas, no me importa.
—¿Cuento contigo, Shaina?
—Sí, puedes hacerlo.
Entonces Geist asintió, se acercó a Shaina y le extendió la mano, la joven Ofiuco le estrechó la mano, luego le dio la espalda, dejando atrás a la chica de las sombras. Asterión le siguió en silencio hacia la roca donde estaba Algol, quien había salido del escondite.
—¿Qué ha pasado?
—Shaina ha llegado a un acuerdo con la líder. La conoce.
—Sí, la conozco.
—Entonces ¿Esto le diremos al Patriarca?
—Dijo que los detuviéramos, no que lo matáramos.
—De acuerdo, semántica—exclamó Algol—Entonces ¿esto fue todo?
—Sí, lamento que no pudieras romper algunos huesos—exclamó sarcásticamente.
—Oye, no me estoy quejando.
—Asi parece—exclamó Asterión sonriendo—Vamos, aún estamos a tiempo de tomar otro ferry a Mykonos.
Shaina siguió a los dos muchachos mientras se daba la vuelta por ultima vez, donde vio a Geist socorriendo a sus compañeros. Sabía que ella tomaría otro lugar donde esconderse. Luego reanudó su camino, siguiendo a los dos santos de plata.
Después de un largo viaje de retorno, los tres santos de plata ya habían llegado al Santuario y estaban por ingresar al Templo del Patriarca. Esta vez Shaina iba primero en la fila, cruzando la alfombra roja hasta detenerse en el trono, donde el Patriarca estaba sentado en ella. Alzó la barbilla mientras los santos de plata hincaban una rodilla al suelo.
—Y bien ¿Qué novedades me tienen?
—Encontramos a los responsables de los hundimientos de los transportes marinos. Nos encargamos de ellos pero se rindieron cuando lo derrotamos, y les exhorté que se vayan del lugar.
—¿Están vivos?
—Sí, Su Excelencia. No volverán a atacar, se lo aseguro, su líder me dio su palabra de que no lo hará.
—¿Estás segura de que cumplirá su palabra?
—Sí, Su Excelencia. Si no lo hace, me encargaré yo misma, me hago responsable de lo que haga esta mujer.
El Patriarca se quedó en silencio, meditando sobre lo que acaba de oír, Algol y Asterión no intervinieron, Shaina mantuvo su vista fija en el suelo.
—De acuerdo. Tú eres la responsable, Ofiuco. Pueden retirarse.
Los tres santos de plata se pusieron de pie, y sin decir una palabra, se retiran del trono y del templo, donde se alejaron lo suficiente para sentirse libres para hablar.
—Bueno, eso salió bien—exclamó Asterión.
—Que tu carga no sea pesada, Shaina. Puedes contar conmigo si esa chica rompe el trato—exclamó Algol.
—Lo mismo digo.
—Bien, gracias por su apoyo. En serio—exclamó Shaina sonriendo—A decir verdad, lo pasé bien con ustedes.
Entonces Algol y Asterión extendieron los puños hacia la chica, quien los golpeó el suyo, luego de ello, se dieron la vuelta y siguieron descendiendo por las largas escalinatas del Santuario.
