Habiendo ya pasado varios días desde la Orden Negra atacase Rodorio, la calma parecía volver al Santuario. Habiéndose sacado de encima su mayor rival en su búsqueda de la hidria de plata, Ofiuco Negro decidió hacer su movimiento más audaz.
Envió a sus subalternos a causar una distracción en el centro de entrenamiento de los santos mientras ella se escabullía directamente en el Templo del Patriarca.
Águila, Cerbero, Auriga y Sagita Negro destrozaron la entrada y en gran velocidad, corrieron por la gran explanada ante los sorprendidos maestros.
Se detuvieron en el centro de la arena, Cerbero Negro atacó a dos que se acercaban mientras algunos maestros ayudaban a los aprendices a huir del lugar mientras Sagita Negro atacaba a las cabañas que estaban cerca.
Algol y Asterión llegaron lo más rápido posible a la arena donde los santos negros atacaban, el santo plateado de Perseo sacó su escudo que estaba colgada a su espalda mientras esbozaba una sonrisa.
—La fiesta terminó—exclamó Asterión mientras los ojos de la medusa del escudo de Algol se iluminaron como focos, Cerbero miró directamente y se convirtió en piedra.
—¡Intenten no ver el escudo! —ordenó Auriga.
Entonces Asterión usó su técnica de multi imágenes de sí mismo, confundiendo a sus rivales y sorprendió a Auriga por la espalda, golpeándolo con gran fuerza.
Sagita Negro estaba de pie cuando vio a Auriga Negro caer de cara al suelo, extendió la mano para atacar a Asterión pero él fue más rápido, de un salto, le propinó un puntapié a la cabeza y este cayó al suelo con los ojos en blanco.
El santo de plata de Hound se giró justo a tiempo para ver a Algol empujando la estatua de piedra de Águila Negro.
Detrás de ellos, llegaron otros tres santos de plata, Marin de Águila se acercó a ellos.
—Veo que han controlado la situación.
—¿Qué les tomó tanto?—preguntó Algol.
—La distancia—explicó Misty de Lagarto, y como él, los otros dos se dieron la media vuelta, dejando a Marin de pie ante ellos.
Mientras los santos negros luchaban en el centro de entrenamiento, Ofiuco Negro se había deslizado sin ser vista hacia el peñasco que la llevaba directamente hacia la parte de atrás del templo, donde en el mirador estaba la estatua de Athena. Solo tenia que deslizarse y ya estaría ahí, buscando la hidria de plata.
—Nos volvemos a ver, Ofiuco Negro.
La mencionada se giró, hacia donde estaba Shaina saliendo detrás de una gran roca, ella dio unos pasos adelante antes de detenerse por completo.
—No me detendrás—exclamó Ofiuco Negro, adoptando una posición de ataque—Acabaré contigo primero.
—¿Por qué estás aquí? ¿Es por la hidria? Es solo un cacharro simple. No hay ningún tipo de poder al que beba. Esas son historias para dormir.
—¡Mientes!
—No lo hago.
Entonces Ofiuco Negro se lanzó con la mano en alto, donde filudas uñas crecieron a un tamaño considerable. Lo bajó con fuerza y varias líneas brillantes de cosmos fueron hacia la joven santo, quien esquivó con gracia.
Shaina dio un salto, ejecutando su ataque principal pero fue bloqueado por su rival, dio una voltereta y cayó de rodillas, a la espalda de ella. Ofiuco Negro giró sobre sus talones lanzando algunas piedrillas en el suelo, y en medio la humareda, le propinó un golpe a la cara de Shaina y luego otro.
Shaina retrocedió aturdida mientras intentaba recomponerse, sintió como una mano agarraba su cabello y su cara se estrelló en la rodilla de la santo negro.
Su máscara cayó al suelo, luego otro rodillazo mientras estaba en cuclillas, haciéndola rodar. Shaina gimió de dolor en el suelo mientras Ofiuco Negro se arrodillaba, le agarró del cabello, levantándola.
Antes que su rival pudiera decir algo, las uñas de Shaina se incrustaron en su brazo y ella se apartó adolorida, aun mareada y adolorida, la santo de plata lanzó varias esferas de cosmos hacia Ofiuco Negro, quien cayó de espaldas.
Dio un gran salto y con el talón apuntándola a la cara de su rival, su pie se iluminó de energía cósmica, pero solo pudo impactar el suelo. Ofiuco Negro no se alejó demasiado, poniéndose de pie y la joven la agarró del cuello y le propinó otro par de golpes en el vientre hasta que ella usó una energía expansiva de cargada de energía cósmica, lanzándola lejos.
Ofiuco Negro lanzó su garra mortal pero Shaina, que se ponía de pie, pudo esquivarlo ya que había visto esa técnica una vez.
Pero nuevamente cayó al suelo, se limpió la sangre del labio. Aumentó su cosmos al máximo, pensó en Sabik, su antigua maestra y en Beth.
Levantó su mano, se vio envuelta en una aura morada, sintió como sus cosmoenergía ardía como miles de soles.
—¡Garra trueno!
Ofiuco Negro no se iba a quedar atrás, entonces la imitó, levantó su mano fue tras ella.
—¡Garra de la muerte!
Ambas fueron directamente, Shaina se desvió ligeramente y sus uñas filosas como garras, le cortaron el cuello de Ofiuco Negro, quien cayó al piso y se deslizó hacia el precipicio.
Shaina cayó de rodillas, jadeando y apoyó sus manos en el suelo, buscando respirar. De alguna manera, sintió un aura que la rodeaba. Era Beth, quien la animaba desde el otro lado, donde sea que estuviera.
Se puso de pie, tambaleante, fue hacia donde estaba Ofiuco Negra, quien agonizaba. Entonces le quitó la máscara y vio los ojos grises, sus miradas se cruzaron mientras la vida se apagaba lentamente.
Tiró la máscara al precipicio mientras buscaba la suya. La encontró cerca de la roca, estaba un poco agrietada, con la zona de la barbilla rota y se la puso.
Necesitaba ir al centro de entrenamiento, entonces, aceleró su carrera usando su cosmos mientras apretaba los dientes del dolor.
Se detuvo a las puertas del centro de entrenamiento, observó a varias santos y caballeros ayudando en ordenar el desastre, cerca de la puerta estaba Algol y Asterión, conversando entre ellos y notó que Marin, la santo de plata de Águila se acercaba a ella.
—¿Estas bien?—preguntó Marin cuando llegó a donde estaba.
—¿El resto de los santos negro?—preguntó sin contestar su pregunta.
—Algol y Asterión se encargaron de ellos. Le informaré al Patriarca de lo que pasó.
—Ya veo—exclamó Shaina mirando a sus colegas de plata, luego miró a Marin—Tuve un encuentro con una santo negro. Ofiuco Negro.
—¿La que nos encontramos en Cnosos?
—Esa misma.
—Bien, recupérate.
Marin intentó darle una palmada pero Shaina había empezado a caminar a hacia sus compañeros, llegando a golpear solo aire. Lejos de ofenderse, Marin se giró y se alejó del lugar.
Shaina llegó a donde estaba Algol y Asterión, ambos reclinados en la verja metálica, enderezándose cuando vieron a la santo de plata llegar a ellos.
—¿Estas bien? Te veo magullada—preguntó Algol.
—Un poco adolorida pero ya se me pasará. Me encontré con otro santo negro.
—¿Había otro?
—Intentaba colarse en el Templo del Patriarca. Fue difícil pero ya me encargué de ella.
—Que bueno oírlo—exclamó Asterión—¿Por qué no vamos a Rodorio a celebrarlo?
—Buena idea—exclamó Algol.
Ambos se pusieron en marcha, Shaina los observó, respiró hondamente y los siguió. Una pequeña distracción le vendría muy bien.
Cinco meses después
De pie en las escalinatas del anfiteatro, Shaina observaba las pruebas de selección de aprendices, tal como ella la pasó un tiempo atrás.
Descendiendo por las escalinatas, se detuvo en la zona de onde los maestros estaban sentados pero también había otros que estaban de pie. La mayoría de los aprendices eran niños varones, de diferentes tamaños pero la vista de la santo de plata se detuvo en un niño corpulento y el más alto del resto de los chicos.
Sentía que era el momento de impartir sus conocimientos a pesar de su juventud. Sabik era joven cuando la tomó como aprendiz.
El chico demostraba cierta destreza pero era demasiado tosco en su lucha, ella podía corregirlo o mejorar en su estilo. Sentía que tenía talento, hasta que él derrotó a su rival, un chico de casi de su tamaño.
El niño corpulento exhibía una sonrisa de oreja a oreja mientras levantaba su puño, se quedó de pie mirando hacia la zona donde estaba pero ningún maestro se puso de pie ni hizo además de acercarse. Entonces ella se movió de su sitio y se acercó al chico.
—¿Serás mi maestra?—preguntó el chico cuando Shaina llegó a él. Sonrió con los labios y apoyó su mano sobre la espalda del chico, sacándolo de la arena.
—Sí, seré tu maestra. Soy Shaina, santo de plata de Ofiuco.
—Me llamo Cassius.
—Bien, Cassius—exclamó Shaina cuando llegaron a las escalinatas, el chico corpulento se detuvo y se giró para verla—¿A que armadura estas luchando?
—Por la de Pegaso.
—Entonces te ayudaré a obtenerla.
Entonces ambos rodearon el anfiteatro, saliendo del lugar, en dirección a la cabaña de la joven.
Podía sentir la exultación del chico y ella estaba igual, así como Sabik de Lince la ayudó a ser una santo de plata, ella haría lo mismo con el chico. Cassius será el santo de Pegaso y nadie la detendría.
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FIN
