Selennaya no se quitaba la mala sensación de la cabeza. El presentimiento de que algo malo iba a ocurrir. No conocía mucho a Anzu. Pero había algo en su mirada que la espantaba. Cuando se había enfrentado a la criatura de las catacumbas no tenía ni de lejos aquella expresión.

_ Nikolai, ¿Puedo abrirla? _ Dijo, sin apartar la vista de la vaca.

_ Sí… supongo que sí. _ Susurró el hombre.

Extrajo lo que parecía un cuchillo militar de su cinturón y se lo entregó a la pelirroja que, con precisión quirúrgica, abrió el vientre de la criatura. El animal no sangró. Ni una sola gota fue derramada. Por contra, la sangre estaba completamente coagulada, seca como si hubiese hervido. Selennaya se estremeció.

_ Hiciste bien en decirnos que nos quedásemos dentro. _ Susurró Anzu. _ Es más… vosotros deberíais quedaros allí.

Alargó la mano.

_ Voy a necesitar que me prestes esa escopeta.

_ Anzu… _ Susurró Selennaya. _ ¿Ya sabes de qué se trata?

_ No… pero sí sé que es peligroso para vosotros. _ Apuntó. _ Hay pocas cosas en el universo capaces de causar esto.

_ Muy bien. Ya la habéis oído. _ Dijo Selennaya. _ Vosotros os quedáis aquí y nosotras nos ocuparemos de…

_ No, nosotras no. _ Anzu la miró severamente. _ Yo me ocuparé. Tú te vas dentro con ellos. Quédate allí hasta que vuelva.

_ ¿Y qué pasa si no vuelves?

_ Si no vuelvo, Lucrezia sabrá llevarte a casa. _ Puso los ojos en blanco. _ Pero por supuesto que voy a volver. Tomaos otro plato de sopa a mi nombre… no voy a tardar.

Selennaya la observó perderse en la maleza. La pareja se estaba dirigiendo al interior de su casa cuando se percataron de que Selennaya no lo había hecho. Se quedaron mirándola antes de preguntar.

_ ¿No vienes? _ La voz de Svetlanna sonaba temblorosa.

_ No voy a quedarme aquí mientras Anzu lo hace todo, por mucho que se empeñe. _ Respondió, agazapándose para seguir a la pelirroja en silencio.

Anzu llevaba el destornillador adelantado y la escopeta sujeta a la espalda. El dispositivo estaba funcionando como una brújula, amplificando el sonido para indicarle la dirección.

A Selennaya le inquietó su expresión. Era como si la cordialidad que había estado mostrando antes hubiera desaparecido. Como si se hubiera quitado una máscara. La máscara de humanidad que se ponía para tratar con ellos. Anzu se detuvo frente a una pequeña cueva, guardó el destornillador, tomó la escopeta con ambas manos y disparó al aire.

Aunque se lo esperaba, Selennaya estuvo a punto de gritar ante el sonido del arma. Por un momento esperó que de la cueva saliese algún oso o un animalillo asustado… decididamente sorprendida por el sonido que salió de la cueva. Parecía aire liberado a presión, seguido de algo metálico. Y entonces, la figura emergió de la gruta.

Selennaya notó un extraño escalofrío que le recorrió la espalda, como si fuera algo instintivo. No entendía por qué tenía esa sensación, cuando lo primero en lo que pensaba era en que aquella cosa que había salido de la cueva le recordaba a un pimentero muy grande, con un desatascador y algo similar a un batidor como brazos diminutos.

Sin embargo, aquel tubo que parecía acabar en una cámara, bajo las dos bombillas de la cabeza le produjeron un estremecimiento terrorífico que no entendía. Y Anzu… ya no parecía fría. Lo que había en sus ojos era… odio. Conocía bien lo que era el odio, y la mirada que este transmitía. Lo que sea que fuera eso… era algo que Anzu detestaba más que a nada en el universo.

_ INDENTIFÍCATE. _ Aquella voz metálica que surgió de la criatura hizo que Selennaya se ocultara mejor entre la maleza, intentado no hacer ruido.

_ ¿No puedes identificarme tú mismo? A los Daleks no solía costaros. _ Respondió la pelirroja, con un tono frío y duro como un témpano.

_ SENSORES DAÑADOS… IDENTIFICAR, IDENTIFICAR.

_ Sí, ya veo que estás para el arrastre… ¿Te queda energía para dispararme siquiera? _ Anzu mantuvo ese tono, con una sonrisa cruel que a Selennaya la espantó._ Muy bien, me identificaré. Soy la comandante en jefe del escuadrón setenta y ocho de la armada de Gallifrey. Seguro que los tuyos habéis oído hablar de mí, lideré el asalto de Ares-24… cinco mil bajas.

Selennaya se encogió. ¿Cinco Mil? ¿Anzu había matado a cinco mil criaturas? Estaba claro que le había mentido a Nikolai, sí que había sido soldado. Y uno importante.

_ ¡ERES UN ENEMIGO DE LOS DALEKS! ¡EXTERMINAR! ¡EXTERMINAR!

Apuntó con su cañón hacia Anzu, mientras seguía gritando. Pero no sucedió nada en absoluto. La pelirroja se rió.

_ Vaya… parece que sí que te has quedado sin energía… _ El Dalek levantó su visor directamente hacia el cielo. _ Sería una lástima que alguien hubiera invertido la difusión de ondas climáticas que habías generado.

El Dalek bajó el visor y se quedó mirando a Anzu. Parecía que dentro de la maquinaria, había algo meditando sus escasas opciones.

_ ERES UN GRAN SOLDADO. SERÍAS UN GRAN DALEK.

_ Lo sé.

Acto seguido, y sin mediar más palabra, disparó al visor directamente con la escopeta. El Dalek cayó al suelo y trató de incorporarse, pero parecía que no poseía energía suficiente para hacerlo. Se quedó tirado en el suelo, moviendo sus brazos y su visor, cegado e inmóvil mientras gritaba, exigiendo exterminio.

Anzu se lanzó sobre él y con el destornillador en la mano pareció querer hacerle honor al nombre del dispositivo, porque Selennaya pudo oír el roce del metal cuando las juntas parecieron comenzar a abrirse. Se escuchaban los gritos de la criatura cuando Anzu empezaba arrancar el armazón.

_ ¡PIEDAD! _ rogó. _ ¡MUESTRA PIEDAD!

_ ¿Piedad, con tu especie? ¡Jamás!

Selennaya estaba inmóvil, aterrada al ver cómo Anzu arrancaba con violencia parte del fuselaje de la criatura. No llegó a ver lo que había dentro, pero sí cómo Anzu cogía una de las mangueras de combustible y le prendía fuego. Sí que pudo escuchar cómo ardía… como gritaba. Unos gritos agónicos que reverberaban contra las montañas.

Anzu no parecía satisfecha, porque continuó pateando el armazón. Selennaya se había recuperado del shock, porque se puso en pie y se dirigió en su dirección.

_ ¡Ya basta! _ Le gritó. _ Ya le has matado, ¿No es suficiente?

Anzu no reaccionó de inmediato. Durante unos segundos, se quedó de pie respirando agitadamente, con la expresión enloquecida y los ojos vidriosos. Selennaya llegó a temer que la atacara. Quizá sí que lo estaba pensando y la morena dio un paso atrás.

_ Creí haberte dicho que te quedaras en la casa con Nikolai y Svetlana. _ Le dijo, tono sombrío. _ No tenías que haber visto esto.

_ Estabas disfrutando. _ Susurró Selennaya. _ No querías simplemente matarlo… querías que sufriera… ¿Por qué?

_ Venganza. Quería vengarme. _ Reconoció Anzu.

_ No eres tan distinta a los humanos como crees, entonces. _ Murmuró la rusa, mirándola a los ojos.

_ No, supongo que no. _ Puso los ojos en blanco. _ ¿Contenta?

_ Contenta no es la palabra. _ Selennaya suspiró. _ Pero lo estaría si no me ocultases quién eres. No tienes que mentirme…

_ Eso es fácil de decir. Pero no tienes ni idea de lo que eso significa. _ Suspiró Anzu.

_ ¿Qué te hicieron? _ Selennaya la miró. _ Los Daleks… así lo llamaste. ¿Qué te hicieron?

_ Como escuchaste, luché en una guerra. _ suspiró Anzu. _ Los Daleks causaron la destrucción de mi mundo, Selennaya… Diezmaron a mi especie.

_ ¿La diezmaron?

_ Así es… millones de señores del tiempo desaparecidos… muertos… _ Anzu miraba al suelo, Selennaya podía ver que estaba llorando, en silencio, pero las lágrimas eran bien visibles.

_ ¿Cuántos quedaron? _ Preguntó Selennaya.

Anzu no respondió. Se quedó allí parada mirando el horizonte, así que Selennaya repitió la pregunta. Anzu sollozó.

_ Dos. _ Dijo en un susurro. _ Que yo sepa… dos.

_ ¿Dos qué? ¿Dos millones? _ Anzu negó. _ ¿Dos mil?

_ Dos. Sólo yo y otro más… _ concluyó la pelirroja.

Selennaya no respondió con palabras. Simplemente se acercó y rodeó a la confundida pelirroja con los brazos, apretándose contra su pecho. Anzu no respondió al principio, pero finalmente acunó la cabeza sobre la ajena y la rodeó con el brazo derecho.

_ Sé que no es mucho, pero yo voy a acompañarte mientras pueda.

_ ¿Aunque sea una asesina despiadada?

_ ¿Lo eres con más especies alienígenas o sólo con los Daleks?

_ Sólo con los Daleks… que yo sepa. _ Anzu sonrió un poco. _ Te agradezco tu apoyo…

_ No está mal para una insignificante humana. _ Selennaya le devolvió la sonrisa.

_ No te lo creas tanto. _ Anzu apartó la mirada. _ Ya que te has empeñado en venir… ayúdame a arrastrarlo hasta la TARDIS, tengo que acabar el trabajo.

_ ¿Acabar el trabajo?

_ No quiero ni pensar qué haría el gobierno ruso con esa armadura… _ Suspiró. _ Tengo que recargarlo para activar su sistema de autodestrucción.

_ Claro, obviamente. _ Dijo Selennaya, con sarcasmo.

Lo arrastraron por el bosque, no sin dificultad debido a su tamaño y peso, lo llevaron frente a la TARDIS. Mientras Selennaya vigilaba, Anzu extrajo cables a través de la nave… era extraño ver salir todos aquellos cables eléctricos de una letrina.

La armadura pareció cargarse, soltando chispazos por doquier. Anzu le hizo un gesto a la rusa para que se apartara… apuntó con el destornillador y… explotó.

Fue una gran explosión que hizo que Selennaya se cayera de la impresión. Había dejado un cráter enorme que no iba a pasar desapercibido.

_ Normalmente suelen contener la explosión. _ Contaba Anzu, que se había quedado despeinada con la explosión, pero se había quedado intacta, en su sitio. _ Esperemos que ese cráter no moleste demasiado. Bueno, vámonos.

_ ¿No te olvidas de algo? _ Selennaya alzó una ceja.

_ ¿De qué? _ Preguntó Anzu, incrédula.

_ Nikolai y Svetlana. ¿No vas a decirle que has eliminado la amenaza?

_ ¿No se darán cuenta cuando esta noche no haya tormenta? Tarde o temprano saldrán. _ Se encogió de hombros.

_ Sí, pensando que nos hemos muerto, al igual. _ Bufó Selennaya. _ Vamos, toma un poco de su gratitud, no te hará daño. Además, tienes que devolverle la escopeta a Nikolai.

Las dos mujeres se dirigieron hacia la casa de los agricultores. Selennaya tenía una extraña sonrisa al ver a los dos ancianos trabajar con las vacas, que estaban pastando en el corral.

_ ¡Resuelto! _ Gritó Selennaya, con una gran sonrisa. _ Nos hemos deshecho del problema.

_ ¿Así sin más? _ Preguntó Nikolai. _ ¿Ya lo habéis resuelto?

_ Efectivamente. _ Dijo Selennaya, muy orgullosa.

_ ¿Y de qué se trataba? _ Preguntó el ex-soldado.

_ Clasificado. _ Respondió Anzu, entregándole la escopeta. _ Lo siento, soldado.

_ Los jefazos siempre se lo guardan todo. _ Bufó él. _ Está bien, está bien… no preguntaré. Si se han acabado las tormentas y la muerte del ganado, me basta.

Le guiñó el ojo y Anzu, aún con cierto retraso, devolvió el gesto. Svetlana se adelantó y le dio un abrazo a la pelirroja. Esta vez sí que no respondió, quedándose congelada y sorprendida.

_ Gracias. De verdad, gracias… estaba aterrorizada. _ Susurró la mujer. _ Venid… quiero invitaros a cenar. Tranquilas, esta vez la carne no estará dura.

Fue una cena común y corriente. Anzu, sin embargo… rio durante la cena. Aquella fue la primera vez que Selennaya la escuchó reír así. Parecía muy distinta a la persona que había sido antes, durante su arranque contra el Dalek. La morena suspiró y aceptó que no entendía a aquella mujer en absoluto.

Se despidieron en plena noche y salieron al exterior. Aquella noche no había tormenta, al contrario, se podía ver el cielo completamente despejado, iluminado por las estrellas. Anzu se detuvo un momento, y alargó la mano hacia el cielo, señalando una estrella.

_ Y allí es donde estaba Gallifrey. _ Susurró, con una sonrisa triste. _ Mi planeta de origen.

_ ¿La estrella sigue ahí?

_ No… pero está muy lejos. _ Dijo, con un leve susurro. _ La luz tarda millones de años en llegar… Aún puede verse, como un recuerdo de lo que fue. Me consuela pensar que los pocos Daleks que puedan haberse escapado estén tan rotos que no sean capaz de distinguir una gallina de un ser humano. Supongo que… ganamos.

_ Anda… _ La miró a los ojos. _ Vamos a la TARDIS… necesitas viajar, te lo veo en la mirada.

Anzu asintió, le pasó la mano por la cintura a la muchacha y comenzó a andar en dirección a la nave.