Selennaya había pasado una semana larga… no se quitaba de la cabeza lo que había sucedido en la estación espacial. Anzu no había sido capaz de decirle lo que había ocurrido, qué era realmente aquella criatura. Y eso la sorprendía, porque le extrañaba que alguien como ella no lo supiera.

_ Puedo llevarte a casa, si quieres. _ Le había dicho. _ Sé que después de una experiencia como esa… quizá no quieras seguir viajando conmigo.

_ No… no… es sólo que… es difícil… _ Se estremeció.

_ Sabes bien que suelo encontrar cosas terribles allá donde voy. _ Le recordó, poniéndole la mano sobre los hombros.

_ ¿Y cómo lo soportas? _ Le preguntó. _ ¿Cómo tienes el aplomo para seguir adelante después de aquellos horrores? Y no me digas que es porque eres un señor del tiempo. Te he visto vengarte, así que sientes y sufres.

_ Alguien tiene que hacerlo. _ Suspiró Anzu. _ Alguien tiene que intervenir. Quiero decir… No esperarías que un puñado de humanos supiera cuidarse solos. ¿No?

_ Anzu… ¿Puedes dejarlo ya? _ Le preguntó la rusa.

_ ¿Dejar qué?

_ Dejar de fingir que odias a los humanos. O que te consideras superior.

_ Lo soy. _ Puso los ojos en blanco.

_ Aunque lo seas. Sé que al menos yo te importo. _ La miró fijamente a los ojos. _ Vamos, si no te importo dímelo mirándome fijamente a los ojos. Vamos, es muy fácil. Dilo. "Selennaya, no me importas" Es muy fácil.

Anzu se quedó observándola fijamente a los ojos durante unos segundos hasta que una conveniente turbulencia la hizo volver a mirar los controles. Selennaya puso los ojos en blanco y se sujetó.

La nave había aterrizado y Anzu se había dirigido directamente hacia la salida, que se había tornado en una puerta automática de color blanco. Selennaya negó con la cabeza.

_ Así sólo me confirmas que tengo razón. _ Murmuró, dirigiéndose a la salida con ella.

En cuanto abandonaron la nave, Selennaya observó a su alrededor. Se sintió sobrecogida por una enorme estancia blanca, de aspecto aséptico y limpio. El color blanco era interrumpido sólo por bandas luminosas de un vivo color azul. Todo aquel espacio, lleno de formas redondas y suaves, le resultaba agradable.

Lo que llamó más su atención, sin embargo, fue la figura que parecía estar delante de ellas, observándolas. Debía medir al menos cuatro metros de altura, larga y de color plateado. No llevaba ropa alguna, y Selennaya la habría confundido con una estatua de no ser por la forma en la que se movía, con extrema soltura, como si no pesara. Parecía estar compuesta de cristales.

_ ¿Pueden identificarse, por favor? _ Preguntó, emitiendo una voz cristalina, que a Selennaya le pareció propia de una máquina.

_ Ah, sí, claro. _ Dijo Anzu, extrayendo de su cazadora lo que parecía una acreditación.

_ Embajadora. _ Dijo, echándole un vistazo. _ No la esperábamos hasta el mes que viene. ¿No suele venir sola? ¿Su amiga es de Razor-15, también?

_ No, ella es humana. _ Respondió Anzu.

_ Oh… _ La criatura pareció incomodarse. _ Embajadora, no quisiera importunarla pero… como usted sabe, no se puede traer mascotas a las instalaciones.

_ ¡Eh! ¡No soy ninguna mascota! _ Exclamó la rusa. _ Soy su amiga.

_ Claro… por supuesto. _ Incluso en las extrañas facciones de la criatura, pudo distinguir que sonreía con ironía.

_ No iré a ninguna parte sin ella. _ Anunció Anzu. _ Apuesto a que no querrá disgustarme.

_ No… jamás querría contrariar a una benefactora tan importante. _ Se detuvo, dubitativa. _ ¿Está correctamente desparasitada?

Selennaya iba a mandarla a la mierda muy fuerte, pero Anzu la detuvo con una mirada.

_ Sí, lo está.

_ Está bien, embajadora. Haremos una excepción. Espero que su mascota se sepa comportar y no deje sus… deposiciones en lugares indebidos.

_ No se preocupe. _ Respondió Anzu. _ ¿Puede tomar la delantera? Me gustaría comentarle algunas cosas antes de empezar la visita.

_ Como desee, la esperaré al doblar la esquina.

En cuanto dobló la esquina, Selennaya explotó, ofendida por el comportamiento de aquella criatura.

_ ¿Se puede saber qué coño le pasa a ese cerdo elitista?

_ Es mujer en realidad. _ Suspiró Anzu.

_ Lo mismo da. ¿Qué le pasa a esa puta? _ Exclamó, con una expresión de desagrado. _ ¿Por qué me trata como un perro?

_ Así es como te ve. _ Anzu sonaba tétrica.

_ Ah, y tú eres la super embajadora. _ Bufó Selennaya. _ ¿Por qué?

_ ¿En serio te lo tengo que explicar?

_ Pues sí. Estoy cansada de que me tratéis como si fuera una basura. _ Le espetó Selennaya. _ Si somos iguales.

_ Sólo por fuera, Selennaya. Te pareces más a un chimpancé que a mí. _ Hizo una pausa. _ ¿Tú invitarías a un gorila a entrar en tu casa?

Selennaya no se pudo contener. Abofeteó a Anzu con tanta fuerza que la pelirroja a punto estuvo de caerse, llegó incluso a temblar. La tomó de los hombros y la empujó contra una pared.

_ ¡No soy un chimpancé ni un gorila! _ Le gritó. _ Soy una persona. Tengo sentimientos, tengo sueños.

_ Lo sé… lo sé… _ Anzu la miró fijamente.

_ ¿Lo sabes, Anzu? Porque llevas todo este tiempo tratándome como si no lo supieras. Una cosa es que creas que estás por encima… y otra que creas que soy una mascota.

_ Selenna… cálmate. Yo nunca te he dicho que seas una mascota. Piénsalo. ¿Cuándo te he dicho yo eso?

_ No… esas palabras no… _ Dijo Selennaya, soltándola.

_ Selennaya… lo que acaba de pasar… ha sido un papel. Ella esperaba a la embajadora y así me he comportado. _ Bajó la mirada. _ No eres mi mascota.

_ ¿Y qué soy para ti? _ Suspiró. _ ¿Una asistente? ¿Alguien en quien descargar tus frustraciones?

_ Yo… sólo…

_ Embajadora, temo que no podemos esperarla más.

La figura alta se había deslizado de nuevo en su dirección, a Selennaya casi le parecía que estaba sonriendo con condescendencia mientras las guiaba por las instalaciones. Selennaya le lanzó a Anzu una mirada que decía que no habían terminado, que hablarían de ello más adelante.

Las instalaciones eran inmensas, adaptadas a aquellas criaturas de tamaño casi monstruoso. Selennaya se sentía incluso más diminuta que ante la idea de que aquellas criaturas la trataran como a una mascota.

Parecía que se encontraban en una fábrica, Estaban saliendo de la cadena de producción, y el resultado final era bastante llamativo. Salían botellas rellenas con un líquido de un brillante color naranja.. Botellas reforzadas con plástico blanco. La criatura alargó la mano por encima de donde llegaba cualquiera de las dos mujeres.

_ ¿Qué es esto? _ Preguntó Selennaya.

La criatura la miraba como si le estuviera preguntando qué era el aire o cuánto eran dos y dos. Emitió un largo suspiro y finalmente se inclinó para mirarla a la cara.

_ Es oxidrón. Nuestro producto estrella. Combustible concentrado.

_ ¿Y para qué sirve? _ Preguntó, poniendo los ojos en blanco.

_ Para todo, imagino. _ Respondió Anzu. _ Naves de transporte… energía para los hogares… Calefacción.

_ Correcto, Embajadora. Veo que ha hecho sus deberes. _ Anzu devolvió la botella.

_ ¿Puedo ver el proceso previo? _ Preguntó, cruzándose de brazos.

_ Lo lamento, embajadora, pero nuestro proceso de elaboración es secreto.

_ Anda, como la coca-cola. _ Se le escapó a Selennaya.

_ Es bastante más complejo. _ Dijo la criatura, altanera. _ ¿Y bien, embajadora? ¿Está usted interesada en sumarse a nuestra larga lista de clientes?

_ Aún tengo que pensarlo. ¿Podría ver algo más del complejo?

_ Siéntase libre de vagabundear cuanto guste, embajadora. _ Le dijo la criatura, dejándola a solas.

_ ¿Y bien? _ Le preguntó Selennaya, alzando una ceja.

_ Necesito averiguar qué es lo que hacen aquí _ Respondió Anzu. _ No es trigo limpio.

Selennaya puso los ojos en blanco. Daba por hecho que Anzu entendería que estaba hablando de continuar con la conversación que habían tenido antes… pero estaba claro que no parecía importarle. Quizá ya lo había olvidado. No le extrañaría, visto lo que habían estado hablando.

No encontraron gran cosa mientras se movían por las instalaciones. Todo con esa estética blanca, mostrando los distintos usos del fluido, que efectivamente parecía servir para todo. Desde combustible de naves y vehículos terrestres hasta bicicletas eléctricas y aeropatines.

_ Bien… ya hemos visto la parte que querían que viéramos. _ Dijo, en un susurro. _ ¿Lista para ver las entrañas?

_ Siempre. _ Dijo Selennaya.

Anzu se acercó a una puerta oculta, sacó el destornillador y comenzó a manipularla. Se abrió de forma silenciosa. La pelirroja tuvo que hacer fuerza para empujar esa enorme puerta, pero pudieron colarse sin demasiados problemas. Tras la puerta el blanco había sido sustituido por un tono más primitivo. Roca viva, con restos de distintos minerales en ella. Podían verse tubos que transportaban el líquido de color naranja.

Iluminadas por la luz del destornillador, ambas mujeres se adentraron en las entrañas de aquel pasillo. Se escuchaba el sonido de la maquinaria. Selennaya notaba el aire pesado, y había un olor nauseabundo que llenaba el aire.

Anzu se detuvo en seco, en mitad del pasillo. Selennaya miró hacia adelante buscando algo que pudiera identificar, pero el pasillo seguía y seguía. Sólo el eco de la maquinaria en el fondo.

_ ¿Qué ocurre? _ Preguntó Selennaya.

_ Lo siento. _ Hizo una pausa. _ De verdad… lo siento.

Selennaya iba a preguntarle qué sentía, cuando escuchó un sonido silbante… y se vieron rodeadas. Fueron 4. Cuatro de aquellas criaturas las rodearon. Y parecían completamente distintas, amenazantes. Sus ojos brillantes, sus afilados ángulos… y dientes, dientes afilados como cuchillos.

_ Usted no es la embajadora. _ La voz fría sonó afilada como un cuchillo.

_ No, no lo soy. _ Dijo Anzu, manteniendo la compostura. _ Sólo soy una persona preocupada.

_ Cómo comprenderá no podemos permitir que nuestros secretos empresariales se aireen. _ Respondió aquella voz.

_ Oh vamos… no se lo diré a nadie. _Anzu sonaba más valiente de lo que Selennaya intuía qué se sentía. _ Me lo podéis contar.

_ Temo que nuestras políticas son muy estrictas. Llevadlas a las salas de espera.

Anzu no se resistió, y Selennaya entendió rápidamente por qué. Era como si un bebé, con sus pequeñas manitas, intentase detener a una persona adulta en buena forma física. Sus movimientos fueron inútiles. La dura sustancia que conformaba a aquellos seres era irrompible, su fuerza colosal, y su expresión cada vez más aterradora.

Cuando la dejaron sola, en un pequeño habitáculo, Selennaya se detuvo unos minutos a encogerse en sí misma. Por un segundo se quedó simplemente mirando hacia la nada, aterrada. Pero se negó a quedarse quieta. No quería que le volviese a ocurrir lo mismo que la última vez. No quería estar pendiente de un hilo esperando a Anzu.

Así que revisó en sus bolsillos y encontró sus llaves, unos chicles y una horquilla. Se echó a reír. Ella no es que fuera una experta cerrajera, pero dado el tamaño de aquellas cerraduras, no le costó romperla. No le extrañó que no hubiera guardas.

Ella no era más que una mascota, ¿No? No tenía sentido poner guardas para asegurarse de que un chucho no se escape del transportín. Iba a enterarse de qué estaban tramando allí mientras estuvieran ocupados con Anzu. Encontró la puerta abierta, tal cual la habían dejado. Con una sonrisa confiada, se adentró en aquel lugar oscuro.

Llegó más allá de donde se había quedado con Anzu, a una amplia sala. Parecía un cochiquero de una granja… con una única diferencia… una llamativa que provocó que Selennaya sintiera una fuerte arcada.

Anzu, en cambio, se encontraba en una de aquellas salas blancas, sentada frente a los que debían ser los directivos de la empresa. Ella sí que los distinguía del resto. Eran esas criaturas las que no lograban identificar la especie a la que Anzu pertenecía.

_ Se lo preguntamos por última vez. _ El jefe debía ser alguien que no acostumbra a escuchar negativas. _ ¿Quién es usted? ¿De dónde es? ¿A qué especie pertenece?

_ ¿Por qué es tan importante? _ Anzu sonrió. _ ¿Qué más dará quién sea?

_ El castigo por tus crímenes está ligado a tu especie.

_ Arcaico… _ Susurró Anzu. _ Está bien… Nací en un planeta antiguo y olvidado… Cuyo nombre es Gallifrey. Soy un señor del tiempo.

Personas… mujeres para ser concretas. Había centenares de mujeres agrupadas en aquella cochiquera, sin más ropa que un collar identificativo con un número de serie. Pero no era simplemente que estuviera allí. Era su comportamiento. También se comportaban como animales… revolcándose en el barro y comiendo apretadas contra el comedero.

No había inteligencia en aquellas miradas, no más que la del ganado. Selennaya se estremeció al sentir aquellos cuerpos olfateándola. Estaba atontada por lo que estaba viendo cuando se escuchó una bocina y la mujeres formaron una fila, arrastrándose a cuatro patas hacia una apertura en la valla que acababa de abrirse.

Selennaya cayó al suelo cuando la empujaron y, viendo que iban a aplastarla no le quedó más remedio que continuar, notando cómo el corazón se le iba acelerando. Era muy distinta al resto, que iban alegremente hacia adelante. Selennaya tenía un mal presentimiento que se confirmó cuando lo escuchó.

El sonido de la maquinaria la instó a retroceder, pero no pudo. Las otras mujeres la empujaron. Trató de resistirse, pero eran muchas y tenían más fuerza que ella. Aquellas mujeres la empujaron hacia adelante. Hacia aquello de lo que tan desesperadamente estaba huyendo.

El sonido de la maquinaria venía de lo que sólo podía describir como una máquina infernal. Las chicas entraban en ella sin protestar, y esta se teñía de rojo cuando las enormes hojas de acero comenzaban a girar, produciendo un sonido morboso cuando la carne era triturada y sus huesos se hacían añicos.

Selennaya trataba de aferrarse a la vida, cogiendo cualquier objeto a su alcance, pero las otras chicas parecían completamente decididas a impedírselo en su esfuerzo por sacrificarse a ellas mismas.

A Anzu no le sorprendió en absoluto que aquellas palabras generaran un cambio de reacción tan grande. Ni siquiera su nombre o su rango… la simple idea de que estuvieran involucrándose en los asuntos de un señor del tiempo era suficiente como para asustarles.

_ Voy a recoger a mi compañera y a irme ahora mismo. _ Resolvió Anzu. _ Y no me lo van a impedir.

Cuando descubrieron que la rusa se había marchado, se estremecieron al ver la expresión de Anzu.

_ ¿Dónde está? _ Cada sílaba se había pronunciado con helado desprecio. _ ¿Dónde está Selennaya?

Aquellas criaturas le habían dicho que la buscarían, que no se preocupara, pero cada segundo que pasaba Anzu parecía más temible. Finalmente dieron con la tecla, con la anomalía.

Una pieza de la maquinaria principal se había atascado. Ni se pararon a pensar en que Anzu les estaba siguiendo cuando fueron en dirección a su más oscuro secreto. La pelirroja, sin embargo, se quedó congelada al ver aquella monstruosidad. Dos grandes trituradoras, tan grandes que en su interior podría haber vivido una familia. En una, atascada, se filtraba un líquido rojo… la otra, que seguía, ante la atónica mirada de Anzu, trituraba hombres para producir un líquido amarillo.

Se quedó completamente congelada observando con la mirada dura y los puños cerrados. Se desplomó cuando, la máquina atascada volvió a funcionar y extrajeron lo que la había bloqueado.

Ante ella deslizaron delicadamente la mitad superior de Selennaya, que tenía la expresión vacía y los ojos apagados. Adelantó la mano y le cerró los ojos en un gesto compasivo.

_ Lamentamos mucho la pérdida… _ Dijo aquella voz… aquella fría voz. _ Pero no se preocupe. Podemos sustituirla.

_ No, no podéis… _ La voz de Anzu estaba hueca.

_ Podemos usar su material genético para replicarla a la perfección.

_ ¿Y qué hay de su memoria, de sus recuerdos? ¿Qué hay de sus sueños?

_ ¿Qué sueños puede tener que importen? Sólo es humana.

Anzu elevó la vista y aquella criatura se echó hacia atrás. Intercambió una mirada con ella y alzó el destornillador.

_ ¿Qué vas a hacer?

_ Estáis compuestos de cristales de silíceo… ¿Sabes que pasa cuando se los hace resonar a gran velocidad? Déjame que te lo muestre.

Tras un sonido chirriante y un grito, aquella criatura explotó, llenando el suelo de pequeños cristales. Anzu tenía el destornillador delante de ella.

_ ¿Por qué habría de importarme? Era inferior. Como lo sois vosotros. Como lo es todo el mundo. _ Gritó, con los ojos enloquecidos.

Nadie pudo detenerla. Cuando volvió a entrar en la TARDIS, Anzu dejó tras de sí un lugar en llamas lleno de cristales rotos… La TARDIS llena de todos aquellos esclavos que la habían seguido con tan sólo al escuchar el sonido de las bocinas.

Y aquella mujer, rota, tirada en el suelo, abrazando el torso cortado de aquella mujer a la que no había sido capaz de decirle que le importaba.

_ Por favor, Selennaya, no me vuelvas a dejar sola… _ susurraba. _ No quiero estar sola otra vez.