Ninguno de los hombres y mujeres que podían ver a Anzu entendía lo que estaba sucediendo o por qué se aferraba a aquel medio cuerpo sin vida. No entendían el motivo de las lágrimas, o si quiera el concepto de tristeza. Anzu gritaba de frustración, aferrando aquel cuerpo ajeno… hasta que notó algo.

Un golpe. Un latido. Se separó un momento y observó el rostro vacío de la rusa. Se quedó en silencio, con los ojos muy abiertos cuando su boca se entreabrió ligeramente. Un chorro de energía de un tono anaranjado salió de ella. Era algo que Anzu conocía muy bien.

_ No puede ser… _ Susurró. _ Apartaos…

Dejó a la muchacha en el suelo de la nave, tomando distancia para con ella. Todo su cuerpo empezó a emitir un resplandor naranja. Mientras brillaba, los cortes comenzaron a cerrarse. La carne retomó su lugar… las piernas comenzaron a extenderse de nuevo hasta formar todo un cuerpo… como si nada hubiera pasado.

Selennaya despertó emitiendo un grito de terror, y tardó un par de segundos en recuperar la compostura. Que ella supiera, unos segundos antes estaba siendo triturada por aquella máquina monstruosa. Había sentido cómo se le hacían trizas las piernas, cómo el dolor la llevaba al borde de la locura cuando sus órganos empezaban a deshacerse.

Y ahora podía ver sus piernas desnudas en el suelo de la TARDIS, intactas. Movió los dedos de los pies, incrédula. Anzu se le echó encima, abrazándola con más fuerza que su abuela cuando era niña y llegaba a visitarla para Navidad. Mientras trataba de recuperarse de la intrusión, la pelirroja le besó la frente profusamente.

_ Por favor, no vuelvas a asustarme así. _ Le dijo, apretándola fuertemente contra su pecho. Selennaya parecía un tomate.

_ Vaya… sí que te importo. _ Atinó a decir.

_ ¡Pues claro que me importas! ¡Eres mi única amiga ahora mismo, maldita sea! ¡Si no te tuviera no sabría qué hacer! _ Estalló Anzu.

Selennaya le dio un beso en la mejilla y Anzu también se sonrojó, tanto que las mejillas hacían juego con su pelo.

_ ¿Tanto te costaba decirlo? _ Le preguntó a Anzu. _ Mira… voy abajo a buscar unos pantalones… y luego me cuentas quién fue la persona por la que te cerraste en banda… y por cierto… eran mis botas favoritas, así que más te vale conseguirme unas.

_ Hasta te compraría un bolso a juego si me lo pidieras.

_ Pues te lo pido. _ Selennaya sonrió. _ Voy a tener que ponerme en peligro mortal más a menudo… me gusta esta nueva Anzu… me cae mejor.

Anzu se mordió el labio y no respondió. Se quedó sobre los mandos mientras movía las palancas del panel de control ante la atenta mirada de todos los que mantenían la mirada pegada en ella.

_ ¿Qué? Dejad de mirarme así. _ Lanzó una risotada mientras revisaba los paneles. _ Veamos dónde os puedo dejar…

Selennaya volvió poco después, con una sonrisa en el rostro. Se sentía extrañamente viva. Se acercó a Anzu y la miró, con una gran sonrisa. La pelirroja le devolvió el gesto.

_ Gracias por salvarme.

_ Yo no hice nada, Selennaya. _ La miró, con la cabeza baja. _ De hecho, llegué tarde… te habían triturado hasta la mitad.

_ Pero… tengo mis piernas. _ susurró, pasándose las manos por las piernas.

_ Te regeneraste…

_ ¿Regenerarme?

_ Sí, es algo que hacemos los señores del tiempo. Cuando llega el momento de la muerte, explotamos emitiendo energía del vórtice temporal. Volvemos a la vida y adoptamos un nuevo aspecto.

_ Pero yo no he cambiado… además… soy humana. _ Se quedó en silencio cuando Anzu la miró. _ Soy humana… ¿Verdad?

_ Los humanos no se regeneran, Selennaya. _ La miró a los ojos.

_ ¿Me estás diciendo que soy un señor del tiempo? _ Preguntó, con ironía.

_ No, claro que no… tienes sólo un corazón… y no has cambiado. _ Bajó la cabeza. _ Pero está claro que hay algo de señor del tiempo en ti.

_ Mi padre… _ Dijo Selennaya, directamente.

_ ¿Tu padre?

_ Mi padre se marchó antes de que yo naciera. _ Susurró Selennaya. _ Mi madre nunca ha querido hablarme de él.

_ Deberíamos hacerle unas cuantas preguntas a ella. _ Suspiró Anzu.

_ Vale. Búscale un sitio a esta gente y luego vámonos. Es incómodo notar cómo me miran todos.

_ Sí, lo primero es lo primero… han jugado con su genética para que sean dóciles… pero subestiman bastante lo que la raza humana es capaz de aprender con tiempo… se me ocurren algunas colonias donde se podrán adaptar. _ Susurró, tocando algunos controles. _ No te preocupes por ellos. Estarán en un buen sitio.

_ Cualquier sitio será mejor que esas fábricas. _ Dijo Selennaya. _ ¿Cómo conseguiste sacarlos de allí con todas aquellas criaturas?

_ Dijeron algo malo sobre ti y perdí el control… _ Suspiró largamente.

_ ¿Perdiste el control y qué hiciste?

_ Los maté… _ Anzu bajó la mirada. _ Tengo que dejar de hacer eso…

_ Se lo merecían. _ La apoyó Selennaya. _ Eran unos monstruos.

_ No… no lo eran. Y aunque lo fueran eso no me daba derecho a matarlos. _ Bajó la mirada hacia el panel de control. _ ¿No lo ves? Si mato a la gente sólo porque es inferior… física o moralmente… no soy distinta de ellos.

Selennaya se quedó en silencio al ver cómo golpeaba el panel de control.

_ Yo no era así, ¿Sabes? No me gustaba la violencia… _ Sonrió tristemente. _ Evitaba los conflictos con todo mi ser.

_ Dicen que puedes salir de la guerra, pero que la guerra no sale nunca de ti. _ Susurró Selennaya.

_ Entiendes que matar es muy fácil. _ A Anzu se le había cubierto el rostro con el pelo. _ Es la forma más fácil de resolverlo todo.

_ Pero no es correcto. _ Susurró Selennaya.

_ No, no lo es. No quiero ser así. Una cosa es un Dalek y otra criaturas como aquellas…

_ Bueno… ¿Qué te parece si prometemos no matar a nadie a partir de ahora? _ Le preguntó, poniéndole las manos en los hombros. _ Yo te ayudaré.

_ Podemos intentarlo, al menos.

La TARDIS aterrizaba en un callejón de Moscú. Era invierno y el frío calaba a pesar de que se habían abrigado bien. Selennaya parecía encontrarse bien, pero Anzu estaba temblando, aferrándose a sí misma dentro del anorac que llevaba.

_ Vaya… eres capaz de derrotar a especies alienígenas capaces de conquistar el universo… pero con el frío ruso no puedes.

_ Este cuerpo no está adaptado para este frío, denúnciame. _ Puso los ojos en blanco. _ Es la primera vez que paso tanto frío con él.

_ ¿Este cuerpo? _ Preguntó. _ ¿Has tenido otros?

_ Sí, ya te expliqué cómo funciona la regeneración. Cambiamos por entero. _ Sonrió.

_ ¿Cuántas veces te has regenerado? _ Le preguntó.

_ De momento sólo una. _ Respondió Anzu.

_ Ya me enseñarás cómo eras. _ Sonrió Selennaya mientras se encaminaba hacia la casa de su madre.

Cuando llamaron a la puerta, Selennaya se mostraba mucho más seria. La mujer que abrió la puerta tenía expresión de pocos amigos, que a ninguna de las dos se sintió mínimamente acogida por ella.

_ Hola, madre. _ Susurró Selennaya. _ ¿Cuánto tiempo hace, tres años?

_ Cuatro, cielo… ¿Pero quién los cuenta? _ Se giró hacia Anzu. _ ¿Y esta quién es? ¿Otra desviada?

Selennaya emitió un hondo suspiro.

_ Ni lo sé ni me importa. No es mi novia si es lo que estás preguntando.

_ ¿Y qué si lo fuera? _ Anzu puso los ojos en blanco.

_ Anzu, no discutas con ella… es una batalla perdida.

_ Supongo, veamos la casa…

_ ¡Eh! _ Exclamó la mujer.

Era natural su reacción, dado que Anzu había entrado en la casa sin pedir permiso, como si fuese suya. Se dirigió directamente al salón, lleno de fotos familiares.

_ Esta es mi casa. _ Exclamó la mujer, mirándola con desprecio. _ ¿Quién se cree que es para entrar así?

_ Creía que los rusos eráis comunistas. _ Anzu sonrió, pícara.

_ Eso no significa que pueda usted entrar en mi casa y tocar mis cosas. _ Gruñó ella.

_ Supongo que no… Pero ella sí debería. _ Miró a Selennaya. _ No me diga que de verdad ha dejado de hablar con ella sólo por la gente con la que sale.

_ Eso no es asunto suyo.

_ Sin querer estar de acuerdo con ella... _ Suspiró Selennaya._ Tampoco creo que sea asunto tuyo.

_ Correcto, estamos aquí por tu padre, ¿Hay fotos? _ Preguntó, observando los marcos. _ Veo aquí que tienes muchos parientes. ¿Es él uno de esos?

_ No, él no está ahí. _ Dijo Selennaya. _ Nunca me dejó ver una foto suya.

_ ¿Por eso has venido, por tu padre? _ Le espetó la mujer. _ Creía que una de las cosas que teníamos clara es que no hablábamos de él.

_ Y no habría querido hablar de él de no ser porque ayer caí en una trituradora y sobreviví envuelta en un estallido de luz naranja. _ Le respondió Selennaya, elevando la voz.

La mujer bajó la vista, emitiendo un largo suspiro, como si hubiera sido descubierta. Miró a la pelirroja y Anzu se sintió que la miraba con el máximo desprecio que un ser le puede dedicar a otro.

_ Tú eres uno de ellos. ¿Verdad? _ La miró a los ojos. _ Tienes el mismo aire que él, la misma confianza.

_ ¿Que mi padre?

_ Sí, tu padre… el señor del tiempo. _ Bufó ella. _ Tenía dos corazones y ambos eran fríos como el hielo.

_ Pensaba que iba a costarnos más que nos confesaras eso. _ Admitió Anzu.

_ ¿Para una vez que puedo decirlo sin que me tomen por loca? No, gracias. _ Dijo ella, alzando la voz. _ Tú y tu calaña no traéis más que desgracias. Me enamoré de ese cerdo, me usó como quiso y luego se marchó.

_ Todos tuvimos que marcharnos. _ Dijo Anzu, sombría. _ Cuando llegó la guerra todos tuvimos que acudir a filas.

_ ¿Y jamás regresar? _ Preguntó la mujer, ofendida.

_ Mamá… _ Selennaya emitió un hondo suspiro. _ Anzu no es sólo un señor del tiempo.

_ Explícate.

_ Anzu es una de las dos últimas de su especie. _ La miró a los ojos. _ ¿Entiendes lo que eso significa?

La mujer se quedó mirando el infinito durante un par de segundos y se dejó caer en el sofá, emitió un largo suspiro y se llevó ambas manos al rostro.

_ Marchaos. _ Dijo, Seca.

_ ¿Disculpa?

_ He dicho que os marchéis. _ Ordenó, una segunda vez. _ Dejadme sola.

Anzu miró a Selennaya y asintieron. Ambas salieron juntas de la casa y ambas iban en camino hacia la TARDIS. Selennaya no dejaba de sentir que le había hecho más daño a su madre con aquellas palabras que el día que le había confesado que le gustaba Anastasia Petrovna.

Las dos mujeres se adentraron en la nave y la pelirroja la puso en marcha. Selennaya no se quitaba de la cabeza lo que había dicho su madre, o asumir que, efectivamente, no era humana. Se llevó los dedos a las sienes y apretó con ansiedad.

_ Vale… soy parte señor del tiempo… _ Se dijo en voz alta. _ ¿Qué implica eso?

Anzu sonrió, una sonrisa divertida. Selennaya no le devolvió el gesto. Ella no se estaba divirtiendo.

_ Bueno… además de desafiar a la muerte… de ser virtualmente inmortal… Hay una serie de dones que tenemos los señores del tiempo. _ Se colocó a su espalda y adelantó a tocar los mandos por delante de ella. _ Además tenemos una percepción superior… y otros muchos talentos… aunque no sé cuales de ellos tendrás tú… será interesante descubrirlo.

_ Bueno, supongo que ya no debo de parecerte una humana estúpida, ¿No? _ Bajó la mirada.

_ Selennaya… no me parecías estúpida fueras humana o no.