Disclaimer: Twilight le pertenece a Stephenie Meyer, la historia es de Assilem33, la traducción es mía con el debido permiso de la autora.

Disclaimer: Twilight is property of Stephenie Meyer, this story is from Assilem33, I'm just translating with the permission of the author.

Capítulo beteado por Yanina Barboza

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2. Edward Cullen

La chica se está ahogando y la camarera está gritando.

Me levanto de mi puesto, me acerco por detrás de la chica que se está ahogando y empiezo a realizarle el Heimlich.

La chica tose y jadea, y yo trato de no reírme, pero no puedo evitarlo. Esta mierda es divertidísima.

—Oh, Dios mío, ¿estás bien? —pregunta la camarera, secándose la cara con su delantal desechado.

La chica tose de nuevo y jadea un poco más y me mira por encima del hombro, con los ojos muy abiertos y lágrimas negras que le caen por las mejillas. Ella se aclara la garganta.

—Gracias —dice con voz ronca.

—De nada —respondo en voz baja, todavía sosteniéndola en mis brazos, mordiéndome el labio para evitar que me ría.

—Vamos, chica. Te llevaré a casa con Harold y conmigo. —Extiende una mano y la chica se pone rígida en mis brazos.

—Yo... no, eso es... Estaba... estaba bromeando. celebro Acción de Gracias. Mi mamá y papá están en casa ahora cocinando el pavo y horneando pasteles y triturando esas papas...

La camarera mira a la chica en mis brazos como si no le creyera.

—Dijiste que no tenías mamá...

—Ella no —intervengo, sin pensar, tratando de ayudar a esta chica—. Ella va a pasar el Día de Acción de Gracias conmigo.

Los grandes ojos marrones de la chica se encuentran con los míos por encima del hombro de nuevo, y pongo los labios en blanco y abro los ojos.

Estoy tratando de ayudarte, ¡sigue la corriente!

—¿Y tú eres?

—Su novio.

—Sí —confirma la chica rápidamente, apoyando su cabeza en mi pecho—. Es mi novio.

La camarera parece escéptica.

—Oh, ¿y cómo se llama tu novio?

—Este es... eh...

—Edward —le digo—. Soy Edward y...

—Deberíamos irnos, bollito de miel —me interrumpe la chica, girándose en mis brazos, poniendo sus manos en mi pecho—. No queremos hacer esperar a la familia. Gracias por la invitación —le dice a la mesera—, eres muy dulce.

La pequeña chica me empuja a través del restaurante y sale por la puerta, pero antes de que la puerta se cierre, el hombre de atrás comienza a gritar.

—¡Henrietta! ¡Ella no pagó por la maldita hamburguesa!

—¡Por el amor de Dios, se estaba ahogando, Harold! ¡Es a cuenta de la maldita casa!