Disclaimer: Los personajes y lugares son propiedad de Riot y no me pertenecen.

PODRÍA CONTENER SPOILERS DE ARCANE.


Serva me, Servabo te.

By: Reyna.

~Capítulo tres: Paraíso

Ekko abrió sus ojos lentamente, acostumbrándose a la luz. No es como que en Zaun hubiese demasiados rayos de sol, y mucho menos en una fábrica, pero lo cierto es que cualquier Zaunita que se precie sabía distinguir, con los pequeños cambios de luz, cuando era de día y de noche.

Parpadeó rápidamente unos segundos, tratando de acostumbrar sus ojos. Su cuerpo ya no toleraba tan bien el hecho de dormir más de cinco horas, por lo que se despertó sintiéndose más agotado que antes. Bufó, aquello no era normal, nadie debería acostumbrarse a dormir cuatro horas, con suerte cinco, pero era lo que tenía, por lo que se sentó en la cama.

Pronto recordó que no estaba en su guarida, tampoco en casa de sus padres. Estaba en una fábrica con su mejor amiga, ahora enemiga, Powder. Rápidamente giró su cabeza y observó el costado de la cama, donde anoche había dormido la chica, pero ya no estaba. Siguió sentado en la cama, apoyando los codos en sus rodillas, y tomándose la nuca con las manos. Aquello fue demasiado bueno para que durase, fue tonto creer que podría cambiarla, que podía traer a Powder de vuelta, ella simplemente se quedó allí porque no tenía alternativa, no porque realmente disfrutase estar con él y ciertamente no podía culparla.

Ellos ya no eran amigos, esa era la realidad, su amiga era Powder y ella estaba muerta. Jinx y Ekko no tenían nada en común, él había tratado de matarla, ella hizo lo mismo con él, ¿qué clase de amistad era esa? Lo entendió y le dolió, pero no iría a buscarla de nuevo, aquello marcaba un punto de cierre para él.

No podía matarla, tampoco podía traer a Powder, por lo que inventó en su plan maestro una tercera opción: Haber intentado ambas cosas y no obtener resultados. Eso había sucedido, no pudo matarla, intentó traer a su amiga de vuelta pero ella había decidido marcharse, listo. No había nada más por hacer y si seguía carcomiéndose la cabeza con lo que debía o no debía hacer con Jinx se volvería tan loco como ella y no podía darse ese lujo. Ella no debía cuidar a nadie más que sí misma (y, a veces, siquiera hacía eso) pero de él dependían muchas familias, niños sin padres, padres sin hijos... Él simplemente debía poner sus energías en las personas que realmente quieren ser salvadas. Por mucho que le pese, Jinx no desea ser salvada, no hay nada de qué salvarla, de hecho. Ella misma asesinó a Silco, fue la heroína de su propia historia y ahora solo deseaba sembrar el caos en Piltóver y, demonios, eso estaba bien para él, ¿Por qué negarle eso? ¿Por qué siquiera le importaba Jinx en ese punto? Nadie la controlaba, era ella contra el mundo, no necesitaba ayuda de nadie y mucho menos de un tonto chico que no supera su amor de la niñez.

Mientras seguía en esa posición, mirando el piso con sus codos sostenidos en sus rodillas, pudo ver unas botas dibujadas y sin atar. Levantó la cabeza rápidamente, no esperaba ver eso por lo que se asustó.

La vio allí parada, frente a él, jugueteando con una de sus trenzas, haciéndola bailar por la habitación.

—Dormiste mucho —dijo ella sin más, ajena al alboroto que su ausencia había causado en Ekko.

Él simplemente se puso de pie y la abrazó, sin mediar palabra, sin pedir permiso. La chica actuó con sorpresa, aunque decidió devolver el abrazo.

Para Ekko, que ella siguiera allí significaba solo una cosa: A la mierda la tercera opción, no debió entrar en pánico tan rápido, debió confiar en ella, en que volvería, en que él aún le importaba.

—¿Acaso tuviste un mal sueño, bebé? —se burló ella, mientras terminaba el abrazo con sutileza.

—Algo así... —terminó por decir él, avergonzado de su propia reacción— ¿Dónde estabas?

—No es tu asunto —contestó ella, alejando la vista de él. Ekko podría asegurar que ella había estado en Piltóver, podía incluso creer que Jinx tenía horarios para aquello, cada región tenía su día, ayer estuvo en Zaun, hoy en Piltóver. La única duda que había sobre su teoría era por qué llegó tan rápido de Piltóver.

—¿Tienes hambre? —preguntó el chico, caminando hacia la entrada de la habitación.

—Completamente muerta —contestó ella, tocándose el estómago y haciendo una cara de absoluta agonía. Ekko rió por su gesto.

—Ven, conozco un lugar bastante bueno, voy con Vi cada viernes —dijo Ekko mientras ambos bajaban la escalera para llegar a la planta baja.

—Lo sé, "Chompie' s Place", ¿verdad? —contestó ella. Ekko sonrió, demonios, la chica hacía bien su trabajo. Cuántas veces había discutido con Vi sobre el paradero de Powder, cuando todo ese tiempo estuvo allí, con ellos, probablemente escuchando todo.

Quizá por eso estaba tan amansada con ellos, Jinx sabía que ellos realmente la querían y no eran un enemigo o una amenaza. ¿Cómo debía tomarse aquello? Creía que con calma, el hecho de que ella los siguiera no significaba, menester, que sean personas importantes para Powder. Quizá simplemente quería saber qué hacían, estaba aburrida o tal vez, esperaba que no, quería encontrar sus puntos débiles para vengarse por lo que hicieron con ella.

Decidió alejar esos pensamientos de su mente, no tenían sentido en ese momento, ¿Por qué le costaba tanto concentrarse? Comenzó a caminar con Jinx por la fábrica, pero antes de salir, la chica tomó una especie de caperuza verde militar, era más larga de lo normal, le cubría hasta las rodillas y su rostro quedaba prácticamente cubierto por las sombras que la capucha le daba.

La chica no era tonta, no podía salir a simple vista por Zaun, era buscada por todo el mundo, algunos en el sumidero la idolatraban por haber destruido el capitolio de Piltóver y asesinado a Silco, pero la mayoría, sin embargo, quería su cabeza. Piltóver tenía una recompensa por quien trajera a Jinx viva y aquello había movilizado sobre todo a los Zaunitas, quienes necesitaban el dinero.

—Bien, ya me puse bonita para tener una cita —bromeó Jinx. Ekko se ruborizó, siempre había querido una cita con Powder, o lo que él creía que era una cita a la tierna edad de nueve años, pero jamás se atrevió a pedírsela. Definitivamente no era como la imaginaba y, aunque estaba conciente de que Jinx simplemente estaba bromeando, la idea de tener una salida juntos los dos caló en el alma del chico. Si tan solo fuera con Powder y no con Jinx...

Ambos salieron y la joven se sorprendió de la cantidad de personas que Ekko conocía. No podían dar cinco pasos seguidos sin que alguien se detuviera a saludarlo, a preguntarle cómo estaban sus padres, qué tal le iba a él acogiendo huérfanos... Jinx simplemente bajaba la cabeza cada que alguien pasaba demasiado cerca, no quería ser descubierta. Su vida le parecía en extremo divertida, explotando cosas, vigilando a sus amigos, comiendo, corriendo y haciendo lo que le venía en gana en cualquier momento, se sentía plena y libre, pero no lo era realmente, le faltaba algo para ser completamente libre: Salir por la calle y saludar a todos con una genuina sonrisa, como hacía Ekko. Ella simplemente no podía hacerlo, algunos la tacharían de martir y aplaudirían, otros muchos tratarían de asesinarla, y algunos otros capturarla con vida para pedir la recompensa. Sea como sea y de cualquier manera, ella llamaba demasiado la atención.

Llegaron, después de una larga y extenuante caminata, hacia el puesto de comida callejera de Zaun y se sentaron en una mesa alejada.

—Ekko, muchacho, ¿qué haces sentado ahí? —preguntó Jonu, el camarero. Ekko normalmente se sentaba en la barra junto con Vi, pero en esta ocasión decidió que lo mejor sería sentarse en la mesa más alejada del lugar, para que nadie pudiese reconocer a Powder siquiera por asomo.

—Lo siento, hoy estoy con otra persona —contestó el chico, señalando a Jinx. La chica bajó la cabeza, evitando ser vista. La tela de la capucha apretaba bastante, dado que, en lugar de trenzar su cabello, decidió recogerlo en un moño, para que no se viera ni siquiera un mísero mechón.

—Oh... Ya veo —comentó el Jonu, guiñándole un ojo a Ekko— Ya decía yo que tenías que tener una dama especial esperándote en casa.

—Yo no espero en casa, yo voy adelante —respondió Jinx, cambiando el tono de su voz para no ser descubierta. Ekko se rió sin quererlo, era obvio que Jinx iba a reaccionar, no podía escuchar alguna injusticia sin hacer algo al respecto, así había sido siempre y, a diferencia de Vi, eso no había cambiado, aún seguía luchando por causas que considerara justas, aunque lo hacía de un modo que Ekko no siempre compartía.

—Claro, yo no quise... —susurró el mesero, nervioso. Entrecerró los ojos, aquella voz le sonaba de algún lado y el chico pudo ver su sospecha, por lo que decidió actuar pronto:

—¡No te preocupes, Jonu! —gritó rápidamente. Ekko no era bueno mintiendo— ¿Qué tal si nos traes dos café para empezar a enmendarte?

El mesero sonrió ante el chiste del joven y decidió no darle mayor importancia a aquella misteriosa chica. Realmente su puesto era muy popular y había pocas personas a las que no conociera, por lo que reconocer la voz de aquella chica no era algo extraño. Quizá se cubría así porque estaba casada o se avergonzaba de Ekko. De una forma u otra, no era su problema.

El camarero trajo dos café cargados en un vaso demasiado grande, Ekko rió, creyendo que el hombre simplemente estaba pidiendo disculpas a través del pedido. Jonu dejó los café sobre la mesa y, junto a ellos, algunos sobres de azúcar. Aquello era un verdadero lujo en Zaun y no había muchas personas que pudiesen permitirse el consumo de azúcar refinada.

Ekko puso un sobre en su café y observó con asombro como Jinx le ponía cuatro sobres. ¡Demonios, por algo tenía tanta energía!

La chica le dio un sorbo y sus pupilas se achicaron repentinamente. Adoraba el café en todas sus formas, aunque no lo consumía a menudo, de hecho no había nada que consumiera a menudo, siempre estaba tan absorta en sus pensamientos que simplemente se le olvidaba. Comía, por supuesto, cuando sus entrañas grunían tanto que no podían ser acalladas ni siquiera con las voces.

Jonu pronto trajo dos Munrias, un aperitivo propio de Zaun que no era más que un pan dulce y sin ningún relleno, no valía la pena, nadie allí podía pagarlo. Jinx se relamió los labios y se comió la mitad del pan en un solo bocado. Ekko comía mientras observaba la situación, demasiado divertida.

—¿Te gusta lo dulce, eh? —se burló Ekko, dándole un sorbo a su café. Pronto parpadeó rápidamente y comenzó a dar pequeños escupitajos— ¡Demonios, está caliente!

Jinx comenzó a reír tan sonoramente que todos voltearon a verla, Ekko hacía gestos con sus brazos para que desesperadamente bajara la voz, pero la chica estaba demasiado divertida como para prestarle atención. Comenzó a moverse sobre su silla y tomarse el estómago con las manos tan fuertemente que cayó de la misma y, aún así, siguió riéndose.

El chico vio al camarero y otras personas acercarse a ella, probablemente a prestarle ayuda, pero Ekko no podía permitirlo, aquello la delataría y, aunque siempre salían armados, no era su intención comenzar una pelea con gente que conocía de toda la vida.

Se puso de pie rápidamente y corrió hacia ella, para ponerla de pie y la abrazó como si su vida dependiera de ello y, de hecho, lo hacía.

Jinx comenzó lentamente a dejar de reir o, al menos, su risa ahora se oía más natural, menos psicótico. El chico, con una mano continuó abrazándola y con la otra comenzó a hacerle señas a las personas agolpadas al rededor de ambos, para que se quedasen tranquilos.

—Lo siento, está todo bien, está muy feliz porque vamos... ella... ambos vamos a casarnos —comentó él, inventando la excusa sobre la marcha. Luego, bajó la voz y, susurrándole en el oído, le dijo: —Por favor Jinx, si tu idea de no llamar la atención es esto, creo que tendremos un problema.

Ekko soltó a Jinx, quien bajó la cabeza lo más que pudo, evitando las miradas. El chico sacó dinero de su bolsillo y lo dejó sobre la mesa, era más de lo que costaba, pero decidió que esa sería la propina del camarero.

Tomó la mano de Powder y, como si fuera una bandera, la llevó a rastras por las calles de Zaun, corrió lo más rápido que pudo. Alguien la había notado, estaba seguro, era imposible no hacerlo, aquella risa maniática era como una marca registrada en Piltóver y en Zaun.

Llegaron a la fábrica y volvieron a trancar la puerta dos veces, solo para estar seguros.

—Debemos salir de aquí —dijo Ekko, mientras ponía la segunda traba de la puerta.

—¿Debemos? —rió Jinx, mientras se colgaba a Pow Pow y Carapezcado— Eso me suena a manada.

El chico la miró, parada frente a él: —Volverás a irte.

—¿Acaso eso te sorprende? —preguntó la chica, riendo— ¿La propuesta de matrimonio iba en serio?

Ekko rió y bajó la cabeza, apenado: —Quería salvar tu vida, pero pensé que tal vez te quedarías un tiempo más aquí.

—No, mi cielo, tengo muchas cosas que explotar —contestó divertida, fantaseando con la idea de volar la capilla de Piltóver. La había hecho explotar hacía un año, quizá un poco más, y recién habían terminado de reconstruirla, ella estaba deseosa de volverla polvo nuevamente.

Ekko se sentó en el tercer escalón de la escalera que llevaba arriba, parecía pensativo. La joven, por su lado, pulía a Carapezcado para que se viese bonito en la calle.

—Escucha, Jinx, al menos podríamos tener contacto, ¿sabes? —le dijo él, ya desesperado, no quería volver a perder a alguien, aquello se había vuelto casi una fobia. Recordó a su amigo Firelight y sonrió— Sabes que sigo viendo a Vi cada viernes, los tres podríamos..

—Absolutamente no —se negó la chica, cruzándose de brazos— No malentiendas la situación, Ekko. Me quedé aquí porque necesitábamos refugio y acepté comer contigo porque tenía hambre, es tan fácil como eso.

La chica comenzó a reír de forma psicótica y continuó: —¿Creíste que seríamos los tres juntos, como antes? —decía mientras reía de forma antinatural.

Ekko suspiró, agotado. Jinx lo agotaba mentalmente, el hecho de pensar constantemente en qué decir o qué hacer para que Powder vuelva simplemente era cansador. Él se jactaba de tener mucha paciencia, porque vivía rodeado de niños que no siempre le ponían las cosas fáciles, pero aquella chica superaba los límites de lo que él podía tolerar, así que decidió hacer un acto de amor propio y simplemente asintió, la dejaría ir. Vivió sin ella durante muchos años y mentiría si dijera que no la echó de menos, pero aquello no tenía sentido para él. Powder no volvería, no quería volver, y él no podía obligarla.

Jinx abrió la puerta sin más, pero se detuvo antes de cruzar el umbral hacia la calle: —Quizá volvamos a vernos.

—Quizá —susurró Ekko, aún sentado, sonriéndole. La chica cruzó la puerta y la cerró con un sonoro ruido. Aquella fábrica era enorme sin Jinx y, aunque no lo había notado antes, era fría y húmeda. Ekko suspiró y no pudo contener una pequeña y torpe lágrima caer. La limpió enojado consigo mismo, por no tener autocontrol, y cruzó la puerta. Hacía dos días que no iba a la guarida de los Firelights y probablemente se pregunten dónde estuvo y él no lo diría, pero pensaría que estuvo en el paraíso.


Espero que les haya gustado y quisiera aclarar un par de cosas para que no se lleven una decepción:

Primero: No sé cuánto va a durar esto, podría terminar mañana con un final abierto o podría desarrollarse hasta convertirse en una historia larga.

Segundo: No esperen que todo sea exactamente como se supone que es en Arcane o después de esta. Tengan en cuenta que es un fanfic y, por mucho que esté inspirado en Arcane, es un material aparte que puede o no respetar el cannon. Lo mismo con los personajes, trato de hacerlos lo más parecidos al lore, pero la realidad es que no hay demasiada información sobre cómo sería tal o cual personaje en tal o cual escena, por lo que me dejo llevar y construyo un personaje que a mis ojos es creíble con el material que tengo.

Sin más que decir, me voy a seguir trabajando xD los quiero.