Bueno, les traigo un nuevo capítulo, pero en este me veo obligada a avisar algo MUY IMPORTANTE: Éste capítulo contiene una escena de intento de suicidio explícito, por lo que no recomiendo que lo lean personas jóvenes o con algún trastorno mental que podría verse agravado por la lectura. Por favor, no lo hagan, no es necesario, pueden saltar al siguiente capítulo si no se ven en condiciones de leer algo así, no soy buena escritora pero es que la escena es bastante gráfica.
Y ya que está y como veo que hay varias personas que siguen el fic, quiero aprovechar para animar a todo aquél que padezca o crea padecer algún trastorno mental a buscar ayuda No están locos, las enfermedades mentales son eso, enfermedades, como cualquier otra. Padezco una y no me avergüenzo, aún así tengo una vida normal, así que ¡A borrar tabúes!
Disclaimer: Los personajes y lugares son propiedad de Riot y no me pertenecen.
PODRÍA CONTENER SPOILERS DE ARCANE.
Serva me, Servabo te.
By: Reyna.
~Capítulo Cinco: De normalidades
—¡Son todos unos malditos! —gritaba y pataleaba Jinx, en una de las tantas habitaciones abandonadas que le surtían de escondite— ¿Tú crees que de verdad tratan de ayudarme?
—Bueno, se ven preocupados por ti —le contestó Carapezcado.
—Lo sé, pero ellos eligieron su camino hace tiempo —susurró Jinx, mientras reparaba con una llave inglesa una de sus granadas de humo. Solía usarlas, tomar el dispositivo y reutilizarlas y, a las granadas de fuego que no se podían recuperar, las tomaba como kamikazes que se sacrificaban por ella. En el mundo de Jinx, los aparatos de destrucción masiva son familia.
—Quizás deberías sentar cabeza y ahorrar para la vejez —dijo Pow Pow, su ametralladora.
—¡Demonios, son las peores armas de la tierra! —gritó Jinx, quitándose las armas de encima y arrojándolas a la cama. Las detestaba a veces porque, aunque suene extraño, las armas eran los más racionales allí.
La chica se acostó en la cama, con sus armas esparcidas por ésta, y miró el techo, pensativa; luego giró su cabeza hacia la izquierda, viendo el lugar vacío a su lado y no pudo evitar recordar a aquella noche que pasó con Ekko en una fábrica. Aquello se había sentido demasiado bien, por lo que tuvo que marcharse rápidamente, no quería acostumbrarse a aquél tipo de normalidad en su vida. Nada era normal en ella, no desde hacía tiempo, y tampoco lo quería. Cuando amas, te lastiman, eso había aprendido ella en su corta vida. Siempre que amó fue traicionada, o engañada, o lastimada de algún modo.
Amó a Vi más que a nadie en el mundo, pero ella la abandonó y eligió pasar su vida con otra persona. Amó a Silco y Vader como si fueran sus padres, pero, por accidente, ella los había asesinado y ahora cargaba con sus muertes en la espalda y, vaya, pesaban demasiado. Había amado a Ekko como si fuese realmente de su familia, pero él había decidido asesinarla en aquél puente. ¿Qué sentido tenía amar si solo te hacía débil? Y, rayos, ella no era débil, se había prometido no serlo nunca más y para lograrlo debía cortar todo vínculo con cualquier persona.
Decidió que había sido suficiente, por lo que cerró los ojos, intentando conciliar el sueño. Aquello siempre le costaba, parecía estar a punto de estallar todo el tiempo, sobre todo después de su resurrección a manos de Singed.
Ojalá Ekko hubiera terminado el trabajo en aquél puente, hubiese tenido paz por fin, pero no. Ese maldito cobarde no había podido asesinarla, y el imbécil de su padre tampoco había permitido que ella muriera. Los odiaba, los odiaba a ambos por no haber acabado de una vez con su agonía diaria y odiaba a su hermana por no haberla elegido a ella en lugar de esa maldita Piltilla pero, por sobre todo, se odiaba a sí misma, porque había sido débil, había salvado la vida de Ekko porque una parte de ella que creía muerta todavía lo amaba. Tampoco pudo dejar a Vi irse a Piltóver después de su pelea con Warwick, no, aquella maldita y débil carne tuvo que hacerla flaquear y se apareció ante su hermana porque realmente no quería que creyera que estaba sola, porque nunca lo estaba, ella siempre la observaba. ¿Por qué no podía romper esos vínculos?
Powder terminó por levantarse de la cama, descansar no era su fuerte por ese mismo motivo: Siempre que lo intentaba, su cerebro comenzaba a sobre pensar las cosas, las voces de sus muertos amigos gritaban más fuerte de lo normal, su cabeza simplemente explotaría en cualquier momento, como si de sus granadas se tratase.
Caminó por la habitación de forma desesperada, moviéndose de un lugar a otro, hasta que paró frente al espejo grande y largo que había pegado en una de las paredes. La chica observó su silueta: demasiado delgada y pálida, con ojos antinaturalmente rosados, una mirada vacía pero llena de odio y profundas ojeras que ningún sueño profundo podía quitarle... Se odiaba, se odiaba con todo su corazón, se odiaba más que a Silco, que a Ekko, que a Vi o incluso más que a Caitlyn.
Cerró su puño y lo apretó tan fuerte que sus uñas perforaron la palma de su mano, entrecerró los ojos y golpeó el espejo con todas sus fuerzas, una y otra vez. Sus nudillos sangraban pero aquello poco le importaba, siguió golpeando hasta que el último quebrado cristal cayó al suelo y observó su obra, aunque todavía no estaba satisfecha.
Se agachó suavemente y tomó el cristal más grande que encontró, extendió su brazo derecho y, con el vidrio en su otra mano, comenzó a cortarse. Al principio eran simples rayones aleatorios, pero luego comenzó a escribir cosas con sentido. Escribió el nombre de Ekko y de Vi, dibujó en su piel a sus amadas armas, también escribió su nombre antiguo, aunque al terminarlo decidió tacharlo como si de un papel se tratase y escribió su verdadero nombre: Jinx. Ella era Jinx, loca pero libre, o eso se decía cada vez que trataba de cambiar su vida.
Siguió dibujando su piel, aunque cada vez con menos fuerza. Ya comenzaba a sentirse mareada y cansada, quizás era porque eran las tres de la mañana y no dormía hacía días, quizá era por la pérdida de sangre, aunque no era demasiada, o quizá era el hecho de que no probaba bocado desde que había comido con Ekko.
Sea lo que sea, la joven decidió que ya estaba lo suficientemente tranquila como para volver a recostarse en la cama. Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos mientras observaba el techo oscuro y lleno de manchas de humedad. Lloraba por todo, por ella, por Ekko, por Vi, por sus padres, hasta por el maldito perro que tuvo cuando tenía tres años y un pandillero decidió que era divertido apedrearlo. Lloró por la injusticia de nacer Zaunita, lloró por no haberse quedado escondida aquella noche, como Vi le había dicho, sollozó por haber asesinado a Silco y por no haber abrazado a Ekko lo suficiente antes de no poder hacerlo nunca mas.
Y, llorando, se quedó profundamente dormida.
Powder abrió lentamente los ojos, se sentía increíblemente rejuvenecida, quizá aquél descanso era todo lo que su cuerpo necesitaba para volver a las andadas, volver a explotar cosas e ignorar esa vocecita detrás de su cabeza que le decía que volviera a tener una vida medianamente normal con Vi y Ekko.
Pronto, una quemazón en sus brazos la devolvió a la realidad de su vida: Se había lastimado la noche anterior y, demonios, ayer no sintió nada, estaba demasiado psicótica como para sentir algún dolor pero hoy la cosa era diferente y sus brazos realmente quemaban. Los levantó sobre su cara para verlos y se percató de que estaban vendados.
Aquello hizo que se pusiera de pie rápidamente y tomase su arma de fuego. Alguien había estado allí, alguien había curado sus heridas y deseaba por todos los santos que no fuesen las personas que ella creía.
—¿Quién demonios anda ahí? —gritó, mientras apuntaba a cualquier lado. Pronto, vio a Ekko entrar por el umbral de su puerta con las manos levantadas.
—No dispares, soy amigo —dijo él, sonriendo.
—¡No eres mi amigo! —gritó Jinx sin bajar su arma. Sí, efectivamente era él, ¿Su hermana estaba ahí también?— ¿Qué haces aquí?
—Powder, tranquila, baja el arma —dijo otra voz entrando a la habitación. Era Vi, que se acercaba lentamente hacia ella y bajaba su arma. Jinx no lo evitó, simplemente los miró confundida. Su instinto no fallaba, nadie que la hubiese encontrado en un estado vulnerable la hubiera curado, al contrario, hubiesen cortado su cabeza de raíz, pero no Ekko y Vi, ellos no se rendían con ella y aquello no hacía más que fastidiarla.
—¿Qué hacen aquí, maldición? —les escupió la chica— ¿¡No podían dejarme sola!?
—Nunca lo haremos, pequeña —contestó Vi y la abrazó con fuerza.
—Perdiste mucha sangre anoche —susurró Ekko, con la cabeza un poco gacha.
—¿Cómo me encontraron? —preguntó Powder casi sin fuerza. Haberles gritado había sido suficiente para agotarla, por la perdida de sangre, pensó ella.
—No podía perderte nuevamente, apenas te fuiste busqué a Ekko y te rastreamos. Te encontramos inconsciente en la cama —respondió Violet con una marcada tristeza en su voz— ¡Pudiste haber muerto! ¿En qué estabas pensando?
—Debieron dejarlo así —respondió sin más la chica, sin expresión en su rostro, rompiendo el abrazo de su hermana.
—No, podemos ayudarte, podemos volver a ser una familia —le dijo Vi, alejándose de ella, quería darle su espacio.
—¿Qué es lo que no entienden? —dijo Jinx, cada vez perdía más la paciencia con esos dos— ¡No quiero su maldita ayuda, quiero que me dejen en paz!
Dicho esto, amagó a salir de la habitación, pero Ekko tapó la puerta con su cuerpo.
—Múevete o te mato —le dijo Jinx, mirándolo a los ojos de forma asesina.
—Traje el desayuno —contestó Ekko, de forma conciliadora, levantando las manos para evitar que ella se fuera y sonriéndole con los ojos.
—No quiero comer, quiero que se larguen —fue todo lo que ella dijo.
Ekko suspiró y cerró los ojos. Aquello no estaba funcionando, pero Vi y él no podían dejarla ir. Había tratado de matarse, aunque ella no lo supiera realmente, y no podían dejarla sola, pues la tentativa de volver a hacerlo estaba allí, y quizá esa vez no fallaría. El chico sintió como su piel se erizó.
—No podemos dejarte ir, Powder —dijo Vi, parándose al lado de Ekko, formando una especie de barrera humana en torno a la puerta de la habitación.
Jinx sacó su arma de mano y apuntó a la cabeza de Vi, luego a la de Ekko y allí la dejo: —Muévete o te vuelo la cabeza.
—Tendrás que matarme, entonces —respondió Ekko sin dejar de verla a los ojos. Tenía mucho miedo, realmente no sabía si Jinx dispararía o no, pero no permitió que ella viese ese miedo. Él no se movería de allí, Vi tampoco. Ambos levantaron sus cabezas, no se rendirían con Powder jamás, no otra vez.
La chica los miró, giró la cabeza hacia un costado, como un cachorrito que no entiende una orden. Suspiró y bajó el arma, creía haber asesinado a la Powder bondadosa la noche anterior, pero parece que la maldita insiste en seguir con vida.
—¡Genial, vamos a desayunar! —gritó Vi extasiada, exagerando totalmente la reacción. Ekko tomó la mano de Powder, quien no dijo nada, simplemente miraba el piso y la sacó de la habitación, guiándola hacia lo que parecía ser el comedor de aquella casa abandonada.
Cuando Jinx y Ekko se fueron, Violet tomó una bocanada profunda de aire, no había respirado en todo ese tiempo, agradecía a todos los cielos por evitar su inminente asesinato a manos de su propia hermana. Demonios, sí que se había asustado. ¿Cuánto duraría aquello? No lo sabían, ciertamente no tenían un plan con Ekko más allá de no dejarla sola. ¿Qué debían hacer? Un médico no era una opción, nadie podía verla o la entregarían a Piltóver. ¿Encerrarla en un manicomio? Tampoco, no podía permitirse eso, no podía hacerle eso, además, nada garantizaba que los Piltillos la dejarían vivir.
Suspiró cansada y decidió seguir a los muchachos hacia la mesa. Cómo se arreglaría todo sería problema de otro día, hoy, por lo pronto, quería disfrutar de su hermana aunque fueran unas pocas horas.
Jinx estaba sentada en la mesa con los brazos cruzados, como si de una niña enojada se tratase. Los odiaba, los odiaba ese día más que nunca, ¿por qué no podían simplemente dejarla ir? Los veía comer felices, charlando de cosas banales, como si fueran una familia feliz. Aquello la asqueaba, ¿Realmente creían que ella viviría así el resto de sus días? Con un estúpido trabajo normal, con amigos no metálicos, teniendo hijos que no podría mantener... ¿Aquella es la vida Zaunita que esos imbéciles imaginaban para ella?
Powder golpeó la mesa con su puño de pronto y los jóvenes guardaron silencio instantáneamente, sorprendidos, la miraban y había miedo en sus ojos, ella lo veía. Ellos no sabían qué esperar de Jinx y aquello no hizo más que formar una cruel sonrisa en la cara de la peliazul. ¿Así que le temían? ¿Temían que los asesinara o que se asesinara a sí misma? Quizá ambas, pero aquella sensación de poder embriagó completamente a Jinx. Ese era el motor de su vida, sentir el poder que no había tenido de pequeña. Sentirse grande, sentirse fuerte, sentirse malditamente inmortal.
—Iré al baño —dijo sin más, como si todo estuviera bien.
—Claro, sí —contestó Vi, exhalando sonoramente. Vi no sentía miedo seguido, pero cuando lo sentía, sus pulmones se cerraban y no podía respirar correctamente hasta que el miedo pase. Jinx era la única persona que provocaba tal pavor en ella— Yo debo ir al trabajo, pero volveré, pequeña, lo prometo.
Jinx asintió y se giró, dándole la espalda. Sonrió con malicia mientras entraba en el baño, ahora su hermana era una policía, ¡Ja, y quería que confíe en ella! ¿Acaso pensaba que era imbécil? Quizá lo haya sido, cuando era más niña, pero ahora no caería en su trampa tan fácilmente. Ella sabía que Vi no tenía un real interés en ayudarla, ella solo quería apresarla. ¿Ekko estaría con ella? Probablemente, aunque nunca había apreciado demasiado a los policías.
Entró en el baño y cerró la puerta fuerte detrás de sí, poniéndole el seguro maltrecho que tenía aquél pedazo de madera húmeda. Se miró en el espejo y vio su reflejo un poco mejor que en la noche. Menos ojeras, la piel más natural... Aunque seguía teniendo esa mirada desquiciada que amaba y odiaba a la vez, aunque supuso que había cosas que no cambiaban siquiera durmiendo las ocho horas que necesita un ser humano promedio.
Se quitó las vendas para ver el daño y, rayos, estaba peor de lo que había calculado la noche anterior. ¿Quería morir? No, o al menos no sentía eso, ella simplemente quería acabar con el dolor que tenía. Si lastimaba su cuerpo, su cerebro se concentraría en el dolor físico y no en el emocional, que era todavía más agónico. No, no quería suicidarse, aunque tampoco le importaba si vivía o moría, no a esa altura.
Abrió la cortina de la ducha y tomó dos bombas que allí tenía guardadas en caso de emboscada, sus estúpidos pseudo amigos no habían revisado la casa, lo que la hizo reír. Malditos idiotas, creyendo ciegamente que ella cambiaría. Jinx era muy precavida con lo que a las personas se refiere, nunca guardaba todas sus armas en el mismo lugar y tampoco tenía una guarida fija, iba rotando y en todas ellas guardaba juguetes especiales. Las únicas armas que cargaba de una guarida a otra eran a Carapezcado y Pow Pow, aquellas amigas no podían simplemente quedarse solas.
Tomó una de las granadas y caminó hacia la puerta del baño, colocó su mano en el pomo y, en cuanto abriera, tiraría la granada y saldría corriendo. Sí, era un buen plan, además su hermana ya no estaba y Ekko no volvería a ganarle si tenía un truco bajo la manga: la sorpresa.
Estaba por abrir la puerta cuando el sonido de un golpeteo sobre la misma la sacó de su concentración maníaca:
—¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? —preguntaba Ekko, detrás de la puerta— Tus heridas fueron bastante graves, podrías desmayarte.
¡Maldición, ahí estaba otra vez el niño que creía poder salvar a todos!
—Estoy bien —contestó ella haciendo que su voz sonara más armoniosa de lo que realmente estaba en su interior. Su rostro estaba totalmente ensombrecido, pero el chico no podía verlo.
—De acuerdo, avísame si necesitas algo.
—¡Lo haré! —contestó Jinx con una falsa voz risueña, mientras sonreía antinaturalmente. Estaba a punto de abrir la puerta cuando el chico volvió a abrir su maldita boca:
—Powder... Realmente aprecio que te quedes con nosotros, significa mucho para mí —dijo Ekko con la voz en un susurro. Jinx podía imaginarlo, con su cara apoyada sobre la puerta, una tonta sonrisa en su rostro, creyendo realmente que ella quería su ayuda, creyendo que él podía traer a Powder de vuelta.
La chica movió la cabeza bruscamente, tratando de acallar las voces que le decían que dejara la granada y saliera del baño. ¡No, aquello no era parte del plan! ¡Ella volaría todo, maldición, y ningún sentimentalismo barato la haría cambiar de opinión!
—Tú también significas mucho para mí —finalizó Ekko y aquello fue suficiente para romper a Powder. No quitó su mano del picaporte pero tampoco lo giró para salir, simplemente apoyó su frente en la puerta y dejó correr lágrimas y lágrimas, aquello le molestaba demasiado, Ekko y Vi eran los únicos seres sobre la tierra que la hacían llorar tanto, y ella veía eso como debilidad, la debilidad que debía erradicar de su vida pero que simplemente no podía. No podía hacerles daño y no sabía por qué. ¿Eran importantes para ella? A esas alturas no lo sabía, hubiera jurado que no, pero entonces ¿Por qué no los mató simplemente cuando cubrieron la salida? Si realmente ellos no le importaban, asesinarlos debería haber sido una tarea fácil, no es como si nunca lo hubiese hecho, pero no podía, no podía hacerles daño.
Dejó caer la granada suavemente al suelo y utilizó esa mano para cubrirse la boca y evitar que algún gemido saliera de ella, alertando a Ekko.
Ella no podía verlo, pero juraba que el chico tenía apoyada su frente en el mismo lugar, pero del lado de afuera, y aquello le pareció casi poético: Ambos estaban iguales, igual de rotos, con infancias igualmente difíciles, pero había algo que los separaba. Físicamente, era la puerta, espiritualmente había sido Silco y Jinx lo maldijo por eso y podría haberlo matado allí mismo una segunda vez.
Decidió secar sus lágrimas, lavar su rostro y, exhalando un largo suspiro, abrió la puerta dejando la granada aún tirada en el suelo. Vivir era infinitamente más difícil que morir.
Bueno, espero que lo hayan disfrutado y no crean que me tomo el suicidio o las enfermedades mentales a chiste porque no es así, es algo importante y hay que estar atentos a nosotros mismos.
Besitos
