Hola
Quiero aclarar algunas cosas (cuando no, tarde xD): Primero, puede haber OoC y no me importa, ciertamente. En mi otro fanfic ("Arcane") traté de limitarme a lo que creía sería el actuar de los personajes. En este no, no me quiero limitar, por supuesto que trato de mantener una línea que los haga similares a lo que son en el lore (Tanto en el juego, como en las cinemáticas y la serie) pero voy a darme ciertas libertades creativas en post de hacer una historia más abierta y no tan canónica. Ojalá no les moleste y, repito, no es que vaya a cambiar la personalidad de todos los personajes de forma extrema, simplemente quiero tomarme ciertas libertades y quizá se note más que nada en éste capítulo.
Segundo, podría contener escenas de sexo, violencia, salud mental, suicidio y demás a lo largo de la historia y, aunque ya edité el primer capítulo para aclararlo, lo vuelvo a hacer ahora.
Disclaimer: Los personajes y lugares son propiedad de Riot y no me pertenecen.
PODRÍA CONTENER SPOILERS DE ARCANE.
Serva me, Servabo te.
By: Reyna.
~Capítulo Seis: Instinto
Vi llegó rápidamente a la oficina y, lo más sigilosamente que pudo, pasó su tarjeta de trabajo en la puerta de ingreso para fichar su horario de entrada.
Observó para todos lados, intentando no cruzarse a su compañera. Rezaba a todos los dioses en los que no creía que, por favor, la chica ya estuviera en las calles haciendo su trabajo.
Se dispuso a entrar en la oficina de la susodicha, en busca de su misión diaria. Abrió la puerta con cuidado y, cuando estaba por llegar al escritorio, la silla se dio vuelta, revelando a Caitlyn, de brazos cruzados, observando a Vi detenidamente, analizándola.
—Oh, hola, Caitlyn —sonrió la rosada, fingiendo que todo estaba bien, como si no notase la mirada asesina que le propinaba su compañera de casa.
—¿Dónde pasaste la noche, Vi? —preguntó la joven, demasiado calmada para ser ella— Sabes que no me molesta que tengas una vida, pero podrías tener la cortesía de avisarme que no volverás a casa. Estuve a punto de salir a buscarte.
—Lo siento, yo.. —susurró Vi, a sabiendas de que había errado. Y es que su pastelito no era posesiva, mucho menos celosa, pero tenía un punto: La noche anterior se fue enojada del departamento que compartían, no avisó a dónde iba y no volvió sino hasta las diez de la mañana, siquiera llegó temprano al trabajo y comprendía que Caitlyn estuviera molesta no solo porque era su amiga, sino también porque era su jefa.
—No quiero excusas Vi —dijo la joven, levantándose de la silla y, a paso apurado, la abrazó fuerte— Estaba preocupada por ti, creí que no volverías.
La rosada se sorprendió, definitivamente un abrazo era lo que menos esperaba, apenas pudo comprender lo que sucedía, correspondió a Caitlyn con todas sus fuerzas. Ahora se sentía todavía peor consigo misma... Estaba tan absorta en Powder que olvidaba que había otra persona especial en su vida ahora y debía proteger ese vínculo también.
—Lo siento, de verdad, de verdad lo siento —decía Violet, mientras abrazaba a la chica, aspirando el aroma a vainilla que su cabello desprendía— Algo pasó, no pude avisar antes.
Pronto, Caitlyn soltó a su compañera uniformada y, sujetándola aún por los hombros, soltó: —¿Qué sucedió?
Vi titubeó. Confiaba en Caitlyn, por supuesto que lo hacía, pero la chica había dejado en claro que, de cruzarse con Jinx, la metería presa sin vueltas, y el que avisa no traiciona, reza el dicho. Se encontraba en una encrucijada; si confiaba en la persona incorrecta, su hermana corría peligro, pero si no lo hacía, su relación con Cai no avanzaría y tampoco quería eso. Vi decidió que siempre fue buena para leer a las personas y confiaba plenamente en que Caitlyn la ayudaría.
—No debería... —comenzó a decir la rosada— No sé si debería decirte, Caitlyn.
—¿De qué hablas? Puedes contar conmigo, Vi, no me enojaré, si algo te sucede puedes decirme, te apoyaré en lo que sea —le dijo Caitlyn, que sonaba bastante sincera y decidida. Demonios, Vi pensó que podría hacerle el amor allí mismo, sobre el escritorio, y al carajo lo demás. Pero así no funcionaba la vida y, tristemente, tenía problemas que solucionar antes.
—Se trata de Powder —Dijo, con algo de duda la rosada. Hizo una pausa, observando el rostro de su compañera, tratando de deducir qué pensaba, qué haría con esa información. Quería a Caitlyn, pero también amaba a su hermana y no podía permitir que ella la encarcelara o algo peor— la encontré.
—¿Lo hiciste? ¿Dónde? —preguntó casi desesperada la sheriff de Piltóver.
—Esa es la cuestión, pastelito, no quiero atraparla, estoy ayudándola, pasé la noche con ella —mientras decía aquello, cerraba los ojos, a la espera de un grito o incluso un golpe.
Caitlyn bufó molesta y se dio la vuelta, dándole la espalda a Vi. Ahí iba con su pantomima de "Salvar a Jinx" otra vez. Aquello no se podía, Jinx estaba perdida, no tenía salvación y Caitlyn lo sabía, pero su hermana mayor no podía verlo y, demonios, la entendía. Por supuesto que lo hacía, era su hermana pequeña, jamás la vería como la asesina psicópata que era, porque todo lo que veía en Jinx era lo que recordaba saber de Powder, no podía ver más allá.
—Escucha, Vi, te entiendo, demonios, actúas naturalmente. Es tu hermana, pero ella necesita un hospital psiquiátrico. Si la entregas, en su condena podría garantizar que alguien especializado en salud mental la vea y...
—¡No entregaré a mi hermana, Caitlyn! —gritó Vi, interrumpiendo a la chica—¿¡Estoy teniendo un Deja Vu o ya tuvimos esta charla!?
—Trato de hacer lo mejor para todos, Vi —dijo sin mas Caitlyn, tratando de apaciguar las aguas— No haría nada para herirte y a esta altura deberías saberlo.
—Me estarías matando si la entregas, por favor —Vi se arrodilló ante Caitlyn, quien miraba para todos lados, avergonzada. Las personas en la oficina podían ver la situación a través de las ventanas, aunque no podían escuchar. Algunos reían, creyendo que se trataba de un problema de pareja, otros negaban con la cabeza, los policías jóvenes eran torbellinos hormonales, pensaban.
—Te lo pido por lo que más quieras, déjame intentarlo. Si no funciona, prometo que yo misma la traeré a rastras —rogó Vi, arrodillada y sosteniendo sus manos delante de su cara, como si estuviera rezando.
Caitlyn la observó detenidamente, olvidándose de las miradas lascivas de sus compañeros. Vio sus labios carnosos, su cara de cachorro mojado que implora entrar a la casa, sus brazos fuertes trenzados en un gesto de imploración. La chica decidió que le daría una oportunidad, confiaba plenamente en el juicio de Vi, y si había tenido una mínima chance de recuperar a su hermana, la acompañaría en el camino. No es como que a ella le importase Jinx, no lo hacía ni un poco, ciertamente, pero le importaba su compañera, ella sí, y por ella es que decidiría ayudar a Powder a como de lugar o, al menos, intentarlo.
—Ponte de pie, eso no es necesario conmigo —dijo Caitlyn, extendiendo su mano hacia Vi, quien la tomó con una sonrisa— Te ayudaré en lo que pueda, pero si no funciona...
—Yo misma la traeré, lo prometo —contestó Vi, lanzándose a los brazos de Caitlyn y besando cada parte de su cara con rapidez, agradeciéndole a todos los dioses aquella chica que había caído del cielo para rescatarla una y otra vez.
La joven se sonrojó, pero no impidió aquello. Realmente se sentía bien, estar con Vi se sentía jodidamente bien.
—Debemos irnos, teníamos que hacer guardia en la plaza central hace dos horas —dijo la sheriff.
—Te compensaré por esto, lo prometo —respondió Vi, mientras se ponía los guantes Hextech, y su voz sonó más maliciosa de lo que hubiese querido.
Ekko estaba concentrado en su Pulsar Z, llevaba unas gafas de soldador y observaba el artilugio con sumo cuidado, moviendo sus partes, limpiándolas con un pequeño cepillo y soplando de vez en cuando para eliminar el polvo.
Amaba ese artefacto, le había costado sudor y sangre el hacerlo. Funcionó bien por sí mismo, retrocedía en el tiempo unos seis segundos, más o menos, pero el joven quería más y Heimerdinger lo había logrado. Aquél maldito Piltillo que le salvó la vida también había mejorado ampliamente los parámetros temporales de su juguete, de hecho, había logrado salvar a todos los inútiles del capitolio de la explosión de Jinx.
No es como que le importara aquella gente, no realmente, pero tampoco era estúpido, si dejaba que Powder los asesinase a todos, habría guerra entre Piltóver y Zaun y él no quería eso, mucho menos ahora que Silco había muerto y se respiraba cierta tranquilidad en el sumidero. Sí, claro que no eran como Piltóver, no tenían dinero, leyes, realmente era tierra de nadie, sin embargo, vivían más tranquilos y todo lo demás podía solucionarse luego.
Lo que ahora Ekko tenía en mente era reparar dos cosas: Su Pulsa Powder. Lo primero era infinitamente más fácil que lo segundo.
Sí, dominar las leyes de la física y el tiempo era más sencillo que apaciguar el alma atormentada de su mejor amiga. Raro, pero Jinx era así.
—¿Qué estás haciendo? —una vocecita demasiado suave interrumpió sus pensamientos— ¿Estas reparando tu secreto bajo la manga?
Ekko se sonrojó y bajó la mirada. Sí, ciertamente aquél había sido el aparato secreto que lo ayudó a ganarle a Jinx. No es como que hubiese ganado del todo, porque ella lo había vencido con una sola mirada, pero lo cierto es que logró derribarla gracias a él.
—Lo es... —contestó él. La chica tenía sus brazos sujetos detrás de su espalda, observando la mesa de trabajo de su amigo con los ojos bien grandes. Ekko sintió que debía volver a hablar de ese momento, terminar la charla que comenzó en aquella fábrica abandonada— Sabes, realmente no hubiese podido matarte aquél día.
Jinx lo miró, como si estuviera confundida con algo, con su mano izquierda palmeó la cabeza de Ekko cual gatito.
—Por supuesto que no hubieras podido, yo también tenía trucos bajo la manga, salvador.
Ekko rió ante aquello. Por supuesto que los tenía, aquella chica estaba llena de misterios.
—Sabes que no me refiero a eso —respondió él. Quizá físicamente hubiese podido, o no, jamás lo sabría, pero su corazón no hubiese podido terminar el trabajo, con granada o no, la hubiese dejado vivir. Él sabía que ella no era Powder, mentalmente lo sabía, pero sus sentimientos lo engañaban cada vez que la veía, cada vez que veía sus ojos, antes celestes, ahora rosados. El color realmente poco importaba, lo cierto es que eran la ventana del alma, o al menos eso decía Benzo, y, demonios, quizá era la primera vez que tenía razón.
— Sabes, nunca te entenderé —preguntó Powder, sin más— Asesiné a tus amigos, apoyé la causa contraria, ¿no es eso suficiente para hacerte explotar?
Y su tono sonaba a burla, parecía querer pinchar a Ekko, ver cuánto podía soportar, o quizá solo quería que él la dejase tranquila.
—Lo sé —respondió con una voz casi agónica. Aquello dolía porque se sentía traición. Estaba traicionando a sus amigos caídos a manos de aquella maniática, pero si la mataba estaba traicionando a Powder. Al final, todo terminaba en traición y el chico ya no sabía cuál era el camino correcto. Quiénes eran los buenos y quiénes los malos, ¿Acaso los había, o eran simples personas dañadas que hacían lo que creían correcto?
—¿Entonces por qué sigues aquí? ¡Vete! ¿Por qué tienes que ayudarme? —le gritó Jinx, riéndose maniáticamente— ¿Temes que Vi se moleste?
—No es por Vi que estoy aquí —respondió Ekko con un hilo de voz. Tenía ganas de tomar su arma y terminar con Jinx, un odio caliente se esparcía por su cuerpo y él trataba de frenarlo con todas sus fuerzas, convenciéndose de que Powder estaba loca y necesitaba ayuda pero, ¿Sería verdad? Quizá ella era simplemente mala y él debía aceptarlo, pero no podía.
—¿¡Entonces por qué demonios estás aquí!? Dejaste en claro que no pudiste matarme, ¡Perfecto, vete de aquí y sigue con tu vida! —le gritó ella, cruzándose rápidamente de brazos. Aquella era una forma de sostenerse a sí misma porque los deseos de asesinar al chico crecían en su corazón, pero otra parte de ella, la parte más fuerte, no quería hacerlo, por lo que trataba de contenerse y aquello es complicado cuando tienes tres voces en tu cabeza que te dicen que termines de una vez esa historia y seas al fin libre.
—¡Porque me importas! —le gritó Ekko, levantándose tan rápido de la silla que ésta salió disparada con sus rueditas al otro lado de la habitación. Jinx, por instinto, se hizo para atrás, asustada de la reacción del chico, aunque no dijo nada, solo lo miró, lo analizó como lo hacia siempre con las pocas personas que la rodeaban— Y, créeme, quisiera poder asesinarte en este preciso momento por arruinar mi vida, por matar a mis amigos, por haberme ignorado durante nueve largos años, pero simplemente no puedo.
—¿Todavía le temes a Vi? —se burló ella, aunque la sonrisa que quería tener en su rostro no salía, por alguna razón su burla se oyó forzada, como si se tratase de un mecanismo de defensa. Defendía su corazón, no quería sentir el cariño de nadie, aquello la haría débil, la haría flaquear aún más de lo que flaqueó al dejarlos estar allí con ella, incluso flaqueó al dejarlos con vida.
—¡Esto no se trata de Vi, se trata de ti, Powder! —volvió a gritar él, moviéndose por la habitación, perdiendo la paciencia nuevamente. ¿Por qué le costaba entenderlo? ¿Acaso no se sentía lo suficiente como para ser querida por alguien?— ¡Todo esto se trata de tí! ¡Queremos ayudarte a volver!
—¡Powder murió, te lo dije en la fábrica y te lo diré hasta el día en que muera! —gritó ella, agitando las manos frenéticamente en el aire— ¿Por qué no lo pueden entender?
—Escucha... —comenzó Ekko, respirando profundamente, tratando de calmarse. Gritarle solo la hacía gritar a ella y jamás lograrían entenderse así— Sé que jamás volverás a ser la niña que tanto amamos, pero podemos ayudarte a ser una mejor persona, a recuperar algo de Powder.
—No queda nada de ella... —susurró Jinx, alejándose de Ekko y dejándose caer con brusquedad sobre una silla alejada de la habitación— Ella murió hace tiempo. Ahora soy Jinx, acepten eso y déjenme en paz.
Ekko tomó la silla con ruedas sobre la que estuvo sentado anteriormente y la llevó hacia Jinx, para sentarse a su lado.
—Sé que todavía sigue en ti. Jinx y Powder pueden convivir, lo prometo.
—¡Ja! Y dime, salvador, ¿Cómo estás tan seguro de que Powder sigue dentro de mí? ¿Tienes algún artefacto secreto para saberlo? ¿Un Pulzar Y, tal vez? —se burló Jinx.
—Porque si no fuese así, ya nos habrías matado. Tuviste varias oportunidades —contestó él con una sincera sonrisa— No bajé la guardia tan rápido solo porque soy estúpido, Powder, creí que me conocías mejor.
¡Demonios, había pasado algo por alto nuevamente! Es cierto que le parecía extraño que ambos estuvieran allí desarmados, casi buscando su propia muerte. Vi jamás había sido así, desde pequeña estaba en guardia incluso cuando dormía. Ekko, por su lado, siempre fue muy inteligente cuando eran niños y, entre los dos, era el que mejor leía a las personas y sus intenciones. Powder siempre fue más confiada y, se maldijo por eso, Jinx también lo parecía.
—Powder está muerta... Ella murió... Ella cayó a un pozo y murió —decía Jinx en un susurro, mientras miraba el piso y se cubría los oídos— Ella murió y nadie puede salvarla, no queda nada de ella porque murió y está enterrada, está enterrada en tu mural, no creas que no lo vi, está muerta y enterrada en tu mural.
La chica repetía y repetía lo mismo, sus ojos estaban tan abiertos que dolían, pero no le importaba, había cosas más dolorosas. Ekko le quitó las manos de los oídos y las tomó con cariño. Él no era un experto en salud mental, siquiera estaba informado, pero actuaba por inercia, creyendo que quizá un poco de afecto sería suficiente para encaminarla, o tal vez no, pero era lo único que podía hacer por ella en ese momento. Cruzó los brazos de Jinx por su cuello y la abrazó, tratando de terminar con el sufrimiento de ella. Realmente le dolía verla así y se maldecía por sentir aquello. Ella había asesinado a sus amigos, maldición, ¿Cómo podía sentir empatía por ella? No lo sabía, simplemente lo hacía.
Ambos seguían sentados, Powder seguía hablando en susurros aunque lentamente menguaron hasta el silencio. Ninguno de los dos dijo algo, simplemente así permanecieron un largo tiempo, tanto que a Ekko comenzaba a dolerle la espalda por la posición, pero no quería ser brusco.
El joven rompió lentamente el abrazo para apoyar su frente contra la de la chica, que seguía sin decir nada y con los ojos cerrados, como si estuviera muy relajada.
Ekko se jactaba de ser un romántico, pero lo cierto es que jamás había tenido un contacto así de íntimo con ninguna otra persona, su cuerpo actuaba simplemente por reflejo, siquiera pensaba sus movimientos, solo hacía lo que le apetecía en el momento.
Tenía diecisiete años y, por supuesto, había experimentado con alguna que otra chica qué se sentía tener intimidad y, por Dios, había sido maravilloso. Pero aquél sexo sin amor no se comparaba en nada con el nivel de intimidad que sentía en ese preciso momento. Jamás había estado tan desnudo frente a una chica y aquello le daba miedo.
Tenía miedo de lo que sentía por una persona tan voluble como Powder. Temía estar compartiendo un momento tan íntimo para él con una persona que realmente no sentía nada. Había imaginado momentos como ese mil veces con ella, pero vivirlo se sentía malditamente bien, demasiado bien para lo que es bueno.
Abrió sus ojos aún pegado a su frente y vio como una pequeña lágrima rosada surcaba la mejilla de su compañera.
Y pensó que quizá Jinx sí sentía cosas después de todo.
Me despido esperando que les haya gustado
