Holis!

Quiero que sepan que hay una teoría en internet que dice que Carapezcado es en realidad Silco (Su voz, al menos, lo que Jinx ve en él) y me gustó tanto y la veo tan probable que decidí implementarlo en mi historia por lo que sí, la voz de Carapezcado vendría siendo Silco.

Disclaimer: Los personajes y lugares son propiedad de Riot y no me pertenecen.

PODRÍA CONTENER SPOILERS DE ARCANE.


Serva me, Servabo te.

By: Reyna.

~Capítulo Siete: Amigos de hojalata

—Escucha, Ekko, no puedo quedarme esta noche —le dijo pronto Vi al chico. Ambos estaban sentados en lo que surtía de comedor en la casa que ocupaban hacía unos días.

—¿Qué es tan importante? —preguntó Ekko, haciendo girar su cronómetro, algo nervioso.

Vi miró hacia atrás, a la puerta del baño. Powder se estaba bañando, o al menos eso es lo que escuchó cuando llegó del trabajo al finalizar su turno. Al percatarse de que el agua seguía corriendo, habló: —Tengo que volver con Caitlyn.

—Oh, veo que quieres tener una buena noche —le dijo Ekko, sonriendo de forma pícara. Vi bajó la mirada de forma tímida. Era extraño hablar de esas cosas con Ekko, en su mente seguía siendo el niño torpe y cubierto de barro que llevaba a lavar al río.

—No es eso... Solo... Yo... —no sabía qué decir, ¿Por qué la urgencia en volver? Caitlyn ya sabía en qué estaba metida Vi, sabría entender si no podía volver, pero la rosada simplemente quería dormir en su cama por una vez.

—Tranquila, creo que puedo encargarme —contestó Ekko, sin dejarla terminar. Al final del día, sabía que Vi sentía algo por la sheriff de Piltóver y no quería interferir en eso, él sabía de sobra cómo se sentía querer pasar tiempo con alguien y, a diferencia del chico, ella tenía la oportunidad. Además, después de lo sucedido esa tarde con Jinx, se sentía más que capaz de quedarse una noche con ella solo.

—De verdad agradezco esto, Ekko... —contestó la rosada, extendiendo su mano por sobre la mesa para tomar la del chico— No tienes por qué ayudarme con Powder, sin embargo lo haces, realmente lo aprecio.

Ekko tomó su mano también y se sonrieron brevemente: —Sabes que realmente me importa.

—Lo sé —contestó sin más y, separando sus manos, se puso de pie— Iré a saludar a Powder.

La chica tocó la puerta del baño, y nada. Volvió a tocar con mas fuerza y a llamar a su hermana, pero nadie abría la puerta.

Preocupada, la abrió y se metió al baño, solo para encontrar la ducha abierta y el agua corriendo, pero nadie dentro.

—¿Qué carajos? —gritó Vi, mientras buscaba en el diminuto baño alguna señal de Powder. Pronto, vio una pequeña ventana sobre la ducha, era diminuta y no la había considerado como una salida, dado que ella no pasaría por ahí, sin embargo, Powder era delgada y desde pequeña acostumbraba a meterse por pequeños lugares, como un ratón.

—¿Qué pasa? ¿Puedo entrar? —preguntó Ekko, alarmado, poniéndose de pie.

Vi salió veloz como un rayo del baño: —¡No está!

—¿¡Cómo!? ¡Es imposible, la vi entrar! —contestó el chico, entrando rápidamente al baño. Él también notó la ventana y bufó molesto— ¡Demonios, cómo no se me ocurrió mirar!

Y es que estaba tan absorto en Powder, en pasar tiempo con ella, en mimarla, en hacerla confiar nuevamente en su familia, que no se percató del hecho de que ella seguía siendo Jinx y buscaría escapar tarde o temprano. Se maldijo por aquella falta de cuidado tan impropia de él.

—Tranquilo, la encontraremos, no debe estar lejos.

—Lleva en el baño media hora, podría haberse ido hace rato, podría estar en cualquier lado —contestó él, nervioso, tomándose la cabeza con las manos y tratando de pensar dónde demonios podría haber ido.

—Escucha, tranquilo... Realmente necesito que te calmes porque tampoco sé qué hacer —dijo Vi, alterada.

—Hay que separarse. Podría ir a la fábrica abandonada donde nos ocultamos de Warwick en un principio y tú podrías ir a las ruinas donde Powder mató a Silco... —comentó rápidamente Ekko. Él siempre había sido bueno y rápido en elaborar planes.

—Me gusta, me gusta, de acuerdo —se calmó Vi, analizando lo que el chico decía, y es que tenía bastante sentido, quizá se sintió mal y quiso volver a lugares que la habían marcado y definitivamente el edificio abandonado donde murieron sus amigos debía ser el primer lugar a pensar— Volvemos en dos horas, con o sin ella, para ver cómo proseguir.

—Captado —dijo Ekko saliendo a toda marcha por la puerta— Buena suerte.


—¡Maldición, qué demonios me pasa! —gritaba y despotricaba Jinx en una habitación vacía. El eco del lugar se hacía notar.

No entiendo por qué estás tan enojada, pequeña, tú no hiciste nada malo, eres perfecta —contestó Carapezcado.

—¿De qué hablas? ¡Volví a caer como imbécil! —gritó Powder, caminando de un lado a otro— ¡Fui débil, fui muy débil!

El amor no siempre es debilidad, tu padre te amó y no era una persona débil, ¿O si? —le preguntó el arma.

—¿Y cómo terminó por ese amor? ¡Muerto, y yo fui quien lo mató! —continuó ella.

Es posible, pero hasta su último aliento te amó, incluso a sabiendas de que eras tú la que acababa con su vida.

—No puedo... Yo no puedo... —susurraba, agarrándose fuerte la cabeza— Prometí que no volvería a caer en sus juegos, yo lo prometí, me lo prometí, lo prometí y fallé, ¿Por qué lo prometí si no podía? Yo lo prometí.

Relájate, Jinx, amar no es el fin del mundo —respondió Carapezcado.

—No puedo, no quiero, no los quiero en mi vida, no puedo y no quiero —decía una y otra vez la chica, en un brote psicótico— No los quiero. Saldrán a buscarme y los mataré porque me prometí no volver a amar, lo prometí, me lo prometí. Hice una promesa, me lo prometí a mí misma. Los mataré.

Ah, niña... —suspiró Carapezcado— No estás pensando claramente.

—¡Es que tu maldito discurso moral no me dej...! —gritó Jinx, pero fue interrumpida por un aullido. La chica miró a todos lados pero no veía nada, aunque el sonido seguía. Trató de escuchar de dónde provenía el sonido, pero la voz de Carapezcado no la dejaba escuchar.

De pronto, vio al gran lobo caer de una viga del techo.

—Todo fue tu culpa... —susurró el lobo, con un sonido gutural casi antinatural. Arrastraba las palabras como una persona ebria y probablemente lo estaba, ebrio de odio.

—¿Quién demonios eres? —cuestionó la chica de azulados cabellos, tomando a Pow Pow y apuntando directo al lobo.

—Mi niña, ¿En qué te convertiste? —preguntó Warwick. La chica no respondió, simplemente comenzó a disparar a quemaropa, hacia todos lados, nada le importaba, solo acabar con el maldito perro que parecía conocerla. Estaba cansada de las personas que creían conocerla. ¿Por qué nadie podía dejarla en paz?

El lobo esquivó a cuatro patas con suma facilidad, su agilidad era terriblemente antinatural, y pudo ver en sus ojos que, definitivamente, aquél espécimen era propiedad de Singed. Tenía los mismos ojos químicos que ella poseía.

—¡Quiero que cierres la boca! —gritó la chica y tomó a Carapezcado para, definitivamente, acabar con el monstruo. Disparó sin importarle que el edificio antiguo probablemente se derrumbe sobre ella por la explosión, nada le importaba, solo quería acallar a Warwick, a las voces, a sus armas. Quería que todo el maldito planeta guardase silencio por cinco minutos al menos.


Ekko había llegado a la fábrica abandonada en la que pasó su primer noche con Jinx. Subió corriendo las escaleras, esperando encontrarla quizá recostada en la cama, pensando, descansando, lo que fuere, pero no, la cama estaba vacía y el corazón del chico se encogió al verla.

Buscó un poco más por la fábrica, totalmente en vano, allí no estaba y su cerebro empezaba a palpitar, le dolía pensar.

Decidió recostarse en la cama unos minutos, necesitaba relajarse, necesitaba concentrarse en su tarea y no en sentimentalismos que de nada ayudaban a Powder ni a él a encontrarla, pero rayos, le costaba. Miró hacia su derecha e imaginó con lujo de detalle a Jinx ahí, iluminada, jugando con sus delgadas y armoniosas manos sobre su rostro, en su mente se veía relajada y feliz, ¿Por qué no pudo quedarse con ellos, entonces? Ekko cerró los ojos, tratando de eliminar esos pensamientos de su cabeza, aunque simplemente no podía.

Amaba a Powder, realmente la amaba y aquello no era un secreto, la amaba desde que tenía memoria, desde que eran unos pobres niños huérfanos. La amó el día en que se cayó del techo al escalar por primera vez, se había lastimado la rodilla y Ekko le prometió que el agua del río de Zaun era curativa, aunque terminó por infectar la herida y fue regañado por Vader. La amó cuando fue llorando a él, a decirle que Mylo había dicho que ella era una inútil, Ekko le había dicho que eso no era cierto y la había abrazado. La amó también cuando tuvo una pesadilla demasiado vívida, según ella, y él le permitió dormir en su cama, juntos y pequeños, para no tener miedo. También la amó cuando un hombre trató de llevársela con dudosas intenciones y él, apenas midiendo un metro veinte, golpeó al atacante con una sartén para luego tomar la mano de su amiga y correr lejos de allí.

La amó toda la vida y la amó hasta el día en que murió, pero lo curioso es que, en su mundo, los muertos vuelven. Vi lo había hecho y Powder también, a medias. ¿Qué debía hacer con eso? Amaba a Powder, ¿Amaba a Jinx? No, o quizá sí, depende. Depende de qué tanto de Powder haya en esa chica de desquiciada mirada rosa.

De pronto, una explosión lo sacó de sus pensamientos. Se levantó inmediatamente de la cama y se asomó por una ventana sin vidrio: La explosión venía del edificio abandonado que, en algún momento, fue un comedor comunitario para los menos favorecidos de Zaun. En algún momento comenzaron a ser demasiados, algunos violentos, y todo llegó a su fin. Los mismos Zaunitas destruyeron el lugar, llenos de odio por la desigualdad que les había tocado vivir.

Ekko notó que la explosión dejaba una onda de polvo rosada: Jinx, pensó él, así que corrió lo más rápido que pudo al lugar.

Estaba totalmente colpasado, las paredes estaba tiradas y ya nada quedaba del comedor más que escombros; mientras levantaba un par de maderas para abrirse paso notó como una de las paredes destruidas en el piso se movía y de ella salía una cosa enorme y peluda que Ekko reconoció inmediatamente como Warwick.

El animal sacudió los restos de escombro de su pelo y fijó su antinatural mirada en él, quien se tensó enseguida y movió rápidamente su mano hacia su espada. El perro solo le gruñó con fuerza, se puso a cuatro patas y, rengueando con una, corrió lejos de la mirada del chico.

Él, por su parte, no tenía tiempo para el animal, tenía que encontrar a Powder, él sabía que estaba allí abajo, estaba seguro, ¿Quién más en Zaun explotaría algo así? Movió los escombros como pudo, haciendo palanca con su espada, hasta que, por fin, levantó el correcto. El rostro y torso de la joven estaba debajo y, apenas se liberó, tosió polvo y polvo.

—¡Powder! —gritó Ekko y siguió cavando con sus manos hasta terminar de liberar sus piernas— ¡Demonios!, ¿¡estás tratando de morir!?

Jinx comenzó a toser y reir maniáticamente, mientras su amigo seguía cavando desesperadamente.

—Solo quería deshacerme del perro —le contestó Jinx, riéndo, como si aquello diese alguna gracia.

—¿Qué quiere contigo? ¿Qué demonios quiere con nosotros? —preguntó Ekko, parándose y extendiéndole la mano a la chica, ya liberada, quien se levantó fresca como una lechuga.

—No lo sé, pero nos conoce, eso es seguro —contestó mientras limpiaba sus pantalones del polvo. Ekko la miró de arriba a abajo, palpó las piernas de la chica con algo de verguenza, para después tocar sus costillas y espalda.

—¿Cómo es que nada está roto? —preguntó él, al ver que Powder estaba perfectamente, tenía algunos raspones y cortadas, pero para la explosión que soportó debería tener varios huesos hechos polvo.

—Singed, supongo, la droga... —dijo ella, levantando los hombros.

Ekko suspiró, aliviado de verla bien, aunque confundido. Aquella droga era demasiado extraña y temía que tuviese algunos otros efectos no tan positivos como salir victorioso de una explosión.

—Por favor, vuelve —dijo el chico, sin más, implorando con su tono de voz.

—No —respondió ella, tranquila, mientras buscaba a Carapezcado y Pow Pow de entre los escombros.

—¿Por qué no? —preguntó él, ayudándola a buscar. Sabía que aquellos metales eran importantes para Jinx.

—Porque no quiero —respondió, cavando para liberar a un recién encontrado Carapezcado.

—Por favor, vuelve con nosotros —volvió a insistir Ekko, mientras la ayudaba a tirar del arma y por fin liberarla.

—¿Por qué el afán? ¿No dejé en claro que no quiero tu ayuda? —le contestó Jinx, mientras pulía con su propia saliva a Carapezcado.

—¿Por qué el afán tú de escapar así? —le preguntó Ekko, mientras liberaba también a Pow Pow, que estaba unos metros más lejos que el primer arma— Creí que habíamos pasado un buen rato.

—Oh, chico enamorado, creíste que un golpeteo de cabezas haría que me quedara, ¿Es eso? —se burló Powder, mientras besaba a Carapezcado— Aquello no significa nada para mí.

—¿Ah no? No es lo que vi, ¿sabes? —contraatacó Ekko. Sí, claramente lo que ella dijo lo hirió, era un humano, maldición, tenía sentimientos, tenía un ego y Jinx no hacía más que pisotearlo, sin embargo no se dejaría vencer.

—Eso... Eso no es... Tenía algo en el ojo que... —comenzó a inventar una excusa sobre la marcha. Mentir no era su fuerte y jamás lo había sido. Lo suyo era matar a las personas que la hacían querer mentir, pero no podía hacerlo en ese caso.

¿Por qué no le dices lo que realmente sucede aquí? —le dijo Carapezcado, quien yacía perfectamente acomodado en una piedra en el piso.

—Porque no quiero, cállate —le gritó Jinx ante la mirada de Ekko. Él no se inmutó, ya era una costumbre, solo desearía poder escuchar a las armas, también, quizá eso le hiciera más sencillo entenderla.

—Escucha, entiendo si me sobrepasé y no respeté tu espacio, prometo que no sucederá otra vez —dijo Ekko a modo conciliador, mientras levantaba las manos, tratando de evitar un brote psicótico de su parte— Puedo irme si quieres, puedes quedarte solo con Vi, lo juro.

No es eso, jovencito, no es eso lo que esta pequeña quiere —susurró Carapezcado— De hecho, eso es todo lo contrario.

—¿Puedes callarte, demonios? ¡Necesito pensar! —gritó Jinx, tapándose los oídos.

—Escúchame a mí, no a él —dijo el chico, avanzando lentamente hacia ella— Por favor, déjame llevarte con Vi, está preocupada. Me iré apenas sepa que estarás bien con ella.

Se irá, Jinx, ¿Eso es lo que quieres? —dijo Pow Pow, en brazos de Jinx. La chica la soltó de golpe— ¡Oye!

—¡Quiero que todos se callen y me dejen pensar! —volvió a gritar.

—Déjame acompañarte... —susurró Ekko lo más lento que pudo, bastantes gritos debía estar escuchando ella como para sumarle otro. No sabía incluso si debía hablar o dejarla terminar.

—¡Se va a ir! ¡Ja! ¿Eso es lo que quieres, niña tonta? —gritó Pow Pow.

—¡No quiero que se vaya solo quiero que te calles! —contestó Jinx, destapando sus oídos y mirando a Ekko, que seguía parado frente a ella, no hacía nada y tampoco emitía sonido, simplemente la miraba. Se sentía bien tenerlo en frente otra vez.

Tranquila, preciosa, el amor no es tan malo —susurró Carapezcado de una forma más conciliadora.

—El amor es malo, me hace débil —le respondió Jinx, aunque no dejó de ver fijamente a Ekko ni por un minuto.

No lo es si te hace sentir endemoniadamente bien ¿Verdad? —contestó el arma— y él te hace sentir bien, te hace sentir más libre de lo que te habías sentido jamás, ¿verdad?

—Sí, él me hace sentir libre, me hace sentir bien —le respondió la chica al arma, aún viendo a Ekko. Su voz parecía muy calmada y racional para estar hablando con alguien que nadie más que ella escuchaba.

Ekko, aunque no escuchaba la voz del arma, podía entender más o menos por dónde iba la conversación gracias a las sonoras respuestas de Powder. Su expresión no cambió, seguía sin inmutarse, solo viendo fijamente a Jinx, así como ella lo veía. No quería demostrar ninguna emoción, no quería meterse en la conversación, tampoco. Quería que ella sola, o con ayuda de aquellas voces que siempre la acompañaban, tomara la decisión de volver. Esta vez no la detendría por la fuerza, no tenía sentido, ella podía volver a irse y además lo odiaría por ello.

Repasó en su mente la conversación imaginaria que había tenido su amiga y llegó a una conclusión que acaloró su alma de pronto: Jinx lo quería y aquello la asustaba. Quizá no era un amor tan profundo y cursi como lo que él sentia desde pequeño, pero estaba seguro de que por ahí pasaba la cosa. Ella había amado a su hermana y había sido traicionada, o al menos eso era lo que Jinx creía, y aquella historia se repitió con todas sus relaciones, por lo que era natural pensar que el problema era el amor y no las personas a las que amaba o las circunstancias en las que lo hacía.

La chica seguía viéndolo y él solo quería tomarla en sus brazos y no dejarla ir nunca más, pero aquello no era una telenovela, estaban en medio de una zona de impacto perseguidos por un perro mutante, por lo que era vital salir de allí antes de que algún ojo curioso fuese a detenerla.

Ekko estaba a punto de extender su mano y rogarle por favor que volviera con él, que realmente la quería y quería estar con ella y ayudarla, pero antes siquiera de poder abrir la boca, vio a Vi correr entre los escombros casi poseída.

—¡Powder, oh, Powder! —gritó hasta llegar a su hermana y abrazarla tan fuerte que parecía que iba a lastimarla— ¡No vuelvas a desaparecer así, por favor, no lo hagas!

Jinx no contestó y simplemente la abrazó también, apenada. Se avergonzaba de sus sentimientos y de haberlos dejado así. Se sentía estúpida, débil, pero a la vez sentía un calor invadiendo su pecho y aquello se sentía jodidamente perfecto.

Vi deshizo el abrazo con Powder y tomó su mano, para ayudarse mutuamente a escalar los escombros para, por fin, salir de allí. La rosada tenía mucho que decirle a su hermana y hablarían largo y tendido, pero primero tenían que llegar a un lugar seguro.

Ekko, por su parte, se quedó parado, estático en el lugar en el que estaba escuchando a Jinx hacía unos minutos. No podía moverse, tenía mucha información en la cabeza y debía procesarla, repasar en limpio lo que escuchó de la conversación entre las armas y su amiga. Por lo que él pudo entender, Jinx sentía cosas por él, sabía que era amor, por lo que le dijo a Carapezcado, pero no sabía qué tipo de amor era. ¿Acaso sentía lo mismo que él? Probablemente no, quizá simplemente lo amaba tanto como a Vi, y eso, de todas formas, estaba bien para él. Él no quería poseerla, tampoco jactarse de que su novia podía fácilmente destruir el Capitolio de Piltóver, no, esas cosas no iban con su personalidad. Ekko simplemente la amaba desinteresadamente y quería ayudarla, incluso si para hacerlo debía alejarse.

Decidió que quizá su presencia no fuese adecuada para la recuperación de Powder, quizá él solo estaba ahí para confundirla y no quería eso, además en algún punto tenía una responsabilidad con los Firelights que había dejado de lado por su obsesión con salvar a su amiga de sí misma. Sí, decidió que tal vez sea mejor dejar a Vi hacer su magia de hermana mayor, ¿Quién mejor que ella para recordarle a Powder lo que se sentía el amor?

—¡Ekko, vamos! —gritó Vi al otro lado del lugar, ya habiendo sorteado todos los obstáculos. Jinx estaba parada a su lado, inmutable y con una expresión indecifrable.

—Voy —contestó él, haciéndose paso entre los escombros. Había decidido acompañar a las hermanas e irse de una vez. Sí, eso sería lo mejor para Powder y también para los Fireligths, aunque quizá no para él.


Espero que les haya gustado y lamento el OoC pero bueno, el que avisa no traiciona.

Los quiero