Bueno, sé que el nombre "amor" para un capítulo suena cursi, pero creo que de eso se trata, así que nada, disfrutenlo.

Disclaimer: Los personajes y lugares no son de mi propiedad, sino de Riot Games y asociados. No lucro con esto.

PODRÍA CONTENER SPOILER DE ARCANE. Puede contener escenas de sexo, suicidio, asesinato, abuso, enfermedad mental y demás.


Serva me, Servabo te.

By: Reyna.

~Capítulo Nueve: Amor

—Vaya, vaya... Se suponía que solo la cuidarías, ¿Eh, galán? —dijo Vi, expulsando una carcajada que hizo que Ekko abriera los ojos lentamente.

Observó a su lado y aún tenía a Powder acurrucada contra él, aunque ahora estiraba los brazos, tratando de despertarse.

—Esto no es... No es eso, Vi —se defendió rápidamente Ekko, levantándose de la cama a la velocidad de la luz y con el rostro totalmente rojo por la vergüenza.

Powder comenzó a reír a carcajada limpia, todavía tirada en la cama, sosteniendo su estómago y esforzándose por respirar.

—Deberías ver tu cara, Ekko —gritaba mientras reía y, de vez en cuando, le salía un ronquido de cerdo.

El chico la miró avergonzado, pero comenzó a reír con las hermanas. Realmente era una situación hilarante y graciosa, aunque fuese a su costa.

—Si me lo permiten, par de tórtolos, tengo novedades —comentó Vi, trayendo consigo lo que parecía ser un expediente. La carátula decía "Top Secret" en letras rojas. Jinx rió ante aquello, ¿La forma de guardar algo super secreto era avisar en la misma carpeta que se trataba de un secreto? Las personas cuerdas realmente eran estúpidas, pensaba.

—¿Qué es? —preguntó el chico, casi corriendo hacia Vi. La chica le extendió el sobre con una victoriosa sonrisa en su rostro.

—La identidad de Wanwin revelada, mi pequeño —comentó ella, con total autosuficiencia.

—Veo que ser una asquerosa vigilante tiene su lado bueno, hermanita —se buró Powder, poniéndose de pie por fin. Últimamente amaba dormir, quizá porque se sentía más tranquila en manada, más protegida. Seguramente era algo biológico de los mamíferos, el encontrar paz y tranquilidad cuando se está en grupo, o al menos eso creía recordar de su pobre educación inicial.

—¿¡Me estás diciendo que sabes quién es!? —gritó Ekko, totalmente fuera de sí, mientras abría rápidamente el sobre. Lo leyó a la velocidad de la luz y su rostro iba perdiendo poco a poco la ilusión— Aquí no dice quién es.

—¡Oye, soy una simple policía, mocoso! —refunfunió Vi, y continuó— Pero tengo direcciones, y ciertos datos que podríamos armar, como un rompecabezas.

—¡Trae acá! —vociferó Jinx, quitándole el sobre de las manos a Ekko a la velocidad de la luz— Blah, Blah, experimento científico fallido, blah, resurrección, blah blah, el sujeto presenta alteraciones cromosómicas, blah, blah, basura, aún guarda vestigios de recuerdos de su vida como humano, aburrido, hombre de cuarenta y cinco años aproximados, contextura grande, blah, blah, vive en el bar la...

Jinx se calló de golpe y su risueña mirada pronto fue poniéndose seria. Volvió a leer el expediente con cuidado, para asegurarse de que su cerebro no la estuviera engañando.

—¿Recuerdas quién cumple con esas características, Jinx? —preguntó Carapezcado.

—¡Por supuesto que lo recuerdo! —le gritó ella, mirándolo en el suelo de la habitación.

—Ey, tranquila, ¿Qué pasa? —preguntó Ekko, acercándose a ella. Vi, por su parte, la observaba asombrada. Todavía no podía acostumbrarse al hecho de que Powder hablase con las armas o con gente que nadie más que ella veía y se sorprendía del hecho de que su amigo se haya adaptado tan bien a aquellas rarezas.

—Mira —extendió la carpeta al moreno. Él la tomó y comenzó a leer rápidamente. Siempre había sido el mejor haciéndolo, y era por eso que siempre era el chico designado de los cuentos, cuando eran pequeños.

—¿Vander? —preguntó él.

—Es lo que pensé cuando lo leí... Cumpliría todos los requisitos, el problema es que yo lo vi morir —respondió Vi, tomándose el mentón con la mano, concentrándose.

—Sabes que ver morir a alguien no es sinónimo de que así permanezca —bromeó Ekko.

—¡Hola! —gritó Jinx, señalándose, bromeando con él.

Su hermana solo pudo reír, aquello increíblemente tenía lógica. Era verdad, volver de la muerte en Zaun no era algo tan extraño, de hecho, era la opción más obvia.

—Entonces opinan igual que yo, Vander es Wanwin —dijo sencillamente Vi, subiendo los hombros.

—Warwick —corrigió Ekko— Pero sí, tiene sentido, ¿Quién más con estas características vivía en "La última gota"?

—¿Cómo pasó? —Comentó Powder, tocándose el labio superior con el dedo índice y mirando para arriba— Digo... Jamás vi a Silco hacer algo con el cuerpo.

Le dolió bastante decir eso, pero lo camufló bien. No estaba segura de por qué se sentía tan mal al hablar de la muerte de Vander. Quizá porque fue culpa de ella, quizá porque su padre fue quien lo terminó, pero de cualquier forma sentía acidez en la lengua al decir aquello.

—Tenías nueve años, Powder, no lo debes recordar —le contestó Vi, palmeando el hombro de su hermana. Ella podía ver en sus ojos que aquél tema le afectaba.

—Podríamos cazarlo esta semana—dijo Jinx, de pronto, sonriendo. Aquello le fascinaba, amaba explotar, perseguir, correr por su vida, huir de la muerte. Demonios, aquello era lo suyo.

—Coincido, deberíamos buscarlo —dijo Ekko, enfatizando la última palabra— esta semana.

—Perfecto, debo trabajar ahora, quisiera averiguar dónde se esconde Singed antes —respondió la rosada, encaminándose a la salida.

—Por favor no digas que eres mi hermana, me avergüenza tu profesión —bromeó Jinx, riendo enfermizamente.

Vi solo bufó, fingiendo molestia, y salió por la puerta agitando la mano en señal de despedida. Los jóvenes supieron que ya no estaba en la casa por un copioso golpe de puerta.

—¿Quieres..? ¿Tienes hambre? —preguntó Ekko, su voz se oía entrecortada y nerviosa, mientras se sobaba la nuca con la mano derecha. Jinx rió sonoramente ante la situación, ella no tenía pudor alguno, el chico, en cambio, lo tenía en demasía.

—Muero de hambre —gritó ella, tocándose el estómago mientras iba en busca de sus armas. Ekko creía que era ridículo cargar ambas armas pesadas todo el día, no había necesidad, estaban seguros allí y siempre podía tener una pistola de mano, pero cada día comprendía más el por qué ella las cargaba. Las necesitaba, además de ser sus amigas, eran sus protectoras, si las tenía con ella, nadie ni nada podía hacerle daño, ella era Dios cuando tenía a Pow Pow y Carapezcado, por eso jamás las dejaba, era más bien algo psicológico a algo de utilidad.

La chica cargó a sus armas y bajó al piso inferior, no sin antes guiñarle el ojo a Ekko. Él se sonrojó, sabía que Powder lo hacía para fastidiarlo y no por un interes real y, demonios, lo lograba excelentemente.


—¿Cómo demonios esperas que mande tropas a ubicar un... gato enorme? —dijo Caitlyn, mientras hacía girar la silla de su escritorio en la jefatura.

—Es un perro de dos metros —corrigió Vi, sentada al otro lado del escritorio, como si estuviera denunciando la desaparición de alguien y, de hecho, lo hacía— Y, según sabemos, es mi padre.

—¿Según sabemos quiénes? ¿Tu hermana desquiciada y tu amigo adolescente? —bromeó la sheriff, con las manos cruzadas sobre la mesa— Y me dices que tu padre es un perro mutante, ¿Entendí bien?

La rosada suspiró y cerró los ojos unos momentos. Sí, bueno, dicho así sonaba a una estupidez que tres jóvenes drogados en una fiesta dirían, pero cosas peores ha visto Zaun.

—Tú naciste y creciste en Piltóver, entiendo que esto te parezca extraño, pero te prometo que no lo es, no en Zaun —la chica se levantó de la silla, bordeó el escritorio y llegó hasta la chica, que había volteado su silla para verla. Vi tomó la barbilla de Caitlyn y prácticamente la obligó a mirarla a los ojos— ¿Confías en mí, pastelito?

Caitlyn tragó saliva, visiblemente nerviosa. Vi era así, era lanzada, hacía lo que quería, cuándo y cómo quería, pero la sheriff no, su madre jamás lo hubiera permitido así que solía comportarse un modo más recatado, por lo que cualquier insinuación sexual en público o, a veces, en privado hacía que toda la sangre de su cuerpo viajara rápidamente a su rostro.

—Plenamente —respondió por fin, segura de sí y sin titubear.

—Entonces ayúdanos, puedo compensarte, dime... ¿Qué te gustaría? —preguntó Vi, haciendo una cara de cachorro y una voz dulce, fingiendo timidez.

Y Caitlyn, por supuesto, quería responder que sí, y que podía pagarle con sexo desenfrenado en su departamento, pero su personalidad tímida se lo impedía.

—Podríamos ir a comer al centro, conozco un lugar que es muy... —La chica no pudo terminar de hablar, porque Vi, como lobo, se lanzó sobre la pequeña e indefensa oveja, besándola profundamente.

Caitlyn se sorprendió, pero inmediatamente correspondió a su compañera, cerrando los ojos y apoyando su mano en la nuca de la mujer, empujando su boca más hacia sí. Se besaron largo y tendido, la sheriff aún sentada en su escritorio y Vi agachada. Nada les importó, ni la misión a la que estaban llegando tarde, ni sus compañeros de trabajo viéndolas con miradas cómplices a través de las ventanas que tenía el cuarto, nada importaba salvo aquél momento, aquél que había soñado cada día desde que vivía con Vi. Claro que había chistes coquetos o roces inocentes entre ellas, pero jamás habían llegado a eso y, Dios, se sentía tan bien que no quería que terminase.

Lamentablemente ningún beso podía durar toda la vida, así que pronto tuvieron que separarse y aquello dejó el corazón de Caitlyn un grado más frío.

—Me gustaría tomarme el día para hacerte el amor toda la tarde pero probablemente nos quedemos sin empleo —sonrió Vi, con gracia, mientras se paraba nuevamente y quedaba frente a ella.

—¿Qué dices...? Yo... —La sheriff estaba demasiado nerviosa, mirando para todos lados y acomodándose la ropa, a pesar de que no se había movido de su cuerpo.

—Sí, yo también te quiero, ahora vámonos —volvió a decir Vi, tomándola de la mano y, prácticamente, arrastrándola por el lugar hacia la salida.

—Oye, Oye, Vi —la paró Caitlyn, justo en la puerta de la estación de policía, haciendo gestos con las manos— confío plenamente en ti, pero no tengo modo de convencer al consejo de que gastar recursos en buscar a un perro gigante sea de provecho.

—Lo suponía, pero puedes ayudarme, no los necesitamos, podemos hacerlo juntas —contestó Vi, y la sheriff se sonrojó. Posteriormente, un poco más tranquila, se tocó el labio inferior con el dedo índice y Vi supo entonces que Caitlyn tenía un plan.

—Tengo una vaga idea de dónde comenzar, pero será un trabajo arduo —terminó por decir la chica.

—No te preocupes, pastelito, podemos encontrar formas de divertirnos entre tanto —le susurró Vi, de forma juguetona.

Vaya, jamás podría acostumbrarse al trote de Vi, pero definitivamente era lo que su aburrida vida necesitaba.


Ekko caminaba por las calles de Zaun, no podía ver el sol, pero estaba seguro de que era el atardecer y probablemente desde Piltóver se vería exquisito.

Estaba temeroso y apresurado, dando zancadas con cada paso para acelerar la caminata. Debía llegar rápidamente con los Firelights, tenía que ver cómo se encontraba su familia, llevaba un par de semanas prácticamente viviendo con las hermanas.

Vi trabajaba cada día, junto con su compañera, para encontrar a Warwick, o Vander, aún no estaban seguros, aunque era bastante obvio, si se lo preguntaban a él.

Las chicas ya tenían la pista, juntaron la información con lo que Powder y él sabían y, ualá, sabían que, de algún modo, Silco logró llevar el cuerpo de Vander a la guarida de Singed y este, de algún modo, pudo revivirlo, pero algo salió mal y lo que algún día fue un humano quedó encarcelado en un cuerpo monstruoso que no le pertenecía.

Powder estaba segura de que aquella droga que usó con Warwick fue la misma que usó años más tarde con ella, solo que mejorada, por lo que nada en su físico cambió salvo el color de ojos y las obvias mejoras de resistencia y velocidad.

¿Qué estaría haciendo ella ahora? Era la primera vez en ese tiempo que la chica quedaba sola, había prometido ser coherente y portarse bien, pero cómo saberlo, dejarla sola lo ponía nervioso, pero debía aceptar que Jinx no era el único ser a resolver en su vida, tenía a sus chicos y se debía a ellos, por lo que, con el corazón estrujado, decidió darle la confianza necesaria como para quedarse sola mientras él continuaba con su vida y Vi trabajaba en Piltóver.

El joven llegó a la puerta principal de la guarida y suspiró, cerrando los ojos un momento. No quería mentirles, demonios, ellos eran su familia, lo que más amaba en el mundo, pero también amaba a las hermanas y sabía que, por el bien de ellas, no podía decir bajo ninguna circunstancia dónde o con quiénes había estado ese tiempo. ¡Rayos, no había pensado en una coartada!

—¡Ekko! —gritó un niño de unos cinco años mientras corría a abrazarlo. Era Gideon, un pequeño cuya madre había fallecido hacía tiempo y vivía de forma precaria con su padre. Él había traído a ambos a vivir en lo que denominaban santuario— ¿Dónde has estado?

—¡Hola, Gideon! —sonrió Ekko, mientras palmeaba la cabeza del niño. El padre de la criatura miraba a lo lejos con una sonrisa— He estado muy ocupado, sabes, pero prometo quedarme un rato aquí.

Ambos ingresaron a la guarida y pronto fue recibido por sus amigos, quienes canturreaban y saludaban al son de una sonrisa. Ekko pensó que no merecía el amor de aquella gente, estaba traicionándolos de alguna manera, pero de todas formas les sonrió.

—¿Qué has estado haciendo todo este tiempo, pequeño? —comentó Ninto, un hombre de unos treinta años, alto y delgado.

—Yo he, tú sabes... Tenía cosas que... —Demonios, no era bueno mintiendo, ¿Por qué demonios no ideó un plan con tiempo?

—¡Ekko tiene novia! —gritó Mirna, una adolescente— ¡Lo vi en el puesto de comidas del viejo Bill!

—¿Así que es eso, eh, Romeo? —bromeó Ninto.

—Es exactamente eso —gritó Ekko como si hubiese descubierto la guarida de Singed— Estamos comenzando y no la he traído aquí porque quiero hacer bien las cosas e ir de a poco.

—¡Me parece perfecto, mi pequeño galán! —contestó Mirna, aún riendo— Vayamos a comer juntos bajo el árbol, realmente te echamos de menos.

Ekko sonrió y se limitó a caminar con sus compañeros, quienes ya tenían preparado todo. Guiso de variedad de cosas que solían regalarles y un pan algo duro para cada uno. Aquél plato era de reyes comparado a lo que toda esa gente, incluído él, solían comer antes de fundar el grupo.

Rieron y comieron sin parar durante una hora y el chico no podía sentirse más pleno. Amaba pasar su tiempo con Powder y Vi, no podía decir que no, pero realmente necesitaba su dósis de realidad, también. Hablar con sus amigos de cosas triviales, sin importancia, verlos comer felices, verlos bromear, aquello llenaba el alma del chico, era como una caricia y sentía el cálido hogar cernirse sobre él. Por supuesto que pensar en Powder estando sola en la casa que últimamente compartían lo sacó de su burbuja, la estaba pasando demasiado bien, pero debía volver, tenía que cuidarla, debía estar con ella, o al menos eso pensaba él.

—Chicos, debo irme —dijo por fin Ekko, levantándose del suelo en el que se encontraba sentado, mientras se acercaba al grifo que salía de una de las paredes del lugar para lavar su plato.

—¿Qué? ¿¡Tan pronto!? —comentó Mirna, sorprendida.

—Es que...

—¡Oye, no te perderías el karaoke de Rowan, ¿O sí? —preguntó Ninto, levantándose con él.

—Lo que sucede es que...

—¡Vamos, Ekko, anímate! —le dijo otro hombre del grupo— Tu noviecita seguramente puede esperar.

El chico se encontraba entre la espada y la pared, por lo que sonrió y dejó su plato en el suelo. Se quedaría un rato más y le pediría a todos los Dioses que Jinx pudiese soportarlo bien.


Yo te lo dije, te dije que esto pasaría, yo lo dije, lo dije primero que todos, yo lo dije —susurraba Pow Pow.

—¡Cierra la boca, trato de concentrarme! —le gritó Jinx, quien estaba sentada en el escritorio de la casa, con sus gafas de soldador puestas mientras le realizaba mejoras al arma en cuestión.

No lo escuches, probablemente salió con alguien, tal vez una chica, es un chico joven y debe tener necesid...

—¿No puedes simplemente guardar silencio? ¡Estoy en medio de una cirugía! —le contestó Powder a Carapezcado, quien yacía sobre la cama y parecía mirarla con su único ojo sano.

Tranquila, niña, ¿O acaso te molesta lo que dice? —le preguntó Pow Pow. Jinx soldó el cargador del arma con rabia— ¡Oye, más cuidado!

—No me molesta en absoluto lo que él haga con su vida —dijo ella y comenzó a reir de forma maniática, mientras dejaba el soldador a un lado— ¿Por qué debería importarme? ¡Qué estupidez!

No lo sé, quizá porque te gusta —le respondió Carapezcado y Powder juraría verlo hacer una mueca despectiva.

—¿Qué mierda dices? —vociferó Jinx mientras reía a carcajadas—Eso es absurdo.

Juraría que estás pensando en matar a la persona con la que él esté, ¿o me equivoco? —preguntó Pow Pow y la chica bufó, el maldito arma tenía siempre el don de leer su mente, ¿Cómo lo hacía? Ella no sabía, pero lo cierto es que siempre sabían lo que ella pensaba, incluso lo que sentía, sabían cosas de ella que jamás le había dicho a nadie, incluso cosas que ni ella recordaba.

—No estoy... —la chica suspiró, no tenía caso engañar a sus armas, ellas siempre lo sabían todo— Es algo extraño, ¿saben?, pero no, no estoy pensando en eso.

—¿Qué es extraño, mi niña? —preguntó Carapezcado.

—Que no me importa lo que esté haciendo, quisiera que sea feliz, que se divierta... Dijo que iría a ver a sus estúpidos amigos y, cuando lo mencionó, sus ojos se iluminaron —comentó bajo, mientras terminaba de darle unos retoques a Pow Pow. Paró de hacerlo, se tocó el mentón de forma pensativa, y continuó— No sé por qué, no sé qué es lo que me interesa de él, simplemente así es.

¿Y qué pasa si no vuelve? —dijo nuevamente el lanza cohetes— ¿Y si esa felicidad es demasiada y decide que no te necesita en su vida?

Jinx comenzó a hacer exagerados gestos de concentración y su pierna comenzó a temblar en la silla de forma nerviosa. No le gustaba esa idea, por supuesto que no, pero en el interior sabía que, probablemente, él no volvería. Se había cansado de ella, como lo hacían todos. Estaba segura de que Vi volvería, claro, era su hermana, pero poco duraría, pronto descubriría que Jinx era sinónimo de problemas y terminaría por dejarla también. Todos lo hacían y, ciertamente, no los culpaba, al final del día Powder sabía que la convivencia era complicada con una persona como ella.

—Estaría feliz por él y volvería a hacer lo que sé hacer —dijo ella simplemente y, con una sonrisa, gritó— ¡Explotar todo con ustedes, mis camaradas!

Eso se oye como un buen plan —contestó Carapezcado— ¿Pero qué hay del incidente con el espejo?

—Solo fue un mal día —respondió sin más, dejando a Pow Pow en la cama— ¡Tu turno, mi precioso tiburón!

Dejó al arma sobre la mesa y volvió a sentarse, tenía un par de mejoras en mente y ahora que estaba segura de que Ekko no volvería, las iba a necesitar en perfecto estado.

No fue solo eso, niña —respondió Carapezcado.

—Oh, lo siento, sabelotodo —se burló Jinx, comenzando a trabajar sobre el metal gastado del tiburón— Ahora silencio, necesito concentrarme.

—¿Lo amas? —Preguntó Pow Pow, con una voz rejuvenecida, aquél arreglo le había venido como anillo al dedo.

—¿Qué? —preguntó ella, levantando las gafas para observarla con sorpresa.

Que si amas a Ekko —volvió a decir el arma rosada.

—¡No, por favor, no! —respondió ella y comenzó a reir a carcajadas, casi cayendo de la silla con rueditas, que se movía en el lugar al compás de su risa— ¿Y por qué el interés en este tema?

No lo sé, vengo de ti, hablo de lo que tu sientes en el momento, pequeña —le respondió.

—No lo sé, ¿Está bien? Estoy confundida —dijo ella y volvió a subirse las gafas. Debía terminar con Carapezcado antes de que oscureciera, no había buena luz de otro modo, las lámparas apenas daban una asquerosa luz amarillenta. Extrañó un poco su guarida principal en ese momento— ¿Qué es el amor, de todos modos? Siento algo extraño, pero no sé qué es.

Lo extrañas, quieres pasar tiempo con él, te importa su seguridad e incluso aceptaste vivir en esta asquerosa casa —enumeró Pow Pow— Yo diría que eso es amor.

—Y yo diría que es tiempo de que cierres tu estúpida b...

—Hola —saludó de pronto Ekko, parado en la puerta de entrada. Parecía aliviado de verla allí todavía— Dejaste abierto.

¡Rayos! ¿Cuándo demonios entró y por qué no lo escucho? Miró con recelo a sus armas, todo era culpa de ellas, hacían demasiado alboroto.

—Claro yo, lo sabía, por supuesto —respondió ella y siguió soldando, concentrandose demás en su tarea.

—¿Cómo has est...? —Ekko iba a preguntar, mientras se acercaba lentamente a la cama, para sentarse, pero fue interrumpido por la chica.

—Perfectamente —gritó y, demonios, parecía estar ocultando algo. Era tan obvia.

—Demonios, Jinx, ¿No puedes actuar mejor? —preguntó Pow Pow.

La chica solo la observó con su mirada totalmente asesina y el arma supo que debía callarse por fin.

—Creí que no volverías —dijo por fin Jinx, rompiendo el silencio. No parecía enojada o triste, simplemente parecía querer hablar de cualquier cosa para llenar el vacío, lo que le era extraño en ella. Normalmente, Jinx no hablaba demasiado con las personas, las voces llenaban el vacío siempre.

—Yo creí que te irías —contestó él, sonriendo tontamente— ¿Por qué creíste que no volvería?

—No lo sé, yo... No sé, todos se van siempre —contestó ella, subiendo los hombros, resignada ante esa idea— ¿Por qué creiste que me iría?

Porque es lo que deberías haber hecho —contestó Pow Pow.

Déjala en paz, ella está feliz así —le dijo Carapezcado al otro arma.

—Guarden silencio —susurró Powder. Ekko solo la miró desde la cama, aquello ya era normal. Había disfrutado tanto su tiempo con amigos que deseaba quedarse, pero no podría hacerlo, no si Powder no lo acompañaba y, tristemente, jamás podría hacerlo.

—Porque supongo que es lo que quieres, ¿o no? —contestó Ekko sin más.

La chica desconectó el soldador y lo dejó sobre la mesa.

Oye, aún no estoy listo —dijo el arma, pero Powder no le hizo caso. Simplemente se puso de pie y caminó hasta la cama, para sentarse al lado de Ekko, quien la veía tímidamente.

—No es lo que quiero —respondió sin más. Powder era desvergonzada, siempre lo había sido, pero había temas que le costaba expresar en palabras, el amor era el principal, no sabía cómo, no lo recordaba.

Amaba a su padre, Silco, por supuesto, pero él era de pocas palabras, normalmente era ella quien le daba abrazos o cumplidos, él se limitaba a sonreirle y para Jinx eso era suficiente, pero no era el caso. Ekko y su hermana eran bastante expresivos en cuanto a relaciones se refiere, no le temían al amor, al contrario, era el motor de sus vidas, con Powder aquello era al revés, el motor de su vida había sido la fortaleza y ella creía firmemente que amar era debilidad, por esa debil carne fue que eliminó a Silco. Porque, si tenía que elegir, elegía a su hermana, y por hacerlo fue que se debilitó y asesinó a la única persona que estuvo con ella. Sí, era algo realmente difícil el expresar afecto, y era lo único a lo que Jinx abiertamente le temía.

—¿Qué es lo que quieres, entonces? —preguntó el chico y su rostro estaba malditamente cerca de ella, tanto que podía sentir su respiración en la punta de la nariz. El chico no hacía nada para retroceder, al contrario, se acercaba lentamente a su rostro y las alarmas cerebrales de Powder comenzaron a sonar, lo que hizo que abriera en demasía los ojos, pero no retrocedió ni lo impidió, simplemente no se movía. Su cerebro le decía que por favor detuviera aquella tontería de niños, pero su corazón quería saber qué se sentía besar a Ekko, quería hacerlo hacía bastante y aquella era su oportunidad.

—¡A que no saben quién descubrió dónde se esconde Singed! —gritó de pronto Vi, entrando en la habitación. Al llegar, notó a Powder y Ekko sentados en la orilla de la cama, ambos demasiado cerca y viéndose fijo, lo que fue una señal de alerta para marcharse— ¡Dios, lo lamento, no sabía que estaban ocupados!

—¿Qué dices? Solo estamos hablando —respondió Jinx casi en un grito, levantándose de la cama a la velocidad de la luz. Tomó el soldador y volvió a conectarlo, se puso sus gafas y rezó al Dios Nasus que, por favor, aquello ayudase a tapar el rubor en su rostro.

Ekko, por su lado, no se movió, se quedó allí sentado, visiblemente avergonzado pero con la cabeza en alto. Lo que él sentía no era un secreto para Vi, realmente, por lo que no le dio más vueltas al asunto.

—¿Dónde? —preguntó el chico.

—En una cueva cercana al límite entre Piltóver y Zaun —contestó ella, levantando la cabeza, satisfecha con su trabajo y el de su compañera.

—¡No puede ser! —gritó Ekko y se levantó rápidamente, abrazando a Vi— ¡Eres increíble!

—Lo sé, cariño, lo sé —bromeó ella— aunque no hubiera logrado esto sin Caitlyn.

—¡Ja! Veo que hay amor flotando en el aire —dijo Jinx, levantándose y comenzando a danzar por la habitación con una pareja imaginaria, burlándose de su hermana.

—Sí, lo noté al llegar, hermanita —respondió Vi, siempre rápida con las palabras. Jinx dejó de bailar y miró a Ekko, como si ambos ocultasen algo, aunque no sabían qué era.

—De acuerdo, enamorada, vamos para allá —contestó, tomando sus armas, con una voz decidida. Al fin, después de semanas sin explotar cosas, por fin, por fin, comenzaba la diversión.


Y llegamos al final de otro mugroso capítulo Jajaja. Sepan entender que no tengo los tiempos bien organizados por lo que puede que suba mucho de golpe y poco después y así, subo cuando tengo tiempo, básicamente.

Como en todos los capítulos, lamento si notan OoC, pero así se va a quedar. Los quiero