Buenas Bueno, gracias por llegar hasta acá, y nada, por favor escriban también, quiero leer cosas de ellos
Hay cosas que aclarar: Primero: Ninguna pareja suple la medicación o la terapia, esto es ficción. Si tienen una enfermedad mental solo un médico puede ayudarlos.
Segundo: Contiene una escena bastante explícita de sexo.
Tecero: Lamento el OoC que hubo a lo largo del capítulo y, sobre todo, en este, pero qué les digo... Necesitaba escribir esto
PODRÍA CONTENER SPOILER DE ARCANE. Podría contener escenas de sexo, abuso, suicidio, enfermedad mental y demás temas sensibles.
Serva me, Servabo te.
By: Reyna.
~Capítulo Once: Volando en una nube
Un calor sofocante en el pecho la hizo abrir lentamente los ojos. Los párpados le pesaban y su cuerpo estaba en llamas.
—Al fin despiertas, mi niña, pensamos que habías muerto —dijo una voz que la joven reconoció como Carapezcado, con una voz afligida.
Lentamente acostumbró su vista, aunque aún no podía abrir del todo los ojos. La habitación, que reconocía como propia en la guarida, estaba bastante oscura y apenas podía ver algo. Pudo ver a su amado metal en el suelo, posicionado perfectamente al lado de Pow Pow, quien parecía saludarla con un giro de sus cañones que solo ella veía.
—Chicos... —susurró tan suave que casi no se oía. Trató de incorporarse en la cama pero el dolor era tan grande que no pudo, tampoco tuvo fuerzas para gritar, simplemente cayó acostada otra vez— ¿Qué... Qué pasó?
—Tuviste una feroz pelea con Warwick, fuiste muy valiente —contestó Pow Pow.
Powder comenzó a recordar todo, mientras sobaba su cabeza adolorida. Observó su cuerpo, levantando un poco la cabeza, aunque apenas pudo. Notó vendas rosadas, seguramente por su sangre, al rededor de su pecho desnudo y pronto recordó, como si de un flashback se tratase, todo lo que había sucedido.
—¡Ekko! ¿Qué pasó con él? —preguntó a los gritos la chica. Su voz sonaba gutural, producto de no haberla usado en ¿Cuánto tiempo? ella no lo sabía, pero suponía que había estado en ese estado más de un día.
—¡Powder! —gritó el chico, alertado por sus gritos, mientras entraba corriendo a la habitación— ¡Dios, me habías asustado!
—¿Qué... Estás bien? ¿Qué pasó? —preguntó ella, tratando de sentarse nuevamente. Ekko la ayudó esta vez, con tanto cuidado que parecía estar manejando una muñeca de porcelana.
—Estoy bien —dijo Ekko sonriendo tanto que parecía irreal. Estaba realmente feliz y quería abrazarla con toda su fuerza, pero en su estado no era ideal, así que se limitó a darle una pequeña botella con agua— y es gracias a ti.
—¿A... A mí? —preguntó Powder, señalándose débilmente, y prosiguió a beber el líquido como posesa, tenía demasiada sed.
—A ti —terminó Ekko, con una sonrisa y un tono dulce.
—¿Por qué no pude recuperarme? —preguntó ella en un susurro. Se suponía que el brillo la protegía, la hacía prácticamente inmortal y regeneraba su salud rápidamente— ¿Cuántos días llevo dormida?
—Porque él también tenía brillo, probablemente esas heridas dejen cicatriz —dijo él, recostándose en la cama mientras ella lo observaba sentada a su lado— Llevas dormida un día y medio.
Powder se miró el pecho como si fuera una niña. Lo cierto es que jamás le había importado llevar cicatrices, para ella eran simples heridas de batalla interna o externa. Tenía cicatrices en todos lados, brazos y piernas, pero, por alguna razón, saber que tendría cicatrices en el pecho la incomodaba. Sí, amaba explotar cosas y su vida giraba en torno a la anarquía, pero todavía era un ser humano y disfrutaba sentirse bonita, incluso sexy, a veces.
—¿Quién me...? —preguntó Jinx, tocándose el pecho. Ekko tragó saliva, en su momento no había sentido nada, salvo pánico por perderla, pero lo cierto es que vio su pecho desnudo y aquello le daba vergüenza ahora que todo había pasado.
—Fui yo. Vi estaba demasiado presa del pánico como para hacer algo, pero te dio su sangre —dijo él, mirándola con las mejillas rojas como un tomate y, cambiando de tema rápidamente, continuó— estará feliz de verte al llegar del trabajo, casi muere contigo aquella noche.
—Quiero verme —susurró ella, ignorando lo que Ekko había dicho y poniéndose de pie con mucha dificultad. Estaba cada vez menos mareada, el agua le había sentado bien.
El chico se puso de pie rápidamente e iba a salir de la habitación pero, cuando estaba casi fuera, se giró y la miró:
—Eres preciosa, no importa lo que veas —lo dijo con una sonrisa, como si fuera una ley y no la dejó contestar. Cuando vio que los ojos de la chica se humedecían supo que debía darle su espacio, por lo que salió de la habitación y cerró la puerta, no sin antes decir— Si necesitas algo, estaré afuera.
Jinx comenzó a llorar sin querer realmente hacerlo y asintió con la cabeza a pesar de que él ya no la veía.
Tenía muchos sentimientos encontrados. Miedo de lo que vería en el espejo, sentía vergüenza del estado en el que Ekko y Vi la vieron esa noche, odio hacia Singed y el más puro amor por su compañero.
Y por todo ello, lloró como no lo había hecho jamás, ella era fuerte y lo seguía siendo, no tenía sentido ocultar sus sentimientos como si aquello la hicieran más fuerte. Mentira, ella era fuerte, era la más fuerte y podía llorar y reír cuanto quisiese porque seguiría siendo una puta diosa.
Se quitó las vendas suavemente, esa mierda dolía más de lo que debiera. Dejó caer al suelo el material y se miró frente a un viejo espejo roto que colgaba de una pared.
Pasó por su rostro, pálido y ojeroso, las lágrimas dejaban una tenue marca al cruzar su mejilla y aquello la hacía lucir patética a sus ojos, pero libre.
Bajó lentamente hacia sus pechos, del mismo pequeño tamaño de siempre, que ahora estaba decorado abstractamente por varias gruesas lineas color carne roja que bailaban en su busto de forma aleatoria. Jinx lloró un poco más por eso, porque sí, demonios, se sentía menos bonita que antes, por qué negarlo, rayos, podía ser fríbola a veces.
—Ekko dijo que eras preciosa —comentó Pow Pow, haciéndole ojitos.
—Dice eso por compromiso —respondió Powder, lavando su cara y haciendo buches con el agua, su boca seguía malditamente seca. Luego se miró decidida al espejo. Aquello no la vencería, había sufrido tanto, demonios, ¿por qué lloraría ahora por algo netamente estético?
Pero es que no era simplemente eso y Jinx lo sabía. Lloraba por todo lo que no había podido llorar en el pasado. Por sus padres, por Vi, por Vander, por Silco, por los amigos que asesinó y aquellos que dejó de lado, como a Ekko. Lloró por cada una de las cosas que hizo mal y las pocas que hizo bien.
—¿Necesitas ayuda? —preguntó Ekko, detrás de la puerta.
—Sí —dijo ella, decidida, y caminó hacia la puerta sin vergüenza alguna, con la mirada prendida fuego. Abrió la puerta y se encontró a Ekko detrás, quien atinó rápidamente a cubrirse los ojos.
—Lo siento, yo creí...
—Mírame —dijo ella, volviendo a ser la desvergonzada Jinx que sabía que podía ser. Aquello no le ganaría, la vida no le ganaría, aquellos sentimientos que ahora aceptaba solo eran un bache en su vida que debía superar, debía aprender a manejarlos. Los quería, los aceptaba, la liberaban.
—¿Qué? —preguntó él, aún mirando hacia otro lado, pero con los ojos descubiertos.
—Que me mires y tengas el valor de decir que soy preciosa —volvió a decir Powder y su voz sonaba triste y enojada, como si lo odiase aunque no lo hacía realmente, solo quería que él fuera sincero.
El chico lo hizo, lentamente subió la mirada hacia el pecho de la chica, aunque no se quedó allí, siguió subiendo hasta ver su rostro. Estaba un poco rojo, seguramente estaba algo cohibida, pero sus ojos mostraban determinación y aquello se le hizo increíblemente sexy. Era preciosa porque era única, y lo que la hacía diferente la hacía fuerte y hermosa, así que poco importaba si tenía dos, tres o cien cicatrices, seguiría siendo perfecta.
Ekko mantuvo su vista en los ojos de la chica y contestó totalmente seguro: —Lo eres, eres preciosa.
Y aquello fue suficiente para quebrar definitivamente la estructura que la joven había construido al rededor de su corazón, ya no se esforzó en esconder la realidad, ¿De qué servía? Ella era libre y contenerse solo la encadenaba. Se encadenaba a sí misma y aquello no le gustaba, así que se acercó a Ekko y lo abrazó, aún desnuda. Pudo sentir en su pecho adolorido el palpitar rápido del joven, que correspondió el abrazo muy suave, para que no le doliera, porque ella le importaba y aquello era una caricia para su alma. Le importaba a Ekko, le importaba a Vi, ellos la amaban y era suficiente. Powder rompió levemente el abrazo para observar el rostro de su compañero, que parecía casi en shock.
—Powder, yo... —comenzó a decir él, pero bajó la mirada de pronto. La joven acababa de despertar de entre los muertos y él quería empezar con su estupidez del amor. A veces odiaba ser tan estúpidamente sentimental, aquello no le haría ningún bien a la chica. Ella estaba confundida, debía descansar y pensar, por lo que Ekko decidió callar— No importa.
Y es que quería decirle que la amaba, que la había amado desde que era un niño y aunque sus caminos se habían torcido, enmarañado e, incluso, enfrentado, había llegado a la conclusión de que amaba a Jinx. La amaba tanto como amó a Powder, porque Jinx era una combinación de ambas y era exquisita.
—Me gustas también —respondió Powder, levantando los hombros, resignada a la idea. Y es que no era tonta, sabía lo que él quería decirle y aceptaba con el corazón abierto ese sentimiento. El chico abrió levemente la boca, sorprendido, pero, cuando iba a decir palabra, Jinx lo besó casi con brusquedad, como si estuviese desesperada por hacerlo hacía mucho tiempo.
Lo besó como si en ello se le fuese la vida, como si fuese lo único que su cuerpo y corazón necesitaban para sanar, como si Ekko fuese su quetiapina.
Y la mente del chico bullía en actividad y, a la vez, estaba en blanco, porque no podía pensar, sólo podía sentirla tan cerca de sí, como siempre lo soñó y estaba sucediendo. Pero esta vez no era un estúpido sueño adolescente, era ella, realmente era ella.
Jinx se estaba obsesionando con el cuerpo de él, que, a sus ojos, era una jodida delicia, su sabor, su tacto, todo en él la enloquecía aún más, si era posible.
Aquellos besos no parecían ser suficiente para calmar su cuerpo, no ahora que lo había probado, no ahora que se había abierto ante él en la parte más íntima que conocía, el alma.
El chico parecía querer lo mismo que ella, porque la alzó en brazos con suma delicadeza. Powder hizo una pequeña mueca de dolor, pero no le dio importancia, necesitaba más, mucho más, por lo que enredó sus piernas al rededor de la cadera de su compañero y se dejó llevar a la cama sin soltar sus labios. De forma delicada, Ekko la dejó en la cama y se puso sobre ella, asegurándose de que el peso de su cuerpo estuviera sostenido por sus rodillas y no por el pecho desnudo y herido de su compañera.
Ekko pensó que aquello era irracional, que no podía hacerle el amor allí, Vi podía llegar del trabajo y Powder estaba débil por las heridas, sin embargo no pudo refrenar su instinto animal de estar con ella, la había deseado desde que supo vagamente lo que era el sexo, aún recordaba "la charla" que sus padres le dieron y cómo imaginó a la chica durante toda la explicación.
Dejó de besarla un momento y la miró, aún sobre ella. La deseaba completamente pero tenía que estar seguro de que ella también lo quería.
—¿Powder? —preguntó, pidiendo permiso para todo aquello.
—Sí, absolutamente —respondió ella, siempre segura de sus decisiones, o al menos eso demostraba.
Entonces nada podía pararlo, comenzó a ocuparse del cuello de la chica, que olía a pólvora y aquello lo excitaba aún más. Su lengua dejaba un pequeño y caliente trazo de fuego conforme iba bajando lentamente hacia el pecho lastimado de la chica. Lo observó detenidamente y pensó que no podía ser más hermosa, lastimada solo por el hecho de haberle salvado la vida.
Comenzó a lamer suavemente sus pezones, mientras la chica tiraba la cabeza hacia atrás, reprimiendo un gemido. Jamás había experimentado algo así y se sentía tan jodidamente bien que podía morir en ese momento, nada le importaba más que estar ahí con él, quien seguía lamiendo su pecho con el cuidado de un experto cirujano.
Powder comenzó a tironear la camisa de Ekko, dejando en claro que quería quitársela con los dientes si aquello era necesario, pero la pose y el dolor se lo impedía.
—Siempre fuiste hermosa para mí —dijo él, jadeando, mientras dejaba de besar su cuerpo para levantarse y poder quitarse la camisa con ayuda de Jinx.
Ekko se puso de pie y la miró. La chica asintió, entendiendo lo que sucedía, por lo que el chico tomó la botamanga del pantalón de la joven y tiró suavemente de él, hasta dejarla solo cubierta por su ropa interior, que era negra. Él tiró los pantalones de Powder al piso, fundiéndose así con su propia camisa. Se quitó rápidamente la última ropa que lo cubría mientras ella, con sus largos y suaves dedos, terminaba por quitarse la ropa interior, perdiéndola en algún lugar de la habitación o del universo, ya no sabía dónde estaba.
Jinx lo observó detenidamente y se sintió extasiada, aquello era una maldita obra de arte para ella. Moreno, tonificado y vivaz, sintió que su entrepierna se humedecía sin siquiera haber sido tocada, aquello era el maldito paraíso y no quería salir jamás.
—Yo... Yo nunca... —logró articular la joven entre gemido y gemido, mientras el chico lamía su estómago con habilidad.
—Tampoco yo —respondió él entre beso y beso. Luego, subió hacia ella y, mirándola, continuó— Pero quiero descubrirlo contigo.
Y aquello fue como un maldito balde de lava espesa cayendo sobre su cabeza, sentía tanto calor que podía prenderse fuego en cualquier momento. Se besaron suavemente y él la miró.
El chico bajó su mano hacia el sexo de su amada Powder, tocando suavemente la zona. No era un experto pero su cuerpo se movía por instinto, por lo que trazó suaves círculos al rededor del clítoris de la chica, lo la hizo gritar sonoramente, arqueando su espalda hacia atrás. Le dolía cada maldito hueso pero no le importaba, quizá se arrepentiría luego, mas nunca ahora. Ahora lo deseaba, lo necesitaba desesperadamente.
—¿Lista? —preguntó él, rojo, sudado y extasiado.
Ella no podía ni hablar a ese punto, sus pulmones ardían en fuego, por lo que solo pudo asentir con desesperación. Lo quería ahora, ya, en ese momento.
Y, con mucho cuidado, Ekko entró lentamente en ella. Jinx cerró los ojos y los presionó con fuerza al sentir aquello, dolía un poco, sí, pero el placer que sentía a cambio era tan gratificante que aquello poco le importó.
—¿Estás bien? —preguntó Ekko, deteniéndose a la mitad.
—¡Sigue, sigue! —gimió ella en respuesta, mientras se sostenía fuertemente del colchón. No le dolía, más bien sentía un ardor, un pellizco, como si algo le quemara, aunque cada vez era menor. El dolor dejaba paso a la excitación, y él simplemente siguió. Lo necesitaba, ya no soportaba. Retrocedió con mucha delicadeza, con cuidado de no lastimarla, y volvió a entrar, esta vez con un poco más de fuerza.
Powder gimió en un susurro mientras tiraba la cabeza para atrás y enredaba sus piernas al rededor del chico, con tanta fuerza que podría quebrarse.
—¿Sigo? —preguntó él, realmente veía en ella una muñeca lastimada y no quería hacerle más daño.
—¡Por dios, sí! —Fue todo lo que ella pudo decir. Aquello se sentía como el maldito paraíso. Ya no sentía dolor, quizá sí una pequeña molestia, pero nada en comparación con el placer genuino.
El chico volvió a moverse, con cuidado, y paró nuevamente dentro, escaneando el rostro de Powder, buscando algún atisbo de dolor que le dijese que pare. Pero esto no sucedía, todo lo que veía en el rostro de la chica era placer y aquello no podía sino excitarlo aún más. Se sentía magnánimo, él y sólo él provocaba esa reacción en ella y, demonios sí, estaba orgulloso.
Volvió a moverse, esta vez con más fuerza y rapidez, sin detenerse en ningún momento. Powder, por su lado, arañaba sin ningún cuidado la espalda tonificada del chico, paseaba sus uñas por cada músculo, lo cual la excitaba aún más.
Siendo más diestra en el asunto en apenas media hora, Powder comenzó a contornear su cadera hacia el miembro del chico, quien cerró los ojos sobre ella y gimió como un animal.
El cuerpo de la chica temblaba y se contorsionaba a medida que sentía algo crecer dentro de ella. La sensación era indescriptible, jamás había pensado en el sexo, lo suyo era explotar cosas y hablar con sus armas, y ahora se arrepentía totalmente. ¿Cómo esperó tanto tiempo para probar aquella delicia? ¡Debería haber hecho el amor con Ekko el primer día en que lo vio, en el puente, incluso! Era el éxtasis, aquello no podía sentirse mejor y se sentía plena, mucho más plena que explotando el maldito capitolio, por dios. Aquello era sublime.
Pronto, la mente de Powder se encontró en blanco y sentía que algo dentro de ella explotaría. Sentía mucho frío y calor a la vez, algo que jamás sintió. Su corazón latía a mil revoluciones y, en su vientre, mil mariposas explosivas volaban. Comenzó a temblar demasiado, y apretó más sus piernas al rededor de él.
Ekko la vio y supo inmediatamente que ella estaba llegando al orgasmo, por lo que aceleró sus embestidas mientras el sudor y calor corrían por su espalda. El interior de la chica se sintió apretado y él supo que lo había logrado, ella había llegado al orgasmo y el hecho de saberlo hizo que el terminase también, junto con ella, mientras la besaba suavemente, deseándole al universo que, por favor, aquello no sea otra de sus fantasías con ella. Aquello fue tan sublime que temía despertar y verse nuevamente en la monotonía de su vida, su vida sin Jinx.
Ekko cayó agotado sobre la cama, al lado de la chica, quien cerraba las piernas con toda su fuerza, producto del orgasmo. Él solo la miró, respirando con dificultad, y acarició su pecho con suavidad, acarició cada herida para terminar haciendo círculos en su ombligo, embelesado con la belleza que Powder era.
El orgasmo pasó y la chica abrió los ojos lentamente, con una sonrisa estúpida en su rostro. Miró a Ekko, que lo miraba avergonzado, y se acercó a rastras hacia él, para apoyar su cabeza en el pecho desnudo y sudado de su compañero.
—¿Estás bien? —preguntó él, acariciando una de las trenzas de la chica, que a ese punto estaba un tanto deshecha— ¿Te hice daño?
—Eso fue... increíble —respondió ella, apenas recobrando el aire.
—Yo quiero... Quisiera decirte algo, pero no quiero asustarte, es algo íntimo —dijo el chico, sobándose la nuca, algo nervioso.
—¿Más íntimo que esto? —preguntó ella, riendo de forma algo enferma, pero más tranquila de lo normal.
—Te amo —dijo él sin más, lo dejó salir. Ya está, era todo lo que él quería en el mundo, hacerle el amor y confesarse con ella, y había logrado ambas en el mismo día, aunque no en el orden que él tenía en mente.
Ella lo miró fijamente, mientras dibujaba círculos en el pecho del chico. Y decidió que aquello de encerrarse en su mundo era una estupidez. Ella se jactaba de ser una persona fuerte y libre, pero la única persona que la encadenaba era ella misma, midiendo sus sentimientos y sus palabras como si estuviese en una suerte de cárcel interna. Decidió decir basta, decidió que podía ser fuerte y podía dejarse amar al mismo tiempo, aquello era una fortaleza, como Carapezcado dijo, porque por amor luchó contra un maldito perro de dos metros, mutante y rabioso, por amor explotó un edificio, por amor soportó tantas cosas que, si eso no era fortaleza, qué lo era.
—No tienes que decirlo también, yo solo creí que... —comenzó a decir Ekko, al ver a Powder tan ensimismada, pero fue interrumpido por la misma.
—No estoy segura de qué es el amor —comenzó ella, acariciando ahora el rostro del chico— pero me importas, arriesgaría lo que sea por salvar tu vida y quisiera hacer el amor cada día contigo... Supongo que eso es.
—¿Y quienes lo supieron primero? —canturreó Carapezcado.
—Cállate —contestó Powder con una sonrisa, mientras tapaba el arma con una de las mantas que había en la cama. El movimiento hizo que lanzara un pequeño gemido de dolor. Cierto, en el sexo se sentía fantástica, pero ahora su magullada cáscara le pasaba factura.
Ekko simplemente la abrazó más contra sí, queriendo desaparecer el dolor de su cuerpo y, sobre todo, el de su alma, mientras ella respiraba el perfume de su pecho. El chico los tapó como pudo, a sabiendas de que Vi podría volver en cualquier momento. Poco le importaba lo que Violet pudiera decir, que sería probablemente un chiste, pero quería resguardar la privacidad de su amante. Y, así, acurrucado a ella, la vio quedarse suavemente dormida, producto del amor y del dolor de su cuerpo, seguramente.
Y entonces se sintió pleno, como si no estuviese recostado en un colchón mugroso perdido en una abandonada casa de Zaun, aquello más bien se sentía como una nube, una suave nube en la que ambos flotaban, como soñaban cuando eran niños y se veían a sí mismos escapando del dolor y el hambre en una tibia nube con forma de mariposa, como Powder solía decir.
En algún momento debía bajar a la realidad de su vida. Debía atender sus asuntos con los Firelights, debía buscar a Vander, tenía que enterarse de la situación de Singed y, como si fuera poco, hablar con Vi sobre el futuro del trío.
Sí, en algún momento debía bajar de la nube, pero no sería en ese instante en el que tenía al amor de su vida babeando su pecho mientras emitía algún que otro ronquido. No, ese momento lo disfrutaría, lo guardaría en lo más profundo de su corazón, por si todo se desmoronaba y volvía a perderla, siempre tendría en su memoria aquella tarde en la que voló en una nube y se perdió en el cielo azul.
Espero que lo hayan disfrutado y bueno, yo, como lectora de mis propias cosas, lo adoré
