Bueno, por fin el último capítulo (que más bien es un epílogo).. Bueno, si fuese por mí, duraría mil años, pero como sé que no voy a tener tiempo para subir más capítulos, lo cierto es que quise terminarlo ahora. Esto es lo que quedó y a mí, como lectora, me gusta, es algo que yo leería, es algo que quisiera leer de parte de alguien más, de hecho. Por supuesto que, con más tiempo, los capítulos podrían haber sido infinitamente mejores, mejores narrados, diálogos más elocuentes... Pero simplemente no tengo tiempo para eso. Además, como dice mi Ekkito bebé "No importa cuánto tiempo tengas, sino como lo uses" (jajaja).

En fin, gracias por acompañarme en este fanfic y los invito, por favor, a escribir algo. NECESITO LEER ALGO que no sea escrito por mí y no encuentro en idioma español :c

PODRÍA CONTENER SPOILERS DE ARCANE. Podría contener escenas de sexo, abuso, drogas, enfermedad mental y demás temas sensibles.


Serva me, Servabo te.

By: Reyna.

~Capítulo Trece: Sálvame y te salvaré

Abrió la ducha de su guarida principal y vio el chorro caer con fuerza, mientras iba soltando vapor. Oh, cuánto amaba las duchas calientes como el infierno.

Se desnudó completamente y se observó por unos instantes en el espejo. Su cabello había crecido cinco centímetros, aunque solo ella lo notase, y las heridas de su pecho no eran más que turbulentas cicatrices. Ya no las odiaba, si acaso lo contrario, amaba encontrarles formas y patrones diferentes cada vez que las veía, además, aquellas cicatrices habían significado la cura para otras heridas aún más profundas en su interior. Esas cicatrices eran un recordatorio de que ella podía cambiar, como su amado Carapezcado le dijo alguna vez, y el maldito metal, como siempre, tenía razón. Ella había cambiado, había salvado a Ekko y fue salvada a cambio de una manera que jamás imaginó posible.

No tenía redención a los ojos del pueblo pero la tenía para su hermana y su amado salvador, y aquello estaba bien para ella, era todo lo que necesitaba saber.

Se adentró en la ducha una vez estuvo lo suficientemente caliente como para quemarle la piel, poco le importaba a una chica criada en el más profundo infierno. Comenzó a enjabonar suavemente su cuerpo, delimitando cada curva, y aprovechando el acto para acariciarse. Aquello era nuevo, el afecto era una jodida adicción, una vez que lo degustaba ya no había vuelta atrás, quería cada vez más, cada vez más caricias de Ekko y abrazos de Vi, incluso tenía amigos ahora y aquella palabra le sabía amarga pero la aceptaba con amor, porque en todo ese tiempo había aprendido que aquello la hacía fuerte, el amor la hacía fuerte y su padre, de alguna forma, fue el primero en decirle aquello.

Él le dijo, en su lecho de muerte, le había dicho que ella era perfecta, que jamás la habría entregado. Aquello era amor y, gracias a ese amor, él se había ido de ese mundo con una fortaleza descomunal. Ella estaba demasiado triste y enferma como para notarlo en ese momento, pero ahora lo entendía. Ahora todo tenía sentido.

Lavó cada parte de su cuerpo, que estaba cubierto de lodo. Ahora ella era parte de algo más grande, de algo importante. Claro, aceptó entrar a la grieta del invocador por simple afán de prenderle fuego al mundo, peor lo cierto es que, aunque jamás lo dijese delante de nadie, le agradaba la idea de hacer amigos, luchar codo a codo con personas que significaban algo para ella, luchar codo a codo con Ekko o con su hermana. Y sí, en ocasiones quedaban en bandos opuestos, pero aquello solo hacía las cosas más divertidas, como esa misma mañana, en la que había luchado contra su preciado Ekko y se había sentido una niña nuevamente, jugando, divirtiéndose. Ella le había ganado, por supuesto, pero las risas no faltaron y aquella grieta combinaba de forma majestuosa todo lo que ella amaba: A su familia y las malditas explosiones.

Desenredó su enmarañado cabello, largo, suave y empapado, mientras tarareaba una canción de su banda local favorita, Imagine Dragons. No era una banda demasiado conocida, solo tocaban fuera de algunos bares de vez en cuando y por puro amor a la música. Cuando Vi estaba en Piltóver haciendo lo que Jinx denominaba "Cosas de piltillo privilegiado", Ekko y ella subían a la azotea de cualquier casa que limitara con algún bar y veían a aquellos virtuosos hombres tocar a la luz de la luna, mientras se acariciaban o incluso hacían el amor allí.

Bajó el grifo de la ducha y el agua dejó de correr. Salió lentamente y se paró frente al espejo, cubierta por una toalla, mientras se peinaba el pelo con los dedos.

Observó su cuerpo y no encontró rastros de heridas, lo cual era divertido, la grieta era divertida, porque podía hacer todo el daño que sus entrañas le pedían sin consecuencias. Nadie moría, nadie salía herido, simplemente terminaban y pasaban a otra cosa.

Se había cruzado con Singed aquella mañana, estaba en su bando por lo que no podía atacarlo aunque así lo quisiera. Caitlyn lo había entregado hábilmente, pero el maldito tenía a la mitad del nuevo consejo comprado, por lo que las noticias reportaron que escapó. Sí, claro, y ella era imbécil, pero nada importaba, nada de eso importaba. Se había cruzado al viejo, no había podido detenerlo porque las reglas de la grieta no lo permitían, pero.. Si eso había sucedido, ¿Podía, acaso, cruzarse con Vander también?

Llevaba solo una semana como campeona, así que aún no lo había visto, ¿Lo haría alguna vez? Deseaba que sí, mientras armaba una de sus trenzas con el cabello aún húmedo.

Comenzó a sentir calor en el pequeño baño, por lo que salió cubierta por la toalla y con una trenza deshecha, caminó hacia lo que ahora llamaba cama y se sentó allí, mojando un poco las sábanas.

—¿Cómo te sientes?—preguntó ella, armando la otra trenza con sumo cuidado.

Mejor de lo que me había sentido en años, la grieta es demasiado divertida—respondió Carapezcado, quien estaba suavemente colocado en la mesa de trabajo de la chica, esperando una reparación.

—Sí que lo es, especialmente cuando podemos hacer explotar a Caitlyn sin represarías de mi hermana —bromeó ella y comenzó a reir psicóticamente.

—¡Oye, usar el lanzacohetes a quemarropa fue bastante enfermizo! —gritó Ekko, entrando en la habitación lleno de pasto, barro y cenizas.

—Casi tanto como lanzarme tu maldito reloj en la cara, ¿Verdad? —bromeó ella, lanzándole una almohada en la cara.

—Oye, tú te lanzaste sobre mi con tu maldita enana —contraatacó él, caminando hacia el baño y abriendo la ducha. Aún conservaba los espejos empañados por el baño de Powder.

—Se llama Lulú y es mi nueva persona favorita —defendió ella con una voz inocentemente maliciosa.

Ekko sonrió ante aquello y se metió a la ducha, cerrando levemente la puerta, aunque no del todo.

Lo cierto es que Jinx seguía siendo Jinx, maniática, loca y pirómana, pero lo era de una manera divertida, indolora. La chica parecía genuinamente feliz y, en lo que cabía, vivía una vida bastante normal.

Claro, a veces, más seguido de lo que querría, ella se convertía en una experta terrorista e iba a aterrorizar a los Piltillos, pero solo se trataba de una competencia amistosa con su hermana. Ver cuántas cosas podía explotar antes de ser detenida por ella. Hasta ahora, Vi jamás la había atrapado, y tampoco se había esforzado teniendo en cuenta que se reunían cada viernes y bien podría atraparla con la guardia baja.

Él siempre la acompañaba en sus fechorías, pero tenía una condición. Ella no podía asesinar a nadie y, vaya, en los cuatro años que llevaban en ello jamás había fallado a su promesa y, de paso, él aprovechaba para robar alguna que otra cosa de valor para poder alimentar a sus amados Firelights.

Powder no tenía interacción alguna con ellos, ¿Cómo podría? ellos la odiaban y, rayos, estaba jodidamente bien, lo merecía, pero él no podía, por lo que simplemente dividía su tiempo entre ellos y su amada Powder. Aquello funcionaba bien y ellos respetaban su vida privada, además, demonios, sus pequeños ya estaban grandes y cada vez lo necesitaban menos.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó Powder y, sin esperar respuesta, corrió la cortina y se metió en la ducha con él. Ya no tenía ropa aunque sí tenía el cabello recogido en trenzas.

—Pow... ¿Qué caraj...? —preguntó por inercia, se había asustado por la rapidez de la chica.

Pero Powder no lo dejó terminar, porque lo besó, lo besó como hacía cada vez que lo veía y él no podía sino amar aquello. Había sido un camino largo, tan largo que a veces siquiera encontraba el final del túnel, pero lo había hecho por fin y a veces se sentía como un maldito sueño hecho realidad.

Había costado, pero sabía que Jinx era una dualidad y, demonios, la parte que más se notaba de ella ahora era Powder: Vivaz, soñadora, inteligente y, en ocasiones, inocente. Amante de las mariposas y el afecto. Sin embargo mentiría si dijera que no le gustaba Jinx también: Poderosa, empoderada, a veces despiadada y anarquista.

Y aquella mezcla era su chica, él seguía llamándola Powder, al igual que Vi, pero aquél era un privilegio que solo ellos dos tenían. Los demás se referían a ella como Jinx y eso estaba bien por él. Le gustaba verla disfrutar, verla tener amigos. Sí, aún se escondía entre Piltóver y Zaun, y no mostraba su rostro sino hasta que hacía explotar algo, pero aquello era lo que ella quería y él la seguiría sin importar qué, porque lo había prometido, se lo había jurado por su dedo chiquito. Había jurado que estaría con ella mientras tuviese vida y él era un hombre de palabra.

—Vi debe estar esperándonos para cenar con la estúpida sombrerotes —susurró Jinx, aún demasiado cerca de los labios del chico, mientras el agua los mojaba sin piedad. La chica se separó de él y salió de la ducha como si nada hubiese pasado, ignorando la erección que había provocado en su amante. Él se mordió la lengua, aquello se lo pagaría esa misma noche pero, en efecto, Vi quería decirles algo muy importante y él estaba seguro de que tenía que ver con su relación con Caitlyn, por lo que decidió terminar de bañarse. Se encargaría de Powder más tarde, tenían toda la vida para hacerlo.


Los quiero