La naturaleza tiene formas muy extrañas y en su opinión crueles…

Si no fuera así, el mundo seguramente sería muy diferente.

Siempre ha existido una división entre carnívoros y herbívoros que provoca un espacio vacío imposible de llenar en esta sociedad incompleta de la que todos formamos parte, pero eso solo se debe a los instintos de cada especie que, aun cuando se luche contra ellos, conquistaron la totalidad de los seres a los que atacan.

O al menos eso era lo que creía.

Últimamente había estado rodeado de otras especies que buscaban sobreponerse a ello.

Para alguien que sirvió como mercancía en el mercado negro durante sus primeros años de vida, la perspectiva de su mundo debería ser más sombría de lo que es ahora para él, pero Louis el ciervo rojo jamás se había caracterizado por ser similar a los demás. Él había sobrevivido, débil como todo herbívoro había logrado mantenerse con vida y tener la suerte de salir de las tortuosas profundidades de la oscuridad.

Es gracioso, realmente divertido de pensar si se toma un minuto, como él, una criatura insignificante y catalogada por el destino como comida para otros, trataba de luchar y sobreponerse a su naturaleza.

Nunca permitiría que nadie lo vea endeble.

Su orgullo era su máscara, y su convicción un propósito para lograr. Mientras mantuviera esos ideales sabía que resistiría al mundo dominado por carnívoros.

Un suspiro escapó de sus labios.

Dejó que su mirada entrecerrada admirara el atardecer por un momento, la increíblemente colorida variedad que se desplegaba en el cielo traía calma a sus turbulentos pensamientos agobiados más ahora, por la muda de sus astas. La sangre se deslizó por su rostro, viscosa y caliente desde las protuberancias donde nacían sus cuernos, su pelaje se empapaba de manera incómoda y sus ojos parpadeaban constantemente para quitar los rastros de ese fluido vital de sus marrones orbes.

Sus manos sujetaban entre sus ágiles dedos los pedazos descartados de su cornamenta, la textura rasposa de la dermis se sentía tan familiar, con el peso de la ilusión de protección que brindaban. Apretó su agarre en la ahora inútil parte de su cuerpo, sus músculos se contrajeron en un temblor generalizado que trataba de ocultar; aún cuando pasaba por esto cada año siempre resultaba de la misma manera, lo hacía sentir más vulnerable, los susurros de su instinto se intensificaban en un llamado para mantenerse oculto hasta que sus astas volvieran a alzarse orgullosas sobre su cabeza.

Louis lo odiaba.

Una presa, indefensa e inútil, su cuerpo débil nunca estaría hecho para hacer frente a un depredador y el solo hecho de perder algo, la más mínima muestra de poder en su orgullosa persona solo generaba un aborrecimiento hacia sí mismo. Se dice, que mientras más actúas, la máscara que llevas es más difícil de separar de su propia persona y eso parecía ser un hecho en él, siempre trataría de ser visto desde lo alto, un epítome de la superioridad entre especies, pero la verdad que le dolía admitir era que siempre sería un vulnerable herbívoro.

Sus dientes se apretaron, su postura rígida entre el escenario de flores que lo rodeaban; si hay alguien a quien agradecería siempre por guardar su secreto esa era Haru, podía recordar con total claridad cómo, desde su primer año, la coneja había brindado una atención que jamás habría recibido, compresión y cuidado por él, gracias a eso, había llegado a apreciarla como amiga. Misma, que le brindaba un lugar en el que ocultarse de la vista indiscreta de toda la escuela, en especial porque su apariencia en esos instantes no era algo que deseaba que vieran.

Porque, para un ciervo sus astas son muy importantes.

Un símbolo y un orgullo de portar… por lo que, en cada temporada de muda era un impulso característico mantener un perfil bajo y pasar desapercibidos hasta que los mismos vuelvan a crecer.

Sus turbulentos pensamientos lo embargaron, mientras los recuerdos de su cruda infancia resonaron con fuerza, no supo el punto en que sus orbes se cerraron, el dolor de cabeza que estaba experimentado se intensificó levemente y la sangre seca molesto en su pelaje sensible, solo fue consciente que se vio distraído tan terriblemente cuando el sonido de pasos se dejó escuchar, los marrones ojos se abrieron con asombro mientras sus delicadas orejas se sacudieron en dirección del depredador que ahora lo miraba.

Un escalofrío recorrió cada rincón de sus huesos, su pulso se aceleró en rápidos latidos y sus jadeos se atoraron en su garganta con una repentina dificultad para respirar, la fija mirada oscura de Legosi se centró en su figura, pequeños iris se establecieron en cada uno de sus movimientos, acechando. En un escaso segundo, supo que la actitud normalmente tranquila y moralmente correcta del lobo estaba muy lejos en su subconsciente, la máscara que un día le dijo que llevaba se encontraba fracturada dejando que la bestia diera un vistazo fuera.

Deja de fingir y atácame con toda tu fuerza. ¡Adelante Legoshi, muérdeme!

El recuerdo de sus propias palabras asalto su conciencia, en ese entonces había estado tratando de imponer su fuerza, buscando que su orgullo estuviese por lo alto ante la debilidad que representaba sobre la apariencia de un carnívoro; pero, aun así, el miedo se había sobrepuesto y había dejado su acto sin más pretensiones.

Esos colmillos eran filosos, había visto su propio reflejo en ellos…

El solo pensamiento lo hizo retroceder, tanto como ahora, mirando nuevamente el peligro.

Regresando al presente, en la situación que experimentaba, hubo un momento donde nadie dijo nada y el silencio absoluto reinó en el jardín perteneciente al club, solo siendo roto por el zumbido del viento soplando. A partir de ese instante las cosas sucedieron demasiado rápido para ser procesadas, las fosas nasales del lobo inhalaron el aroma, olfateando en su dirección demasiado entusiasta para el siempre decaído carnívoro.

Sintió su corazón latir más rápido.

La mirada que normalmente seria amable, adquirió una inquietante ansia mientras que de los labios entreabiertos goteaba la saliva espesa y constante, misma que fue tan notable como el anhelo en la postura del contrario, a pesar de sus luchas por ocultar su naturaleza podía ver como faltaba poco para que se rompiera frente suyo, el lobo no perdió instantes en mostrar unos blancos y nacarados colmillos, los cuales hace tiempo había tocado con sus propios dedos.

Sus grandes orejas se pegaron a su cráneo, contra todos sus sentimientos, se volvía a sentir como un niño, rodeado del miedo y la desesperación que solo una presa puede sentir, a pesar de sus mejores intentos por evitarlo sus manos temblaron y sus pies se movieron un paso atrás. No quería mostrarse débil, pero ahora, a diferencia de años atrás no poseía un arma para tratar de acabar con todo antes de que el depredador se abalanzara por su comida.

Tenía miedo.

Pánico de lo que sucedería.

La sensación que ya había sentido por la falta de sus cuernos se intensificó como un incendio en un bosque, los susurros de sus instintos embargaron su mente turbulenta en un instante. Cayó al suelo cuando la figura grande y tenebrosa se cernió sobre sí mismo y en menos de un minuto se vio envuelto entre un agarre dolorosamente fuerte, garras clavándose en sus extremidades y rasgando la delgada camisa en su cuerpo. Un suave gemido abandonó sus labios, su aliento salía en espesas bocanadas y su cabeza se inclinaba con el deseo de embestir a su agresor con los cuernos que ahora no poseía.

Podía sentir al tramoyista empujando su hocico en la curvatura de su cuello, su pulso se aceleró y su visión comenzó a fallar mientras apretaba los dientes en un intento de contener los angustiados sonidos que escapaban de sus labios, fueron solo unos segundos, pero el conjunto de todo lo que estaba viviendo lo golpeó fuerte, la conciencia comenzó a escabullirse entre sus dedos sin que pudiera hacer mucho por retenerla.

Lo odiaba.

Se odiaba por ser tan débil, por poseer un cuerpo tan frágil que estaba destinado a ser la cena de alguien más.

Cuando la oscuridad lo asaltó, Louis no esperaba volver a ver la luz de un nuevo día.

Malditos carnívoros

.

.

Legosi estaba inquieto.

No… era más que eso.

Para alguien con el poder y la fuerza innata de un carnívoro, era una criatura que prefería sumergirse en su carácter tímido y sumiso para evitar destacar en cualquier momento, el mismo podía reconocer había situaciones en los que le costaba relacionarse socialmente con otras personas, siendo catalogado como una mamífero extraño y aterrador, dependiendo de a quien se le pregunte.

Durante los primeros días de academia, le había costado más desenvolverse, ahora podía decir que había pasado algo, un cambio del que no estaba seguro y el que aún iba desarrollándose a lo largo de los días. Su motivación y amor por proteger a sus compañeros herbívoros se intensificó después de conocer a Haru, su amiga era especial, un motivo para buscar fortalecerse y desarrollar resistencia ante los instintos que lo embargaban.

Nunca quería hacer daño a ninguno de sus preciados amigos.

Jamás quería ver el miedo en sus ojos y ser la razón de ponerlo allí.

No quería que nadie terminará como Tem.

Por lo que ahora, percibiendo los eventos que se desarrollaban en el club de jardinería sintió que su voluntad flaqueaba y la confrontación con sus propios instintos era más difícil de llevar consigo mismo. En el momento que puso un pie en el patio tenía la intención de pasar un momento con su amiga, era agradable que a pesar de ser de especies diferentes tuvieran tanto en común; el tiempo pasaba volando cada vez que se reunían para hablar, él la ayudaba con las plantas, y ella trataba de brindar consejos para cuidar de su escarabajo mascota, una relación amical que esperaba siguiera por siempre.

Descubrir que no estaba enamorado de la pequeña herbívora fue triste y tranquilizador a partes iguales; siempre habría tenido el miedo de lastimarla como pareja, la cercanía nunca habría sido la mejor opción y la sociedad siempre los vería como entes separados, donde él sería el malo del cuento.

Porque, una coneja y un lobo sería preocupante para todos.

Aun así…

Después de pensar tanto ante las palabras de su amigo el panda, había llegado a la conclusión de que no la veía como una presa, ni como una novia… pero como una compañera, si… se sentía bien y correcto mantenerla a su lado y protegerla como una querida amiga. Los lobos, al igual que la mayoría de los canidos era una criatura leal; si sus sentimientos hubieran sido románticos habría luchado para estar con ella, el amor siempre encuentra maneras, y si su corazón hubiera latido por la hembra habría buscado la forma de que su sentir llegase a ella.

Apreciaba tanto la cercanía de Haru.

Salió de sus divagaciones, volviendo a recapitular los eventos que lo llevaban a la situación, lo primero que vio fue la figura estilizada de una persona, los rasgos le resultaban realmente conocidos, aunque había algo diferente que no podía evitar buscar. Abrió la boca para decir algo, pero se vio repentinamente interrumpido por el olor, ahora más intenso, que podía apreciar gracias a una brisa de viento particularmente fuerte.

Su nariz se movió con interés, su cerebro se sintió apagado mientras el hierro de la sangre del contrario llegaba a procesarse en su cerebro, sus labios se separaron y sintió la misma euforia que lo embargó cuando olió a Haru por primera vez. La saliva se hizo presente, y el instinto le gritó con particular desenfreno e insistencia por una acción, los bajos deseos de un carnívoro por olfatear la tentadora sangre de un indefenso ser.

Es tu presa, a tu alcance y solo para ti.

Sabes que has esperado esto por mucho tiempo, ya perdiste la oportunidad antes, déjame tomar el control…

¿No quieres probar? la suavidad de esa carne, el exquisito sabor de esa sangre…

Louis se ve tan apetecible…

Espera.

¿Que?

Sus manos apretaron el cuerpo que estaba a su disposición, sus garras se hundieron en la piel ajena y más de la vital sustancia roja se deslizó en las heridas recién hechas, tuvo un breve minuto para recordar todo lo ocurrido en el escaso encuentro, su memoria desentrañando cada uno de sus pensamientos mientras su olfato hacia un nuevo trabajo en detectar el aroma, olvidando por ahora la sangre que se deslizaba entre sus garras.

Parpadeo, su ceño fruncido y su hocico enterrado en el corto pelaje rojizo del cuello del ciervo en sus manos, el cuerpo del herbívoro se sentía laxo y manejable entre su gran ser, los párpados cerrados y la carencia de movimiento lo asustaron tanto que aflojo su agarre sintiendo como el venado se deslizaba entre sus dedos para terminar nuevamente en el suelo. Su atención se fijó plenamente en cada detalle, sus orejas se movieron con los sonidos, y finalmente pudo relajarse cuando el subir y bajar del pecho ajeno lo calmó.

Tranquilo, está bien y vivo por ahora.

Un intento de consuelo se deslizó en su mente para sí mismo y contuvo un canino gemido en su garganta. Se separó, solo un poco para observar su entorno, el sol había comenzado a ponerse y el brillo que quedaba apenas iluminaba el patio, pero su vista nocturna fue suficiente para ver las piezas marrones de lo que figuraban como astas cerca de ambos.

Su nariz volvió a moverse y su atención se centró en su compañero, imagino ese rostro con la fuerza de los elegantes cuernos que ahora yacían descartados, no le tomó mucho juntar las variables y jadear sorprendido por quien tenía bajo su cuerpo.

Los instintos del depredador habían acertado.

Sus ojos se abrieron y gritó el nombre de su compañero de club, su garganta desgarrada y sus ojos brillando de culpa; ahora que lo estudiaba detalladamente se daba cuenta de las heridas de su amigo, pasó saliva mientras estudiaba detalladamente al contrario solo para darse cuenta de que la sangre que había olido provenía de la zona donde estarían las astas, pero los arañazos que estaban debajo de los girones de las mangas y hombreras eran algo que él había hecho.

Su cola se quedó quieta entre sus piernas y el sentimiento culposo que lo había empezado a embargar se hacía más fuerte, era su culpa… y como había dicho Louis, debía hacerse responsable de su fuerza. Aun cuando llegó a la conclusión correcta y valiente, eso no disuadió las preguntas que se habían formado en su mente.

¿Qué había pasado?

Con las dudas aun en su cabeza, sus manos fueron cuidadosamente a recoger el delgado cuerpo para apoyarlo entre su pecho y examinar la fuente de la sangre, la base de los cuernos ya estaba seca, pero, la extensión de los brazos exponía rasgaduras que aún fluían con la sangre del cérvido rojo.

Cerró los ojos y trató de calmarse, por ahora, lo importante era conseguir ayuda para el estudiante de tercer año que yacía inconsciente, sopesó la idea de llevarlo a la enfermería, pero rápidamente la descartó, si alguien lo veía no tardaría en sacar conclusiones precipitadas.

Como lo que había intentado hace solo unos minutos… suspiro, sus orejas cayeron y su cola se hundió más con las emociones turbulentas a su alrededor.

Era peligroso, un carnívoro que no podía resistir a sus instintos, pero… aun así, quería proteger a todos los herbívoros.

A las personas que le importaban…

El constante latido del corazón, la agitada respiración y la calidez del cuerpo a su lado… casi había extinguido la agradable presencia de uno de sus amigos del club de teatro. Apretó los dientes y se recrimino por la culpa que lo corroía como una tempestad, sus manos con garras demasiado grandes acunaron el rostro del herbívoro, las facciones tan finas y delicadas al alcance de sus dedos, sus yemas acariciaron la piel suave por un momento, para luego dejarlo descansar en el suelo mientras se ponía de pie.

Solo su oportuna percepción de los eventos lo detuvo.

Debía estar agradecido con su suerte.

Louis era especial. Para Legosi, la fuerza abrumadora y la forma brillante, como un astro en lo más alto del cielo, que pertenecía al ciervo era algo que podía admirar. Una constante universal que se mantendría presente como la piedra angular de su sociedad, porque no había nadie más perfecto para ser el próximo Beastars.

Todos lo amaban, era la estrella indiscutible del club de teatro y el herbívoro más poderoso en el que podía pensar; su estela traía el orden a un gobierno centrado por el caos.

Quería seguir su ejemplo…

Y nunca se hubiera perdonado si algo malo ocurriese.

Sus reflexiones normalmente duraban mucho, y eso se evidenció una vez más mientras su mente perdida en sus cavilaciones seguía funcionando a mil por hora. Sus pasos fueron tambaleantes mientras se alejaba, el único lugar discreto en el que podría atender las heridas de Louis era en la pequeña cabaña que se encontraba en un costado del jardín, revisó la cerradura y un suspiro de alivio salió de sus labios al ver que la misma se abría sin dificultad.

En su lío de pensamientos sin concluir, recordó agradecer mentalmente a Haru y se propuso a regresar con su amigo.

Fue cuidadoso, cada uno de sus movimientos se telegrafiaron con especial lentitud al acomodar al ciervo en su agarre, un brazo sujetando el torso ajeno mientras apoyaba la cabeza del contrario en su pecho, las piernas siendo sujetadas desde las rodillas. Camino suavemente, equilibrando el casi inexistente peso, ahora que lo pensaba, Louis era muy ligero, apenas hacía un esfuerzo al cargarlo.

Al cruzar el umbral de la puerta sus oídos se movieron con el crujir de las tablas de madera, trato de causar el menor escándalo posible y recostó el cuerpo inconsciente de su amigo en la cama que se situaba en la esquina, una rápida exploración del lugar encontró un escritorio con cajones a sus costados, ladeo la cabeza y asintió con firmeza para después dirigirse a rebuscar por algo con lo que atender a Louis.

Espero que tengas algunas vendas Haru.

.

.

Le dolía la cabeza…

Sus brazos ardían…

¿Qué… qué pasó?

La conciencia llegó despacio, con una pesadez que embargaba sus sentidos, su cabeza se sentía embotada, mayormente adormecida, sus extremidades estaban cubiertas por algo suave que agradecía en esos momentos por el irritante ardor que recorría sus brazos.

Todo era tan extraño…

Y muy confuso.

La comodidad bajo su cuerpo era un alivio que podía encontrar tranquilizante, un colchón seguramente; otra de las comodidades a las que dio la bienvenida fueron el calor de las mantas cobijándolo para seguir soñando. Sus párpados temblaron, pero no abrió los ojos, las fuertes palpitaciones provenientes del lugar donde crecían sus cuernos era agobiante.

Sin darse cuenta volvió a quedarse dormido.

"Lo siento… En serio, fue… yo…". Una voz culpable lo volvió a despertar, conocía perfectamente ese tartamudeo; Legosi siempre sería enfermamente sumiso para un carnívoro, un ser que debía ser fuerte por naturaleza, lo más alto de la cadena alimenticia en un mundo donde todos acechaban con máscaras civilizadas. Ese lobo era extraño, realmente raro.

La mejor prueba de eso, sería que seguía con vida.

Estaba adolorido, pero nada realmente serio como la pérdida de una extremidad entre las fauces de un carnívoro.

Ya no es sumiso. El pensamiento lo recorrió con una cruel ironía mordiendo más fuerte que el dolor sordo que sentía por el estrés y sus escasas heridas. No le gustaba que lo compadecieran, nunca le había gustado que le recordasen de una manera tan presente su debilidad, pero aun si tuviera que admitirlo sólo para sí mismo, esta noche tuvo miedo… más de lo que había sentido en mucho tiempo.

"Tranquilo". La suave voz de Haru fue la siguiente en ingresar en sus oídos, por solo sus palabras se la podía imaginar con sus suaves facciones fruncidas, seguramente sopesando lo que el cánido le había contado. "solo un poco preocupada y sorprendida… eres bueno Legosi, tal vez un poco aterrador, pero uno de los animales más buenos que eh conocido… se… sé que no lo heriste apropósito". Eso era algo en lo que podían concordar, el lobo nunca mostraría los colmillos por voluntad propia… además, se detuvo y eso era lo que importaba.

Pero aún estaba molesto.

"Solo… solo me alegro que no haya pasado nada malo… Ahora, voy a ayudarte un poco, esos vendajes se ven torpes, pueden caerse". El ánimo regresó rápidamente a la declaración de la mujer en la habitación, felicidad por la seguridad de ambos saliendo en cada palabra. "Legosi… no quiero que les pase nada… a ambos". Por un corto instante, el ambiente se embargó de una presencia triste, algo que podían sentir sin dejar pasar por alto, el silencio se extendió, pero los aromas que estaban en la cabaña eran mayormente positivos… Estudió la perspectiva de abrir los ojos y enfrentar a ambos, pero obstinadamente dejo que permanecieran cerrados.

"Me esforzare, no quiero lastimarlos… a ninguno". Explayarse nunca sería algo que Legosi podría hacer libremente, a lo largo de su tiempo en el club de teatro había visto muchas facetas, pero el lobo siempre seria el mismo, reservado, tranquilo y manteniéndose oculto, ahora en cambio, parecía que tenía una nueva resolución que se abría pasos agigantados en su persona.

Pero el contrario no lo entendía…

Todos tienen instintos, momentos en los cuales su lado salvaje explotaba y ocurrían acciones como la muerte de Tem. Una vez, cuando había sido precipitado y orgullo, le había dicho al lobo: 'Normalmente actúas dócilmente, pero ahora puedo decir que estas escondiendo una bestia feroz dentro de ti', y eso era cierto, hoy lo comprobaba, pero… también confirmaba que el de pelaje gris no usaba una máscara.

En verdad, no quería herirlo.

La sinceridad se derramaba en cada palabra del extraño ser con piel de lobo, porque ningún carnívoro se hubiera detenido.

En el mercado negro había conocido lo peor de la existencia, el lado oscuro de la reluciente realidad que se mostraba a un público ingenuo, sabia de lo que eran capaces los carnívoros, y este día había sido la oportunidad para que uno de ellos se alimentara de él.

Sin testigo, sin evidencia… solo una desaparición que no podía ser catalogada como asesinato.

Pero no fue así, en su lugar se encontraba descansando, vivo y completo.

Era extrañamente esperanzador escuchar como un ser dotado de las poderosas características de un carnívoro y un corazón de oro, no desperdiciaba sus cualidades en este mundo lleno de falsedad y crueldad.

Agradecía no haber sido desmembrado por el apetito de un depredador.

Deseaba ver hasta dónde llegaría la convicción del lobo.

Eres algo especial Legosi.

"¿Eso ocurre cada año?". La voz ajena volvió a retumbar, tenía la leve sensación de que se había perdido algo en la conversación, pero ignoro ese hecho por seguir escuchando, un volumen suave, apenas un susurro en la habitación ocupada por los tres, un toque de un sentimiento que no podía identificar se originó en la boca de su estómago y pasó saliva...

La debilidad es la muerte.

"Si, aunque no creo que le agrade… la primera vez que lo vi así, estaba muy triste". Las pequeñas manos de la coneja se movieron suavemente por las vendas que cubrían las cicatrices de arañazos apretando las mismas para que no se desprendiera, la risueña voz hablaba con tanta tranquilidad que contagió un poco de esa emoción a su propia persona, con un suspiro, se removió entre las sábanas y abrió los ojos a un techo de madera.

Se apoyó en los codos y trató de erguirse para tomar asiento.

Tratar es la palabra clave aquí, el dolor de cabeza que estaba sufriendo impidió que obtuviera el equilibrio deseado, y casi cae de nuevo en su almohada.

Una mano grande con garras largas se afianzó en su brazo para enderezarlo, el asombro fue palpable en sus propios ojos, demasiado obvio y mal disimulado para alguien experto en actuación. Algo en su mirada debió decirle, sin palabras, lo que su subconsciente había estado pensando porque el agarre ajeno en su extremidad se suavizó hasta que el lobo terminó apartándose.

Era difícil de decir, pero si fuera posible, Legosi parecía más decaído.

"No necesito ayuda". Se apoyó en la cabecera de metal, sus brazos estaban tensos, pero eso no impidió que se movilizara conteniendo la mueca que luchaba por salir de sus labios. Un suspiro realmente audible lo abandonó y sus grandes y severos ojos se fijaron únicamente en la persona del depredador.

"Explícame lo que pasó Legosi, quiero entender que te impulsó".

.

.

El tiempo pasa rápido.

Un breve abrir y cerrar de ojos.

El día del accidente había sido extraño en todos los sentidos, una experiencia que no esperaba volver a repetir nunca.

Odiaba que sus instintos lo dominasen.

Pero eso no cambiaría el hecho de que la esencia deliciosamente única y especial de Louis quedará grabada a fuego en su mente. El agradable e intenso olor de las praderas; la fuerza que compone los rasgos únicos de la madera, especias, ámbar y hojas verdes de coníferas, todo en su conjunto lo hacía reconocer al ciervo sin importar donde estuviera.

Algo que jamás se permitiría olvidar.

No sabía, simplemente no podía entender cómo había pasado por alto durante tanto tiempo lo agradable que le resultaba la fragancia, así como la personalidad realmente vigorosa que se realzaba cuando enfrentaba situaciones de peligro extremo que harían temblar a animales más débiles. Al principio, cuando recién conocía al otro estudiante, no lo entendía, e incluso podría llegar a decir que le resultaba incómodo, pero ahora, al descubrir cómo aceptaba el peso del mundo y buscaba salir adelante para mostrar a todos sus compañeros una convivencia sana y civilizada entre especies, simplemente no podía dejar de pensar en lo realmente brillante que era su amigo.

Un rayo de luz que alumbra las penumbras de todo a su alrededor.

Suspiro, las horas no podían pasar más rápido. Su mirada fue a la pared frente al aula, las manillas del reloj se movían lentamente con el transcurso de cada minuto, la voz del profesor de turno se oía en la distancia, como un zumbido inexistente para el mundo, sus pensamientos vagaron aún más, una mano apoyada en su mejilla y la otra garabateando la parte inferior de su cuaderno. Cuando la campaña marcó el final de la jornada escolar su cola se movió en ánimo y alegría, su mirada bajo para cerrar el cuaderno que había utilizado.

Lo que encontró lo hizo sonrojar.

Allí, devolviéndole la mirada había una caricatura que no hacía justicia a la belleza de un ciervo rojo. El solo pensamiento trajo un rubor aún más intenso en sus peludas mejillas y salto con sobresalto cuando la mano de Jack se posó en su hombro como un peso acusador, pronto el rostro alegre de su amigo asomo por el costado de su cuello y no perdió tiempo en ocultar bruscamente su propio cuaderno.

Simplemente, no sabía qué hacer.

"¿Estas bien?... pareces preocupado". Las palabras contenían verdadero sentimiento y la expresión que se plasmaba en su amigo de la infancia era algo a tener en cuenta, odiaba ocultarle cosas al labrador, pero esto era algo que ni él mismo había descubierto aún.

No parecía justo darle información que podía no ser acertada, aunque algo muy dentro de él le decía que ese no era el caso.

"No te preocupes, estoy bien… solo ansioso, hoy sirven sándwich de huevo, ¿vamos?". Busco la tranquilidad en sus propias palabras y asintió a su amigo con una sonrisa mientras se levantaba para empezar a caminar hacia la salida. El trayecto fue corto, una rutina de todos los días hacia el comedor, la hora del almuerzo pasó rápido como de costumbre, pero antes de que acabara su segundo paquete de sándwich el aroma ahora anhelante del cual no podía dejar de pensar llegó a sus fosas nasales.

La vista de Louis caminando por el comedor fue todo un espectáculo, su andar era suave como siempre, sus movimientos estilizados y su corta cola balanceándose con cada paso; la forma en que unos cuernos artificiales se alzaban en su cabeza no era algo que le agradase, el aroma proveniente de ellos no era Louis, era algo que se sentía completamente extraño, ajeno a la persona que representaba el ciervo.

Los pensamientos solo lo recorrieron por un momento antes que los expresivos ojos se fijaran en él, las grandes orejas del herbívoro se sacudieron y una vez que el contrario recibió su bandeja del almuerzo, camino con total parsimonia hacia su dirección.

Paso saliva.

"¡Ey! Legosi, ¿qué te tiene tan distraído?". La voz atrevida de Durham resonó mientras las miradas de sus compañeros de cuarto se posaban en él, trato de evitar encontrar sus miradas mientras sus manos sujetaban fuertemente su comida.

Estaba nervioso.

Pero, extrañamente este sentimiento no era nada parecido al que había sentido con Haru o incluso la incomodidad social que a veces experimentaba, no, era una extraña agitación en su estómago, una falta de palabras, pero también provenía de un vigoroso y expectante deseo de permanecer en espera para el encuentro con el herbívoro.

La distancia que los separaba se acortó muy rápido, en un momento el ciervo estaba en el lado opuesto del comedor y al siguiente lo vio frente suyo, el contrario ladeaba la cabeza en un saludo discreto mientras sus expresivos orbes estudiaban su forma sin el más mínimo indicio de los eventos ocurridos hace algunos días. El recuerdo de esos momentos hizo que su corazón martilleara con fuerza en su caja torácica, el zumbido resonando con fuerza en sus oídos. Pasó saliva y no pudo contener el nudo que se formó en su garganta impidiendo que se formaran palabras.

"Explícame lo que pasó Legosi, quiero entender que te impulsó".

Estaba nervioso, las palabras del otro estudiante eran severas y exigentes para una respuesta que él mismo no podía dar.

¿Qué pasó?

No podía saberlo, simplemente sus propios instintos lo incitaron a la cacería de una presa indefensa y al mismo tiempo un sentimiento de protección círculo por su interior, algo que le dijo que el ser a su lado era demasiado importante para dañarlo.

En un momento sus cavilaciones se perdieron en recuerdos antiguos, la primera vez que vio a Louis y supo lo especial que era el ciervo rojo en su vida. Aun cuando no fueran amigos o más que meros conocidos siempre había existido una fuerza de unión, un lazo que los acercaba para inevitablemente funcionar como un conjunto.

Pero, eso no era algo que pudiera admitir.

Simplemente sus sentimientos eran demasiados nuevos para exponerlos a cualquiera, en especial a alguien que ya había visto lo peor de sí mismo.

"Eres mi amigo, aun cuando el depredador en mi susurre crueles tentaciones… no quiero hacerte daño, a nadie". Cuando sus labios se separaron, el susurro que salió fue sincero, pero en lo profundo de las palabras se escondía un significado más profundo de lo que podría ser.

Una verdad que aún no está listo para exponer.

Regresando al presente, su cabeza se movió en la correspondencia al saludo brindado por el herbívoro, sus compañeros de cuarto miraban entre ambos como si todo el intercambio se tratara de un partido de tenis repentinamente interésate, y a pesar de sentir el peso de sus suposiciones se apresuró a moverse en el asiento y dejar espacio para que el gamo se sentara.

"¿Que pasa ahora?... ¿Perdiste la lengua lobo?". El comentario fue sarcástico, la misma clase de humor negro que podía apreciar siempre en el futuro Beastars, inexplicablemente su cola se movió, más animada que antes con la repentina confirmación de que nada cambiaria en su dinámica.

Louis estaba bien.

No había miedo en sus ojos, o alguna clase de juicio por sus actos.

Por primera vez desde su imprudencia por su propio error sintió que el mundo volvía a girar en la dirección correcta.

.

.

Solo sientes que estás enamorado porque dentro de ti, tus instintos se distorsionan.

Esas palabras resonaron en su mente durante mucho tiempo, y sólo ahora podía sentir el verdadero nerviosismo que se enredaba en su vientre como una mano invisible estrujando sus entrañas. La primera vez que conoció a Gohin, se había sincerado con el panda, hablado de todo lo que acontecía en su vida y los sentimientos confusos que lo rodeaban. Conscientemente había mencionado a Haru pero, según la percepción de su amigo el panda, ella no había sido lo único que rodeaba sus pensamientos y sus palabras después de ese psicoanálisis lo habían impactado verdaderamente.

Haru era especial…

Pero, para él, Louis también lo era.

Ahora, tiempo después de esa reveladora charla, los eventos circundantes en su vida escolar recién le daban la ocasión para explorar sus sentimientos con más calma. Aunque descubrió por sí mismo que la pequeña coneja no era un interés amoroso en ciernes, el extraño comportamiento que había estado teniendo frente al ciervo resultaba más orientado a ese ámbito.

Cuando dejo a Gohin, lo había hecho con un conjunto de revistas que no esperaba nunca poseer, pero que ahora descansaban entre sus pertenencias. Ya no necesitaba las que hacían alusión a los conejos, y aun así ahora planeaba ver las que representaban a los cérvidos.

Se sentía tan incómodo.

Tomó asiento en el suelo de madera de su habitación y cruzó las piernas para encontrar una posición más cómoda apoyando la espalda en su cama, pasó saliva y dirigió una mirada apesadumbrada a las revistas que había recibido y las cuales descansaban inofensivamente frente a él con una clara burla para su creciente pánico.

Nunca había creído que llegaría a ello.

Internamente agradeció que sus compañeros de cuarto no se encuentren allí, eso solo hubiera sido extremadamente vergonzoso.

El sonrojo creció en sus mejillas peludas, y sus ojos se desviaron de la portada donde se mostraba la estilizada figura de un ciervo joven, una pose seductora, el suave pelaje, todo parecía tan extraño… pero, si hay algo que tendría que admitir era que la sola perspectiva le causaba curiosidad.

Por un momento, su mente trajo el recuerdo del rostro de Louis a la superficie, la calma con la que el gamo se movía, la fuerza en sus ojos en los momentos menos esperados y la vulnerabilidad de la que fue testigo hace unas semanas; todo en conjunto le presentaba una perspectiva que cortaba el aire en sus pulmones y le dificultaba hablar. Porque, su corazón latía cada vez que pensaba en todo lo que era el ciervo, desde sus defectos hasta las virtudes. Alguien único que deseaba seguir conociendo.

Y además… no podía negar que el venado era una criatura hermosa.

Todo en Louis era digno de admirar.

Abrió los ojos cuando el sonido de un golpeteo se dejó escuchar, su rostro se movió buscando la fuente del sonido solo para erizarse cuando noto que su cola era la causante de tal escándalo, un suspiro agotado se escapó de sus labios y se resignó a que los movimientos siguieran por un rato más. Desde hace algunos días esa había sido otra historia, cada vez que pasaba tiempo con el ciervo rojo su cola adquiría voluntad propia dejando en claro su felicidad al verlo.

Eso había sido realmente revelador, y causado más preguntas en sus amigos caninos.

Sacudió la cabeza negando ávidamente mientras volvía al punto del asunto, recogió la revista entre sus manos y procedió a mover las páginas, un gemido estrangulado salió de sus labios y sus orejas cayeron a los costados de su cabeza, casi fusionándose con su pelaje.

Y aun después del impacto inicial, no dejo la revista.

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Louis se encontraba confundido.

Después de mucho tiempo, el orgulloso ciervo estaba verdaderamente intrigado y curioso, algo que no sabía cómo explicar.

Si alguien le hubiera dicho antes que sentiría este peculiar interés por un carnívoro, no lo hubiera creído. Realmente para él, los carnívoros eran seres que no podían controlar sus instintos, su temprana experiencia con esa clase de personas había dejado una marca muy profunda en su psique, un miedo y odio que aun con los años no había desaparecido.

Y tal vez nunca lo haría.

Pero, si algo era cierto, era la capacidad de avanzar hacia el futuro que poseía, salir adelante y enterrar el pasado en muchas capas de recuerdos pertenecientes a su actual vida era solo una de las medidas de afrontamiento que había aplicado para sí mismo.

Pero eso no impedía que el terror volviera a surgir.

En ese entonces, hace poco más de un mes, cuando perdió sus astas y se encontró inesperadamente con Legosi había sentido miedo; la cicatriz del número grabada en la planta de su pie había quemado como la primera vez en recuerdo a su vulnerabilidad, mientras el verdadero pánico cruzaba su rostro. Ese día habría querido pelear, luchar por su vida, pero el impacto de los sucesos lo había bloqueado, cuando la conciencia se había escapado entre sus dedos creyó que el final había llegado.

Pero no fue así.

Y eso sólo trajo más preguntas.

Suspiro, su cuerpo estirándose en busca de liberar la tensión de la que era víctima, para después levantarse de su escritorio y dejarse caer en su cama; las ventajas de que su padre fuera el presidente del conglomerado de cuernos le dejaban el privilegio de tener una habitación independiente para sí mismo, uno de los pocos beneficios de tener a Oguma al pendiente de su persona.

Cerro los ojos con la esperanza de dormir unos segundos, el dolor de cabeza por las astas en crecimiento aun lo agobiaba sin la más mínima piedad. Un rostro voluminoso por el largo pelaje vino a su mente, facciones amables y peligrosas por igual, características que extrañamente lo atraían al peligro que podía representar para sí mismo, pero no sentía miedo, ya no.

Su rostro debía ser el epitome del asombro, podía sentir sus orejas sacudiéndose ante la incomodidad que estaba experimentando, por segunda vez en esa semana se había encontrado con Legosi en una situación nada más que poco favorecedora. Aunque si tuviera que admitirlo, agradecía que en esta ocasión no tuvieran que revivir una situación tan amenazante como la primera vez.

El sonrojo creció en su rostro y bien, tal vez preferiría enfrentar a un depredador con ansias de comer carne.

Al menos, así no tendría que ver el rostro ajeno adquirir esa innecesaria e incómoda mirada llena de curiosidad y algo más, un sentimiento que no podía definir. Porque claro, no era de esperar que un lobo supiera lo realmente molesto que era ser visto sin cuernos; para un ciervo, era una etapa que prefería mantener oculta de otros, simplemente no se sentía bien dejándose expuesto a cualquier desarrollo inesperado sin la presencia de sus astas.

Y aun así…

"Majestuoso". Las palabras que salieron de los labios del cánido fueron un susurro, apenas un murmullo que seguramente estaba destinado a mantenerse alejado de sus oídos, pero que desgraciadamente no había sido así. Decir que le desagrada el cumplido sería mentir, pero tampoco agradecería esa palabra, a pesar de que podía sentir el pelaje de su rostro demasiado caliente y del hecho de que sus ojos se apartaron de la forma más alta a su lado.

Su mirada evasiva captó por el rabillo de sus grandes orbes el movimiento entusiasta de la cola ajena.

Felicidad.

De manera extrañamente oportuna, la noche anterior había incursionado en la biblioteca para encontrar el significado de ese movimiento, desde que almorzaron juntos había notado que el lobo no dejaba de menear esa extremidad, normalmente lo ignoraría, pero se había propuesto a saber más del depredador que no había caído en sus instintos para comérselo.

El movimiento de la cola, normalmente sirve para mostrar que están contentos, también puede ser por otras razones, como el nerviosismo y la emoción. Hay diferentes significados para cada meneo.

Cola recta y meneándose: Significa que el canido puede estar emocionado por diversas razones.

Grandes meneos: Un gran meneo despreocupado es el mejor tipo de movimiento, ya que en realidad indica verdadera felicidad, Esto también puede ir acompañado de un movimiento de todo el cuerpo que indica ganas de socializar.

El conocimiento de los estados de ánimo demasiado expuestos trajo una repentina sensación de orgullo para sí mismo, porque no había visto al lobo hacer eso en otras ocasiones, solo en momentos especiales, donde la presencia de ambos había sido superpuesta a todo lo demás que lo rodeaba.

Y extrañamente se sentía bien saber cuál era el origen de esos extraños sentimientos.

"Que estás haciendo aquí?... Dije que quería un momento para descansar". Obligó a las palabras a salir de sus propios labios, el silencio que los había rodeado no era algo que deseaba que se extendiese, y además repentinamente se sentía muy incómodo, como si el lugar fuera demasiado pequeño para los dos.

Eso, al menos, pareció traer a tierra al cánido.

"Lou-louis… Ehhh… Los demás ya se fueron… iba a cerrar el estudio… pero-". Cada vez el volumen iba disminuyendo, hasta que se cortó repentinamente y los ojos de cachorro lo atacaron con todo lo que tenía. Esa mirada simplemente sería algo con lo que no podía lidiar, carraspeo para atraer la atención de nuevo al asunto que los concierne, brindó una respuesta medianamente aceptable que pudo pensar en el momento por su descuido al tomar demasiado tiempo en un descanso.

La verdad era que tener que usar los cuernos falsos en todo momento lo agobiaba, había sentido verdadero alivio al desprenderse de ellos, pero sus astas en crecimiento no era una vista deseada para otros.

Cuando dejo la habitación, el pensamiento que tal vez lo permitiría sólo a Legosi recorrió su mente.

Abrió los ojos con la sensación de seguridad que solo Legosi podía infundir.

Inhalo aire manteniéndolo por un momento para después exhalar en un suspiro desapasionado, el tiempo seguía moviéndose y sus propias acciones eran un dolor constante en sus pensamientos, durante todo este tiempo no podía entenderse a sí mismo. Comenzó como un movimiento casual, un acercamiento que no pensó en su momento, enfrentar al lobo gris el día después de que el mismo mamífero lo atacase fue estúpido, lo reconocía.

Pero simplemente no podía dejar de demostrar que no tenía miedo.

Y sus encuentros siguientes fueron agradables.

No se sentía incómodo, o forzado a pasar tiempo con el depredador.

Era algo que había aprendido a disfrutar.

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Los encuentros habían seguido, charlas ocasionales después del club, la compañía mutua de ambos durante el almuerzo y los recurrentes momentos compartidos en los jardines con su amiga en común, una extraña y agradable convivencia entre carnívoro y herbívoro que no podía negarse. Era obvio para toda persona ajena a su relación amical en ciernes que había algo más desarrollándose a su alrededor.

Los sentimientos eran tan visibles como el hecho fascinante de que eran especies totalmente diferentes las que se encontraban cerca, pero… No fue hasta cuatro meses después que todo cambió.

Fue un día tan común como cualquier otro, a excepción de la figura nerviosa de un lobo que se movía de un lado para el otro fuera de la habitación del ciervo rojo, su sola presencia causaba curiosidad e inquietud a algunos de los herbívoros residentes en el edificio designado para esos estudiantes. Debes en cuando un alumno pasaba por el mismo pasillo y corría al lado opuesto cuando se encontraba con el depredador, hubo un breve momento cuando un grupo se había aglomerado al final de ese mismo pasillo asomando sus cabezas esporádicamente para espiar los sucesos que se desarrollaban.

Cuando los murmullos provenientes fueron audibles para los estudiantes las risillas comenzaron a ser contenidas con dificultad y los susurros cómplices se dejaron oír por todos.

Razón por la cual el conocimiento de dicho evento no tardó en darse a conocer y llegar a los oídos del jefe del club de relaciones públicas, simplemente, una noticia como esa no sería ignorada por el periódico escolar.

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Ajeno a las acciones de sus compañeros y perdido en sus propias cavilaciones, Legosi volvió a moverse negando con la cabeza, sus manos hacían gestos exagerados mientras sus labios seguían murmurando, el tiempo corrió rápido y de un momento a otro el lobo perdió la noción de cuanto había estado esperando.

Después de algunos minutos volvió a la realidad cuando sus orejas se inclinaron en la dirección de la puerta cerrada captando el sonido del movimiento en el interior.

Su postura se volvió rígida y la expectación recorrió los rasgos de su rostro con ansia apenas disimulada.

En el momento en que la puerta se abrió, se dejó ver la figura estilizada de un ciervo, el imponente porte de alguien acostumbrado a actuar se desmoronó en segundos y los grandes ojos parpadearon en confusión. "Legosi…?". La única palabra que abandonó sus labios fue trémula, un susurro dirigido para ambos en una pregunta que abarcaba mucho.

Dicho lobo tartamudeo en un intento incomprensible de transmitir sus palabras, un galimatías de frases abandonó su boca conforme los segundos avanzaban, por suerte la infructuosa charla no duró mucho, apenas unos momentos para que después ambos individuos se encontraran en un silencio sofocante, sus miradas encontrándose.

Legosi pudo notar como las largas pestañas del ciervo acariciaron el corto pelaje rojizo del rostro perteneciente al herbívoro cuando dicha persona parpadeo en desconcierto ante su pobre actuación. La aprehensión en su propia persona, tan notoria como los nervios que corrían sus pensamientos como una maratón realmente larga y especialmente complicada, pasó saliva y junto el valor que ahora parecía tan esquivo para una actividad que sería tan fácil en otras circunstancias.

"… Eres especial, y me siento bien a tu lado… Eres ingenioso… luchas tan fuertemente por… todo". El discurso trémulo continuó con palabras que explicaban las certezas de lo que podía ver en la figura orgullosa del herbívoro que estaba frente a él. "Pasamos mucho tiempo juntos estos meses, nos hemos conocido más... Me gust-". Las palabras se silenciaron en sus propios labios, cortadas tan abruptamente de lo que esperaba, sus ojos abiertos por el asombro no quitaron la vista de su interlocutor.

Labios suaves sobre los suyos, el pelaje realmente blando y agradable al tacto creando una sensación de cosquilleo mientras que su fría nariz chocaba con la contraria en un torpe intento de un beso. Las manos más pequeñas que las propias se afianzaron a los costados de su cara, enterrando los dedos carentes de garras en su propio mar de pelaje gris, caricias que se sentían tan satisfactorias como el toque cálido de los rayos del sol, o la suavidad de las nubes que flotan efímeras en el cielo.

Tan correcto y único.

Sus propios orbes oscuros detallaron la figura especialmente avergonzada del ciervo, un rubor decorando las mejillas y los ojos fuertemente cerrados mientras toda su atención se perdía en el acto mismo del agradable beso; el aroma natural proveniente de su compañero que ya había aprendido a amar, fluyo de manera tan acogedora que el meneo de su cola se reanudó.

Sus propias manos se movieron con incertidumbre, sin atreverse a hacer nada más que flotar sobre la figura a su lado. Los minutos parecieron horas, el tiempo se disolvió en una sola realidad que se centraba en la persona por la cual sus sentimientos bullían fuertemente.

Pero como todo lo bueno, debe acabar…

Cuando se separaron, las respiraciones profundas siguieron mientras sus pulmones trataban de restablecer el flujo normal de aire, la vista de compañero fue lo más hermoso que sus ojos pudieron vislumbrar mientras el silencio caía nuevamente a su alrededor.

"Tonto lobo… Tú también me gustas".

El futuro simplemente parecía prometedor.