La noche se le había echado encima, aunque poco importaba ya. Estaba decidido a entrar y poner fin a toda aquella pesadilla. Link se encontraba en el Altar Ceremonial, en el centro de Hyrule, justo enfrente del Castillo. Se tomó unos momentos para observarlo desde lejos. La maldad que lo rodeaba brillaba en la oscuridad de la noche. Por primera vez en su vida, o por lo menos de lo que él había logrado recordar, tenía miedo.

Llevaba puesta la túnica del Elegido, por encima la capucha Hyliana que había conseguido en su aldea, Hatelia. Se avecinaba una tormenta, podía olerlo en el aire. Decidió echarse la capucha por encima. Se ajustó los guantes y el protector del brazo, comprobando que no se movía de su lugar. Todo necesitaba estar correcto y preparado antes de entrar allí. Comprobó también lo que había metido en la pequeña alforja de su caballo, Epona. Tenía todo lo que él preveía que necesitaría.

Se llevó la mano a la espalda para agarrar su recién adquirida espada, la Espada Maestra Destructora del Mal. La sacó y la observó durante unos minutos y se dió cuenta de que la hoja brillaba con luz propia. Aunque no recordaba mucho, empuñarla le traía recuerdos borrosos. Era incapaz de visualizar nada, pero lo sentía. Lo mismo le había ocurrido hacía más de un año, cuando despertó y escuchó la voz de Zelda por primera vez después de despertarse. No la recordaba pero la sentía. Su voz le brindaba una calidez que era incapaz de explicar. Con la espada ocurría casi lo mismo.

Hacía tan sólo un día que había salido del Gran Bosque de Hyrule. Cuando llegó a la Posta del Bosque, se dió cuenta de que había estado dos semanas dentro del Bosque Perdido. Había pasado la noche en la posta para recuperarse antes de ir hacia el Castillo. Intentó como pudo esconder la espada, para que nadie le hiciera preguntas o intentara cualquier tontería. Al amanecer decidió poner rumbo al Castillo, despidiéndose de Kish, el dueño de la posta; de Ashiel, el anciano que tantas veces le había dado indicaciones cada vez que paraba ahí; y de Brina, la hyliana que había cuidado tan bien siempre de ía tomado la ruta por la Pradera de Beele y el Puente de Thims. El camino serpenteaba entre la Colina Gongol y el Monte Gongol para terminar llegando al Puente Orsed. Tras cruzarlo, comenzó a vigilar los alrededores, ya que por ahí siempre había algún que otro guardián andando por la zona.

Dejó a Epona agarrada en una rama de uno de los árboles que resguardan el Altar. Le dió una manzana mientras le acariciaba la crin suave. Se sintió mal al tener que dejarla allí. Epona le había acompañado durante todo este largo viaje. Nunca le había fallado y era la mejor compañía que había tenido.

— Si no regreso en un par de días — le dijo Link abrazándole la cara — regresa a Kakariko.

La Yegua relinchó, como si le hubiera entendido. Link la miró a los ojos y un par de lágrimas se le escaparon al pensar que ésta podía ser su última noche.

Tomó el camino que iba desde el Altar hasta la Ciudadela teniendo cuidado de los guardianes. Antes de entrar a la Ciudadela contempló que los estandartes de la Familia Real seguían ondeando a las puertas. Aquello le trajo un sentimiento familiar, casi como un recuerdo. Le hormigueaban las manos como cuando va a recordar algo, pero el recuerdo en sí no vino a su mente.

Las grandes puertas estaban abiertas, aunque poco importaba ya que la muralla que rodeaba a la Ciudadela estaba medio destruída y se podría entrar por diferentes lugares.

Nada más entrar, al bajar las escaleras, disparó al ojo amarillo de la maldad que rodeaba esa parte, Así podría hacerse paso. Detrás de aquella maldad, había un guardián al que le faltaban unas patas, pero aún así podía moverse. Link se deshizo de él con la ayuda de la espada y ese escudo ancestral que había conseguido de Rotver.

Siguió avanzando y se encontró con más maldad rodeando prácticamente todo. Buscó al ojo al que podría disparar y se volvió a deshacer de ella. Otro guardián acechaba en las cercanías. Llegó a la Plaza Central en la que se encontraba una fuente en ruinas con los símbolos de la Familia Real. Se puso enfrente de aquella fuente, se arrodilló y bajó la cabeza para rendir homenaje y respeto.

— Diosa Hylia, dame fuerza para enfrentarme a lo que acontece. Te pido que me ayudes a salvar a la princesa Zelda y nos ayudes a sellar juntos el mal que se apoderó de Hyrule hace 100 años.

Notó una vibración a su espalda. La espada. "Link" escuchó de repente. Se giró al escuchar la voz de Zelda tan de cerca. Pero no la vió. "Date prisa, no se cuanto tiempo más podré aguantar"

— ¿Dónde estás? — gritó Link.

"Estoy en el Bastión Central, Ganon es más difícil de controlar desde que sacaste la Espada Maestra".

— Casi estoy ya en el Castillo, está lleno de guardianes, debo tener cuidado.

"Seguramente la entrada principal esté custodiada por más de ellos. Busca rutas alternativas"

— ¿Puedes verme?

"Sí, puedo verte, desde que llegaste al Altar Ceremonial".

— Hay guardianes voladores, me he encargado del guardián del camino. Pero hay malicia aquí delante y no me deja avanzar. Voy a tener que escalar esta pared. No puedo enfrentarme a todos los guardianes.

"Intenta entrar desde mi laboratorio, en la zona oeste del Castillo".

— Tendrás que guiarme, apenas recuerdo el Castillo.

"El edificio en el que estás ahora era la sala de entrenamiento, si sigues por esas escaleras, te toparás con mi laboratorio, pero ten cuidado, hay muchos guardianes ahí"

Link siguió por el camino que le había dicho Zelda, hasta que vió un edificio que le pareció familiar. Había muchos guardianes alrededor, tanto de los fijos como de los voladores. Se le ocurrió que si escalaba por la parte de atrás, podría llegar hasta una de las ventanas sin ser visto por ellos.

— Ya estoy en tu laboratorio. He logrado colarme por una de las ventanas sin ser visto.

"Bien, ahora dirígete al puente que comunica la torre con el castillo y por ahí podrás bajar hasta mis aposentos"

Link dió un vistazo a la sala, al laboratorio de Zelda, hizo una fotografía con la piedra sheikah y se acercó a un cuaderno que había encima de la mesa. Lo metió en su alforja y se dirigió hacia el puente.

Mientras cruzaba el puente el hormigueo de las manos que había estado acompañándolo desde que entró a la ciudadela se hizo más intenso. Todo se volvió blanco y comenzó a ver las imágenes del recuerdo.

Tras unos minutos, volvió a la realidad. Estaba respirando agitadamente y unas lágrimas brotaron de sus ojos. Le pasaba siempre que volvía a recordar.

"¿Qué ha sido eso Link? ¿Es… ha sido un recuerdo verdad?" Le preguntó Zelda. Link pudo notar un atisbo de tristeza en su tono.

— ¿Lo has podido ver tú también? — dijo Link secándose las lágrimas.

"Sí, como si lo estuviera viviendo de nuevo. Link siento mucho todo lo que pasó. Si pudiera volver atrás, yo…"

— No te preocupes ahora por eso. Sigue guiándome para poder encontrarte.

"Deberías estar ya en mis aposentos".

— La escalera está derruida y hay un moblin blanco abajo. Debo bajar con cuidado.

Link buscó una pared por la que bajar mientras vigilaba al moblin. Éste aún no lo había visto. Cuando tocó suelo, se acercó a él sigilosamente por detrás y con la espada le asestó un par de golpes que lo debilitaron por completo.

Los aposentos de Zelda estaban totalmente destruidos. Las estanterías aún contenían infinidad de libros de diferentes temas. Él se acordaba de que a Zelda le encantaba leer e investigar. Al lado de las estanterías había un escritorio. Allí encontró otro cuaderno. Era su diario. Decidió recogerlo también y guardarlo junto al cuaderno de investigación. Si salían de aquello con vida, se lo devolvería todo a Zelda.

Link se adentró en el pasillo pero comprobó que estaba bloqueado por tierra.

— Zelda, el camino está bloqueado. No se puede pasar. Vamos a tener que buscar una ruta alternativa.

"Maldición, pensé que ese camino estaría libre. Estaba la última vez que pasé por ahí"

Link volvió a escalar la torre del laboratorio de Zelda. No podía seguir escalando, ya que había malicia por toda la pared.

— Zelda voy a volar hasta la siguiente pared. No hay salida por aquí. Hay unos cuantos guardianes pero espero poder esquivarlos.

"Link, ten mucho cuidado por favor, hemos llegado muy lejos"

Link usó la furia de Revali para poder crear un torbellino de aire. Se elevó junto con su paravela, mientras los guardianes le apuntaban con sus rayos. Encontró otra torre y ahí se refugió de los láseres.

Escaló esa torre, y cuando llegó arriba vió que ya casi estaba en el castillo. Observó con cuidado los alrededores. Tendría que saltar y no quería volver a toparse con los guardianes. Cuando sus pies tocaron el suelo, pudo ver una entrada hacia el castillo. Era una de las puertas laterales.

— Zelda, ya casi he llegado. ¿Dónde estás?

"Entra por esa puerta, no puedo seguir conteniendo a Ganon, mi poder ya no es suficiente, lo siento"

Link se adentró en la sala. Del techo salía una especie de protuberancia, como un apéndice que latía. Intuyó que ahí es donde había estado contendiendo Zelda a Ganon. La bolsa se rompió y de ahí salió malicia. Fue tanta que hizo que el suelo se derrumbara y cayeran al vacío por una especie de agujero que había debajo. Cuando llegaron al fondo pudo ver a aquella malicia tomar forma. Era una forma extraña, con varios brazos. En ellos portaba armas ancestrales.

"Que conste que no lo hago por ti. Solo quiero vengarme de Ganon por lo que me hizo" dijo Revali.

"Usaré todo el poder que me queda… ¡A por la victoria!" oyó decir a Mipha.

"¡Vamos allá! ¡Es hora de darle una lección a Ganon!" esta vez fue Daruk.

"Ya es hora de pararle los pies. ¡Alteza, debéis resistir un poco más!" escuchó decir a Urbosa.

En la mente de Link se oyeron a los cuatro elegidos, caídos hacía cien años en la primera batalla que disputaron contra Ganon. Sus espíritus habían hecho el gran esfuerzo de intentar darlo todo una vez más, una última vez. La piel de Link estaba totalmente erizada, un escalofrío recorrió su espina dorsal mientras escuchaba a sus compañeros una última vez. Las lágrimas se intuían en los ojos de Link, pero decidió no dejarlas escapar, no era momento para llorar. Era el momento para el que se había preparado toda su vida. Como el Elegido por la Espada Maestra destructora del Mal. Elegido por la Diosa Hylia. Elegido por su princesa.

Un rayo de color blanco se adentró en la cámara subterránea en la que estaban, dándole a Ganon. Éste cayó al suelo faltándole el aire.

— Gracias por luchar a mi lado, amigos. Vuestros espíritus viven en mi alma, vuestra fuerza me acompaña siempre. Nos os defraudaré esta vez. Zelda, Princesa de Hyrule, mi princesa, no te defraudaré. ¡Por Hylia y por Hyrule!

Tras ofrecer esas palabras a sus leales compañeros, Link comenzó una lucha a muerte contra la calamidad de Ganon. Aunque las Bestias Divinas lo habían debilitado, Ganon seguía siendo muy fuerte. Era la reencarnación del mal. No iba a darse por vencido tan fácilmente.

Y aunque Link contaba con su Espada Maestra y su escudo Hyliano, Ganon acertó a darle un golpe que lo elevó por el aire y le hizo chocar contra una de las paredes cayendo al suelo. Por un segundo Link pensó que era el final. Tosió por el dolor en las costillas y pudo ver sangre, mucha sangre saliendo de su boca. También se llevó una mano a la cabeza y comprobó que había sido herido ahí también.

"Link tú puedes hacerlo, ya falta poco. Ponte en pie y lucha, eres el Elegido por la Diosa Hylia. La trifuerza está de tu lado. La Espada Maestra está contigo hasta el final. Yo estaré contigo hasta el final. No te rindas".

Las palabras de Zelda dieron a Link el último empujón que necesitaba. Y tras unos cuantos movimientos y estocadas, Link le dió una última a Ganon, en el pecho, justo en el centro. Éste aulló de dolor mientras se retorcía en el suelo. En unos pocos segundos, Ganon dejó de respirar y su cuerpo inerte quedó tirado en el suelo. Su boca y ojos se habían quedado abiertos. Algo que a Link le pareció muy perturbador. Se acercó cojeando hacia el cadáver de Ganon para comprobar que efectivamente estaba muerto.

Le dió unas puntadas con su pie. Ganon no se movió. Link retrocedió y miró hacia el agujero por el que había caído. La salida estaba muy elevada. No podía escalar, ya que su costado ardía de dolor, así como su cabeza.

De repente un rayo de luz dorada apareció envolviendolo. Sus pies dejaron de tocar suelo y comprendió que estaba siendo elevado. La calidez de esa luz era algo que no podría en su vida llegar a describir. Era como respirar paz.

Una vez llegó arriba y sus pies tocaron el suelo, miró hacia todos lados, buscándola. Sabía que había sido Zelda con su poder de la Diosa, la que le había sacado de aquel agujero.

Entonces la vió parada detrás suyo, con las manos alzadas mientras el poder dorado se extinguía. Seguía llevando la túnica que llevó la última vez que la vió hace cien años. Estaba rota y sucia a causa de su lucha contra Ganon. A Link se le paró el corazón al verla. Su cara, sus ojos, su cabello, todo era como lo recordaba. Quiso correr para poder abrazarla pero el estado físico en el que se encontraba no le dejó.

Se acercaron el uno al otro, lentamente, mirándose a los ojos profundamente, buscándose y encontrándose de nuevo. El corazón de Link se aceleró al casi estar ya frente a ella. Se iba sujetando el costado con una mano mientras con la otra iba guardando la espada a su espalda.

Una vez estuvieron uno enfrente del otro, Zelda comenzó a llorar. Link la abrazó con el brazo que no se estaba sujetando el costado. Ella enterró su cara en su pecho. Link la atrajo más hacia él, intentando que no quedara ni un milímetro de aire entre ellos. Eso le provocó un pinchazo de dolor, y aunque no le importaba en ese momento el dolor, soltó un quejido.

Zelda se separó entonces de él y lo miró de nuevo. De la parte alta de la cabeza de Link goteaba sangre, por un lado de su frente hasta llegar casi a su cuello. En la boca también había sangre. En las manos, en los brazos, en la túnica, en las piernas. Link estaba lleno de sangre y aquella imagen le paralizó. Era como hacía cien años y Link había muerto en sus brazos, por su culpa.

— No —dijo Link agarrando una de las manos de Zelda y llevándola a su cara—. Estoy aquí, vivo, gracias a ti.

Zelda lo miraba con los ojos totalmente llenos de lágrimas. Había esperado una eternidad a que él despertara. Y ahí lo tenía, delante suyo. No podía creer que todo se hubiera acabado ya y que hubieran salido victoriosos.

Link besó la mano de Zelda y entrelazó sus dedos con los suyos. La siguió mirando a los ojos, aquellos enormes ojos verdes que para él, eran de otro mundo.

— Vámonos —le dijo Link empezando a andar sin soltarle de la mano.

— ¿A dónde? —preguntó ella secándose las lágrimas que al final habían terminado brotando.

— Hay alguien, además de mí, que se alegrará mucho de verte.

Hola, aquí el prólogo de la historia que empecé a escribir sobre Link y Zelda de Breath of the Wild.

Espero que os haya gustado :)