Es navidad y debo de ser una de las pocas personas a las que no le gusta esta época del año. Para mí la navidad se resume en consumismo excesivo e hipocresía.
Soy una persona que piensa que cualquier día del año es bueno para tener un detalle con las personas que quieres y que, si te importa alguien de verdad, buscas un hueco para verle durante los 365 días que tiene el año y no uno, como sería noche buena. Esa noche se reúne gente que no se ha visto en todo el año, se hacen los simpáticos y se dicen aquello de: a ver si este año nos vemos más, pero realmente no tienen ninguna intención de hacerlo.
Lo sé, lo sé, parezco una amargada, pero es la realidad. Al menos, yo lo veo así. Y si, en mi familia también ocurre. Vivimos todos a menos de una hora y nos vemos prácticamente solo para estas fechas. Y para el cumpleaños de mis abuelos, claro. Son las tres fechas sagradas para nuestra familia.
- Renesmee, cielo, ves preparándote.
- Si, mamá. – respondo automáticamente. Es que la quinta vez que me lo dice.
Siento sus labios besar mi pelo y sonrío. Ella piensa como yo, pero intenta disfrutar de esos pequeños momentos junto a la familia.
Al fin, apago la consola y me levanto de la silla que me ha acomodado durante las últimas cinco horas. Me encantan los videojuegos y mis padres han terminado por aceptarlo.
Me desperezo como si llevara diez horas durmiendo y voy hacia mi armario.
Otra de las tradiciones es que, tanto para el cumpleaños de mis abuelos como para la noche de noche buena, me visto con la ropa más elegante que tengo, que se basa en un vestido negro que me llega por las rodillas, que todo hay que decirlo, es muy bonito y me queda muy bien, y unos botines color vino tinto, que suelo usar de diario, pero que son mejores que mis deportivas blancas con franjas verdes fosforito. Decido dejarme el pelo suelto, ya que habitualmente lo llevo recogido en una coleta o un moño mal hecho. Si, no suelo peinarme, pero esa noche decido hacer una excepción y voy en busca de mi cepillo para el pelo, el cual me cuesta encontrar, ya que hace días que no lo utilizo.
Una vez duchada y arreglada decido bajar al salón. Una vez allí, me reúno con mis padres, que ya han preparado la mesa del comedor. Solemos cenar todos en mi casa porque es la más espaciosa y es donde cabemos las 30 personas que cenaremos juntas esa noche.
- ¿Os ayudo en algo? – digo, aun sabiendo que ya lo tienen otro hecho.
- Podrías ir al garaje y adelantar tu coche un par de plazas, para que los abuelos y tus tíos puedan meter los suyos. – dice mi padre, que está encendiendo el fuego a tierra. – Si a su majestad le parece bien. – dice eso porque dice que mi silla parece un trono y que me paso el día sentada en él.
- Podría hacer un esfuerzo. – digo, haciéndole sonreír.
Cojo mi abrigo del armario que tenemos en la entrada, me pongo también mis orejeras y voy hacia el garaje. Tenemos un garaje enorme, en el que caben seis coches, así que voy hacia allí a mover mi pequeño mini al que llamo…
- Hola Piolín. – dijo, pasando la mano por el capó de mi pequeño coche amarillo.
Mis padres pusieron el grito en el cielo al verme en ese coche tan llamativo, pero poco a poco se van acostumbrando.
Si, lo sé. Os preguntareis, ¿Cómo puede haberse comprado un coche si se pasa el día pegada al ordenador y a la consola? Pues os lo cuento. Es a lo que me dedico. Por un lado, soy probadora de videojuegos y por otro, tengo un canal de twitch en el que juego online con otras personas y que también me reporta beneficios. Y los dos trabajos unidos me permiten probar video juegos, jugarlos online y promocionarlos, lo cual también me reporta beneficios. Así que si, ese es mi trabajo.
- Renesmee, deja de hablar con tu coche y ven ya!
- Cuando acabe la conversación voy! – digo, haciéndola reír.
Tras dejar mi coche en su rincón favorito, vuelvo a casa. Cual es mi sorpresa cuando veo que mis padres no están solos.
- Renesmee, te acuerdas de Billy y Sarah? – dice mi madre, señalándome a una pareja que está sentada en el sofá junto a mi padre.
- Tus amigos de la universidad, ¿verdad? – digo, ganándome una sonrisa por parte de la pareja. – Hacía años que no los veía. ¿Qué tal están?
- Uy, por favor, no me hables de usted, Renesmee. – dijo la mujer, sin perder la sonrisa en ningún momento. – Si, hacía ya diez años. Estamos bien. ¿Qué tal estás tu?
Vale, lo reconozco, me quedé sorprendida. Normalmente los adultos no se preocupan, o al menos no lo manifiestan, por los jóvenes.
- Muy bien y muy agradecida por tu interés, Sarah. Sois como el vino.
- ¿Cómo?
Veo como mis padres levantan la vista al techo. Ya no se sorprenden por mis comentarios que nada tienen que ver con el tema, pero aun así suelen tener ese tipo de reacción cuando los hago frente a otras personas. Si, me tienen por una chica rara.
Sarah no comprende mi comentario, pero por la carcajada que suelta Billy él si que me ha entendido.
- Gracias, Renesmee por el cumplido.
Sarah mira a su marido y entonces parece entender mi comentario y sonríe.
- No he visto vuestro coche.
- Jacob nos ha traído. Ha ido a buscar a nuestras otras dos hijas y ahora vendrán.
- Genial. – digo, aunque no recuerdo a ese tal Jacob ni a sus hijas. - ¿Puedo tomar una copa de vino? – digo, mirando a mis padres. No dicen nada, pero mi madre asiente con la cabeza con una sonrisa.
Vale, de nuevo os preguntareis, pero a ver, ¿qué edad tiene esta chica para pedirle permiso a sus padres en algo tan trivial?
Tengo veinte años y la edad legal para beber son los 21. Si, estoy en casa, pero respeto demasiado a mis padres y a ellos les gusta ese pequeño gesto. Sé que no me dirán que no, pero mejor hacerlo así que no a escondidas. No nos cuesta nada y a ellos les gusta y a mi me gusta ver que les gusta.
- Ya empiezan a llegar. – dice mi padre, mirando por la ventana. – Renesmee, ¿te encargas tu?
- No sé si podré con algo tan difícil. – voy de nuevo hacia la calle, oyendo a los cuatro adultos reír tras de mí.
Para que no perder mi aire friki, cojo mi sable laser de Luke Skywalker, que tenía preparado al lado de la puerta, y salgo a dirigir a los coches que van llegando hacia el garaje, como si fuera un guardia de tráfico. Mi familia, al verme, sonríen. Ya nada les sorprende.
A pesar de mis pensamientos respecto a la navidad, me alegro de verlos. Y a pesar de que mantenemos el contacto por el grupo de la familia, me gustaría verlos más. Mi padre es muy feliz cuando les tiene en casa y ello me hace feliz a mí.
Nos saludamos todos con un abrazo y les voy indicando con mi sable laser que vayan yendo hacia la puerta, ya que hace un frío terrible.
El último coche es el único que no conozco. Es un todo terreno blanco que, al verme, duda de si entrar. Está claro que mis pintas les ha llamado la atención, pero con la mano les hago un gesto de que se acerquen.
Del coche se bajan dos chicas y un chico, que deduzco que son la familia de Sarah y Billy.
- Bienvenidos, mitad de la familia Black. – digo, haciendo sonreír a las chicas. El chico está trasteando algo en el maletero.
- Al verte con eso pensábamos que nos habíamos equivocado de casa. – dice una de las chicas. Sonrío. Me encanta confundir así a la gente, sobre todo si se lo toman bien.
- Yo pensaba que nos estaba parando la policía. – dice la otra chica, riendo también.
- Para otro año ya sabéis que la loca del sable laser es la que os dirige al garaje. – digo, ganándome una sonrisa por parte de ambas. – Soy Renesmee, por cierto.
- Lo sabemos.
- Lo siento, no me acuerdo de vosotros. – digo, sintiéndome mal realmente.
- Tranquila, nosotras tampoco nos acordábamos mucho, pero mis padres nos han hablado de vosotros, sobre todo estos últimos meses, que sabíamos que íbamos a poder venir. – dice una de las chicas, tranquilizándome. – Yo soy Rebecca. Ella es mi hermana Rachel y el que está con la cabeza metida en el maletero es Jacob.
- Estoy buscando el pendiente de mamá. – dice la voz de Jacob. – Id entrando si queréis.
- A mí no me importa esperar. Así cierro bien el garaje. Id yendo, chicas.
Ambas asienten con la cabeza y se marchan.
Mientras espero que el tal Jacob termine lo que está haciendo, comienzo a fingir que estoy en plena batalla jedi vs sith. ¡Estoy tan motivada que ni siquiera noto que alguien me está mirando, hasta que me doy la vuelta de golpe y casi le doy en la cara a… AL TÍO MÁS MACIZO QUE HE VISTO EN MI VIDA!
- Ups. – consigo decir al ver que el sable está a apenas unos centímetros de la mejilla del chico.
- Menudo combate estabas teniendo. – dice como si no hubiera estado a punto de partirle la cara.
- Si el sable hubiera sido de verdad, estarías muerto.
- Por suerte, la fuerza ha estado conmigo y te ha detenido a tiempo.
Suelto una carcajada sin poder evitarlo y el chico se une a mis risas. ¡Es un friki como yo!
- Me llamo Jacob. – dice, al tiempo que me tiende su mano enguantada. Me sorprende ver que no es el típico guante sino un guante que parece de estilo antiguo.
- Yo Renesmee.
- Lo sé, me acuerdo de ti. – dice, dejándome sorprendida.
- Lamento no poder decir lo mismo. – le indico con un gesto del sable que podemos ir hacia la casa y comenzamos a caminar. Cierro bien la puerta del garaje y seguimos hacia casa. – Tampoco hace tantos años.
- Bueno, contando que tu tenías diez años y yo quince, es normal que yo me acuerde más que tú. – como un caballero, abre la puerta de mi casa y me hace pasar ante él. – No has cambiado mucho.
- ¿Y eso?
- Sigues llevando las mismas orejeras.
En eso tiene razón. ¡Esas orejeras llevan muchos años en mi vida y es que me encantan! No solo son muy calentitas. Son de color negro, excepto las zonas de las orejas, que tiene un poco de rosa y llevan unas orejitas de gato de color rosa en lo alto de la cabeza.
- Me gustan mucho. – digo, quitándomelas junto a mi abrigo.
- Vaya, gracias. – dice el chico, petrificándome con su perfecta sonrisa.
Esa respuesta me confunde momentáneamente hasta que me doy cuenta de que él fue quien me las regaló. No me acordaba, pero en ese momento me doy cuenta de ello.
En cuanto se quita el abrigo, que ahora me doy cuenta de que es bastante clásico, veo que lleva un esmoquin, pero con chaqué. Él me mira extrañado, creo que mi mirada no le gusta, así que aparto la mirada y me voy hacia mi cuarto sin decir nada más.
Coloco el sable laser en su estantería y voy hacia mi armario. Me miro al espejo. Miro el vestido que llevo puesto. No es exactamente el estilo de ropa que me gustaría llevar, pero la verdad, el hecho de vivir en un pueblo pequeño me cohíbe bastante a la hora de vestir como realmente quiero.
Abro el armario y saco un vestido negro y morado que suelo ponerme en Halloween, que es cuando no me miran raro por llevarlo y decido cambiarme de ropa.
Amo ese vestido que siempre tengo escondido. Me encanta como me queda y me encanta ese estilo, pero pocas personas conocen el estilo Lolita y paso de que se rían de mi por la calle.
Que si, que tendría que darme igual lo que piense la gente, pero sé que, en el fondo, me afectaría, por eso lo tengo escondido y solo me lo pongo en casa.
- Estás preciosa.
Me doy la vuelta de golpe y me encuentro con Jacob, que está parado en la puerta de mi dormitorio. Mi primer acto reflejo es mandarlo a la mierda y echarlo de una patada, pero hay algo que me detiene. Algo que hace que no pueda moverme.
- Sé quién eres. – dice, sin moverse de la puerta.
- ¿Quién soy?
- La chica que llevo esperando toda mi vida.
Nunca en mi vida me había puesto tan colorada como en esos momentos. Siento arder mi rostro y no sé dónde meterme. Quiero ir a esconderme al baño, pero es que tengo los pies pegados al suelo.
- ¿Puedo pasar un momento? – mi cabeza cerebro dice no, pero mi cabeza se mueve en un gesto afirmativo. Se acerca hacia mi armario y saca un tocado que va a conjunto con el vestido y me lo coloca con mucho tacto en la cabeza. – Ahora queda perfecto. – se coloca detrás de mi y nos miramos ambos en el espejo. – Que nunca te de miedo mostrarte tal y como eres.
- No me da miedo. – digo sin apenas convicción. – Todos saben lo friki que soy.
- Muestras como eres, pero no quién eres.
- Es lo mismo.
- Para mí no. – coloca sus manos sobre mis hombros y hace que me de la vuelta. Somos igual de altos así que nuestros ojos se encuentran al instante. – A mi también me dio miedo y vergüenza al principio y, a pesar de que me siguen mirando raro, paso de ellos y continúo siendo feliz.
- ¿Tú también vives en un pueblo pequeño?
- Si.
- Eres el raro del pueblo.
- Si.
- Yo también lo soy.
- Entonces, si ya lo eres, ¿qué problema hay en que te vistas como quieres por la calle?
No digo nada porque tiene toda la razón. Pero aun así…
- Te propongo algo. – dice, aun sin apartar sus ojos de los míos. Asiento con la cabeza. – Aun queda una hora para cenar. – vuelvo a asentir. Sé que es bastante temprano. – Salgamos a dar un paseo.
- Vale. Voy a…
- Perdona, no me he explicado bien. – dice, colocándome bien el tocado, que se ha movido un poco. – Salgamos a pasear tal y como estamos ahora.
Me giro de golpe y me miro en el espejo. ¿Salir a la calle con esa ropa?
Noto los labios de Jacob besar mi pelo y me pongo a temblar. Él lo nota y acaricia mis brazos, intentando darme ánimos. Respiro hondo, intentando reunir todas mis fuerzas y al fin asiento con la cabeza. Veo a Jacob sonreír a través de su reflejo en el espejo. Me coje de la mano y juntos vamos hacia la puerta de la calle, donde nos ponemos nuestros abrigos.
- ¿Os vais? – dice mi madre, apareciendo a nuestro lado, claramente sorprendida.
- Solo vamos a dar un paseo. – dice Jacob, al tiempo que me pone bien las orejeras. – Media horita.
- Me parece genial. – a pesar de que tengo la cabeza gacha me doy cuenta de que mi madre está sonriendo. – Estás preciosa, Renesmee.
Sus palabras me hacen sonreír. Jacob vuelve a cogerme de la mano y salimos de casa.
Caminamos en silencio durante bastante rato hasta que llegamos al centro del pueblo. Noto como me pongo a temblar de los nervios y Jacob lo nota. Sé que lo nota porque pasa su brazo sobre mis hombros y me da un leve abrazo.
Así, entramos en el centro comercial, que aun está abierto, y vamos hacia una pequeña cafetería que cerrará en veinte minutos. Tiempo suficiente, dice Jacob. Allí nos pedimos dos infusiones bien calentitas.
- Todos nos están mirando. – susurro mientras Jacob me ayuda a quitarme el abrigo.
- Pero eso es porque tienen envidia de lo guapos y elegantes que vamos. – dice, logrando hacerme sonreír. – Sé quien eres. – dice de nuevo, haciendo que me ponga colorada de nuevo. – Eres Nessie2001odiseaenlared.
- ¿Cómo lo sabes? – ese es el nombre que utilizo en mi canal de Twitch.
- Soy el caballerooscuro96.
Me quedo alucinada. Fue uno de mis primeros seguidores y un fiel en mis directos. Es más, él contribuye a mis ingresos, ya que es muy generoso donando. Fue quien, una noche de Halloween, que entré en el canal con mi vestido lolita, me dijo que me sentaba muy bien y que debería salir en más directos con ese vestido. Y así lo hice.
- ¿Sabías quién era cuando te suscribiste a mi canal? – niega con la cabeza y de repente, me doy cuenta de que estoy sonriendo. – Madre mía, aun no me lo creo.
- Supe quien eras en cuanto te vi con este vestido. – dice. Veo por donde va. Quiere ponerme colorada de nuevo. Pero no dice nada. Se ha dado cuenta de mi reacción y no quiere incomodarme.
- Gracias por esto. – digo y él enseguida sabe a lo que me refiero. – Me alegro de que hayáis venido estas navidades.
- Creo que ya nos están echando. – dice, al ver que la camarera comienza a barrer. – Vámonos, debe de tener ganas de estar en casa con la familia.
- Ay, si. – voy a pagar y me disculpo con la chica por tardar tanto en irnos.
Una vez en la calle, me dejo abrigar bien por Jacob y comenzamos a caminar de vuelta a casa.
- La verdad es que la navidad no me gusta mucho. No me gusta que solo se reúnan las familias una vez al año y el consumismo que nos invade a todos.
Me detengo y miro a Jacob. Eso es lo mismo que yo pienso.
Algo en mi se revoluciona. Noto que voy a moverme, pero no puedo detener lo que está a punto de suceder. Sin que mi cerebro pueda detenerme, pongo las manos en las mejillas de Jacob y le planto un beso en los labios.
Comienzo para ponerme roja por lo que acabo de hacer cuando noto que Jacob me coge por la cintura, acerca mi cuerpo al suyo y ahora es él quien me besa.
¿Pero qué es lo que acaba de pasar? Estoy en plena calle con un chico al que acabo de conocer hace apenas una hora besándole como si no hubiera un mañana. Y lo peor es que no quiero solo besarle.
- Será mejor que paremos. – dije Jacob, que aun así no deja de besarme.
- ¿Por qué?
- Desde que te he visto con este vestido que me muero de ganas de quitártelo.
Si, casi me desmayo.
- Yo quiero quitarte ese traje desde que casi te mato con mi sable.
¿Pero qué es lo que acabo de decir? Que alguien me calle, por favor.
- Será mejor que vayamos a tu casa antes de que hagamos algo indecoroso. – dice Jacob. Menos mal que él tiene sentido común. A pesar de lo cachonda que estoy, tiene razón, debemos volver a casa, así que asiento con la cabeza y continuamos caminando, esta vez cogidos de la mano.
Una vez que llegamos a la entrada de casa, Jacob tira de mí hacia el garaje. Una vez que he cerrado la puerta, apoya mi espalda en ella y pone sus manos a ambos lados de mi rostro.
- A la mierda, no soy un caballero. – dice justo antes de besarme de nuevo, al tiempo que se quita el abrigo.
No soy una chica que se suela dejar llevar por sus instintos, pero tampoco había conocido nunca a nadie como Jacob.
Que si, vale, que le he conocido personalmente hace una hora, pero hace cuatro años que sigue mi canal y cada semana hablamos. Vale, si, en pleno directo, nunca a solas, pero…
¡A la mierda! Que soy adulta y hago lo que me pide el cuerpo. Y en ese momento lo que el cuerpo me pide es que deje que Jacob me meta en su coche y recorra mi cuerpo con sus labios, que es lo que está haciendo.
Oigo sonar mi móvil, pero, obviamente, en esos momentos, no voy a responder. Y mucho menos cuando Jacob se pone un preservativo y ya me estoy colocando sobre él.
¿Qué esa es la mejor noche de mi vida? Si. ¿Qué está empezando a gustarme la navidad? También. ¿Qué Jacob me está dando el mejor orgasmo de mi vida? Por supuesto.
- ¿Dónde estabais? – dice mi padre al vernos entrar en casa. – Te he estado llamando.
- Estábamos en el centro comercial. – digo, notando como se me vuelven a encender las mejillas.
- Así vestida?
- Si.
- Veo que he acertado en mi regalo de navidad. – dice, sonriendo. Antes de que pueda preguntarle, se ha marchado de vuelta al comedor.
Mis padres siempre me animan a hacer aquello que me hace feliz, por ello no me sorprende que se hayan alegrado de verme con ese vestido.
Jacob me mira y sonríe. Él también se ha dado cuenta de lo que ha insinuado mi padre, al igual de la reacción de mi madre cuando nos ha visto antes de que nos fuéramos.
- Creo que empieza a gustarme la navidad. – dice, dándome un ardiente beso antes de ir hacia el comedor.
Le miro mientras camina. Menudo culo tiene. Y ese traje le queda como un guante.
Voy a subir a mi dormitorio a cambiarme cuando me doy cuenta de que, realmente, no quiero hacerlo. No quiero esconderme más. Así que doy media vuelta y entro al comedor, donde todos hablan y ríen.
En cuanto me siento al lado de mi abuelo, que me da un amoroso abrazo, todos comenzamos a comer.
Miro a mi alrededor. Todos parecen felices, sobre todo mis padres, lo cual me hace muy feliz a mí también. Miro a Jacob, que está sentado demasiado lejos. Me guiña un ojo con disimulo y yo sonrío feliz.
- ¿Estás contenta, cielo? – dice mi abuelo Carlisle, besando mi mejilla. Es el más cariñoso de la familia.
- Claro que sí. Estoy sentada a tu lado. – digo, haciéndole sonreír de nuevo. – Deberíamos vernos más a menudo. Iré a veros todos los domingos.
- Nosotros encantados. – dice. Mi abuela está sentada a su lado y asiente con la cabeza. – Comeremos todos juntos.
Sonrío y comienzo a comer. Sé que por ellos nos veríamos más a menudo, pero ya son mayores y conducen muy pocas veces.
Me noto observada y a veces creo que es mi familia, que me mira por mi indumentario, pero estoy totalmente equivocada. Levanto levemente la mirada y me doy cuenta de que, quien me está mirando es Jacob. Me atraganto con la comida cuando me guiña un ojo y sonríe al ver que se me sale la sopa por la nariz.
Mi abuelo me ayuda a reponerme mientras me limpio con la servilleta. Menuda vergüenza estoy pasando.
Cuando ya me encuentro mejor sigo comiendo, esta vez sin mirar a Jacob, ya que el simple hecho de saber que me está mirando me pone muy nerviosa, pero aun así no puedo evitar que una sonrisa aparezca en mi rostro.
Al terminar de cenar, vamos al salón, donde tomamos algo al lado del gran árbol, donde todos hemos ido dejando regalitos que nos repartiremos más tarde. Estoy hablando con mi tío Emmett cuando, de nuevo, me siento observada. Miro de reojo hacia la chimenea y veo a Jacob, que me está mirando. Está muy quieto y, de repente, mueve levemente la cabeza, en un gesto que me pide que salga del salón. Dudo de si hacerlo o no, cuando noto que mis pies han cobrado vida propia y ya se están dirigiendo a la cocina.
Una vez allí, Jacob aparece a mi lado, cierra la puerta con el pie y me besa con una pasión arrolladora. Pasión que me invade al instante.
- ¿Te he dicho ya que estás preciosa?
- Si, pero me lo puedes decir de nuevo. – digo, haciéndole sonreír. – Jacob, esto es peligroso. Podrían pillarnos.
- Es cierto. – dice, alejándose un paso de mí, momento que aprovecho para intentar serenarme. – Quería preguntarte una cosa.
- Dime.
- Me gustaría pedirte una cita.
- ¿Una cita? – digo, sorprendida.
- Es obvio que me gustas y creo que yo te gusto un poquito. – asiento con la cabeza. Es obvio. – así que me gustaría salir contigo a cenar, comer o lo que más te apetezca, para ir conociéndonos un poco más. – asiento de nuevo. – sé que vivimos a dos horas de distancia, pero no me importa venir cuando te apetezca.
- Me encantaría salir contigo un día, dos o los que quieras. – logro decir, asombrándome a mi misma. ¿Desde cuándo soy tan lanzada? Aunque, teniendo en cuenta, que ya me he acostado con él, esto no es nada. – Me gustaría conocerte.
- Genial! – me besa de nuevo, esta vez más suavemente y sale de la cocina, dedicándome una sonrisa antes de volver al salón.
Tras mojarme un poco la cara y la nuca para que no se note lo acalorada que estoy, vuelvo al salón y me siento de nuevo al lado de Emmett, que me mira con picardía. Está claro que se ha dado cuenta de que algo ha pasado con Jacob. O eso o me estoy volviendo una paranoica.
Tras un buen rato, mi padre da por iniciado el momento de abrir los regalos. Tengo seis regalos, lo cual me sorprende, ya que somos cinco familias y no me cuadran los números. Los abuelos me han regalado unos auriculares nuevos, lo cual es genial, ya que tenía que renovar los míos. Tío Emmett y tía Rosalie me han regalado un equipo de sonido nuevo, para que pueda realizar mucho mejor mis directos en Twitch. Tío Jasper y tía Alice me han regalado unas botas y unas deportivas nuevas, las cuales me encantan. Billy y Sarah y su familia me han regalado un uniforme de Harry Potter, una saga que me encanta. Bueno, no me encanta, estoy obsesionada, pero me gusta tanto que me pongo la túnica por encima de la ropa, haciéndoles sonreír a todos. Papá y mamá me han regalado una colección de figuritas de Star wars, saga que también me encanta y una especie de diadema con un tocado precioso. Miro a mis padres sin llegar a entender que significa eso, pero ellos simplemente sonrien. Queda un último paquete, que no sé de quien puede ser. De repente, aun no sé porque, miro a Jacob, el cual me guiña un ojo y asiente levemente con la cabeza. ¿Por qué Jacob me ha comprado un regalo? Hace diez años que no nos vemos, a pesar de que me siga por mi canal de Twitch.
Abro lentamente la caja y suelto un grito al tiempo que se me cae de las manos. No me lo puedo creer. ¿Cómo lo ha sabido?
Oigo como me preguntan si me encuentro bien, pero no les respondo. Saco el vestido de la caja y se lo enseño a mi madre, que sonríe. Seguro que estaba metida en el ajo, aunque aún no logro entender cómo. Seguro que por eso me han comprado el tocado. Para que me lo ponga con ese vestido. Es un vestido Lolita de la última colección de un famoso diseñador que solo crea diez vestidos de cada modelo en todo el mundo.
De nuevo, mi cerebro no logra detener a mi cuerpo y, cuando me doy cuenta, estoy besando a Jacob. ¡Estoy besando a Jacob delante de toda mi familia y de la suya! Dios, que vergüenza.
Cuando terminamos el beso, miro a mi alrededor y veo que todos nos miran con una sonrisa en los labios.
- ¿A que ahora ya te gusta más la navidad? – dice mi tía Alice, haciéndonos reír a todos.
Me río, me lo tomo a broma, pero no se equivoca. Ahora empieza a gustarme la navidad.
…..
Esta es la primera historia que escribo en muchísimo tiempo.
Hoy estaba inspirada.
Espero que os haya gustado.
PD: No me olvido de vosotras, es solo que tengo demasiadas cosas en mi vida y muy poca inspiración.
PPD: podéis seguirme en tiktok si queréis, estoy ahí haciendo tonterías de las mías, pero así podéis ver como soy en realidad. Me llamo
