4
La moto

El profesor Slughorn aplaudía con felicidad. Todos los alumnos, tanto de Gryffindor como de Ravenclaw se habían esforzado mucho por ganar el premio esa tarde. Había sido una de las mejores clases hasta la fecha. Sin embargo, pese a la ardua competencia sólo un alumno podía llevarse el frasquito de suerte líquida.

- Felix Felicis – exclamó James con orgullo, mientras miraba el frasco en su mano.

- Estoy seguro de que hiciste trampa – se quejó Sirius, mirándolo con envidia - ¡Apestas en pociones!

- No. Tú apestas en pociones – dijo indicando el caldero de su amigo.

Sirius pensó en ponerse a discutir, pero algo más llamó su atención. La sala de clases se vaciaba rápidamente mientras los alumnos se iban con sus libros y mochilas. Pero Lily Evans se quedaba un poco más atrás, preguntándole algo al profesor. Una idea apareció en su cabeza.

- ¿Vienes o no, malcriado? – gritó Peter mientras caminaba a la puerta, siendo seguido por James y Remus.

- Eh, sí, sí, ya los alcanzo. Ustedes continúen.

El profesor respondió la duda de su alumna, y mientras ella regresaba a ordenar y meter sus libros dentro de su bolso, Slughorn se fue. Ella caminó hacia la salida despreocupada para dirigirse a su electivo de Runas Antiguas cuando se dio cuenta de que no estaba sola. El infame Sirius Black estaba apoyado sugerentemente en el marco de la puerta mirándola como si se tratara de una especie en extinción.

- ¿Qué? – preguntó, rápidamente a la defensiva - ¿Por qué me miras así? Oh, no. No me digas que también vienes a molestarme como tu tonto amigo.

Sirius rodó los ojos.

- No, Evans. No eres mi tipo... sin ofender – aclaró.

- Entonces déjame pasar, por favor – pidió ella, intentando abrirse paso.

- Pero necesito hablar contigo.

- Tengo clases de Runas Antiguas ahora y me estás retrasando.

- Necesito ayuda con algo y, a pesar de tu terrible carácter, creo eres una bruja formidable.

- ¡Vaya! Gracias por el cumplido – respondió ella con ironía - ¿Por qué no le pides ayuda a Potter? A pesar de su terrible carácter, él también es un mago formidable.

- No, James ya lo intentó y no pudo – reconoció el moreno.

La colorina lo miró con interés por primera vez en su vida escolar frente a la idea de poder vencer en algo al grandioso James Potter… Hasta que se encontró a Sirius sonriéndole arrogantemente. No, no podía ayudarlo. Le desagradaba tanto como su amigo, y probablemente necesitaba ayuda en algo que rompería un millón de reglas.

- Por mucho que me intrigue tendré que pasar esta vez - dijo mirándolo con seriedad - Y sería bueno que tú me dejaras pasar también.

- No, no me parece.

- ¡Tengo Runas Antiguas! - dijo perdiendo la paciencia. Sacó su varita y lo apuntó, pero estuvo lejos de provocarle miedo a su oponente.

- Evans, por favor - dijo Sirius con cierto tono de aburrimiento - ¿Me vas a atacar?

- ¿Qué hice para merecer esto, por Merlín? Soy justo la persona que menos quiere tener que ver con alguno de ustedes.

- ¿Puedes relajarte un poquito? - dijo mientras se doblaba las mangas de su chaleco y camisa - Sucede que estoy teniendo problemas con Encantamientos.

- Ya, ¿y?

- ¿Puedes ayudarme a encantar un objeto permanentemente?

- ¿Sabes lo difícil que es eso? Quizás sería mejor que le pidieras ayuda al profesor Flitwick.

- No estoy seguro de que él estaría muy contento de ayudarme con esto - dijo reflexionando.

- ¿Qué es?

- Preferiría que lo vieras por ti misma, si no te molesta. Está en el dormitorio y—

- ¡Yo no pienso entrar en ese dormitorio!

- Evans, si no me ayudas te molestaré por el resto del año - advirtió.

Ella lo miró por última vez echando chispas por los ojos, pero decidió que lo mejor era resoplar y marcharse rápido a su clase Runas Antiguas. Corrió por los pasillos para llegar a tiempo, pero no había caso ya que estaba más allá de un plazo razonable de atraso común. Cuando llegó se disculpó con la profesora y ella la dejó entrar (seguramente sólo por ser Lily Evans). Divisó a su compañera Batsheda sentada y se dejó caer junto a ella con un bufido.

- ¿Dónde rayos estabas? – preguntó una chica no muy agraciada de cabello tieso de color negro azabache.

- Lo siento, el idiota de Black me retrasó después de pociones.

- ¿Black? - preguntó ella incrédula. Lo amaba platónicamente desde primer año, pero él no parecía fijarse en ella ni por si acaso.

- Sí, Black - dijo sacando su pergamino y comenzando a tomar apuntes - Quiere que lo ayude en algo.

- ¿Pero qué rayos quiere Sirius contigo? - preguntó interesada.

- No lo sé ni me interesa - dijo mojando su pluma en tinta - Ya sabes cuánto lo odio.

La puerta sonó en ese momento y la clase fue interrumpida. La profesora miró consternada y fue a abrir la puerta encontrándose con Sirius Black, un alumno que no iba en su clase. El alumno no tenía ningún interés por respetar el uso adecuado del uniforme y lucía como si fuera superior a todos los demás, mientras usaba su corbata alrededor del cuello y la camisa con los primeros botones desabrochados.

- ¿Sí? – preguntó desconcertada.

- Lo siento profesora, no quise interrumpir su clase. Es sólo que algunos alumnos me han hablado muy bien de este curso y quería pedirle la oportunidad de venir a una como oyente. McGonagall dijo que si me gustaba podría inscribirla a tiempo aún - dijo el moreno. Todo eso era, por supuesto, mentira.

- Pero ya hemos tenido la primera prueba - dijo ella confundida.

- Puedo tomarla ahora si no le molesta - dijo encogiéndose de hombros - Estuve estudiando por mi cuenta este fascinante ramo.

- Está bien - dijo la profesora con la misma cara de consternación que tenía desde el principio - Busca un asiento y te llevaré una prueba.

Sirius fue rápidamente a sentarse al otro lado de Lily Evans que ya lo miraba con cara de querer asesinarlo. Es que no podía ser posible que el irritante, egocéntrico y narcisista Sirius Black se le pegara como una lapa al punto de meterse a un ramo sólo para convencerla de ayudarlo. Maldecía el día en que se había cruzado por el camino de James Potter y había arrastrado a todos esos chicos detrás de ella.

- Evans - susurró Sirius - Esto es sólo el comienzo.

- No voy a cambiar mi decisión - respondió ella sin despegar la mirada de su pergamino.

- Todos saben que eres la mejor del colegio en Encantamientos.

- La respuesta es no – repitió.

- Señor Black - interrumpió la profesora entregándole un pergamino con preguntas escritas en él - Tiene cuarenta minutos para responderla.

- Oh, gracias - dijo tomando y mirando su examen.

Sólo había un montón de runas y signos antiguos como jeroglíficos que en su vida había visto y haría el ridículo más grande de su vida intentando contestarla. Pero antes de que la profesora y sus alumnos retomaran la clase Sirius se sintió con el derecho de volver a interrumpir grandiosamente, colmando la paciencia de Lily.

- ¿Alguien tiene una pluma? - preguntó - No ando trayendo mi mochila.

Lily había regresado al dormitorio indignada, por decir lo menos, después de la clase más extraña de Runas Antiguas. Después de pedir una pluma Sirius había continuado interrumpiendo la clase diciendo cosas como "Lo siento, tampoco traje tinta" o de la nada miraba a otros alumnos para preguntarles "¿Qué es esto?" en relación a su propia prueba. La profesora no se dio cuenta, o fingió que no se daba cuenta, pero el chico había intentado copiar olímpicamente.

Pero no había terminado ahí. Apenas había terminado la clase el moreno había caminado detrás de ella y Batsheda hasta la Sala Común repitiendo "Por favor, por favor, por favor, por favor" hasta sacarla de quicio.

Sirius, en cambio, había llegado y subido relajadamente al dormitorio orgulloso de lo que había hecho, aunque no tuviera avance alguno. En la habitación ya se encontraban James, Remus y Peter. En el centro estaba el bulto de la motocicleta, tapado con una sábana. James jugaba haciendo globos con su chicle sobre la cama mientras intentaba atrapar su Snitch dorada revoloteando sobre su cabeza.

- Saludos - dijo solemnemente cuando entró - Es un placer verlos reunidos.

- ¿En qué estuviste todo este tiempo? – preguntó Remus, intrigado.

- Ah, en nada. Intenté pedirle ayuda a Evans con mi moto. No hay caso con ella… James, no sé cómo te puede gustar alguien así. ¡Es insufrible! Deberías cambiar de chica.

- Uno no cambia simplemente de chica - reclamó el chico de gafas - Me gusta Evans. La quiero. Y quiero que sea mi novia.

- "Y quiero que sea mi novia" – repitió, imitándolo con voz de niña - ¡Que te crezcan cojones, Potter!

- Y a ti que te joda un ogro - dijo lanzándole un cojín - Dime que te dijo.

- Te lo puedo resumir: "No".

- Deberían dejar a la pobre Lily en paz - dijo Remus.

- Oh, no – dijo Sirius – Tiene puros Sobresalientes en Encantamientos desde primer año. Si hay alguien que puede ayudarme a encantar la jodida moto, es Evans. Y no me pienso ir de este castillo si no es volando en ella… ¡Pero es muy distinto pedirle ayuda a que te guste de verdad!

- Remus. Yo sé que tú me entiendes – continuó James - Explícale a Sirius que me enamoré de ella y no puedo hacer nada por evitarlo.

- Se enamoró de ella y no puede hacer nada por evitarlo - le repitió Remus a Sirius.

- Vale, lo capto - respondió el crespo con un tono sarcástico - Mira James. Si de verdad te gusta, creo que la respuesta es fácil. Tienes que bajar tu nivel de egocentrismo.

- ¡Pero si yo nunca he sido egocéntrico! – gritó, indignado.

Sus tres amigos rodaron los ojos, y una vez terminada la conversación, los cuatro volvieron a sus rutinas. La rutina solía siempre ser la misma: James jugaba con la snitch y hacia flexiones. Peter lo observaba mientras comía, a veces leía historietas. Sirius se reventaba la cabeza leyendo libros de encantamientos mientras se fumaba un cigarrillo, y Remus… Bueno, Remus nunca tenía una rutina.

A la mañana siguiente los alumnos de sexto año de Gryffindor tuvieron clase de Defensa Contra las Artes Oscuras y el profesor nuevo de ese año realmente no lograba hacer que le pusieran atención, incluso hablando de temas tan apasionantes como los Inferius. El hombre, de nombre Adam Belby, era completamente aburrido.

James se había sentado junto a Peter ya que Sirius se había sentado junto a Lily a pesar de los reclamos de la chica. Ella en el fondo se había preparado mentalmente para algo así la noche anterior. Todos tenían su libro abierto, "Confrontando al enemigo sin rostro".

- Evans - susurró Sirius. Ella fingió que no lo escuchaba - Evans, ¿puedes ir al dormitorio hoy día?

- No.

- ¿Por favor?

- No.

- Profesor – interrumpió de la nada la voz aguda de McGonagall.

Todos los alumnos se giraron para ver a la bruja con una túnica color verde esmeralda y un gorro negro, grande y puntiagudo sobre su cabello oscuro. A simple vista no lucía muy contenta y caminó a paso firme por el corredor hasta llegar a donde su compañero docente y le susurró algo en el oído. Luego se giró hacia el resto de la sala de clases y fijó su mirada en los cuatro Merodeadores.

- Potter, Black, Lupin y Pettigrew, los quiero en mi despacho ¡AHORA! – bramó furiosa.

Los cuatro se pusieron de pie estrepitosamente ante las miradas (no tan sorprendidas) de todos los alumnos y partieron siguiendo a la Jefa de la Casa hacia la oficina de la mujer. ¿Cuántas veces habían estado ya en esa oficina recibiendo un castigo? Demasiadas para llevar la cuenta así que no se hacían mayor problema. Esto era casi una visita de rutina. La profesora los hizo ponerse uno al lado del otro frente a ella para darles una fuerte reprimenda.

- ¿Se puede saber qué es lo que hace una motocicleta en medio de su habitación? – preguntó abriendo tanto los ojos que hubieran podido saltar de su cara.

Los cuatro guardaron silencio, como estaban tan acostumbrados a hacer.

- Muy conmovedor, pero encubrirse entre ustedes no servirá de nada. Los cuatro estarán castigados, aunque no tengan absolutamente nada que ver al respecto - dijo mirando a James, su siempre principal sospechoso.

- En ese caso, profe, es mía - reconoció Sirius.

- Profesora - aclaró McGonagall - No "profe"

- Profesora – repitió.

- ¿Y se siente orgulloso de tener semejante objeto? - dijo irónica. La pregunta era retórica y no esperaba una respuesta, pero Sirius no podía simplemente quedarse callado.

- Muy orgulloso, profesora. La compré con mi propio dinero. ¿Usted también está orgullosa de mi, profesora?

- Mm - dijo con recelo - Potter, Lupin y Pettigrew déjenme a solas con el señor Black.

- ¡Pero profesora! - dijo James - ¡Todos fuimos cómplices!

- Es verdad - ayudó Remus.

- Fuera, dije - ordenó la profesora McGonagall.

Los tres muchachos salieron en fila india sintiéndose culpables por dejar a Sirius recibiendo el castigo, sin embargo, la profesora McGonagall no pensaba continuar retándolo en absoluto. Como Jefa de la Casa de Gryffindor ella debía estar al tanto de todas las situaciones de cada uno de sus alumnos. Sabía bastante bien qué clase de padres tenía Sirius Black.

- ¿Usted de verdad trabajó duro por la moto?

- Algo así – respondió siendo honesto. Supuso que la profesora no consideraría que vender objetos de su madre era trabajar duro. Pero para él sí. Buscar un sitio donde vender esas reliquias oscuras había sido un verdadero dolor en el trasero.

- Si enviara la moto a su casa ¿qué ocurriría?

- Posiblemente mi madre la destruya - dijo encogiéndose de hombros - Y luego me castigue. No es algo que debería tener un joven de la nobleza.

- Bien, señor Black - dijo comiendo una galleta - Permitiré que conserve su moto.

- ¿Enserio? - dijo sonriendo.

- Dos condiciones: La primera, usted no va a usar la moto ni dejar que nadie sepa de su existencia. La segunda, la moto no puede estar en su habitación. Busque algún lugar donde dejarla que sea suficientemente discreto para dejarla allí.

- Profe, usted es mi favorita en el colegio - dijo fingiendo seriedad - Si algún día tengo una hija le pondré Minerva.

- No hable estupideces y vaya con el resto de sus compañeros.

- Gracias, profe, ¡Gracias!

- ¡Que no me llame "profe"! - insistió molesta - Y avísele a sus amigos que los espero el Sábado aquí mismo a las diez de la mañana para limpiar los trofeos y armaduras del tercer piso.

Lily Evans llegó a fuera de la oficina de la profesora McGonagall en donde los tres merodeadores esperaban por Sirius intentando oír lo que ocurría tras la puerta. La profesora siempre había sido indulgente con Sirius por el temita de sus desquiciados padres, pereo Lily no tenía idea de eso. Para ella y para el resto del colegio Los Merodeadores no tenían problemas en absoluto y simplemente revoloteaban por la vida comportándose como idiotas (o para el resto del colegio, siendo geniales).

- Asumo que esto está relacionado con lo que Sirius quería que lo ayudara – les dijo a los chicos frente a ella con un tono acusatorio.

- Así es - dijeron los tres al unísono sin despegar su oreja de la puerta.

- O sea que Black me iba a meter en un lío con McGonagall.

- Nah, McGonagall nunca castiga a Sirius - dijo James – Apuesto que están comiendo galletitas allá dentro.

- Lo he notado, de hecho - dijo la pelirroja con tono reprobatorio - Y honestamente nunca he entendido la preferencia.

- No es preferencia, simplemente sobreprotege a Sirius por… Bueno, situación especial – dijo encogiéndose de hombros – O algo así.

- Oh - dijo riendo - ¿Me vas a decir que el grandioso Sirius Black tiene alguna condición especial que lo invalide en comparación al resto? ¡Ridículo!

- No lo invalida - corrigió Remus tan tranquilo y maduro como siempre - Pero sin duda deberías tener más cuidado con lo que dices, Lily. No lo sabes.

La colorina se quedó hacia dentro con el comentario, porque venía de Remus. Si Remus lo decía era por algo y ella no quería quedar como una arpía ignorante frente a ellos. La puerta del despacho se abrió y la profesora se despidió de Sirius Black con un tono casi maternal que la hizo cuestionarse sobre todo lo que no sabía del chico. Incluso, del resto de Los Merodeadores.

¿Había alguien se hacía esa pregunta aparte de ella en el castillo? Todos animaban las travesuras y rebeldías de los chicos, pero en cuanto a sus personalidades sinceras y sus problemas, todos eran como un libro cerrado. Casi le dio un infarto cuando se enteró que Remus era un licántropo. ¿Había algo similar con respecto a Sirius y los demás chicos? Hasta ahora siempre los había creído demasiado básicos como para tener problemas reales.

- ¡Evans! Que genial que nos acompañes - dijo Sirius cuando la vio, como si nada.

- Sólo pasaba por aquí – dijo sonriendo.

Se fue rápidamente antes de que le metieran conversación y se pusieran odiosos, pero ahora se cuestionaba muchísimo. ¿Debía ayudar a Sirius?

Remus y Lily habían ido a una reunión con McGonagall como prefectos de Gryffindor. Después de la sutil advertencia que le había dado Remus a Lily días antes no se había atrevido a volver a tratar mal a ningún merodeador y hasta se había mantenido cordial hacia ellos. Los dos prefectos fueron al cuarto piso a dar una ronda.

- Remus... El otro día me sentí realmente mal cuando juzgué a Sirius y tú me detuviste – le confesó a su amigo.

- Lo siento, no quise hacerte sentir mal – replicó el rubio.

- Es que Sirius se ve tan... resuelto y descarado. Cuesta creer que tenga problemas.

- Pongámoslo de esta manera. Sirius y su hermano no han sido criados precisamente por padres afectivos estos años... Pero estoy seguro de que él te lo puede contar mejor – dijo, antes de revelar demasiado. Después de todo, no era su tema.

- ¿Sirius? ¿A mí? ¿Bromeas?

- Oh, Sirius es dramático por naturaleza. Pregúntale sobre su madre y ya no lo podrás volver a parar. Le encanta hablar mal de ella, será como algo terapéutico para él.

- Ya, pero eso no es suficiente para explicar porque McGonagall no lo castiga...

- No debería decírtelo... Es un tema de él...

- Está bien – respondió entendiendo que no debía continuar. Pero aun así se quedó intrigada – Supongo que erré en juzgarlos… También creía que tú eras bastante normal antes de saber sobre tu condición – se sinceró – Pensé que eras otro brabucón más, aunque… enfermizo, supongo.

- Enfermizo – repitió Remus con gracia – No creo que te equivoques tanto en juzgarlos, sé cómo son. Sé que pueden llegar a ser… Realmente terribles cuando quieren serlo. Y tú, naturalmente, como amiga de Snape… Sería ridículo pedirte que te caigan mejor—

- ¡Exacto!

- Pero… Ese es el lado visible – continuó el chico antes de que la colorina se emocionara – Cuando nadie mira, ellos son grandiosos.

La chica puso una mueca de incredulidad ante el comentario.

- ¡Lo son! – se defendió, aunque sonara cursi – Me apoyaron desde el primer segundo. Aunque no te caigan bien, son los mejores amigos que alguien podría pedir… Me han apoyado con una lealtad que yo nunca creí encontrar en nadie además de mis padres… Y así hicieron mi vida más fácil… La hacen más fácil hasta el día de hoy.

Lily no quería decirle a Remus sus verdaderos pensamientos. Que de seguro se equivocaba y que ya se daría cuenta de que no eran tan leales. En su cabeza, una persona que le hiciera tanto daño a alguien, que lo humillara públicamente y se burlara de él, haciéndole zancadillas, poniéndole sobrenombres, no podía al mismo tiempo ser un excelente amigo…

- Es difícil de creer... – murmuró por lo bajo.

- Sólo dales una oportunidad, Lil. Sobre todo, a James.

- Tendría que ver un cambio magnífico en él para que eso ocurra. Y así como va, lo dudo demasiado. Pero – dijo algo rendida – He decidido que sí voy a ayudar a Black con lo que sea que quiere.

- ¿De verdad? – preguntó emocionado - ¡Sirius va a estar tan contento!

- De verdad – dijo ella asintiendo – Espero no equivocarme.

El licántropo le explicó a su amigo que Lily había aceptado a ayudarlo y éste se mostró encantado, a diferencia de James que se amurró y no dijo nada. Acordaron reunirse en el corredor del séptimo piso durante la hora de almuerzo al día siguiente, justo frente a la pared en donde aparecía la Sala de Menesteres.

- Buenos días pelirroja - dijo Sirius llegando por su espalda - Me temía que no aparecieras.

- Dije que te iba a ayudar ¿no?

- Vamos entrando entonces.

La puerta de la Sala de Menesteres se comenzó a formar en medio de una pared vacía frente a ambos. Sirius pensó que Lily iba a perder la cabeza cuando descubriera que había un cuarto secreto allí, pero resultaba que ya estaba al tanto. Ya había entrado. Y no le quiso decir ni cuándo, ni cómo, ni con quién.

- ¿Cuál de todas estas piezas de basura es la que quieres encantar? – preguntó la chica dando vueltas por la sala llena de objetos apilados.

- Sígueme colorina - dijo caminando hacia una sábana blanca que cubría algo de buen tamaño.

- No puedo entender por qué no me dices que es.

- ¡Tadá! – exclamó con un dejo de dramatismo mientras tiraba la sábana y revelaba una motocicleta estacionada.

- Estás loco - dijo Lily comenzando a reír.

- Quiero que vuele por los aires y que además pueda andar por la calle.

- ¿Que vuele? – preguntó anonadada.

- Ya sabes... volar - dijo imitando a un avión con sus brazos.

- Sé lo que significa - dijo rodando los ojos - Pero es... lo más complicado que he oído en mi vida.

- En el Ministerio lo hacen – replicó encogiéndose de hombros.

- Por si no te has dado cuenta soy una alumna de quinto año de Hogwarts. No un funcionario del Ministerio.

- Yo creo que tienes las capacidades de una persona del Ministerio – dijo intentando ser zalamero para que ella accediera.

- Bien. Te prometo que lo intentaré, pero no te vas a quedar ahí mirándome sin decir nada mientras lo hago, ¿no es así?

- ¿No? ¿Qué quieres que haga?

- No lo sé. Remus no ha dejado de decir lo maravilloso que son todos ustedes. Puedes contarme algo de ti. Algo que me haga verte como una persona en vez de un... troll.

- Por Merlín, Evans, ¿Acaso existen troles que tengan semejante cara atractiva? – dijo fingiendo que estaba ofendido.

- Olvídalo – respondió ella rodando los ojos.

La pelirroja se rindió y se puso a examinar la motocicleta mientras intentaba idear una forma para encantarla y Sirius la miraba entre divertido y curioso por el ofrecimiento de conocerlo más profundamente. Conocer profundamente a una chica y no tirársela no estaba nunca dentro de los planes de Sirius Black, pero si eso así que ella se acercara a ellos y por ende, a James, lo haría.

- Bien, pelirroja. ¿Qué quieres saber? – dijo apoyándose contra un armario con los brazos cruzados.

Bajo esa perspectiva, a pesar de que no tenía ningún interés en él, Lily debía reconocer que Sirius Black era una de las personas más atractivas que conocía personalmente. Ese era el problema de Sirius (y por lo que decían, del resto de su familia). Era tan atractivo naturalmente que, sin ningún esfuerzo y por el simple hecho de apoyarse en un armario, o recostarse a tomar sol en el césped, tenía a medio colegio detenido suspirando.

- Quiero saber... Porque McGonagall no te castiga como al resto cuando ciertamente haces cosas mucho peores – continuó dejando de lado sus pensamientos.

- ¿Enserio quieres saber? No creo que te guste la historia cuando la escuches.

- Si te incomoda no tienes que decírmelo.

- A mí no me incomoda. Creo que a ti podría incomodarte.

- No lo creo – dijo encogiéndose de hombros.

Sirius se hacía como el que no le importaba, y quizás a estas alturas ya no le importaba, pero en el pasado sí y se solía quejar bastante de lo injusta que era su vida con sus mejores amigos. Lo era de verdad así que no podían juzgarlo. Tenía dos padres que más que verlo como un hijo, lo veían como una pieza de un tablero de estrategias, destinado a perpetuar de alguna forma una reputación, un legado, una descendencia de la familia más antigua del Reino Unido.

- Una vez… - comenzó a relatar – McGonagall mandó a llamar a mis padres para hablar de mi comportamiento y ellos, obviamente, le pidieron que me los dejara a solas conmigo por un par de minutos. Para "enderezarme". McGonagall, lógicamente, creyó que me estarían dando una reprimenda, pero, muy por el contrario, me estaban dando la versión mágica de los correazos muggles allí adentro.

Lily se sorprendió y se sintió mal inmediatamente por haber preguntado. Ya que sus padres eran precisamente lo contrario, imaginarse algo así no estaba al alcance de su mente y pensó que todo se trataría de algo más sencillo.

- Lo siento, Sirius, no pensé que era algo como esto. De haber sabido no te hubiera preguntado – se apresuró a decir.

- Tranquila, Evans - dijo sacando un cigarro y guiñándole un ojo - Soy un chico grande ya. Me las puedo arreglar yo solo.

- Aun así... - dijo arrepentida. Remus tenía razón y ella había juzgado erróneamente.

- Para contestar tu pregunta – continuó fríamente – McGonagall no es tonta. Cuando entró al despacho supo que algo extraño pasaba y lo tuvo más que claro una vez que me miró. Despidió a mis padres haciendo como si nada pasaba y luego me preguntó por qué no le había contado eso antes. ¿Qué le iba a decir? – dijo con una risa burlesca – Mis padres siempre han hecho lo que quieren de cualquier forma…

Lily se había quedado sin nada que decir después de eso y lamentablemente se provocó un silencio incómodo. Sirius le ofreció un cigarro y ella negó con la cabeza.

- La razón por la que McGonagall no me castiga es porque se sintió culpable de haber llamado a mis padres. Puso en conocimiento a Slughorn para que verificara que no ocurriera lo mismo con Regulus pero… Regulus hace todo bien, a diferencia mía.

Por un segundo, la chica se dio cuenta de que Sirius, por mucho que se hiciera el casual con el tema, como si lo tuviera superado, estaba amargado. No amargado de que sus padres fueran malos padres. Amargado de que probablemente sólo lo eran con él y no con su hermano menor…

- Ya veo… - murmuró, incómoda – Gracias por haber confiado en mí para decirme esto. No creo que sea fácil…

- A mí me da lo mismo – replicó con rapidez.

- ¿Cómo podría darte lo mismo? – preguntó confundida.

- Ya pasó el tiempo de preocuparme por eso, Evans – replicó. No era cierto.

- Severus dijo que siempre te quejabas de lo injusta que era tu vida... Supongo que sí te importa, aunque no quieras reconocerlo.

- ¿Quejicus dijo eso? - preguntó molesto - Le sacaré la mierda.

- ¡No! ¡No, Sirius! Déjalo en paz. Fue hace demasiado tiempo.

- ¿Qué se cree que es?

- Sirius, fue hace mucho, ¿de acuerdo? – preguntó – No debí haberlo mencionado ni siquiera. Y él tampoco… No tiene idea – dijo sinceramente – Al igual que yo… Pensaba que todos ustedes siempre han tenido la vida fácil. Ahora sé que no, pero… Él no tiene como saberlo, ¿de acuerdo?

- Supongo… - reconoció de mala gana.

- Había escuchado cosas de la familia Black, pero nunca pensé que era tan así…

- No te equivoques, Evans. Los Black no son una familia. Son sólo un apellido.